MI ESPOSA ARGENTINA 4 Parte 5
Estábamos en el mismo restaurant del sábado anterior, ya que la cosa había funcionado, manteníamos una especie de cábala o pequeña rutina.
Mi esposa esta vez llevaba un pantalón de cuero marrón super ceñido, marcando de forma impresionante su culo y sus piernas, sandalias de un tacón finísimo, sus delicados dedos quedaban al desnudo. Y arriba una suerte de top que le dejaba el vientre y los hombros al descubierto y se anudaba con un cordón en su cuello, llevaba un sujetador sin breteles que apenas contenía sus pechos, el canallito de sus tetas era una cosa bestial y el camarero apenas podía contener la respiración cada vez que venía a nuestra mesa.
_ ¿Voy demasiado de puton?_ me había dicho al salir de casa
_Lo normal_ le dije
_Carlos, que boludo estás últimamente_ dijo ella fingiendo enojarse.
Estábamos relajados, habíamos follado, teníamos a Aitor bajo control. Tomando unos tragos en un sitio acogedor y conocido.
_ ¿Y cómo vamos a estrenar el armario del voyeur?_ dijo ella de buen humor
_ ¿Tiene que ser hoy?_ dije
_Vamos amor te mueres de ganas_
_La verdad es que no_ dije y no mentía. Estábamos tan bien ahora que casi no tenía ganas de probar cosas nuevas.
_A mí en cambio me gustaría ligar con alguien y que tu mires_ dijo ella
_Joder, el que tenía esas ideas solía ser yo_
_Bueno yo también puedo fantasear ¿O no?_ dijo tomando de su copa con sus dedos de uñas barnizadas
_Claro ¿Y con qué quieres fantasear?_ le dije
Miró a ambos lados como si fuera a hacer una travesura o decir algo incorrecto
_ ¿Te digo la verdad?_
_No te jodes, venga dilo ya_
_Un negro_ dijo ella muy seria
_Una persona de color dices tu_
_No te sabía tan políticamente correcto_
_De color negro vamos_ dije
_ No, si cuando te digo que estás hecho un pelotudo_
A pesar de que Remigio cuando hizo su famoso relato, lanzó la sospecha de que Fernanda lo había engañado con un negro en Barcelona, mi esposa me juró que eso no era verdad.
Sí que habían ido a bailar salsa y un muchacho negro bailó con ella y luego le pidió el teléfono, pero no pasó nada aquella noche.
_ ¿Y de dónde te viene eso?_ dije yo
_El sábado pasado cuando bailé con Ricky, un poco recordé como bailaba ese chico de Barcelona_
_Te gustaba él_
_ ¿Ricky o el chico de Barcelona?_
_El negro vamos_ dije yo
_ Estás boludito pero me gusta, si claro, era muy atractivo_
_Vayamos a bailar entonces_
_ ¿A un sitio de salsa?_ dijo ella sorprendida de mi decisión
_Donde sea pero con negros_ dije yo haciéndome el cabrón
_Boludo…. No hables así, que pareces racista de verdad_ dijo ella falsamente escandalizada
_No te sabía tan políticamente correcta_ le dije
_Estás terrible Carlos_ dijo ella riendo
_He visto bastante porno interracial, me pone la verdad_
_ ¿Te lo bancarías?_ dijo ella con seriedad
_Es tu fantasía y la verdad la idea de verte ligar en un sitio así sería excitante de cojones, pero si vamos a hacerlo, lo haremos bien_ dije con mucho aplomo
_ ¿Cómo sería?_ dijo ella excitada y divertida
A Fernanda la idea le había gustado, pero al momento de llevarlo a cabo ya no estaba tan segura.
El sitio donde se bailaba salsa y merengue era una especie de disco algo cutre que yo había conocido de muy joven y realmente me sorprendí de que siguiera existiendo.
Pero el sitio tenía demasiada pinta de antro y la idea de que entrara yo primero y ella después y fingiéramos no conocernos ya no le parecía tan buena idea.
_ ¿Tienes miedo de entrar sola?_ dije azuzándola un poco
_Carlos mirá como voy vestida amor_ dijo ella
_Estás muy bien, no vas a desentonar en este lugar_
En la puerta, dos chicos de color conversaban animadamente, llegó una chica de pelo rizado y un gran culo y se besó con ambos. Uno de los chicos me pareció que era el securata del lugar.
_Te espero dentro, venga_ dije tomando la iniciativa
_No Carlos espera…no…_ dijo ella, pero yo ya bajaba del coche.
El chico de la puerta me miró con cierta despectiva curiosidad, se apartó a mi paso.
_Buenas_ dije
Pagué la entrada y baje una escalera bastante estrecha.
Seguramente era temprano, pues no había mucha gente, dentro estaba oscuro, algunas parejas bailaban merengue, en la pista, lo hacían con pasos muy cortos y bien pegados.
La mayoría eran personas de color como yo recordaba de aquella vez, en ese momento alguien me había dicho que la mayoría eran dominicanos, el suelo tenía una alfombra algo raída, me senté en el ángulo más lejano de la barra. Desde allí vería la aparición de Fernanda.
Y realmente fue una aparición. Yo creo que lo único que no sucedió fue que no pararon la música, porque hasta las parejas que estaban bailando estiraron el cuello para verla.
Con sus tacos de diez centímetros mi esposa pasaba del 1,82, pero creo que incluso me pareció más alta e imponente, sus primeros pasos al bajar de la escalera fueron algo tímidos, pero luego se soltó y dio un par de zancadas felinas hacia la barra. Su vientre desnudo liso y terso, sus tetas espectaculares, ese top que llevaba demasiado de puton la verdad, sus hombros redondeados y perfectos.
El camarero que me estaba sirviendo la miraba como hipnotizado.
Finalmente ella me localizó con la vista y luego la apartó, se sentó lo más lejos que pudo de mí.
Cruzó sus piernas enfundadas en el pantalón de cuero, estaba nerviosa, podía notarlo claramente, también yo empecé a sentir cierto nerviosismo y opresión.
Apenas ella había bebido un sorbo de su trago y ya alguien le estaba hablando.
Yo había imaginado a alguien como el desconocido chico de Barcelona, muy joven y musculoso, con rastas quizás.
Pero quien hablaba con ella era un negro de bigotazos, flacucho y de unos cincuenta años, el pelo bastante corto y vestido casi formal, pantalón negro de vestir, zapatos negros y camisa verde fuera del pantalón. Estaba parado a su lado, mi esposa sentada en un taburete
El corazón me dio un vuelco, podía ver el rostro de Fernanda sonriendo apenas, forzadamente.
Me miró de reojo, para ver si yo estaba atento.
Habrán hablado cinco minutos, él acercó su cabeza y la inclinó para escuchar mejor lo que Fernanda le decía entre el sonido de la música que estaba a un volumen muy alto.
Se apartó, asintiendo. La cogió de la mano como ayudándola a bajar del taburete y se dirigieron a la pista.
Ella hizo un movimiento grácil para pararse, alguien que estaba sentado a su lado con una chica mulata la devoró con los ojos
Y entonces tuve mi primera erección de la noche, el culo de Fernanda cortaba el aliento y él flacucho de bigotazos había puesto una mano en su pequeña cintura, para ayudarla a subir a la pista de baile que estaba un poco más elevada del suelo.
Era como que todo en mi esposa me asombraba como si la viera por primera ¿Su cintura siempre había sido tan pequeña? ¿Su culo y sus caderas siempre habían tan portentosos?
No sé si Fernanda había bailado merengue alguna vez, pero ella era una bailarina nata y rápidamente se acopló a la forma de bailar de bigotazos, los pies muy juntos moviéndose sincronizadamente, una mano de él en su cintura y vi como parte de sus dedos morenos tocaban piel y la otra estrechando una mano de Fernanda en alto.
Yo estaba completamente empalmado, todo me estaba resultando más excitante de lo que había creído en un principio. Entonces él la hizo girar sobre su eje, la rubia cabeza de ella sobresalía sobre las demás por su altura y también porque se quedaba en un ángulo de la pista desde donde yo pudiera verla. El la hacía girar entre sus manos casi con desgano, mirando un poco para otro lado cuando ella estaba de frente y comiéndosela con los ojos cuando estaba de espaldas.
Y luego bailaron ella de espaldas a él y bigotazos puso una mano sobre el vientre desnudo de ella, tocando piel y a pesar de que estaba oscuro pude ver o imaginar el contraste entre la piel blanca de ella y la mano morena de él, casi marrón más que negra.
Y el brazo de él pegado al de mi esposa en perpendicular a los cuerpos bailando, tomando su mano por detrás.
Y luego lo que terminó de acelerar mi pulso fue que ella puso su mano sobre la de él, la mano que estaba en su vientre, como después ella me explicó así era como iban las manos en esa coreografía, pero en ese momento yo no pensaba en el baile, sino en la mano de Fernanda sobre la mano de bigotazos, sobre su vientre desnudo.
Y la copa tembló en mi propia mano y me pregunté si no sería demasiado para mí y eso que ya habíamos vivido muchas cosas pero esta era algo realmente distinto.
Por suerte cambiaron de posición y volvieron a girar, y luego otro merengue y otro, habrán sido diez minutos de baile y no sé si Fernanda estaría tan cómoda con él, porque hizo ademan de volver a la barra y él siguió tras ella, siempre acompañándola con su mano en la cintura.
Luego pidieron de beber y casi no hablaban y bigotazos la miraba cuando ella desviaba su mirada, miraba sus tetas y su cara con ansía, pero también con calculo.
Y en eso una mujer se acercó, una mujer blanca de pelo corto y moreno, con un minivestido rojo y habló con bigotazos sin mirar siquiera a Fernanda. La chica tenía un buen cuerpo, un poco plana de pecho pero con un pequeño y hermoso culo
Bigotazos como que se disculpó con mi esposa y se fue con la mujer. Y automáticamente como esperando turno se acercó otro, ahora si uno de rastas y muy corpulento y Fernanda se puso un poco tensa y este sonreía mucho y gesticulaba un poco y luego de cinco minutos de conversar con una Fernanda distante y altiva se alejó y pasó el que seguía.
Este era un negro bajo de estatura pero muy musculado, tenía una camisa estampada bien pegada al cuerpo, sus pectorales se marcaban en ella, el pelo rapado y la nariz como un pimiento, tenía un aro brillante sobre una oreja y una sonrisa grande de dientes muy blancos, sería un tío de unos cuarenta años.
La fantasía de un jovencito no se estaba cumpliendo finalmente.
Fernanda le escuchaba acercando su cara a la de él quien seguía siempre muy sonriente, sus labios eran increíblemente gruesos y llenos, entonces fue ella quien sonrió abiertamente y tuve una punzada de celos muy fuerte.
Dolor por los celos y el morbo y el nerviosismo mezclados y a la vez notaba a Fernanda ya más cómoda con la situación, el nerviosismo se había trasladado de ella hacia mí.
Y entonces salieron a bailar y me pareció que este era mejor bailarín y que se complementaba mejor con ella, Bigotazos me había parecido un poco desganado, como si no le gustara tanto bailar.
A este en cambio que llamaré Sonrisas le encantaba y parecía querer impresionar a Fernanda.
No sé si fue mi percepción pero me pareció que ahora la música iba más rápido y Sonrisas aprovechaba para mostrar todo su repertorio, haciendo girar a Fernanda con una sola mano en alto y otras acrobacias y mi esposa que le sacaba una cabeza de altura era ya el centro de atención por lo buena que estaba y porque sonrisas le hacía dar mil vueltas y acrobacias.
Y creo que este estaba complacido de lo bien que bailaba ella y como copiaba todos sus pasos y coreografías como cuando juntaron sus manos y los dos hacían movimientos pélvicos a gran velocidad pero sin tocarse y mi esposa estaba divertida y suelta y tuve la certeza de que acabaría follando con este negro, con Sonrisas y no si por estar bebiendo como un solitario en ese costado de la barra pero me sentí un poco miserable y triste.
Como que Fernanda se lo estaba pasando en grande bailando con Sonrisas y así como se entendían bailando, se entenderían en la cama seguramente. Y yo en cambio estaba como un adolescente que ve bailar a la chica que le gusta con otro, con el guaperas de turno.
Y una voz dentro de mi cabeza me decía, no idiota, este es un juego que tú has planeado con tu mujer de común acuerdo, ella, esa mujer de bandera, ese pibon que está bailando con ese negro de mierda es tu esposa y en el momento que quieras puedes ir hasta ella y decirle que mejor volver juntos a casa, pero……..
Estaba terriblemente excitado, estaba a mil pulsaciones, no podía parar todo lo que estaba pasando, porque en paralelo a toda esa parte negativa de celos y de sentirme excluido de la fiesta, estaba empalmado viendo como mi esposa giraba y giraba en los brazos musculosos de Sonrisas.
Y también era puro placer y morbo lo que estaba sintiendo.
Y entonces luego de esos veinte minutos de baile volvieron a la barra y pidieron algo de beber y Sonrisas volvió a hablarle muy cerca de su oreja y una mano de él en su cintura tocando piel una vez más.
Fernanda hizo un breve contacto visual conmigo y se apartó un poco de sonrisas y cogió su móvil y mientras ella tecleaba, él la miraba embobado y turbiamente recorriendo su escote y su vientre y bajaba con la vista hasta su chocho prieto por el pantalón de cuero.
Sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo del pantalón, era un mensaje de ella.
_ ¿Estás bien? ¿Seguimos o dejamos aquí?_ decía
Y levanté la vista y ella me miraba un poco de reojo y vi la mano de él en su cintura y pensé e imaginé en esa boca de labios tan llenos de Sonrisas, aprisionando los delicados labios de Fernanda y me estremecí y creo que un poco puesto estaba también, no borracho todavía.
Y entonces él, en un gesto un poco más audaz, aparto una de las puntas rebeldes y afiladas de su rubia melena carre y la visión de sus dedos en el pelo de ella me hizo estremecer nuevamente.
_Sigamos adelante hasta el final, hasta donde tú quieras, te amo_ le escribí
Rápidamente me contestó y mientras ella tecleaba, Sonrisas se la comía con la mirada
_Y yo te amo a vos boludo, y si este negro coje como baila no me voy a poder mover en un mes_
Luego de beber y conversar durante cinco minutos volvieron a la pista y otra vez lo mismo, pero me pareció que sonrisas cada vez se pegaba más a ella, cada vez dejaba por más tiempo su polla apoyada en el culo de Fernanda de forma descarada y acariciaba su vientre y ponía una mano en su cintura y la deslizaba un poco hacia abajo para rozarle el culo con los dedos.
Y estaba claro que iban a follar y Sonrisas sería la envidia de todos, el que se iba a follar a semejante pibon que había aparecido de la nada.
Dejaron por fin de bailar y cuando pensé que volverían a la barra, salieron por el lado opuesto de la pista de baile y fueron a un sector donde había sofás y unas pequeñas mesillas de salón.
Y los perdí de vista, estaba muy oscuro en ese sector y ya no los vi.
Sentí una especie de pánico, como si ella estuviera en algún peligro real, lo cual era una estupidez.
Ya ahora había más personas que cuando llegamos y me costó un poco avanzar entre la gente, algunos bailando y otros conversando.
Respiré el perfume de las fragancias y de los cuerpos, excitados, sudorosos, exudando sensualidad, puro instinto y piel, pieles tersas y morenas y culos apretados y piernas estilizadas sobre tacones.
Me sentí un poco mareado y llegue hasta el sitio de los sofás y vi con claridad una pareja besándose, era Bigotazos con la chica del vestido rojo, la mano de él perdiéndose bajo su falda, colándose entre sus piernas, era una hermosa chica realmente.
Y seguí caminando y alguien me empujó y trastabillé y buscaba como un loco entre esas penumbras y la música ya me parecía ensordecedora.
Y entonces la vi. Estaban sentados en un sofá al lado de una gran columna de hormigón.
Fernanda se estaba besando con Sonrisas, suavemente, con los ojos cerrados ambos, ladeando sus cabezas y era en parte como lo había imaginado, los labios tan grandes y llenos de él literalmente comían la boca de mi esposa, con deleite, sin ningún apuro, podía ver sus lenguas jugar y enroscarse y ella era tan hermosa y el contraste de su piel blanca era tan grande con la negrura de él.
Porque Sonrisas era de un color más oscuro que Bigotazos, quien era como más amarronado.
Y su mano jugaba en la cintura de ella y subía y apretaba un poco uno de sus pechos sobre el top.
Y verla así en parte era excitante y en parte doloroso y también incomodo porque no podía quedarme allí de pie eternamente y tampoco podía sentarme solo en uno de los sofás donde había otras parejas besándose o a punto de hacerlo.
Entonces tomé la decisión de irme.
Cogí el móvil y escribí mientras seguía viendo a mi esposa que tenía una mano delicada sobre una pierna de él, quien ahora ponía una mano en su mentón para guiarla y seguir besándola suavemente.
_Me voy, te espero en casa, si vienes con él estaré dentro del armario de voyeur_
Me sentí ridículo por escribir eso, claro que iba a ir con él y yo mismo ya pensando en esconderme en el armario.
Ella sintió el móvil vibrar, detuvo los besos. Sonrisas seguía acariciando una de las largas piernas de ella, de arriba abajo mientras Fernanda leía y luego tecleaba.
_ ¿Estás seguro?_ me escribía
_Si, no tardes_ le contesté y di media vuelta para irme.
Y lo más duro y doloroso fue subir esa escalera y luego conducir hasta casa, en soledad, imaginando que ella seguiría besándose con Sonrisas en el sofá y él cada vez intentaría toqueteos y sobadas más audaces y hasta incluso llevaría una mano de ella hasta posarla en su polla para que se la estruje sobre el pantalón.
Antes de irme había entrevisto una mano de ella, de delicados y largos dedos acariciando la nuca rapada de él, el fuerte cuello de toro de ese hombre de color, de ese negro de mierda, aprovechado, que iba a follarse a mi esposa.
Y subí al piso que de pronto me pareció tétrico y desolado como nunca y el silencio de mi propia casa era como que me destrozaba y miré mi reloj y ya hacía media hora que la había dejado allí con Sonrisas, en manos de él.
Abrí la puerta del armario y observé por los agujeros que había hecho a la tarde, veía la cama vacía y la imaginé con mi esposa desnuda con Sonrisas sobre ella.
Como flashes venían a mi mente las imágenes de todo lo que había visto en la disco, el exuberante cuerpo de Fernanda girando en los brazos poderosos de él, los cuerpos pegados, bien juntos, corcoveando en esas coreografías, la mano oscura de ese hombre sobre el vientre liso y pálido y lechoso de ella.
Salí del armario, fui a servirme una copa ya habían pasado diez minutos y luego diez más, terminé la bebida que me pareció amarga y acre en la boca.
Entonces el móvil vibró.
_Estamos yendo_ decía el escueto mensaje de Fernanda.
Fui hasta nuestro cuarto, entré en el baño, habrán pasado diez minutos, otro mensaje.
_Estamos abajo ya subimos_
Abrí la puerta del armario, no estaba seguro de hacerlo o no.
Hubo un momento de duda que me pareció eterno. Escuché el sonido de la llave girando en la puerta y fue como un pistoletazo de largada en una carrera.
Abrí la puerta del armario y cerré la puerta corrediza con delicadeza, mis manos temblaban.
Comencé a escuchar unas voces y unas risas apagadas y asordinadas.
Voces que se acercaban y de pronto escuché con claridad la voz de mi esposa
_Ves que no está, te lo había dicho_
Y luego una voz grave con acento caribeño
_Que bonito mami, que rico_
Y el sonido inconfundible de un beso y mi polla se levantó y mi corazón estaba enloquecido dentro de mi pecho.
Y otra vez esa misma voz, grave, cavernosa.
_Ya verás que rico lo vamos a pasar_ y el sonido de otro beso y ya entraba en el campo de mi visión las piernas de Fernanda dentro del ajustado pantalón de cuero marrón, retrocediendo hasta tocar el borde de la cama y unas manos morenas sobre su culo y luego ya vi su cuerpo y un hombre pegado a ella y el sonido del siguiente beso ya tenía la imagen completa de la pareja.
Y el corazón me dio un vuelco más si eso era posible, porque el hombre que estaba besando a Fernanda no era Sonrisas.
Era un negro flacucho y cincuentón, era Bigotazos.