Usuario:
 Contraseña:
 CREAR CUENTA  Recordar Clave  Ayuda
 2.977 Lectores conectados [ Comunidad de Cams +18 ]  23.744 Autores | 137.384 Relatos eróticos 
NOVEDADES CATEGORÍAS TOP100 AUTORES BUSCADOR
TODORELATOS » HETERO: INFIDELIDAD » ESPOSA DE UNO, PUTA DE TODOS
[ + 
Fecha: 19-Sep-23 « Anterior | Siguiente » en Hetero: Infidelidad

Esposa de uno, puta de todos

VictoriaSG
Accesos: 13.838
Valoración media:
Tiempo estimado de lectura: [ 14 min. ]
 -   + 
Lisa solo conoce dos formas de hacer las cosas: por placer o por interés. Version para imprimir

 El día que repartieron la generosidad y la capacidad de amar a mí debió pillarme ocupada. No sabía exactamente qué me había llevado a ser así, pero desde bien pequeña carecí de empatía o de cualquier otro tipo de sentimiento que me impidiera poner siempre mis necesidades en primer lugar. Hasta ese momento solo había obtenido beneficios de mi forma de ser.

Cuando era una niña solo hacía caso a mis padres si sabía que iba a recibir algo a cambio. No es que no los quisiera, pero sentía más aprecio por mí misma y por todo lo que podía llegar a conseguir. Únicamente por ese motivo me empleaba en los estudios, porque siempre tuve claro que podrían servirme de ascensor social, que una buena educación me llevaría a conocer personas que se ajustaran más a mis intereses.

Le puse todo mi empeño a ese objetivo, pero la adolescencia me distrajo y mis necesidades fueron por otra parte. La naturaleza me dotó de un físico que todos los hombres deseaban y eso me permitió, a tan temprana edad, empezar a sacar beneficios. Algunos jóvenes estaban dispuestos a darme cualquier cosa por amor, y yo les sacaba regalos e invitaciones sin darles a cambio nada más que mi presencia.

Sin embargo, otros recibían lo más preciado que tenía: mi cuerpo. Desde que descubrí el sexo me convertí en esclava del placer que proporcionaba y de todo lo que se podía obtener a cambio. Mi pasatiempo favorito era follar por gusto, pero si no me quedaba más remedio también lo hacía para conseguir lo que se me antojara.

Aquello hizo que mis estudios se resintieran, pero daba igual. A través del sexo fui consiguiendo buenos trabajos que me dieron la independencia económica que me permitió alejarme de mis padres. Eran empleos de mucho dinero y poco esfuerzo, pero yo estaba empeñada en conseguir algo más grande, un puesto que además me diera poder.

En aquel momento trabajaba para una de las firmas de moda más importantes, aunque no tenía ni idea del tema. Haberme acostado con un pobre pardillo me puso allí, pero yo quería llegar a lo más. La fama del dueño de la marca sugería que era sencillo conseguir ascensos si te colabas en su cama, pero físicamente no podía ser más desagradable.

Baltasar rondaba los setenta años y, aunque podría decirse que no estaba mal para su edad, no dejaba de ser un señor arrugado con una ridícula coleta que recogía el escaso pelo blanco que le quedaba. Me horrorizaban sus uñas largas, su fétido aliento y la forma de vestir que tenía, presuntamente a la moda. Tenía que tantear el terreno, ver si era de los que te lo daban todo solo con una pizca de seducción.

- Señor, soy Lisa, del departamento de novedades.

- Adelante, ¿en qué puedo ayudarte?

- Quería presentar mi candidatura para el puesto que ha quedado libre en dirección.

- ¿Estás cualificada para ello?

- Precisamente venía para eso, para demostrarle lo apta que soy.

- Pues no veo el currículum por ninguna parte.

- Quizás no se esté fijando bien.

- Lisa... ¿verdad?

- Sí, don Baltasar, de Elisabeth.

- Creo que del talento que intentas ofrecerme ya tengo demasiado.

- Si no lo prueba no...

- Déjame terminar, por favor.

- Disculpe.

- Como verás, ya no soy ningún crío y llevo tiempo buscando sentar cabeza.

- Entiendo.

- Y a un hombre de fama como yo le vendría bien tener a su lado una mujer de perfil desconocido.

- ¿Qué me está proponiendo?

- Darte lo que tú quieres a cambio de lo que yo necesito.

- ¿El puesto en dirección?

- Mucho más que eso, la copropiedad de la marca.

- Madre mía... ¿a cambio de qué?

- De que muestres lo apta que eres, como tú misma has dicho.

- ¿Estamos hablando de...?

- Exacto. Y si me gusta, serás la madre de mis hijos y futuros herederos.

- Es una propuesta muy interesante.

- Supongo que necesitas tiempo para pensárt...

- ¡Acepto!

No había nada que no me pareciera un chollo en casarme con un multimillonario dispuesto a cubrirme de dinero a cambio de darle alguna alegría a su anciana polla. Era el trato con el que había soñado toda la vida, la posibilidad de hacerme de oro y conseguir la relevancia que tanto tiempo llevaba buscando. Suponía que aquello no cambiaría demasiado mis planes de futuro, pero Baltasar tenía mucha más vitalidad de la que imaginaba.

Esa misma noche me invitó a cenar al restaurante más exclusivo y después me llevó al hotel más lujoso, donde tenía una suite reservada permanentemente. No tuvo ningún reparo en tomarse la viagra delante de mí y se abalanzó sobre mí como un toro para desnudarme. Me daba bastante asco que me tocara con sus viejas manos, que me lamiera con su sucia lengua, pero era el precio que debía pagar.

No disfruté ni siquiera un poco teniéndolo dentro de mí, mucho menos al verme obligada a dejarle eyacular sin protección, pero aquello era como un casting para llegar a ser millonaria y no lo podía desaprovechar. Aunque no me gustara, debía reconocer que se movía bien para su edad, así que yo le seguí el ritmo para terminar lo antes posible.

- Tienes cualidades, de eso no cabe ninguna duda.

- Todavía puedo hacérselo mucho mejor, se lo aseguro.

- Lisa, por favor, no me hables más de usted, que vamos a casarnos.

- ¿Casarnos?

- Pues claro, nuestra boda va a ser el evento del año.

- ¿Cuándo tiene... tienes pensado que nos casemos?

- Muy pronto. Y después el embarazo, aunque quizás el primero ya esté en camino.

Incluso a mí, ansiosa por trepar hasta lo más alto, me abrumaba la velocidad a la que iban sucediendo los acontecimientos. Pocas semanas después ya estábamos pasando por el altar en una ceremonia a la que asistieron cientos de personas a las que no conocía de nada. Pero estaba encantada de ser la protagonista de un acontecimiento así.

Lo que no me entusiasmó tanto fue la noche de bodas ni todas las que la siguieron. Follar con Baltasar me daba repelús, pero tenía que darle el hijo que deseaba para asegurarme el futuro. Apenas acababa de comenzar, pero la vida de lujos me estaba gustando demasiado para perderla por no echar un polvo.

Aunque fuese un poco cruel por mi parte, no podía evitar pensar lo sencillo que sería todo si, a base de tanta viagra, a mi marido se le parara el corazón. Llevábamos pocos meses juntos, pero ya echaba de menos mi vida de soltera, la libertad para estar con quien me diera la gana y tener sexo con tíos que realmente me excitaran.

Mi idea era quedarme encinta y a partir de ahí darle largas, dejar de acostarme con él, pero el embarazo no llegaba. Lo hacíamos prácticamente todas las noches, siempre que él lo proponía, y nunca parecía surtir efecto. Ni yo tenía ganas de seguir haciéndolo para nada ni él tenía tiempo que perder, así que decidimos ir a una clínica para recibir ayuda, la más cara del mundo.

Tras las pruebas correspondientes, dictaminaron que no podíamos conseguir un embarazo por el método tradicional, así que nos pusimos en sus manos. Al cabo de unas semanas, tras un proceso muy costoso, dos bebés estaban en camino. Iba a ser el doble de faena, pero así me aseguraba de que tiempo después Baltasar no me pidiera ir a por el segundo.

- ¿Estás contenta, Lisa?

- Por supuesto, siempre he querido ser madre.

- No soy tonto, sé que piensas que con esto ya tienes asegurada mi fortuna.

- Ni se me había pasado por la cabeza.

- Sabes que tengo buenos abogados, si me engañas no verás ni un céntimo.

Me sentía absurda negándole lo evidente, pero no me quedaba más remedio que fingir. Saber que sospechaba de mí hizo que retrasara mis planes de serle infiel, ya que probablemente me tenía vigilada durante todo el día sin que me diera cuenta. Decidí tener un embarazo tranquilo y después reconsiderar todas las opciones.

La llegada de los niños fue una bendición. Baltasar vio cumplido su principal objetivo y me dejó tranquila durante un tiempo. Apenas me pedía sexo, y cuando lo hacía no me costaba nada convencerlo para que no lo hiciésemos. Siempre sospeché que tenía amantes, pero en ese momento no podía importarme menos.

Con la excusa de los gemelos, Baltasar me permitió manejar mucho más dinero. Me pasaba el día de compras, dándome los caprichos que siempre había querido y que me merecía. Me tomé con mucha calma lo de volver al trabajo, de hecho, ni siquiera tendría por qué haberlo hecho, pero me gustaba hacer uso del poder que allí tenía.

Al regresar a mi despacho me encontré con que todo había cambiado mucho. Steve, un hombre británico que me había estado sustituyendo, tenía un estilo muy distinto al mío y eso no me gustaba. Él tuvo que volver a su anterior cargo, pero antes tuvimos varias discusiones respecto el camino a seguir con mi regreso. Él sabía muchísimo más que yo, pero no soportaba que pisaran mi territorio.

- Aquí se hará lo que yo diga, porque para eso soy la jefa.

- Más bien la mujer del jefe.

- ¿Qué has dicho?

- Baltasar lo que quiere es ganar dinero, y para eso es mejor lo que yo propongo.

- Puedo despedirte si quiero.

- Perderías el escaso respeto que te tienen los empleados.

- Eso no puede preocuparme menos.

Nos pasábamos el día discutiendo, pero eso era lo que animaba la jornada laboral. En poco tiempo, Steve pasó de resultarme molesto a verlo cada vez más atractivo. Nuestras peleas eran un intercambio de ingeniosos reproches que en ocasiones hacían que la tensión cesara y tuviéramos que reírnos, aunque fuese disimuladamente.

Hacía mucho tiempo que un hombre no me despertaba esas sensaciones. Años atrás, el simple hecho de desafiarme hubiese sido suficiente para que me lo quisiera follar, pero en ese momento todo era diferente y solo con planteármelo estaba corriendo riesgos. Puede que yo comrnzara a sentirme atraída, pero Steve podría usar la más mínima insinuación para ponerme a mi marido en contra y recuperar mi puesto.

- Eso ya se intentó hace tres años y fue un fracaso.

- Porque todavía no estaba yo por aquí.

- Lisa, pero si no tienes ni idea de moda.

- Tú tampoco es que sepas demasiado.

- ¿Quieres que te enseñe mi currículum?

- Prefiero que me enseñes otra cosa, la verdad.

- ¿Perdona?

- ¿Ahora no se puede bromear? 

- No sé si a tu marido le gustaría ese tipo de bromas.

- ¿Se lo vas a contar tú?

- No, pero...

- Quizás debería hablar con él y decirle lo poco colaborativo que te muestras.

- He demostrado que puedo trabajar bien contigo.

- Ya te he dicho que lo que quiero es que me muestres otra cosa.

- Pero no sé a qué te refieres.

- Imagínate que dejo de ser tu jefa... y ahora soy tu puta.

Me ponía muy cachonda la idea de tirarme a un empleado, y más concretamente a uno como Steve. La sensación que me provocaba el poder hacer que un hombre tan leal a mi marido lo traicionara hasta ese punto me hacía arder. Él seguía sin atreverse a dar el paso, pero yo estaba dispuesta a llegar hasta el final. Si pretendía someterme a algún tipo de chantaje se terminaría en el momento en que él se acostara conmigo, convirtiéndose igualmente en culpable.

Volvía a sentir que era la Lisa de los viejos tiempos, la que se esforzaba en llegar a lo más alto, pero también la que se follaba a todo el que le apetecía, como era el caso de Steve. Despejé mi mesa y me abrí de piernas para él, cada vez menos capaz de contenerse. Le sorprendió descubrir que debajo de la falda no llevaba ropa interior, y que mi coño se humedecía ante la idea de tirarme a mi más íntimo rival.

Por mucho que tratara de disimular o contenerse, notaba el enorme bulto bajo sus pantalones. Tenía tantas ganas como yo, pero el miedo y la lealtad le impedían moverse. Utilicé mis viejas provocaciones, con las que ningún hombre se me había resistido, y Steve parecía estar a punto de caer en mi placentera trampa.

Una vez que se acercó, ya no tuvo escapatoria. Yo era partidaria de hacerlo todo con calma, de los juegos previos antes de la penetración, pero ese día necesitaba tenerlo dentro lo antes posible. Le bajé la cremallera para liberarle la polla y pegué tanto su cintura a la mía que no le quedó más remedio que metérmela hasta el fondo.

Lo que empezaron siendo unos empujones tímidos al final se convirtieron en embestidas que me obligaron a reprimir los gritos de placer. Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así, que no disfrutaba del sexo. Cuando Steve se atrevió a explorar mi cuerpo con sus manos y llegó a las tetas, hizo que tuviera el primero de varios orgasmos.

Cualquier idea que me hubiera hecho de él quedó atrás al ver cómo me follaba durante mucho tiempo sin desfallecer. Ni siquiera mis provocaciones hacían que terminara y seguía haciendo que me corriera una y otra vez. Finalmente vi en su rostro que estaba a punto de llegar y le advertí de que no podía hacerlo dentro, ya que un nuevo embarazo delataría la infidelidad.

Tras sacármela, Steve eyaculó sobre mi escritorio. Su cara era una mezcla de placer y culpabilidad, pero yo no podía estar más satisfecha. Había vuelto a tener sexo del bueno, de la manera más morbosa y poniéndole los cuernos a mi marido, ese anciano impotente que pretendía tenerme encerrada en su jaula de oro.

- ¿Ahora qué va a suceder?

- Que lo haremos a todas horas.

- ¿Aquí?

- Por supuesto, no podemos arriesgarnos a ser descubiertos.

- Creo que voy a tener que comprar condones.

A partir de aquel día convertimos mi despacho en el templo del placer. Apenas trabajábamos, aunque en mi caso apenas se notaba la diferencia. Mi mesa nos servía de cama, aunque no nos dejara practicar demasiadas posturas. Si de algo me sirvió todo aquello, además de para correrme como una perra, fue para darme cuenta de que estaba fuera de forma, el embarazo me había pasado factura.

Aunque Baltasar se mostró en desacuerdo, decidí apuntarme a un gimnasio. Mi marido me eligió uno muy caro al que únicamente acudían personas de nuestra misma condición social. Creía que aquello estaría lleno de momias como él, pero se equivocoba. Aquel lugar no solo lo frecuentaban los ricachones, también sus jóvenes hijos.

Desde el primer momento me sentí como en mi época del instituto, rodeada de jovencitos que solo pensaban con la polla. Aunque estuvieran aproximándome a los treinta y me faltara ponerme en forma, seguía teniendo un buen cuerpo que atraía a todos aquellos muchachos en busca de una mujer con experiencia que pudiera darles caña.

El gimnasio era un lugar mucho menos privado que mi despacho, pero dudaba mucho que ninguno de esos chavales estuviera dispuesto a delatarme si lo que había en juego era sexo. No me corté ni un pelo, los devoré a todos con la mirada en busca de la presa perfecta. A algunos de ellos los llevaba viendo desde pequeños en la prensa, por ser hijos de grandes celebridades.

Ante la imposibilidad de decidir, dejé que fueran ellos los que se acercaran. Me los hubiera tirado a todos, pero buscaba a uno que me inspirara confianza y que fuese todo lo contrario a Steve. En esa ocasión me apetecía un cuerpo duro y musculoso, aunque no tuviera el ingenio de mi empleado y amante. Las opciones se fueron reduciendo, hasta que todo me llevó al hijo de un futbolista retirado.

- Vi tu boda en las revistas.

- Y yo tu bautizo.

- No te creo, tampoco eres tan vieja.

- Tengo veintinueve años.

- Pues sí que eres mayor, pero sigues estando buenísima.

- ¿En serio?

- Y tanto, es una pena que estés casada.

- ¿Qué harías si no lo estuviera?

- Meterte todos los goles que metía mi padre.

- Eres demasiado descarado, Alfredo.

- Llámame Fredo, te lo ruego.

- ¿Alguna petición más?

- Que me dejes enseñarte el resultado de mi entrenamiento.

- Tienes el mismo descaro que yo a tu edad.

- ¿Y eso te pone?

- Muchísimo.

- Entonces deja que te lleve a un hotel.

- Si salgo de aquí con alguien mi marido lo sabría al instante y tendrías problemas.

- ¿Alguna vez has follado bajo la ducha?

- Antes de que se te cayera el primer diente.

- Aquí no hay mucho más donde elegir.

- Entonces habrá que probar eso que me has dicho.

Lo bueno de los gimnasios para ricos era que tenían compartimentos privados dentro de cada vestuario. Esperamos a que hubiera poca gente y llevé a Fredo a mi propia ducha. No tardó ni cinco segundos en desvestirse y yo ya estaba mojada antes de que comenzara a caer el agua. Ese joven tenía el cuerpo repleto de músculos, pero también de tatuajes.

Sin tiempo que perder, me metió la lengua en la boca y me agarró el culo a dos manos. Noté su enorme polla erecta contra mi estómago y tuve que contenerme para no arrodillarme y mamársela hasta dejarlo sexo. Sí que se la agarré y comencé a bombear sutilmente, lo que hizo que buscara mi agujero desde detrás y se abriera paso hasta el coño a través de la humedad.

- Lisa, ¿has decido cómo quieres hacerlo?

- Te dejo elegir.

- Me gustan las mujeres generosas.

- Nunca lo he sido, pero ahora me siento la puta de todos.

Continuará... 

Descubre la Comunidad de Webcams +18 de TodoRelatos
Conecta, comparte y vibra en vivo con las cámaras.

comunidad.todorelatos.com
© VictoriaSG

Valore y Comente los relatos que lee, los autores lo agradecerán y supondrá una mejora en la calidad general de la web.
 Comentarios sobre este Relato (3)
\"Ver  Perfil y más Relatos de VictoriaSG
 Añadir a Lista de Favoritos
 Reportar Relato
« VOLVER A LA PÁGINA ANTERIOR IR ARRIBA  ▲
 

📹 WEBCAMS +18: 1.000 Monedas Gratis!