La casa de las flores
Cuarta parte
- Ya que estas aquí, - interrumpió Narciso la conversación que se iba volviendo peligrosa – le puedes llevar el zumo a Hortensia, y luego encargas unas pizzas para comer. Nosotros les vamos a llevar los zumos y unas aspirinas a las bellas durmientes de arriba.
……………………………
Una vez en las escaleras, Amapola le dijo a Narciso que el avisase a Petunia y que ella y Azucena despertarían a sus tías, no fuese que su hermana mayor se acordase, como parecía que se acordaba Violeta, de lo que ellas le habían hecho la noche anterior, pues temían su furia y su fuerza si se despertaba enfadada. Narciso lo entendió y se dirigió a la habitación de su hermana mayor, pero tras golpear suavemente con los nudillos y no obtener respuesta entro dispuesto a despertarla, pero su sorpresa fue mayúscula, ya que a pesar de haberla acostado con un pijama que el mismo ayudo a las gemelas a ponérselo, ahora estaba completamente desnuda sobre la cama, totalmente despatarrada y dormida completamente. Desde la puerta la visión era perfecta, pues la cama estaba justo enfrente y la ventana no tenía la persiana echada por lo que la luminosidad del dormitorio era excelente.
Se quedo completamente aturdido sin saber que hacer, con la jarra de zumo en la mano y sin poder quitar los ojos del sexo de su hermana mayor que lucía lampiño y coronado con un corazón perfectamente recortado de pelitos rubios en su monte de venus. Algo nervioso y bastante excitado, con voz trémula y muy bajito dijo:
- Petunia, son casi las dos del medio día, y te traigo un zumo y una aspirina.
- Petunia, ¿duermes? – volvió a decir ahora más fuerte y esperando que diese un respingo y le mandase a la mierda cuando se diese cuenta de que la estaba mirando como hipnotizado su zona más íntima – Te traigo un zumo, ya casi son las dos.
- Vaya, que detallazo, - dijo abriendo los ojos y estirándose de forma un tanto vulgar, pues puso sus brazos en cruz y abrió aún más sus piernas a la vez que doblaba sus rodillas, sin dar importancia alguna a su desnudez – Pasa, “peque” pasa, y gracias por traerme a la cama el zumo.
- ¿Te encuentras bien? – dijo Narciso en vista de su desinhibida actitud y entrando indeciso, mirando alternativamente a sus ojos y a sus pechos – Anoche tenías una buena tajada.
- No te creas, Violeta y yo toleramos muy bien el alcohol, - le dijo sonriéndole y sentándose en la cama – No han sido muchas, pero unas cuantas juergas nos hemos corrido en la ciudad, sobre todo cuando aprobábamos alguna asignatura.
- Anoche tuvimos que acostarte, y Amapola y Azucena te pusieron un pijama. – le dijo titubeante su hermano aun sin creerse que se mostrase tan tranquila - ¿Te doy algo para que te tapes?
- No hace falta, estoy comodísima. – dijo Petunia cogiendo la jarra de zumo y tras dar un largo trago le dijo – Pero si te es incómodo verme en bolas, me tapo ahora mismo.
- No, no, no, por mi está así estas bien, mucho más que bien, estas fenomenal. – dijo casi atragantándose Narciso, pero recorriendo con su vista la bellísima anatomía de Petunia ahora ya de forma mucho más descarada – Violeta va a encargar unas pizzas para comer, cuando quieras bajamos.
- ¿Tienes prisa? – le dijo sonriéndole de forma un tanto provocadora Petunia – Déjame tomarme tranquilamente el zumo, y quiero decirte que anoche me sorprendió y también me gusto, la facilidad con la que me subiste hasta mi cama,
- ¿Te diste cuenta? – se azoro un poco pensando que podría acordarse de todo lo que había ocurrido – Yo creía que estabas dormida.
- No estaba dormida, estaba un poco borracha, eso sí. – volvió a sonreírle de forma encantadora – Lo que estaba era en una nube, me acababa de correr como nunca antes lo había hecho, los morritos de las “repes” son increíbles, me hicieron perder la cabeza, y luego cuando tú me levantaste como si fuese una pluma, con tus manos rozándome el culo y las tetas me creí que me subías al cielo.
Narciso la miraba con asombro y a la vez completamente hipnotizado, pues su hermana mayor le estaba diciendo que se dejó chupar las tetas por las gemelas con plena conciencia, y que se acordaba perfectamente que la había subido en sus brazos totalmente desnuda, e incluso daba la impresión de que eso le había encantado. Como no decía nada y solo la miraba embobado, ella le dijo:
- Y también me acuerdo que tu ayudaste a las dos brujitas a ponerme el pijama, y que incluso me rozaste el corazón. – dijo señalando su monte de venus – Por eso cuando os marchasteis me quite el pijama, que por cierto no sé dónde lo tire, y me tuve que masturbar hasta que me corrí de nuevo de forma bestial. Así he dormido de relajada.
- ¿Te puso que te tocase? – se atrevió a preguntarle con cierto recelo, y al cabecear ella afirmando, señalando con su dedo el mechón rubio en forma de corazón la pregunto - ¿Puedo tocártelo?
- Menudos salidos que habéis salido tu y tus hermanitas. – dijo riendo Petunia volviéndose hacia él y sentándose en el borde de la cama – Claro que puedes, hasta te dejo que me des un besito.
- Bufff …. Eso sí que no me lo esperaba. – dijo Narciso arrodillándose entre sus piernas e intentando darle un lametón en el coño, cosa que no pudo pues ella junto sus piernas riendo, y él compungido le pregunto - ¿Te estas riendo de mí?
- No, cielo no, pero el besito era en el corazón, no en mitad del potorro. – de nuevo volvió a reír alegremente – Venga dame el besito donde debes dármelo y bajamos a comer, y la aspirina guárdasela para alguna de tus tías, que ellas si tenían un buen tablón.
Así lo hizo Narciso, le dio un tímido besito en su promontorio sagrado y le alargo el pijama que estaba en el suelo, dándose cuenta en ese momento que ni tan siquiera se había empalmado por lo nervioso que estaba. Una vez vestida, ambos salieron de la habitación y se dirigieron a la planta baja, donde se oía que hablaban y reían sin llegar a entender que decían ni quienes eran. Cuando entraron en la cocina, que es de donde provenían las voces, Rosa, Margarita y las gemelas, que eran las que estaban allí, se callaron mirando extrañadas a Petunia que no daba muestra alguna de que la noche anterior se había propasado con el vino, pues entraba con una radiante sonrisa y mucho más alegre de lo que en ella era habitual.
- Venir aquí duendecillos zalameros. – dijo dando un abrazo a las sorprendidas Azucena y Amapola a las que apretó contra su cuerpo a la vez que las daba un tierno beso en sus frentes – Se que anoche me acunasteis y me pusisteis el pijama como hacia yo con vosotras cuando éramos pequeñas.
Dada la diferencia de altura, casi veinte centímetros, cuando las achucho, las caras de las gemelas quedaron a la altura de sus pechos y sus boquitas a la de sus pezones. Ambas se veían de reojo y sus miradas se cruzaron confundidas y temerosas de que se acordase de las caricias bucales que le habían hecho la noche anterior, pero también asombradas de que si así fuese las tratase de aquella forma tan cariñosa. Por fin Azucena mirando hacia arriba a los ojos de su hermana mayor, la dijo:
- Tenías un pedo de cuidado, te tuvo que subir a la cama Narciso, que tiene una fuerza enorme. Nosotras solo te desnudamos y te pusimos el pijama, pero si no es por tu “peque” habrías dormido en el sofá.
- No es exactamente como yo lo recuerdo, - dijo Petunia volviendo a besarlas de nuevo en la frente y deshaciendo el abrazo – pero puede que mis recuerdos estén un poco difuminados por los efluvios del extraordinario crianza con el que nos agasajaron en la cena.
- Es que estaba bueno de cojones. – exclamo Margarita – Tendremos que comprar varias cajas, porque además no dejan resaca, yo me he levantado activada y sin ningún síntoma de resaca.
- Resaca no nos ha dejado, es verdad, pero anoche yo tuve unos sueños que mejor ni los cuento. – dijo Rosa resoplando graciosamente – Puede que ese vino en lugar de un vino de crianza o de reserva, sea un afrodisiaco, porque creo que me he masturbado varias veces esta noche, e incluso esta mañana me he levantado algo excitada, y si no que os lo diga Amapola que me ha despertado.
- Si creo que estaba soñando algo erótico. – dijo con una risita picara la aludida – Y tenía su oso de peluche metido entre las piernas y murmuraba: sigue, sigue.
- ¿Y Violeta y Hortensia, dónde están? – pregunto entonces Petunia - ¿Aun no se han despertado?
- Si están en el jardín preparando la mesa para cuando vengan las pizzas que ha encargado tu hermana. – contesto Margarita – Hace un día muy bueno y vamos aprovechar para tomar un poco de sol, nosotras íbamos a llevar ahora los vasos, los refrescos y los cubiertos. Por cierto ¿Cómo habéis tardado tanto a bajar vosotros dos?
- Es que Petunia, mientras se tomaba el zumo, me estaba explicando cómo funciona la nueva moto que trajo ella ayer. – mintió descaradamente Narciso ante la sonrisa de complicidad de su hermana mayor – Me ha prometido que me la dejara probar mañana, como regalo de cumpleaños.
Mientras hablaban iban camino del jardín posterior de la casa, en el que había una piscina bastante grande, y que estaba rodeado de un alto seto que le daba una intimidad absoluta, ya que quedaba completamente aislado de la vista de las casas de las parcelas colindantes. Cuando salieron al jardín se encontraron a Hortensia limpiando las sillas que iban a usar, pero a Violeta no se la veía por ninguna parte por lo que Petunia pregunto:
- ¿Hortensia, donde esta Violeta?
Esta se limitó a señalar con su dedo hacia la piscina y vieron que estaba tomando el sol en una tumbona, pero solo en ropa interior, con un tanga de color negro que poco le cubría y un sujetador de la misma tela, que además eran totalmente trasparentes. Entonces Rosa dijo:
- Menos mal que ibas a ayudar a Hortensia a limpiar la mesa y las sillas, vaya morro que tienes.
- Yo he limpiado la mesa, - dijo Violeta levantándose y luciendo su espectacular cuerpo casi desnudo – y Hortensia me ha dicho que ella se encargaba de limpiar las sillas. ¿Han traído ya las pizzas?
- Estarán al llegar, y espero que no vayas tu a abrir al repartidor de esa guisa. – rompió a reír Margarita y termino diciendo – Al pobre chaval le daría un infarto fulminante.
Las gemelas al ver como se mostraba su hermana, cuchichearon entre ellas riendo y le dijo bajito Azucena a Amapola sin que nadie la oyese:
- Me parece que no vamos a tener que provocar mucho a Narciso para que se empalme, Violeta lo va a hacer por nosotras.
- Eso creo, ya ha empezado a notársele el bulto. – le contesto en el mismo tono Amapola – Vamos a estar pendientes de Petunia para poder comprobar si se da cuenta y que actitud toma.
En ese mismo momento oyeron el timbre de la cancela de la finca, y Rosa riendo maliciosamente dijo:
- Narciso, en la encimera de la cocina esta mi monedero, cógelo y ves a abrir al pizzero, que como vaya Violeta le puede dar un jamacuco. Y vosotras dos, bichos revoltosos, id con él y ayudarle a traer las pizzas.
Lo último se lo dijo lógicamente a las gemelas, que trotando alegremente siguieron a su hermano hacia la entrada de la finca, y una vez en el pequeño jardín que había entre la puerta principal de la casa y la cancela de la finca, Azucena, arrebatándole el monedero de su tía de las manos le dijo a Narciso:
- Anda quítate los calzoncillos, y vuelve a ponerte los pantalones sin nada debajo, mientras nosotras atenderemos al repartidor, y no creo que vaya a hacer falta que nosotras te provoquemos para ver la reacción de Petunia, ya se está preocupando de eso Violeta.
Así lo hizo Narciso, y apartándose de la perspectiva de la cancela se colocó tras la puerta, se quitó los pantalones y los calzoncillos a la vez, procurando quedar fuera de la visión del repartidor, pero con la precipitación y el nerviosismo del momento se le engancharon los pantalones en la rama de un rosal. Mientras eso sucedía Amapola abrió la cancela y dijo sorprendida:
- Coño, si nos trae las pizzas la mismísima Susana, ¿es que ya no tenéis repartidores en vuestro restaurante?
- Es que mi padre me ha dicho que, si no voy a seguir estudiando que ayude, o me quedare sin paga, y por eso me he ofrecido a hacer los repartos. – escucho asustado Narciso – Y encima puedo usar la moto, que es una mierdecilla de moto, pero una moto, al fin y al cabo. Por suerte hoy este ya es el último reparto.
Mentalmente y de forma rápida, Narciso puso cara a la voz, pues la tal Susana había sido compañera de estudios de él y de sus hermanas el último curso, ya que las gemelas habían repetido los dos últimos cursos, e incluso jugaba de portera al futbol con ellas. Además, era un monumento de mujer, bastante más alta que sus hermanas, con unas curvas de impresión, pelirroja y con pecas como Hortensia, y una de compañeras que le había provocado en varias ocasiones haciéndole correr despavorido y asustado. Mucho más se asustó al oír decir a Azucena:
- Entonces pasa, saludas a Narciso y te tomas un trozo de pizza con nosotras.
Absolutamente sobrecogido por el temor de que Susana lo viese de aquella guisa, sin pantalones y con sus genitales al aire, tiro bruscamente de la ropa que acababa de quitarse y la rama donde estaba enganchada por una de las espinas del rosal cedió, pero sin soltarse de la prenda, cuando de pronto los pantalones se le escaparon de las manos y salieron volando junto a los calzoncillos por encima de la puerta al tener la rama el efecto de una catapulta, cuando por la inercia volvió a su lugar de origen. Inmediatamente aparecieron tres cabezas por el filo de la puerta y vio las caras de las tres jóvenes que lo miraban asombradas, mientras el tirando de su camiseta con ambas manos se tapaba como buenamente podía sus partes nobles y salía corriendo hacia la casa, dejando su culo completamente a la vista, ya que al tirar de su camiseta por delante se le había subido por detrás hasta casi la cintura.
Entonces rompiendo a reír estrepitosamente, Azucena al ver a Susana con la boca abierta por la escena absurda y totalmente fuera de lugar, y aún con los calzoncillos de su hermano sobre la cabeza, dijo:
- ¿No decías que nuestro hermano te ponía mucho pero que no te hacia ni puñetero caso? Pues ya quisiera yo que me recibieran los tíos que me ponen tirándome los calzoncillos a la cara y casi en pelotas.
- ¿Pero qué le pasa a vuestro hermano? – dijo aún sobresaltada y roja como un tomate Susana quitándose los gayumbos de su cabeza y alargándoselos a Amapola – Siempre parece un joven de lo más normal, pero a veces tiene unas reacciones un tanto extrañas, y siempre acaba saliendo a la carrera cada vez que me ve.
- Es que es muy tímido, pero es muy majo, solo tienes que darle confianza. – también riendo Amapola, y enseñándole los pantalones que presentaban un desgarro enorme, le dijo – Lo que acaba de ocurrir debe de haber sido un accidente, se habrá enganchado sin querer en el rosal, espero que no se haya lastimado los cataplines.
- Mejor me voy, otro día aceptaré vuestra invitación, - dijo Susana con evidente nerviosismo – no creo que sea momento adecuado para hablar con él, y mucho menos intentar darle confianza.
- Espera que te pagamos las pizzas, - dijo Amapola al ver que la joven se subía a la moto y arrancaba – no te hemos pagado.
- Me fio de vosotras, mañana pasáis por la tienda y pagáis.
Desde la puerta de la cancela vieron como Susana se perdía calle abajo a toda velocidad, y las dos hermanas rompieron a reír alegremente, y con las cajas de pizzas en sus manos se dirigieron a la casa. Cuando entraron ya bajaba Narciso de su dormitorio con otro pantalón y aún abochornado por lo que acababa de ocurrir a la vez que las decía:
- Sois tan vehementes, tan desinhibidas y tan gamberras, que me estáis llevando a unos límites absurdos, pero la culpa es mía por haceros caso, ¿es que no podía haberme quitado la ropa una vez que se fuese el repartidor?
- La repartidora, - le corrigió Amapola riendo – y anda que no esta buena la Susanita, además es más o menos de tu tamaño, porque creo que debe de ser casi tan alta como Petunia. ¿Y porque ha dicho que siempre acabas saliendo a la carrera?
- En más de una ocasión me ha asaltado, y siempre mirándome como si quisiera comerme, me preguntaba si me apetecía dar un paseo con ella, acompañarla a la biblioteca o cosas parecidas, pero siempre las veces que vosotras no estabais cerca. – dijo Narciso cabizbajo – Y vosotras ya sabéis que soy un poco tímido y de muy pocas palabras, por eso, como no sabía que decir ni que hacer, salía corriendo.
- Coño, con la Susanita, y nosotras que creíamos, a pesar de que nos decía que tú la ponías, que era una excusa, porque a veces parece una mari macho, - dijo riendo Azucena – siempre nos anima a todas dándonos unas palmaditas en el culo, aunque la verdad es que suele llevar los guantes de portera puestos.
- Es que creo que también tiene algún complejo. – dijo Amapola – Le pasa lo mismo que a Narciso, son los dos tan grandotes que se creen que no van a encontrar pareja a su medida, quizás por eso a Susana le gusta Narciso. ¿Y a ti, te gusta Susana?
- Si realmente me gusta mucho, me recuerda mucho a Hortensia, pero en joven, incluso esta mucho más maciza. – dijo Narciso – Creo que es pariente lejana de ella.
- Pues si te llega a ver el rabo, se tira a por ti sin contemplaciones. – replico Azucena riendo alegremente – Yo creo que al verte el culo y oler tus calzones se ha ido a su casa a toda velocidad para hacerse una paja descomunal.
Entraban riendo las dos hermanas con las cajas de pizza en las manos y detrás de ellas taciturno y aún avergonzado Narciso, por lo que Petunia mirando a las gemelas con guasa dijo:
- Que otra trastada habéis hecho, que venís de nuevo riéndoos del mundo. - alguna putada a Narciso por la cara que trae, seguro. Con lo que os quiere vuestro hermano pequeño, no le cabreéis mucho que os puede coger con una mano a cada una y daros una azotaina.
- Pues a mí no me importaría que me “cogiese” con una mano o con lo que quiera. – soltó Violeta recalcando la palabra “cogiese” junto con una carcajada a la vez que miraba a su hermano con lujuria – Desde que anoche soñé con mi hermanito estoy descontrolada, ¿será verdad que el vino es afrodisiaco?.
- ¿Solo lo soñaste? – dijo Petunia mirándola retadora - ¿No estarías despierta pensando en el espectáculo que habías visto por la tarde? Porque te conozco bien, y de siempre has querido tener los mismos juguetes que las gemelas, eres una envidiosa.
- Bueno vamos a comer, y tú, Violeta, podías ponerte algo que Narciso está empezando a ponerse borrico. – dijo Rosa sonriendo y señalando el paquete del “peque”, que al no llevar calzoncillos su calentura no la podía disimular – Y tu niño siéntate, que ahí de pie nos vas a poner a todas angustiadas, y en vez de masticas la pizza la vamos a engullir.
- Ya solo nos falta una copita del vino de anoche para acompañar la pizza, - dijo riendo Margarita – porque si es realmente afrodisiaco podemos tener una siesta de lo más morbosa.
- No os acordáis, pero nos regalaron tres cajas, dos de crianza y una de reserva. - dijo Azucena – están en el maletero del coche.
- Pues que esperáis, ir a buscar un par de botellas. – dijo Rosa dirigiéndose a las hermanas pequeñas – El resto dejarlo en la cochera que después las guardaremos en la bodega, que por cierto está vacía.
Narciso aprovecho para salir corriendo detrás de las gemelas para que las demás no vieran su evidente erección, que cada vez era más evidente, y Amapola comento:
- Joder, yo diría que Petunia se comía con los ojos a su “peque”. Me he quedado sorprendida, no esperaba que le pudiese gustar tanto una buena tranca, más bien creía que le gustaban los conejos.
- Entonces es que le gustara la carne y el pescado. – dijo Azucena - me parece que en esta familia debemos tener todas esas dos virtudes.
- Mientras comemos le voy a preguntar a la tita Rosa que antecedentes familiares tenemos, que hasta ahora nunca nos han contado nada de nuestros padres. – murmuro absorta Amapola – Quizás para no entristecernos con el recuerdo de nuestros padres.
- ¿Te estas tranquilizando ya? – le pregunto Azucena a su hermano mientras sacaban las cajas de vino del coche – Porque ver a Violeta en bragas te ha puesto bastante cachondo.
- Mas que por Violeta, era pensando en que Susana me ha visto el culo. – dijo Narciso poniéndose rojo – Me ha resultado la situación tan morbosa, que he estado a punto de volverme y enseñarle la tranca que se me había puesto más dura que pasador del cerrojo de la puerta.
- Habría sido buenísimo que lo hicieses. – dijo alegremente de nuevo Azucena – Es posible que Susana se habría tirado a por tu morcilla sin dudarlo, creo que se ha mojado solo de verte el culo, imagínate si te ve de frente.
Volvieron a salir de nuevo riendo al jardín, pero ahora también reía Narciso que llevaba ocho copas mientras sus hermanas traían cada una dos botellas de reserva. Petunia, con cierta envidia en la voz, al ver lo bien que se lo pasaban los tres más jóvenes dijo:
- Hay que ver lo bien que se lleva el “peque” con las “repes”, pero claro, es normal Violeta y yo hemos estado bastantes años alejados de ellos y en ese tiempo han intimado mucho. ¿Qué es lo que os hace tanta gracia a los tres?
- Si nos hemos perdido su evolución de adolescentes a adultos, porque los tres ya son adultos. – opino Violeta, sin dejar que contestaran los aludidos, que ya se había puesto una bata, y aunque era muy corta, por lo menos le tapaba su ropa íntima – Solo hay que ver lo bien que se lo pasaban ayer. Joder que envidia tengo, de verdad, yo también quiero el juguete de las niñas.
- ¿Violeta, tú crees que nosotras dos podríamos hacer lo mismo que las “repes”? – pregunto sorprendiendo a todos Petunia – Quiero decir si seriamos capaces de ser tan flexibles como ellas para hacer un bocadillo con la salchicha del “peque”.
- Solo es cuestión de probarlo, - dijo Violeta sonriendo de forma un tanto libidinosa al pasarse su lengua por los labios – después de comer lo podemos probar aquí mismo, sobre el césped, y que las demás opinen si lo hacemos bien o mal. De momento vamos a comer y a tomarnos una buena copa para animarnos, y si realmente este vino es afrodisiaco, hasta puede ser que nos atrevamos a hacerlo.
- Mientras comemos, y dado que parece que en esta familia estamos todos un poco salidos, me gustaría que tía Rosa nos cuente un poco como eran nuestros padres, que hasta ahora parece que sea un secreto. – dijo Azucena muy seria, algo insólito en ella – Creo que ya somos todos mayorcitos para no tener secretos ni asustarnos por nada.
- La verdad es que cuando se casaron vuestros padres yo solo tenía ocho años y Margarita seis, pues vuestra madre nos llevaba ocho y diez años a nosotras, por lo que poco podemos recordar de lo que realmente ocurrió. – empezó a explicar Rosa mientras se tomaba un trago de vino y se comía una porción de pizza – Lo que, si es cierto, y eso es totalmente demostrable, es que se casó embarazada de cinco o seis meses, pues a los tres meses y medio, nació Petunia. Al parecer el parto fue bastante complicado, pues desde el mismo día que nació era ya enorme, una niña que peso más de cuatro kilos y medio y media casi sesenta centímetros, incluso más que Narciso cuando nació.
- Verónica, vuestra madre era prácticamente igual a las gemelas muy menuda, pero bellísima, pues ellas han salido igualitas a su madre, tanto en su físico como en su guapura, pero son muy pequeñas en comparación a Narciso, que es a su vez la reencarnación de su padre, Jacinto. – siguió contando Rosa mientras los demás escuchaban atentamente mientras comían –A pesar de ese complicado parto, solo seis meses después, se volvió a quedar embarazada, y nuestros padres y los de Jacinto les montaron una buena regañina que yo que entonces tenía diez años aún recuerdo. Por suerte el embarazo y el parto fueron mucho más llevaderos y cuando nació Violeta, que era mucho más normal en cuanto a peso y dimensiones, decidieron que querían tener un hijo varón, y después tomar las medidas necesarias para no tener más hijos, que es lo que les recomendaban vuestros abuelos.
- De nuevo se quedó embarazada mi hermana, y de nuevo el embarazo y el parto fue bastante bueno a pesar de ser gemelas, pero Jacinto a pesar de que estaba prendado de sus cuatro bellas hijas, seguía queriendo tener un hijo varón, y Verónica estaba totalmente de acuerdo con su marido. En esos momentos los dos abuelos le apoyaron, sobre todo nuestro padre, que tenía enorme ilusión por tener un nieto, ya que solo ha tenido hijas. Por fin cuando yo tenía ya casi trece años, nació la alegría de la casa, pues fue un jolgorio cuando por fin llego al mundo Narciso. A pesar de que este cuarto parto también fue bien, quizás junto al de Violeta, el que menos problemas le causo a nuestra hermana, decidieron que vuestra madre se iba a ligar las trompas para evitar futuros embarazos, pues con cinco hijos consideraron que ya era más que suficiente.
- Cuando Margarita cumplió los catorce años y yo iba a cumplir ya dieciséis, veníamos asiduamente a esta casa, e incluso dormíamos muchas noches aquí cuando vuestros padres estaban de viaje, y Hortensia puede dar fe de que así era. – seguía explicando Rosa ante la atenta audiencia - Por esas fechas, cuando coincidíamos por las noches con vuestros padres, empezamos a darnos cuenta de que tanto Verónica como Jacinto, eran unos amantes infatigables, y vuestra madre tenía unos orgasmos de lo más escandalosos que a mí y a mi hermana, que entonces estábamos con las hormonas disparadas, nos ponía a mil, motivo por el que terminamos consolándonos mutuamente. Supongo que Hortensia, a pesar de no solía quedarse las noches que vuestros padres estaban en la casa, más de una vez oiría a nuestra hermana, aunque fuese en la hora de la siesta.
- Todo esto que os he contado, es como preludio de lo que voy ahora a deciros. - dijo Rosa mirando alternativamente a sus cinco sobrinos – Tanto yo como Margarita, hemos comentado en multitud de ocasiones, que somos herederas de una fogosidad irrefrenable, pues nuestra propia madre también tenía, y es posible que aun los tenga, unos orgasmos tan escandalosos o más que nuestra hermana mayor. Y por lo que hoy hemos visto, creemos que sus hijas también tenéis un ardor uterino capaz de volver loco a cualquier hombre, e incluso tener relaciones lésbicas si vuestras necesidades sexuales no son aplacadas, cosas de las que Margarita y yo podemos dar fe.
- Bueno, supongo que eso es lo que querías que os contase. – termino Rosa dirigiéndose a Azucena que es la que le había preguntado - Me quedaba la duda de Petunia, pero por lo que ha dicho medio en broma hace un ratito, creo que a pesar de haber salido físicamente a su padre, es igualita a nosotras en cuanto a la fogosa pasión que nos enardece sexualmente. Lo que no me encaja en todo esto es la actitud de Hortensia con el “peque”, por mucho que diga que la calentaba que la espiara.
- Pues tu misma lo has explicado sin mencionarlo, - dijo entonces Hortensia – En más de una ocasión, y no solo en las siestas, sino a cualquier hora que les encartase, escuchaba a vuestra hermana berrear de placer y decir a gritos obscenidades, como lo bien que se la metía, lo bien que se lo comía, y otras incluso más subidas de tono, que me hacían desear a Jacinto con toda mi alma. Vosotras, tanto tu como Margarita, e incluso sus cinco hijos por las fotos que han visto, sabéis que Narciso es una especie de copia de su padre Jacinto, y sobre todo desde hace tres años se puede decir que incluso aún más alto y más guapo. Esa es mi fijación por el “peque”, pues me quede con todas las ganas de follarme a su padre, a pesar de lo mucho que respetaba y quería a Verónica.
- Vaya, entonces ya tengo claro por qué es tan escandalosa Amapola, - dijo Azucena – habrá salido a nuestra madre, porque cuando se corre, más que gritar, aúlla como una loba.
- Bueno, ya hemos acabado de comer, por lo menos yo. – dijo entonces Narciso y mirando a Petunia la pregunto - ¿Vais a intentar hacer lo mismo que Amapola y Azucena?
Todas se lo quedaron mirandolo asombradas, pues no había abierto la boca más que para engullir pizza, ya que se había comido la suya y parte de las de las gemelas, y entonces Amapola dijo:
- Menos mal que nos has dicho que eres muy vergonzoso, y que por eso te has ido antes corriendo cuando has visto a Susana. Pues vaya vergüenza que tiene el “peque” que se quiere montar el postre con sus dos hermanas mayores sobre el césped y a la vista de las otras cinco.
- ¿Quién es Susana? – pregunto extrañada Violeta - ¿Y qué es eso de que ha salido corriendo?
- Es una compañera del instituto, que además juega al futbol de portera con nosotras, y que es la que ha traído las pizzas. – le explico Azucena – Por cierto, no la hemos pagado, ha dicho que cuando pasemos por la pizzería que lo hagamos.
- ¿Entonces es la hija de mi prima? – pregunto Hortensia - ¿Y qué ha pasado para que se haya ido corriendo Narciso?
Entonces, entre las dos hermanas explicaron a su manera lo que había ocurrido, pero lógicamente sin decir el motivo por el que estaba Narciso sin pantalones, explicaron que se había enganchado el pantalón en el rosal, y el resto tal como había ocurrido, regodeándose al explicar como habían volado sobre la cancela los pantalones y los calzones, hasta parar estos sobre la cara de Susana, por lo que al terminar de explicarlo todas rompieron a reír estrepitosamente, sobre todo Hortensia, que dijo:
- Me imagino a Susanita, bueno es un decir, porque es un pedazo de moza de uno ochenta y pico, pero muy tímida y se pone enseguida roja como la grana, con los calzoncillos de Narciso sobre sus rizos. En alguna ocasión me ha preguntado por él, y me parece que le gusta bastante, y mira por dónde, no creo que hicieran mala pareja.
- Pues Narciso nos ha confesado que le gusta un montón, sobre todo porque dice que se parece a ti, y es verdad, es pelirroja, con rizos naturales y con pecas en su cara blanquita, - dijo guasona Amapola – además tiene un culo y unas tetas que nada tienen que envidiar a las de Hortensia.
- Podéis invitarla a merendar, - dijo Petunia – me gustaría conocerla, y si encima juega al futbol de portera como yo, no me importaría que se hiciese novia de Narciso.
- Chicas por favor, que hasta mañana no cumplo los dieciocho, y ya me queréis liar. – dijo compungido Narciso – Dejarme por lo menos hasta los veinte sin compromisos.
- No pretendemos que te comprometas, solo que la vayas conociendo por si en un futuro pudieses llegar a algo con ella. – dijo Margarita – Y si te hace falta entrenamiento para perder la timidez, aquí estamos tus tías y tus hermanas para entrenarte, e incluso la parienta de tu admiradora.
- Pues lo dicho, podían empezar a entrenarme Petunia y Violeta. – de nuevo insistió Narciso – Y de verdad que no me importa que las otras cinco estéis mirando, incluso podríais ayudarlas si no tienen la misma elasticidad que las “repes”.
- Pero que morro tiene este niño. – dijo ofendida Violeta – Petunia y yo somos capaces de hacer cualquier cosa, somos mucho más fuertes que ellas y hemos estado haciendo ejercicio todos los días, ya que corríamos entre diez y quince kilómetros diarios e íbamos al gimnasio regularmente. Por eso estamos en plena forma. ¿Se lo demostramos Petunia?
- Por mí no hay ningún problema, - sorprendió a todas Petunia – Podemos demostrar que estamos mucho más en forma que las “repes”, pero no haciendo lo que dice el sinvergüenza de nuestro hermanito, y a lo que tu parece que estas dispuesta.
- Estoy con Petunia, - intervino Rosa – por mucho que seamos las mujeres de esta familia un poquito ligeras de cascos, no deberíamos volver a las andadas.
- Creo que el que debe de tomar una decisión y comportarse como un caballero es Narciso, que ya mismo es mayor de edad, y debe de asumir que no puede, mejor dicho, no debe, tener con sus hermanas y sus tías una relación carnal, por mucho que le provoquemos. – dijo muy seria Petunia mirando a las gemelas – Entre todas hemos de conseguir que no se obsesione con nosotras, y debemos intentar que encuentre alguna distracción que aparte su mente de las bellezas con las que comparte casa. Por eso, lo primero que vais a hacer vosotras dos, es intentar que se ligue a la tal Susana. Por cierto, por lo que habéis dicho le gustan las motos ¿No es así?
- Si eso mismo ha dicho, aunque parece ser que la moto de reparto no es lo que ella quiere, es una mierdecilla. – le contesto Azucena - ¿Y cómo pretendes que nosotras consigamos que se líen?
- He dicho que se la ligue, no que se líen, que tiempo habrá para todo, y ahora os explicare lo que vamos a hacer. – les dijo Petunia – Otra cosa, ¿Cuántos años tiene la niña?
- Tiene tres meses menos que Narciso, - dijo Hortensia – nació en septiembre el mismo año que el “peque”.
- Entonces, y rompiendo una promesa que les hice, le voy a entregar a Narciso el regalo de cumpleaños que le han hecho los dos abuelos, por supuesto con la opinión en contra de las abuelas. – dijo Petunia que entro en la casa y salió a los pocos segundos y le entregó las llaves de la moto y el casco que ella había traído puesto el día anterior – El coche es el regalo que nos hacen a Violeta y a mí por acabar nuestros estudios, pero la moto es para ti por tu mayoría de edad.
- Joder que machistas son los abuelos, - protesto Amapola – a nosotras cuando cumplimos la mayoría de edad, no solo no nos regalaron nada, sino que nos pegaron una bronca de mil demonios.
- La diferencia es que vosotras suspendisteis dos años seguidos, y él ha aprobado la selectividad. – intervino Rosa – Pero algo de verdad si hay en lo que dices, los abuelos tienen a Narciso muy mimado.
- Y tanto, - dijo Margarita – nada más hay que ver la mierda de coche que tenemos nosotras, nos lo compraron para las dos y encima de segunda mano.
Se monto un monumental chismorreo discrepando entre ellas mismas, mientras Narciso se había quedado como tonto mirando las llaves que mantenía delante de sus ojos con la mano derecha, y con el casco de motorista en la otra. Entonces dando un grito, Petunia dijo:
- ¡Vale ya!, menudo follón montáis por cualquier cosa. Y queramos o no, a Narciso lo tenemos mimado todas nosotras, hasta las dos abuelas que lo miran y lo tratan diferente a las mujeres. E incluso algunas de vosotras lleváis esos mimos y arrumacos hasta límites que rayan la inmoralidad, yo diría que incluso son demasiado peligrosos.
Cuando se hizo el silencio y todas miraban a Petunia con cierta sumisión y respeto, a la espera de que siguiese hablando, esta dijo dirigiéndose a las gemelas:
- Ahora vamos a hacer lo que os he dicho antes, vais a llamar a Susana, le vais a decir que Narciso se quiere disculpar con ella por las formas de esta tarde, y para que le perdone la invita a dar una vuelta en la moto nueva que le acaban de regalar sus abuelos.
- ¿Y si no quiere? – pregunto Azucena acobardada por la forma y la seguridad con que su hermana mayor hablaba - ¿Qué hacemos?
- Pues ahí entra Hortensia, - explico la hermana mayor – le pasáis el teléfono a ella, y ella le dirá que Narciso la ha pedido que interceda, que le ha confesado que su sobrina Susana le tiene loco, y que quiere salir con ella para convencerla de que sea su pareja para las fiestas del pueblo. ¡Ha quedado claro!
Ante el tono y firmeza de las palabras de la hermana mayor, y sobre todo al volumen de su “Ha quedado claro”, tanto Hortensia como las gemelas asintieron moviendo sus cabezas varias veces y mirando asustadas a Petunia. El único que no se había asustado era Narciso, que enfrentándose a ella la dijo:
- Muy bien, has estado muy bien. Te has mostrado como el macho alfa de la manada y parece que todas te temen, hasta las tías, pero y si yo me niego a hacer lo que tu pretendes que yo haga ¿Qué me vas a hacer? ¿Me vas a castigar?
- Si, un castigo ejemplar y que seguro que a ti te sentara fatal. – Le respondió Petunia sonriendo malévolamente – Si te niegas no volverás a solazarte con Hortensia como hiciste ayer, ni con las “repes” como has hecho esta mañana, ni tampoco lo harás nunca con las tías, ni con Violeta ni conmigo.
- Entonces, - dijo Narciso asombrado mirando a su hermana como si fuese una aparición – si no entiendo mal, si acepto salir con Susana, ¿os podre follar a las siete?
- No uses esa palabrota, - le recrimino Petunia – lo que haremos entre todas es entrenarte, para que dejes el pabellón de la familia lo más alto posible, y de paso evitaremos que en el pueblo puedan decir que no sales con muchachas de tu edad.
- Lo entiendo, y me parece una idea excelente. – aplaudió Margarita dando saltitos de alegría – Como en el futbol, durante la semana entrena y los domingos a meterle goles a la portera, cuantos más mejor.
- ¿Y cómo sabes que esta mañana se ha solazado con nosotras? – le pregunto Azucena impresionada por la actitud de Petunia – Si estabais todas dormidas.
- Dormidas dice, con el follón que teníais montado, primero tú y luego tu hermana, las dos cabalgando desesperadas sobre vuestro hermano. – Le contesto Petunia que imito la voz de las gemelas – Se os oía gemir desde mi dormitorio. Hasta he oído como le contabas a Narciso “Desde hace más de cinco años nos venimos masturbando con cosas cada vez más grandes, incluso nos metimos una vez un calabacín que era tan gordo como tu rabo, pero bastante más largo”.
- Joder que palo, y nosotras tan contentas. – dijo Amapola intentando no reírse ante la imitación de su hermana – Pero que sepas que ha merecido la pena, vaya gustazo.
- Vamos a llamar a Susana, - dijo Azucena ya más relajada – No tiene suerte la jodida, pero vamos a ver si acepta, aunque siguiendo el símil de la tía Marga, pocos goles le va a meter Narciso, pues lo para todo, hasta los penaltis.
Las gemelas se alejaron unos metros para hablar sin ser interrumpidas por el resto, y entonces Hortensia dijo:
- No os preocupéis, va a dar saltos de alegría. Yo sé que Susanita no va a rechazar la oportunidad de camelarse a Narciso. ¿Sabíais que Susana también es nombre de flor? Y seguro que ella pretenderá ser la octava flor de esta casa, incluso aunque tenga que compartirlo con las otras siete.
- Coño, pues es verdad. Según la Wikipedia esto es lo que dice sobre el nombre de Susana – exclamo Rosa mirando su móvil y leyendo a continuación – “El nombre de Susana procede del hebreo, pasando por el griego, sousanna, que puede traducirse al castellano como el cono del cuerpo de ciertos instrumentos musicales de viento (como el de la trompeta), y también como el cono formado por la disposición o la articulación de pétalos de flores de ciertas variedades. Actualmente se usa, de forma consensual, para hacer referencia a la flor de azucena, la flor de lirio blanco, un símbolo ancestral de la pureza y de la castidad e integridad sexual de la mujer.”
- Pues cando vea la trompeta de Narciso, la pureza y la castidad ancestral se van a ir a tomar por el culo, más bien por el cono de Susana. - dijo rompiendo a reír de forma escandalosa Violeta – Joder con el texto de la Wikipedia.
- Dice que te espera en quince minutos. – le dijo Amapola sonriendo a su hermano – Que la recojas en la puerta de la pizzería, pero sobre todo dice que espera que no vuelvas a salir corriendo.
- Voy a cambiarme de ropa y voy a buscarla. – dijo Narciso con cierto nerviosismo - ¿Y que la digo?
- Le dices que le vas a comer la panocha y que se va a morir de gusto. – dijo Margarita riendo – Serás memo, pues dile que te gusta desde hace tiempo, pero que tu timidez no te había dejado decírselo.
- Vale, gracias. – salió corriendo a su dormitorio para ponerse ropa más acorde para una cita, pero antes le dio un sonoro beso a su hermana mayor diciéndole – Eres mi ídolo, has conseguido que pierda mi vergüenza.
- ¿Vosotras creéis que esto llegara a buen puerto? – pregunto Rosa cuando ya se había ido Narciso – Y si vamos a copular con el cómo conejas, como ha dado a entender Petunia ¿para qué lo echamos en los brazos de otra?
- Sobre todo, para que nuestros abuelos, y vuestros padres, no vayan a sospechar lo que a partir de ahora va a ocurrir en esta casa. – dijo Violeta – Y nosotras seis, a partir de ahora, vamos a ser las que dirijamos los negocios, incluidas las “repes” y las titas, que los abuelos ya están mayores. Por cierto, la que no colabore no follara con el “peque”. ¿Verdad Petu?
- Así mismo deberá de ser a partir de ahora. – ratifico Petunia – Y Hortensia, mientras nosotras trabajamos será la ama y señora de la casa.
- ¿Y a Susana? – pregunto Azucena - ¿Dónde la vas a poner a currar?
- Ella se ocupará de darnos sobrinos, que esperemos salgan a los padres, - dijo Violeta – Altos, fuertes, guapos y bien dotados.