Huevos-Pisados. Una 'exposición' en toda regla...
Elías se colocó sobre el atril frente a su clase y se preparó para impartir su exposición de 'Historia del Feminismo'.
Se había vestido para la ocasión con una camisa a rayas y unos vaqueros ajustados coronados por un cinturón que acostumbra a engancharse a sus calzoncillos por la hebilla. Y además, se había echado su dulce perfume de miel que le mantenía fresco y aromático.
A la derecha de él, se encontraba la profesora, que se mantenía en pie con los brazos cruzados, a la espera de que su alumno iniciase su dichosa presentación.
Elías no era precisamente "el favorito de la profe", de hecho, estaba lejos de serlo. Su actitud prepotente y sus opiniones antifeministas le habían ganado una muy mala reputación en una clase de solo mujeres (y él).
El ambiente rebosaba tensión aquel día. Elías pegó un brinco para alcanzar el asa de la pantalla proyectable del aula y la desplegó según aterrizaba, mostrando la primera diapositiva con el título de su exposición: 'Por qué el Feminismo es una Mierda'.
Rápidamente surgieron murmullos y miradas de desaprobación.
Elías era de aspecto muy poco varonil. Bajito, pálido, flacucho… Sus movimientos a menudo eran espasmódicos y se erguía sobre una postura que parecía siempre lista para huir. Su cabello castaño claro, que se rebelaba en todas las direcciones, parecía imitar su tendencia a la ansiedad constante. Y sus gafas de pasta gruesa, que se deslizaban constantemente por su nariz, enmarcaban unos ojos avellanados que eran incapaces de mantener el contacto visual.
Con la camisa ligeramente desalineada y el cabello revuelto, Elías se pronunció en su atril con una actitud desafiante. Su discurso comenzó con una tonalidad sarcástica, plena de desprecio hacia las ideas feministas. Su voz era chillona y aflautada.
—Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha funcionado de maravilla sin el ‘feminazismo’. El hombre iba a cazar y la mujer se quedaba cuidando de los hijos que…
Mientras hablaba, algunas alumnas musitaban entre risas que por muy hombre que fuera, Elías no sería capaz de ‘cazar’ a una mujer en su vida…
De repente, una abeja se coló en el aula y su zumbido despertó el nerviosismo y la incertidumbre en el lugar.
—La masculinidad es mucho más importante y determinante para la sociedad que la feminidad porque… —Continuaba Elías con su exposición.
La abeja, atraída por el dulce aroma del perfume de miel, se zambulló en la camiseta de Elías, y este, interrumpió su monólogo al notar al insecto revoloteando en el interior de su ropa. El pánico lo invadió y, sin pensarlo demasiado, se quitó la camiseta, dejando libre a la abeja que ahora parecía dirigirse hacia sus pantalones.
Las espectadoras arquearon las cejas y sonrieron punzantes. Los móviles no tardaron en aparecer para grabar a hurtadillas la escena.
—E-espera, ni se te ocurra meterte ahí... —Suplicó Elías.
Pero la abeja, tras encontrar un hueco, se metió bajo los pantalones de Elías, quien, en un acto totalmente impulsivo, se los bajó de golpe, dejándoselos por los tobillos.
La sorpresa inicial de sus compañeras de clase fue reemplazada rápidamente por abrumadoras carcajadas.
Elías, en su afán por espantar a la abeja, daba manotazos ciegos al aire, y cuando esta por fin se alejó, miró hacia abajo y descubrió que, en su afán por quitarse los pantalones, se había bajado también los calzoncillos, revelando un minúsculo pene que colgaba patético sobre dos huevitos que apenas tenían pelo.
—¡¿Qué…?! ¡U-un momento, un momento…! —Pataleaba Elías, sobrepasado por la situación.
Su profesora no pudo contener la risa y se unió al coro de carcajadas, incluso dejó escapar un comentario burlón: "Supongo que esta es la masculinidad de la que hablabas… ¿No, Elías…?".
La clase se llenó entonces de comentarios despectivos contra el diminuto pito de Elías:
—¡Dios mío! ¡Si la tiene enana!
—¡Mi hermanito pequeño la tiene más grande…!
—Joder, Elías, AJjaajJAJjajJAJ…
—¡Parece un cacahuete!
—No me lo puedo creer…
—¡Desde la última fila casi ni se ve!
…
La vergüenza invadió al pobre de Elías. Su piel pálida contrastaba fuertemente con el rosado chillón de sus mejillas. Elías se dobló rápidamente para alcanzar a subirse los pantalones y, mientras se peleaba con sus calzoncillos, la abeja se posó sobre sus testículos.
La profesora, en un intento apresurado de aplastar a la abeja, lanzó una potentísima patada a los huevos de Elías: *PLAF*, pero la abeja salió volando en el último segundo.
—¡AHhhuuhaUAuhhHUauaaUUu…! —Chilló desconsolado Elías mientras daba brincos de dolor.
—¡Oh! ¡Dios…! Lo siento, Elías… ¿Estás bien…? —Se disculpó la profesora.
Toda la clase lloraba de la risa ante la desgracia de su compañero.
Elías, frustrado por la situación, seguía dando manotazos para amenazar a la abeja, pero esta, lejos de achantarse, comenzó a revolotearle agresivamente, y Elías, al verse acorralado, fue a dar una zancada para huir, pero tropezó con sus propios pantalones y, tratando mantener el equilibrio, chocó con la pantalla de proyección con la mala suerte de que encajó sus testículos en el asa.
Las carcajadas se transformaron en un silencio incrédulo ante lo surrealista de la escena.
Elías dio un tirón para liberarse pero sus testículos habían quedado completamente atrapados y, en un segundo tirón, la pantalla se volvió a plegar hasta el techo, arrastrando a Elías por los huevos y dejándole colgando de sus propios genitales. Su rostro adoptó una expresión de agonía.
—¡DioOOOo.oOO0oo·Oos! ¡Mis huevOO0o0ooOos...! ¡Qué alguien me ayude, por favor! —Imploraba Elías.
La sala quedó enmudecida por un instante antes de que las risas se desencadenaran de nuevo, esta vez con una euforia casi frenética.
Mientras Elías se meneaba agónico en el techo, un cable del proyector se desprendió por el peso y el cobre fue a dar a sus testículos, soltando unas pocas de chispas y prendiendo el poco pelo púbico que tenía.
—¡AyudaAaAaAAAaaAaAaAAa…! ¡Se me queman los huevOO0o0ooOos!
Finalmente y tras mucho revolverse, Elías se liberó y cayó al suelo de espaldas. Sus genitales aún estaban en llamas así que la profesora comenzó a darle pisotones para extinguir el fuego.
*¡Plaf…! ¡PLOF! ¡Pluf...! ¡Bloop! ¡SLAM! ! ¡KNOCK…! ¡Squeak…! ¡Screech!*
—¡AuUUuuUuh…! ¡Con cuidadooO0ooO..oO…!
Todas las alumnas de clase se levantaron de sus asientos y se unieron a la profesora en un acto de solidaridad.
*¡Creak…! ¡Crash! ¡SPLASH…! ¡Chirp…! ¡Thud! ¡POP…! ¡Snap! ¡CHOP! ¡SPLAT…!*
Las compañeras de Elías le pateaban, pisoteaban y retorcían los huevos mientras él permanecía expuesto y humillado.
—¡ParaAaaAaAAAaaAaAaAAad…! ¡Ya no hay fuego! ¡JodeeEeEeeEEEeEr…!
Casi desmayado, Elías tan solo podía distinguir las carcasas de los móviles que le grababan descaradamente y las bragas de colores de sus compañeras…
…
Aquel día dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de la clase y se convirtió en una historia que se contó durante años, con Elías ganándose el cariñoso apodo de "Huevos-Pisados" entre sus compañeras.
(Un dato curioso sobre las abejas es que en casi todas las especies, la gran mayoría de los individuos son hembras).
Se aceptan sugerencias para el siguiente capítulo, así como correcciones para este.
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