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TODORELATOS » AMOR FILIAL » MI MADRE ME PILLÓ ESPIÁNDOLA MIENTRAS FOLLABA
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Fecha: 07-Mar-23 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

Mi madre me pilló espiándola mientras follaba

Quique
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Estoy tan caliente que se podría freír un huevo en las babas de mi coño. Version para imprimir

Mi nombre es David, tengo diecinueve años, soy alto, de piel blanca, delgado, rubio, tengo los ojos azules y sufro de agorafobia extrema desde los nueve años. Me surgió a causa de ver cómo un drogadicto mataba de un navajazo a otro drogadicto en un parque para quitarle un cartón de vino. Desde ese día solo salgo de casa acompañado y muy poco tiempo, pues me dan ataques de ansiedad. He tenido una profesora particular durante diez años que me enseñó de todo, menos de sexo, de eso aprendí mirando porno en mi ordenador.

Mi madre se llama Julia y es una mujer policía de treinta y nueve años, rubia, alta, delgada, fibrosa y con un cuerpo precioso, o sea, tiene buenas tetas, culo redondito, cintura fina y es ancha de caderas. Hace seis meses que se casó con Alfredo, un abogado, viudo, que es tres años mayor que ella. Alfredo cuando se casó con mi madre se trasladó a vivir con nosotros. Yo, que no quisiera conocerlo, las únicas palabras que le dije, fueron: "Hola, Alfredo." Luego me retiré a mi habitación, donde malvivía, pues solamente salía de ella para desayunar, comer y cenar y cómo ya he dicho, para dar algún pequeño paseo.

Ya llevaba Alfredo un mes viviendo en el chalet cuando empezó todo. Os cuento... Sentí a mi madre gemir y fui a espiarla. Entreabrí la  puerta y vi a Alfredo, culo en pompa, con la cabeza entre las piernas de mi madre, obviamente le estaba comiendo el coño. A mi madre le encantaba.

-Me vuelve loca tu modo de usar la lengua. Tú sí que sabes comer un coño, cariño.

Me bajé los calzoncillos, empuñé la polla y comencé a masturbarme... Tiempo después le decía Alfredo a mi madre:

-¿Preparada para correrte?

-Dale, cielo.

Alfredo movió la cabeza de abajo a arriba y de arriba a abajo con más celeridad que antes y oí a mi madre decir:

-¡Me corro!

Arrimé la espalda a la pared del pasillo, la machaqué y me corrí en el piso.

Cuando volví a asomar la cabeza, mi madre estaba cabalgando a Alfredo. Sus tetas iban de abajo a arriba y de arriba a abajo y su culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Miró hacia la puerta y me vio. Puso cara de asombro y tapó la boca con una mano. A mí me dio un vuelco el corazón. Cuando volví a mirar vi que seguía follando a Alfredo. Ya no tenía la mano tapando la boca. Me volvió a mirar. No me retiré, seguí mirado como follaban y mi madre siguió mirándome a mí. Abrí un poco más la puerta y le enseñé lo que tenía en la mano, una polla larga y gorda. Mi madre le cogió las manos a Alfredo, se las llevó a las tetas ,y mientras se las magreaba, lo folló a mil por hora. Alfredo le dijo:

-¡Qué impetuosa estás hoy!

Sin parar de darle cera, le espetó:

-Es que tienes la polla muy dura.

Alfredo iba de sobrado.

-Y así seguirá hasta que te hartes de correr.

Poco después paró de follarlo y le dio las tetas a mamar. Luego, mirando para mi polla, puso la espalda en la cabecera de la cama, se abrió de piernas y enseñándome todo el coño peludo, le dijo a su marido:

-Juega con dos dedos en mi vagina.

Le metió los dedos dentro del coño.

-Está empapada.

-Cómo va a estar si se acaba de correr. 

Alfredo sabía cómo masturbarla. 

-Más, más, quiero más dedo.

Le dio como quería.

-¡Me vuelves loca!

Alfredo le quitó los dedos y le volvió a comer el coño. Al ratito le dijo mi madre:

-Mírame mientras me corro.

De mi meato salió un chorro de leche y del coño de mi madre una copiosa corrida que Alfredo se tragó.

Al acabar de tragar, le dijo:

-Si gimes tan fuerte vas a despertar a tu hijo.

-Trataré de gemir en bajo. ¿Quieres que te la mame?

-Ven.

-Mejor ponte en pie sobre la cama y dámela tú a mamar.

Alfredo se puso en pie sobre la cama, mi madre  le cogí la polla y lamiéndole el glande, miró de reojo para mí.  Alfredo le preguntó:

-¿Te gusta mi polla?

-Sabes que sí, sabes que su olor me pone cachonda.

Mirando para mí, mamó la polla con lujuria. Alfredo no la conocía.

-Vaya fiera. Si sigues mamando ya me corro.

Dejó de mamar, y le dijo:

-Quiero que me llenes el coño de leche.

Subió encima, y dándole la espalda y mirando para mí, lo folló despacito, rápido y a medio gas, rápido, despacito... Al ir a correrse, se dio la vuelta para que viese cómo la polla de Alfredo, pringada de jugos, entraba y salía del coño. Follándolo le dijo a Alfredo: 

-Córrete conmigo..

Vi cómo echaba la cabeza hacia atrás, cómo se estremecía, cómo bajaban por la polla la leche de Alfredo y los jugos de la corrida de mi madre, y me corrí con ellos.

Al acabar de correrme, cerré la puerta, limpié la leche de mis corridas con el calzoncillo, luego lo eché en el cesto de la ropa sucia y después me fui para cama.

A la mañana siguiente, que era domingo, Alfredo se había ido a jugar al pádel. Mi madre estaba limpiando la mesa de la cocina y esperando por mí, al verme me dijo:

-Buenos días.

-Buenos días.

-Siéntate que tenemos que hablar.

-¿De lo de anoche?

-No, del tiempo.

Fui a la nevera y cogí la leche, luego cogí una taza, los cereales, el azúcar y la cuchara, me senté a la mesa, la miré y le dije: 

-Lo siento, pero aquellos gemidos...

-Eran los gemidos de tu madre.

Mi madre llevaba puesta una camiseta blanca con un enorme escote y una falda gris de tablas. Inclinada hacia mí, siguió limpiando la mesa. Le miré para las tetas creyendo que no me veía. 

-No me mires para las tetas.

-Ayer noche me dejaste mirar.

-Te permití mirar porque sé lo solo que estás y me diste pena.

-¿Y morbo  no?

-¿Tú lo sentiste?

-No supe que era el morbo hasta que te vi desnuda y follando. ¿Volverás a permitir que mire?

-No le puedo volver a hacer eso a Alfredo.

-¿Y si no estuviera Alfredo?

-No te entiendo.

-Si te masturbases...

-A ver, hijo, entiendo que tengas necesidades. Al no salir de casa no puedes conocer chicas, pero yo soy tu madre. ¿Cómo voy a dejar que mires cómo me masturbo?

-Como aquella vez...

-Habías hecho los agujeros en la pared para mirar por ellos si sentías ruidos extraños en la casa y yo aún no lo sabía. Sabiéndolo ya sería otra cosa.

Bajé la cabeza y mi silencio le debió hablar a mi madre de muchas cosas, pero ninguna de ellas era alegre. 

-No te pongas triste.

-Vuelvo a mi habitación.

-Si no has desayunado.

-Ya no tengo hambre.

Volví a mi habitación y media hora después sentí hablar en el cuarto de la plancha. Puse el ojo en el agujero que daba a él. Vi a mi madre sentada en una silla y la oí decir:

-¡Qué caliente estoy! Necesito correrme.

Al levantar la falda y echar una mano al coño y otra a su teta izquierda, me di cuenta de que se iba a masturbar para mí, pues el agujero de esa pared no lo había tapado. Siguió hablando.

-Mis pezones se están poniendo duros. Mis tetas necesitan ser mamadas.

Poniendo cara de mujer fatal, amasó las tetas. Yo saqué la polla y comencé a masturbarme. Siguió hablando.

-¿Quieres alguien ver mis tetas?

-Yo -dije para que me oyera-. Enséñamelas.

Se quitó la camiseta y su media melena negra quedó alborotada. No se molestó en quitar el cabello de la cara. Agarró las tetas por abajo y amasándolas con intensidad, preguntó:

-¿Me marías las tetas, espectador?

-No te las mamaría, te las devoraría.

-¿Tu polla está tan dura como mis pezones?

Machacándola, le respondí.

-La tengo dura cómo una piedra.

-¿Te estás masturbando?

-Sí.

Siguió amasando las tetas y poniendo cara de mujer fatal.

-Con el morbo que esto sintiendo podría correrme si me devorases las tetas. 

-¡Quién pudiera devorártelas!

Se quitó la falda y bajó una mano al coño. La humedad ya había traspasado las bragas.

-Tengo el coño empapado y el clítoris erecto. Necesito una polla dura.

-Aquí tienes una.

Se quitó las bragas, puso un pie sobre la mesa y mostrándome todo el coño, dijo:

-¿Te gusta?

-Es precioso.

-¿Me lo comerías?

-Hasta dejarte seca.

Metió dos dedos dentro del coño, se masturbó con ellos y comenzó a gemir... Cuando estaba casi llegando, se puso en pie, le dio el culo al agujero de la pared de la habitación. Giró la cabeza, se metió tres dedos en el coño y se siguió masturbando. 

-Quiero tu dura polla dentro de mí.

Se masturbó más aprisa y yo también.

-Mira como se corre mi coño, mira.

Se dio dedos a mazo y yo destrocé la polla con la mano.

-¡Me corro!

-¡Y yo!

Nos corrimos, ella entre gemidos y espasmos, yo con un tremendo temblor de piernas..

Luego se sentó en la silla y se abrió de piernas. Vi sus preciosas tetas y su coño mojado y abierto. ¡Qué polvo tenía! Mirando al agujero, me dijo:

-No me vuelvas a pedir nada parecido. Una madre no puede hacer estas cosas con su hijo por por mucho que lo quiera y por muy necesitado que el hijo esté.

No le respondí.

Lo que os acabo de contar ocurrió en un fin de semana. El lunes mi madre fue a trabajar a la comisaria en el turno de mañana y Alfredo al bufete de abogados y no vendría hasta la noche. 

A las tres y media de la tarde llegó mi madre del trabajo. Traía el uniforme puesto, un uniforme con gorra, chaqueta, camisa blanca, corbata, falda y zapatos negros. Puso la gorra sobre la mesa y se descalzó.

-Estos zapatos nuevos me matan, y eso que casi no tienen tacón.

Yo, que estaba sentado a la mesa tomando un café, le pregunté:

-¿Te aprietan?

-No, pero son muchas horas de pie. ¿Qué has comido?

-Me hice un chorizo frito con huevos y patatas.

-No haces más que comer frito.  

-¿Y tú que has comido?

-Pizza. ¿Quieres dar hoy un pequeño paseo? 

-Mañana.

-Tos los días dices lo mismo. Tengo la espalda hecha cisco. Creo que me estoy haciendo vieja.

-¿Vieja tú? No digas tonterías. Con tu cuerpo si le haces a alguien un estriptis quitándote el uniforme, seguro que lo pones a mil.

-Tienes demasiado tiempo para pensar. Te dije que no me pidieras nada más.

-No te he pedido nada, mamá, era solo una observación.

-¿Y qué música me aconsejarías que pusiera?

-Hit me baby one more time.

-Y era solo una observación.

-Bueno, era una fantasía, pero las fantasías, fantasías son.

-Me voy a dar una ducha y tú debías darte otra, bien fría. 

Mi madre se fue para la habitación y yo me eché otro café. Acabe el café y oía la voz de mi madre.

-Ve aquí, David.

Fui a su habitación y la vi sin la gorra y sin la chaqueta, con el cabello suelto, con la corbata abierta y con la camisa por fuera de la falda. Le dio a una tecla de su PC y comenzó a sonar:  "Hit me baby one more time.."

-Siéntate.

Me senté en una silla. Mi madre, mirándome a los ojos, echó las manos a las caderas y comenzó a moverlas. Luego puso una mano detrás de La cabeza, otra en a cintura y bailó contoneándose y tarareando la canción... Me dio la espalda, sacudió el culo hacia arriba y hacia abajo y cuando llegó el estribillo, o sea, "Pégame otra vez, bebé" se dio tres cachetes en una nalga. Sin ningún pudor saqué la polla y comencé a menearla. Mi madre, moviendo sus caderas rítmicamente, quito de los ojales los botones de la blusa, lo hizo lentamente, con ella abierta y mostrando su sujetador rojo, siguió bailando, y bailando, me tiró la blusa a la cara, luego levantó la fada. Con ella levantada me dio la espalda. Movió el culo alrededor y al llegar el estribillo se dio tres cachetes en la otra nalga. Luego, mirándome con cara de salida, se quitó el sujetador, lentamente y sin dejar de mover su sensual cuerpo. Al quedar las tetas libres, me tiró el sujetador a la cara y luego las magreó mientras seguía bailando. Después se quitó la falda y me la tiró a la cara. A continuación, moviendo el culo alrededor, se dio tres cachetes en cada nalga. A estas alturas del baile la palma de mi mano ya estaba pringada con la aguadilla que había salido de mi polla. Bailando, se colocó a centímetros de mí. Contoneándose bajo las bragas lentamente, pude ver cómo aparecían  los pelos de su coño y después vi dentro las  de bragas una pequeña plasta blanquecina... Llegó el último estribillo y en vez de darse palmadas en el culo, abrió con las dos manos el coño lleno de  babas para que lo viera. La visión hizo que me corriera cómo un pajarito.

A acabar de correrme, mi madre me dio un beso en la frente y me dijo:

-No me vuelvas a pedir nada más, sexual, se entiende.

Se fue a la ducha y al rato fui a espiarla por si se le daba por masturbares, y sí, se le había dado por masturbarse, pero llegué tarde, pues cuando la vi tras la mampara ya se estaba corriendo. Me fui y por primera vez en diez años, me puse a mirar la televisión. Luego fui a dar un paseo con mi madre.

Lo malo, o lo bueno, según se mire, es que estaba pillado por mi madre y deseaba follar con ella más de lo que deseaba cualquier otra cosa en este mundo.

Otra tarde que había llegado de trabajar, quejándose de los pies, de la espalda y de las condiciones de trabajo, le dije:

-Algún día te haré una visita para ver como es tu trabajo.

Le quité una sonrisa.

-Dios te oiga.

-Sabes, estuve pensando en ti.

-Te veo venir y ya te dije que no me pidieras más cosas sexuales.

Llevaba todo el día escogiendo las palabras adecuadas para decirle que me moría por follar con ella y al final sólo se me ocurrió decir:

-Quiéreme.

-Ya te quiero, vida mía.

-No me refiero a esa clase de cariño.

Supo al instante a qué cariño me refería.

-¡Ah, no! No voy a hacerte el amor.

-No quiero que me hagas el amor, quiero que follemos. Quiero...

-Mejor será que te calles.

-¡Es que deseo hacerte tantas cochinadas! 

Desperté la curiosidad en mi madre.

-¡¿Cochinadas?! ¿A que llamas tú cochinadas? 

-A correrme dentro de ti y luego, con mi leche saliendo de tu coño, comértelo hasta que te corras en mi boca.

-Eso no es una cochinada, eso es una aberración.

-¿Es que nunca te has tragado la leche de una corrida?

-Sí, pero es muy fuerte lo que acabas de decir.

-A las chicas que vi que les comían el coño en ese estado no tardaban en correrse.

-Del porno a la vida real hay mucha diferencia, hijo. ¿Qué más aberraciones has visto?

-Comer un culo y luego besarse con lengua. Follar un culo y luego chupar la polla.

-¿Esa es la clase de porno que miras en internet?

-Miro porno de todo tipo, duro, lésbico, bondage, voyerismo...

-¿Y cómo son las mujeres que te ponen?

-Me gustan las zorras, las mujeres pervertidas. Me gustan esas mujeres que gozan al calentarles el culo, esas que chupan pollas como si fuesen churros... ¿Tú...?

-¡De ninguna de las maneras! Yo no soy de esas.

Levantándome la  de la silla, le dije:

-Crees que soy un pervertido, ¿verdad?

-No, hijo, creo que ves demasiado porno.

-Me voy para mi habitación.

Esa noche Alfredo no dormía en casa. Había ido a una cárcel de Madrid a hablar con un cliente y pasaba la noche en la capital. A las diez de la noche estaba en mi cama viendo en el PC un capítulo de una serie de Netflix. Mi madre entró en mi habitación cubierta con un picardías de seda transparente que no dejaba nada para la imaginación, pues no llevaba sujetador ni bragas. Acercándose a mi cama me llegó el aroma de un perfume muy agradable. Puse el PC sobre la mesilla de noche. Mi madre me destapó, se arrodilló en encima de mí sin que su coño tocase mi cuerpo, y me dijo:

-Lo que suceda esta noche, por la mañana lo debes recordar cómo un sueño.

-Sí, mama.

-Esta noche no soy tu madre, soy tu zorra y quiero que me trates como tal.

Me besó, con su lengua levantó la mía y comenzaron una serie de besos que me pusieron la polla dura cómo una piedra. Después lamió y mordisqueó mis orejas, de las orejas pasó a lamer mis pezones y luego a chupar mis tetas. La zorra comenzó a hablar.

-Estoy tan caliente que se podría freír un huevo en las babas de mi coño. 

Se quitó el picardías, me llevó las manos a sus tetas y aplastó mi polla con su coño, que estaba caliente y empapado. Acaricié aquellas esponjosas tetas con areolas rosadas y pezones picudos, al tiempo que su coño baboso se deslizaba sobre mi polla, una, y otra, y otra vez... Nos volvimos a besar. Ahora ya había lujuria en los besos. Besándonos levantó el culo, la polla quedó justo en la entrada de la vagina. Dejó de besarme, bajo el culo y la polla entró hasta el fondo del coño. Mirándome a los ojos me folló muy despacito. 

-¿Te gusta cómo folla tu zorra?

-Sí.

-Voy a mirarte a los ojos hasta que vea tu cara al correrte.

Mirándome a los ojos fue aumentando el ritmo del sube y baja, y a media que lo hizo comenzó a gemir. Pensé que lo hacía para excitarme, pero no, era porque estaba gozando cómo una perra. Prueba de ello fue que al rato dejo de mirarme, me besó y luego dijo:

-¡Me corro!

Oí sus gemidos y sentí su cuerpo sacudirse encima del mío.

Al acabar de correrse se quitó de encima, agarró la polla pringada con los jugos de su corrida y la lamió por todos los lados hasta dejarla limpia. Luego la metió en la boca y meneándola me la mamó hasta que me corrí. Al correrme la sacó de la boca y mientras la leche bajaba por la polla me lamió y me chupó los huevos.

-Esta noche te voy a secar los huevos, ladrón.

Aquella no era mi madre, era mi zorra, tal y como me había dicho.

Si era mi zorra iba a hacer con ella lo que saliese de los cojones. La quité de encima, la puse boca abajo, le levanté el culo y se la clavé en el coño de una fuerte estocada. Se quejó.

-¡Bruto!

-¡A ver quien seca a quien, zorra! 

La follé clavándole estocadas aún más fuertes que la inicial. Al principio se quejaba, pero luego, cuando la polla llegaba al fondo y el coño hacía "splash", sus quejas se volvieron jadeos. 

-Dame nalgadas suaves.

Cuando comencé a azotarla, se mezclaron las quejas, los gemidos, los jadeos y los insultos.

-¡Plassss, plasssss, plasssss, plassss!

-¡No tan fuerte, hijo de puta! 

-¡Plassss, plassss, plassss, plassss!

-¡¿Te piensas que zurrándome fuerte, vas a hacer que me corra, cabrón?

-¡Plassss, plasssss, plassss, plassss!

-¡Iluso!

Paré de follarle el coño con la polla y le lamí y le follé el ojete con la lengua.

-¡Ala! Ahora aparece el maricón.

El maricón siguió lamiendo y follando y la zorra comenzó a gemir de nuevo. Craso error. Le eché las manos a la cintura y le metí la cabeza de la polla en el culo. Aulló cómo una loba.

-¡Auuuuuu! ¡¡Me estás desgraciando el culo, hijo de la gran puta!!

-¡Plassss, plasssss, plasssss, plasss!

-¡Quítala, desgraciado!

Escupí en la polla y se la metí un poco más.

-¡Ayyy! Nunca más me vas a tocar.

-¡Calla, puta!

-¡Plassss, plasssss!

-¡Me estás matando!

Volví a escupir en la polla, se la metí otro poco más y le dije:

-Ya falta poco, perra.

-¡Para que te muerda en los huevos!

Se la metí hasta el fondo del culo.

-¡Me cago en a madre que te pario!

-¡Plasssss, plassss, plassss, plasss"

Luego la saqué un par de centímetros... Al clavársela mis huevos chocaron con su coño y se empaparon. Dejo de chilar para decir: 

-Me estás quitado las ganas de follar para el resto de mi vida.

El ardor del momento había hecho que me pasara de la raya. No la quise joder mas. Le quité la polla del culo, le eché las manos a las tetas y se la volví a meter en el coño. Me sorprendió al decir:

-¡Azótame con fuerza!!

-¡Plassss, plassss, plassss, passss, plasssss, plassss!

-¡Con más fuerza!

¡¡Plassss, plasssss plassssss plassss!!

-¡Me corro!

Le quité la polla del coño, la puse boca arriba y le comí el coño mientras se corría.

Al acabar de correrse iba a quitarme de entre sus piernas, pero a mi madre ya le había pasado el enfado por haberle follado el culo. Me agarró la cabeza y me dijo:

-Acaba lo que empezaste, mamón.

Mis cientos de horas mirando porno se pusieron en acción, o sea, mi lengua se puso a trabajar en su coño... Al rato la tenía donde quería. Me puse a su lado, le cogí una teta y golpeé su clítoris con la palma de mi mano, luego le metí dos dedos dentro del coño y le dije:

-Pídeme que te haga correr, zorra.

-¡Antes muerta!

-Muerta de gusto, te voy a dejar.

Le puse la polla entre los labios. Abrió la boca y se la aparté.

-Pídemelo.

-Pídeme tú que te deje darme por culo.

Me cogió de sorpresa de nuevo. Quise saber si sus palabras significaban lo que yo pensaba y la puse boca abajo. Sin decirle nada, se puso a cuatro patas. Me coloqué detrás de ella, le lamí el ojete y se lo follé con la lengua.

Metió dos dedos dentro del coño y me dijo:

-Métemela en el culo y azótame, maricón.

-Tú mandas, zorra.

Se la metí, despacito y la azoté.

-¡Passsss, plassssss, plassss...!

Antes de llegar la polla al fondo del culo ya se había corrido.

Al acabar de correrse. se puso boca arriba. Me arrodillé entre sus piernas, la levanté cogiéndola por la cintura, se la metí hasta el el coño de un trallazo y después la follé con violencia, al tiempo que le apretaba el vientre con mis dedos pulgares... Cuando mi madre estaba a punto de correrse, paré y me corrí dentro de ella. Al acabar de derrama mi leche, dentro de su su coño me recordó lo que debía hacer a continuación.

-¿No irás a comerme el coño con  tu leche saliendo de él?

Saque la polla del coño, metí mi cabeza entre sus piernas. Mi madre, acariciando mi cabello con una mano, me dijo:

-No lamas, no seas cochino.

-Voy a lamer hasta que te corras.

-Bueno, si no queda más remedio, lame.

Lamí su coño perdido de babas y de leche con mi lengua plana y de abajó a arriba. Me echó las dos manos a la parte de atrás de la cabeza, apretó mi lengua contra su coño, y moviendo la pelvis de abajo arriba la frotó entre sus labios y sobre su clítoris hasta que se corrió en mi boca

Al acabar, boca arriba, me dio un pico y me dijo:

-¿Sabías que me has desvirgado el culo, hijo?

Lo que sabía era que me estaba mintiendo. Su ojete tenía estrías cuando se lo lamí, y cuando se lo follé con la lengua se abría para "respirar". Había estado fingiendo que le dolía, pero me gustó oír sus quejidos. Si no fuera mi madre le diría que cuando folló conmigo, el virgo, si le quedaba en alguna parte, sería en las orejas, pero como era mi madre, le dije:

-Fue una delicia quitártelo.

Al llamarme hijo supe que la noche de ensueño se había acabado. No quise forzar la máquina. A ver si había suerte y mi madre volvía a ser mi zorra, pero no hubo manera. 

Había pasado mes y medio de aquella noche inolvidable y me moría por volver a estar con mi madre. Acudí a la red en busca de ayuda... Estaba la burundanga, pero a mí no me servía, necesitaba follar con la zorra, no con un cuerpo sin voluntad. Encontré algo que me podría servir e hice el pedido.

Era sábado por la tarde y mi madre estaba haciendo limpieza general. Vestía unos pantalones de chándal negros y ajustados, una camiseta, también negra, ajustada, con mucho escote y calzaba unas zapatillas marrones. Mirando para su precioso culo, mientras descolgaba una cortina subida a una escalera, le dije:

-¿Por qué no quieres que te ayude?

-Porque enredarías más de lo que ibas a ayudar. Te pasarías la mayoría del tiempo mirándome para la tetas y para el culo. 

-Le iba a pregunta: "¿Por qué te has vestido así?", pero podía molestase, así que le dije:

-En fin, si no puedo hacer nada por ti...

-Algo puedes hacer.

-Dime.

-Exprimir unas naranjas y hacerme un zumo.

-¿Le echo unos cubitos de hielo?

-Echa.

Era la mía. Me fui a la cocina, exprimí las naranjas con el exprimidor y luego eché el zumo en un vaso de tubo. Antes de echarle los cubitos de hielo le puse una pastilla de las que me habían mandado. Le eché los cubitos de hielo, y después, pensando que una pastilla podría ser poco, le puse otra, revolví con el mango de una cuchara y se lo llevé a mi madre.

-Aquí tienes, mamá.

Se bajó de la escalera con la que estaba descolgando otra cortina, cogió el vaso, se sentó en un sillón y se mandó un buen trago.

-Delicioso. Gracias, hijo.

-De nada. Ya que no quieres que te ayude, vuelvo para mi habitación.

-Tu mismo.

Esperé la visita de mi madre más de media hora, y como no apareció pensé que me habían timado. Fui al salón y la vi sentada en el sillón de cuatro plazas con las manos tapando su cara y con las piernas juntas. Le pregunté:

-¿Te pasa algo, mamá?

Al quitar las manos de la cara y mirarme vi que tenía esa cara que ponemos cuando tenemos muchas ganas. Me respondió:

-Tengo mucho calor.

-Abanícate con algo.

-No creo que sirva de nada. 

Cogí una revista en el revistero, me senté en el brazo del sillón y mirando para sus tetas, la abaniqué.

-Ahora me siento caliente y tensa.

-¿Quieres que te dé un masaje?

Me miró con una cara que pedía polla a gritos y me respondió con otra pregunta.

-¿Sabes hacerlo?

-Supongo, lo he visto hacer muchas veces en las películas.

-¿Porno?

-Y en otras películas.

-Házmelo.

Me puse detrás del sillón y masajeé sus hombros con las dos manos.

-¿Mejor?

-Peor.

-¿Masajeo también otras partes de tu cuerpo?

-Masajea.

Masajeé su cuello, sus axilas y los laterales de sus tetas. Mi madre comenzó a gemir. Le pregunté:

-¿Mejor?

Entre gemidos me respondió:

-Peor, peor.

-¿Quieres que masaje tus tetas?

-Haz lo que quieras.

Masajeé sus tetas. Oí cómo  jadeaba y vi cómo se retorcía. Le bajé las asas de la camiseta y masajeé las tetas por encima del sujetador. De la manera que gemía, si se hubiese corrido, no me hubiese extrañado. Le quité el sujetador, le masajeé las tetas directamente y jugué con los dedos en los pezones. Le pregunté:

-¿Mejor?

Se derretía cómo un helado bajo el sol cuando me respondió:

-Peor, peor, peor.

Me arrodillé delante de ella. Magreando sus tetas y jugando con sus pezones, le dije:

-Tienes unas tetas maravillosas.

Estaba tan madura que se tiró en plancha.

-Mámamelas.

Al posar mis labios sobre la areola de su teta izquierda, echó la cabeza hacia atrás, se retorció y gimió de tal modo que me dije a mí mismo: "esta se está corriendo," pero no era así, ya que siguió gimiendo con la misma intensidad cuando mamé esa teta, y después cuando le mamé la otra. Luego le pregunté:

-¿Mejor ahora?

-Peor, mucho peor que antes.

 Abrió las piernas y vi su pantalón tan mojado que parecía que había orinado por ella.

-Estás chorreando. 

Con la voz entrecortada, me dijo:

-Sí, nunca antes había estado así.

Se puso en pie, sacó el pantalón y yo le bajé las bragas, bragas que estaban perdidas de babas. Vi su coño. Toda su gran pelambrera parecía un pollo mojado. No dejé que se sentara, le eché las manos a la cintura, le lamí el coño unas diez veces y se corrió en mi boca entre fuertes convulsiones.

Al acabar le pregunté:

-¿Mejor?

-Peor que peor.

Se echó a lo largo de sillón y con la cabeza sobre el brazo de este, me dijo:

-Desnúdate y fóllame duro.

 Me desnudé, subí encima de mi madre y comiéndonos las bocas, le di leña hasta que comenzó a correrse, en ese momento la saqué, ella se siguió corriendo y yo me corrí en su cara.

Ya no le pude preguntar lo de "¿mejor?", porque nada más acabar de correrse, me sacó de encima, y acabé en el piso, encima de la alfombra, con mi madre dándome la espalda y con su coño frotándose en mi lengua. Empecé a creer que doblar la dosis no había sido una buena idea, pero cuando su coño dejó de frotarse y mi lengua entró y salió de su culo, aún me preció poca la dosis que le había dado, ya que volvió a aparecer la zorra que tanto echaba de menos.

-¡Te voy a romper la polla, maricón!

No me rompió la polla porque si me la hubiese roto también hubiese roto ella el culo, pero meter, la metió, despacito y haciendo paraditas, pero la metió. Una vez que la tenía toda dentro, se giró y follándome cada vez más aprisa, y mirándome a los ojos, me dijo:

-Esto no debía estar sucediendo.

-¿Te sientes mal?

-Me siento de puta madre, pero esto no debería estar sucediendo, somos madre e hijo.

Sacó la polla del culo, la metió en el coño y me dio a romper buscando su corrida y la mía... Nos corrimos, mi madre primero y yo después, y en sus tetas.

Al acabar le pregunte:

-¿Mejor ahora?

-Sí, pero quiero que me hagas sentir mucho mejor.

Sonó el teléfono que había sobre la mesa camilla y cómo estábamos al lado de ella, mi madre lo cogió y dijo:

-A tomar por culo quien sea.

Iba a colgar, pero oyó a Alfredo decir:

-Si hay que tomar por culo, se toma, pero hazme algo de comer que voy para casa.

Se había acabado la fiesta, para mí, porque Alfredo se hartó de follar con mi madre, por la tarde y por la noche. Fue por la noche cuando el hombre se sintió importante creyendo que le había desvirgado el culo a mi madre... Me extrañó que a su edad diera tanto de sí Luego supe por mi madre que usaba viagra y ella supo por mí lo que le había dado.

En fin, que sigo con la mierda de la agorafobia, pero... ¿Dónde se está mejor que en casa con un  rico coño a tu disposición? 

Quique.

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