El día del examen
Me acarició y me besó mientras recuperaba el aliento. Bajo por mi pecho sudoroso y noté su lengua carnosa y suave rodear mi glande empapado del semen que no había entrado en su culo. Ya tenía la polla morcillona, pero después de varias chupadas majestuosas intentó enderezarse de nuevo.
- Para, para!
- Por qué? Si sé que te encanta.
- Claro que me gusta, pero la clase ya ha terminado.
- Pero te quiero dar un extra por las clases.
- Ya me lo darás si las cosas te salen bien con Samuel.
Estaba de rodillas sobre mí y sus preciosas tetas colgaban deliciosamente sobre mi cara. Esa vez no se había desprendido del sujetador y las veía más sexys. Me miraba con esa cara de traviesa que había aprendido a poner mientras pensaba en lo que le había dicho.
- Aunque me guste Samuel y empiece a salir con él… querrás darme alguna clase de refuerzo?
- Ya hablaremos de eso cuando lleves unos cuantos días con él. – contesté algo asustado.
La muy cabrona me había estado sobando la polla y los huevos durante la conversación, y ahora la tenía de nuevo como un roble. Bajó con la boca hasta ella y le dio varios lengüetazos mirándome por encima. Cuando se la metió en la boca y le dio una buena chupada ya no me pude negar.
Sus avances en el aprendizaje habían sido de diez, y de nuevo puede degustar una mamada majestuosa. Abría la boca y avanzaba con los labios por el tronco hasta tragársela entera provocando que mi culo se tensará levantándose de la cama cuando el glande atravesaba su garganta.
- Ufff, te has convertido en una perfecta zorra hermanita! – susurré entre jadeos.
Le puse una mano sobre la cabeza y la marqué el ritmo que me apetecía en ese momento, un ritmo lento y pausado para saborear cada tremenda chupada. Pensaba que iba a durar más, pues me acababa de correr en su culo, pero esas espectaculares chupadas hicieron que volviera a correrme con rapidez.
- Ahhhhg! Diosss, que putita que eres joder! Ahhhhg!
La leche saltó dentro de su laringe, y se sacó la polla para tan solo dejar el capullo dentro. Quería degustar el semen antes de que atravesara su garganta. No dejó que se perdiese ni una gota. Cuando se la sacó de la boca relucía como la plata recién abrillantada.
- Ummm, me gusta este sabor tan especial! Saben todas igual?
- Pues no lo sé. Nunca se la he chupado a un tío. – contesté riéndome, y los dos reímos casi a carcajadas.
Por fin me fui a mi habitación y dormí como si hubiera vuelto de una guerra. Cuando me desperté eran las diez de la mañana y no había nadie en casa. Mis padres trabajando y mi hermana estaría en pleno examen. Ese día hacía algo más de calor y me quité la camiseta quedándome tan solo con los pantalones cortos de algodón y los huevos colganderos.
Después de desayunar me salí al jardín con un segundo café. La brisa de la mañana era deliciosa bajo la sombrilla. Al momento oí la puerta, era mi madre, vestida elegantemente como casi siempre, y subida en unos altos tacones que la hacían más esbelta.
El vestido verde claro, algo elástico, marcaba sus amplias curvas, sobre todo por el contraste de su estrecha cintura. El escote era perfecto, dejando ver lo suficiente para que las miradas indiscretas se clavasen en el bonito canalillo. Su tremendo y atractivo culazo daba paso a unos potentes muslos que dejaba ver a través de una raja lateral.
Nunca había mirado a mi madre como la miraba ahora, en estos últimos días. Cada vez sentía más morbo y excitación al verla. Sus labios, perfectamente perfilados, con un carmín rojo suave me parecieron sensuales y sedosos cuando se acercó para darme un beso en la mejilla.
- Que tal hijo, como has dormido?
- Muy bien y tú?
- No tan bien como tú. – sonrió con cara pícara.
- He desayunado con tu hermana, y la he visto eufórica antes de que se fuera a hacer el examen.
- Bueno, supongo que serían parte de nervios por el examen y por su cita posterior. – contesté improvisando una salida para desviar lo que estaba seguro que pensaba.
- Jajaja, muy ocurrente. Voy a cambiarme y ahora me tomo un café contigo.
Sus insinuaciones ya no me ponían tan nervioso como los días anteriores, pero seguía temiendo sus preguntas incisivas, cosa que estaba seguro que me haría. Ya no dudaba de que nos hubiera escuchado por la noche, más bien lo daba como un hecho, pero una cosa es que nos oyera, y otra que hablásemos de ello.
Ya le había preparado un café y andaba sumido en la estrategia para abordar la batalla que se avecinaba cuando me desarmó por completo al aparecer con un bikini naranja, el cual escaseaba en tela. Se me dispararon los ojos como dardos sin una diana fija. La parte de abajo era un mínimo tanga que apenas cubría la vulva para subir las finas tiras contorneando sus hermosos muslos. La parte de arriba, apenas podía contener las exuberantes tetas. Los pezones se marcaban con descaro intentando atravesar la escasa tela.
La polla pálpito sin mi permiso e instintivamente me pase la mano por el pantalón. No sé si lo hizo a propósito, pero se giró para colocar la tumbona mostrándome su tremendo culazo desnudo por cuya raja se perdía la tira del tanga. Otro respingo incontrolado de mi polla me advirtió de que se me venía arriba sin que la pudiese controlar. El morbo que me estaba sirviendo era un plato que me estaba costando digerir.
- No conocía ese bikini mamá.
- Te gusta? – preguntó girándose a la vez que se colocaba la parte superior para que no se le salieran los gordos pezones aprisionados.
Era como mi hermana, pero con una talla más de bragas y sujetador.
- Te queda muy bien!
- Gracias! Apenas me lo pongo. Solo algunas veces para tomar el sol en la terraza. Cuando vamos a la playa a tu padre le da vergüenza que me vean así.
Se recostó de lado sobre la tumbona y la tela de la parte alta se estiró aún más intentando contener los dos tremendos pechos. Las pupilas no dejaban de moverse yendo de las tetas al pequeño triángulo que tapaba el centro de sus muslos. Era como una visión hipnótica. Volví a tocarme el bulto que crecía bajo el pantalón de forma inconsciente, pero mi madre se dio cuenta.
- Te he dicho que tú hermana estaba eufórica, pero no era por el examen.
- Es que te ha dicho algo?
- Me lo ha dicho todo.
- Y que es todo?
- Pues que va a ser, la clase que le diste anoche.
Nos mirábamos fijamente. Ya no era como la primera vez que mantuvimos una conversación así y me encontraba algo más seguro de mi mismo.
- Y supongo que te daría detalles, como la vez anterior.
- Pues si, y se le da muy bien contar estas cosas. Te puedo decir que me puesto… un poco caliente oyéndola, jajaja.
El que se estaba poniendo caliente era yo mirándola, pero quería disimularlo, aunque estaba seguro que era su intención. Ese bikini no se lo había puesto para tomar el sol pues se había tumbado a la sombra, y esa postura tan provocativa mostrándome cada curva de su cuerpo no era la mejor para mantener una conversación tranquila.
- Te has puesto caliente… escuchándola? – repetí sus palabras en forma de pregunta porque con esa visión mi mente se trababa y no me salía nada.
- Te he mentido, jajaja. No me he puesto algo caliente, más bien ha sido muy caliente. Se ha marchado antes que yo, y me he tenido que… masturbar antes de irme.
Según acababa la frase se pasó la mano abierta entre sus portentosos muslos. El descaro de sus comentarios obstruían mi mente, porque sus palabras no acababan de ordenarse en mi cabeza. El bulto que crecía bajo el pantalón de algodón era ya monstruoso y no paraba de tocármelo. Ella me miraba con sonrisa pícara.
- Tú hermana me ha contado con todo detalle como le has abierto el culo. – me dijo de repente.
- Joder, es lo que quería! – respondí defendiéndome pensando que era un ataque a mi depravación.
- Pero si no te reprochó nada. Cuando dos personas están de acuerdo en algo es lo mejor que hay.
- Tú no estás de acuerdo con papá en todo?
- Tu padre es demasiado tradicional y no quiere participar en cosas que a mí me gustarían.
Su comentario directo sobre la apertura del culo de mi hermana me hizo pensar en su propio culo.
- Te lo ha hecho… por el culo alguna vez? – pregunté balbuceando.
Ya me tocaba la polla con descaro y ella no paraba de pasarse la mano entre los muslos. Para mi era una situación incomprensible estar hablando de rotura de culos con mi madre, pero tampoco quería pensar demasiado sobre el tema.
- Un par de veces hace tiempo, pero cuando empezaba a gustarme no quiso continuar, y esta mañana al relatarme Lore cómo te volvías loco reventándoselo me he llegado a mojar.
El incesto con mi hermana había elevado el nivel de mi morbosidad, pero pensar en mi madre era como pensar en otra liga superior. Miraba sus ojos, su boca, sus labios, sus hermosas tetas y los latitos de mi polla subieron de intensidad. Volví a mirar la mano que mantenía entre los muslos y pensé en esa masturbación de la que me había hablado.
Buff, estaba que me salía cuando se levantó de la tumbona y con un contoneo sensualmente esquisto se dirigió hasta la barandilla. Cuando se apoyó y cruzo levemente una pierna tras la otra admiré la preciosa estampa de su culo, un culo prácticamente desnudo adornado por las finas tiras del tanga. Analicé de nuevo sus palabra, y la conclusión era clara. Ella quería que se lo follaran, pero mi padre no parecía estar interesado, algo que no podía entender. Mi mente no se podía perturbar más de lo que estaba, pero sus palabras no dejaban lugar a dudas, me lo estaba proponiendo a mí.
Me levanté y me acerqué hasta ella para ponerme tras su espalda. Sin llegar a pegarme a ella, la acaricié el pelo y me atreví a decirle.
- Eres una mujer preciosa, mamá!
- Me lo dices cómo hijo, o como hombre? – preguntó sin volver la cabeza.
La pregunta era directa y entendí lo que significaba, pero busqué una respuesta que además de inteligente era real, porque me seducía como mujer, pero el morbo de que fuera mi madre lo superaba.
- Te deseo como hombre, pero todavía más como hijo!
En ese momento me pegué a su cuerpo haciéndola sentir la dureza de mi miembro contra su hermoso culo, y la besé en el cuello retirándola el pelo. Ella inclinó la cabeza dejándome más espacio y los besos se repitieron hasta hacerse tremendamente lascivos. Metí las manos bajo sus brazos hasta tocar su vientre, y lo acaricié con los dedos subiendo lentamente por él. Cuando llegue al pecho y hundí los dedos en la deliciosa carne de sus tetas la lujuria retozo por todo mi cuerpo. El morbo del incesto era como la guinda que hace más atractiva la tarta.
Movió el culo levemente para sentir más mi empinada verga y suspiró largamente.
- Ummmmm, como me gusta sentir tu excitación tras de mí!
Mi madre no era como mi hermana, ni espontanea ni ingenua, más bien media cada una de sus palabras y sus actos con una perfecta exquisitez. Se giró para quedarse frente a mi con una mirada incisiva que sentí como penetraba en mi cerebro, y en ese momento me sentí como un puto aprendiz después de haber sido maestro.
Nuestros labios se fueron acercando con suma lentitud hasta rozarse, y sentí como se alteraba mi corazón latiendo con más fuerza. Fueron unos roces suaves, cargados de una sensualidad tremenda hasta que se sellaron para dar paso a una danza serpenteante de lenguas ávidas de sexo.
Me agarré bien a su culo y ella a mi cuello mientras nos restregábamos lascivamente, pero la exquisitez de sus besos devorándome los labios con una intensidad llena de una candorosa lujuria casi hizo que me olvidase de todo lo demás.
Cuando despegamos los labios me encontré con sus pechos, dos preciosas tetas con dos gruesos pezones casi rasgando la tela del pequeño bikini. Las miré con un deseo que no conocía, o que quizás no recordaba, pues sus palabras me remontaron a años atrás.
- Recuerdo como me chupabas los pezones cuando tenías dos años. – comentó pasándose los dedos sobre las protuberancias que emergían bajo la fina tela.
- Supongo que sería para sacarles leche. – sonreí divertido.
- Eso sería lo normal para un niño que se amamanta, pero en tu caso seguías chupando con ganas después de que se acabara. Estaba claro que sentías placer haciéndolo.
Se bajó la tela y los dos turgentes pezones emergieron como dos hermosas cerezas recién arrancadas del árbol.
- No quieres recordarlo? – me insinuó llevando mi cabeza hasta su pecho.
Rodeé un pezón con los labios a la vez que lo lamía con la lengua y noté como se endurecía como una piedra.
- Ufff cariño! Chupa! Chupa! Ni te imaginas lo que me gusta eso!
Pasé de uno a otro, chupando, lamiendo, incluso mordiendo, y sentí como restregaba su pelvis contra mi polla jadeando sin ningún pudor. Tenía las manos aferradas a su culo y tiraba de él cómo si quisiera separarle los glúteos. Bajó una mano mientras mantenía la otra tras mi cabeza y buscó entre mis pantalones. Mi polla ya era una piedra de mármol con venas esculpidas y no tardó en encontrarla.
- Dios mío! No me extraña que gritara así tú hermana.
Fue su expresión al rodearla con los dedos apretándola con suavidad. Todo mi cuerpo se estremeció ante ese contacto y solté el pezón que tenía entre mis labios temblorosos.
- Uf, estoy muy mal, mamá…
Sonrió de una forma maléfica acariciándome la cabeza.
- Tranquilo cariño. Me pone muy caliente pensar que te vas a correr con tan solo abrazarme.
Volvió a apretar mi cabeza contra sus pechos y comenzó a restregar mi capullo contra la tela que protegía su vulva. Volví a chuparle los gruesos y duros pezones y al momento mi polla empezó a soltar leche.
- Ahh! Si, si! Mójame bien con ella! Quiero sentirla correr por mis piernas!
Dejó de restregarla contra el pequeño triángulo naranja, ahora ya con manchas blancas de leche, y nos separamos un poco, lo suficiente para mirar hacia abajo y ver como el líquido blanco chorreaba entre sus muslos.
- Lo siento mamá! – pude balbucear totalmente abochornado por mi rápida corrida.
- No te preocupes cielo. Ahora podré disfrutar más tiempo de esta hermosura.
Se agachó y le dio varios lametazos al chorreante capullo relamiendo el semen que lo había impregnado. La erección había bajado, pero sentí un intento de enderezarse, sobre todo cuando lo engulló para chupar todo el semen que discurría por el tronco.
- Ufff, mamá… - suspiré al sentir esa delicia.
- De esto no se tiene que enterar tu hermana de momento, y tú padre… jamás! – me susurró al incorporarse.
- Si… claro! – balbuceé con las piernas temblorosas.
Acercó sus labios a los míos y pude sentir la lujuria recorriendo mi boca, además de el sabor de mi propio semen. Mi madre si que besaba de maravilla haciéndome sentir en cada beso su calidez, su ternura, pero también una lascivia que impregnaba toda mi piel. Los suaves movimientos restregándose contra mi cuerpo hacían que el vello se me pusiera como escarpias.
Me agarró de la mano para llevarme hasta su habitación, pero antes de salir de la terraza oímos la puerta. Como si los dos hubiéramos pensado lo mismo nos lanzamos hacia las tumbonas para recostarnos sobre ellas. El corazón se me puso a mil cuando oí la voz de mi padre desde la puerta que daba a la terraza.