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Fecha: 18-Ago-23 « Anterior | Siguiente » en Sadomaso

Un castigo inmerecido (1/3)

yanine10
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Una mujer y sus dos doncellas son raptada para hacer pagar la deuda contraída por su marido. Version para imprimir

Un castigo inmerecido

Capitulo 1.- Torturando al mismo tiempo a la señora y a una de sus criadas.

Diana vivía holgadamente con su marido en una gran casa en Lupemi con dos jóvenes criadas a su servicio cuando de repente todo cambió… Se quedó atónita cuando su marido le explicó que todas nosotras deberíamos acompañarlo a Japón por haber sido requerido por su jefe para pedirle todo tipo de explicaciones.

Ella no entendía nada de lo que sucedía y fue entonces cuando se enteró que sus negocios no eran nada limpios y había sufrido graves problemas económicos, de los que tendría que responder.

Él estaba verdaderamente asustado y Diana le instó a que recogieran lo más imprescindible para salir huyendo lo antes posible porque si iban a Japón, quién sabe lo que les podría pasar.

Cuando, esa noche salían de casa por una puerta trasera, cuatro hombres asiáticos les cortaron el paso a punta de pistola y les obligaron a entrar en sus coches… Su marido fue introducido en uno de ellos y las tres mujeres, en el otro… Ya no se volvieron a ver.

Diana recordaba que fueron llevadas a la zona privada del aeropuerto y en una pequeña avioneta abandonaron los EEUU para dirigirse a Japón.

Una vez allí las llevaron ante Isamu, el Jefe de la Organización, quién le explicó que su marido les había robado a la Organización mucho dinero y que ella, por ser su esposa, debía estar enterada de todo porque caso contrario era una negligente e irresponsable de no saber de donde procedía tanto dinero.

Por lo tanto la Organización la había sentenciado a ella y a sus criadas, por callar y no delatar nada, a sufrir una terrible tortura, que sería vista y grabada para comenzar a recuperar el dinero robado.

De superar esta terrible tortura, las supervivientes entrarían a trabajar en uno de sus prostíbulos por el resto de sus días.

A pesar de declarar su inocencia y de implorar desesperadamente, nada le valió… De su esposo no se habló nada, por lo que supuso que posiblemente lo habrían eliminado.

Tras su sentencia, Isamu miró a los tres cautivas acurrucadas de susto delante de él… Sus ojos mostraban una cruel maldad mientras veía sus temblorosos cuerpos.

Mi nombre es Diana Brow… Soy inglesa y tengo 29 años... El largo pelo castaño y un bronceado intenso resalta perfectamente en mi cuerpo… Isamu y los hombres que estaban allí con él, disfrutaban de la vista de mis pechos, mientras yo trataba de ocultarlos.

Mis criadas, Lupe y Rosa, tienen tan sólo 18 años… Eran mexicanas y las tenía a mi servicio desde hacía dos años… Estaban abrazadas, temblando y gimiendo de miedo, sin entender nada de lo que estaba pasando.

Diana trató sin éxito de ocultar su propio terror creciente mientras miraba a los rostros crueles de los allí presentes.

Isamu sonrió, como un gato jugando con un ratón… Le dijo:

- “Veo que entiendes que tu huida ha fallado... Y si huías es porque algo tienes que esconder… Es justo que sufras al máximo las penas por intentar escapar... Llevarlas abajo y dáselas a Lady Jun Mei y sus mujeres… Que experimente todo lo que quiera con estas tres.

Unos minutos más tarde, las prisioneras eran conducidas a lo largo de un corredor de piedra, iluminado por antorchas de luz encendidas alineadas a cada lado de las puertas enrejadas de las celdas… Finalmente, las tres mujeres llegaron a una gran cámara abierta.

Muchas lámparas en su interior iluminaban totalmente la estancia… Diana miró a su alrededor viendo cuerdas colgando del techo,  cadenas en las paredes y un sin fin de instrumentos de tortura… Esta era una gran cámara de tortura.

- "Bienvenida a mi lugar de trabajo", dijo una voz suave y tranquila... Diana se dio la vuelta sorprendida cuando una mujer entró por otra puerta... La siguieron de cerca dos jovencitas y tres hombres… Diana pensó que la mujer tendría unos cincuenta años.

¿Serían ellas sus torturadoras?... ¿Cómo podría una persona tan serena y elegante desear hacerles daño?’, pensó intrigada.

El cuerpo de la mujer era grueso pero musculado… Tenía grandes pechos que colgaban debido a su edad… Su rostro denotaba crueldad.

Diana pudo ver que no estaba completamente desnuda debajo de la tela semitransparente del kimono que llevaba, al igual que las chicas, un pequeño triángulo negro de seda sobre su pubis… Era una minúscula tanga cuyo hilo pasaba entre sus gruesas nalgas.

Los tres hombres vestían soló unos taparrabos blancos y sus cuerpos musculosos se veían resbaladizos por estar untados de aceite, brillando bajo las lámparas encendidas.

Diana también vio que los largos y oscuros pezones de la mujer ya estaban duros y puntiagudos por la excitación y emoción del momento.

- “Soy la Lady Jun Mei... El Jefe Isamu es muy generoso al enviarme tres prisioneras tan deliciosas para disfrutar con ellas mientras las torturo... Así que voy hacerlo lo mejor posible para no defraudarlo”, dijo la mujer, mirando como las dos chicas que iban con ella comenzaron a tocar y acariciar los cuerpos de las prisioneras.

- "Es hora de que te quites toda la ropa ya que molesta para las cosas que el jefe desea que te haga... ¿Te la quitas o debo ordenar a los guardias que te desnuden?", le dijo…  Hizo una pausa, con una sonrisa siniestra mientras se lamía los labios.

Diana y sus doncellas se miraron aterradas.

- 'No pienses en escapar, los guardias están cerca... Además, aquí estamos acostumbrados a tratar con las reacias invitadas del jefe.”

Diana alcanzó a regañadientes el primer botón de su vestido... Inmediatamente, una de las chicas que estaba allí le ayudó a quitarse la ropa hasta quedar desnuda... Las suaves manos de la jovencita continuaron acariciándole la espalda y las nalgas mientras Diana observaba a Lupe y Rosa desnudarse de la misma manera.

- "Te veo madura y me gusta tu cuerpo para disfrutar con él... Tú, serás la última", le dijo Jun Mei a Diana… Sus delgadas manos ahuecaron los grandes pechos de la inglesa y sus largas uñas rasparon las anchas aureolas antes de pellizcar cada pezón rosado con mucha excitación.

- "Primero, verás cómo tus criadas gritan de agonía bajo mis castigos", le explicaba mientras sus manos se movieron por el cuerpo de Diana palpándola por todas partes… Sus dedos trazaron el contorno de su pubis y la hendidura de su sexo.

- "Y cuando escuches sus gritos, mis ayudantes harán que te corras una y otra vez, para que te mojes y estés lista para tu turno."

Luego, dio un paso atrás, mirando a Lupe y Rosa… Señalando a Rosa, dijo:

- “Empezaremos por esta... Poner a las otras dos arrodilladas en los marcos de bambú.”

Los guardias cogieron a Diana y Lupe, llevándolas a un lado de la cámara de tortura donde habían dos marcos bajos, en forma de 'A' hechos de bambú pulido.

- “Arrodíllate y pon tu cuerpo pegado contra la caña horizontal”, ordenó Jun Mei con voz suave.

Arrastrándose torpemente, Diana se giró para dar la espalda al marco… Podía ver a Lupe posicionada contra el otro marco con sus muslos bien separados mientras trataba de poner sus rodillas en el suelo y separándolas hasta que cada uno de sus muslos se pegaron a los gruesos postes de bambú y colocar sus rodillas en la posición que le habían ordenado.

Momentos después, la joven inglesa sintió la tensión dolorosa en los músculos de sus muslos cuando sus pies fueron arrastrados hacia atrás y sus tobillos atados… Luego, ataron una cuerda en cada muñeca y pusieron sus manos detrás de ella.

Los guardias, trabajando con la habilidad de una larga experiencia, estiraron los brazos hacia atrás y hacia abajo antes de atarlos al marco... Las cuerdas la sostenían con fuerza contra los gruesos postes de bambú, pero también arrastraban sus hombros hacia atrás, obligando a sus grandes pechos a sobresalir aún más.

Justo cuando Diana pensó que habían terminado, pusieron otra caña de bambú entre el marco y la parte baja de su espalda... Ignorando los jadeos de dolor de Diana, el guardia la bajó hasta que se apoyó en sus nalgas... Con ello, sus caderas quedaron empujadas hacia adelante mostrando su sexo para los tormentos que deseasen aplicarle en su coño y ano.

Diana trató de controlar su respiración rápida mientras miraba la obscena posición en la que quedaba el cuerpo de Lupe en el otro cuadro… Sabía que ella debía verse igual y se estremeció, esperando que comenzaran con la tortura de Rosa, que todavía estaba parada entre las dos jóvenes, con los ojos muy abiertos de horror mientras veía a sus dos compañeras prepararse para que vieran su terrible tortura.

- "Así podrás ver todo desde aquí y también estás disponible para nosotras", le dijo Jun Mei mientras sus dedos recorrieran el cuerpo de Diana, observando la tensión de sus músculos mientras sus dedos hacían cosquillas en el estómago plano y tenso y luego se sumergían lentamente entre sus labios vaginales.

- “Ahora voy a preparar a tu otra criada para su tortura”… Se giró para ver cómo se colocaba un pequeño marco de madera en el suelo, en el centro de la cámara.

El marco tenía dos montantes verticales gruesos, cada uno de aproximadamente 1 m de alto, con un hueco tallado en forma de U en la parte superior... Estaban separados poco más de la anchura de los hombros… Una viga transversal corta en cada extremo mantenía el marco estable en el suelo, sin cuerdas, ni otro tipo de fijaciones.

Diana, luchando contra el dolor de sus ataduras, no entendía cómo se podía usar un objeto así en la tortura de su criada.

De repente, el silencio de la cámara se rompió… Rosa dio un grito y trató de escapar corriendo… Hubo una lluvia de bofetadas y golpes cuando las chicas la agarraron, obligándola a regresar al área central.

Diana se dio cuenta de que era la vista de uno de los guardias y lo que llevaba, lo que había provocado el pánico en su joven criada... Rosa vio, al igual que ella, que portaba un guante negro, cuerdas de cuero y una gruesa caña de bambú pulido... Rosa temblaba violentamente mientras esperaba pacientemente, mirándola a ella.

- 'Acuéstate en el suelo y déjate atar... ¿O debo decirles que te obliguen?”, dijo suavemente Jun Mei a la temblorosa Rosa.

La joven criada dirigió una mirada desesperada hacia Diana y Lupe antes de acostarse lentamente sobre su espalda… Jun Mei sonrió, alargando su mano para coger el extraño guante negro.

- "Pobrecita, ella no sabe lo que le espera", dijo con voz suave.

Diana observó paralizada mientras Rosa levantaba sus piernas, doblando sus muslos hacia atrás hasta que quedaron presionados fuertemente contra sus pechos... El guardia colocó el palo de bambú en el centro de las rodillas de Rosa, mientras que otro guardia ató dos correas en las muñecas de la niña, dejando que las largas puntas de cada una colgaran sueltas.

Luego, antes de que Rosa pudiera hacer otra cosa, los dos guardias de repente se apoyaron fuertemente sobre sus espinillas, doblando las rodillas sobre el palo de bambú y presionando sus pantorrillas con fuerza contra sus muslos.

El tercer guardia se arrodilló para tirar de sus manos debajo del palo de bambú y ató los extremos de las correas con fuerza e, inmediatamente, las muñecas de Rosa quedaron muy atadas al palo de bambú... La joven criada estaba atrapada en el palo de bambú, incapaz de mover cualquier parte de su cuerpo excepto su cabeza y pies.

Dos guardias levantaron la gruesa caña de bambú y el cuerpo de la joven se balanceó hacia abajo, por lo que su cabeza miraba al suelo y sus nalgas abiertas quedaban hacia arriba.

Llevando a Rosa como un paquete obscenamente abierto, los guardias pusieron cuidadosamente la gruesa caña de bambú en los huecos en forma de U en la parte superior de los montantes, dejando a la joven sirvienta colgando, con la cabeza gacha y doblada alrededor de la gruesa barra de bambú.

Sus pechos estaban aplastados y ocultos por la presión de sus muslos contra su pecho, pero la roseta oscura de su ano y su coño quedaron abiertos por la terrible posición en la que estaba.

Jun Mei miró a Diana y luego a Rosa, balanceándose suavemente entre los montantes.

- “A este pequeño tratamiento que le voy a dar a tu joven criada le llamamos 'beso del guante’… En los viejos tiempos era un castigo favorito atar a una esposa adultera y luego dejar que una cabra lamiera su carne... Era el ‘beso de cabra’… Imagínate esa lengua, lamiendo y lamiendo y ella no podía mover o estirar un músculo”, le susurró al oído a Diana, llevando puesta en su mano el guante negro.

Diana jadeó en estado de shock cuando la mujer pasó la palma del extraño guante negro sobre su pecho… Lo sintió como pequeñas garras contra su piel, peor que cualquier papel de lija o cerdas.

- "Las cabras son menos fiables que este guante y el efecto es el mismo, ya que podemos controlar cuánto se siente y por cuánto tiempo", ronroneó Jun Mei cerca de su oído.

De nuevo pasó el guante por el pecho de Diana… Esta vez las pequeñas púas las sintió Diana como fuego y gritó en voz alta, sintiendo como si le arrancaran la carne del pezón mientras la masa de púas en forma de aguja tan sólo la acariciaban.

- La palma del guante está cubierta con la piel de uno de nuestros peces locales, similares a la de un tiburón pero más áspera, mucho más... Resulta muy estimulante para la víctima, me parece, no?”

- “Mira cómo tu joven criada disfruta del éxtasis del ‘beso del guante’ en vez del ‘beso de cabra’"... Una de sus ayudantes, una chica delgada, de cabello negro con una cintura estrecha y senos diminutos, parecidos a un brote, llamada Kioko, tomó el guante y se lo puso con cuidado de su mano derecha mientras caminaba hacia la caña que sostenía a Rosa.

- "Ahora mientras Kioko atiende a ella, Kioko se encargará de darte placer a tí", murmuró Jun Mei suavemente.

- 'Dentro de un momento cantará para nosotras... Será una canción rogándole a Kioko que siga dándole placer... Pero luego, todo cambiará porque gritará y nos ofrecerá cualquier cosa si Kioko deja de acariciarle el coño.”

Jun Mei se echó a reír suavemente, mirando cómo Kioko quedaba arrodillada mirando las nalgas fuertemente curvadas de la joven criada y la amplia hendidura de su cuerpo abierta y esperando sus atenciones.

Diana vio la primera delicada caricia que le hizo… Era sólo una suave lamida a lo largo de sus labios vaginales… Luego los dedos de la mano izquierda de Kioko se deslizaron sobre la boca de la vagina de Rosa y sobre la carne arrugada de su ano.

Diana hizo una mueca cuando escuchó el jadeo amortiguado de Rosa, un sonido que se repitió más fuerte mientras Kioko acariciaba su coño y ano con la mano derecha cubierta con el guante negro… Las diminutas púas del guante comenzaron la lenta y deliberada tortura de sus genitales.

Diana pudo ver la cabeza de Rosa retorciéndose y sacudiéndose… Sus pies se movían como podían tratando de liberarse de la terrible estimulación del guante contra su expuesto sexo.

En minutos, los jadeos y pequeños gritos fueron más fuertes y frecuentes... Diana comprendió de repente que Rosa ya estaba al borde del orgasmo, forzada a una corrida por la fricción rasposa del guante… A medida que los gritos se volvieron más salvajes, el poste se meció y tembló en el estrado.

Luego, Diana sintió los dedos de Jun Mei palpando los labios vaginales húmedos de su sexo, lo que le provocó una repentina excitación mientras observaba a Rosa sacudirse y tensarse contra sus correas de contención, tratando de soportar los espasmos de su corrida sin poder estirarse o moverse en absoluto.

Ahora los gritos eran más intensos, más desesperados mientras continuaba la masturbación desgarradora del guante.

Diana, luchando contra la implacable estimulación de su propio cuerpo, pudo ver la humedad que cubría el interior de los muslos de Rosa y se dio cuenta de que Kioko aún no había separado los labios del coño de su joven criada.

Diana se estremeció al imaginar la sensación de ese guante de púas raspando contra el botón del clítoris de Rosa, como seguramente lo haría pronto.

Jun Mei asintió con la cabeza a la otra chica, a la que había llamado Akira, que estaba disfrutando mirando a su amiga trabajando en el cuerpo de la criada.

- "Tráeme el dildo de marfil con el grabado en relieve y ayúdame a llevar a nuestra invitada inglesa a su primer orgasmo."

La chica se apresuró a ir, regresando con un falo grueso y tallado.

Diana, sabiendo que era para su empalamiento, siseó con anticipación y miedo al ver el bulbo tan exagerado de la cabeza y la forma en que el grueso tronco curvo estaba cubierto con una decoración agudamente elevada de tallos y hojas de enredaderas.

- "Lentamente, Akira… Debes llevarla al orgasmo, lentamente."

Obedientemente, la chica deslizó el falo a lo largo del húmedo coño de Diana, provocándole muchos jadeos a la inglesa mientras las decoraciones deliberadamente hechas arañaban la tierna carne interna de su coño cuando avanzaba hacia dentro.

- "Mira cómo el guante obligará a tu joven criada a correrse de nuevo dentro de unos minutos", le dijo Jun Mei, observando cómo el brillante falo mojado se deslizaba hacia dentro por la abertura húmeda del coño de Diana.

- “Akira, haz que nuestra invitada inglesa se una a ella cuando se corra.”

Obedientemente, la chica movió el consolador hasta que Diana gimió arqueando su cuerpo contra las cañas que la sujetaban firmemente… Mientras, Akira seguía moviendo el falo en la entrada de su vagina... Los gemidos aumentaron cuando la inglesa sintió que la tensión lenta y prolongada se acumulaba y la calentaba muchísimo.

- “¡AAAH!... ¡AAAH!... ¡AAAH!”, gritaba Diana.

Jun Mei sonrió con ternura a la chica que trabajaba el falo en el cuerpo de Diana... Ambas sabían que el grito repentino indicaba que la cabeza del falo había pasado completamente a través del anillo muscular en la entrada de la vagina de Diana y que el resto del tronco, grueso y tallado, ahora lo podía trabajar lentamente dentro de ella, tal y cómo le había ordenado que lo hiciera.

Jun Mei observó su respiración lenta y pesada mientras el falo negro desaparecía centímetro a centímetro en el coño de Diana... La joven lo movía suavemente y giraba el tronco grueso tallado mientras se lo metía, utilizando esa decoración en relieve para estimular y provocar los tejidos más delicados del coño de Diana.

- “Aaah… Aaah… Oooh, síii…. Ahora, p-p-por favor… Aaah… Síii… Siií.”

Diana hablaba salvajemente… Sus gritos se unieron a los de Rosa mientras veía como el guante negro continuaba desollando los labios vaginales de su joven criada y la suave boca de entrada a su vagina.

- "Ahora Diana, córrete… Ofréceme tu corrida", susurró Jun Mei.

El dedo de Jun Mei se retorció delicadamente en la parte delantera de la hendidura de la inglesa, acariciando el pequeño botón de su clítoris mientras la joven seguía moviendo el falo de marfil con un ritmo lento, largo y deliberado.

Juntas, las dos mujeres forzaron, lentamente, a Diana a una tremenda corrida que le provocó grandes temblores en su cuerpo… Fue una corrida acompañada por los gritos frenéticos y cada vez más desesperados de Rosa atada al marco donde las atenciones de Kioko la estaban llevando a correrse por segunda vez.

- “Continúa, Kioko... Sigue ahí y provócale un tercer orgasmo, que todavía puede alcanzarlo perfectamente… Prepárala para mí.”

Jun Mei, caliente por todo, se quitó su kimono y soltó los lazos de su tanga para que Diana pudiera ver, por primera vez, los labios húmedos y afeitados de su coño.

- “Mueve el falo rápido mientras ella me da placer.”, ordeno con voz llena de lujuria.

Jun Mei se puso a horcajadas sobre la cabeza de Diana, presionando su sexo sobre la cara de la inglesa, cuando la joven comenzó a deslizar el grueso falo curvo dentro y fuera del cuerpo de Diana con un movimiento rápido que presionaba la enorme cabeza contra la boca de su cuello uterino con cada empuje, llevándola de nuevo hacia un nuevo orgasmo.

Jun Mei lanzó un grito de alegría al sentir que la lengua de Diana comenzaba a retorcerse y parpadear contra su propio clítoris... La mujer estaba tan excitada por las escenas en la cámara que sólo necesitó unos momentos de esa caricia especial y resbaladiza para sentir la creciente emoción de apresurarse hacia su orgasmo.

Aferrándose al largo cabello de Diana, pudo sentir los gritos y los espasmos de incontrolable placer de la inglesa cuando el falo conductor la llevó a su segundo orgasmo en pocos minutos.

- “¡YYYYiAaaaarrggg”… Era el grito de Rosa, de insoportable placer y agonía, que atravesó la cámara de tortura.

El grito agudo y desesperado de Rosa sirvió para realzar el creciente placer de Jun Mei mientras frotaba frenéticamente su coño contra la cara de la inglesa.

Debajo de ella, los esfuerzos de Diana se redoblaron cuando los diseños en relieve, a lo largo del tronco del falo, la arrastraron a nuevas y deliciosas sensaciones de placer en busca de un tercer orgasmo.

De repente, Jun Mei se apartó de la cara de Diana y corrió hacia  Rosa poniéndose de nuevo a horcajadas sobre la cabeza colgando de la joven criada.

Ella miró a los crueles ojos de la joven Kioko y le ordenó:

- "Kioko, separa sus labios vaginales y hazla gritar contra mí… Abre su coño para que pueda sentir su agonía contra mi cuerpo"

Kioko sonrió con anticipación mientras usaba su mano libre para separar los labios rojos y llorosos de Rosa… Hizo una pausa, esperando que su Ama se apoyara contra la boca de la joven criada y luego comenzó a acariciar el surco tierno y húmedo, dejando que los dedos del cruel guante rasparan el pequeño clítoris en la parte superior de su hendidura.

- “IIIEeeeeeAaarrggg”, gritó de nuevo Rosa.

Diana, estaba todavía resistiéndose impotente a un nuevo orgasmo, el tercero, mientras la joven continuaba trabajando con el consolador de marfil dentro de su cuerpo… Miró horrorizada el chillido de agonía que emitió su joven criada.

El coño de Jun Mei medio amortiguó el sonido y Diana pudo ver la expresión de éxtasis en el rostro de la viciosa mujer cuando la agonía de Rosa trajo nuevas sensaciones de placer a su coño.

Mirando a su Ama con un dueto de dolor, Kioko acarició y raspó la carne genital de Rosa para que los gritos salvajes y los frenéticos movimientos de la cabeza llevaran a Jun Mei a tener una nueva corrida estremecedora, le segunda de la noche.

Jun Mei se levantó de la cara de la joven unos momentos después y miró su rostro angustiado y manchado de lágrimas, ahora mojado por la humedad del orgasmo de su torturadora.

- 'Ese fue el placer que te dí de saborear mi coño y mis jugos... Ahora siente el dolor cuando Kioko use el guante dentro de tu coño”, le dijo.

Mientras caminaba hacia la inglesa con las piernas abiertas, la chica que la masturbaba retiró lentamente el falo que tenía metido dentro del coño de Diana.

Jun Mei se puso su tanga negro de seda y su kimono… Luego se volvió para mirar cómo Kioko empujaba lentamente un dedo enguantado en el coño de Rosa.

Esta vez el grito fue casi inhumano… Las cuerdas crujieron violentamente cuando la criada se agitó desesperada contra sus atadura mientras el guante le quitaba la piel del interior de la vagina.

Ahora Diana entendió el horror del castigo que Rosa se enfrentaba... Primero, las caricias suaves y deliberadas hacían que la piel se enrojeciera y doliera… Luego raspaban la capa superior y finalmente desollaban la delicada carne del coño de la joven criada, convirtiéndola una masa de tejido crudo… Con cada toque con el guante le arrancaban un dolor agónico en las terminaciones nerviosas torturadas.

Obligada como estaba, la pequeña criada no pudo hacer nada para aliviar la terrible mordida del guante... La presión sobre su cuerpo significaba que ella también estaba jadeando y llorando por respirar, incapaz de llenar sus pulmones por completo, por lo que enfrentaba el tormento adicional de asfixia lenta mientras la tortura continuaba.

Durante la media hora siguiente, Diana intentó desesperadamente bloquear los sonidos de la agonía de su doncella pero fue imposible.

Al principio, Rosa había sido forzada repetidamente a través de un ciclo de placer y dolor mientras Kioko la trabajaba para conseguir arrancarle orgasmo tras orgasmo... Luego, el placer fue sustituido por el dolor y la agonía… Su voz también cambió… Lo que antes eran  susurros de jadeo, paso a emitir continuos gritos y bramidos.

Ahora, Kioko trabajaba con el mismo ritmo constante, dentro del sexo de Rosa, que estaba rojo de sangre y cada nuevo paso del guante solo traía nuevos bramidos de la joven criada.

Poco tiempo después, Kioko levantó la vista y dijo:

- “Ama, ya no responde... ¿Sigo o debo intentar otra cosa?”

Jun Mei miró hacia donde Lupe estaba arrodillaba, apoyada como Diana contra un marco de bambú.

- “No… Que se la lleven... Volveremos a jugar con ella más tarde... Ahora trae al tigre... La otra criada va a mostrarnos sus habilidades durante un tiempo.”

Rosa gritó una vez más cuando vio que dos de los guardias cogieron de los extremos de la caña de bambú y la llevaron hacia una de las celdas.

Diana la vio desaparecer y luego escuchó a Lupe gritar cuando se vio obligada a ponerse de pie, sostenida por Kioko y el otro guardia.

Los dos hombres regresaron y rápidamente quitaron los montantes de madera dejando el centro de la cámara despejado para colocar un nuevo instrumento de tortura.

Continuará....

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