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Fecha: 09-Oct-23 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

El sueño sexual de Susana

Mortocoro
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Tiempo estimado de lectura: [ 33 min. ]
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La bella Susana encuentra el amor en su sobrino. Version para imprimir

El sueño sexual de Susana.

Susana es un nombre que significa “bella como la azucena”. Y así era esta mujer. Tenía cerca de sesenta años, pero en su corazón guardaba la dulzura que da estar siempre pendiente de las necesidades de los que la rodeaban. Tan emotiva que cualquier película o libro hacía que sus lágrimas rebozaran de sus preciosos ojos. Era una mujer que cualquier hombre adoraría como una verdadera diosa del amor.

Pero en la vida todo lo valioso no es apreciado por los hombres. Varios años atrás se separó de su marido un hombre que no la apreciaba para nada y le fue infiel durante todo el matrimonio. Nunca tuvo hijos y vivía sola en un apartamento, lejos de su familia.

Era una mujer ardiente, su cuerpo necesitaba sentir el gozo que el sexo pudiera darle, pero a la vez era una mujer a la que no le gustaba el sexo con desconocidos. Y bien que había conocido hombres que la hubieran satisfecho sexualmente, pero eso no llegaba a convencerla.

Después de mucho tiempo, había llegado a acostumbrarse a autosatisfacerse. Tenía una buena colección de consoladores y había encontrado una página de relatos eróticos que la sumergían en escenas locas y calientes en las que ella se veía como protagonista mientras sus juguetes conseguían llevarla hasta el éxtasis del placer del orgasmo. Varios años disfrutando de aquellos pervertidos relatos y su caliente imaginación, hacían que su vida fuera más llevadera. Pero todo en la vida tiene su final y un día recibió la llamada de su hermana Cristina.

-    ¡Diga! – contestó Susana – ¡Hola Cristina!

-    ¡Hola niña! – su hermana era diez años menor que ella y al igual que Susana, tuvo problemas para quedar embarazada – Cariño, necesito que me eches una mano. Julito ha conseguido un trabajo en una factoría, pero está en tu ciudad. – Julio, el único hijo de Cristina, vivía a doscientos kilómetros de Susana - ¿Te importaría acogerlo por un tiempo hasta que consiga encontrar un piso?

-    ¡Por supuesto, hermana! – Susana se alegraba de tener un familiar junto a ella, por trabajo vivía lejos de toda su familia – Hace muchos años que no lo veo… ¡Estará hecho todo un hombre!

-    Sí, ya tiene veinticinco años. – Cristina hablaba con orgullo de su único hijo – Acabó sus estudios y ha encontrado un trabajo, aunque sea lejos de su madre… - se puso melancólica - ¡Cuídalo como si fuera tu hijo!

-    ¡Claro, no te preocupes! – Susana mostró todo su cariño hacia ellos - ¿Y cuándo viene?

-    Pues si nada falla, llegará el sábado por la mañana. – Cristina confiaba en su hermana – Ya le he dado tu dirección y viajará en nuestro viejo coche hasta allí.

-    ¡Estupendo! – dijo Susana – ¡Le prepararé la habitación!

Era jueves y faltaban dos días para que llegara Julito, aquel chiquillo que ella recordaba, regordete y travieso, ya tenía veinticinco años. Pasó aquella tarde y la tarde del viernes preparando la habitación para acoger a su sobrino. El viernes por la noche se acostó cansada de preparar la habitación.

El sonar incesante del timbre despertó a Susana. Miró el reloj preguntándose quién podría llamar. Eran las once de la mañana. Se había quedado dormida después de preparar la habitación para Julito… Corriendo cogió una bata de fina tela que tenía en la silla y llegó hasta la puerta. Abrió alterada por su olvido.

-    ¡Hola, perdona! – dijo Susana y encontró a un hermoso joven que le sonreía – ¡¿Julito?!

-    ¡Sí tita Susana! – dijo con aquella voz grave que lo volvía un hombre más imponente.

-    ¡Pasa hijo, pasa! – ella abrió la puerta y se puso a un lado para que él entrara.

Lo condujo hasta su habitación y cuando se vio reflejada en el espejo, se dio cuenta de que estaba totalmente desaliñada.

-    ¡Esta es tu habitación! – dijo ella intentando ordenar la maraña de pelos de su cabeza – Mientras te instalas, voy a darme una ducha…

-    ¡Vale tita! – contestó él con una sonrisa al ver lo apurada que estaba su tía al recibirlo de aquella manera.

Susana fue a su habitación, cogió ropa y después fue a la ducha. Mientras se duchaba, no podía creer que aquel chiquillo que había visto tantos años atrás, se había convertido en todo un hombre. Guapo y con un cuerpo que seguro que todas las mujeres estarían suspirando para que les hiciera el amor. Tal vez tantos años leyendo pervertidos relatos en los que madres e hijos, tías y sobrinos y otros familiares tenían relaciones, le habían influido para sentirse atraída por aquel joven. Fuera como fuera, él la esperaba para empezar una convivencia en la que los dos estarían viviendo solos. Acabó y tras vestirse, fue a buscarlo. Salió del baño y abrió la puerta de la habitación de Julio.

-    ¡Oh, perdona! – por unos segundos quedó petrificada mirando a su sobrino que estaba vestido sólo con los eslip - ¡Lo siento! – cerró la puerta y se marchó al salón para esperarlo.

Susana se sentó en el sofá, nerviosa y sin saber como colocarse. Había visto el musculado cuerpo de su sobrino. Sus claros ojos la habían mirado y ella no pudo contener el placer que le producía mirarlo. Sabía que la presencia del joven en su casa le traería turbación. En principio, se sentía tan atraída por el hermoso joven que su sexo vibraba sólo con verlo.

-    ¡Ya estoy aquí, tita! – la voz de Julio la sacó de sus pecaminosos pensamientos.

-    ¡Perdona hijo por no llamar antes! – se disculpó ella.

-    ¡No pasa nada! – él se acercó y se sentó junto a ella – Me gusta estar en ropa interior por casa y no me avergüenza que me vean… - ella pensó que sería maravilloso verlo así por casa – ¡Qué te cuente mi madre! Más de una vez he paseado por la casa en eslip mientras ella estaba con alguna de sus amigas…

-    Por mí no hay problema si quieres estar así en casa… - en su interior rogaba que siempre fuera vestido sólo con aquella ajustada prenda – Y no tengo amigas que vengan a visitarme y te puedan ver.

-    ¡Gracias tita! – le dijo y se acercó a darle un beso en la mejilla.

Estuvieron un buen rato hablando de todo un poco. Cuando hablaron de sus trabajos, resultó que el de Julio estaba cerca del de Susana. Así que llegaron al acuerpo de que irían al trabajo en el coche. Él entraba media hora antes que ella, pero después ella salía una hora después que él. Así que ella tendría que esperar media hora antes de trabajar y él la esperaría una hora hasta que acabase de trabajar.

-    Tita, qué te parece si salimos a comer algo… - le preguntó Julio.

-    ¡Vale! – contestó ella ilusionada por salir a la calle con aquel joven tan apuesto.

Fueron a un restaurante cercano a comer. Después deambularon por la ciudad. Ella le enseñaba los lugares e iban hablando de todo un poco. Ella no podía creer que su Julito, su sobrino se había convertido en todo un hombre que despertaba en ella deseos prohibidos. Le pareció estar metida en una de esas fantasías que leía para conseguir aliviar el sexo que su caliente cuerpo le pedía.

Se les echó la noche encima y comieron comida rápida en un puesto ambulante. Se sentaron en un pequeño parque y tuvieron una cena a la luz de la luna.

-    ¡¿Te ha gustado?! – le preguntó Susana cuando los dos acabaron de comer – Es una cena un poco cutre, pero ya te prepararé alguna buena cena en casa…

-    ¡Para nada ha sido mala la cena! – él le sonrió con sus carnosos labios – La comida no me importa, lo mejor ha sido la compañía.

-    Bueno, hacía mucho tiempo que no te veía y está bien tener a un familiar para cenar… - dijo ella.

-    Sí… - Julio quedó por un momento callado – Pero no me imaginaba que iba a cenar con una mujer tan preciosa… - pasó su brazo por la espalda de Susana y la besó tiernamente en la mejilla.

Susana sintió su cuerpo vibrar al tener lo labios de su sobrino en su cara. Se miraron y ella sintió el deseo de lanzarse sobre él y besar su boca. Aquellos ojos la atraían en la penumbra del parque.

-    ¡Busquemos un lugar para bailar! – dijo Julio levantándose.

-    ¡No hijo, no! – contestó ella haciéndose la remolona - ¡Yo no sé bailar!

-    ¡Yo tampoco, pero agitaremos nuestros cuerpos juntos! – la cogió por las manos y tiró de ella para levantarla. La rodeó por la cintura con sus brazos y le susurró al oído - ¡Seré la envidia de la pista al bailar con la mujer más bonita! – besó suavemente la mejilla de Susana y ella sintió un extraño sentimiento que hacía tiempo que no sentía.

Él la llevaba por las calles. Había visto un local que le pareció que ponían música para bailar. No recordaba bien el sitio, pero unos pocos minutos después los dos estaban en la puerta. Entraron y empezaron a escuchar la música. Él agitaba su cuerpo y la miraba para que ella lo siguiera. En medio de la sala había gente bailando y él la llevó hasta allí. Se agitaba y la provocaba para que ella se moviera. Poco a poco, tímidamente empezó a moverse.

-    ¡Venga tita, agita ese precioso culo! – le dijo.

Julio se colocó tras ella y se agarró a sus caderas para intentar que ella se moviera. Los ojos del joven clavados en las redondas nalgas para verlas agitarse.

-    ¡Vamos a tomar algo! – Susana se giró para hablarle.

-    ¡Vale tita! – Julio seguía agitándose suavemente al ritmo de la música - ¡Sígueme! – el joven cogió las manos de su tía y se las colocó en sus caderas para llevarla hasta la barra del bar.

Empezaron a tomar copas. Había bastante personas, así que colocó a su tía de espaldas a la barra y él se colocó delante. Intentaban hablar, pero la música hacía difícil la comunicación, así que tenían que hablarse al oído. Tener a su sobrino tan cerca, con su cuerpo totalmente encima de ella y hablándole al oído le encantaba. Tomaron unas cuantas copas y Susana se sentía un poco embriagada.

-    ¡Esta canción es buena para que agites tu hermoso culo! – le dijo Julio y la cogió de la mano para llevarla a la pista.

El sobrino la animó a que moviera su cuerpo y ella, gracias al efecto del alcohol, empezó a agitarlo. Y tanto lo agitó que le dio ritmo a su culo y él se puso detrás para admirar como sus nalgas se agitaban de una forma tan sensual y excitante. Estuvieron un buen rato bailando y en un momento dado, empezó a sonar una canción lenta. Estaban sudorosos por el baile y Susana se giró para intentar marcharse de nuevo a la barra del bar.

-    ¡Quieta ahí! – le dijo Julio agarrándola del brazo - ¡Me concede este baile!

La abrazó por su cintura con sus jóvenes y fuertes brazos. Susana no podía resistirse y pasó sus brazos por su cuello. Pegaron sus cuerpos y ella sintió el olor de su pareja de baile. El aroma de aquel joven despertaba sus deseos más ocultos, aquellos que la encendían en las noches de soledad. Se acurrucó entre sus brazos, pegando todo lo posible su cuerpo. Los brazos de Julio aumentaron más la presión sobre ella y sintió las cálidas manos que acariciaban disimuladamente el comienzo de su redondo y respingón culo. Susana disfrutaba del abrazo de su sobrino y no quiso separarse de él cuando la canción terminó, pero tuvo que separarse.

-    ¿Nos vamos a casa? – le preguntó el sobrino y ella afirmó con la cabeza.

Era tarde y los dos caminaban en silencio por la calle. Ella llevaba los brazos cruzados para evitar la fresca brisa que corría en aquella noche de primavera. Él la abrazó sin decirle nada y ella se dejó abrazar. Caminaban en silencio mientras disfrutaban del paseo abrazados hasta llegar al apartamento de Susana.

-    Voy a ducharme. – dijo Julio.

-    Vale, después iré yo. – Susana fue a su habitación para preparar sus cosas mientras él se duchaba.

Ella podía escuchar al joven ducharse y lo imaginaba desnudo debajo del agua. Sentía la tentación de entrar en el baño y meterse con él en la ducha, pero que diría si ella hubiera interpretado malamente esos abrazos y esos bailes. Tal vez al ser su tía él sentía la confianza para tratarla como lo hacia y era ella y sus deseos los que la equivocaba. Desde el pasillo él la avisó de que el baño estaba libre. Susana cogió sus ropas y fue a ducharse.

Entró en el baño y se desnudó. Lanzó sus ropas al cesto y encontró la camiseta que él había llevado aquella noche. La cogió y la olió para saborear el olor del joven. Sentía que se excitaba y mientras mantenía la prenda en su nariz, empezó a tocarse el coño para intentar masturbarse. No tardó mucho tiempo en sentir un orgasmo, sacando su mano de entre las piernas totalmente mojada. Dejó la ropa en el cesto y se dio una ducha para intentar aplacar las calores que le provocaba su joven sobrino. Después se puso unas bragas y un ajustado pijama, una camiseta que marcaba sus tetas y un pantalón corto que se ajustaba a sus respingonas nalgas. Salió del baño y caminó hasta el salón.

-    ¡Hola tita! – le saludo Julio desde el sofá en el que descansaba recostado con las piernas sobre una silla - ¿Te lo has pasado bien?

-    Nunca había bailado tanto… - dijo ella mirando el cuerpo de Julito que vestía sólo con unos eslip, marcando su polla – Todavía me siento un poco embriagada por el alcohol… No estoy acostumbrada a beber.

-    Pues ven aquí… - él le ofrecía sus brazos para que se sentara junto a él y recostara su cuerpo en el suyo – Descansemos un buen rato.

Susana sabía que el sentimiento que se despertaba en ella no estaba bien. Qué pensaría su hermana si supiera que tenía la necesidad de sentir a su joven sobrino junto a ella. Pero no lo podía evitar y allí no estaba su hermana. Se dejó llevar por su deseo y se recostó sobre él, admirando el bulto que se formaba sobre el ajustado eslip.

-    ¡Gracias tita por acogerme! – dijo Julio mientras acariciaba el brazo de su tía con la mano – En cuanto encuentre una casa, me marcho para no molestarte…

-    Hijo, puedes estar aquí todo el tiempo que quieras… - ella deseaba que se quedara siempre allí – No tengas prisa, ya encontrarás algo… - se acurrucó en el cálido abrazo de su sobrino.

Susana sintió que su cuerpo se agitaba. Un fuerte movimiento y su cuerpo parecía flotar. Abrió los ojos para descubrir que su sobrino la llevaba en brazos hacia su habitación. La depositó en la cama.

-    ¡Gracias Julito! – le dijo soñolienta.

-    ¡Descansa tita! – él se marchó por la puerta.

A la mañana siguiente, Susana despertó y se levantó con ganas de volver a ver a su sobrino. Caminó impaciente por el pasillo y llegó a la puerta de su habitación. No estaba cerrada y la empujó suavemente para mirar. Él aún dormía, bocabajo en la pequeña cama. Sus pies daban en las maderas que delimitaban la cama. Era muy alto y aquella cama no le venían bien. Los lujuriosos ojos de Susana se fijaron en el prieto y redondo culo de Julio. Se acercó a él sin hacer mucho ruido.

-    ¡Julito, Julito! – lo llamó con suavidad - ¡Despierta Julito!

Sin que ella se lo esperara, el joven se giró y la cogió por la cintura atrayéndola hacia él y abrazándola para que se quedara en la cama.

-    ¡Un poquito más! – ella le daba la espalda mientras los fuertes brazos la apresaban - ¡Déjame dormir un poco más!

Susana sentía que tenía que deshacerse de él, de su fuerte abrazo, pero sentir su cuerpo tan cerca, aquel bulto que empujaba sobre su culo. Quería resistirse, pero el calor del deseo se apoderó de ella y quedó quieta, sintiendo su joven cuerpo, moviendo levemente el culo para sentir el sexo de su sobrino.

-    ¡Perdona tita! – Susana sintió el susurro de la voz de su sobrino y despertó - ¿Qué te he hecho?

-    Nada hijo, me agarraste con fuerza y no me dejabas irme… - dijo ella – Me quedé dormida junto a ti...

-    ¡Perdóname! – besó la cara de su tía – Estaba dormido y no sabía qué hacía…

-    No pasa nada, pero he visto que esta cama te queda chica…

-    Un poco, pero no importa… - se levantó de la cama con los eslip como única ropa. Ella lo miró - ¿Te importa si me quedo sólo con esto?

-    No te preocupes… - dijo ella con el deseo de tenerlo siempre así.

-    ¡Pues tú no te quites ese pijama que te sienta muy bien! – le dijo Julio y Susana se sintió ruborizar, a la vez que excitada.

Los dos se levantaron y caminaron hacia la cocina. Susana ponía el café mientras Julio la miraba. Ella sabía que a su sobrino le gustaba como se veía con aquel ajustado pijama y empezó a tomar posturas que mostraran su cuerpo. Si se agachaba, no doblaba las piernas para poner bien en pompa su culo, y siempre hacia él. Si se desperezaba, lo hacía mirando hacia él y estirando sobre la cabeza los brazos para que su redondas tetas quedaran bien marcadas. Lo observaba discretamente y pudo verlo ajustar su polla dentro del eslip.

-    Y dime… - empezó a hablar Susana mientras su sobrino tomaba café - ¿Tienes novia?

-    ¡Oh, eso! – dijo él y ella se extraño por aquella respuesta - ¡Es que no me gustan las chicas! – Susana sintió que todas las esperanzas y deseos de tener sexo se rompían - ¡Verás, tita! – él siguió hablando – Las mujeres sí me gustan, pero no las de mi edad…

En ese momento sonó el teléfono móvil de Julio y él se levantó para recogerlo de su habitación. Susana quedó pensativa. Ese “no las de mi edad” se había clavado en su mente y él no estaba para aclararle lo que le había dicho. Escuchaba la conversación de Julio aunque no entendía nada.

-    ¡Tita! – Julio llamó a su tía - ¡Ven, mamá quiere hablar contigo!

Susana fue a la habitación y él le pasó el teléfono. Él estaba echado en la cama y le ofrecía la visión de su joven y hermoso cuerpo. Susana cogió el teléfono y se sentó en el filo de la cama. Empezó a hablar con su hermana mientras sentía a su sobrino que se movía tras ella. Lo miró y él le sonrió. Sintió en su cuerpo que su sobrino se aproximaba a ella y puso su cabeza en su hombro, pegando su oreja al teléfono para escuchar la conversación que tenían. Sus fuertes brazos la abrazaron y Susana nunca se había sentido tan cómoda con una llamada. Las dos hermanas hablaban mientras las manos del joven acariciaba la suave piel de los brazos de su tía. Terminó la conversación y ella giró su cabeza para mirarlo.

-    ¡Quiero que me expliques que era eso de “no las de mi edad”! – le ordenó a su sobrino. Él se echó en la cama bocarriba.

-    ¡Es difícil de hablarte de esto! – le dijo el joven mirando al techo – Es que hace unos años tuve un problema… - ella lo miraba preocupada, hacía mucho tiempo que no veía a su sobrino, y en las pocas horas que llevaba allí, ya le había cogido cariño, sobre todo por la excitación que le producía – De forma rápida… ¡Me enamoré de mi madre!

-    ¡Bueno, tal vez estabas confundido y eso…! – le dijo ella y la idea de su hermana y su sobrino la excitó.

-    No tita, estaba tan enamorado que llegué a obsesionarme con ella. La deseaba más como mujer que como madre, hasta tal punto que un día casi la violé…

-    ¡Hijo, pero ya estás bien! – lo animó.

-    Sí… Creo que sí. – él mostraba un tono triste en su voz – Pero la mujeres de mi edad han dejado de interesarme. Por eso mismo pedí trabajar aquí, lejos de mi madre para no tener la tentación de hacerle eso nunca más…

-    Pues te ayudaré en lo que pueda para que te olvides de ella… - se ofreció Susana como buena tía.

-    ¡Gracias tita! – le dijo él y la abrazó con un abrazo tan fuerte que la hizo caer sobre él en la cama – Tita… - la miraba a los ojos y ella sentía una gran excitación por la situación – Tú me gustas.

-    ¡Julito! – dijo ella como protestando, pero ni siquiera hizo el intento de separarse de él – Eso no puede ser… - se miraban a los ojos y no apartaban la mirada – Eres mi sobrino… - no apartaban la mirada – Tengo más del doble de tu edad…

Se fundieron en un apasionado beso. Sus bocas compartían sus lenguas, sus manos recorrían sus cuerpos, deseándose, excitados por estar allí, solos y en aquella cama. Susana abrió sus piernas y se subió sobre el cuerpo de Julio.

-    ¡Julito, esto no está bien! – decía ella sin dejar de besarlo y acariciarlo. Entre sus piernas sentía el erecto pene - ¡No debemos hacerlo! – agitaba sus caderas y restregaba su cuerpo contra él - ¡Si tu madre se entera!

Susana se sentó sobre la polla y levantó su camiseta para ofrecerle sus tetas. Julio se agarró a ella y su boca empezó a lamer y mamar los oscuros y erectos pezones.

-    ¡No debemos hacerlo! – repetía Susana - ¡Dios qué maravilla! – gimoteaba y se agitaba por las succiones que el joven daba en sus pezones - ¡Qué dirá tu madre!

Julio mamaba y sus manos fueron a amasar los redondos glúteos de Susana. Ella agitaba sus caderas frotando su coño contra la endurecida polla. Sus sexos estaban cubiertos por las ropa, pero Susana podía sentir la gruesa y dura polla bajo sus labios vaginales. Estaba enloquecida de placer y la lujuria no le permitía parar aquel acto incestuoso que realizaba con su sobrino.

Julio estaba cegado por el placer de tener las tetas de su tía en la boca. Sus manos agitaban el culo que tanta excitación le había producido desde que vio por primera vez a Susana. Sobre su polla sentía las fuertes caricias del cuerpo de su tía. No aguantaría mucho más, se iba a correr.

-    ¡Oh tita! – dijo él agarrado al maduro cuerpo de su tía.

-    ¡Oh Julito! – dijo ella apretando más sus caderas para sentir con más fuerza su polla en sus labios vaginales.

Tuvieron un orgasmo a la vez. Él tensó su cuerpo mientras agarraba con fuerza el culo de su tía. Ella tensó su cuerpo mientras sus caderas se convulsionaban. Por unos momentos permanecieron agarrados y sintiendo los espasmos del placer. Julio cayó de espaldas en la cama y ella cayó sobre su pecho. Jadeantes y cansados por el orgasmo que había sentido.

-    ¡Gracias tita! – le dijo acariciando con cariño su cuerpo.

-    ¡Gracias a ti! – dijo ella – Hacía mucho tiempo que no tenía sexo con un hombre y me has dado mucho placer.

-    Pues yo nunca lo he hecho con una mujer… - miraron a los eslip – Es la primera vez que me corro con una mujer…

-    ¡Me he vaciado al tener mi orgasmo! – abrió sus piernas y mostró la mancha de humedad que tenía en el pijama - ¡Duchémonos para limpiarnos! – se levantó de la cama y aún sentía la embriaguez que le había producido el placer.

Susana caminó por el pasillo y entró en el baño. Tras ella llegó Julio.

-    ¿A dónde vas Julito? – le dijo ella.

-    Me has dicho que nos duchemos ¿no? – contestó él un poco confuso.

-    ¡Primero yo y después tú! – dijo ella intentando imponerse.

-    ¡Venga tita! – le pidió.

-    ¡No, no y no! – dijo ella rotundamente – Una cosa es una locura como la de antes y otra es los dos desnudos y en la ducha…

-    ¡Pero necesito ayuda para lavar esto! – se quitó los eslip y mostró su polla un poco erecta.

-    ¡Qué grande! – dijo Susana sin pensar.

Julio se agachó delante de su tía. Los ojos de Susana miraban como aquella gran polla se bamboleaba con cada movimiento que él hacía. Las manos de Julio agarraron los pantalones y las bragas de su tía y la bajaron hasta sus tobillos. Ella sacó los pies y lo miró.

-    ¡Eres un pervertido! – dijo Susana al ver como él apartaba las bragas mojadas y las olía.

-    ¡Pero aquí huele más! – dijo él y con un movimiento rápido puso su nariz sobre el coño de su tía - ¡Qué bien huele tu coño! – Susana intentaba apartarlo con las manos - ¡Es mío! – dijo agarrado al redondo culo de su tía.

-    ¡Aparta! – protestaba ella y dejó de empujarlo cuando sintió la lengua de Julio lamer sus labios vaginales - ¡No hagas eso! – le pidió pero él no paraba.

-    ¡Pues vamos a la ducha! – Julio se levantó y agarró su mano para llevarla a la ducha.

Los dos entraron. Estaban bastante justos de espacio y sus cuerpos estaban muy cerca, uno junto al otro. Susana sentía el roce del musculoso cuerpo y su piel se erizaba. Tanto tiempo sin sexo, tanto tiempo leyendo historias que otros inventaban sobre maduras mujeres con sus jóvenes parientes, tanto deseo contenido que ahora podía liberar. El agua empezó a caer sobre sus cuerpos. Las manos de Julio se posaron sobre la cintura de Susana. No decían nada, sólo se miraban disfrutando del tacto del cuerpo del otro. Ella pasó sus brazos por el fuerte cuello de su sobrino. Se miraban,  intensamente, con el deseo de sentirse amados por primera vez. Era como el baile de la noche anterior, el agua ponía su suave melodía mientras ellos se mecían desnudos en un baile incestuoso de deseo. Julio acercó su boca y Susana la recibió con un beso apasionado. Las manos del sobrino se deslizaron y acabaron amasando lo glúteos del culo de Susana. Ella sentía en su barriga la semidormida polla y mientras las manos de Julio tocaban su culo, la polla se endureció rápidamente y presionaba contra su maduro cuerpo.

-    ¡Esto no puede ser! – protestó ella mientras sentía como su coño empezaba a mojarse - ¿Qué dirá tu madre si se entera de esto?

-    ¡Calla tita! – la voz de Julio mostró enfado - ¡Ya no quiero oír hablar de mi madre nunca más!

-    ¡Perdona cariño! – lo abrazó con más fuerza y lo besó con más pasión.

El agua caía y no se preocupaban por lavarse, lo único que deseaban era estar unidos por aquel abrazo de pasión. Susana sentía la dura erección de su sobrino sobre su cuerpo y no podía ignorarla. Llevó una mano entre sus cuerpos y agarró su polla. Estaba tan dura y era tan gruesa que su vagina lanzó más fluidos para que entrara en ella.

-    ¡Esto no está bien! – dijo en un suspiro y su mano dirigió la enorme polla hacia su coño.

-    ¡Oh tita, qué caliente está tu coño! – le susurró Julio cuando sintió como su polla se colocaba bajo el coño de su tía, envolviéndola con sus labios vaginales mientras él agitaba sus caderas y sus sexos se frotaban.

Las piernas de Susana temblaron cuando el glande de la polla de su sobrino frotó sobre su clítoris dándole placer. Él estaba como en un sueño, por fin tenía sexo con una mujer, con una mujer madura que eran las que a él le gustaba y se sentía como en un sueño al ser con su tía Susana. Los dos agitaban sus caderas haciendo que sus sexos se acariciaran con placer. Los gemidos de placer de los dos se acompasaban con los movimientos de sus cuerpo. No la estaba penetrando, pero ella gozaba y él estaba en éxtasis.

Las manos de Julio amasaban el culo de su tía y no podía más, sentía que se iba a correr, su polla se iba a vaciar entre las piernas de Susana. Sus manos empujaron con fuerza el culo y su polla empezó a lanzar semen sobre el caliente coño de su tía. Ella sentía el cálido baño que le regalaba su sobrino. Apresada por la jóvenes manos, agitó un poco las caderas y sintió el placer de un  gran orgasmo. Sus brazos se aferraron con fuerza al cuello de Julio. Estaba temblando por el placer de sentir el caliente semen sobre su coño y el orgasmo que le había dado aquella polla al castigar su excitado clítoris. Entre gemidos y jadeos, los dos permanecían abrazados mientras el agua caía sobre sus cuerpos. No se separaban, sólo se miraban a los ojos disfrutando del placer.

Terminaron los momentos de placer y, aunque Julio intentaba seguir dándole sexo, Susana consiguió que se ducharan y salieran de aquel lugar que la iba a hacer caer entre los brazos de su sobrino hasta tener sexo. Se secaron y cada uno fue a su habitación a vestirse.

Susana estaba en su habitación. Sentía un gran placer al tener esos momentos de sexo con su sobrino, pero su conciencia no le permitía dejarse llevar por el placer. ¿Qué pensaría su hermana si supiera que en vez de cuidar de Julito se dedicaba a follarlo para saciar sus deseos de madura frustrada? No le había ido bien en la vida con su marido y su deseo de sexo la empujaba a desear a su sobrino. Tal vez tantos relatos de sexo impuro y pervertido habían trastornado su mente al punto de no ser capaz de controlar lo que moral y socialmente era correcto en las relaciones con familiares. Pero recordaba la hermosa polla de Julito y su coño vibraba de placer, deseándolo y sintiendo en su imaginación lo que sería tener aquella polla dentro de ella. Se vistió. No quería provocarlo más, así que se puso una camiseta y una falda amplia. Se miró en el espejo. Por mucho que había buscado, todas las prendas que tenían se ajustaban demasiado a su tetas, marcándolas. Salió de su habitación y encontró a su sobrino en el salón, sentado y llevando como vestimenta otros eslip que marcaban su deseada polla.

-    ¡Hola tita! – la saludó él desde el sillón con una sonrisa.

-    ¡Hola Julito! – su saludo fue indiferente queriendo mostrar que no le interesaba él para nada.

El resto del día lo pasaron en el apartamento. Ella intentando esquivar a su sobrino mientras que él la miraba suspirando por tenerla. Hicieron la comida, comieron, pasaron la tarde descansando mientras veían algunos programas en la televisión, todo un día juntos, deseándose mientras ella intentaba guardar las distancias. Después de cenar, cada uno se marchó a su habitación para preparar las cosas para el día siguiente. Sería lunes, el primer día de trabajo de Julio y la vuelta a la rutina de Susana.

Ella preparaba sus ropas para levantarse temprano y vestirse. Su cabeza no dejaba de pensar en su apuesto sobrino que en su habitación estaría dispuesto a satisfacer sus necesidades de mujer. Pero no podía ser. Ya habían llegado demasiado lejos en la ducha y si su hermana se enterase, si la familia supieran lo que habían hecho, por seguro que todo le reprocharían el no haberse controlado. Pero sentir el sexo de aquel joven en el suyo la ponía demasiado caliente. Recordaba como su dura polla se restregaba contra su coño, machacando su clítoris y haciéndola gozar como nunca antes lo había hecho. Ser un joven con un cuerpo maravilloso la ponía caliente, que tuviera aquella hermosa polla la excitaba, pero que fuera su sobrino conseguía convertirla en toda una pervertida que se moría por follarlo. Tapándose con la fina sábana para dormir se repitió con un pensamiento: ¡Qué pensaría mi hermana si follase con su hijo!

Mientras Susana se debatía entre su deseo por Julio y su deber como tía, los minutos fueron pasando. Sentía su cuerpo deseando al joven, mientras su conciencia la hacía permanecer quieta en su cama, caliente pero inmóvil para no sucumbir a su lujurioso deseo.

-    ¡Tita, no puedo dormir en esa cama tan pequeña! – Julio estaba en la puerta de la habitación de Susana, mirándola con la tenue luz que entraba por la ventana - ¡Podría dormir aquí… contigo!

En la mente de Susana chocaron el deseo de tenerlo y el rechazo que le provocaba su moral. No fue capaz de hablarle. Extendió su brazo y levantó la sábana junto a ella. Julito la vio y sintió el placer de sentirse aceptado por su tía. A paso liguero fue a la cama y se echó junto a ella, metiéndose bajo la misma sábana en la que su deseada tía estaba.

-    ¡Gracias tita! – le dijo y Susana sentía que iba a llorar por los sentimientos encontrados que sentía.

Él sólo vestía un eslip, como siempre desde que llegó a su casa. Ella tenía un pequeño camisón y debajo sus bragas. Susana pensaba en cómo habían llegado a eso en sólo dos días. Había llegado el día anterior y ya tenía a su sobrino durmiendo con ella. Quería culpar a aquellos locos relatos y a su soledad que la había llevado a desear la inmoral relación que se producía con su sobrino. Estaba bocarriba y junto a ella, de lado y mirándola, Julio. Sólo tenía que girarse hacia él y tocarlo para tener sexo, pero no podía ser, ¡qué pensaría su hermana!

-    ¡Tita, te puedo abrazar! – Susana escuchó el susurro de Julito y ni siquiera se movió, paralizada por el choque de sentimientos que sentía.

Julio se movió hacia su tía. Ella estaba en silencio y no se movía. Su corazón se agitaba por el deseo de poseerla, de darle todo el amor que ella necesitaba y que él sabía que le sobraba para dárselo. Sus suaves movimientos hacia ella aumentaban su excitación. Sentía el miedo de que ella lo rechazara, pero deseaba tener su cuerpo y amarla como la mujer sensual y necesitada que era. Pegó suavemente su cuerpo a ella que no se movió. Su polla estaba totalmente erecta y la pegó a la cadera de su tía. Ella seguía inmóvil. Pasó un brazo por encima del maduro cuerpo y ella movió su brazo para extenderlo por debajo de la cabeza de Julio. ¡Me acepta! Pensó Julio al apoyar su cabeza sobre el brazo de su tía y abrazó su cuerpo con más fuerza mientras subía una pierna sobre ella y hacía más intenso el contacto de su polla en la cadera.

Susana se sentía temblar por dentro. Estaba muy excitada al sentir junto a ella a su sobrino. Podía sentir su endurecida polla presionar en su cadera y su coño se agitaba y mojaba al tenerlo tan cerca. No podía tener sexo con él, pero la excitación y la lujuria que  le provocaba aquel momento anulaba su voluntad. La musculosa pierna que se posó sobre las suyas empezó a subir por sus muslos hasta que la dura rodilla tocó sobre su coño. Ella abrió su piernas un poco y la rodilla se frotó suavemente sobre su caliente coño. La mano de su sobrino se movía suavemente sobre su barriga, dándole unas maravillosas caricias que la hacían sentirse cada vez más caliente. En su cuello sentía el cálido y rápido aliento que exhalaba aquel joven al excitarse mientras tocaba a su madura tía. No quería hacer nada con él, pero su deseo no la dejaba evitar que la tocara. Un suave beso en su cuello y todo su cuerpo vibró de placer.

Julio tenía a su tía entre sus brazos, la acariciaba y tocaba su cuerpo. Ella no hacía nada, ni lo rechazaba ni le correspondía a sus caricias. Su deseo era más grande que la lógica moral que le prohibía tocar y desear a su tía de aquella manera. Bajó su mano por el cuerpo de su tía mientras su rodilla frotaba suavemente entre las piernas para sentir las suaves bragas y el caliente bulto de su coño bajo la tela. Encontró con sus dedos el final del camisón que llevaba su tía. Pasó por debajo su mano y sintió la suave piel del cuerpo. Lo acariciaba suavemente, despacio, con prudencia. Ella no reaccionaba, ni para bien ni para mal, simplemente permanecía inmóvil mientras él la acariciaba. Empujó un poco más su rodilla contra su coño y las caderas de Susana se movieron ligeramente. ¡Le gusta! Pensó mientras sus dedos encontraban su ombligo y lo acariciaba haciendo círculos alrededor.

Susana sentía inundarse su coño. Aquella rodilla la masturbaba ligeramente, como nunca ante lo había hecho un hombre. En vez de lanzarse sobre ella como un animal, se dedicaba a acariciarla y tocarla poco a poco, conquistando su cuerpo de una forma tan sutil que ella se abandonaba a su deseo y a las caricias de su sobrino. Los suaves dedos dejaron de jugar con su ombligo y subieron por su cuerpo hasta llegar a su tetas. La excitación tenía sus pezones totalmente erectos y deseando que los tocara. Los carnosos labios de su sobrino le dieron un beso en el hombro y un calambre de placer recorrió su cuerpo haciendo brotar un leve suspiro de placer de su boca.

¡Le gusta! Pensó Julio al escuchar el leve suspiro de su tía. Su mano había llegado hasta sus pechos y quería conquistar aquella dos preciosas montañas. Los dedos se extendieron y empezaron a subir por aquella excitante ladera. Besó de nuevo el hombro de Susana y otro suspiro brotó de su boca. Los dedos de su mano agarraron toda la redondez de su pecho y su boca besó con más intensidad el cuello de ella.

-    ¡Dios! – dijo ella con un lascivo suspiro.

Aquel suspiro encendió a Julio y su cuerpo la atacó por todos lados, sus rodilla presionó descaradamente y con fuerza en el coño, su polla se restregó descaradamente contra la cadera, sus dedos encontraron el erecto pezón y lo acariciaron con placer, su boca besó con pasión y mordió suavemente el cuello de Susana.

-    ¡No puede ser! – dijo Susana con un fuerte suspiro que casi era un gemido.

Las caricias de su sobrino la estaban volviendo loca. Ya no le importaba lo que su hermana pudiera decir de lo que hacían ella y su hijo, el placer de sentirse amada inundaba su mente y ya no le importaba nada de nada. Su mano se posó sobre la pierna que tocaba su coño y la presionó más contra ella mientras sus caderas se agitaban y hacía más intenso el contacto. El brazo que pasaba por debajo de la cabeza de su sobrino se dobló para que su boca no dejara de besar y morder su cuello. Los dedos del joven acariciaban y jugaban con los pezones, tocando uno y otro. La mano que acariciaba el pelo de su sobrino empujó su cabeza para que su boca bajara por su cuerpo, besando su cuello y viajando beso a beso hacia sus tetas. Susana gemía suavemente. Se masturbaba frotando la rodilla sobre su coño y la boca llegaba a su pecho y besaba sus pezones por encima de la tela de su camisón.

-    ¡Te deseo! – dijo Susana con un suspiro.

-    ¡Y yo a ti! – dijo Julio.

Julio supo que era el momento que estaba esperando. Se incorporó y los destapó quitando la sábana de la cama. Allí tenía a su deseada tía, mirándolo con el deseo en sus ojos, con las piernas entreabiertas ofreciéndole su coño, con sus pezones marcados en la tela del camisón. Se lanzó sobre ella para meter su cabeza entre las piernas y besar sus bragas. Ella abrió sus piernas y las dobló para que él pudiera hacer con su caliente y mojado coño lo que quisiera. Sus labios besaron los labios vaginales por encima de la tela mientras una mano de Susana acariciaba su pelo y lo empujaba suavemente contra su coño. Besó y besó su coño mientras las caderas de la caliente mujer se agitaban para ofrecerle más su sexo.

Susana ya no pensaba en nada más que en sentir el placer que aquel joven quería darle. Sobre su coño sentía la boca de su sobrino que besaba sus bragas. Ella empujaba su cabeza y sus caderas se agitaban inconscientemente. Puso sus manos en el filo de sus bragas y levantó las caderas empujando la boca de Julio, se quitó la prenda en un movimiento rápido y bajó las caderas manteniendo la piernas bien abiertas para ofrecerle su coño desnudo a su sobrino. Julio la miró, ella lo miraba. Cuando la cabeza de Julio se perdió entre sus piernas, Susana sintió el intenso placer que los labios carnosos de Julio le daba besando y jugando con sus labios vaginales.

-    ¡Sí, sí, qué maravilla! – gemía y se retorcía Susana.

Julio succionaba con su boca los labios vaginales de su tía. Ella empujaba sus caderas y su coño se frotaba contra su cara. Saboreaba los líquidos que no paraban de salir de su vagina y el intenso olor del caliente coño lo volvía loco. Su lengua salió de su boca y lamió los carnosos labios vaginales hasta que consiguió separarlos. Hundió su lengua y lamió la suave piel del interior del coño. ¡Por fin tenía el coño de una mujer madura! La mano de Susana empujaba su cabeza con fuerza contra su coño. Su lengua no dejaba de moverse dentro de su coño y los gemidos de su tía hacían que su polla estuviera tan dura que se iba a correr. Las caderas de Susana se levantaron mientras su mano hacía que él no pudiera quitar su boca del coño, su lengua lamía en el arroyo que fluía de su coño y su lengua encontró el camino hacia el interior de su vagina.

-    ¡Fóllame, fóllame! – gemía y se retorcía Susana bajando sus caderas y soltando la cabeza de su sobrino - ¡Métemela entera! – él la miraba. Abierta de piernas, le ofrecía su coño para que la penetrara. Se bajó los eslip y su endurecida polla apareció ante la vista de Susana - ¡Sí, clávame esa enorme polla! – él puso su cuerpo sobre ella y los brazos de su tía lo abrazaron, movió sus caderas y el mojado y dilatado coño recibió al grueso glande - ¡Clávamela, clávamela! – le suplicaba Susana.

El mundo pareció tornarse en un sueño cuando Julito movió sus caderas y su polla se hundió en la caliente vagina de su tía. Susana se tensó al sentir como aquel ariete la atravesaba hasta lo más profundo de su vagina. Miró la cara de su tía, mostraba todo el placer que sentía al follar con él y sus manos clavaban sus dedos en su espalda. Él se movía y su polla se clavaba con violencia en el mojado coño. Ella gemía y se retorcía de placer, mostrando su cara más lujuriosa al sentir varios orgasmos seguidos y casi sin poder saber cuando acababa uno y empezaba otro. Julio la miraba y deseaba correrse, pero le excitaba más verla gozar, retorcerse bajo su cuerpo, lanzando gritos de placer, lanzando líquidos que mojaban sus sexos en un coctel lujurioso de sexo incestuoso. Le empujaba con todas sus fuerzas, todo lo rápido que podía y ella no dejaba de sentir aquellos tremendos orgasmos.

-    ¡No, no, para, para! – empezó a gritar Susana mientras él la penetraba rápidamente - ¡Córrete y para! – ella necesitaba sentir su semen, pero no podía aguantar más placer en su coño - ¡Córrete ya!

Julio sintió que se iba a correr mientras su tía se retorcía bajo él. Aceleró las penetraciones mientras ella se agitaba y convulsionaba, sin preocuparse por ella, lo único que quería era descargar su semen. Hundió la polla por completo en el coño y su tía se tensó por completo al sentir la polla completamente hundida en su coño. Él sacó la polla y lanzó un gran chorro de semen sobre la barriga de Susana que disfrutó de aquel glande lanzando el semen sobre ella. Julio agarró su polla y la volvió a llevar al coño de Susana, la hundió de nuevo en ella arrancando otro gemido de su tía y continuó lanzando semen dentro de la vagina. Los dos se convulsionaban sintiendo los últimos latigazos de placer de los orgasmos que habían tenido. Quedaron abrazados, él sobre ella, unidos por sus sexos que se convulsionaban juntos, sintiendo el placer de aquel sexo incestuoso que habían tenido y que desde siempre habían sentido, él por su amor por su madre, ella por la soledad y los pervertidos relatos que leía. Tras unos minutos de caricias y suaves besos, él se echó junto a su tía y durmieron abrazados por toda la noche.

Mientras Susana sentía los fuertes brazos de su sobrino que la abrazaban, pensó en lo que pasaría si su hermana descubriese que había tenido sexo con su hijo. Sintiendo el fuerte cuerpo de su sobrino junto al suyo, su polla en su culo y el amor que él le tenía, una lágrima cayó de sus ojos y se quedó dormida.

 

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