Mi hermanito 19 - La oscura casa
La lluvia golpeaba el cristal de mi ventana, haciendo un ruido que en parte era relajante, empezaba a anochecer, se escuchó la puerta de casa, Rubén ni lo pensó dos veces, bajó con velocidad y allí estaban sus padres, quitándose las chaquetas mojadas y dejando los paraguas en el paragüero.
—¿Y bien? ¿Cómo está? —preguntó Rubén nervioso.
—Parece que mejora, está estable. —contestó la madre.
Rubén sintió alivio.
—Rubén, ¿Quieres pasar la noche con Tomi? Tu padre tiene que trabajar mañana sin falta y yo necesito descansar algo, ha sido un duro día.
—Claro mamá, me visto y voy. —Rubén volvió a su cuarto y comenzó a vestirse.
Estaba feliz de saber que Tomi había mejorado, Rubén tuvo mucho miedo, recuerda como ayer en la tarde al dejar a Jacob en su casa y regresar a la suya encontró a Tomi por el camino, tirado en el suelo junto a Akin, el agua de la lluvia se mezclaba con su sangre, a los minutos llegó la ambulancia.
Estuvo más de dos horas en el quirófano, afortunadamente pudieron salvarlo, los agresores Luis, Peter y Víctor fueron localizados, detenidos y los han metido en otro correccional del centro de la ciudad, lejos del condado.
—Se lo merecen, por hijos de puta, mira que intentar matar a mi hermano mayor... —murmuró Rubén mientras terminaba de vestirse.
El padre lo llevó en coche hasta el hospital del condado, el hospital estaba bastante vacío, había que tener en cuenta que en el condado, al ser tan pequeño y alejado de la gran ciudad, apenas sucedían accidentes o problemas graves.
Rubén se bajó del vehículo y entró al hospital con velocidad, intentando no mojarse mucho, estos días estaba dando con fuerza la tormenta en el pueblo.
La enfermera le indicó la habitación donde Tomi se hospedaba, aunque él ya lo sabía, se acercó y vio la puerta entre abierta, con su mano la abrió despacio hasta ver a Akin sentado en uno de los sillones, estaba durmiendo, entró cerrando la puerta e intentando no meter ruido.
Se acercó a la cama donde Tomi estaba durmiendo.
—Hola. —dijo Akin, que se despertó al notar la presencia de Rubén, el saludo de Akin fue en un tono bastante bajo, no quería despertar a Tomi.
—Hola... —respondió Rubén desganado y también en voz baja.
Hubo un ligero silencio, Rubén sujetó la mano izquierda de Tomi, le miró con pena y pesar.
—Si le hubiese acompañado... —se recriminó—. No habría pasado esto...
Y es que, Rubén se sentía culpable, por acompañar a Jacob a su casa me dejó volver a mí solo, se recriminaba eso, se culpaba y se sentía muy mal por ello.
—No fue tu culpa, no podías saber lo que pasaría. —dijo Akin, intentando consolarle.
—Ya..., oye, sé que no te lo agradecí hasta ahora, perdona, no estuve muy bien desde ayer..., pero..., gracias, me salvaste a mí y ahora a él, si no hubiese sido por ti...
Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos azulados de mi hermanito, Akin se incorporó y le hizo girarse para abrazarlo.
Permanecieron así, hasta que Rubén se calmó, levantó la mirada y observó a Akin, este le miraba, pero no tenía la típica sonrisa que le caracterizaba, ambos, al darse cuenta de la situación, se separaron con rapidez.
—Perdón, es que te vi tan frágil que lo hice sin pensar... —se disculpó Akin mientras cogía la chaqueta, parece que ya se iba.
—No pasa nada... —Rubén al ver que Akin se marchaba, le habló—. ¿Te vas?
—Sí..., bueno, pasará la noche mejor acompañado contigo...
Ambos se miraron sin saber que decir, Rubén seguía sujetando la muñeca de Akin, éste iba a decir algo pero se detuvo.
—Vale, bueno, si despierta le diré que lo has visitado. —dijo Rubén soltándole.
Akin afirmó con la cabeza, abrió la puerta y se marchó, la habitación se iluminó unos segundos por culpa de la luz del pasillo al abrirse la puerta, Rubén la cerró de nuevo dejando todo a oscuras, solo la luz de una lamparita al fondo iluminaba la habitación.
Rubén se acercó a la cama de Tomi y volvió a sujetar su mano, la apretó con fuerza, se inclinó y besó sus labios, ahí sentí los labios de mi hermanito, abrí los ojos y cuando quise corresponder el beso, Rubén se apartó sorprendido.
—¡Tomi! —exclamó con sorpresa.
—Hermanito, ¿Esta es forma de despertar a tu hermano mayor? —pregunté burlonamente mientras intentaba incorporarme.
—Perdona..., espera, no hagas esfuerzos, puedes hacer que la herida se abra de nuevo. —Rubén se preocupó e intentó ayudarme a ponerme sentado en la cama.
Permanecimos callados, sin saber que decir o hacer, cogí un vaso de agua que tenía al lado y comencé a beber.
—¿Estás mejor? —preguntó.
—Bueno, siento un leve dolor en el costado, pero a parte de eso..., quizás un poco caliente por tu beso... —confesé.
Rubén sonrió tras mi broma.
—Oye, mamá ya me dijo que se han encargado de Peter y los demás...
—Sí, no creo que nos molesten más. —confesó Rubén con cierta rabia—. Ah, hace unos minutos estuvo aquí Akin, creo que lo tienes pillado.
—¿Tú crees? No sé, Rubén, Akin está por ti, me di cuenta el tiempo que estuvimos en el monasterio... —confesé.
—Sí claro...
—Que sí, ¿No te has fijado como te mira? ¿Cómo te besa...?
—Que no, que no, que no es mi tipo, estás confundiendo las cosas, además yo..., yo te quiero a ti. —Rubén se alejó y se sentó en el sillón.
—Lo sé, y yo a ti, pero recuerda que...
—Somos hermanos, lo sé, no te preocupes. —respondió a regañadientes.
Esa noche la pasamos hablando un poco sobre el tema, Rubén me había contado que lo de Jacob era una fuerte amistad, pero no amor, no sentía eso, y Jacob le había confesado que era bisexual, yo en parte me alegraba que tuviese alguien con el que estar, quizás con el tiempo se enamorase de Jacob, era buen chico.
Los días fueron pasando y me dieron el alta, además de mi madre y mi hermano, me visitaron Cristian y algún que otro amigo más, que por cierto, Cristian parecía más distante de lo normal, temía que su hermanito Daniel le hubiese contado lo que pasó en el monasterio.
Tras dos semanas de reposo, la herida estaba casi curada, solo había asistido a clase, el entrenamiento lo había dejado de lado, y más tras saber que el míster había regresado de su baja.
Era martes, treinta de Enero, el médico me dio el visto bueno para volver a hacer deporte, así que decidí ir al entrenamiento, el míster me observaba muy de cerca, pero tenía claro que si intentaba algo iba a amenazarle.
Y así fue, mis compañeros se metieron en los vestuarios y yo fui detrás, hasta que el míster se puso en medio.
—¿Qué tal estás Tomi? Supe lo que te pasó... —dijo mostrando preocupación.
—Estoy bien, estoy acostumbrado a que me hagan daño, pero soy fuerte. —contesté apartándole a un lado para entrar a los vestuarios.
—Espera. —me sujetó del hombro y me hizo girar hacia él—. Escucha, perdóname, lo que hice, no tiene perdón, lo pasé muy mal, no hice lo correcto, escucha, mira, si quieres denunciarme, lo entenderé, de hecho no negaré nada...
Sus palabras me pillaron por sorpresa, ¿en serio acababa de decir lo que escuché?
—Esto... —le observé y realmente se mostraba arrepentido—. No, no voy a decir nada, pero entienda que lo que me hizo no estuvo bien, debo pensarlo y por ahora prefiero distancia.
—Entiendo, vale..., perdona. —me soltó—. Si cambias de opinión, ya sabes donde estoy...
Se marchó y tras unos segundos pensando en lo que acababa de suceder, me metí en los vestuarios y me pegué una buena ducha.
Estaba en la taquilla vistiéndome cuando recibo un mensaje al móvil, era de Cristian, ''Tenemos que hablar''.
Mi piel se heló, esa frase cortante, ese recuerdo emborronado de su hermano recibiendo sexo oral por mi parte, esa amenaza de Daniel, todo se me vino en segundos.
Nada más terminar de vestirme salí a toda velocidad hacia la casa de Cristian, que estaba sentado en su porche observando como me acercaba, me estaba esperando.
—Hola... —saludé al llegar hasta él, se puso en pie y comenzó a caminar hacia detrás de su casa, yo, lógicamente, le seguí.
Se detuvo y suspiró, se le notaba nervioso.
—¿Pasa algo? —pregunté con cierto temor.
Cristian, que llevaba una sudadera color granate oscura y unos vaqueros azul oscuro, metió ambas manos en los bolsillos de éstos y miró al suelo, pensativo.
—Tomi, nos conocemos desde que íbamos a párvulos, siempre hemos sido amigos, tras lo de tu hermano, te distanciaste, entiendo que su marcha te doliese, aún así lo comprendí.
Sacó sus manos de los bolsillos, me miró ahora con furia y quitó de nuevo su mirada de mí.
—Cristian, no te entiendo..., yo..., sabes que si me alejé fue sin querer, sigues siendo mi mejor amigo..., si estás así por lo que hicimos en el monasterio, me disculpo, me dejé llevar y...
—¿También con Dani? —preguntó ahora sin quitarme la mirada, tragué saliva y negué con la cabeza.
—¿Dani? No entiendo...
—No me mientas, Dani me ha dicho lo que le hiciste...
—¿Qué? No, claro que no, espera...
Cristian no me dejó terminar, me empujó hacia atrás y caí de culo al suelo de su parte trasera de la casa.
Me señaló con el dedo de forma furiosa y me amenazó.
—Aléjate de mí y de mi hermano, no vuelvas a acercarte o lo contaré, ¡¿¿Me oyes??!
De mis ojos salieron lágrimas de un dolor inmenso, me sentía horrible, no quería respirar, Cristian, el cual también estaba a punto de llorar, me dijo que me marchase y que no le hablase nunca más, se alejó y entró en su casa, yo, allí tirado, comencé a llorar.
Tras unos minutos en shock y aún sin poder dejar de llorar, salí corriendo sin detenerme, no sé cuando tiempo estuve corriendo, pero la tarde desaparecía y la noche se hacía presente.
Estuve llorando horas, tumbado bajo uno de los columpios del parque, allí permanecí tumbado, sin nada más que llorar, me dormí, acurrucado, dentro de aquel columpio.
El sonido de un perro ladrando me despertó, estaba nevando, poco, pero nevaba, me limpié la cara como pude y miré el móvil, no, no había sido una pesadilla, Cristian me había bloqueado en sus redes sociales y en el chat.
De nuevo comencé a llorar.
—¿Estás bien? -la voz de un hombre me alertó y me levanté como un resorte, ahí estaba yo, con la cara llena de lágrimas, mofletes rojizos, ojeras, mi sudadera sucia por estar tumbado y mis pantalones igual.
Salí del columpio y pude ver a un hombre, de mediana edad, tendría unos cuarenta años, me limpié la cara como pude con el pañuelo que me ofreció.
El señor, como dije, de unos cuarenta años, mediría unos ciento ochenta centímetros de altura, su cabello, ondulado y de color rubio oscuro, lo tenía a media melena, ya se le notaban varias canas.
Me miró con cierta sorpresa, pude fijarme en sus ojos, parecían oscuros, aunque la poca luz del parque no ayudaba, tenía barba de varios días, eso sí, muy cuidada, e iba con un traje oscuro, a lo padrino, lo cierto es que imponía respeto.
—¿Qué hace un chaval como tú a las dos de la madrugada llorando escondido en el parque? Estar aquí a estas horas es peligroso, ¿te han hecho algo?
Ignoré sus preguntas mientras me terminaba de poner bien la ropa limpiando la suciedad, y me trataba de peinar el cabello con mis manos como pude.
—Mira, vivo aquí, frente al parque, ¿vienes y te aseas si quieres? Puedo llamar a tus padres. —el hombre hizo un gesto para que lo siguiese, parecía amable, pero algo dentro de mí me impedía que confiase en él, no sabría decir qué era, pero emitía un aura que no me gustaba.
Decidí seguirlo, si llegaba a casa en este estado se harían preguntas, además que había escrito que estaba pasando la noche en casa de Cristian, no podía volver.
Caminamos unos metros hasta un portal de varios pisos, abrió la puerta y le acompañé dentro, todo el trayecto fue en silencio, subimos las escaleras hasta la segunda planta, con sus llaves y algo de torpeza logró abrir la puerta, me hizo pasar primero, cerró y encendió las luces.
Su casa estaba limpia y ordenada, en el recibidor tenía varias figuras de porcelana, se notaba que eran de calidad, es decir, caras.
—Ven, el baño está al final del pasillo. —el señor me llevó hasta el aseo y después se marchó, entré un poco cohibido, aún no sabía que estaba haciendo yo ahí.
Escuché algunos ruidos mientras me aseaba como pude con el agua del grifo, tras unos minutos, decidí que era mejor marcharme de allí, ya bien aseado o como pude, abrí la puerta despacio, estaba todo oscuro.
—Joder... —murmuré.
Saqué el móvil, activé el modo linterna y dirigí la luz al fondo del pasillo, estaba todo oscuro, y no se escuchaba nada, salvo un ligero gemido que me heló la sangre.
—¿Oiga? ¿Señor? —pregunté temeroso.
No hubo respuesta, respiré hondo y me armé con fuerzas, sujeté el móvil con firmeza y salí del todo del baño, mis pasos, lentos e intentando hacer el menos ruido, avanzaban con temor hacia el fondo, de dónde vino el gemido.
En mi mente pensé, quizás, debería salir corriendo y volver a casa, pero, ¿Y si ese señor tenía a alguien aquí secuestrado? Claro, no podía irme sin saber que estaba pasando en esa casa.
Sé que corría mucho peligro ahora mismo, pero mi conciencia no me dejaría en paz, también te digo, en ese momento no pensé en huir y llamar a la policía, por desgracia en caliente muchas veces no piensas bien las cosas.
Llegué al final del pasillo, habían dos puertas cerradas, entonces escuché otro gemido, venía de la puerta de la izquierda, alargo mi mano y cuando iba a sujetar el manillar, un fuerte golpe escuché en el baño, del susto, el móvil se me cayó al suelo.
Mi corazón latía a mil por hora, me puse en cuclillas y busqué el móvil, que cayó boca abajo, se veía una leve luz por los bordes, al sujetarlo caminé hacia el baño, miré y vi el gel en el suelo, lo había puesto mal y se cayó.
Se acabó, no aguantaba más en esa casa, me giré para marcharme y choqué con el cuerpo del señor.
—¡Ouch! —intenté huir y me sujetó con fuerza.
—¡Espera!
—¡No! ¡Suélteme! —entonces me soltó y le miré con sorpresa.
—¿Pero qué te pasa chaval? —el hombre, que me miraba ahora confundido, encendió la luz del pasillo, entonces pude ver que se había cambiado de ropa, ahora llevaba un chanda deportivo.
—No finja, escuché ruidos allí. —señalé la puerta del fondo—. Quiero que me deje ir.
El hombre soltó una carcajada y sin hacerme caso se acercó y abrió la puerta, de ella salió un pastor alemán pequeño, parecía un cachorro.
—¡Mi pequeñín! —el hombre sujetó al cachorro y éste le comenzó a lamer la cara entre risas—. Debió ser el perrito, lo encontré hace dos días abandonado aquí cerca, así que lo traje a casa.
Sentí bastante alivio.
—Aún no tiene nombre. —el hombre caminó hacia el comedor y puso al cachorro sobre un sofá de tela, después le sacó una lata de comida y se la dio en un plato que tenía ahí preparado—. Que por cierto, hablando de nombre, aún no me has dicho el tuyo.
—Tomi... —murmuré.
—Bonito nombre, yo me llamo William, aunque puedes llamarme Will. —dijo sonriente—. ¿Tienes hambre?
Sin querer afirmé con la cabeza, la verdad es que solo había desayunado en todo el día, tras el entrenamiento pasó lo de Cristian y no había almorzado ni cenado.
El señor, bueno, William, se marchó y me acerqué a acariciar el cachorro, era muy bonito, no tendría más de dos meses.
—Espero que esto te guste, es mi especialidad. —el señor, William desde ahora, puso un plato que emitía cierto calor encima de la mesa—. Es lasaña con carne y atún.
Miré el plato, tenía una muy buena pinta.
—No es necesario...
—Tshé, ¿no me vas a negar probar mi especialidad verdad? —puso un pañuelo y un tenedor en la mesa—. Adelante, yo mientras estaré al fondo del pasillo, puerta derecha, que aproveche.
Y sin más, se marchó sin darme tiempo a decir nada más, pero ahora mismo solo pensaba en esa lasaña, tenía tan buena pinta...
Me senté y sujeté el tenedor con fuerza, cogí un trozo con el mismo y lo llevé a mi boca, quemaba un poco, pero pude degustar su sabor, estaba riquísimo.
A su vez, me fijaba en los muebles del comedor, habían fotos, pero solo salía el y a veces otros hombres, parecían sus amigos, no tenía mujer ni hijos, eso me pareció extraño, terminé de comer y decidí llevar el plato a la cocina, era amplia y blanca, diferente al resto de su casa.
Que su casa, como dije, estaba ordenada y limpia, el suelo, de madera oscura y las paredes de un color rojizo oscuro, alunas lamparitas le daban un toque acogedor.
Estaba mirando las fotos cuando me llamó la atención una de ellas, iba con un traje de policía, mierda, estaba en la casa de un madero.
—Es de mi ascenso. —la voz de William me sobresaltó—. Disculpa, no quería asustarte.
—No, no es nada, es que..., será mejor que me marche ya, le agradezco todo, pero mis padres estarán preocupados... —mentí.
—Ya..., sí, claro, lo entiendo, pero no puedo dejar marchar a un chaval a estas horas fuera, si le pasase algo me la cargaba yo, ¿entiendes?
No sabía que decir, era un madero, no parecía mala persona ni mucho menos, pero desconocía sus verdaderas intenciones.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó con curiosidad mientras notaba cada vez más su proximidad hacia mí.
—Eh..., quince para dieciséis... —mentí.
—Vaya, pues te ves de menos edad... —posó su mano derecha en mi hombro y me sonrió—. Tengo un cuarto de invitados, puedes dormir ahí si quieres, tiene cerrojo, por si así te sientes más seguro.
—No sé...
—Escucha, Tomi, no voy a dejarte salir, otra opción es que llame a tus padres y vengan a recogerte...
—¡No!, o sea, quiero decir, piensan que estoy en casa de un amigo y verían todo raro, no es buena idea...
—Pero..., antes has dicho que no sabían donde estabas, que estarían preocupados... —William frunció el ceño y se dirigió al teléfono—. Por tu seguridad los llamaré, dime su número fijo.
—Vale, me quedo, siento haberle mentido, estaba asustado, pasé un mal día, por favor, no llame a mis padres, solo me metería en más líos, pasaré la noche aquí y me marcharé...
William soltó el teléfono y me miró poco convencido.
—Esta bien, además estoy muy cansado también, te despertaré mañana y podrás marcharte, ¿De acuerdo?
Afirmé con la cabeza y me llevó al cuarto de invitados, tenía la sensación de que William había manejado la situación en todo momento y que su manejo de la misma me había llevado hasta este instante.
—Bueno, aquí pasarás la noche, descansa. —dijo William, que tras cerrar la puerta quedé solo en esa habitación, parecía todo normal, salvo un pequeño detalle, la habitación tenía cama, un armario y un mueble con mucho cajones, también había un balcón.
—Podría escapar por ahí quizás —me acerqué y al abrirlo pude comprobar que tenía rejas, no, no iba a poder salir de ahí.
Mi curiosidad era muy grande, así que me puse a abrir el armario, los cajones, debajo de la cama, pero todo parecía normal, me senté en la cama, estaba realmente cansado, entonces llamaron a la puerta.
—¿Si? —pregunté con cierto temor.
La puerta se abrió y apareció Will, estaba sólo en bóxer, azul oscuro, me miró y yo no pude evitar mirar su entrepierna, o la tenía enorme o estaba duro, pero él se dio cuenta, aparté la mirada hacia el balcón. Su cuerpo estaba definido, se notaba que se cuida, tenía algo de vello en las piernas y en los brazos, también tenía algo en el pecho, pero muy poco, su cuerpo delgado y definido demostraba que le gustaba verse bien.
—Escucha, necesito preguntarte algo... William se acercó y se sentó en la cama, al borde, pero cerca de mí, me alejé instintivamente—. Yo..., cuando te vi realmente pensé que te había pasado algo, entonces te recordé, yo ya te había visto en el parque de los aviones, ¿verdad?
Tragué saliva y me puse nervioso, me costaba respirar, ese hombre sabía lo que hice allí, ¿y ahora qué?
—Tranquilo, no contaré que eres chapero. —aseguró con una sonrisa.
—No soy eso. —dije con tono enojado.
—Bueno, perdona, no quería ser grosero... —posó su mano derecha en mi muslo izquierdo, comenzó a rozarlo a través de la ropa.
Intenté alejarme pero estaba al borde del cabezal de la cama, él aprovechó y comenzó a subir su mano por mi muslo.
—Tomi..., a veces me siento muy solo, nadie me quiere, y cuando te vi..., noté que eras distinto, tan frágil, tan débil...
Su mano se metió por dentro de mi sudadera, tocando mi piel, se acercó más a mí, sus ojos, verdosos y lujuriosos, me miraban con deseo.
—Oiga..., yo..., esto no está bien, sabe... —mi voz, entre cortada y cohibida, sonaba como un susurro que se llevaba el viento y que él ignoraba, centrándose en seguir tocando mi cuerpo.
Sacó su mano de dentro de mi sudadera, posó sus manos ahora en mis hombros y me hizo tumbar, comenzó a besar mi cuello de manera lenta y sensual.
Yo solo pude cerrar los ojos y dejarme llevar, no sabía que me pasaba, estaba más caliente de lo norma, era una sensación de hervor, algo extraño.
Él seguía besando mi cuello hasta que de un fuerte tirón me quitó la sudadera y la camiseta interior, lanzándolas a un lado de la habitación.
—Eres perfecto, único. —sus manos tocaban cada parte de mi cuerpo, me sujetó con sus manos la cabeza a los lados y me aceró hasta sus labios, nos fundimos en un beso que parecía no tener fin, le gustaba saborear mis labios, su lengua, furtiva y lujuriosa, buscaba cada hueco de mi boca para dejar su sello.
Se separó de mí y me comenzó a bajar la ropa, primero los pantalones y luego mis bóxer, los apartó y tiró junto al resto de mi ropa.
Se me quedó mirando unos segundos mientras se mordía el labio inferior, sus manos tocaban mi cuerpo con deseo, con placer, me tocaba de una forma que me hacía sentir especial, era especial, para él era único, su niño hermoso que estaba dispuesto a satisfacer sus más perversos deseos.
Se inclinó y sentí como su boca engullía mi polla, comenzó a chupármela de una forma increíble, mis gemidos, ahogados para no permitirle la satisfacción de demostrarle que me gustaba eran imposibles de contener.
Sentí como succionaba volviendome loco, me iba a hacer correr, apreté con mis manos su cabello, suave y ondulado, hundí más mi polla dentro de su boca y comencé a venirme, mi corrida inundó su boca y él lejos de estar disgustado pareció disfrutarlo
Mi respiración se aceleró como si estuviese en una carrera olímpica, William siguió chupando y lamiendo mi entrepierna, ahora lamía mis huevos y los chupaba, los metía en su boca y los succionaba, mi polla estaba de nuevo comenzado a ponerse dura.
Will se levantó y me dio la vuelta, me puso el culito en pompa y comenzó a comérmelo, sentía su lengua recorrer cada rincón de mi ano, estaba extasiado, al borde del desmayo del placer y el éxtasis.
Con mi mano derecha comencé a pajearme a toda velocidad mientras ese señor desconocido me comía el culo como un profesional. Mientras lo hacía, no dejaba de tocar cada rincón de mi cuerpo, el cuarto empezaba a oler a sexo y yo estaba ya sudando, realmente iba a correrme de nuevo, me pajeaba como loco hasta que él me detuvo.
Sin decirme nada, me sujetó de la cintura y me pegó a su cuerpo, noté como se movía con dificultad sobre la cama para quitarse el bóxer, se pegó de nuevo a mí y noté su polla rozando mi ano.
—No quiero que esto acabe nunca joder. —fueron sus únicas palabras.
Su polla comenzó a atravesar mi ano con cierta dificultad, no pude ver cómo era de grande, pero no era pequeña, la fue introduciendo hasta que de una estocada me reventó el culo.
Aullé de dolor y con su mano hundió mi cabeza en la almohada, me costaba respirar, con su otra mano golpeó mi culo varias veces con tanta fuerza que seguro me dejó roja la piel.
En segundos ya se movía con un firme vaivén sobre mí, mi cuerpo se movía en sintonía a sus embestidas, me estaba follando con fuerza, la cama crujía a veces y el sonido se unió al ruido que emitía su cuerpo chocando con el mío.
Me soltó y pude por fin respirar, me sujetó del cabello y me jaló hacia atrás, me lamió la cara y prosiguió follandome, sus estocadas eran firmes y contundentes, intenté ahora con mis manos apoyadas sobre la cama evitar que me volviese a caer inclinado por sus acometidas.
Pero era imposible, al rato me tumbé cansado, no podía más, él seguía follándome y yo solo me dejé llevar, me dejé follar por ese señor, un madero cuarentón que me llevó a su casa y me cameló para follarme, para hacerme suyo.
Y tenía su recompensa, mi culito, mi cuerpo, todo para él, que comenzó a gemir con más fuerza y pude sentir su polla hincharse dentro de mi y soltar varios disparos dentro de mí, su corrida, caliente y espesa me preñaba por dentro.
Se inclinó aún dentro de mí, corriendose todavía y me lamió la oreja, para después humillarme y sentirme más sometido.
—Has caído, joder, eres mío, querías esto, dilo, di que querías que te follase un buen macho.
—Si..., quería esto... —murmuré ya tan extasiado que me dormí.
Continuará...