Aquel día Luppo, el fotógrafo, no paraba de dar vueltas. Estaba especialmente nervioso, apenas se concentraba, aunque su capacidad de concentración llevada décadas disminuida por el consumo habitual de estupefacientes. Maui llevaba unos días que no lo soportaba, cada palabra que ella decía, le hacía cambiar de humor, siempre de malo a peor y solían terminar a gritos. Sonó el teléfono móvil con la estridente música del himno de la legión.
–No te preocupes, estará preparada como acordamos, Ibra. Yo también quiero saldar la deuda con vosotros… Sí, es la modelo de Instagram, SuicideGirls y Onlyfans, es rubia natural, de ojos verdes. Siempre lo lleva rasurado, pero también es rubio y solo en aquella ocasión se lo rasuré dibujando el emblema de la marca que pagaba, pero normalmente está depilada del todo a la cera. Es rubia, como os gustan… No hay problema porque venga Sheikh… Sí, podéis llevárosla: el tiempo que ne–ce–si–téis y usarla en mi casa lo que os haga falta… Si queréis, yo grabo, si no, me voy –Luppo colgó el teléfono.
Maui no solía escuchar las conversaciones de negocios de su novio. Últimamente todo iba mal, nadie pagaba los encargos atrasados y él tenía vicios muy caros. La cocaína se había llevado mucho más que sus ahorros del último año, aunque nunca fue muy ahorrador. Con su simpatía habitual, le gritó a Maui:
–¡Baja de una puta vez, zorra! Este encargo me lo van a pagar de puta madre. Ponte muy guapa, maquíllate los labios bien rojos y baja. Repasa antes tu coño, no quiero que se vea ni un pelo. Ponte en los pezones las barras más brillantes, tienen que destacar.
–¡Calma, Helmut Newton, que mi belleza hay que trabajarla! –mintió Maui desde el baño, donde seguía sumergida limpiándose las lágrimas.
Cuando al fin bajó las escaleras, absolutamente desnuda y con su melena rubia suelta y algo húmeda, sobre las sandalias con tacón de aguja y maquillada, era la mezcla perfecta entre un ángel y una puta. Sus ojos iridiscentes, los destellos de las barras que atravesaban sus pezones, el brillo de su piel blanca, sus labios rojo carmesí,...¡Qué reto para un fotógrafo atrapar toda esa luz! Por un instante, Luppo estuvo a punto de derramar una lágrima, pero rápidamente volvió a pensar en su única obsesión, su droga blanca, su polvo mágico, su propia vida en un alambre que no paraba de moverse bajo sus pies.
Comenzaron la sesión y empezó a pedirle las sensuales posturas habituales: “¡Girate sobre los hombros!”, “¡Saca pecho!”, “¡Sube más el culo, zorra!”, “¡Contoneáte como la puta que eres!”, “¿Quién te ha pedido que sonrías?”, nunca una sonrisa, nunca un por favor, nunca le daba las gracias. Hacía tiempo que su relación había terminado con toda comunicación amable. Luppo despreciaba profundamente a todo el que lo rodeaba, pensaba que todos eran culpables de su situación menos él mismo, como si los demás tuvieran la culpa de que fuera un cocainómano despilfarrador, impuntual en la entrega de sus trabajos y que contratase con personas que no eran de fiar, ni exigiera garantías de cobro.
Aún así, había que reconocer que al ver sus fotografías todos los hombres heterosexuales del mundo sufrían una erección y sentían el ardiente deseo de follar a sus modelos de aspecto indefenso. De hecho, lo que enamoró a Maui fue sentirse la mujer más deseada del mundo tras la lente depravada de Luppo, lo que no estaba muy lejos de cualquier representación objetiva de la realidad. Esa sensación la tenían muchas modelos que trabajaban con él y solían terminar la sesión excitadísimas. Luppo no era indiferente a los ofrecimientos de otras chicas jóvenes ni el colmo de la fidelidad. Las inseguridades de Maui respecto a su físico no tenían ningún fundamento real, había sido elegida en una votación informal la tía más buena de su instituto, todos los profesores hombres le subían un punto desde los trece años con solo dedicarles una sonrisa y sabía que si había un hombre al otro lado de la barra, podría beber gratis todas las noches. El efecto que causaba en cualquier macho humano era evidente, pero las fotos de Luppo la habían convertido en algo más que la tía más buena del barrio, la habían transformado en la fantasía de cientos de miles de varones en el planeta.
Al cabo de un rato, dejaron las fotografías más típicas donde Luppo se esforzaba en mostrarla especialmente deseable y le explicó que tenía un trabajo especial:
–Ahora voy a atarte a la cruz de San Andrés y después voy a taparte los ojos y amordazarte la boca con una bola. No vas a poder hablar y casi ni tragar saliva durante un buen rato. Así que si quieres, bebe agua ahora y conciénciate para estar un buen rato atada. Si quieres, te doy algo para que estés más tranquila.
–No hace falta, quiero enterarme de todo. Me gusta estar consciente y sabes que siempre me excitan estos jueguecitos tuyos –respondió Maui algo más animada, pensando que estaba despertando de nuevo la durmiente libido del fotógrafo, incomprensiblemente apagada desde hacía dos meses, aunque su cuerpo de guitarra seguía pidiendo sexo por sus cuatro costados y sus turgentes pechos siempre terminaban en sus pezones erizados, aunque su piel se estremecía con cada caricia, aunque su sexo siempre estaba cálido y húmedo para acoger la polla de Luppo, aunque su boca estaba dispuesta a ser el recipiente perfecto de cualquier efluvio de su amante,....
Maui bebió un poco de agua y se dejó atar y amordazar por Luppo. Le hizo unas fotos así, con el sexo bien expuesto y le comentó que iba a taparle los ojos. Con los ojos vendados, la enorme bola roja dentro de su boca y atada de pies y manos estaba absolutamente indefensa. En estos momentos, Maui solía transportarse a un estado de excitación continua.
El móvil de Luppo, vibró solo esta vez, había cambiado su modo de alarma y sigilosamente subió a abrir la puerta. Saludó solo con la mano a Sheikh e Ibrahima y con un gesto les indicó que no hicieran ruido. Los sonidos de tantos pasos pusieron sobre aviso a Maui, pero ella confiaba en su novio y no era la primera vez que aparecían más modelos en el estudio estando ella privada de toda sensación. Estaba dispuesta a compartir la polla de Luppo con dos o tres chicas si eso servía para hacer revivir el deseado miembro. Los pasos no parecían de chicas, lo que la puso sobre aviso y en tensión.
Al encontrar a la chica, Sheikh no pudo evitar silbar y comentar:
–La rubia está más buena aún que en las fotos. Nos lo vamos a pasar muy bien. Tiene buen ojo el vicioso del jeque.
Maui no sabía cómo reaccionar al oír aquella voz grave con acento senegalés. Empezó a ponerse nerviosa y a forcejear con las ataduras.
–No pensarías que por cuatro fotos tuyas me iban a pagar todo el dinero que debemos, –rió con descaro el inefable Luppo –tú también has tomado coca a menudo.
“Siempre porque tú insistías y para complacerte”, pensó para sí misma Maui.
Las manos de Sheikh se abalanzaron a explorar aquel cuerpo sin reparos. Atenazaron sus grandes tetas, pellizcaron ambos pezones, acariciaron su barriga, hurgaron en su sexo desnudo, tiraron de su cabellera rubia,... Al tocarla, Maui descubría unas manos decididas que no titubeaban nunca y que serían capaces de abrirse paso como fuera, tal era la fuerza que desprendían en cada uno de sus movimientos. Empezaba a sentirse realmente nerviosa y las palabras de Luppo no habían servido para calmarla precisamente. Sheikh le pidió a Luppo que le explicara lo que iban a hacer con ella.
–Maui, Sheikh es el jefe de Ibrahima. Ellos podrán usarte a su antojo durante los siguientes días y si te portas bien y haces todo lo que ellos te pidan desde hoy hasta el próximo viernes, nos perdonarán la deuda que tenemos con ellos. No te cuesta nada, son solo dos días de tu vida y para mí es la única manera de conservar el resto de la mía. Después de usarte un poco, como ellos dispongan, te prepararán para la fiesta de un jeque árabe. El jeque ha dado instrucciones precisas de cómo hay que prepararte y puede que lleve algo de tiempo. Relájate y confía en mí, volverás sana y salva de esta experiencia, es mejor que te dejes hacer, porque las consecuencias de no dejarte, serán terribles para ti y para mí.
Sheikh interrumpió;
–Te resumo, que el baboso de tu novio es poco claro. O haces todo lo que te decimos hasta que te devolvamos, o te matamos a ti y a tu novio –En ese momento, la mano de Sheikh sujetó la cabeza de Maui tirando de su pelo y echándole el aliento a la cara le preguntó: “¿Está claro?”.
Maui intentó explicar que no quería consentir en aquel negocio, pero sus alaridos quedaron en poca cosa callados por la bola que apenas permitía que saliera algún leve sonido de su boca. Sus intentos de liberarse de las ataduras fueron baldíos, pero sirvieron para que se cansase un poco más. Luppo intentó acariciarla para calmarla, pero Sheikh lo paró:
–Déjala que se canse, así tendrá menos fuerzas para resistirse luego. De todas formas es bueno que sepa lo que le espera si se niega.
Sin mediar más palabras, Sheikh e Ibrahima comenzaron a darle puñetazos y bofetones y cuando se quedó quieta, le dijeron a Luppo:
–¿No decías que tenías un látigo?
Torpemente, Luppo corrió para traerles un látigo de múltiples tiras.
–¿Qué quieres, que nos pasemos tres horas azotándola para enrojecerle levemente la piel, gilipollas? –Inquirió Sheikh a Luppo, quien empezaba a sentir miedo por él y por su chica.
Apresurado trajo el látigo más grueso de una sola tira de cuero que terminaba en un nudo. Éste dejaba un bonito dibujo rojo después de cada azote a veces seguido de una línea también roja. Procuraron repartir las marcas entre sus pechos, sus piernas y su barriga. Después la desataron y la volvieron a atar de espaldas. En esta postura le marcaron ambos glúteos, la parte trasera de los muslos y la espalda. En total, le dieron treinta azotes y Sheikh le repitió la pregunta, de nuevo sujetando la cabeza inerte de Maui de su cabellera rubia y dejando que aspirase su aliento, como si así pudiera entender mejor sus palabras:
–¿Has entendido que podemos hacer contigo lo que queramos y que si te resistes, pones en peligro tu vida y la del pringao de tu novio o lo que sea?
–Iiiiií –balbuceó la rubia atemorizada mientras se le escapaba la baba entre la enorme bola que había ahogado sus gritos durante el brutal castigo. Era la vez que más asustada había estado en su vida.
–¿Le hago ahora las fotos? –Interrumpió Luppo.
–Hazle las fotos con las marcas de la espalda, déjanos la cámara y vete. Nosotros seguiremos aquí durante 24 horas. Toma esta bolsa y vete de fiesta. No vuelvas antes de 24 horas –Instruyó Sheikh al traidor.
Apenas se oyó como se cerraba la puerta, Sheikh empezó a observar con atención el escultural cuerpo de Maui de piel perfecta y nacarada, solo salteada aquí y allá por las recientes marcas aún rosáceas de los mordiscos del látigo. Recorrió su piel tranquilamente, sabedor que podría disponer de ese cuerpo el tiempo que desease. La rubia agotada no se atrevía ni a moverse, permanecía inmóvil viendo como aquellas enormes garras recorrían su cuerpo, aquí acariciaban, allá palmeaban, ya pellizcaban un pezón como hurgaban en su vagina incompresiblemente húmeda. Aquella inspección detallada de su cuerpo no podía ocultar un deseo incontenible del negro jefe. Cuando su excitación no cabía en su apretado vaquero, decidió darle rienda suelta y se desnudó, la cinta que cubría sus ojos se había caído un poco y Maui consiguió vislumbrar los destellos de la piel oscura casi azul que cubría ochenta kilos de músculos y solo músculos, salvo una enorme verga superirrigada de dimensiones desconocidas por ella hasta ese día.
Sin mediar más palabras, solo unas palmadas para indicarle que elevara su culo y lo pusiera bien en pompa, Sheikh se dispuso a penetrar a Maui, atada de pies y manos y de espaldas al jefe, mientras su subordinado observaba sonriente. La penetró sin comprobar si estaba suficientemente húmeda o preparada, pero aquél rompehielos de carne la atravesó no como si surcara un casquete polar, sino como si atravesara el cálido y desbordante Amazonas. Su sexo se acomodó a aquel ariete de acero que la penetraba hasta el fondo de sus entrañas. Sheikh la movía sin descanso y su sexo se mostró agradecido a esa demostración de interés desconocida por su cuerpo y empezó a saciar su hambre de polla de varios meses. Aquellos movimientos bruscos despertaron al animal sexual que habitaba en Maui y siguió los bruscos movimientos de Sheikh hasta que tres orgasmos consecutivos sacudieron su cuerpo. Sheikh no permaneció impasible ante la reacción de la rubia cachonda y no pudo evitar soltar un buen chorro de semen en su coño que lo dejó absolutamente resbaladizo.
–¡Vaya perra cachonda! Parece que hacía tiempo que no la follaban como dios manda. Ahora vas a limpiar bien toda mi polla. Ibra, desata a esta perra y póstrala ante su nuevo dios, que esta bien sabe disfrutar de una buena polla –ordenó el jefe al subordinado, cuya dentadura seguía dibujando una C blanca con los brazos hacia el cielo, en señal de admiración.
Ibrahima desató a la desfallecida modelo convertida en perra esclava que cayó desfallecida ante la verga de Sheikh, guiada por las manos de Ibrahima que dirigían su cabeza tirando de sendos mechones trigueños. Un bofetón del jefe le indicó que abriera la recién liberada y dolorida boca y una mano le ayudó a sacar la lengua de la cavidad oral. Sheikh escupió en su lengua y hundió su polla en su boca. El sabor mezclado de saliva, polla, coño y semen se fundió en la lengua de Maui, que apenas podía saborearlo ante las embestidas de la polla y la sujeción de cuatro manos de su cabeza. Ella se esforzó más de lo esperado y realmente sintió cierta veneración por esa barra de acero oscuro que siempre estaba dura. Mentalmente la comparó con polla de Luppo que perdía en todo: tamaño, dureza, textura, belleza, porte, elegancia,... En ese momento, casi se sentía agradecida a su violador, su sensación de entrega a esa enorme polla quedó interrumpida por la orden:
–Rómpele el culo mientras me la sigue chupando, Ibra.
Ibrahima se desnudó y obedeció a su jefe. Su polla era aún más grande, aunque no más dura. Las enormes dimensiones de su tranca impedían que existiese corazón en el mundo que pudiera no solo llenarla de sangre, sino además darle la firmeza acerada de la verga de Sheikh. No obstante, empezó a inundar el ano de Maui y continuó por todo el recto y hasta enderezó su sigma. Maui sintió un dolor enorme y una infinidad de sensaciones al notar todo su tracto anal invadido por aquella descomunal polla.
Siguió intentando obedecer a Sheikh, que siempre era conciso en sus órdenes, pero no fue capaz de mantener el ritmo que llevaba chupando su polla ante los vaivenes a los que la sometía Ibrahima con sus manos en sus caderas. Sheikh zarandeó su cabeza tirando de su pelo y le marcó de nuevo el ritmo con la tenaza de su mano derecha. Su cuerpo casi partido en dos, tuvo que seguir el ritmo que le marcaba cada amo.
Volvió a ponérsele de nuevo durísima y pensó en taladrarla de nuevo. Jaló de todo lo rubio que había en la cabeza de Maui, que tuvo que dejar escapar aquella polla que empezaba a adorar, y sintió como una fuerza sobrehumana la elevaba tirando de su cabeza como si la gravedad se hubiera invertido. Erguida y casi de puntillas, seguía siendo penetrada analmente por Ibrahima y Sheikh golpeó la cara interior de sus dos muslos para indicarle que los separase. Con sus dos manos agarradas al hercúleo brazo de Sheikh para que su pelo no se rompiera al soportar todo su peso y sus piernas abiertas y de puntillas, sintió como el rompehielos de Sheikh volvía a abrirla en dos de nuevo, mientras su ano intentaba acostumbrarse a la enorme tranca de Ibrahima.
Ambas pollas se disputaban sus dos orificios, chocando en la cada vez más estrecha pared que las separaba. Las pollas vecinas se saludaban a veces en su interior y recorrían paralelas ambos lados de esa pared de carne que vibraba y reverberaba. Nunca había soñado que esa sensación pudiera desembocar en un largo orgasmo en su cuerpo, pero la falta de control de Maui sobre su cuerpo era absoluta, la polla de acero de Sheikh hacía en su cuerpo lo que quería y su cuerpo solo sabía mostrarse agradecido a ese amo insensible y cruel.
Sheikh la vio con la cara desencajada por los orgasmos consecutivos y no pudo evitar abofetearla. Aquellos bofetones, unidos a los espasmos de la rubia y las sacudidas de semen de Ibra, llevaron a Sheikh a volverse a correr. Con el semen resbalando por ambos orificios, la mano de Sheikh obligó a la cabeza de Maui a que repartiera la atención de su boca entre ambas pollas, primero limpió la de Sheikh y después la de Ibrahima. Maui mostró más interés por la apreciada verga del jefe, pero unos zarandeos pedagógicos le ayudaron a comprender que debía mostrar el mismo interés por ambas.
Maui quedó arrodillada y desfallecida a los pies de Sheikh. Sheikh le acercó el pie al enrojecido sexo de Maui y vio como Maui lo usaba para frotarse. Dejó que siguiera hasta que volvió a correrse en aquella humillante situación de perra cachonda. Estaba acostumbrado a ver el deseo desbocado de las mujeres después de haber sido ensartadas por su barra de acero. Más calmada Maui, quiso descansar en el suelo, pero Sheikh pensó que una vez pasado el frenesí y el cansancio posterior, querría intentar huir, así que le indicó a Ibrahima:
–¡Átala de nuevo!
Sheikh se fue al frigorífico y se abrió una cerveza. Se acercó a Ibrahima y le ofreció otra. Oírlos beber hizo a Maui sentirse sedienta, había estado mucho tiempo con la bola en su boca o una polla y el semen ingerido no había reemplazado toda la saliva perdida. Sheikh pareció apiadarse de ella.
–¿Quieres una cervecita, rubia?
Ella asintió moviendo el cuello y vio cierta compasión en sus agresores, al fin y al cabo, ella se había mostrado bastante complaciente después de su resistencia inicial y ya pensaba que si ella pedía beber, solo la obligarían a beber su orina.. Sheikh le trajo una Estrella de Galicia y empezó a dársela como si fuera un biberón. Ella notó algo amarga esa cerveza, pero ya sabía que era más amarga que otras, no sospechó que el fuerte sabor se debía a la magia de la escopolamina, pero tras la cerveza empezó a sentir un sopor que casi la duerme.
Sheikh marcó nueve números en su móvil y comenzó a hablar delante de la rubia, casi durmiente, e Ibrahima.
–Puede venir cuando quiera, comisario. Está casi preparada. Falta el tatuaje, pero en breve se pondrá a ello Ibrahima. No, no cometerá faltas en árabe, su padre le enseñó el Corán a tortazos desde los cinco años. La letra con sangre entra, ya sabe.
La espalda de Maui empezó a transmitir el dolor de los pinchazos de una aguja, pero el burundanga ingerido impidió que pudiera oponer la mínima resistencia y permaneció casi inmóvil durante todo el proceso. La mano precisa de Ibrahima estaba escribiendo en tinta sobre su piel la misma frase en tres lenguas: اغتصاب لي, rape me, viólame. Al terminarlas con una bonita caligrafía, Ibrahima añadió dos rosas entrecruzadas con sendas espinas que simulaban clavarse en la nacarina piel de la rubia y hacían sangrar dos gotas rojas virtuales, el trampantojo favorito de los vampiros. Al terminar cubrió su obra de arte con una lámina de plástico para que se fijara bien a la piel.
El tatuaje debía estar perfecto al día siguiente a la misma hora, que sería cuando comenzaría la gran fiesta. Ella no pudo ver en ningún momento qué estaban escribiendo en su piel. Cuando terminaron, la desataron de la cruz y le pusieron unas esposas con los brazos unidos en la espalda y un collar unido a una cadena metálica. La llevaron a mear delante de ellos y la ataron después a una argolla del escenario bedesemero de Luppo. Allí quedó dormida unas horas, con el semen pegado en su culo y en su vagina. Sheikh se fue a dormir al dormitorio de Luppo y Maui y le encargó a su esbirro:
–¡Vigílala!
Al principio Ibrahima se dedicó a observar la hembra que tenía a su alcance. Acercó el sofá de donde estaba a donde podía tener a la rubia a sus pies. Se divirtió un poco recorriendo la piel de la chica con sus pies, pero al poco quedó amodorrado. A medianoche, Ibrahima no conseguía conciliar el sueño en el sofá, así que decidió volver a hacer uso de Maui. Le dio unos puntapiés en la cabeza para que despertase y siguió indicándole con el pie que se pusiera a cuatro patas. Una vez que la tuvo en la posición deseada, empezó a embestirla con su enorme polla, mientras la azotaba con una mano y con la otra bien le marcaba el ritmo de la cadera, bien tiraba de su pelo rubio, bien exploraba su culo. Al hurgar en su culo los enormes dedos de Ibrahima notaron unas contracciones del traidor cuerpo de la rubia que provenían de su vagina y abrazaban su verga. Aquel cuerpo traidor no podía evitar correrse cuando era usado de esta manera, especialmente cuando era usado por trancas de semejante calibre. Siguió follándola así un rato y después decidió usarla analmente. Aún así, consiguió pasar un pie sobre su espalda y terminó enculándola y pisándole le cara al mismo tiempo antes de correrse.
La modelo se sintió realmente humillada, no sabía si disfrutar de sus orgasmos o llorar y optó por lo segundo. Al verla lloriquear, Ibrahima decidió redoblar sus azotes y darle un motivo real para las lágrimas. Su culo terminó extraordinariamente rojo en lo que al día siguiente se convertiría en amarillo verdoso y se pasaría unos días amoratado. Al dejarla tumbada en el suelo, quiso dormir con un pie sobre su cara, así sabría si intentaba escapar y recordaría como la estaba enculando no hacía demasiado tiempo. Agotada, con un pie de gigante que apretaba su cara contra el suelo y requeteazotada durmió lo que quedaba de noche la desamparada Maui.
Jueves, 14 de julio
El comisario llegó de mañana para comprobar que el encargo estaba bien preparado. Apareció con su aspecto de Vin Diesel de 50 años, su pantalón de pinzas y su polo ceñido y sudado. Le abrió la puerta Sheikh y se encontró al bajar al estudio con una despampanantte rubia con el cuello atado a un collar sujeto de una cadena y atado a una argolla tumbada en el suelo con el pie bicolor sobre su cara.
Lo primero que hizo fue examinar detenidamente el palmito de la exhausta Maui en el suelo. Detuvo su mirada en su entrepierna depilada a la cera, sus muslos torneados, su ombligo de botón en su plana barriga, sus pechos generosos pero firmes, sus pezones grandes y atravesados por una barra brillante, su areola pequeña, su cabellera trigueña, su cara tapada por el pie de gigante. Aquel pie no acababa de gustarle en la escena. Sheikh y el comisario despertaron a Ibrahima echándole agua y riéndose. Con el susto, pisó un poco más fuerte sobre la cara de la chica que terminó por despertarse, aunque no quería abrir los ojos. Las risas de los tres hombres le dejaban claro que cuanto menos se hiciera notar, mejor sería para ella. Era imposible que aquel cuerpo no se hiciera notar por mucho que ella se callase Así que al poco, ya estaban las manos del comisario recorriendo toda su piel, diez dedos se esforzaban por tocar una pieza complicada en aquel piano de solo teclas blancas y rosadas, una vez liberado del pie blanco y negro.
–Buen ojo el morito, ¿eh? –bromeó el comisario con su escasa empatía. Los negros, ambos circuncidados, lo miraron con sonrisa fingida, pero al fin y al cabo, había sido el comisario el que había cerrado el negocio con el jeque: seis mil euros para el comisario por la rubia tatuada, otro tanto para Sheikh, unos polvos para Ibrahima, el perdón de la deuda para Luppo y un cuerpo dolorido para la atemorizada Maui o un temor paralizante para la dolorida Maui. Parecía un trato justo.
El comisario tiró del collar que sujetaba el cuello de Maui y ella pudo oler el amargor ácido de su polla junto a su nariz.
–¡Chupa! –ordenó lacónico el policía.
Mecánicamente Maui empezó a tragar la polla del comisario como desayuno. Siguió chupando, pero así no iba a conseguir mucha leche. Dándole palmadas en el culo, fue indicándole que se diera la vuelta para ofrecer mejor su culo y su coño como una perra. El comisario leyó el único letrero que entendía y comentó:
–Haremos caso a las instrucciones. Violaré este culito.
Sin mediar mucho más, introdujo su polla en el ano de Maui y en dos o tres embestidas ya se había corrido.
–Sois unos artistas –concluyó al observar detenidamente el tatuaje, con la caligrafía primorosa y las dos rosas entrelazadas con la sangre que asomaba de las espinas clavadas que parecía real.
El comisario fue a limpiarse al baño y les sugirió que fueran preparando a Maui para las cinco. Le echaron leche en un plato y se lo pusieron en el suelo para que lo tomase como una gata doméstica. La escena era realmente perturbadora. Después le pusieron algo de pan mojado en leche y vieron como se lo comía. Ella estaba realmente hambrienta. La dejaron descansar un par de horas más y decidieron que habría que lavarla bien. Ibrahima la llevó al baño tirando del collar y ella lo siguió como pudo, a veces andando y cuando se cayó, tuvo que seguirlo a gatas. Ibrahima no dejó de tirar al notar como se caía al suelo. La vigiló mientras permanecía sentada en el retrete haciendo sus necesidades. De la ducha también se encargó Ibrahima. Cuando la tuvo en la ducha, él se desnudó también y sin dejar de sujetar la cadena, fue lavándola con un chorro débil de agua fría. No quería que el agua caliente destruyera su obra maestra. Ella se dejó hacer, realmente se sentía sucia, habían usado su culo, su coño, su boca, tenía los dientes sucios,... Ibrahima también le lavó los dientes en la ducha, la trataba como un jarrón que hay que vender. Una vez que la tuvo lavada, no pudo evitar empalmarse y la puso contra la pared y se la folló con su cara notando los fríos azulejos. El coño de Maui volvió a su vida independiente y decidió correrse sin permiso de su dueña. Maui volvió a llorar al ver que no era capaz de controlar su cuerpo e Ibrahima se burló de ella, que seguía sollozando y con la vagina y el clítoris palpitando:
–¿Lloras por correrte? ¿Por qué?
No quiso contestar, segura de que no la entendería. Sheikh calculó que estaban tardando demasiado, por lo que entró en el aseo. Se encontró a Maui llorando sentada en el suelo y la enorme polla de Ibrahima aún empalmada y chorreando semen.
–Esta perra no acaba de entender su función en la vida. No puede dejar una polla chorreando sin limpiarla a conciencia con su lengua –explicó Sheikh que siempre sabía cómo conseguir que una mujer le obedeciera.
Agarró el pelo de la nuca de Maui y apretó con la otra mano la articulación temporo–mandibular obligándola a que abriese la boca, como cuando se saca el anzuelo de un pescado. Sin saber cómo, Maui ya tenía en su garganta el glande de Ibrahima y comenzaba a tragar los restos de semen y fluidos vaginales. Una vez que Sheikh decidió que la polla de Ibrahima estaba más que limpia, decidió volver a follarse a la rubia. La cara de Maui volvió a recorrer una hilera de azulejos desde la altura de la polla de Ibrahima hasta su propia estatura de puntillas, arrastrada por el pelo de su nuca atenazado en la mano de Sheikh. Dos palmadas en el interior de sus muslos le indicaron que debía abrir sus piernas y de nuevo sintió la polla de acero de Sheikh en su interior. Sin mover su cabeza, era imposible hacerlo, logró ver por el rabillo del ojo el destello del deseo en los ojos de Sheikh, su musculatura brillante, sus venas del cuello exaltadas. La fuerza de aquellas embestidas con su mano sujetando su nuca y haciendo que sintiera toda su piel en contacto con los azulejos, hicieron de nuevo que su coño decidiera correrse no una, sino tres veces seguidas. Sheikh fue plenamente consciente de cada descarga de aquel sexo femenino y se corrió abundantemente en su interior. De nuevo fue la mano de Sheikh la que llevó un glande al final de la garganta de la rubia. Esta vez no sabía si mostrar odio hacia ese hombre cruel o devoción hacia ese mágico falo de ébano. Sheikh no notó la diferencia y se quedó muy satisfecho.
–Vuelve a lavarla, en hora y media salimos –ordenó el jefe.
Esta vez sí que la limpieza del cuerpo de la modelo fue profesional y se dedicó solo a dejarlo fresco para el uso del jeque. Ibrahima la dejó un rato secándose al aire y cuando Maui empezó a tiritar de frío, la secó con cuidado con la toalla, el tatuaje aún estaba algo fresco. Al finalizar, la peinó con el pelo húmedo y volvió a cepillarla cada quince minutos.
La llave de Luppo entró torpemente en la cerradura. Las horas de juerga habían hecho mella en sus habilidades motoras y cognitivas. Entró en su casa y encontró a Sheikh y el comisario sentados en el sofá. Lejos de mostrarse enfadados por su presencia, como sospechó el fotógrafo en un primer momento, ya que él confiaba que se hubieran marchado, se mostraron afables.
–He venido porque a Maui le tocan los anticonceptivos. Como supongo que no querréis dejar rastro de vuestra presencia esta noche….–Se justificó Luppo titubeante, con su excusa preparada por si era necesaria.
–No te preocupes. Dáselos y vuelve. Te vamos a invitar a coca, pero antes debes posar hoy como modelo con Maui –dijo sonriente el miembro del cuerpo armado.
–Por cierto, vigila en corto a tu putita, se corre con cualquiera –advirtió Sheikh al fotógrafo en elevado tono voz.
Maui que estaba en el baño cercano, pudo escuchar con nitidez la advertencia de Sheikh y sintió vergüenza y culpabilidad por haberse corrido con la polla de Sheikh de aquella manera desaforada, pero no podía aceptar que ese falo mágico fuera una polla cualquiera. Cuando el fotógrafo se acercó con los anticonceptivos en una mano y un vaso de agua en la otra, Maui aún lo vio como un pobre cocainómano cornudo que se preocupaba algo por ella, en lugar de como el ser despreciable que la había entregado a unos crueles violadores como moneda de pago. Fue la última vez en su vida que sintió cierta consideración por el drogadicto, pero había que reconocer que las veces que Sheikh la había violado, ella las había disfrutado aunque fuera de forma culpable y eso aún le daba vueltas en su cabeza. ¿Por qué su coño la había traicionado? ¿Por qué no se secó ante aquella polla de acero que la atravesaba sin consideración? ¿Por qué había vibrado sin que ella lo deseara?
Maui ingirió la pastilla y bebió el agua sin dirigir una palabra a ninguno de los dos testigos que veían cómo aceptaba tomar aún precauciones con su cuerpo, como si aún viera un futuro en su vida que preservar.
El comisario gritó sentado desde el sofá:
–Venid, tortolitos. Os tengo un regalo en la mesa. Sentaos cada uno a un lado de la mesa.
–Ponle un vestido a Maui –ordenó Sheikh a Ibrahima.
Ibrahima le puso un vestido holgado a Maui como toda vestimenta, pero daba la impresión de que estaba vestida completamente y la acompañó hasta la mesa del despacho y la sentó en el lado del escritorio. Ibrahima puso una enorme bolsa de cocaína en el lado de la modelo y le dieron un buen fajo de billetes al fotógrafo.
–Ahora, ¡intercambiad los cromos! –explicó el juego el comisario mientras sostenía su propia cámara en una mano y la `pistola en la otra.
Contento Luppo hizo el intercambio creyendo que se podría quedar algo. Cuando el reportaje fotográfico estuvo terminado, Ibrahima recogió el dinero de la temblorosa Maui y el comisario le quitó toda la cocaína a Luppo. El comisario se acercó a Maui con la pistola aún en la mano y le ordenó que se levantará. Remangó el vestido de Maui e introdujo el cañón de la pistola en la vagina desnuda.
–Sheikh te ha explicado que si no obedeces como debes o hablas cuando te liberemos, estaréis los dos muertos. Si Sheikh no te mata, yo os meteré en prisión y allí hay varias presas que conseguirían una reducción de sus condenas por ayudarte a suicidarte. Descuida que tengo mucho más poder que tú, que tengo muchos amigos muy influyentes, como verás esta noche y que solo te conviene obedecer ahora y callar después. ¿Entiendes? –Le explicó a Maui muy despacio el comisario.
Maui no se atrevió a contestar, pero su cara de miedo dejaba claro que el temor la paralizaría antes de intentar escapar o delatarlos. Esta vez ya no se atrevió ni a llorar. Solo intentó salir de su cuerpo, dejarlo que hiciera lo que quisiera y olvidarlo todo. Su sexo asustado se volvió a mojar más de lo que ella hubiera deseado.
–Luppo, no vuelvas hasta las ocho –echó Sheikh al fotógrafo de su casa.
Si estás interesada en conocer algo más de mí, no dudes en escribirme a sirstephe@gmail.com. o búscame en mis enlaces. Si te decides a contactarme, exijo que me trates de usted y que seas mayor de edad (más de 18 años, NO VALE 17 años y once meses).