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TODORELATOS » HETERO: INFIDELIDAD » EL BULLY QUE SEDUCE A UNA MADRE INSATISFECHA (1)
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Fecha: 14-Jul-23 « Anterior | Siguiente » en Hetero: Infidelidad

El bully que seduce a una madre insatisfecha (1)

MercyNoMercy
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El bully que disfruta humillando a sus compañeros logra acostarse con la madre de uno de ellos ¿Logrará la insatisfecha madre descubrir que es la sumisa de quien golpea a su hijo? Version para imprimir

Narra Pamela:

Había calculado bien el tiempo: exactamente una semana después mi, aún marido, intentaba de todo para que vuelva a la casa. Se creyó mucho al decirme que “Estaré mejor sin ti”, en realidad fue eso lo que terminó mi decisión de mudarme a un departamento lejos, junto a mi niño. Él insiste en que con diecisiete años ya no lo es, pero para mí siempre lo será.

El reloj de pared en la “sala” marcaba casi las siete de la noche. Terminaba de alistarme, hoy saldría a divertirme. Bueno, la consideraba más una reunión, pero luego de veintidós años de casada con Anthony, incluso bailar sola en mi cuarto me resultaba una explosión de alegría.

—Solo falta el labial y… “Pup”. Lista.

Hace años no me trataba tan bien a mí misma. Aún me quedaba el lindo vestido lila de un solo hombro y manga larga. Es cierto que las horas haciendo pilates habían servido, aunque lo sentía más ceñido por algunas partes. Qué decir de mí, hace algunos años me propusieron ser modelo: mis caderas anchas y complexión delgada llamaban la atención, al igual que mi trasero levantado (esto por el secreto gimnasio) y mis grandes pechos. Por rostro tengo unos lindos ojos marrones, mirada cariñosa al igual que mi sonrisa resplandeciente de mamá; todo eso la contenía una larga cabellera castaña, de la que sus casi imperceptibles ondas llegaban a mis pechos.

—¿¿¿Mamááá´???

Volteé a la derecha, llevando mi mano al pecho en señal de asombro. Era mi niño, Tony. Suspiré aunque aún algo agitada. Su traje le quedaba muy grande, incluso para mis 1.68, él era pequeño.

—¿Qué pasa cariño? —le pregunté mientras cogía mi bolso lila.

—Papá jamás te dejaría salir así.

Quería mucho a mi hijo, pero a veces solo me hacía recordar a ese idiota. Tomé las llaves del modesto coche. No me iba a enojar con Tony, solo sonreí y lo tomé del hombro.

—Vámonos, se nos va a hacer tarde.

—Pero… —si algo sabía era reclamar.

—Hijito, vámonos.

El equipo de fútbol de la universidad a la que iba mi hijo había ganado el campeonato nacional. Debido a esto se organizó una ceremonia. No íbamos a llegar tarde. Tony se acomodó el cinturón, aunque de mala gana. Partimos.

 

Narra Tony:

Ya le había dicho que no quería ir a esa tonta fiesta. Los chicos allí solo servían para una cosa, molestarme. Lo bueno era que días atrás habíamos asegurado nuestra facultad, la de informática. Me reuniría con mis amigos para ver una película, mientras que los adultos y los demás se aburrían con su estúpida “fiesta”.

La vi acomodarse por el espejo delantero, giré más y me perdí en su piel blanca. Ese vestido me estaba haciendo mal, sentí algo en mi entrepierna. Me cubrí con las manos. No había mujer más linda que mi tierna madre. Por lo menos que mi padre se haya separado me había dado más tiempo junto a ella.

Luego de algunos minutos -vivíamos relativamente cerca- llegamos por fin. Mostré mi carné universitario para que nos dejaran pasar. El imbécil de la entrada no dejaba de verle los pechos a mi tierna madre. Felizmente no duró mucho. En cuanto llegamos al estacionamiento, me di a la fuga.

—Me voy a la facultad de informática. ¡Te veo luego!

— ¡Espera..!

 

Narra Pamela:

Bueno, preguntando luego podré dar con esa dichosa facultad. Aseguré el coche, como si a alguien le fuera a interesar, empecé a caminar por una rampa por la cual uno salía del sótano. De camino no pude establecer contacto visual con nadie, ni siquiera podían disimular a dónde miraban; aunque, ¿aquello me gustaba?

Llegué al amplio salón, diversas mesas estaban muy bien decoradas. Muy al fondo un estrado, también bonito, comenzaba a llenarse de estudiantes. Sabía que eran estudiantes, pues portaban la misma chaqueta de mi hijo, aunque a ellos no les quedaba grande. Uno resaltaba entre la multitud: alto, grueso (aparentemente por lo ceñida de la chaqueta), cabello oscuro bien recortado y de tez un tanto clara, aunque no era caucásico precisamente. Dije que antes no habían sabido disimular la mirada, creo que esta vez era yo la hipnotizada. Tomé lugar en una mesa vacía y me senté.

Durante la ceremonia no me acompañó nadie, tan solo tragos anónimos. Debía suponer que era a causa de las enojadas esposas en las otras mesas, pero ¿aquello me gustaba?

—…Y no hubiésemos logrado todo esto sin nuestro capitán. ¡Agradezcamos a Rapha!

El capitán del equipo… Lo aplaudí más que a todos, incluso esbozando una sonrisa que hace mucho no adornaba mi rostro. Su voz no se parecía nada a la de un niño, hasta su forma de hablar era mejor que la de aquella chiquilla que lo había anunciado. Por desgracia fue breve, y con él terminó la ceremonia. Los estudiantes salieron y se anunció una especie de baile ceremonioso: música lenta en pareja. En eso yo no quería participar, más se interpuso en mi camino un señor más pequeño que yo. Supuse que se trataba de algún profesor. Terminé aceptando, los peores minutos de mi vida, incluso quiso propasarse. Ya había sido suficiente, eso me ganaba por intentar divertirme nuevamente. Volví al estacionamiento.

 

Narra Rapha:

Estaba apoyado en mi deportivo, desde allí miraba a mis amigos ligando con las porristas. Ellas habían organizado una fiesta en una de las facciones, allí sería la verdadera fiesta. Si tan solo supieran que varias aún me insisten en repetir una de nuestras noches. Sonreí.

—¡Hoy me ha prometido que sí! —me confesaba uno de mis amigos sobre su noviazgo con Vanessa, una de las que más se vino en mi cama.

Sonreí y le di una palmada al hombro, le dije a Vanessa con la mirada que me acompañe a un lugar donde no podían vernos.

—¿Qué quieres? —me dijo algo enojada—. Ya era hora de que me habl…

La arrinconé al muro, dejé un beso en sus temblorosos labios. Pasé mi mano por debajo de su falda, acariciando su tierno culito.

—¿Dejarás que te folle?

— Y-Ya se lo he n-negado muchas veces —respondía agitada.

—¿En quién vas a pensar cuando te la esté metiendo? —le di una nalgada, una como a ella le encantaban. Su carita lo decía todo.

— En ti —esta vez me besó ella. Estuvo a punto de arrodillarse. La detuve.

— Te haré saber si estoy disponible.

Salí del rincón, ella no me siguió. Seguramente necesitaba recuperarse. Ya casi todos se habían ido, solo quedaba Leo, esperando a Vanessa. Fue allí cuando la vi, me acomodé el cabello y suspiré acalorado. Creo que Leo iba a decirme algo, pero con un gesto le dije que ya me iba.

No sabría describirla, creo que por mi nerviosismo, ¿estaba nervioso? Ella parecía tener problemas con la puerta de su auto. No iba a detenerme a pensar en una presentación. Aproveché la oportunidad, colocándome detrás suyo. Yo medía 1.87. Aún así, me sentía más pequeño que ella.

—Buenas noches señorita —saludé seguro—. Déjeme ayudarla.

Nos miramos, ella tenía unos ojos bellísimos. Aquello duró unos segundos, incluso dejamos ver una sonrisa incómoda. Ella se apartó, me entregó la llave y pude comprender mejor lo que sucedía.

—No conozco muy bien estos modelos antiguos, pero sí conozco de puertas —sí estaba nervioso.

—Jajaja. Veamos si es suficiente —me respondió, sonriendo.

Su risa me dio más confianza. Efectivamente, la llave no accionaba la puerta, pero seguramente tenía algún truco. Suponía que la dueña hoy no tenía la paciencia suficiente para encontrarlo. Comencé a forcejear.

—También soy bueno con los dedos… —la puerta se abrió. Volteé a verla, entregándole la llave—. Se lo dije.

 

Narra Pamela:

Sonreí tímidamente y con algo de sorpresa. ¿acaso se refería a…? Negué con la cabeza, la emoción me estaba jugando una mala pasada. Tomé la llave.

—¡Ay! Gracias joven. Creo que me hubiese quedado un año aquí jajaja.

El capitán Rapha. Ahora parado frente a mí parecía más alto. Seguramente él podría ayudarme a ubicar a mi hijo, no perdía nada preguntando.

—Disculpe, joven ¿Usted conoce dónde queda la facultad de informática? Debo recoger a alguien.

—Claro que sí —me respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. Aunque nunca la había visto por allí señorita, ¿qué carrera estudia?

—Jajaja, no. Qué gracioso eres. No, voy a buscar a mi hijo. Soy una señora.

—Pero si estás buení… De buen humor digo jaja. Tengo amigos por allí, quizá conozca a su hijo.

Reí. Creo que había captado cierto cumplido.

—¿De verdad? Mi hijo se llama Tony, aunque él casi no tiene amigos.

—Pues está de suerte, señorita. Disculpe, señora. Soy muy amigo de Tony. Pero le diré algo —movió su muñeca, notándose el costoso reloj—. Sí, aún debe estar ocupado. Déjeme ver…

Buscó con la mirada hasta encontrar a otro joven. Le indicó con total autoridad que vaya a buscar a mi hijo, aunque parecía emplear lenguaje juvenil, hablaba de refugiados o algo así.No lo imaginaba como amigo de mi hijo, pero me alegraba que Tony lo tuviera como conocido, se notaba que él era un buen muchacho.

—Listo —me dijo—. Tal como imaginaba, aún va a tardar algunas horas. Pero no se preocupe, mi amigo lo traerá tan pronto como termine con sus asuntos. Mientras qué le parece sí… —posó su mano con total seguridad sobre mi cadera—. Hay una fiesta mucho mejor por aquí cerca. No aceptaré un no como respuesta.

¿Él me estaba coqueteando? No podía pensar bien, apenas podía mantenerme en pie con su mano firme sobre mi cadera. No sé si me lo imaginaba, pero acariciaba suavemente con sus dedos mi cuerpo. Iba a soltar una duda de mis labios ¡Pero él me dio vuelta!

—Vamos —me dijo serio.

—Te sigo —respondí riendo, nerviosa.

 

Narra Rapha:

Su cadera era mucho más firme de lo que me había imaginado. No tenía dudas en que esta mujer debía practicar algún tipo de deporte, o quizá hacía ejercicio. Antes de que me responda, ya la había colocado en la dirección correcta.

Rodeé su espalda con mi brazo, para luego volver a tomarla de la cadera. Aprovechaba a darle un vistazo al tremendo pedazo de culo que se cargaba.

Claro que conocía a Tony, uno de mis nerds preferidos. Jamás me hubiera imaginado que tendría a una mujer tan hermosa como madre. Teníamos planes para arruinarles su fiestecita en su facultad, pero casi pusimos toda la atención a la fiesta con las porristas, por lo que ya no tuvimos tiempo. Hoy me divertiría de otra forma: con su madre.

—¿Queda cerca? —me preguntó—. No quiero separarme mucho.

—Tranquila, estás conmigo estás con Dios jaja —acaricié más su cintura—. Ya casi llegamos.

—Bien —sentí un suspiro.

Solo caminamos unos minutos y ya se oía el bullicio. Habíamos tomado una de las casas de fraternidad, por afuera me saludaron mis amigos. Me dejaron ingresar sin problemas, estudiantes de grados superiores. Chocaron los puños conmigo, haciendo señas de las tremendas tetas que se cargaba la mujer. Reí siguiéndoles el juego.

—¿Qué pasa? —me preguntó ella, riendo.

—Nada jaja. Solo que ya la fiesta comenzó, está todo muy oscuro. No te separes.

La solté, solo para colocarme detrás. Esta vez tomé con mis dos manos su cadera, una a cada lado. Me apegué lo más que pude, rozando su culo. La dirigía hasta un rincón, uno con poca gente.

Realmente casi todo estaba sumido en la penumbra, apenas podía verse lo que había frente a uno, eso me bastaba a mí. Cuando estuvimos bien ubicados, volví a girarla para esta vez tomarla de las caderas, pero de frente. Le sonreía. Ella se mostraba un tanto confundida, pero me seguía el juego.

—Ahora vuelvo.

Fui hacia la barra, ordené cuatro tragos fuertes. Mis dedos chocaban contra la madera que me separaba del artista. Estaba ansioso. Volteaba cada tanto hacia la esquina donde había dejado a la candente mujer. No me importaba si otro se le acercaba, huirían con solo verme. Fue solo recibir los tragos y ya estaba de camino a la mesa donde la había dejado. Me senté junto a ella.

—Por una buena amistad —le propuse entregándole una copa, la choqué al instante con la mía. Eso le obligaba a continuar.

—Bueno, pero solo esta. No soy de tomar mucho.

Se la terminó antes que yo. Su gesto de amargura evidenció lo que había dicho.

—¿Este es un trago de amistad? —rió—. No me tomaré la otra jaja.

—Será una amistad fuerte jaja. Seguro como su relación con su esposo.

—¡Ay! No me hables de él. Ya me estabas agradando jaja.

—Es que debe ser difícil complacer a una mujer como usted —le sonreí.

Ella rodeó sus ojos, como no creyendo en mi cumplido. Luego se  acomodó el cabello, colocando sus manos sobre la mesa.

—¿Qué hay de ti? ¿Cuántas novias tienes?

—Por favor jaja. No tengo tiempo para eso. Entre la universidad, los negocios…

—Las mujeres… —me interrumpió.

—Jajaja ya le dije que no. Aunque a usted sí la pondría de prioridad.

—¿Qué cosas dices? jajaja —rió mirando hacia otro lado, cubriéndose los labios, o quizá algún sonrojo.

—Yo solo hablo con la verdad —continué—. Yo sí la atendería…

Extendió sus manos hasta las mías para darme un suave golpe, mientras seguía riendo. No notaba anillo por ningún lado. Fui rápido y atrapé sus suaves manos antes de que me abandonen. Eso pareció sorprenderla. A mí me sorprendió lo calientes que estaban, me preguntaba si todo su cuerpo estaba así.

—Por lo menos a usted la esperan al llegar a casa.

—Ay.. Pobre… ¿Qué pasó con tus papás? —con suavidad me acarició las manos.

—No, ellos están bien. Pero viven en el extranjero, creo que esperaron a que cumpla dieciocho para que pudieran marcharse.

—Pero yo te veo bien… O sea jaja. Te veo feliz.

—Jaja. Sí, no me afecta tanto. Menos ahora que tengo una agradable compañía —con la yema de mi pulgar estimulé su palma. Su reacción fue de retirarlas, pero yo tomaba fuerte sus muñecas—. ¿Usted me abandonaría?

—¿Cómo tu m-mamá? —preguntó nerviosa.

—Como mi esposa —le sonreí.

La mirada duró unos instantes, pero parecía eterna. Luego nos reímos. Ella volvió a palmear mi mano, esta vez se lo permití.

—Las cosas que dices jajaja.

Pusieron una de esas canciones de reguetón. Sonreí maliciosamente.

—Vamos —le ordené.

—Pero, yo no sé…

—Solo sígueme el paso —la interrumpí.

—Bueno, espera —tomó la otra copa en la mesa y se bebió de un sorbo—. Está sí será la última.

—La última de esta hora.

Reímos hasta quedar juntos de pie. Pegué mi cadera a su abdomen, siempre tuve un gran bulto natural. No me limité a frotarlo en mis movimientos. A veces deslizaba debajo mis manos, acariciando sus igual de gruesos y firmes muslos. En ocasiones le hacía darse vuelta, empujando mi cadera hacia delante, con el fin de que sienta todo lo que tenía para darle.

En un punto, la tuve de frente, me agaché hacia su oído derecho, con la excusa del ruido. Le susurré muy cerca, reposando mi mentón en su hombro.

—Bailas muy bien. No me dijiste, ¿cuál es tu nombre?

 

Narra Pamela:

Hace mucho había perdido el control de la situación, pero, ¿quién podría culparme? Aquel joven estaba logrando despertar en mí sensaciones que creía extintas. Solo un toque de él sobre mi cuerpo, me sonrojaba a niveles de chiquilla adolescente. Pero él no solo me tocaba, me estaba estimulando. Yo lo sabía muy bien, se excusaba con el baile, pero sus movimientos eran fácilmente sexuales, si es que no tuviéramos ropa encima. Yo tampoco me reprimía. Al inicio juraba que sí, pero el reposo de mi trasero sobre sus piernas no lo había provocado él. Sentía su bulto sobre mi espalda, pero yo quería…

—¿Eh?

Estaba tan cerca de mí. Me sentía tan indefensa, como atrapada dentro de una montaña inmensa. Mis emociones salían por todos lados, la temperatura de mi cuerpo debía indicar fiebre seguramente.

—Y-Yo… Me llamo Pamela. Tú eres Rapha, ¿c-cierto?

—Así que ya me conocías. Aunque… Después de todo, no dejaste de comerme con la mirada.

No sabía dónde esconder la cabeza, él lo había notado. Lo tomé del cuello, tuve que extender mis brazos lo más que pude. Sentía mi cuerpo en automático, no quería verlo a los ojos, no quería que me viera así.

—Tranquila —me dijo—. Todos tenemos derecho a mirar.

Soltó mi cadera para, con su mano derecha, levantar mi mentón hacia él. Mi mente gritaba pidiendo ayuda. Cerraba mis piernas y hacía presión con las mismas. No quería demostrarle que…

—Que carita tan linda tienes… Lo tienes todo, menos algo.

Le iba a responder. Se estaba acercando mucho. Sentía su fresco aliento chocar contra el mío. Esto no estaba bien, debía ponerme fuerte. No quería demostrarle que…

Tarde. Nuestros labios chocaron como dos pétalos juntándose en el aire, aunque aquello fue solo momentáneo. De un momento a otro sentí una chispa que me recorrió todo el cuerpo, era explosiva. Decir que él me besaba era poco, se estaba alimentando de mi boca como si de solo eso dependiera su vida.

—Mmmph… —suspiré fuerte.

Él no me soltaba. Traje de su cuello mi mano para ponerla en su pecho y separarme. Sin embargo, eso solo pareció prenderlo más. Me llevó hacia una pared, donde recostó suavemente mi espalda. Me cubrió con su enorme cuerpo. Cualquiera pensaría que solo había una persona allí.

Al inicio había colocado sus dos grandes manos en la pared, encerrando mi cabeza, pero ahora volvieron a mi cuerpo. Debía admitir que las extrañaba. Fueron hacia mi cadera, creí que allí se detendría, pero esta vez las fue deslizando más abajo: primero a mis muslos, luego fue a la cara interior, subía peligrosamente hasta…

—Mmm… 

Sujetó mis glúteos con sus grandes manos, como si de una masa cualquiera se tratara. Aquello hizo que mi cadera fuera instintivamente hasta la suya, despegando mi trasero de la pared. Algo me sucedía, quería que tuviese la libertad de hacer con ellas lo que quisiera.

En un instante recuperé el aliento. Abrí los ojos, lo vi como a un depredador devorando a su presa. Le iba a decir algo. No quería demostrarle que…

—Eres mía.

Había dejado de besarme, me vio a los ojos. Su firme palma abofeteó mi trasero, lo sentí tan en mi interior que solo me recosté sobre su pecho.

—Sí —le respondí.

Era tarde. Era suya.

 

Narra Rapha:

Sí. Era mía. Toda mía.

Tener su gordo culo en mis manos era algo comparado a la gloria. Sabía que mi boca en sus pechos sería mucho mejor, no me iba a quedar con las ganas de comprobarlo.

Volví a besarla, esta vez del cuello. Sus suspiros no hacían más que encenderme. Tomaba mi cabello con sus manos. Yo no despegaba las mías de su culo por ningún motivo, pero necesitaba de su ayuda para mi cometido.

Todo era tan perfecto. Lentamente subía mis manos por su espalda, las traje delante hasta sus pechos, tampoco me cabían en las manos.

—E-Espera… N-No…

Respondía entre susurros. Aunque su cuerpo decía otra cosa, había ladeado su cabeza para acomodarme mejor. Fue fácil para mí bajar su cierre lateral, desnudar su pecho derecho (del lado que no tenía manga). No usaba lencería, pero de igual modo me provocaba ver que tampoco su brasier podía con semejante montaña. Sin dudas la ataqué, besando su piel desnuda.

—Ahh.. N-Nooo.. Mmmph… R-Raphaaa..

Mi lengua pasaba por debajo de su bra. Mi labio superior gozaba de la suavidad en su máximo esplendor. Todo era perfecto, ya me alistaba para descubrir el siguiente. Hasta que…

—¿Mamá?..

 

Narra Tony:

Esos imbéciles no habían podido con nosotros. Ni sus músculos les sirvieron para derribar la puerta. Acabaron rindiéndose al poco tiempo. Mis amigos y yo festejábamos. Aunque claro, el idiota de Rapha no había venido. Pensamos en que quizá estaba planeando algo peor, pero ya sería tema de otro día, por ahora tocaba marcharnos.

Fui hasta el estacionamiento con cuidado. Solo estaba el carro de mi tierna mami, pero a ella no la veía por ningún lado. Esperé unos minutos, pero nada pasaba. Me dirigí hacia la planta superior, pero ya todo había terminado. Entonces tuve la genial idea de llamarla a su celular.

No sé cuántos correos de voz y mensajes le dejé, pero nunca me respondió. Le hablé a papá para que él lo intentara, pero tampoco obtuvo respuesta. Él trabajaba como taxista, casualmente estaba por la zona y vino tan pronto como pudo.

—¿Dónde está mamá? —me preguntó al verme.

—Yo no lo sé, por eso te pedí que vinieras.

—De camino vi otra fiesta. Quizá fueron todos allí.

—No lo creo, es la de los del equipo de fútbol. Mamá jamás entraría allí, ni mucho menos yo.

—Pues a tu papá sí. Vamos.

No me pareció buena idea. Pero por alguna razón, sí nos dejaron pasar. Aunque los bravucones de la entrada me miraron de mala gana.

—Te lo dije, ahora no te pierdas. Camina conmigo.

Quizá papá participaba de estas fiestas antes, era lo que él decía, pero yo lo dudaba.

—¿Pame?.. ¿Pam?.. —comenzó a llamarla a cada paso que daba.

—¿Mami?.. —también lo hice.

 

Narra Pamela:

Me sobresalté al oír la voz de mi hijo. Le di palmadas en los hombros a Rapha.

—Es mi hijo… Rapha.. No dejes que me vea…

Él también pareció preocuparse al oír la segunda voz. Se levantó, cubriéndome totalmente otra vez. Me ayudó con el vestido mientras yo trataba de recuperar la compostura. Sin embargo, me tomó la mano, empujándome hacia una puerta. La atravesamos.

—Llegaremos más rápido a mi auto —yo dejaba que él me guiara.

Alcanzamos un lujoso coche oscuro. Abrió la puerta y me invitó a pasar, yo no me negué. La cerró al instante. Todo dentro lucía tan bien y se sentía tan bien, yo me imaginaba una privilegiada. Él tomó asiento a mi lado.

—No te preocupes. Son polarizadas. No nos van a ver —posó su mano sobre mi desnudo muslo.

Todas las sensaciones volvieron a aflorar. Fui hacia él en búsqueda de su boca. Nos besamos , mientras yo escuchaba cómo se quitaba la correa.

 

Narra Rapha:

—No te lo pediré de nuevo y no me dejarás con las ganas. Hazte cargo.

Me había bajado el pantalón a la vez que me recostaba sobre el asiento. El gran tronco se orientaba hacia la derecha, debajo del transparentado bóxer blanco. La vi sonreír.

Le hice una seña para que se arrodille sobre su asiento, le sería más cómodo. Ella accedió, tomando mi miembro por sobre el bóxer y luego dejándose caer sobre mis muslos. El culo en pompa parecía romperle el vestido. La azoté.

—Mira qué culo te cargas…

Ella meneó este, dejé mi mano allí. Daba los primeros besos sobre mi bóxer. Luego fue retirándolo lentamente. Su carita de sorpresa lo fue todo. La vi sonreír, reposando su cabeza sobre mi muslo, tomaba mi, no tan erecto miembro con su mano, apenas podía controlarlo.

—Diosss —dijo sorprendida, levantándolo hasta tenerlo recto.

 

Narra Pamela:

No podía creerlo. Sabía que estaba flácido… Pero ese tamaño.. Y ese grosor… Incluso el aroma. No podía soportarlo más. Le di unos besos *Chuck*. El sabor… Usé mi otra mano para tratar de controlarla, pero aún así ya iba creciendo. Dudaba de mis facultades. Coloqué mi boca sobre su glande. Dejé que mi aliento lo impactara, abrí grande.

—¡Carajo mujer! —me enterró la cabeza en su miembro usando sus manos.

—Mmmggghh

Me había encantado su reacción. Apenas me cabía el glande, no me apresuraba. Hacía círculos con mi lengua. Todo bien, hasta que sonó el celular. No me la saqué, solo abrí mi bolso y tomé el celular.

 

Narra Anthony:

—¿Amor? Por fin contestas ¡¿Dónde demonios estás?!

—N-No me… No me hables así *Chuck*.

—¿Estás bien? ¿Qué pasa? Tony está aquí conmigo ¿Dónde estás?

—Oh, Tony cariño. Tuve que acompañar a una amiga a su casa, me quedaré con ella. Anthony, cuida a mi niño.

No tenía mucho sentido, ella no tenía amigos o amigas… Pero era mi oportunidad perfecta para demostrarle lo buen padre que era.

—Claro que sí mi vida. Yo lo cuidaré. Sabes que te amo tanto..

—*Chuck* *Chuck* *Chuck* *¡¡Chuck¡¡¡*

 

Narra Pamela:

Creo que Rapha se había puesto celoso. Me enterró su miembro sin piedad. Apenas había llegado a la mitad de su venoso tronco.

—Yo soy tu único amor —me susurró.

Sonreí al sentir que me liberó para tomar aire. Un largo hilo de saliva y presemen se había formado entre su glande y mi boca, volví a metérmelo para dejárselo limpio.

—¡¿Amor qué pasó?! —me preguntó mi aún esposo.

—Nada, nada. Creo que debo comprarme un nuevo celular. Casi no te oía —masturbaba a Rapha con mi mano libre—. Mira ya debo colgar. Cuídate bien mi niño… *Chuck* *Chuck*

 

Narra Rapha:

—No sé si mientes o la mamas mejor… Como sea, vámonos.

—¿Agg dóngg-ndegg? —me preguntó con mi verga en su boca.

—A casa… Mi amor.

Por respuesta me la chupó más profundo. Encendí el coche, tomaría una ruta tranquila. Nada mejor que conducir mientras te la maman, ¿o no?

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