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TODORELATOS » HETERO: INFIDELIDAD » EL VERANO DE LA MUJER INFIEL (EXTRACTO 2)
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Fecha: 31-Ago-23 « Anterior | Siguiente » en Hetero: Infidelidad

EL verano de la mujer infiel (extracto 2)

Abel Santos
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Tiempo estimado de lectura: [ 11 min. ]
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Dany recibe un segundo vídeo donde parece más claro quien es la zorrita que los protagoniza. A pesar de lo furioso que se siente, no puede resistir la tentación y se masturba mirando la grabación, mientras siente como le crecen los cuernos... Version para imprimir

Antes de dormir, decidí revisar los posibles mensajes de la tarde. Había dejado el móvil en modo vuelo al llegar al reservado y no quería dejar sin responder algún posible mensaje de Laura.

Pero lo que encontré no fueron precisamente mensajes de mi mujer.

Solo había recibido anónimos del puñetero desconocido de la vez anterior.

DESCONOCIDO: Oye, tío, estás gilipollas o qué?

DESCONOCIDO: Cómo dejas a tu mujer que se vaya una semana a Sevilla?

DESCONOCIDO: A estas alturas ya deben haberte crecido los cuernos un palmo más, y eso que ya los tenías grandes.

No sé por qué mi imaginación voló hacia Juan, quien justamente había tenido que ausentarse de la casa con urgencia unas horas después de que mi mujer se hubiera marchado. Un rollo con amigos o algo así. ¡Menuda trola!

Inspiré profundo para contener el escalofrío de celos que me empezaba a quemar por dentro. Laura tenía razón, alguien de la casa debía tener ganas de fastidiarme y aprovechaba los momentos clave para lanzarme las puyas que sabía que me mataban.

Decidí contestar de inmediato.

DANY: Eres un cobarde hijo de puta.

DANY: Si tienes huevos identifícate, cabronazo.

DANY: Y deja de hablar mal de mi mujer porque te juro que te voy a cortar la polla y te la voy a hacer tragar.

Las palabras se me acabaron. Solo me quedaban tacos por soltar y preferí guardármelos y respirar para calmar la mala leche que se me había subido al cerebro.

La respuesta de «desconocido» no tardó en llegar. Me resultó curioso que lo hiciera tan pronto, como si hubiera estado esperando mi réplica para lanzar un nuevo ataque.

DESCONOCIDO: Qué pasa, aún te crees que tu mujer es una santa?

DESCONOCIDO: Es que necesitas más pruebas?

DESCONOCIDO: Pues toma esto y que lo disfrutes.

El último bip-bip antecedió a la imagen de portada de un nuevo vídeo.

Y en ese momento reventé. Envié mil tacos en varios idiomas a aquel hijo de mala madre a través de wasap. Tras enviar el último mensaje, las manos me temblaban. A punto estuve de lanzar el móvil contra la pared. Si no lo hice fue porque de nada me serviría un móvil destrozado. Eso me situaría aún más lejos de Laura.

Sabía que el paso siguiente no podía ser otro que el de visionar el vídeo. Porque ya empezaba a conocer a aquel tipejo, y estaba claro que «desconocido» no iba a responder nada más aquella noche.

*

En esta ocasión no pude reprimir el deseo de reproducirlo de inmediato, sin darle más vueltas. Esperaba una tormentosa escena de sexo. Y no me equivocaba.

La escena, salvando las distancias, no era muy diferente a la primera.

Para empezar, la habitación pertenecía claramente al mismo hotelucho del primer vídeo, aunque la disposición de los muebles era diferente, por lo que no debía de ser la misma. Por otro lado, las voces estaban igualmente distorsionadas y la cara de la mujer oculta por un círculo borroso, mientras que la del hombre se mantenía siempre fuera de plano.

La escena no consistía en un polvo esta vez, sino en una mamada. La mujer estaba sentada en la cama en bragas y sostén, y chupaba la polla del hombre que, de pie ante ella, movía sus caderas adelante y atrás en una parodia de follada bucal. En realidad no existía tal follada, ya que ella manejaba la faena pajeando la polla del tipo al tiempo que absorbía de su glande como si fuera un chupa-chup.

En la segunda pasada escruté los detalles. El pelo de la chica era tan parecido al de Laura como en el primer vídeo. Sin embargo, llevaba ropa interior diferente a la que vestía en la anterior grabación, y el tipo una camisa de distinto color. Mi conclusión era que las dos grabaciones se habían realizado en diferentes fechas. No podía estar seguro al cien por cien, pero hubiera apostado por ello.

El siguiente punto que intenté descubrir fue la existencia del tatuaje con forma de corazón en el hombro de la mujer. El detalle que había buscado igualmente en el primer vídeo, sin encontrarlo. Pero hubiera sido imposible verlo desde el ángulo en el que se estaba grabando la escena, así que desistí de buscarlo.

En siguientes pasadas me concentré en el diálogo entre los amantes. En las primeras había relegado este detalle y no había captado las palabras que se decían.

Lo que comprobé fue que el tipo se mostraba tan grosero como en el primer vídeo.

—Joder, putita, como la mamas… —decía su voz distorsionada.

Un cachete de la mujer en el culo del hombre resonó seco. Como en la primera ocasión, el tipo seguía empeñado en insultar a la chica, aunque ahora ella soltaba una bofetada en el trasero del tipejo a cada palabra sucia que salía de su boca.

—Calla, tío, y concéntrate que no tenemos toda la tarde —replicaba ella.

—Tranquila, zorra —¡plash!—, que ya me falta poco. Y no pegues tan fuerte que pica, so cabrona…. Jajaja.

¡Plash!

—¡Ay…!

Casi al final, la mujer se sacaba el mendrugo del tipo de la boca y le advertía:

—Ni se te ocurra correrte en la boca ni en la cara… —le amenazaba—. Porque te juro que te mato…

Un escalofrío me recordó que aquella expresión —«te juro que te mato»— me la había dicho Laura muchas veces en situación parecida, ya que su aversión al esperma era más que notable. Mi estómago amenazó una arcada y tuve que esforzarme para controlarla.

—Tranquila, zorrita —¡plash!—, que no te voy a embadurnar la puta cara —¡plash!

Pero, a pesar de las burlas del hombre y las bofetadas de la mujer, ella seguía chupando con dedicación, mirando de vez en cuando a la cara del tipo, probablemente para adivinar el momento de la eyaculación.

Aun así, algo debió fallar en su vigilancia. De pronto, el hombre la agarró del pelo con una mano, mientras con la otra le arrancaba el miembro de la boca y comenzaba a pajearse mientras se corría sobre su cara con fuertes gruñidos.

—¡Joder… joder… joder…!

La mujer intentaba echar para atrás la cabeza, pero el tipejo se lo impedía. Segundos después, la cara debía de haberle quedado bien embadurnada porque los hilillos de semen iban cayendo por debajo del óvalo borroso que ocultaba su rostro.

—Serás hijo de puta… —se quejaba ella clavando las uñas en el muslo del hombre—. Aunque su queja era más por asco que por enfado.

Las risas del hombre y de la persona que grababa —una mujer claramente— resonaron en el cuarto del hotel poco antes de que la grabación se detuviera.

*

A partir de ese momento se desató la tormenta que me mantendría sin dormir una nueva noche, al igual que había ocurrido la primera vez.

Un sinfín de sentimientos se adueñaron de mí. El dominante era el de los celos, por supuesto, pero no el único. Los celos se mezclaban con la vergüenza, el ridículo, la rabia, el morbo... ¿¡El morbo!? ¡Joder!, ¿a qué venía el morbo que me mataba al visionar la escena en que simulaban abusar de mi mujer?

Me resistía a dejarme llevar por el puñetero morbo como en la primera ocasión. Pero al final no pude evitarlo y tuve que ceder a mi instinto animal. Y me vi obligado a masturbarme ante el lavabo del baño para disminuir la tensión que amenazaba con hacer reventar mi corazón, al mismo tiempo que mis testículos. Eso, a pesar de que por la tarde los había vaciado a conciencia más de una vez.

Después de descargar, solo el desasosiego me quedó como compañero de cuarto. Aparte de los pensamientos destructivos. ¿De verdad mi mujer me estaría engañando y haciendo crecer mis cuernos hasta límites insospechados? ¿Por qué lo haría si eso era cierto? Por placer no parecía, los vídeos se mostraban sosos y deslucidos, como si ante la pantalla se practicara sexo sin ganas.

Tenía presente que ella no me había permitido correrme sobre su cara en la vida, y aquel patán se había corrido sobre la «supuesta» Laura mientras se burlaba de ella. Y, al contrario de lo que había anunciado, se había mostrado dócil mientras las estalactitas de semen colgaban de su rostro y las voces en off reían a carcajadas por el engaño del hombre.

Por otro lado, la palabra «karma» me abofeteaba sin piedad. Porque si Laura me ponía los cuernos con aquel subnormal sin rostro, aquella misma tarde se los había puesto yo a ella con Sonia y Lucy, un doblete de hembras de lo más deseable. Parecía que el maldito karma me pagaba con la misma moneda. Me pregunté si existiría una relación entre ambos hechos, llegando a la conclusión de que era más que improbable.

Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Callar, aceptar la derrota, y permitir que aquellos videos se siguieran grabando por el sentimiento de culpa de estar tirándome a Sonia y a Lucy? ¡Ni de coña, jamás lo admitiría! Tenía que hacer algo y tenía que hacerlo ya. ¿Por dónde empezar? No tenía ni idea, pero tenía que moverme de inmediato o podría convertirme en un «cornudo consentido», expresión que me revolvía las tripas.

Finalmente, y a pesar de la hora, decidí llamar a Laura. El mensaje de móvil apagado o fuera de cobertura no se hizo esperar. Mi cabreo se multiplicó por mil. ¿A qué venía esa manía de tener el móvil apagado que últimamente se gastaba mi mujer? Le dejé un mensaje cortante y con malos modos —«llámame en cuanto oigas este mensaje»— y colgué.

Luego sopesé si debía de enviarle los mensajes de wasap o no. Al final decidí reenviarle una captura del texto, pero reservar el vídeo para cuando hablara con ella.

*

El soniquete de mi teléfono me despertó sobre las nueve de la mañana. Me sentó como un tiro porque había permanecido despierto hasta que empezó a clarear en nuestra ventana.

La voz de Laura tronó al otro lado de la línea.

—¿¡Qué ha ocurrido!? —decía alterada—. ¿¡Otra vez ese hijoputa está tocándonos los cojones!?

—Ya ves… —respondí somnoliento. Me sentí liberar en cuanto Laura empezó a blasfemar en hebreo. Sus protestas sonaban creíbles, y eso significaba mucho para mí en su favor.

—¿No has adelantado nada con tus pesquisas? —preguntó.

—¿Qué pesquisas? —repliqué—. Si hasta me había olvidado del tema después de hablarlo contigo. ¿Cómo iba a pensar que el muy cerdo iba a volver a las andadas?

—Joder, Dany, eres un dejado y un blandengue… —protestó airada—. ¡No puedo dejarte estas cosas a ti! A partir de ahora yo me encargo de ese gilipuertas que está empeñado en jodernos… ¡Se va a enterar cuando le pille!

—O «esa» —murmuré.

—¿Qué…?

—Has dicho «ese» —aclaré—. ¿Pero cómo estamos seguros de que no es una mujer?

—Bueno, pues «ese» o «esa», lo que sea… —aceptó—. Te juro que no voy a permitir que nadie se meta en nuestro matrimonio. Y mucho menos ahora que estamos remontando.

Caí en la cuenta de que no le había enviado la grabación, si no tan solo el texto de los mensajes.

—¿Quieres que te pase el vídeo? —pregunté.

—No sé… —replicó Laura—. ¿Para qué? Al fin y al cabo ya me imagino el contenido: un tío y una tía follando y pasándoselo de puta madre. Menuda novedad.

—No… —corregí—. Esta vez es diferente.

—¿Diferente en qué sentido?

—Se trata tan solo de una mamada… Aunque con una de esas corridas faciales que a ti tanto te gustan.

—¡Joder, que asco! —se quejó—. Pues una prueba más de que no puedo ser yo. ¡En la puta vida me llenan a mí la cara de leche!

—Pues ese es el tema…

—¿Qué tema? ¿De qué hablas?

Me aclaré la garganta, no quería dar a entender que justificaba la escena como una posible prueba de que era protagonizada por ella.

—Pues que a la tía del vídeo la leche le da tanto asco como a ti y le monta un pollo al fulano para que no le embadurne la cara… aunque al final se la embadurna a traición.

Se quedó un instante en silencio. Me temí que en efecto estaría leyendo entre líneas para entender si yo insinuaba que aquella similitud la ponía en evidencia. Al menos ante mis ojos.

—Está bien —dijo al fin—. Mándame el video y déjame que lo vea… Luego te llamo.

Así lo hice y a los cinco minutos mi móvil sonó de nuevo.

—¿De verdad has pensado que esta tipeja podía ser yo?

Tragué saliva.

—Ni de coña, cielo… —aseguré sin convencimiento.

—¿Pero no te das cuenta de lo que te comenté la primera vez? —se la notaba muy alterada—. Esta zorra tiene los pechos y las piernas perfectos. Ni una estría. ¡La tía no ha parido en su puta vida, no como otras…!

De nuevo callé que esas cosas las corrige Photoshop con un simple click de ratón. No quería alterarla aún más.

—Está bien, cariño —cambié de tema—. Olvidemos a este o esta gilipollas y centrémonos en lo nuestro. ¿Cuándo regresas? Espero que pronto.

—Lo siento, amor… —se disculpó—. Esta vez me va a llevar algo más de tiempo. Tal vez una semana más, pero ni idea.

Blasfemé por lo bajo, pero fingí conformarme para evitar un nuevo mosqueo por su parte.

—Joder, Laura —dije sin fuerza—. ¿Por qué no mandas ese trabajo a tomar por culo?

—Vale, Dany, no empecemos… —me cortó sin contemplaciones—. Ya lo hemos hablado. Es mi oportunidad soñada y no puedo abandonar sin más.

—Está bien, está bien… no te enfades. —Era yo el que se enfadaba conmigo mismo por mi actitud sumisa ante ella. ¿Me estaba volviendo un pedazo de cabrón capaz de manejar chicas fuera de casa, pero no tenía la fuerza suficiente para tirar de las riendas de la que tenía dentro? Vete a saber… La psicología humana es muy compleja, me dije.

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