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TODORELATOS » SEXO CON MADURAS » CUANDO LA PROFESORA ES LA FANTASÍA
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Fecha: 10-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Sexo con maduras

Cuando la Profesora es la Fantasía

Lynda
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Hace poco, mi amiga Alice me pidió un favor especial. Su sobrino, Alex, es un joven de 18 años que está teniendo problemas con sus estudios. Ella pensó que mis habilidades como profesora podrían ayudarlo a mejorar. Aunque no soy una maestra en la materia que más le preocupaba, acepté prestarle mi ay Version para imprimir

Hace poco, mi amiga Alice me pidió un favor especial. Su sobrino, Alex, es un joven de 18 años que está teniendo problemas con sus estudios. Ella pensó que mis habilidades como profesora podrían ayudarlo a mejorar. Aunque no soy una maestra en la materia que más le preocupaba, acepté prestarle mi ayuda sin saber cuál podía ser el problema de Alex.

Para mí, este encargo era una oportunidad de ayudar a un joven en apuros, sin embargo, no tenía idea de que, en sus noches solitarias, Alex me veía como el objeto de sus deseos más profundos. En ese momento, mi mundo y el suyo estaban a punto de colisionar en una forma que ni yo ni él podríamos haber imaginado.

El día de nuestra primera clase llegó, y una sensación inusualmente nerviosa se apoderó de mí. La tarde estaba bañada por los cálidos rayos del sol, y la casa estaba tranquila.

Para recibir a Alex, había optado por un vestido sencillo pero elegante. Llevaba un vestido de seda en tono azul marino, que se ajustaba suavemente a mi figura, realzando mis curvas de manera discreta. Mis ojos castaños reflejaban un brillo de anticipación mientras me ocupaba de los últimos detalles antes de abrir la puerta.

Escuché el timbre de la puerta y me dirigí hacia ella con un latido acelerado en el corazón.

Al abrir la puerta, me encontré con Alex. Era un joven apuesto, con una mirada intrigante en sus ojos avellana. Vestía con una camisa blanca de botones y unos vaqueros ajustados que resaltaban su juventud y vitalidad. Su cabello castaño caía con una naturalidad desenfadada, y sus ojos avellana mostraban un brillo de intriga y curiosidad.

"¡Hola, soy Alex!", dijo con una sonrisa, extendiendo la mano en un gesto amigable. Lo saludé con una sonrisa y noté la firmeza de su apretón de manos. Aunque parecía un joven común, no podía evitar sentir que algo más profundo estaba sucediendo en su interior.

Lo invité a pasar a la sala de estar, el lugar donde tendríamos nuestras clases particulares. La habitación estaba decorada con tonos cálidos y acogedores. Las cortinas pesadas de color beige dejaban entrar la luz tenue del atardecer, creando una atmósfera íntima y apacible. Un sofá cómodo y una mesa de café ocupaban el centro de la sala, mientras que las estanterías albergaban una colección diversa de libros que me habían acompañado durante años.

El espacio estaba impregnado con el aroma de la madera y los libros, y las obras maestras literarias que ocupaban las estanterías parecían observar nuestra reunión. Aunque no sabíamos lo que el destino nos tenía reservado, nuestra primera lección había comenzado, y ni uno ni otro podíamos imaginar hasta dónde nos llevaría este inesperado encuentro.

Con un tono amigable pero profesional, me dirigí a él: "Alex, antes de comenzar la lección, me gustaría saber un poco más acerca de tus dificultades en la asignatura que estamos a punto de abordar. ¿Qué es exactamente lo que sientes que necesitas trabajar? ¿Has tenido problemas con las tareas o los exámenes?"

Observé su rostro, intentando descubrir cualquier rastro de incomodidad o nerviosismo en su expresión. Estaba decidida a ayudar a este joven a superar sus obstáculos académicos, pero aún no entendía completamente el alcance de sus problemas. Las respuestas de Alex podrían revelar más de lo que esperaba, y a medida que nuestras miradas se encontraban, una nueva fase de este inesperado encuentro estaba a punto de comenzar.

Alex pareció tomar un momento para reflexionar sobre mis preguntas. Sus ojos se desviaron por la habitación antes de volver a encontrarse con los míos. Pude percibir una mezcla de determinación y timidez en su mirada.

"Bueno, profesora, creo que mi mayor problema es que a menudo me cuesta concentrarme", admitió con sinceridad. "Mi mente tiende a divagar, y a veces me resulta difícil seguir el hilo de las lecciones."

Asentí con comprensión. La falta de concentración era una dificultad común en muchos estudiantes, pero sentí que había algo más que Alex no estaba compartiendo. Decidí indagar un poco más.

"Entiendo, Alex. La concentración es una habilidad crucial para el aprendizaje. ¿Has notado si hay algún momento o situación específica en la que te resulte más difícil mantener tu atención?"

Alex pareció considerar la pregunta por un momento antes de responder. "Bueno, creo que es peor cuando estoy solo en mi habitación por las noches. Mi mente empieza a divagar hacia otras cosas... cosas que no tienen que ver con los estudios."

Sus palabras fueron cautelosas, pero pude percibir la frustración en su tono. Era evidente que había algo más que estaba afectando su desempeño académico. Me pregunté qué podría ser, pero no quería presionarlo en ese momento.

"Así que, Alex, vamos a trabajar en técnicas para mejorar tu concentración. También te recomiendo establecer un ambiente propicio para el estudio. ¿Qué te parece si comenzamos por organizarte un espacio tranquilo y libre de distracciones en tu habitación?"

Vi un destello de agradecimiento en los ojos de Alex. Parecía aliviado de que estuviera dispuesta a ayudarlo a abordar sus dificultades. Mientras comenzábamos a planificar estrategias para mejorar su concentración, no podía evitar preguntarme qué otros secretos podría estar guardando este joven.

Nuestra primera lección había comenzado de una manera que ninguno de los dos habría imaginado. Aunque en ese momento no sentía un magnetismo consciente hacia Alex, sus miradas comenzaron a dejar una huella intrigante en mi mente.

Mientras trabajábamos juntos para mejorar la concentración, empecé a notar que sus ojos a menudo se desviaban hacia mí de manera inusual. Cada vez que explicaba una lección o brindaba orientación, sus ojos avellana me miraban con una intensidad que no podía pasar por alto.

Sus ojos parecían capturar cada gesto, cada palabra mía, como si estuviera grabando en su mente cada detalle de mi rostro. Aunque en ese momento no había un magnetismo consciente, podía sentir una sensación de deseo subyacente flotando en el aire.

Por mi parte, me esforzaba por mantener mi rol de profesora y mantener la distancia adecuada. Las miradas insistentes de Alex comenzaban a despertar mi curiosidad, y a pesar de mis esfuerzos por concentrarme en la lección, no podía evitar preguntarme qué pensaba y sentía realmente.

En medio de una pausa en la lección, decidí aprovechar la oportunidad para abordar el asunto de sus miradas. Mantuve mi voz tranquila y profesional mientras le preguntaba: "Alex, noto que me miras de una manera muy intensa. ¿Hay algo en particular que te preocupa o que quieras compartir conmigo?"

Sus ojos avellana se encontraron con los míos, y durante un momento, pareció titubear. Finalmente, suspiró y admitió con una sinceridad inesperada: "Profesora, no puedo evitar mirarla de esa forma. Hay algo en usted que me atrae, no sabría cómo explicarlo."

Mis ojos reflejaron sorpresa, pero al mismo tiempo, una comprensión empática se apoderó de mí. "Alex, entiendo que estás en una etapa de tu vida en la que los deseos y las emociones pueden ser intensos. Es natural que a tu edad empieces a experimentar atracción y curiosidad hacia las mujeres."

A pesar de que la situación era inusual, decidí abordarla con empatía. "Sin embargo, debemos recordar que soy tu profesora y nuestra relación se basa en la enseñanza y el aprendizaje. Es importante que nos centremos en tus estudios y en superar tus desafíos académicos. Las distracciones pueden ser parte de este período, pero nuestro objetivo principal aquí son tus logros educativos."

La atmósfera entre nosotros se suavizó ligeramente, y aunque la tensión seguía flotando en el aire, al menos estábamos tratando de entender el punto de vista del otro en esta inusual y atrayente situación.

Alex pareció aliviar un poco su tensión al escuchar la respuesta comprensiva y mirándola con un toque de agradecimiento en sus ojos, respondió: "Gracias, profesora, aprecio mucho su apoyo en mis estudios. Debo admitir que a veces mi mente se enreda en pensamientos... poco apropiados, y eso me ha distraído en clase. Pero estoy decidido a superar este desafío y ser un mejor estudiante."

La confesión de Alex dejó una chispa de intriga en mi mente. Aunque sabía que debía mantener la profesionalidad, no pude evitar sentir curiosidad por esos "pensamientos poco apropiados" que lo habían estado distrayendo. La idea de ser la fuente de su deseo, aunque inapropiada en nuestra relación estudiante-maestra, despertó mi propia curiosidad y un destello de algo más profundo en mi interior.

Decidí abordar la situación con cuidado. "Alex, entiendo que las distracciones pueden ser difíciles de superar, pero lo más importante es que te enfoques en tus estudios. Si sientes que estos pensamientos interfieren con tu aprendizaje, es importante que busquemos una solución juntos. Puedes estar seguro de que estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites."

Mi respuesta mantuvo un equilibrio entre la profesionalidad y la disposición a ayudarlo, pero la tensión entre nosotros seguía flotando en el aire, prometiendo un viaje inexplorado lleno de secretos y deseo.

Alex se acercó un poco más a mí, su voz cargada de provocación. "Profesora, ¿qué piensa de la idea de proporcionarme una razón real para concentrarme, algo más tentador que los libros de texto?"

La insinuación de Alex hizo que el aire se volviera más denso en la habitación. Me sentí intrigada y desafiada al mismo tiempo. En un atisbo de valentía, decidí abordar la situación con decisión.

"Alex," le dije con voz firme, "me pregunto qué estás pensando realmente en este momento. ¿Qué es lo que buscas al hacer estas sugerencias?"

Alex me miró a los ojos, su mirada intensa revelando un cóctel de deseo y determinación. Después de un momento de silencio, respondió con una voz suave pero cargada de sugerencia: "Profesora, tal vez debería premiar mi esfuerzo por concentrarme en la lección. Podría ser una forma de motivación adicional."

La insinuación de Alex había creado una tensión palpable en la habitación. Me sentí intrigada por su osadía y determinación. Decidí abordar el asunto directamente.

"Alex," le dije con una mezcla de curiosidad y cautela, "me intriga saber qué tienes en mente con esa propuesta. ¿Qué tipo de premio tendrías en mente para motivarte a concentrarte en la lección?"

Alex me miró fijamente, sus ojos brillando con una chispa traviesa. Tomándose un momento para elegir sus palabras, finalmente respondió con voz suave pero cargada de sugestión: "Imagino que un estímulo visual podría ser muy efectivo. Algo que me recuerde el esfuerzo que pongo en mis estudios."

La sugerencia de Alex era provocativa y desafiante. Me di cuenta de que estábamos navegando por aguas peligrosas, donde la línea entre lo permitido y lo prohibido se desvanecía. Aunque la profesionalidad debía ser mi guía, no podía negar la atracción que se estaba gestando entre nosotros.

Con una mirada de complicidad, respondí: "Alex, eres un estudiante muy persuasivo, pero si vamos a entrar en este juego, debemos establecer algunas reglas claras para mantener los límites y la profesionalidad."

Alex asintió, demostrando que estaba dispuesto a seguir las pautas que propondría.

"Primero," continué, "nuestra relación de estudiante y maestra debe mantenerse profesional durante las clases regulares. Las recompensas serán una adición, pero no deben interferir con nuestro entorno académico."

Alex asintió nuevamente, indicando que entendía la importancia de esta regla.

"Segundo, la confidencialidad es fundamental. Todo lo relacionado con nuestro acuerdo debe mantenerse en total secreto, compartido solo entre nosotros. No queremos que esto afecte la percepción de los demás."

"Entendido," respondió Alex, mostrando su compromiso con la discreción.

"Y, finalmente, ambos debemos estar de acuerdo en que esto es algo que hacemos voluntariamente. En cualquier momento, cualquiera de los dos puede retirarse del acuerdo si nos sentimos incómodos, sin ninguna presión."

La tensión entre nosotros estaba ahora mezclada con la sensación de haber establecido reglas claras. Ambos sabíamos que estábamos entrando en un territorio desconocido, pero con estas pautas, confiaba en que nos ayudaría a lograr nuestro objetivo.

Con las reglas establecidas, la dinámica entre Alex y yo comenzó a tomar un giro más audaz. Durante la clase, nos esforzábamos por mantener la profesionalidad, pero ambos sabíamos que existía un excitante juego oculto entre nosotros.

A medida que explorábamos este nuevo territorio, encontramos formas creativas de mantener el enfoque en los estudios mientras dejábamos espacio para la excitación y la conexión entre nosotros.

Al final de la lección, Alex, con una chispa traviesa en los ojos, se atrevió a decir: "Ese vestido es hermoso, pero me pregunto si podrías hacer un pequeño cambio por mí."

Intrigada y dispuesta a jugar, le respondí con una sonrisa coqueta, "¿Y qué cambio tendrías en mente?"

Alex sugirió de manera juguetona, "¿Qué tal si, además de este vestido, te pones una prenda sugerente debajo? Algo que solo tú y yo sepamos que llevas puesto."

Consideré la idea por un momento y luego asentí con complicidad. "Me parece que eso podría hacer nuestro juego aún más interesante. Pero, ¿qué prenda te gustaría que use?"

Alex sonrió y, con voz suave y seductora, dijo, "Una liga de encaje sería perfecta, algo que pueda adivinar, pero no ver por completo "

Me levanté y me dirigí a un pequeño tocador cercano. Mientras Alex esperaba con ansiedad, regresé con una liga de encaje de un tono azul marino similar al de mi vestido.

Decidí que sería una experiencia aún más atrevida si me ponía la liga de encaje justo frente a Alex. Con una sonrisa traviesa en los labios, me acerqué a él mientras mis dedos jugaban con la liga. Cada movimiento lento y sugerente parecía intensificar la tensión entre nosotros.

La mirada intensa de Alex no se apartaba de mí mientras deslizaba la liga por mi pierna, y pude sentir su deseo ardiente. Cada gesto, cada detalle, se convirtió en una invitación al juego que habíamos comenzado.

Una vez que la liga estaba en su lugar, me acerqué a Alex, nuestros rostros a centímetros de distancia. Susurré en su oído con voz seductora, "Ahora tienes un secreto más para ti."

Después de haber compartido ese momento atrevido al ponerme la liga de encaje, noté la mirada ansiosa en los ojos de Alex. Parecía que tenía un deseo más en mente.

Con una sonrisa, le pregunté con voz suave, "¿Hay algo más que desees, Alex?"

Él, con una chispa traviesa en sus ojos, respondió, "¿qué te parece si te probaras alguna falda más corta?

Mi corazón latía con un ligero nerviosismo. Sabía que estábamos explorando terrenos peligrosos, pero mi deseo era igual de intenso. Asentí con complicidad, diciendo, "Estamos desafiando los límites, pero estoy de acuerdo,”

Con una sonrisa coqueta, asentí ante su petición, sintiendo la emoción de dar un paso más en nuestro juego secreto.

En la siguiente lección, decidí llevar una minifalda de vuelo de un azul marino similar al de mi vestido. La falda era lo suficientemente corta como para resultar provocativa, pero lo bastante elegante para que encajara con mi papel de profesora. La combiné con una blusa con un escote pronunciado y mangas ligeramente transparentes que añadían un toque de sensualidad a mi atuendo.

Durante la lección, noté que Alex no podía apartar la mirada de mi nueva vestimenta. La falda de vuelo permitía insinuar mi figura y cada movimiento añadía un elemento de coqueteo a nuestra dinámica.

Al final de la lección, le dije “has demostrado una concentración excepcional. Estoy impresionada por tu dedicación” y le pregunté con una sonrisa traviesa, "¿Qué te parece, voy cumpliendo con tus expectativas?"

Sus ojos brillaron con deseo mientras me miraba de arriba abajo. "luces absolutamente fascinante.", pero Alex parecía dispuesto a dar un paso más en nuestro juego secreto.

Durante una de nuestras lecciones, su mirada ardiente y traviesa se encontró con la mía, y con voz suave, preguntó: "¿qué te parecería si me entregas tus braguitas como recompensa por dedicación?"

La idea era provocativa y desafiante, pero la pasión que compartíamos me hizo sentir dispuesta a complacer sus deseos. Con una sonrisa coqueta y temblorosa de emoción, asentí y respondí, "Si eso es lo que deseas, Alex, estoy dispuesta a cumplir tu deseo."

Con manos temblorosas, me incliné ligeramente para llegar a mis braguitas. Las bajé con cuidado, manteniendo la tensión entre nosotros. Luego, las tomé en mis manos y las entregué a Alex.

Nuestros dedos se rozaron en el intercambio, y sentí una corriente eléctrica recorrerme. La intensidad de nuestra conexión era palpable en ese momento. Alex tomó las braguitas excitado y no pudo evitar que sus labios dibujaran una sonrisa maliciosa.

Después de una lección particularmente intensa, Alex se acercó a mí con determinación en sus ojos. Con voz suave pero cargada de deseo, me preguntó con cautela, ¿me dejarías que tomara algunas fotografías... atrevidas?"

Su propuesta me tomó por sorpresa, pero la chispa traviesa en sus ojos encendió mi propia curiosidad. Después de un momento de consideración, asentí, sintiendo la emoción burbujeando entre nosotros. "Si ambos estamos de acuerdo en mantener la discreción y al finalizar la clase las borras, entonces... sí, estoy dispuesta a probarlo."

Con un gesto seductor, Alex me indicó que me quedara de pie frente a la pizarra. Con una sonrisa coqueta, decidí dar un paso más en nuestro juego secreto y comencé a jugar con la provocación. Lentamente, comencé a subir la minifalda de vuelo, revelando mis piernas al tiempo que mantenía un equilibrio perfecto entre lo sugerente y lo elegante.

Ales me seguía indicando como deseaba que me colocara “¿podrías recostarte sensualmente sobre el escritorio, con una expresión provocativa?, Yo me sentía divertida con el juego y cada vez más decidida a complacerlo me recostaba en el escritorio deslizando la minifalda hacia arriba y dejando muy poco margen para la imaginación.

Muy bien me decía Alex claramente excitado, “¿qué te parece si ahora te colocas a cuatro patas en la silla?”, me daba cuenta de que sus solicitudes eran cada vez más atrevidas, pero al fin y al cabo todo quedaría entre nosotros y las fotos al final, serían borradas. Me coloque a arrodillada en una silla a cuatro patas, mientras Alex me hacia fotos desde todos los ángulos posibles. Sabía que mi corta faldita había dejado mis nalgas expuestas y eso me provocaba una especial excitación.

Después de algunas poses y momentos de intensidad en nuestra sesión de fotos, Alex me miró con una chispa traviesa en sus ojos. Con una sonrisa juguetona, y una mirada a un cesto de frutas, dijo: "¿Qué te parecería si incorporamos un pequeño juego con un plátano en nuestras fotos?"

Con una sonrisa cómplice y un brillo travieso en los ojos, respondí: "Me parece una idea intrigante y atrevida, Alex. ¿Por dónde te gustaría comenzar con nuestro pequeño juego?"

Lo tomé con delicadeza y comencé a explorar sus formas y texturas de manera sugerente, permitiendo que nuestra imaginación y pasión se mezclaran en cada movimiento.

Alex capturó cada instante con su cámara, inmortalizando el juego sensual que estábamos compartiendo.

Mientras continuábamos nuestra sesión de fotos, la atmósfera estaba cargada de deseo y complicidad. La mirada lujuriosa de Alex y sus movimientos sugerentes habían encendido una chispa ardiente entre nosotros. En ese momento, sentí la necesidad de tomar la iniciativa y reclamar la cámara para explorar la sensualidad de Alex desde mi perspectiva.

Con una sonrisa traviesa, me acerqué a él y le quité la cámara de las manos. Mis ojos se encontraron con los suyos, y su mirada reflejaba deseo. La cámara se convirtió en una extensión de mis deseos, una herramienta para capturar la pasión y el atractivo de Alex.

Siguiendo mis sugerencias, Alex se acercó a la ventana y, con un atisbo de provocación, se despojó de sus pantalones, revelando un boxer de seda negra que resaltaba su masculinidad y provocaba mi imaginación. La suave luz de la ventana realzaba su figura y dejaba al descubierto la sensualidad de la prenda.

Sosteniendo la cámara con manos firmes, capturé cada detalle con un enfoque meticuloso. El boxer resaltaba la curva de sus caderas y sus atributos, añadiendo un toque de tentación y atrevimiento a la sesión de fotos.

Siguiendo el tono cada vez más provocativo de nuestra sesión de fotos, Alex tomó asiento en una silla con las piernas abiertas de manera sugerente. La luz tenue que se filtraba por la ventana bañaba su figura en un resplandor sensual, destacando cada contorno de su cuerpo.

Cada detalle, desde sus piernas musculosas hasta su boxer negro, quedaba al descubierto de una manera provocativa. La pose de Alex transmitía un aire de deseo y confianza que no podía ser pasado por alto.

Sosteniendo la cámara con destreza, me acerqué y capturé cada momento de la pose, inmortalizando la pasión y el atrevimiento de nuestro juego secreto.

Mientras Alex posaba en la silla con las piernas abiertas, no pude evitar notar el visible indicio de su excitación. La sensualidad de la situación había tenido un efecto evidente en él, y su miembro respondía al juego provocativo y atrevido que compartíamos.

En medio de la sesión de fotos cargada de sensualidad, la intensidad de la situación no podía ser ignorada. Alex, cautivado por el juego provocativo que compartíamos, no pudo resistirse a la tentación. Con movimientos deliberados y sugerentes, comenzó a acariciarse de manera provocativa, intensificando aún más el juego que habíamos iniciado.

Sus manos se deslizaron con deseo, explorando su propio cuerpo en un acto que elevaba la temperatura de la habitación.

No pude evitar sentir mi propia excitación ante la visión de Alex entregándose a sus propios deseos de una manera tan provocativa. Sus manos recorrían un enorme bulto que se mostraba ya desafiando romper el boxer negro incapaz de cumplir con su propósito.

Sintiendo la intensidad del momento y la conexión ardiente que compartíamos, lo miré con ojos llenos de deseo y le susurré palabras tentadoras al oído, alentándolo a continuar explorando sus deseos más profundos. Mi voz era suave pero sugerente, y mis palabras eran un eco de la excitación que sentía

Alex, encendido por mi provocación, continuó con más entusiasmo, explorando su propio deseo de una manera aún más atrevida.

Con sus manos apartó el boxer para que su polla apareciera bamboleando ante mis ojos de forma irresistible.

La sesión de fotos se convirtió en un baile de deseo compartido, donde cada gesto y caricia nos acercaba más a la culminación de nuestra pasión. Ambos sabíamos que habíamos cruzado un límite irrevocable, pero en ese momento, todo lo que importaba era el ardor y la excitación que compartíamos en aquella habitación íntima y cargada de deseo.

La irresistible tentación que ambos habíamos estado reprimiendo durante la sesión de fotos finalmente se desató por completo. En medio de la intensidad de la pasión, mis deseos y los de Alex se volvieron irresistibles. Nos lanzamos uno hacia el otro en un beso apasionado que marcó el punto culminante de nuestra conexión secreta.

Nuestros labios se encontraron en un beso hambriento y ardiente, una explosión de deseo acumulado que finalmente se desataba. Era un beso apasionado, donde nuestras bocas se fundieron con una urgencia incontrolable, y la electricidad de nuestra conexión recorrió nuestros cuerpos como una corriente de fuego.

Cada roce de nuestros labios era una declaración de nuestro anhelo, un recordatorio de que habíamos estado conteniendo esta pasión durante demasiado tiempo. Nuestras lenguas se entrelazaron en un baile erótico, explorándose con avidez mientras nos perdíamos en el calor de aquel beso ardiente.

Nuestras manos, ansiosas y decididas, no podían esperar más. Comenzaron a explorar los contornos de nuestros cuerpos, deslizándose por la piel con una urgencia que solo podía ser aplacada por el contacto y la satisfacción. Mis dedos recorrieron la curva de su espalda, trazando líneas invisibles que despertaban sensaciones eléctricas en su piel. Cada caricia que dejaba a su paso parecía encenderlo aún más, como una llama que crecía con cada toque.

Las manos de Alex, con una habilidad que solo podía provenir de un deseo acumulado, acariciaban mis caderas con una necesidad apremiante. Sus dedos se movían con destreza, acercándose al borde de la falda de vuelo que llevaba puesta, como si anunciaran su intención de explorar más allá. Era un gesto atrevido que aumentaba nuestra pasión compartida, y ambos sabíamos que no podíamos dar marcha atrás.

Nuestra respiración se aceleraba, y el calor de nuestro deseo se irradiaba en la habitación. Estábamos atrapados en una espiral de pasión que nos envolvía por completo, y no había vuelta atrás. La sensualidad de aquel momento, donde nuestros cuerpos se buscaban con avidez, marcó el comienzo de una conexión que se estaba profundizando a pasos agigantados, llevándonos a lugares desconocidos de excitación y deseo.

El mundo exterior desapareció por completo, y todo lo que importaba en ese momento era el roce de nuestras manos, el calor de nuestros cuerpos y la incontenible pasión que compartíamos.

La habitación se llenó con gemidos suaves y suspiros entrecortados, a medida que nos entregábamos al deseo que habíamos estado conteniendo. Cada caricia era una afirmación de nuestra pasión compartida, y la excitación crecía con cada momento que pasaba. La intensidad del beso y el contacto de nuestras manos eran una explosión de emociones que habíamos estado anhelando, y no había vuelta atrás. Estábamos atrapados en un torbellino de pasión y deseo, y estábamos decididos a explorar cada rincón de nuestro ardor compartido.

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