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TODORELATOS » DOMINACIÓN » LA MODELO Y EL FOTÓGRAFO: MAR Y LUPPO
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Fecha: 26-Jul-23 « Anterior | Siguiente » en Dominación

La modelo y el fotógrafo: Mar y Luppo

AmoMuyEstricto
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Después de haber realizado una sesión de fotos con Luppo, cree ver en él un amo dominante y sesiona con él. Mar rememora como la domó su anterior amo y se comporta como la esclava perfecta. Luppo le pide ayuda para abusar de la joven Vika. (7/19) Version para imprimir

Lunes, 18 de julio

Luppo seguía durmiendo cuando sonó el timbre de su estudio. La mezcla de somníferos y cocaína había conseguido regularizar su ritmo circadiano, pasando de un extremo a otro. La insistencia de Mar despertó al fotógrafo bipolar. Luppo abrió la puerta vestido con sus calzoncillos de Calvin Klein y su torso de musculatura marcada y vello abundante. Al abrir la puerta y ver la cara de muñeca de la preciosa Mar vestida con una sonrisa angelical, una cascada de imágenes de la sesión fotográfica del día anterior inundó su mente depravada y sonrió también con un gesto olvidado. La recordó atada a la cruz de San Andrés con su culo respingón suplicando un azote, con su jugosa vulva abierta y depilada y sus extremidades estiradas y atadas a las argollas del suelo, arrodillada ante la cruz ofreciendo la fusta, sujetando el collar de perra y ofrendándolo a un amo imaginario.

–¡Buenos días, primor! –mostró alegría el fotógrafo.

–¡Buenos días! Ayer me olvidé el móvil después de la sesión de fotos. Tal vez me alteré demasiado y se me fue la cabeza –respondió Mar expresando picardía con la mirada y mordiéndose un labio al terminar la frase.

–Enseguida te lo traigo –respondió Luppo y fue ágil hacia su dormitorio con renovada juventud contagiada por ese ángel de ojos azules. Aprovechando el descuido de la modelo, había usado su móvil para contactar con la ingenua Vika y sonsacarle sobre sus deseos más oscuros simulando ser la modelo durante la noche anterior. No se preocupó por el rastro dejado en el historial de conversaciones de Instagram del móvil, intuía que Mar sería comprensiva con su pequeña travesura.

Al entregarle el móvil en la puerta, Mar se hizo la perezosa y con una timidez injustificada explicó en voz baja el motivo real de su visita:

–Digo yo que ya que hoy estoy aquí y ayer me dijiste que hoy no tendrías mucho trabajo, podríamos... sesionar. Hace seis meses que me abandonó Marc y ya lo necesito.

Luppo agradeció a la vida el regalo que le estaba ofreciendo. Miró de arriba a abajo con ojos lujuriosos ese cuerpo hecho para el pecado, sus muslos torneados, sus glúteos sobresalientes, su abdomen plano, sus pechos grandes y firmes, sus labios gruesos, su piel blanca y sus ojos azules que contrastaban con su pelo negro y rizado. Ese triunfo de la biología provenía de sus abuelos granadinos, que habían combinado la mejor mezcla genética entre árabes y godos, entre celtas e íberos, entre romanos y griegos, entre judíos y fenicios. Mar había elegido su vestuario para garantizar una respuesta positiva a su proposición deshonesta: unos pantaloncillos negros ceñidos y una camisa blanca con cuatro botones divorciados de sus ojales y su escote mostrando su sincero ofrecimiento desnudo. La ausencia de bragas o tanga era fácil de intuir por la redondez perfecta de su trasero embutido en los ajustados mini–shorts.

El cuerpo de Mar estaba acostumbrado a sesionar dos veces por semana mientras pertenecía a su anterior amo, Marc. Su ex era un hombre casado que disponía de cuatro horas los lunes y tres los miércoles. Ese horario de sesiones estaba marcado con corazones en un calendario en la cocina del apartamento de Mar. Las glándulas de la modelo salivaban quince minutos antes de cada encuentro, desde que recibía el mensaje en su móvil y sabía que tenía que esperar desnuda y arrodillada junto a la puerta levemente entornada con el corazón acelerado. Pese a su aparente escasa dedicación, había sido muy estricto con el adiestramiento de la joven. Aunque solo disponía de ese cuerpo dos días por semana, Marc procuraba que la mente de su esclava siempre estuviera ocupada por él y controlaba lo que ella hacía en cada momento del día y de la noche gracias a las redes sociales, el móvil y el correo electrónico, incluso debía compartirle la ubicación. El día que Marc decidió liberarla, Mar se sintió absolutamente vacía pese a no tener que volver a preocuparse por la batería del teléfono. Pasó de saber lo que tenía que hacer en cada instante de su vida a ser libre de decidir por ella misma dónde conducir su propia zozobra. Durante dos semanas decidió llorar a jornada completa y después poco a poco superó la pérdida y fue recobrando su independencia. Ahora lo que más añoraba eran las sesiones de BDSM intensas donde entraba en el subespacio y sus orgasmos consecutivos se sucedían incesantemente.

Marc había traspasado cada frontera que Mar había imaginado: ser usada analmente, ser usada como retrete, ser azotada hasta ir marcada de forma semipermanente, anillar su clítoris, ser castigada sin motivo, ser entregada a varios amos y a un ama, compartir a su amo con otras sumisas, buscar y preparar a otra sumisa para entregársela a su amo sin derecho siquiera a observar, visionar arrodillada junto a su amo una grabación donde él disfrutaba de otra sumisa sin tener ella derecho a llorar, solo a excitarse, limpiar los restos de una sesión anterior con otra sumisa,... Nunca entendió por qué una vez que era la esclava perfecta, su amo se deshizo de ella. Las razones habría que buscarlas dentro del matrimonio en peligro de Marc, pero el amo ni siquiera se molestó en explicarle a la atractiva muñeca sus verdaderos motivos.

La adiestradísima Mar entraba en su subespacio una vez que reconocía a un amo como tal, bien porque se lo hubiera indicado su anterior amo, bien porque lo hubiera reconocido ella por algún motivo. La sesión fotográfica del día anterior había bastado para convencer a la famélica sexual de que Luppo sería un buen castigador para sesionar y se levantó dispuesta a entregarse a él sin posibilidad de ser rechazada.

Luppo dió un paso hacia atrás para permitir el paso de la sumisa y le comentó que iba al baño. Mar se arrodilló en el centro del estudio fotográfico e invitó a Luppo:

–Mejor méeme, orine sobre mí. Yo lo limpiaré todo después. Puede usarme como desee. Seré su retrete, su sirvienta, su perra, su esclava, su sumisa, su coño, su culo, su boca, su cenicero,...

Cuando Mar entraba en el subespacio siempre trataba de usted a sus amos, aunque fueran temporales. Luppo no estaba acostumbrado a esa entrega absoluta y se sorprendió de la esclava que se le ofrecía. Empalmado, con la vejiga llena y con la cabeza revolucionada, fue a por algo de cocaína para acelerar su cerebro e intentar asimilar la situación. Abrió el cajón de la mesa del despacho, se sirvió un par de rayas y aspiró con fuerza.

–Desnúdate, perra –ordenó Luppo, más vigoroso gracias al alcaloide. La servicial Mar se quitó sus dos prendas y permaneció arrodillada con la boca abierta y la lengua suplicante fuera de su cálido y húmedo hogar. No tardó en notar un chorro caliente y ella bebió con ansia la orina de Luppo como estaba enseñada. Terminó duchada por el líquido amarillo y sus pezones se erizaron. Ella permanecía quieta expectante a las órdenes de su amo y el fotógrafo la cogió de su melena rizada y marcó el movimiento de su boca. Mar engulló aquel miembro erecto y disfrutó de sentirse usada de nuevo sin contemplaciones. Luppo no tardó en correrse en su boca y ella se esforzó en limpiar los restos de semen entre el glande y el prepucio.

Gracias al polvo colombiano, la erección se mantuvo intacta durante un buen rato en el que Mar veneró ese miembro que deseaba dentro de ella. Nunca Luppo había sentido tanto poder sobre una chica y sabía que podría hacer con ella lo que quisiera. No supo por qué, pero decidió arrastrarla de los rizos hasta que la mejilla de Mar se posó sobre el charco amarillento del suelo. En esa postura pisó la cara de Mar apoyando todo el pie en el cálido moflete para evitar pisar su propia orina y con palmadas fue indicando al culo de la morena que se le acercase y ofreciera. Fue aumentando el ritmo y fuerza de las palmadas hasta que Mar dijo en trance:

–¡Gracias por los azotes! Si lo desea, puede mejor azotarme con el látigo o la fusta, estoy acostumbrada.

–Yo decido, zorra deslenguada. Tráeme esa fusta…¡con la boca! – ordenó Luppo asumiendo su papel de dominante y liberó la cara de porcelana que mostraba una sorprendente sonrisa. Para reforzar la inmediatez exigida, le dio una patada en el trasero para que la esclava voluntaria acelerase la marcha. Gateando con la espalda arqueada para ofrecer mejor su ano, como le había enseñado Marc, fue a recoger la fusta. La atrapó con su boca y se la entregó al fotógrafo simulando que era una cachorrita que iba moviendo la cola contenta cuando le devolvía a su amo los juguetes que le tiraba. Al coger la fusta de las inocentes fauces, la mano de Luppo sintió unos besos agradecidos de una perra que suplicaba por ser fustigada hasta quedar marcada.

Los azotes de Luppo se repartieron entre sus piernas, su bonito trasero y su blanca espalda. Mar permanecía impávida e inmóvil durante el castigo. Luppo no sabía de dónde procedía esa crueldad con ese ángel que solo había sido generoso con el tipo más egoísta del Raval y solo le mostraba agradecimiento, pero sospechó que el despecho que sentía por el abandono de Maui podía estar detrás de la fuerza desmedida que impulsaba su mano implacable. Las líneas rojas en la hasta hace poco inmaculada espalda de Mar la hacían aún más deseable y sintió el deseo irrefrenable de penetrarla. Agarró las crines morenas y embistió con energía en esa vagina empapada y chorreante. Desde que la cara de Mar había sentido la orina en su mejilla izquierda y el pie de Luppo en la derecha, su vagina no había parado de inundarse de flujos. Los azotes solo habían aumentado la salivación de sus glándulas vaginales. Marc ya no estaba, pero la educación que había escrito a golpes en su piel y en sus glándulas no se borraba fácilmente. Siempre se mostraba agradecida ante cualquier amo despiadado.

La humillación, los azotes y un pene erecto taladrándola hicieron que Mar se viera obligada a suplicar permiso para correrse. Luppo no tenía hábito de dominar hasta ese punto el cuerpo de sus amantes y la autorizó displicente. Con el tiempo, aprendería a negarle los orgasmos y controlar mejor el sinuoso cuerpo de Mar, pero era su primera sesión con esa esclava entregada que ya venía domesticada por un amo mucho más estricto. Notar las contracciones de la vagina de Mar abrazando su pene erecto fue un momento de intensa alegría para Luppo, pero aún se encontraba lejos de su segunda corrida. Continuó cabalgándola, pero la abundancia de flujos hacía casi imposible sentir alguna presión sobre su glande que nadaba dentro de ese mar salado.

–Prepara tu culo, perra –ordenó el drogadicto y una nueva sonrisa apareció en la cara de Mar. La esclava separó ambos cachetes con las palmas de sus manos y ofreció una vista descarada al asombrado Luppo. Con las dos manos en su trasero, solo podía apoyar su cara en el suelo mojado para mantener un precario equilibrio, pero la obediencia absoluta era algo que había aprendido hacía tiempo cuando estaba sesionando y cada nueva humillación la hundía más en el subespacio donde cada ultraje la enardecía más y más. Ninguna expresión de desagrado podía apreciarse en esa morena entregada con el pelo levemente mojado, solo agradecimiento, ternura, deseo y obediencia. Luppo no se había sentido tan poderoso en su vida como penetrando ese ano dilatado. Cuando sintió que el semen pedía paso, agarró la cabeza del suelo y la llevó a que lamiese su progenie desperdiciada. Mar limpió con veneración ese mástil masculino.

Cuando Luppo sintió que no extraía más placer de aquella boca y que su miembro terminaría irremediablemente fláccido, anunció a su sirvienta:

–Ahora límpialo todo y recoge con cuidado, después haré una inspección y suelo castigar a las que no saben hacer bien su trabajo. Yo ahora me vuelvo a la cama. Cuando termines, si estás limpia, puedes venir y acostarte a mi lado en la cama.

Marc no solía ser tan tierno y el plan de terminar acurrucada junto a su amante le pareció muy romántico. Mar sin perder tiempo se puso a fregar el suelo, aunque recordó alguna vez que Marc le había obligado primero a lamerlo en una situación parecida o tal vez lo secó con su pelo arrastrándola por los pies, ya empezaba a olvidar aquellas escenas salvajes donde su juicio se nublaba. Nunca volvería a tener un amo tan estricto como Marc, se lamentó la sumisa devota, pero sonrió al imaginarse ya en la cama acariciada por el retratista. Al terminar se dio una ducha larga con agua caliente que hizo que todas las marcas de su piel se hicieran aún más visibles. Fue sigilosa al dormitorio de donde procedían los ronquidos y encontró el largo cuerpo de su amante extendido en la gran cama. Ella gateó hasta que su cuerpo quedó junto al suyo y se pegó hasta sentir su piel en la espalda. Adormilado, Luppo acarició ese cuerpo hecho para el vicio y cuyo aroma le hizo pensar que tocaba a Maui..

Unos sonidos como gotas de agua cayendo despertaron algo nervioso a Luppo que con un zarpazo cogió el móvil de Mar. Era Vika comentando por Instagram que volvía a casa en Galicia y que le esperaban dos días de coche, porque habían salido tarde y dormirían en Burgos. Mar se sorprendió de que Luppo le hubiera arrebatado el móvil, pero Marc ya la había acostumbrado a sentirse invadida en su intimidad impunemente. aun así, exigió una explicación y Luppo se vio obligado a dársela:

–Es Vika, una amiga de la zorra de Muriel, la perra que envenenó a Maui para abandonarme. Nunca me fie de ella, siempre quiso ir de listilla. El caso es que creo que gracias a Vika, si tú me ayudas, voy a poder vengarme de Muriel y ganar bastante dinero.

–Ya, pero estás usando mi móvil. ¿Qué tengo yo que ver en esto? –respondió Mar mostrándose todo lo enfadada que sabía mostrarse, que tampoco era tanto.

–Esta chiquilla, Vika, quiere subastar su virgo. Yo creo que podemos ayudarla y llevarnos nuestro porcentaje. Si me ayudas, tú también llevarás tu parte.

–¿Es legal lo que pretendes?

––Solo pretendo ganar dinero y vengarme de Maui, no soy una ONG. Lo importante es irnos ganando la confianza de la chica. Vamos a contestarle.

En la pantalla del móvil de Mar apareció este diálogo y ambos amantes pensaron con complicidad cada respuesta y respondieron al unísono, Luppo dictaba y Mar escribía:

Yo: Es una buena ocasión para disfrutar de la noche y conocer chicos. Seguro que muchos querrán desvirgarte.

Vika: No creo. Para muchos soy demasiado joven, además no creo que Muriel quiera que salgamos. Tampoco quiero que me desvirgue el primero que pase, quiero que sea algo especial. Por si fuera poco, yo nunca he salido de noche y no bebo alcohol..

Yo: Nunca es tarde para empezar. No tienes que beber o en cualquier caso, bebe poco si sales de noche con Muriel. Si quieres parecer mayor, maquíllate y enseña escote, tus pechos están muy desarrollados.

Vika: Es buena idea. Muriel suele llevar los labios y los ojos maquillados, si salimos le pediré ayuda.

Yo: Si sales, mañana me cuentas.

Al terminar esta conversación, Mar se dio cuenta de que se había olvidado de su ritual diario para recuperar a Marc con tanta excitación. Se preocupó estúpidamente por el mantra que no escuchaba su dios, se sentía como un musulmán que hubiera olvidado sus oraciones a Alá. Subió cinco fotos que le había hecho Marc cuando estaban juntos y que insinuaban su sumisión: ella arrodillada en pantalones cortos, con la mirada baja esperando para besar a su amo, vestida con la minifalda negra que le regaló porque decía era la prenda bedesemera por excelencia,....

Al llegar a Burgos, la pareja femenina se alojó en el hotel cuya habitación había reservado Muriel por la mañana, justo antes de salir del club ecuestre. El hotel estaba al norte del río Arlanzón y cerca de la catedral, en pleno centro de Burgos. Ya por la avenida que seguía el río, Vika apreció la impresionante catedral y le pidió a Muriel:

–Esta noche iremos a ver esa iglesia, ¿no?

–De acuerdo, pero estará cerrada. Solo la veremos por fuera. Una vuelta corta y a la cama, mañana nos espera un viaje tan largo como el de hoy.

Ambas se ducharon y arreglaron para cenar. Muriel se sorprendió al ver la ropa elegida por Vika: unos pantalones rosas muy cortos y una camiseta a rayas con una cremallera delantera que Vika dejó bastante abierta para que asomara su provocador canalillo, aunque para aquellos pechos cualquier diminutivo era paradójico. Imitando a Muriel, tampoco se puso ropa interior, ni bragas, ni sujetador. Sus turgentes pechos vencían la gravedad por novedosos mientras que el roce de las costuras del pantalón en el clítoris de la joven, provocaba una sonrisa cuando caminaba.

Por suerte el verano había llegado incluso a Burgos. Muriel se sorprendió aún más cuando esa mujer tan provocativa le pidió su pintalabios y le suplicó que le pintara la raya de los ojos de un negro intenso.

–Solo vamos a cenar y dar una vuelta, Vika, no hace falta que te arregles tanto –aclaró Muriel.

–Pero me apetece. Por favor, ayúdame –suplicó Vika y Muriel no pudo resistirse a esa mirada de cachorra indefensa.

Se dieron una vuelta por el centro de Burgos y tapearon en una terraza. Todos los viandantes masculinos detenían su mirada en el escote de Vika quien descubría como esa parte recién estrenada de su anatomía dibujaba una sonrisa depravada en todos los hombres heterosexuales. Al terminar, rodearon toda la catedral y Vika preguntaba quién era el guerrero de la estatua. Muriel no supo bien qué versión de la historia contar y optó por no responder a la pregunta. Al pasar bajo un arco, encontraron un pub con mucho ruido y con un grupo de guiris. Celebraban un reencuentro de estudiantes Erasmus del curso anterior. Vika miró con interés y Muriel le preguntó:

–¿Quieres que entremos?

–Sií –respondió entusiasmada.

Muriel convenció a Vika para probar una Coronita y la chiquilla imitó a su nueva amiga exprimiendo el trocito de limón e introduciéndolo en la botella. Mientras, el grupo de ex erasmus bebían de grandes vasos de cerveza y algunos combinados con bebidas espirituosas. La mayoría procedían de Francia e Italia, aunque dos esbeltas polacas movían las cruces sujetas a las cadenas de sus cuellos en la improvisada pista de baile. Vika y Muriel decidieron bailar junto a las blondynki. Sonaban conocidas canciones de reggaeton y electrolatino, que bailaron las dos de forma provocativa. Muriel se puso detrás de Vika y frotó sus caderas contra el contoneo del culo adolescente apenas contenido en aquellos minipantalones, siguiendo las normas estrictas del perreo: todo vale para conseguir que todos los hombres del local se empalmen. Viendo como los guiños de los cachetes de Vika, que asomaban bajo la tela rosa y les robaban las escasas miradas que escapaban del escote de la ucraniana, auténtica dancing queen de aquella noche, las dos rubias empezaron a bailar de forma más provocativa y a sonreír cada vez que alguna pupila masculina se detenía en cualquier parte de sus anatomías.

No tardó una nube de italianos en rodear a las cuatro féminas. Ambas polacas se mostraron especialmente amables con sendos transalpinos y mostraban sus dientes nacarados enmarcados en rojas carcajadas. Vika decidió intercambiarse con Muriel y ser ella misma la que apretase sus caderas contra el trasero de la artista. Al poco tiempo, un ineludible francés arrimó su sexo a la joven ucraniana. La chica notó divertida cómo el miembro galo crecía dentro del pantalón. Incluso dio un paso hacia atrás para apreciar mejor la evolución de la erección mientras movía sus caderas a izquierda y derecha. El francés sin mediar más palabras intentó besarla, pero Muriel, que estaba atenta, se intercambió a tiempo de evitar malentendidos y se llevó a Vika de la mano a otro lado del local.

Se acercaron a la barra y el camarero les sonrió y les sirvió otras dos coronitas sin pedirlas. Vika repitió el gesto de exprimir el limón, meterlo en la botella y chupar la botella rodeando el gollete con sus labios. Muchos imaginaron su propio glande en el lugar del gollete mientras miraban beber a la leopolitana. El camarero, al ver a Muriel abstraída deslizando descuidadamente sus dedos arriba y abajo en el cuerpo de la botella bromeó:

–¿Pensando en tu ex novio?

Y ante la cara de extrañeza de la más joven, colocó completo el conocido chiste:

–Es por una chica que estaba como Muriel acariciando así el cuerpo del botellín y el novio le pregunta: “¿qué piensas?” y ella le responde: “En Fernando...”, y él al darse cuenta que se refería al anterior novio le pregunta: “¿Y nunca piensas en mí?” y ella empieza a acariciar el estrecho cuello de la botella –y el camarero repitió el gesto con los dedos muy juntos, simulando masturbar verticalmente la picha de un niño.

Vika se rió con sonoridad y Muriel fingió una sonrisa. Al presentarse, se descubrió que el camarero se llamaba Fernando. Continuó el interrogatorio preguntando de dónde eran, qué hacían en Burgos,... Muriel inventó una historia: Vika estaba estudiando filología hispánica en Malmö e iría al curso siguiente a hacer su curso Erasmus. Ella era su prima, también sueca, pero criada en Barcelona. Habían ido a buscar piso. Eran morenas porque en realidad eran nietas de español, su abuelo era un cantaor de flamenco que había hecho una gira por Suecia en los años setenta y tuvo varios hijos que no conoció nunca. Las carcajadas de Vika no sorprendieron a nadie, parecía achispada por el alcohol. Fernando se comprometió a darle trabajo en el bar a Vika en cuanto volviese para el curso.

Las dos primas sueco–españolas volvieron a la pista de baile, las dos polacas ya mantenían una conversación animada demasiado próximas a sus contertulios italianos que contaban interminables anécdotas mezcladas con imposibles piropos en inglés de Lombardía, como si las polacas entendieran todo lo que ellos les contaban con sus lenguas incansables.

Sin previo aviso, un cubano que acababa de entrar empezó a bailar provocativamente con Vika, que no pudo evitar seguir su ritmo. El cubano se aproximaba lo justo, la hacía girar y, sobre todo, sonreía. Nadie podía decir que no estuviera dispuesto a beberse hasta la última gota de vida de la cría, pero solo obtenía miradas de envidia y admiración. Al poco, el torbellino caribeño estaba besándose con Vika en plena pista de baile. Fue el primer beso que Vika dio a un hombre y realmente lo estaba disfrutando.

El habanero arrastró a Vika detrás de una columna y empezó a acariciar su cuerpo. No tardó en detenerse en la entrepierna juvenil, Vika abrió un poco las piernas y empezó a frotarse con los dedos que se habían detenido donde ella deseaba. El cubano no tardó en notar cómo se mojaba la tela rosa. Con cierta duda por el exceso de humedad, se llevó un segundo el dedo a su nariz para comprobar que la criatura no se había meado. Al olerlo, una sonrisa triunfante lo delató y volvió a rozar esa tela cuya humedad delataba el ardor interno. Siguió apretando con fuerza aquella costura y un orgasmo sobrevino a Vika. Vika quiso parar un rato el tiempo, disfrutó del instante y encontró de nuevo la cara de Muriel buscándola. Para ella había sido una noche de demasiadas emociones y ya quería irse. Se alejó un poco del cubano y se pegó a su amiga y le dijo que se fueran a dormir.

Por el camino al hotel comenzaron una animada conversación. Vika necesitaba compartir su agitación por haber besado a un hombre por primera vez y Muriel comentó:

–A juzgar por tu pantalón, parece que te lo has pasado muy bien –y miró descaradamente la mancha que se veía en la entrepierna del pantaloncito rosa.

Vika se miró en el espejo de un escaparate y se sonrojó. Finalmente comentó:

–Ha sido mi primer beso con un hombre. Ha sido muy intenso.

–¿No querías continuar?

–Sí y no. Por esta noche ha sido suficiente. Necesitaba parar, tomar aire, descansar, contártelo. Me ha gustado cuando me ha llevado con decisión tirando de mi mano detrás de la columna y ha empezado a acariciarme por encima del pantalón. En ese momento, hubiera hecho lo que me hubiera pedido. Después empezó a acariciarme por encima del pantalón y no paró hasta que me corrí.

–Para ser un primer beso, no ha estado nada mal. Además, bailaba muy bien.

–Sí. Me lo he pasado genial esta noche. Quiero volver a salir de noche contigo, por favor.

–No te emociones. Cuando vayas al instituto, harás una pandilla de tu edad y seguro que te lo pasas mejor.

–La verdad es que ha sido un viaje muy intenso. Recoger a tu amiga, que estaba tan alterada, ir al club ecuestre, conocer a Irene y a Toni, montar a caballo… Ver el desvirgamiento de esas dos chicas. Besar a un cubano. Han ocurrido más cosas en una semana en España que en toda mi vida en Ucrania – resumió Vika acelerada.

–No siempre será así, pero es cierto que en España se ama la VIDA con mayúsculas.

–¿Cómo te anillaste el clítoris? –preguntó sin previo aviso Vika, que tenía especial interés por este tema.

–Me obligó el Amo –Muriel siempre se refería así a mí, nunca me llamaba por mi nombre. –Le gustaban mis pezones anillados y quería algo más fuerte que me uniera a él. Decidió que anillándome el prepucio del clítoris, pensaría en él cada vez que me excitase. Además, fueron las anillas de mis pezones lo que nos unió, nuestra primera conversación fue sobre eso. Fue muy romántico. Fuimos los dos al local de piercings y tattoos. Me acompañó todo el rato, me cogió la mano cuando la aguja atravesó mi piel. Entonces vivíamos separados, él en Galicia y yo en Barcelona. Él vino a verme una semana y el último día fuimos a anillarme. Después de anillarme, no podía tener sexo durante una semana, por eso lo hizo el último día.

Al llegar al hotel, las dos chicas se acostaron desnudas en la cama doble. En el hotel se habían equivocado y les habían dado una cama de matrimonio en lugar de dos individuales, pero Muriel no exigió el cambio al llegar y a Vika no le importaba nada ese exceso de intimidad. Muriel cayó rendida al poco. Vika seguía muy excitada y antes de dormirse, se masturbó ella misma recordando al cubano, su mano llevándola a una cuadra y desvirgándola como si fuera una Marta con el clítoris anillado.

 

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