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TODORELATOS » AMOR FILIAL » INCESTO CON EMBARAZO EN UN ESTABLO
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Fecha: 06-Dic-22 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

Incesto con embarazo en un establo

Quique
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-Querer, quiero meterla en tu culo, pero no creo que me vayas a dejar. -Vuelve a lamer y a meter y a sacar la lengua del ojete que luego ya veremos. Version para imprimir

Magdalena, una mujer de aldea de unos cuarenta años, corpulenta, mal vestida, mal hablada, y que se había pasado un poco con el aguardiente de hierbas, estaba esperando por su sobrino Andrés en la puerta de la cuadra de su cerdo. Andrés, que era un joven flaco y de estatura mediana, llegó con una cerda caminando a su lado. Magdalena le dijo:

-Métela dentro de la cuadra.

No hizo falta. La cerda estaba en celo y al ver al cerdo se metió sola en la cuadra.  El cerdo le puso las patas en el lomo y se la metió. Magdalena cogió la taza de aguardiente, de hierbas, que había dejado encima de la cocina de piedra, echó un trago y le dijo a su sobrino:

-A mi cerdo le pasa cómo a los hombres cuando ven un coño, no pierden el tiempo, o eso dicen.

Lo de "o eso dicen" se lo había dicho porque Magdalena era una solterona, y lo era, no porque fuera fea de cara, estaba soltera porque medía casi un metro ochenta, y en mi aldea los hombres eran más bien bajos, o sea, un metro setenta, los más altos. 

El establo era muy grande, tenía dos cuadras, una grande para las vacas y otra más pequeña para el cerdo. En él se podía ver una cocina de piedra con leña debajo y con una gran olla encima para calentarle la comida a los animales. Un alambique para destilar aguardiente con un colchón al lado, que era el que usaba el cañero para dormir cuando venía a hacer el aguardiente a la aldea, una leñera, un par de sillas de madera de las plegables, herramientas junto a la pared, el carro de las vacas con el yugo... Era el típico establo de un caserón de aldea.

Andrés le preguntó:

-¿Cuánto van a tardar

Mirando cómo el cerdo follaba a la cerda, le respondió:

-Una media hora. ¿Sabes? Siento envidia cochina por tu cerda.

Iba a empezar a hablar de follar y eso lo violentó

-Mejor será que me vaya a dar una vuelta mientras no acaban.

-¿No quieres saber por qué la envidio? 

-Solo puede ser por una cosa.

-No es por lo que te imaginas.

-¿No es por qué está siendo follada?

-No.

-¿Por qué la envidias?

-Porque ella va a ser madre y yo no. 

Aquella conversación no la tendría con su sobrino si no hubiera bebido de más, pero ya que la tenía, tiró de ella.

-¿No lo has tenido por el que dirán?

Siguió bebiendo.

-No, me la sudaría que me criticasen. No lo tuve porque los hombres me tienen miedo.

-¿Miedo de qué?

-De no dar la talla, supongo.

-Yo no lo tendría.

-Tú eres un crío.

-Un crío de diecisiete años.

-Y mi sobrino.

-¿Y qué si soy tu sobrino?

-Que tu padre es mi hernana t si se enterase de que jodí contigo...

-¿Quién se lo va a decir?

-Además, no creo que tu picha me llegase.

-La tengo como la de un caballo.

Le cogió la mano derecha, se la llevó a la polla y apretó la mano de su tía sobre la polla. Magdalena le dijo:

-Cómo la de un caballo no la tienes, pero es gorda y la tienes dura.

Magdalena no quitó la mano. Andrés se vino arriba. No era la cosa para menos, su tía le estaba palpando la polla. Le preguntó:

-¿Echamos un polvo, tía?

-¿Me preñarías?

-Fijo que sí.

-Sácala a ver como la tienes.

Sacó la polla empalmada. Miró para su tía y le dijo:

-¿Te gusta?

-Sí, y me llegará de sobras.

Magdalena fue a cerrar la puerta del establo y le colocó la tranca. Al volver se puso enfrente de él. Andrés le abrió los seis botones de la blusa marrón. Un sujetador blanco, que parecía estar sufriendo con la carga que llevaba, quedó a la vista. Magdalena se había quedado muda, lo único que hacía era temblar. Le bajó la falda, una falda negra que le llegaba a los tobillos y vio sus bragas blancas y sus piernas largas y robustas. Magdalena se quitó el sujetador y Andrés le quitó las bragas. Su coño tenía una tremenda mata de pelo negro. Se puso en cuclillas y le dio un beso en el clítoris, luego, le echó las manos a la cintura y se le lamió el coño de abajo a arriba unas cuantas veces. Después se puso en pie. Metió la cabeza entre sus tremendas tetas y las juntó con ella en medio. Luego, amasando aquellas esponjosas tetas, le lamió los pezones y las areolas, unos pezones gordos cómo mi dedo medio y del tamaño de dedales y unas areolas inmensas. Andrés quería besarla, pero no se iba a poner de puntillas para hacerlo, le dijo:

-Échate sobre el colchón.

Se echó sobre el colchón, que estaba al lado del alambique. Andrés se desnudó, y con la polla tiesa cómo un demonio se echó sobre su tía. Pasó la lengua por los labios para humedecerlos. Magdalena los pasó por los suyos. Sus lenguas se encontraron y Andrés acabó contento, ya que Magdalena tenía la boca impregnada de alcohol. Trabajo le costó separarse de su boca, pues los besos eran lujuriosos, pero tenía que comerle el coño. Sabía cómo hacerlo porque le había enseñado mi hermana... Joder, ahora que me acuerdo de lo de mi hermana. ¡Qué puta era la cabrona! Otro día os cuento cómo me enseñó a mí a comerle el coño y cómo me engañó para que luego se lo comiera a ella y a mis primas en una cueva.

Volvamos a Magdalena. Cuando Andrés le separó las piernas vio que tenía el interior de los muslos mojados. Le lamió un muslo, le lamió el otro y luego le lamió el coño de abajo a arriba apretando  la lengua contra los labios vaginales. Le dio lengua un tiempo. Luego le metió dos dedos dentro de coño y la masturbó, al tiempo que le lamía y le chupaba el clítoris. Al rato, Magdalena, le dijo:

-Me voy a correr, métemela y córrete conmigo.

Andrés se la clavó de una estocada, y después le dio caña... En nada, Magdalena, comenzó a convulsionarse y descargó. La corrida fue tan abundante que Andrés sintió cómo encharcaba su polla, polla que se corrió dentro del coño de su tía.

Al acabar de correrse, con la polla dentro de su coño, lo miró, y le preguntó:

-¿Quedaría preñada?

-Yo creo que sí, pero puede ser que no. Lo mejor es que te llene el coño de leche más veces para que hayas más probabilidades.

Sacó la polla del coño, y pringada de jugos, se la puso en los labios. Magdalena abrió la boca, se la metió dentro y la mujer se la mamó. Al rato, Andrés, se la frotó en los pezones y en las areolas y luego se la metió entre las tetas, las apretó con las dos manos y se las folló. Follándoselas, y a punto de correrse, le dijo:

-¿Preparada para que te vuelva a llenar el coño de leche?

-Sí.

Le metió la punta de la polla en la vagina y la folló hasta que la leche comenzó a salir del meato. Magdalena le echó las manos a las nalgas, tiró hacia ella y Andrés acabó de correrse dentro de su coño.

Estuvieron besándose un tiempo, durante el cual, Magdalena, movía el culo debajo de él. Andrés le pesaba tanto como un jockey a una yegua de carreras, por eso lo movía a su antojo. La leche y los jugos fueron saliendo del coño con sus movimientos, movimientos que se fueron haciendo más violentos cuando sintio que se iba a correr. Andrés vio en los ojos de su tía que la corrida era inminente, Se quitó de encima, metió la cabeza ente sus piernas y le clavó la lengua en el coño. Magdalena se olvidó de que quería quedar preñada. Le echó las manos a la cabeza y apretó su boca contra el coño para que no le quitara la lengua. Volvió a moverse y en nada le llenó la boca con los jugos de una espectacular corrida.

Andrés se tragó los jugos y luego le dijo:

-Ponte a cuatro patas que te voy a volver a llenar el coño de leche.

Magdalena se puso a cuatro patas. Tenía el culo cómo una cesta, grande, majestuoso, apetitoso, tan apetitoso que Andrés le separó las nalgas y lamió su ojete.

-¿Qué me haces, guarro?

-Cochinadas.

Le folló el ojete con la lengua.

Magdalena le preguntó:

-¿Quieres darme por el culo?

Andrés le echó las manos a las tetas, y magreándolas y frotando la polla empalmada en el ojete, le dijo:

-Querer, quiero meterla en tu culo, pero no creo que me vayas a dejar.

-Vuelve a lamer y a meter y a sacar la lengua del ojete que luego ya veremos.

Le hizo un trabajo excelente con la lengua en su ojete, tan excelente fue que Magdalena le dijo:

-Me voy a correr, métemela en el coño y córrete conmigo.

Le metió el glande en el culo.

-¡Duele, cabrón, duele!

La corrida se le había ido. Le sacó la polla del culo y para aliviar el dolor le volvió a follar el ojete con la lengua, lengua que ahora le entraba a más profundidad. El dolor se fue y volvió el placer. Poco más tarde le decía:

-En el coño, métemela en el coño.

Le metió la lengua dentro del coño y luego le lamió coño, periné y ojete.

-Era la polla la que quería que me metieras, pero ya que estás, sigue. Le volvió a frotar la polla en el ojete.

-No, no la metas.

-Le metió la puntita.

-No, Andrés, no.

Le folló el culo metiendo y sacando la puntita.

-Bueno, así, sí, pero no metas más.

Pasado un tiempo, Magdalena, se corrió. Al oír sus gemidos y ver cómo se corría, se la clavó en el coño y se corrió con ella.

Al acabar de correrse, Magdalena, se echó boca arriba. Miró para su cerdo y vio que estaba comiendo en la pileta de la cerda.

-Ya acabaron. Tienes que irte.

-¿No volveremos a follar? 

-Tengo que pintar la casa por dentro. ¿Responde eso a tu pregunta?

-Responde.

Magdalena quería asegurar, aunque no era necesario, pues ya haba quedado preñada.

Quique.

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