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TODORELATOS » HETERO: INFIDELIDAD » UNOS CUERNOS MUY DISCRETOS II
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Fecha: 31-Ago-23 « Anterior | Siguiente » en Hetero: Infidelidad

Unos cuernos muy discretos II

Sir76
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Sigo contando lo vivido con María y su pareja César. Version para imprimir

A los pocos días me llamó Sandra para preguntarme que qué era de mi vida, y qué hacía en el local liberal, sabiendo ella cómo me gusta el sexo no se la hacía extraño, sin embargo la pareció mucha casualidad. Tuve que decir una mentira piadosa, y me creyó.

Pasadas dos semanas, fui a visitar a María a su empresa porque su jefe me había llamado y quería ver los nuevos productos que habíamos sacado al mercado y podrían interesar para la empresa. Después de la reunión fui a la mesa de María y la dije de tomar un café fuera de la empresa, a lo que accedió.

—¿Qué tal va esa vida?

—Mucho lío la verdad, no consigo ponerme al día, cada día son más cosas.

—¿Y lo que no es el trabajo?

—César está en plan vago, y lleva una temporada que me saca de quicio.

—Cuando quieras recordamos viejos tiempos, hace tiempo que no encuentro una buena sumisa que además le guste el sado y sentirse esclava, para eso tú.

—Calla tonto, si se enterara César…

—Lo mismo le gustaría ¿verdad?

—¿Te pasa algo? Siempre has sido muy correcto y respetuoso.

—María, que te vayas a Madrid a ponerle lo cuernos no implica que nadie te vea. En una ocasión te dije que el mundo es muy pequeño.

—Lo que te hayan contado es mentira, no le pongo los cuernos a César.

—Si vamos a entrar en el debate si la otra persona lo sabe no son cuernos, digamos que son infidelidades consentidas, ¿mejor así?

—Eres un pedazo de cabrón, hablaré con mi jefe para que deje de trabajar contigo.

—Sin problema, pero hablaré con César dentro de una hora, veremos cómo respira.

—Por favor, no digas nada, sabes que él tiene respeto.

—¿Y eso?

—No digas nada.

—Quiero que me digas porqué motivo me tiene respeto. Dije en un tono tranquilo y conciliador.

—César sabe las salvajadas que hice estando contigo.

—¿Salvajadas? No hicimos nada de eso, todo estaba hablado y acordado.

—Para él son salvajadas, y como me quiere mucho no se atreve a ir por ese camino. Acordamos que puedo ir a Madrid un fin de semana al mes para estar con mis amigas porque se suele poner muy pesado con la gente con la que me relaciono aquí.

—¿No sabe lo que haces en realidad?

—Lo intuye porque son sus fantasías, solo le cuento como su fuese una fantasía o realidad aquello que hará que se ponga muy bruto y me folle bien.

—¿Y por qué no puedo entrar en esa ecuación?

—César teme que un día termine la relación que tenemos para volver contigo, así que cuanto más lejos esté de ti mejor para él.

—Sabe que eso es casi imposible, ¿verdad?

—¿Por qué dices eso?

—Seamos claros, yo contigo no volvería, solo follaría contigo para disfrutar de tu sumisión, tu atracción por el sado y para sacar ese lado oscuro que tienes y que no dejas que salga con la frecuencia que deberías.

—¡Eres un cabrón! Me quieres usar como a una puta.

—Quiero que disfrutemos ambos de nuestros cuerpos, que es muy distinto.

—Es que yo no puedo hacer eso…

—Mira, hagamos una cosa. Ve al baño, te quitas la ropa interior y la parte de abajo me entregas según salgamos por la puerta. Cuando regreses a tu puesto de trabajo

En ese instante los ojos de María brillaron y su mirada se llenó de deseo y lujuria, dio un sorbo a su café y fue hacia el baño de la cafetería.

Al regresar de forma muy disimulada y discreta metió su mano en el bolso de mi chaqueta, su rostro se mostraba enrojecido, estaba ruborizada.

La dije al oído que se abriese un poco el chaleco que llevaba puesto, tras mirar hacia los lados y a la barra cerciorándose que nadie prestaba atención se abrió lo justo el chaleco para que pudiera ver como se marcaba uno de sus pezones en la blusa.

—Es hora de volver al trabajo. Dije en un tono efusivo.

Nos dirigimos a la salida, metí la mano en el bolso de la chaqueta y allí toqué lo que parecía un tanga empapado a más no poder.

—Muy bien zorrita, vuelves a ser tú. Ahora Tomaré algo con César.

—Pero si he hecho lo que me has pedido, ¿qué le vas a decir?

—Que esté tranquilo, que quizás ha llegado el momento que te pida la mano y dejéis de vivir en pecado.

—¿Estás tonto?

—Ha llegado el momento en el que admitas que te gusta ser infiel, y que él vaya aceptando esta relación que mantenéis.

Me acerqué a ella, la di dos besos y me fui.

Disponía de media hora para llegar a la cafetería donde había quedado con César. Al llegar me saludó la camarera, me conocía de tiempo atrás, la pedí lo de siempre y me senté en una mesa alejada.

Al poco de sentarme entró el novio de María y vino a la mesa, nos saludamos de forma cortés y tomó asiento. Empezamos a hablar de María, se mostró agresivo en la forma de hablar, esa era su defensa.

—¿Qué quieres de María?

—Que sea feliz, y por eso he quedado contigo.

—Te conozco, pretendes que me deje y que regrese contigo, y eso no va a pasar.

Vi que la camarera se acercaba con mi consumición, y cuando estaba detrás de él, antes de que dijese algo —¿Follas bien a María? Solté sin más.

—¿A ti que te importa?, pero para tu información conmigo disfruta más que con cualquiera que haya estado antes.

—Tito, te traigo lo que has pedido, hace falta algo más aquí. Soltó Amaya con su sonrisa.

—César, ¿quieres algo? Aprovecha a pedir que me hago cargo.

—Un botellín de agua.

—Ahora lo traigo. Dijo Amaya mientras se alejaba.

—César, mira solo quiero que sea feliz y así cuando me vea con alguien no sufrirá, sabes también como yo que ella en su interior tiene algo que la lleva a fantasear o imaginar situaciones conmigo. Quizás ha llegado el momento que os caséis, formalicéis lo vuestro. María es una mujer muy pasional, caliente y sexual. Hay que saber satisfacer todas las fantasías que dice no tener.

—¿Me estás diciendo que nos casemos y que ella tiene fantasías?

—Así es, mira lo mejor será que hables con ella y os caséis.

—Me da la sensación que eres un cabrón que no has dicho a María que estás con alguien para jugar con ella.

—En primer lugar, soy un corneador, algo que sabes muy bien que es y que te encantaría ser, y en segundo lugar, si estuviese con alguien María lo sabría de sobra. Ocúpate de su felicidad y deja tus fantasmas atrás.

La camarera trajo el agua, y después de un par de tragos se excusó alegando que tenía que volver a su trabajo.

Tras salir llamé a María y la dije lo que había sucedido y que se preparase para una tarde noche de bronca monumental, pero que mantuviese la calma, la di unas indicaciones para rebatir lo que pudiese decir su pareja y la desee suerte.

Al día siguiente María me llamó al móvil.

—ERES UN CABRÓN, nos veas la que me montó ayer César, me llamó de todo, que si quería dejarle que se lo dijera a la cara y no con un mensajero. Que seguía siendo una puta niña mal criada que para terminar una relación ya tenía al siguiente esperando.

—Calma, calma, vamos a ver. Te dije que eso iba a suceder, ¿verdad?

—SI, pero es que…

—Escucha un momento, ¿dijiste e hiciste lo que te dije?

—No me dejó meter baza, se fue al dormitorio para coger sus cosas e irse.

—¿Y?

—En el dormitorio expliqué que solo lo quiero a él, pero que su obsesión por todo lo que viví contigo lo atormentaban. Que en mi vida solo está él, que es a quien quiero. Me miró y me preguntó si tenía fantasías con otros.

—Y tú fuiste clara, ¿cierto?

—Hablé de que en realidad no son fantasías, que es otra cosa que él no sabe sacar de mí, pero que no pasa nada, que puedo vivir sin ello como muchas de mis amigas.

—Anda, ¿solo eso?

—No, preguntó qué es lo que no consigue sacar de mí. Ahí recordé que me dijiste que tomase el control para cambiar mi vida y se lo solté todo.

—María, ¿qué es todo?

—Que cuando estaba contigo hacía muchas cosas, me ponías en situaciones muy morbosas, que tu dominio sobre mí era muy excitante, que anhelo volver a sentirme así, pero que puedo vivir sin ello tal y como llevo haciéndolo los últimos diez años. Que me masturbo en el baño del trabajo cada vez que se vas que venir o cuando te has ido.

—Muy bien, ¿cómo te sentiste?

—Liberada, muy a gusto, a la vez que muy nerviosa, con miedo de su reacción.

—¿César te dijo? ¿Le observaste tal y como te indiqué?

—Empezó a decir que quería dejarlo para follar como una puta, que era una puta. Sus palabras me hicieron mucho daño Tito, antes de echarme a llorar miré el bulto que tenía en el pantalón. Ahí fue donde me armé de valor, las lágrimas que iban a salir se transformaron en palabras y dije que veía que estaba cachondo, que le excita que me comportase así, que así quizás sería la única manera que me follase y como me gusta. Solté lo que llevaba años reprimiendo. Y me vine arriba. Le dije que me comiera el coño hasta que me corriese.

—Joder María, que fuerte. Me alegro mucho del paso que has dado.

—Ahora quiero más Tito, él ya aceptado como soy en realidad, lo que me gusta. Ayúdame a seguir avanzando, como hacías cuando estábamos juntos.

—El siente paso es comprar una jaula para que no se toque, y consigas someterle más.

—Puff, ¡¡estoy mojadísima!!

—Compra ahora por internet la jaula, y cuando llegues a casa a comer de ordenas que se desnude se ponga de rodillas. Me llamas por teléfono, antes cambia el nombre del contacto por AMO. Cuando me llames tienes que tener los cascos puestos, y quiero que respondas a todo lo pregunte y hagas lo que te ordene.

—Joder, me voy a correr con lo que me dices.

—Espera a llegar a casa y que suceda. Te dejo zorrita. Pasa buena mañana.

—Un besito Tito.

María conocía hasta qué punto podría llegar Tito, lo que no sabía es lo que tenía en mente Tito.

Continuará...

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