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TODORELATOS » AMOR FILIAL » UNA MADRE ABNEGADA (1)
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Fecha: 03-Sep-23 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

Una madre abnegada (1)

Alfonso
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Tiempo estimado de lectura: [ 30 min. ]
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Julito se cae de la moto y le tienen que vendar los brazos. Como consecuencia su madre tiene que quedarse a casa a cuidarle. Version para imprimir

Mamá, no puedo sacármela para mear!

Julito era un chico estudioso e introvertido. Se pasaba el día en su habitación estudiando, además de los videojuegos y las carreras de motos. Era buen estudiante y lo había aprobado todo. Al cumplir los dieciocho sus padres le regalaron una moto, porque le entusiasmaban y también para que saliera un poco a la calle, con tan mala suerte que a los pocos días se cayó y le tuvieron que vendar el brazo derecho incluida la mano, y también vendarle un par de dedos magullados de la mano izquierda.

Su madre, Pilar, era una mujer muy convencional y protectora y pidió permiso para trabajar desde casa, online, y así poder cuidar de su hijo pues en ese estado no era capaz de valerse por sí solo.

Todo empezó ese primer día de convalecencia. Su padre se había marchado a trabajar y su madre preparaba el desayuno cuando le oyó gritar.

-Mamá, Mamá!

-Que pasa hijo? – Contestó Pilar acercándose al baño donde estaba.

-Uf, es que me da mucha vergüenza, pero… no puedo mear.

-Por qué hijo?

-Lo he intentado, pero con un brazo vendado y solo tres dedos libres de la mano izquierda, no me puedo sacar el pene fuera del pijama.

-No te preocupes cariño, para eso estoy aquí. - Contestó Pilar desde el otro lado de la puerta pensando que hacer.

- Cariño, tendré que entrar a ayudarte.

-Pero es que me da mucha vergüenza.

-Soy tu madre cielo, y ya te he visto desnudo muchas veces.

-Pero eso era cuando tenía diez años.

-Tampoco pasa nada porque ahora tengas dieciocho, sigues siendo mi hijo.

- Por qué no ha podido quedarse papá?

- Por que su trabajo no se lo permite, y el mío si.

Se hizo un corto silencio…

-Vale, pero no mires.

Julito era hijo único, y sus padres lo habían mimado y consentido más de la cuenta, y ahora en su mente permanecía esa parte de niño que no había crecido.

Pilar entró intentando no mirar y comenzó a palpar por encima del pantalón del pijama. Encontró la bragueta de un solo botón y lo desabrochó. Metió la mano por el hueco que había dejado y los ojos le abrieron al notar el tamaño del pene de su hijo. Es verdad que no se lo había visto desde los diez años, y eso había crecido mas de lo que había supuesto. A pesar de no estar erecto el grosor era notorio. Se la saco mirando de reojo para que no la viera y la orientó hacia la taza del váter. Un chorro grueso de orina comenzó a salir al instante y le oyó resoplar al sentir el alivio. Cuando acabó se la guardó y los dos se fueron a la cocina como si no hubiese pasado nada.

Se sentaron a desayunar y con los tres dedos libres que le quedaban en la mano izquierda se pudo apañar para coger las tostadas y mojarlas en el café. Pilar se relajó un poco viendo que algo podía hacer.

- Ves cariño como hay cosas que puedes hacer. – le dijo para aliviarle de su frustración.

-Ya, pero la mayoría no.

-Bueno, tendrás que ir probando.

Cuando acabaron, Pilar notó que Julito no quería levantarse.

-Que te pasa? Quieres quedarte ahí sentado toda la mañana? – le preguntó con la ternura y el mimo que acostumbraba.

-No es eso.

- Entonces… que es?

-Esto me da más vergüenza todavía.

-Pues que te pasa ahora?

-Que se me… ha estirado el pene.

-Bueno, a tu edad eso es normal, y estás en casa y no te ve nadie.

-Pero me ves tú.

-A mi no me importa hijo. Ya te he dicho que es algo normal.

-Pero es que no se me baja! Y no sé qué hacer. Lo mismo me paso horas así.

-Habrá que buscar algún remedio. – contestó Pilar pensando que decirle.

-Supongo que te masturbas.

-Claro mamá! Pero ahora no puedo, y no sé cómo bajarla.

-A ver cariño, vamos al baño y de das una ducha fría.

-Fría no, templada.

-Vale…

Julito se levantó y Pilar se volvió a asombrar por el enorme bulto que crecía bajo el pijama. Se dirigieron al baño y le desnudo por completo mientras Julito enrojecía hasta casi saltársele las pequeñas venas de la cara.

Pilar esta vez se asombró más. Ahora miraba atónita el enorme rabo totalmente erecto que crecía del delgado cuerpo de su hijo.

Julito era alto como su padre, pero demasiado delgado para el gusto de su madre. Por el contrario Pilar era más bien bajita, pero con grandes atributos. Sus tetas y su gran culo destacaban en contraste con su estrecha cintura. Su cara redonda con ojos grandes de un color marrón claro destacaban sobre su nariz perfilada. Sus gruesos labios, casi siempre pintados de un carmín rojo intenso, le marcaban una amplia y habitual sonrisa dulce y tierna. Una media melena castaña llena de bucles era el toque final para adornar su redondita cara.

Julito se metió en la ducha y Pilar comenzó a rociar la enorme verga  con el agua templada. Seguía asombrada sin poder retirar la vista de ese tallo grueso y venoso que partía del regazo, y cómo los huevos de gran tamaño se descolgaban bajo su base. “En esto no ha salido a su padre!” pensaba mientras lo rociaba con agua. Fue graduándola a más fría, pero aquello se mantenía inquebrantable. Pilar sentía algo en su cuerpo que no había sentido antes. La polla de su hijo era la única que había visto y tocado a parte de la de su marido y eso le provocaba algo especial.

-Esto no funciona mamá! – Gruñó Julito mirando su endurecido miembro.

Pilar cortó el agua pensando que hacer. “Bueno, ya puestos, puedo masturbarle.”, pensó con una sonrisilla camuflada. El problema era como decírselo.

-Solo se me ocurre una cosa.

-Cual?

-Podría masturbarte. – dijo levantando los hombros con sonrisa algo pilla.

-Pero mamá!

-No se me ocurre otra cosa, y si sigues así te acabarán doliendo los testículos.

Julito había enrojecido aún más, pero finalmente accedió pues ya empezaban a dolerle los huevos como había predicho su madre.

Julito se giró mirando hacia la pared de la ducha y su madre se puso detrás. Alargó la mano y agarró el tronco venoso notando que lo tenía como una piedra. Al sentir las gruesas venas que lo esculpían repletas de sangre sonrió con un cosquilleo agradable recorriendo su cuerpo.

Solo había tenido relaciones con su marido, pues se hicieron novios muy jóvenes y se casaron pronto. Ahora tenía treinta y ocho años, y era la primera polla que tocaba a parte de la de su marido. Pensó que eso podía ser el cosquilleo que había recorrido su cuerpo. Comenzó a subir y bajar la piel tersa que se ceñía a la dureza y contempló el avellanado glande que se estiraba al final de la polla como si quisiera desprenderse.

Aumentó el ritmo sin dejar de observar aquella majestuosidad y el cosquilleo se hizo más intenso en su cuerpo. La respiración de Julito se agitó y empezó a hacerse sonora. Su madre le puso la otra mano en el culo para acompasar los movimientos de la mano que movía la piel de la polla adelante y atrás. Al momento el endurecido miembro comenzó a soltar leche como si fuese una manguera.

Continuó hasta que dejó de salir el fluido semen, pero no sin asombrase por la cantidad que había expulsado. Volvió a abrir el agua y le limpio hasta dejarle la polla fresca y brillante. Notó como su hijo se relajaba y le trajo un pantalón corto de algodón y una camiseta para vestirle.

-Ves cariño, no ha pasado nada y tú te has quedado tan a gusto.

Julito no respondió pero su madre vio la expresión de satisfacción de su cara.

-Estos pantalones son más fáciles de subir y bajar, y así podrás orinar sentado si quieres.

-Gracias mamá. Me voy a mi habitación a ver si puedo manejar el mouse con los dedos que me quedan libres.

Pilar se fue a la cocina pensando lo que había hecho. Le acababa de masturbar a su hijo y era algo raro, pero no le había disgustado, más bien todo lo contrario. Había sentido un cosquilleo especial al agarrarle el pene con la mano. “Que coño pene, es una rabo de la leche!”, se interrumpió ella misma en sus propios pensamientos.

Intentó dejar de pensar en ello, pero la imagen de esa gran verga se le venía a la mente continuamente. Se pasó la mañana haciendo cosas de la casa combinándolo con trabajando online. Cuando llegó la hora de comer fue a buscar a Julito.

-Que tal hijo? Has podido hacer algo en el ordenador?

-No mucho con dos de los dedos vendados, y encima la mano izquierda.

-Lo sé, es difícil, pero practicando seguro que avanzas. Mañana te quitó la venda para ver cómo van. Ahora hay que comer. A ver qué si puedes sujetar la cuchara.

Cuando Julito se levantó de la silla tenía el pantalón corto totalmente abultado.

-Pero hijo. Otra vez! – exclamó Pilar

-Es que no puedo hacer nada mamá! Cuando dice que se levanta tiene vida propia y no lo puedo controlar. – comentó con sonrisa inocente.

-Pero esto… te ocurre habitualmente?

-Pues si.

Pilar se quedó pensando con la mirada fija en el bulto.

-Entonces… cuántas veces te masturbas al día?

Julito volvió a enrojecer y con voz casi ininteligible dijo.

-Cinco o seis veces.

-Vaya, no pensaba que tuvieses tanta necesidad! – contestó pensando en Manuel, su marido, con el que mantenía sexo cada dos o tres días.

No pudo evitar pensar que si su marido tuviera una polla así y lo hicieran a diario… ufff!

-Bueno, pues vamos al baño. Será incómodo comer con eso… así de tieso.

Fueron al baño y Julito se puso de cara a la ducha. Su madre le bajó el pantalón corto hasta las rodillas y el enorme rabo volvió a aparecer ante sus ojos. Ya era la segunda vez y Julito no estaba tan nervioso. Su madre alargó la mano y rodeó el endurecido y venoso tronco con los dedos. Esta vez el cosquilleo fue diferente, más bien fue una sensación excitante.

No quería reconocerlo, pero agarrarle la polla a su hijo empezaba a excitarla. Comenzó a pajearle con lentitud, admirando el enorme capullo en forma de bellota que se tensaba al final del tronco. La piel se estiraba y podía sentir como las venas se llenaban de sangre bajo sus dedos.

Esta vez no le puso la mano en el culo. Al estar fuera de la ducha permitía pegar su cuerpo a la espalda de su hijo. Lo pensó unos segundos… “y por qué no?”,  y eso es lo que hizo. Pegó las grandes tetas sobre la parte baja de la espalda de Julito (que es donde le llegaban), y la pelvis bajo el culito, que a pesar de su delgadez lo tenía bien marcado.

Julito no dijo nada, pero sintió el calor del cuerpo de su madre y se excitó aún más.

Pilar mantuvo un ritmo lento, lo hizo inconscientemente, pero realmente quería sentir más tiempo la verga en su mano. Cuando se quiso dar cuenta se había excitado ella también, y movió la mano más deprisa hasta que la endurecida polla volvió a soltar otro buen chorro de leche. El último chorretón mojo un poco el dorso de su mano y cuando la retiro de la polla de su hijo, sin saber muy bien por qué, se la acercó a la boca y paso la lengua por la mancha blanca.

Algunas veces se la había chupado a su marido, y en algún caso se había llegado a correr en su boca, pero no era lo habitual. Ya tenía suerte con que se la follara cada dos o tres  días y aguantara más de cinco minutos. Últimamente se había acostumbrado a masturbaste cada noche mientras él roncaba, pues sentía cada vez más necesidad.

Le limpio la polla con cuidado con unos clínex y después echó agua sobre los chorretones que habían caído en la ducha. El primero había salido con fuerza y había llegado hasta el cristal del lado contrario y caía despacio arrastrado por la gravedad y no pudo evitar pasar el dedo como si una fuerza invisible la hubiera impulsado a hacerlo.

En otro momento eso le habría parecido asqueroso, pero en ese momento fue otro aderezo para elevar su excitación.

-Gracias mamá! – exclamó Julito dándole un beso en la mejilla – No se que iba a hacer sin ti.

Pilar se sintió reconfortada y feliz, y sin que él se diese cuenta se chupó el dedo impregnado saboreando el semen de una forma lasciva. Le subió los pantalones y se fueron a comer.

-Nunca me has contado nada de chicas. Tienes alguna amiga?

-No. Me da mucho corte hablar con las chicas.

-Entonces… nunca has tenido relaciones?

-Esto me daría más vergüenza.

-Por qué?

- Pues por lo que has visto. La tengo muy grande y seguro que se reirían si la ven.

La que estuvo a punto de reírse fue Pilar pensando de lo inocente que era su hijo. “Si alguna ve ese mango seguro que no te escapas!”, sonrió pensándolo.

- Hay chicas que les gustan grandes.

- Tu crees?

- Claro!

- Pues yo solo veo algún pene así en internet, en las páginas porno, pero cuando hablo con mis amigos dicen que son prótesis, que los penes así no existen.

-Ya ves que están equivocados, el tuyo es así.

-Por eso me da vergüenza, porque es diferente.

-Pues que no te de vergüenza. Seguro que a ellos les gustaría tener uno así.

Pilar sintió como se alteraba su corazón latiendo más deprisa después de pronunciar esa frase. Ella si estaba orgullosa de la polla de su hijo y sintió un leve temblor al pensar que también la deseaba.

-Bueno cariño, cuando te vuelva a pasar me avisas, pero esto que quede entre nosotros. Es mejor que papá no se entere.

-Claro mamá. Eso sí que me daría vergüenza.

Pilar se relajó ante la respuesta de Julito. No había pensado hasta ese momento que se le podría escapar algo delante de su padre, y eso sí que sería un lío gordo.

La tarde fue más relajada. Julito la paso en su habitación hasta que llegó su padre. Cenaron los tres mientras se interesaba por como le había ido el día.

-Ya le voy cogiendo el truco al mouse para manejarlo con los dedos libres.

-Me alegro hijo! Así podrás estar más entretenido.

- A ver mañana cuando me quite las vendas mamá. – intentó animarse a sí mismo.

Después de cenar, Julito se fue a su habitación y sus padres a la suya. Pilar esperó a ver si esa noche tocaba sexo, pero Manuel se quedó dormido al instante. Como otras muchas noches, Pilar usó sus dedos para consolarse a si misma, pero esa noche en vez de estimularse mentalmente con alguna escena follando con su marido, lo hizo visualizando la polla de su hijo. Su calentura aumentó pensando que sentiría al tener ese armatoste dentro.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al imaginarlo. Se metía dos dedos y decidió probar con tres pensando en el grosor de la verga. No tardó en correrse, y está vez fue más abundante que otras veces. Se le habían mojado las bragas y sin hacer ruido cogió otras del cajón donde las guardaba y se fue al baño para limpiarse y cambiarse.

Al pasar junto a la habitación de Julito vio luz a través de la rendija que dejaba la puerta por la parte de abajo. Con las bragas limpias en la mano abrió ligeramente la puerta y vio a su hijo tumbado en la cama mirando al techo y de nuevo con el pantalón de algodón totalmente abultado.

-         Que te pasa hijo, no te puedes dormir? – dijo en voz baja tras cerrar la puerta.

-         No mamá. Es que…

-         Si, ya veo. – contestó ella mirando al bulto sin dejar que acabara la frase.

-         Y cómo es que estás otra vez así? No entiendo que se te estire tantas veces sin estímulos.

-         Bueno, es que… como no puedo jugar bien con la mano así pues… me he puesto a ver videos porno.

-         Vaya, pues sabiendo que no te puedes masturbar no deberías mirar esas cosas.

-         Ya, pero es que me gustan mucho y aprendo cosas.

Ella nunca había visto videos porno y no sabía exactamente que hacían. En ese momento el gusanillo comenzó a correr en sus pensamientos.

-         Y que cosas aprendes?

-         Pues… formas de hacerlo, posturas, sexo oral, anal…

Pilar volvió a abrir los ojos al oír a su pequeño pronunciar esas palabras con tanta naturalidad a la vez que dividía la vista entre la cara de su hijo y el enorme bulto que crecía en su regazo. La curiosidad se apoderó de su mente y le propuso que se lo enseñase.

Julito se levantó y se sentó en la silla del ordenador. Accedió a la página donde había estado y en la pantalla apareció una chica a cuatro patas y un tío, con un armatoste como el de su hijo, dándola por detrás. El lenguaje era burdo y soez, eso le pareció a Pilar en el primer momento, pero su mente iba cambiando a medida de que Julito iba pasando por diferentes vídeos.

Notó que algunas escenas la excitaban más que otras, sobre todo las más brutales, un tío metiendo una gran verga hasta el fondo en la boca de una tía, un negro con un rabo inmenso reventando el culo a una rubia delgadita, dos tíos fóllandose a una tía a la vez por el coño y el culo. Mirando todas esas escenas sintió como el calor ascendía en su cuerpo e instintivamente se llevó la mano entre los muslos. Llevaba un camisón corto, y tan solo las braguitas mojadas debajo, y notó de nuevo la humedad que había creado hace pocos minutos con sus dedos.

Se había excitado más de lo que hubiera imaginado y ahora estaba más caliente que antes de masturbarse, y además tenía que solucionar la erección de su hijo.

-         Bueno, apaga eso porque te vas a poner peor. – replicó, aunque más bien pensaba en ella misma.

Julito apagó el ordenador y se fue a la cama.

-         Me vas a masturbar para que se me baje? – preguntó con sonrisa inocente.

-         No podemos ir al baño por si se levanta papá, así que tendremos que hacerlo aquí. Pero el problema es que lo vas a poner todo perdido con esa potencia a la que te sale la leche.

-         Y que hacemos? – continuó con la sonrisa inocente.

Realmente Pilar ya había pensado que hacer, pero quería disimular ante su hijo intentando que pareciese que tan solo era un remedio, y no algo que la apetecía. Ya se la había chupado unas cuantas veces a su marido, pero chupar el pedazo de verga que tenía su hijo era jugar en otra categoría. Lo acababa de ver en internet, y si la chica que salía lo podía hacer con una verga de ese tamaño, pensó que ella también sería capaz.

-         He pensado que podría masturbarte poniendo la boca en la punta para que el semen no se desparrame por toda la cama.

Por supuesto Julito no se opuso, más bien le pareció una excelente idea pues nunca se la habían chupado y así podría sentir cómo era eso. Fue un pensamiento recurrente, pues su madre tan solo había dicho que pondría la boca, nada más.

-         Lo que tú digas mamá! – contestó Julito con entusiasmo.

Pilar sacó una toalla del armario y después de quitarle los pantalones se la puso sobre las piernas. El miembro se estiraba sobre el regazo como el largo mástil de una bandera. Los huevos, de un considerable tamaño, sobresalían entre sus delgados muslos como dos redondas piedras que parecían sujetar el tronco repleto de venas hinchadas por las que corría la sangre. El espeso vello del muchacho solo podía cubrir una parte de esas gordas pelotas. La enorme bellota sonrosada lucia en lo más alto como la picota de la torre más alta del castillo. La piel totalmente estirada y tersa no llegaba al capullo dejando ver la base redondeada que parecía querer desprenderse del resto.

Pilar ya no sintió cosquilleo, era una clara excitación y un deseo desaforado mirando ese instrumento que la naturaleza le había concedido a su inocente hijo.

Se puso de rodillas a su lado, y sus grandes pechos se descolgaron bajo el fino camisón. Cuando dirigió la vista a la cara de Julito vio sus ojos abiertos como platos y brillando bajo la tenue luz. Miraba el escote de su camisón con una abstracción total.

-         Mejor me quito el camisón para que no se manche. – Susurró en voz baja con sonrisa pícara.

Tiró de él hacia arriba y las dos hermosas tetas quedaron al aire. Unas grandes aureolas rodeaban los gordos garbanzos de piel arrugada. Notó como se tensaba todo el cuerpo de su hijo y la polla parecía querer arrancarse del regazo.

Volvió a mirarle a los ojos, aunque Julito ya solo veía sus hermosas tetas como si no hubiera ninguna otra cosa en la habitación. Su madre se pasó la mano sobre ellas y le preguntó.

-         Te gustan las tetitas de maná?

Julito solo pudo asentir con la cabeza. Su boca abierta, escasa de saliva, le impedía hablar.

-         Quieres tocarlas mientras te bajo la inflamación?

Julito seguía sin poder hablar. Intentaba hacerlo pero solo hacía muecas con la boca y sonidos ininteligibles. Su madre, de rodillas sobre la cama a un lado de Julito, se inclinó hacia el con las tetas por delante. Tan solo tuvo que levantar la mano en la que tenía tres dedos libres y apretar con ellos. Los dedos se hundieron en la carne densa y suave y sintió un latigazo en todo su cuerpo. La punta del glande expulsó unas gotas de líquido preseminal producidas al sentir ese primer contacto con el pecho de una mujer, y apretó con más fuerza.

-         Ufff, despacio cariño, que son muy sensibles y si aprietas tanto me haces daño. Mira, se hace así.

Le dijo con exquisita ternura pasándose ella misma la mano para que viera como se hacía. Apretó con suavidad y acarició los pezones con las yemas de los dedos hasta que se irguieron ligeramente.

Julito alargó de nuevo la mano y repitió los movimientos de su madre. Apretó con suavidad y pasó los dedos por los gruesos garbanzos. Ya se habían erguido, pero al sentir el contacto de los dedos de Julito se endurecieron más hasta que su carne arrugada se estiró para ponerse totalmente tersa.

-         Ahh, cariño, ahora lo has hecho muy bien.

Pilar se inclinó mirando la hermosa y tersa bellota y le dio varias lamidas en la curva de su base a la vez que subía y bajaba la piel del tronco con delicadeza. El fluido preseminal lo había impregnado y degustó ese sabor ya conocido a través de la polla de su marido, pero el de su hijo le gustó más sin saber exactamente por qué. Sin pensárselo más decidió probar el inhiesto glande.  Metió la mano bajo los huevos a la vez que abría la boca y engullía el endurecido capullo. Sintió que era un nuevo y delicioso manjar para su boca, grande, grueso y apetitoso. Un fuerte calor recorrió su cuerpo y comenzó a chuparlo como un gran biberón. La respiración de Julito se agitó con rapidez y su polla empezó a soltar chorretones de leche al momento. Su madre siguió chupando y tragando hasta que no pudo más y se la sacó de la boca. Varios chorretones saltaron sobre su cara y sus tetas mientras cogía aire con la boca totalmente abierta.

-         Ufff, que rápido has sido cariño. – le susurró con la cara manchada de blanco.

-         Es que… cuando te lo has metido en la boca… me he puesto muy mal.

Pilar se limpió con la toalla que había puesto debajo y después dio varias chupadas más a la polla de Julito para limpiársela bien.

-         Bueno cariño, ahora sí que vas a dormir a gusto.

Le dio un beso en la mejilla y después de mirarle a los ojos unos segundos le dio otro en los labios.

-         Te quiero mucho cielo.

-         Y yo a ti, mamá!

Julito durmió largamente esa noche, pero su madre no pudo conciliar bien el sueño pensando en lo que había pasado. Se daba cuenta que ya no solo era ayudar a su hijo a bajar las erecciones, si no que ella empezaba a disfrutar de ello. Se tocó varias veces esa noche mientras su marido roncaba, aunque no llegó a correrse de nuevo.

Cuando se levantó ya se había ido su marido a trabajar, y se quitó el camisón de dormir para ponerse una fina bata para cubrir su cuerpo. Tan solo llevaba las bragas debajo, pues hacía calor y para estar en casa no necesitaba más. Desayunó y se fue a la habitación donde tenía el ordenador para trabajar. No había querido despertar a su hijo, pero no podía dejar de pensar en él y en su enorme polla. Se tocó inconscientemente y se dio cuenta que se habían humedecido las bragas, aunque sin llegar a estar mojadas.

Se puso a trabajar y a los diez minutos apareció Julito con el pantalón algo bajado y la polla en ristre.

-         Mira cómo me he levantado mamá! – exclamó con su sonrisa inocentemente pícara.

-         Por dios cariño! Ya estás así tan temprano?

-         Es que cuando me he despertado la tenía así. Esta vez te aseguro que no me he puesto a ver nada en internet.

Pilar recordó las escenas que había visto la noche anterior y le dio un ligero escalofrío asustándose de si misma de lo que le habían gustado.

-         Bueno, desayuna a ver si se te baja, y si sigue así ya haremos algo.

-         Me harás lo de anoche? – preguntó con inocencia, pero con entusiasmo.

-         Ya veremos. Venga, vete ahora que tengo que terminar esto.

Julito se marchó a la cocina y Pilar se quedó pensando sin poder evitar volver a visualizar las escenas porno. Se volvió a tocar instintivamente recordando como se incrustaban esas tremendas pollas en los coños y los culos. Nunca pensó que ver algo así la pondría caliente, pero estaba pasando. También se dio cuenta que todos iban , tanto ellas como ellos, depilados, algo que nunca se le había pasado por la cabeza, pero después de verlo le gustó y pensó en hacérselo.

Continuó con el trabajo y se alargó en el tiempo. Cuando se quiso dar cuenta había pasado más de media hora y Julito había vuelto a entrar en el mismo estado que se fue. Su polla parecía un cohete a punto de despegar de su regazo

-         Esto sigue igual mamá!

A Pilar le hizo gracia la forma en que lo había dicho y acabó riéndose.

-         Pues nada cariño. Tendremos que hacer algo.

-         Vas a hacer lo mismo que anoche? – repitió de nuevo.

-         Si tú quieres…  – contestó intentando parecer que solo lo hacía por complacerle aunque en el fondo lo deseaba tanto como su hijo.

-         Uh, si que quiero! – respondió con entusiasmo – Y también me dejaras tocarte las tetas?

-         Vaaale. – contestó complaciente, pero con los pensamientos llenos de estímulos.

-         Venga, vete al baño que tengo que hacer una llamada y después voy para allá.

Julito desapareció casi corriendo y Pilar se puso los cascos y el micro para hablar con Víctor, su jefe. Un tío más joven que ella, simpático y atractivo. Le habían cambiado de jefe hace seis meses y sintió un gran alivio al irse el viejo carcamal y conocer a Víctor. El anterior era un vejestorio arisco e insoportable, pero Víctor era simpático y dicharachero. Casi siempre que hablaban intentaba flirtear con ella, pero se ponía colorada y se acababa marchando, pero en el fondo de su mente se había despertado un deseo que anteriormente no sentía. Desde entonces había surgido una mayor actividad sexual en su cuerpo hasta provocarle que se masturbaste a diario.

-         Hola Víctor!

-         Que tal Pilar! Cómo va tu hijo?

-         Va bien, pero el pobre apenas puede hacer nada por si solo.

-         Suerte que tiene una madre como tú.

-         Gracias!

-         Y yo también tengo suerte de tener una empleada tan eficiente y atractiva.

-         Venga Víctor, no empieces…

-         Es la verdad. Y ahora aunque te pongas colorada no te puedo ver.

-         Pues me estoy poniendo. – contestó sintiendo como adquirían calor sus mejillas.

-         También vas vestida tan elegante como cuando vienes a la oficina, o vas en camiseta?

-         No te voy a decir cómo voy.

-         Eso significa que llevas poca ropa, eh!

Este tipo de conversación la había mantenido otras veces con Víctor, pero está vez se sentía diferente, era como si la gustase más. Arropada por la intimidad de su casa y tan solo la comunicación a través de la voz pensó en continuar con el flirteo a ver que pasaba. Siempre podía cortar en cualquier momento si se complicaba.

-         Algo llevo, aunque no mucho, jajaja. – rió nerviosa.

-         Déjame adivinarlo. A ver… seguro que una batita de andar por casa.

-         Jajaja, vas bien.

-         Y debajo… unas braguitas muy pequeñas, seguro.

-         Pues claro. No voy a ir sin bragas, jajaja.

-         Pero podría asegurar que esas bonitas tetas que tienes las llevas cómodamente sueltas.

Pilar notó como sus mejillas ardían. A pesar de estar sola en su casa, le daba la sensación de tener a Víctor delante mirándola, con esos ojillos avispados y su sonrisa deliciosamente burlona. Se movió inquieta sobre el asiento y después de tomar aire siguió contestándole.

-         No me estarás viendo, porque lo has adivinado todo, jajaja.

-         Ya me gustaría estar allí contigo, disfrutando de tu belleza acompañada de un buen café.

-         Que adulador que eres.

-         Es la verdad. Si me lo pidieras, saldría ahora mismo como un rayo para tomar un café a tu lado.

Pilar se volvió a ruborizar a la vez que escuchaba a su hijo gritar desde lejos que la estaba esperando.

-         Lo siento Víctor, pero tengo que cortar que mi hijo me reclama. Te he enviado los informes por correo, ya seguiremos hablando.

Cuando colgó se dio cuenta de lo que había dicho, “ya seguiremos hablando!”, había sido de forma inconsciente, pero en el fondo lo había dicho porque quería seguir esa conversación. Nunca había flirteado a través del teléfono, pero había sentido ese cosquilleo de nuevo, el mismo que la primera vez que le agarró la polla a su hijo.

Se levantó y se fue hacia el baño. Allí estaba Julito sin pantalones con el rabo como una estaca. En ese momento pensó en su marido. Le quería mucho, pero reconocía que sus relaciones sexuales era escasas, monótonas y a veces hasta aburridas. Siempre en la cama y de la misma forma. Como si una chispa hubiera activado su mente en ese momento, pensó que ya que su hijo disfrutaba, por qué no lo podía hacerlo ella a su vez?

-         Espera un momento Julito, que me voy a quitar la ropa para no mancharme.

-         Date prisa mamá, que esto me va a estallar! – contestó con una mezcla de picardía e inocencia.

Pilar se fue a su habitación y se quitó la bata quedándose tan solo con las bragas. Se miró en el espejo y se vio de forma diferente. Se elevó la tetas con las manos y se sintió orgullosa de su cuerpo.

Caminó descalza hacia el baño y al llegar vio de nuevo cómo su hijo abría los ojos con un entusiasmo incontenido. Le quitó la camiseta para dejarle totalmente desnudo y se metieron en la ducha.

Julito casi la sacaba la cabeza, pero cuando levantaba la vista para mirarle a los ojos podía ver cómo miraba obsesivamente sus tetas. Estaba quieto, esperando a que su madre dijera lo que tenía que hacer.

-         Cariño, cuando estés con una chica no puedes estar callado, tienes que decirle cosas.

-         Como qué?

-         Pues las cosas que se dicen, que guapa que eres, que tetas más bonitas…

-         Es que… no se, me da vergüenza decir esas cosas.

-         Para eso estoy yo, para ayudarte. Venga, dímelas!

Pilar le agarró las manos y las posó sobre sus pechos, aunque se dio cuenta que estando vendadas daba igual

-         Que guapa que eres. Y que… tetas más bonitas que tienes. – dijo repitiendo exactamente lo que su madre había dicho con las manos vendadas apoyadas sobre las tetas.

-         Te quitaré la venda de la izquierda a ver cómo va. – dijo pensando en dejarle por lo menos una libre.

-         Ah, pues está muy bien. A ver, nueve los dedos.

Julito los movió y su sonrisa se hizo más amplia.

-         Mira, los puedo mover perfectamente, y no me duelen nada!

-         Pues parece que te has recuperado muy rápido.

-         Quítame la otra a ver cómo está. – replicó con entusiasmo.

Le fue quitando la venda lentamente y vio que todavía había magulladuras sin cicatrizar bien, pero los dedos también los movía perfectamente.

-         Joder que bien tener las dos manos libres! – exclamó totalmente entusiasmado.

-         Pero todavía te queda algo en el brazo y hay que vendarlo de nuevo.

-         Pero véndalo después. – contestó llevando las manos hasta las tetas.

Pilar sintió como se las amasaba con suavidad, y le rozaba los pezones con las yemas como le había enseñado. Al momento estaban estirados como púas. Dio un largo suspiro y llevó una mano hasta el endurecido miembro. Volvió a sentir la rugosidad de las venas marcando la tersa piel y le pidió que siguiera.

-         Venga, dime más cosas!

-         Es que no se me ocurre nada…

-         Habrás visto lo que se dicen en las películas.

-         Bueno, en las porno si, pero no creo que te gusten.

Pilar había comenzado a rozar el hinchado glande contra sus bragas y su excitación aumentaba por momentos.

-         Bueno, tu dímelas y ya te diré si me gustan.

-         Vale, pero no digas que no te lo he advertido.

-         Anda tonto, empieza.

Julito no había parado de rozar los pezones y Pilar ya los sentía como piedras incandescentes.

-         Tienes unas tetas preciosas y te arrancaría los pezones a mordiscos! – saltó con algo de euforia.

Todo el cuerpo le dio un estertor, como si hubiese tocado un enchufe y hubiese recibido una descarga. Jamás le había dicho su marido algo así, pero oírlo en boca de su hijo la había excitado una barbaridad.

-         Pues hazlo!

-         De verdad quieres que lo haga?

-         No que los muerdas, pero chúpalos.

Julito empezó a chuparlos y ella se retiró las bragas y comenzó a restregar la endurecida verga contra la vulva atravesando el denso vello que la protegía. Se sentía más excitada que nunca, ardiente, y con un deseo atroz. Las chupadas de su hijo le parecían deliciosas, en eso no tuvo que explicarle más.

-         Sigue diciéndome cosas.

-         Te voy a meter la polla tan profundamente que te la voy a sacar por la boca.

-         Diosss, cariño! – exclamó a la vez que se introducía la dura bellota entre la vulva.

-         No te ha gustado?

-         Si joder!! – contestó descontrolada.

Julito dio varios meneos casi inconsciente y la mitad de la verga atravesó la vulva de Pilar para llenar parte de su vagina. Al instante, Julito jadeó, tembló, y su enorme verga comenzó a soltar leche como si hubiesen abierto el grifo de una cisterna. Su madre mantenía la polla agarrada con la mano y se metía parte de ella en el coño intentando correrse antes de que Julito soltara la enorme dosis de semen. Estuvo a punto, pero no lo consiguió, y Julito se echó hacia atrás para recostarse contra el cristal de la ducha como si hubiese perdido toda la fuerza. Jadeaba como un galgo después de una carrera, y la leche corría por parte del coño y los muslos de Pilar.

Pilar se agachó para limpiar la polla de su hijo a base de chupadas. Sus gruesos labios abrazaban el mojado capullo y la lengua lo recorría con avidez. Estaba descubriendo cosas, y esa era una de ellas. Chupar una buena polla con sabor a semen cada vez la gustaba más.

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