Humillando al pobre de Mateo. Capítulo I. Camino a casa. (Revisado)
Mateo es un estudiante de Historia del Arte recién ingresado a la universidad. Su horario es de tarde por lo que siempre vuelve a casa de noche. El camino de la universidad a su casa atraviesa un barrio peligroso de calles estrechas y mal iluminadas. A pesar de ello, Mateo
Sin embargo, cierta noche, una sensación de inquietud se apoderó Mateo mientras volvía a casa por las oscuras y solitarias calles.
A medida que avanzaba, Mateo comenzó a notar sombras acechando en las esquinas y pasos sigilosos que parecían seguirle. La paranoia se apoderó de su mente y sus latidos se aceleraron.
De repente, en un oscuro callejón, dos individuos desconocidos emergieron de las sombras, y llamaron la atención de Mateo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal.
—Delincuente 1: ¡Eh, tú! ¿Qué tienes ahí…?
Mateo, lleno de temor, entregó rápidamente todas sus pertenencias a los delincuentes, rogándoles que no le hicieran daño.
—Mateo: Por favor, tomadlo todo, pero no me hagáis nada.
—Delincuente 2: No tan rápido, amigo. Creo que tenemos algo más interesante en mente para ti...
Los delincuentes, recreándose en su poder, ordenaron a Mateo desnudarse por completo.
—Mateo: Por favor, dejadme ir. No quiero problemas.
—Delincuente 1: ¡Cállate y haz lo que te decimos!
Mateo, sintiéndose humillado, se vio forzado a obedecer y se despojó de su ropa, quedando completamente desnudo en plena calle.
—Delincuente 2: ¡JajjAJjaAJAJAajjajJAJ! ¡Mira esa cosita…!
—Delincuente 1: Joder, la desgracia se ha cebado contigo ¿Eh, chaval…?
Vergonzoso y ruborizado, Mateo se cubrió sus diminutas vergüenzas mientras ambos delincuentes disfrutaban de su humillación.
Con malicia en sus ojos, los atracadores avistaron un par de zapatos de tacón abandonados cerca del callejón y, haciendo gala de la desesperación de Mateo, procedieron a obligarle a ponérselos.
—Mateo: ¡No, por favor! No quiero hacerlo.
—Delincuente 2: Jajaja, eso es lo que todos dicen. Pero hoy serás nuestra putita.
Sin más opción, Mateo satisfago a los maleantes y se calzó con los tacones.
—Delincuente 1: Qué bien te quedan, princesa.
Mateo, evidentemente desacostumbrado a los tacones, tropezó y cayó sobre un par de condones usados que se le pegaron a la cara, dejándole un aspecto aún más ridículo. Los delincuentes se descojonaron de él.
Al intentar incorporarse Mateo resbaló con una cáscara de mandarina y cayó de culo sobre un botellín de vidrio, clavándoselo de golpe en el recto.
—Mateo: ¡AuUuUUuuUUUuUuuh…! Mi pobre culo… au, au, au…
Los delincuentes, impactados por la torpeza y la mala suerte de Mateo, comenzaron a carcajearse más fuerte de él, alertando a varias ventanas del vecindario que empezaron a encenderse.
Mateo se levantó adolorido. Las piernas le temblaban. El botellín se le había introducido hasta casi la mitad y la fuerte y repentina inserción había provocado que su ano hubiera reaccionado contrayéndose, por lo que el recipiente había quedado atrapado en su culo.
Los delincuentes, sin desperdiciar ocasión para humillar al pobre de Mateo, sacaron el móvil y empezaron a hacer fotos. Mateo se cubrió torpemente el rostro para evitar ser reconocido.
—Mateo: ¡No, por favor! ¡No me hagáis fotos!
Mateo suplicaba en vano mientras era cegado por una retahíla de flases que alumbraban su bochornosa situación…
...
Una vez que los delincuentes se marcharon con sus pertenencias, Mateo se encontró solo y en una situación penosa. Desnudo y sin ningún tipo de protección. Fue entonces cuando, en un contenedor cercano, encontró un vestido corto y ajustado abandonado.
Sumido en la desesperación decidió ponerse el vestido mientras su culo aún se adaptaba dolorosamente al botellín.
Una vez vestido, Mateo se dispuso a volver a casa cuando cayó sobre sus rodillas. Resultó que los tacones que le habían obligado a ponerse eran un par de tallas más pequeños por lo que también habían quedado atascados en sus pies y, como tampoco sabía andar en tacones, decidió que caminar a gatas era la mejor opción. Además, así no le incomodaba tanto el botellín al moverse.
A todo esto, Mateo se quitó los condones de encima, aunque ya habían vertido la mayor parte del contenido sobre su cara.
Mateo no pudo evitar pensar en cómo reaccionaría su novia Paula si lo viera en esa situación. vestido de putona, con la cara manchada de semen y caminando a gatas con media botella asomando por su trasero. En un callejón de mala muerte y a la vista de cualquier vecino voyeur.…
...
Al cabo de un rato, se oyeron sirenas aproximándose. Mateo comenzó a sudar y palpitar frenéticamente. Sabía que su situación sería imposible de justificar si llegaba a tener un encuentro con la policía.
El temor de ser confundido con un exhibicionista degenerado lo incitó a huir de la escena. Comenzó a correr en dirección contraria al sonido de las sirenas, tropezando repetidamente a causa de los tacones, buscando cualquier lugar donde pudiera esconderse y evitar ser atrapado.
Mateo se adentró en calles más estrechas y oscuras, tratando de mantenerse invisible y fuera de la vista de cualquier patrulla policial que estuviera cerca. Sus pulmones ardían y el miedo seguía impulsándolo a seguir corriendo sin descanso. Desesperado por encontrar un lugar donde esconderse, avistó una ventana abierta y rápidamente subió como pudo por la escalera de incendios. Se coló sigilosamente a lo que parecía ser un dormitorio y se escondió debajo de la cama esperando que los dueños no lo descubrieran.
Las sirenas se alejaron en la distancia hasta que finalmente desaparecieron. Mateo se dispuso entonces a salir de debajo de la cama cuando escuchó a los dueños de la casa entrando al dormitorio. Era una pareja.
—Hombre: ¿Has escuchado? Ya no se oyen las sirenas. Parecían estar muy cerca de casa.
—Mujer: Sí, me han pusieron los pelos de punta. Cada día está peor este barrio de mierda…
—Hombre: Es cierto. Cada vez hay más chusma... Cualquier día se nos cuela alguien en casa… Menos mal que nosotros estamos de alquiler.
—Mujer: Cierto… ¿Lo celebramos…? Jejeje…
—Hombre: ¡Marta...! Oye...
La pareja subió a la cama y Mateo vio caer sus prendas una a una mientras los escuchaba retozar. Oía besos, achuchones y ronroneos hasta que finalmente fueron gemidos. Mateo estaba paralizado, una pareja de desconocidos estaba follando sobre él.
El somier de la cama empezó a botar. Mateo estaba colocado boca abajo y la cama no era muy alta, por lo que a cada bote el somier le empujaba el botellín que tenía incrustada en el orto y le aplastaba reiteradamente los genitales contra el suelo, provocándole dolor y estimulación.
—Mujer: ¡Así! ¡Joder, Juan! Qué bien lo haces…
—Hombre: Te gusta ¿Eh…? Jejeje…
El ritmo del polvo se incrementaba cada vez más hasta que a Mateo se le hizo insoportable y, sin poder controlar su ansiedad, decidió salir de su escondite.
—Hombre: ¡Dios…! Me voy a correr, me voy a c…
Al salir de debajo de la cama, Mateo se encontró cara a cara con los dueños. Estaban completamente desnudos, practicando la postura de ‘El Misionero’. Ambos, interrumpidos por el shock de ver a un extraño casi desnudo y con la cara lefada que se había colado en su apartamento.
Debido a la fricción con el somier el botellín se desprendió del culo de Mateo y estalló contra el suelo, rompiendo el silencio y espabilando a los dueños.
—Mujer: ¡Dios mío, un intruso! ¡Llama a la policía!
—Hombre: ¡¿Qué haces aquí, degenerado?!
El hombre, sin tener tiempo para ponerse nada, salió corriendo tras Mateo dispuesto a capturarlo. Pero en su apresurada persecución, Mateo volvió a tropezar sobre sus tacones y cayó en el pasillo. El dueño de la casa, en su afán de perseguirle, se magulló los pies al pisar de imprevisto los cristales del botellín y cayó sobre Mateo, y su polla, que aún seguía erecta, se coló por el ano ya dilatado de Mateo.
—Mateo: ¡Ahhh! ¡Oiga!
La estimulación previa hizo que el dueño de la casa se corriera dentro de Mateo.
—Hombre: ¡OoOOOoOooOoOooh…! ¡DiOOoOOOoos…!
—Mateo: ¡Ahhh! ¡Dios mío! ¡¿Qué hace…?!
Mateo aprovechó el momento de debilidad del hombre y desprendiéndose de él se apresuró hacia el baño, entró, cerró con pestillo y buscó una salida. En su prisa, encontró el cesto de la ropa sucia y de ahí robó unas bragas para cubrirse un poco más.
Mientras tanto, el dueño de la casa golpeaba la puerta del baño, exigiendo que Mateo saliera. Mateo, viéndose acorralado, saltó por la ventana del baño con la mala suerte de que la etiqueta de sus bragas se enganchó en un canalón, provocándole un tirón horrendo y un dolor espantoso en sus huevitos.
—Mateo: ¡AyyYyYyYAYyYyYyayyYyYAyyyYYyY!
Así se quedó suspendido en el aire hasta que las bragas cedieron y se rasgaron, dejando un boquete tras el que se apreciaban perfectamente sus nalgas.
Afortunadamente, los arbustos de un parque amortiguaron la caída, evitando que sufriera lesiones graves.
Mateo por fin suspiró de alivio cuando de repente empezó a notar calorcito en sus piernas… La leche del aquel hombre se estaba desparramando por fuera de él.
—Mateo: ¡Puaj…! Qué asco…
Mateo refunfuñaba alejándose de la zona. Trató de lavarse en una fuente del parque pero los tacones le volvieron a traicionar y cayó al agua, ahora estaba limpio pero helado, y se le transparentaba el vestido.
Desorientado, el chico fue a preguntar a dos peatones que vislumbró al otro lado de una carretera cercana. Cuando se acercó descubrió bajo la débil luz de las farolas que eran dos prostitutas callejeras.
Las prostitutas, al ver a Mateo aparecer contoneándose sobre sus tacones y envuelto en un micro-vestido transparente, creyeron que se trataba de competencia y sin pensarlo dos veces fueron a darle una lección... Mateo por su parte vio con buena intención como se le acercaba una de las prostitutas hasta que le propinó un tremendo patadón en los huevos.
—Mateo: Oigan, podrían d*PLAF…* —¡AaaAaAaAAh…! Joder… mis huevitos…
—Prostituta 1: ¡Esta es nuestra esquina, pirobo malpario’!
Las prostitutas empezaron a perseguir a Mateo y este volvió a salir pitando con torpeza.
—Prostituta 2: ¡Vuélvase para acá, joto hijueputa!
…
Se aceptan sugerencias para el siguiente capítulo, así como correcciones para este.
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