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Fecha: 26-Ago-23 « Anterior | Siguiente » en Sadomaso

Un castigo inmerecido (3/3)

yanine10
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El turno de la tortura de la señora ha llegado y ella habría deseado estar ya trabajando donde el Jefe de su marido, hoy desaparecido, le dijo. Version para imprimir

Un castigo inmerecido (3/3)

 

(Para seguir el hilo del relato debe leerse los capitulos anteriores)

Capitulo 3.- Torturando a la señora

Isami, el jefe de la Organización, esperó hasta que las ayudantas de Jun Mei hubieran llevado a Lupe, la criada de la inglesa, a otro pico de dolor y placer, con su cuerpo empalado en el grueso falo de metal.

Sintió que su pene se endurecía mientras observaba la forma en que el rápido y punzante impacto de las delgadas cañas de bambú en sus pechos que le propinaban las chicas, la mantenía en constante movimiento.

Sus atormentadoras, aplicaron las cañas en sus pechos, con tanta delicadeza y habilidad, que lograron que ella se sacudiera y se moviera sin parar hacia arriba y hacia abajo por el tronco vertical decorado en el que estaba insertada por el coño.

Finalmente, la insoportable estimulación abrumó sus sentidos y, gritando en una agonía de dolor y placer, llegó a correrse una vez más antes de desplomarse hacia adelante para colgar sin sentido, de sus ataduras.

Una actuación de lo más experta... Sus asistentes le dan mucho mérito a Jun Mei’, murmuró el jefe Isamu mientras entraba en la cámara de tortura.

Detrás de Isamu, como siempre, un pequeño grupo de sirvientes y guardias permanecieron en las sombras, listos para responder a todos los caprichos del tirano… Sólo una esclava delgada y desnuda permanecía a su lado, con los ojos bajos y su cuerpo aceitoso brillando a la luz de la cámara… Anillos de oro brillaban en sus pezones, su ombligo y en los labios afeitados de su coño.

El quimono, ricamente bordado del jefe Ismu, se arremolinaba alrededor de sus piernas desnudas mientras se detenía frente al marco de bambú que sostenía a Diana, arqueada hacia atrás y arrodillada a horcajadas.

Estudió la figura brillante y bronceada de la inglesa desnuda… Sus ojos se iluminaron con cruel deleite cuando vio los espesos jugos brillando en la unión de sus muslos y los labios hinchados y enrojecidos de su coño.

- “Ahora, Sra. Brow, comprende cómo trato a los que se oponen a mí... Puedo ver que ha disfrutado de las atenciones de Jun Mei mientras sus criadas han estado siendo torturadas.”

Los dientes blancos brillaron mientras una sonrisa siniestra se extendía por la cara del jefe Isamu.

Se agachó para pasar los dedos sobre los sobresalientes globosos pechos de Diana... Con los dientes clavados en sus pezones, ella sólo jadeó en voz alta cuando él deliberadamente movió las dos cabezas de serpientes doradas cuyas mandíbulas de aguja todavía estaban firmemente clavadas en cada pezón.”

- “También veo que está usando joyas muy bonitas”, le dijo el jefe Isamu mientras se burlaba de la joven rubia indefensa.

Mientras tanto, los eunucos levantaron el cuerpo inerte de la criada del falo metálico, liberándola de sus ataduras para que las viciosas jóvenes asistentes de Lady Jun Mei, pudieran cogerla de sus brazos y arrastrar a la joven criada exhausta y rota para llevarla a la celda.

Una vez que se llevaron a la joven sirvienta, los eunucos rápidamente quitaron la estaca y su pesada base de metal, dejando, una vez más, vacía el centro de la cámara de tortura.

- “Ahora es el momento de tu actuación”, le dijo sonriendo el jefe Isamu a Diana, que hacía frenéticos esfuerzos para controlar su respiración rápida y jadear.

- “Aaaah”, gimió Diana.

- “Sé que Lady Jun Mei será más inventiva y estimulante en tus atenciones… Confío en que todavía tengas buena voz ya que tu canción de agonía será larga, insoportablemente larga para ti.”

Se rio suavemente mientras Diana se retorcía contra sus ataduras, con los ojos muy abiertos por el miedo y el odio mientras miraba a su torturador.

- "Monstruo, hagas lo que hagas, nunca tendrás la satisfacción de quebrarme… Tú y esa criatura tuya podéis iros al infierno... ¡Aaaah!", jadeó Diana con voz ronca por la emoción y el agotamiento sexual de las últimas horas.

Se retorció y jadeó en voz alta cuando el jefe de la Organización, Isamu, presionó suavemente las fauces de la serpiente dorada que todavía colgaba del pezón hinchado de su pecho izquierdo.

Diana, levantó la vista cuando Lady Jun Mei se unió a sus asistentes silenciosos y todos se inclinaron ante el jefe Isamu, que la miraba cómo se retorcía atada en su marco de bambú… Le dijo:

- 'Tienes vigor en ese cuerpo tan deliciosamente formado, querida… Espero ansiosamente tu actuación... No me defraudes.”

Soltó el clip dorado y se dirigió hacia donde había un sofá bajo y cómodo en el borde del área central… El jefe Isamu se recostó, dejando deliberadamente que el quimono de seda se le abriera por las piernas mientras se sentaba.

Él sonrió al notar el repentino sonrojo de Diana cuando ésta vio el grueso y curvado tronco de su pene, que sobresalía por la abertura de la fina tela a nivel de su ingle.

Al mando de un solo gesto imperioso, la delgada esclava de pelo oscuro, se apresuró a ir al lado de su Amo y se arrodilló, inclinándose hasta que su frente tocó los azulejos fríos... El jefe Isamu hizo un gesto imperceptible de aprobación.

Acomodándose contra los cojines, disfrutó de deliciosas sensaciones provocadas por la joven que acariciaba la longitud de su tronco con una mano y con la otra masajeaba suavemente el saco suave y pesado de sus testículos.

Estirándose con placer bajo las delicadas caricias de la joven, el jefe Isamu observó de cerca cómo el marco de tortura de Diana era colocado en el medio de la sala para ofrecerle la mejor vista de su cuerpo extendido.

- “Lady... Por favor, continúa.”

El jefe Isamu dejó que sus hombros se sentaran para ver como iba a ser torturada la traidora Diana, mientras él presionaba la cabeza de la esclava contra su ingle.

Sabiendo exactamente lo que se esperaba de ella, la chica desnuda apartó a un lado la bata de seda y abrió los labios con una ‘O’ húmeda para engullir la cabeza lisa y abovedada del pene de su Amo.

Justo cuando ella comenzó a usar su lengua para excitarle del borde del amplio glande, los dedos del jefe Isamu se apretaron en su pelo… le dijo con su voz repentinamente dura, tranquila pero amenazante.

- “Cuidado pequeña, la actuación aún no ha comenzado… Haz tu tarea con destreza... Después de todo, Lady Jun Mei siempre está disponible para proporcionar otro estímulo para aquellas que me disgustan.”

La joven se estremeció de miedo… Sus caricias se volvieron más suaves y menos urgentes mientras trabajaba con sus labios sobre el grueso tronco, cálido y duro, tratando de llevar a su Amo a la erección y excitación completa, pero nada más.

Lady Jun Mei se permitió una pequeña sonrisa de satisfacción mientras observaba las cuidadosas atenciones de la joven ... Ahora entendía la razón de la presencia de la joven esclava en este lugar.

El mensaje tácito del jefe Isamu fue claro en sus palabras para ella… Debe haber habido algún fallo para condenarla… No importa lo que hiciera ahora… Su destino estaba sellado… Una vez que el jefe Isamu hubiera disfrutado de sus atenciones mientras observaba el tormento de la inglesa, se quedaría allí... Otro bonito regalo para las habilidades diabólicas de Jun Mei.

- "Jefe Isamu, para tu deleite, pensé que esta traidora debería sentir el calor de tu justicia", le dijo mientras sus manos trazaron las curvas completas de los pechos de Diana. 

Jun Mei hizo una pausa… Su voz se volvió más suave y ansiosa… Sus dedos se deslizaron hacia abajo para acariciar los labios vaginales hinchados y la hendidura húmeda del coño de su víctima.

- Jefe Isamu, ¿recuerda cómo la esposa del general nos entretuvo el mes pasado durante mucho tiempo?... Ella se sentía muy apenada y muy dispuesta hacer cualquier cosa que le pidiéramos… Y le gustó mucho lo bien que cantaba… Fue muy excitante, creo.”

El jefe Isamu, asintió… Sus ojos brillaban con el recuerdo y la idea de aplicar la misma exquisita tortura a la inglesa en el marco de bambú que estaba ante él.

- “Excelente ese pequeño juguete que llamaste mordedura de serpiente... Me gustó mucho… Comienza de inmediato.”

Diana gritó, los globos firmes rebotaban y se sacudían violentamente mientras Jun Mei quitaba los clips dorados de sus pezones hinchados.

Hizo una pausa, mirando a Diana,  arrodillaba contra el marco de bambú pulido, arqueando su cuerpo hacia atrás por sus ataduras, los pezones rojos e hinchados de sus pechos todavía sobresalían firmemente hacia afuera.

Se volvió hacia las figuras casi desnudas de sus asistentes, Kioko y Akira... Su crueldad ansiosa era obvia para el ojo experto de su Ama... El brillo pulido de sus cuerpos, los pezones rígidos y las respiraciones suaves y rápidas revelaron su calor sexual.

- "Mis pequeñas… Es vuestro turno una vez más... Traerme la caja negra y luego podéis usar el dildo de marfil y el cosquilleo de la lengua para que se corra una vez más... Debe estar mojada y completamente excitada para todo lo que está por venir", sonrió.

La luz de las lámparas alrededor de la cámara mostraban la carne húmeda de la inglesa… Sus músculo y tendones destacaban con una fuerte sensación de parecer un sacrificio pagano... Los globos llenos de sus pechos temblaban levemente en cada respiración superficial y jadeante en el arco de sus costillas… Su vientre formaba una ligera curva tensa hasta la abultada V de su pubis.

Entre sus muslos separados, la protuberancia suave y dividida del coño de Diana quedaba bastante abierta… Los labios hinchados, ligeramente separados, mostraban claramente sus labios internos y la capucha de su clítoris, todavía pegajosos por sus corridas anteriores.

La joven inglesa jadeó y su respiración se hizo rápida, aterrorizada porque sabía, por la forma en que estaba atada, dónde se aplicaría exactamente su tortura.

- “Kioko usará la lengua... Y tú, Akira, puedes ver cómo la señorita Brow responde al dildo de marfil que usaste antes con ella... Ahora ya ha tenido tiempo de recuperarse.”

Las chicas se apresuraron a cumplir sus órdenes y luego Diana gruñó cuando sintió algo que le estaban metiéndole entre los labios de su coño.

Ella sabía que era el consolador de marfil tallado que la joven había usado antes para hacerla correrse... Incapaz de hacer nada por evitarlo, gimió al sentir ese dolor lento y placentero cuando Akira cuidadosamente metió el grueso dildo en la boca de su vagina.

- “Oh, oh por favor… No puedo tan pronto… Ah… Ah... Aaaah!”

Akira hizo una pausa, sonriendo a su Ama desde su posición agachada al lado del marco… Sabía que el último grito agudo se debía a que la cabeza alargada y bulbosa del consolador de marfil acababa de entrar en el coño de Diana.

Con el pequeño asentimiento de aprobación de su Ama, comenzó a girar, de un lado a otro, y  lentamente, la muñeca, enroscando el tronco tallado de marfil, más y más profundamente en la vagina de la inglesa… Justo como lo había hecho antes, se estaba asegurando de que cada tallado esculpido en el marfil, agudamente levantado, raspara los delicados tejidos en el interior del coño de Diana.

Con todo el consolador de marfil completamente incrustado en el coño de Diana, Akira movió su posición un poco, cambiando de manos para poder continuar trabajando el consolador dentro y fuera muy lenta, y deliberadamente, pero dejando los labios vaginales de Diana bien abiertos y la capucha del clítoris bastante abierta para que Kioko trabajase el diabólico 'cosquillas'.

Después de unos minutos, Jun Mei se acercó y alisó el cabello rubio de Diana de su frente… Las caderas de la joven inglesa apenas comenzaban a surgir incontrolablemente cuando el consolador tallado se movió y se retorció profundamente, empujándola hacia otro pico de excitación.

- “Muy agradable estar así tan llena por dentro, verdad mi amor... Mira, sólo tienes que descansar un poco y luego estás lista para comenzar de nuevo… No, no, shhh”, presionó sus dedos sobre la boca abierta de Diana, silenciando la débil protesta incluso antes de que se pronunciara.

- “Deja que Kioko haga cosquillas a ese pequeño bulto tuyo primero... Luego puedes cantar tu placer para que todos lo escuchemos.”

Kioko cogió la roja varita tallada y colocó los dedos alrededor de la empuñadura para que el cuello delgado y la pequeña cabeza con forma de bulbo apuntaran hacia arriba.

Asegurándose de que Diana pudiera ver lo que iba hacerle, apartó sus labios vaginales húmedos para deslizar la cabeza bulbosa de la pequeña varita roja.

Se hizo el silencio mientras todos observaban los pequeños y delicados movimientos de su muñeca mientras movía la ingeniosa cabeza redondeada entre los pliegues resbaladizos para intentar tocar su clítoris.

- “¡Aaah… ¡Aaah!”

Diana se sacudió mientras cabalgaba cada choque de placer provocado en su carne más sensible: su clítoris.

- “Suficiente con esta forma de darle placer... Ataca su clítoris, ahora”, le dijo su Ama.

La voz de Lady Jun Mei no admitió discusión y Kioko retiró, momentáneamente, la 'lengua de placer'… Todos vieron cómo relució húmeda por los jugos que segregó el coño de Diana.

Limpiándose las gotas de sudor de la cara y los pechos, Kioko se arrodilló frente a las suaves caderas de Diana, llevando en sus manos la ‘lengua de placer’.

Ella sonrió mientras veía a Diana tensarse con anticipación, antes de separar muy lentamente los labios calientes y pegajosos y deslizar el pequeño bulbo de la ‘lengua de placer’ entre los pliegues de sus labios internos del coño de Diana buscando su clítoris.

Kioko, bromeó deliberadamente con la rubia inglesa, haciendo que se estremeciera y se sacudiera con temblores involuntarias de excitación al masajearle su clítoris con movimientos lentos y delicados, pasando la cabeza de la lengua por debajo de la pequeña capucha carnosa del clítoris, girándola suavemente para arrancar gruñidos a Diana.

- “¡Aaauh!... ¡Aaauh!... ¡Aaah¡... ¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡Aaaarrggh!”

Los gruñidos cambiaron a una serie de gritos salvajes y extáticos, mientras la exquisita estimulación de la 'lengua de placer' y la implacable y lenta masturbación con el consolador de marfil la obligaban a tener otro orgasmo estrepitoso.

En el sofá, las caderas del jefe Isamu se sacudieron de excitación cuando vio a las dos chicas arrancar chillidos de placer a la bella inglesa mientras se sacudía y tiraba de las correas que la sujetaban al marco de tortura.

- “Y ahora, mi juguete especial, vamos a comenzar con tu dolor”, le susurró Jun Mei mientras sus dedos continuaron provocando el tembloroso cuerpo de Diana, haciéndole cosquillas en la fina piel debajo de cada pecho y rascando suavemente cada pezón hinchado.

Aunque las dos chicas habían dejado de trabajar en su coño, Diana seguía con el frenético tirón de sus costillas, sus respiraciones rotas y sollozando.

Mientras tanto, Jun Mei miró hacia la caja lacada en negro y dorado que las chicas habían colocado frente al marco de bambú… Levantó la tapa y Diana captó el brillo plateado de dos objetos enclavados en seda roja que tapizaban el interior de la caja lacada en negro.

- "Látigos, agujas, pinzas, todos traen los mismos resultados ya sea hombre o mujer… Pero a veces una busca cosas diferentes para torturar, especialmente cuando recibir tanto placer también puede traer el dolor más exquisito", dijo Jun Mei casi tiernamente mientras sacaba uno de los objetos de la caja.

Al principio, Diana no pudo distinguir lo que Jun Mei sostenía en su mano… Luego lloró, mordiéndose el labio, cuando la forma se hizo más clara… Parecía una concha, un caparazón, que se alargaba en un eje grueso, con su extremo grueso y redondeado… Estaba hecho de plata y tenía tres finas cadenas que colgaban de él.

- “¡Nooo, no, no, por favor!... Nooo ... ¡OH DIOS, NO!”

La cabeza de Diana se revolvió de lado a lado, mientras entendía el significado de la forma íntimamente hueca y el eje grueso plagado de afilados dientes triangulares que dividían el interior.

- “¡Sí!... Ahora entiendes, cariño... Mi pequeño escorpión ahuecará y sostendrá tus labios vaginales mientras que este extremo encajará dentro de esa otra boca tuya, que aún tenemos que explorar.”

Lie Chen acarició la cola ante lo ojos de Diana, al menos del grosor de un pulgar, para que la joven rubia pudiera ver una bola que tenía al final… Era del tamaño de una ciruela pequeña, que se estrechaba hasta terminar en una punta fina.

- “Veo que entiendes el nombre, la forma y esta cola... Pero recuerda que los escorpiones también pueden picar, querida", le dijo su torturadora con una sonrisa fría.

Se agachó para ahuecar los labios calientes y húmedos del coño de Diana, separándolos para meter los dedos profundamente en su coño, acumulando humedad que cuidadosamente untó sobre las paredes internas de la taza de tortura.

Los músculos vaginales de Diana se cerraron de miedo cuando Jun Mei colocó cuidadosamente la vaina plateada sobre sus abultados labios vaginales pegajosos, separándolos para que la cuchilla interior dentada se deslizara entre ellos.

- “¡Oooh!... ¡Dios mío!... ¡Aaaah!... P-por favor no, no, no… Esto es muy doloroso.”

Diana inclinó la cabeza hacia adelante, desesperada por ver lo que le estaban haciendo mientras Kioko se apresuraba a sostener la vaina presionandola contra su coño.

Jun Mei ató las dos finas cadenas de acero en la parte superior de los muslos de la joven rubia... Luego, se lamió los dedos y buscó entre las nalgas de Diana su orificio anal para lubricarlo con su saliva y meterle el bulbo plateado.

- “Ahora vamos llenar ese otro lugar secreto que tienes detrás.”

- “¡Aaaaah!.... Nooo, no, no… ¡Aaaah!”

Diana se sacudió salvajemente al sentir el bulbo contra la tierna roseta de su ano... Sintió una presión fuerte y el bulbo plateado atravesó el anillo muscular y penetró dentro de su culo.

Se oyó el suave traqueteo de la cadena unida a la base de la cola porque Diana se retorcia incómoda con el bulbo dentro de su culo… Jun Mei sonrió ante los movimientos repentinos de la joven rubia y apretó la cadena más y más.

- “¡Nooo, por favor!… ¡Nooo!… ¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡ARRGGH!”, gritó.

El escorpión plateado fue forzado fuertemente contra su coño mientras las cadenas se clavaban en su tierna piel... Cada uno de los dientes triangulares pinchó la hendidura suave y sensible de su coño.

Diana sintió que los dientes que estaban al frente de la copa diabólica eran más largos... Sentía dolores punzantes provocados las puntas de la dientes colocados sádicamente para pinchar en la hendidura y en su sensible clítoris.

Al mismo tiempo, el movimiento que ella hacía con su cuerpo le provocaba que el bulbo plateado se metiera en su recto.

Jun Mei le arrancó una serie de gruñidos angustiados a Diana mientras acariciaba la vaina plateada que ahora ahuecaba los genitales de la inglesa.

- "hemos conseguido un ajuste perfecto, querida... Kioko, trae las lámparas de aceite para poder comenzar su tortura", dijo en voz alta.

El jefe Isamu disfrutaba viendo de los preparativos de la tortura de Diana ante él… La ágil lengua de la esclava girando alrededor de la cabeza de su polla lo excitaba esperando ver el sufrimiento de la inglesa.

Li Chen, a pesar de todas las súplicas y protestas de Diana, sabía que ella no tenía una idea real del verdadero propósito del escorpión y el dolor que estaba a punto de tener una vez que la pequeña hilera de lámparas de aceite en su soporte, cuidadosamente ajustado, comenzase a calentar esa taza de plata ingeniosamente diseñada.

- “Señorita Brow, le sugiero que ahorre energía… Una vez que Kioko haya colocado el soporte en posición entre sus piernas y las lámparas de aceite estén encendidas, le aseguro que necesitará toda su fuerza para hacer frente a la mordedura de ese pequeño juguete que Jun Mei ha atado tan estrechamente a su coño”, le dijo el jefe Isamu.

No hubo palabras de respuesta por parte de la joven rubia inglesa.

Arrodillada sobre su marco de bambú, Diana observó, con los ojos muy abiertos con horror, cómo Kioko movía cuidadosamente el soporte de metal negro hasta que las mechas de las tres pequeñas lámparas de aceite estaban en una línea exacta debajo de la reluciente vaina de metal que cubría sus genitales.

- "Ahora puedes cantar para nosotros, mi amor", le susurró Jun Mei detrás ella.

Acarició las mejillas de Diana y luego dejó que sus manos se arrastraran sobre sus hombros para ahuecar sus suaves globos… Sus labios rozaron la delicada piel detrás de la oreja izquierda de la joven rubia mientras ambas miraban a Akira encender la mecha de la primera lámpara de aceite.

- “Siente la picadura de mi escorpión”, le susurró Jun Mei.

Ahora, los únicos sonidos en la cámara de tortura, bien iluminada, eran los jadeos fuertes y acelerados de Diana… Jadeos de horrible anticipación cuando una vez más se estiró hacia delante mirando hacia abajo como hipnotizada por las tres pequeñas llamas bailando y parpadeando entre sus muslos.

Mientras observaba, las pequeñas llamas ya estaban oscureciendo la superficie pulida mientras calentaban poco a poco la vaina de metal que cubría su coño.

- “¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡Aaah!”, gemía.

Las caderas empapadas de sudor se inclinaron hacia adelante unos centímetros cuando los primeros zarcillos de calor comenzaron a filtrarse a través del metal.

- “¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡Aaah!... ¡No, no, no!... ¡Nooo!”

El marco de bambú crujió y se sacudió cuando el movimiento de la joven rubia se volvió cada vez más frenético... Sus jadeos se hicieron más fuertes, sonando alrededor de la cámara como palabras sin sentido y suplicantes mientras luchaba para hacer frente a la creciente agonía provocado por las pequeñas llamas que calentaban el metal, insoportablemente.

El jefe Isamu presionó la cabeza de la esclava hacia abajo, forzando el tronco de su polla más profundamente en su garganta mientras la excitación de la tortura de la inglesa lo impulsaba hacia su clímax.

- “¡Grita para mí… Grita para que pueda saber el dolor que sientes por mi venganza por el robo que me has hecho y que deseo que jamás olvides.”

Momento después, el dolor abrasador del metal calentado contra sus labios internos rompió el control de Diana emitiendo un grito desgarrador:

- “¡AAARRRRGGGGH!”

La joven rubia pareció enloquecer y sacudirse salvajemente, de modo que el marco de tortura crujió ante la fuerza de sus espasmos.

Pero no había escapatoria… Los asistentes de Jun Mei conocían bien el efecto del escorpión y las correas y ataduras en el marco de bambú mantenían a Diana bastante segura, montada a horcajadas sobre las llamas que le asaban y quemaban su carne más sensible, la carne de su coño.

- “Todavía hay más… ¿Puedes sentir que las llamas comienzan a calentar también las zonas más profundo, incluido la que tienes metida en tu culo?”, le susurró Jun Mei entre los ruidos estridentes que emitía Diana de forma salvaje.

Al mismo tiempo que le decía esto, los dedos de Jun Mei trabajaban los pechos de la inglesa, agarrando y apretando los pezones, ya doloridos, mientras la excitación de Jun Mei aumenta por momentos.

- “¡Oh Dios!... ¡Me quema!… ¡Me quema!... ¡P-Por favor!… ¡AAARRGH!... Me está quemando dentro... ¡Nooo!”, gritaba Diana.

Jun Mei movió sus manos continuando retorciendo y apretando los pezones del pecho de Diana mientras Kioko deslizaba las suyas entre sus muslos, controlando la temperatura del caparazón de plata.

En el borde del área central, el jefe Isamu se arqueó hacia atrás contra los cojines de seda mientras la sudorosa cabeza de la esclava se movía cada vez más rápido trabajando con la boca el falo de su Amo.

Los dedos de Jun Mei retorcieron con saña los doloridos pezones de Diana en respuesta a su gran excitación que tenía escuchando a la rubia que gritaba y se estremecía para sacudir el extremo de la fina cadena que cortaba profundamente entre sus nalgas.

Los gritos de agonía de Diana Brow se volvieron aún más fuertes cuando la cadena sacudió el bulbo calentado contra los tejidos sensibles y ricos en nervios de su recto.

Levantando la cara hacia arriba, la joven inglesa chilló como un animal en su agonía… Los sonidos fueron el detonante final para sus verdugos crueles y despiadados.

Los dedos del jefe Isamu se cerraron sobre el cabello de la esclava, empujando su polla contra su cara mientras los espasmos espasmódicos de su clímax coincidían con los de Lady Jun Mei, todavía agachada sobre la figura gritando, empapada de sudor, arrodillada a horcajadas sobre las pequeñas y tortuosas llamas.

Entrenadas y obedientes a pesar, también, de su gran excitación, Kioko y Akira llevaron toallas suaves a su Ama y al Jefe Isamu, ayudándoles a relajarse y recuperarse de su liberación sexual.

- “Aparta las lámparas de aceite, Kioko... Deja que nuestra invitada descanse un momento para que pueda recuperar fuerzas… Ella cabalgará la llama muchas veces más esta noche mientras mi escorpión le enseña el debido respeto por su Amo, el jefe Isamu”, le susurro Jun Mei.

Diana se dio cuenta gradualmente de que la ardiente tortura entre sus muslos estaba disminuyendo cada vez más... Su cabeza cayó contra su pecho agitado mientras luchaba contra el terrible dolor que estaba sufriendo.

El calor había provocado ampollas en sus labios vaginales y el fuego lo sentía hasta lo más profundo en su ano.

A pesar de sus ataduras, cada pequeño movimiento traía un tormento nuevo mientras el metal caliente del escorpión trabajaba contra su carne torturada.

Pasaron largos minutos mientras el jefe Isamu tomaba una bebida refrescante y la esclava limpiaba suavemente su cuerpo… Finalmente, miró a la figura temblorosa y dolorida en el marco y le dijo:

- “Ahora, señorita Brow, comencemos de nuevo... Le recuerdo que el efecto es mucho más inmediato la segunda vez.”

Diana Brow jadeaba y suplicaba incluso antes de que Akira volviera a mover las pequeñas lámparas entre sus muslos separados.

Los ojos de la joven rubia inglesa se llenaron de horror mientras miraba las pequeñas llamas amarillas... Cada una de ellas parpadeaba y bailaba contra la curva de metal ennegrecida por el hollín encadenada tan fuertemente contra la carne cruda y torturada de sus genitales.

Momentos después, ella se arqueó hacia atrás y otro grito agónico volvió a resonar en la cámara de tortura.

En el sofá, el jefe Isamu sonrió, escuchando los gritos agonizantes de Diana cuando la cálida y húmeda boca de la esclava comenzó a despertar y poner dura a su polla.

Diana desearía estar pronto en un prostíbulo, tal y como le dijo el jefe Isamu, sea el que sea, antes de estar a merced de la malvada Jun Mei... Y se entregaría totalmente a los clientes con tal de no volver nunca a estar en manos de esta sádica mujer... Ese será su destino hasta el fin de sus días... Era un castigo inmerecido por culpa de su esposo al que nunca más volvería a ver, si es que no lo mataron.

F I N

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