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 3.539 Lectores conectados [ Comunidad de Cams +18 ]  23.920 Autores | 139.811 Relatos eróticos 
Fecha: 10-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Grandes Relatos

Vida y... muerte. (2)

GUILLEOSC
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Descubriendo secretos, primeros objetivos y venganza. Nueva vida. Version para imprimir

VENGANZA - NUEVA VIDA. (2).

Me invitó un café en uno de los bares del barrio y me contó algunas cosas que ignoraba, en principio, que consideraba a mi “viejo” como su amigo del alma, se habían criado y estudiado juntos y ese tipo de amistad, en el barrio, era sagrada, además, me dejó claro que, al margen de la amistad o conjuntamente con ella, existía entre ellos un gran respeto.  De esa conversación surgió que mi padre, no siempre había sido un “santo” e incluso que le había salvado la vida en un par de ocasiones.

También respetaba mucho a mi madre, se conocían los tres desde su época de estudiante y supe que fue por ella que mi padre dejó de lado esa vida para dedicarse a conformar una familia, “es una mujer “de fierro” y lo más leal que conocí”, -me dijo, haciéndome sentir bien-.  Me hizo saber que con mi viejo se sentían como hermanos, dijo del cariño que existía entre los dos y que nunca había renegado de la profunda amistad que los unía, incluso me dio a entender que, más de una vez lo había escondido cuando lo buscaban por sus andanzas.

Este hombre se sinceró diciendo que él, en gran parte, había sido culpable de la muerte de mi papá, me tensioné con esto, pero lo dejé que siguiera explicando.  Con lágrimas en los ojos me dijo que, estaba convencido de que los dos tipos habían sido enviados para provocarle un dolor a él, matando a quien había sido su “hermano” de vida.  Continuó diciendo que lo había hablado con el “viejo” y él no quiso ninguna protección, eso lo entendí, era propio de lo “cabeza dura” que resultaba ser mi padre.  Atento a lo sucedido y por su lado, apelando a sus contactos, había movido cielo y tierra para tratar de ubicar a los que habían hecho el “trabajo”.  Finalmente los había encontrado y pensaba hacérselos pagar, me dijo sin dudar, que iba a contratar a dos tipos de su confianza para mandarlos al Infierno y quería que yo lo supiera, pero eso a mí no me servía.  Me asaltó una frialdad que no creí tener y le pedí de buenos modos que, ya que me confiaba eso, me dejara ocuparme de ese tema.

Me contestó con seriedad que entendía mi proceder, pero que no quería ponerme en esa tesitura, que yo no pertenecía a ese “mundo” y trató de convencerme de lo contrario.  No hubo caso, yo estaba decidido a procurarme la Justicia que no me brindaba lo institucional y se dio cuenta que no podía evitarlo, al tiempo supe que tampoco quiso.  Me entregó un arma y no acepté, me dio la dirección de los tipos y sólo me pidió que, en lo posible, le corroborara la veracidad respecto a que si habían sido mandados por su rival en el tema de la droga.

Parado en un semáforo recordaba a los que fueron mis primeras “muescas”.  Seguí los movimientos de los tipos por dos noches, eran primos, sus edades rondaban los treinta años y vivían solos en una casita apartada en un barrio humilde de casas bajas, trabajaban de albañiles y haciendo “changas”, pero apenas si tenían contacto con algunos de sus vecinos.  Aproveché a golpear la puerta de la casa a las 20,55, cinco minutos antes de que comenzara a jugar la Selección de fútbol.

“¿Qué carajos querés, pibe, está por comenzar el partido?”, preguntó y dijo de malos modos cuando abrió la puerta el más menudo de los dos, el golpe del “Nunchaku” aplicado entre la frente y parte de la cabeza lo destartaló y estuve muy atento para evitar que cayera y generara algún ruido, lo apoyé contra la pared del pasillo e ingresé a la casa.  El otro estaba sentado en un sillón frente al televisor y alcanzó a preguntar, “¿quién es José?” antes de caer desmayado por un golpe similar, el único movimiento fue para mirar la pistola que estaba sobre la mesa.

Diez minutos después los desperté y comprobaron con los ojos abiertos y con temor evidente que estaban amordazados y atados por el pecho a dos sillas duras de respaldo alto.  La cinta de embalar pasaba por la frente, daba la vuelta al respaldo de la silla y mantenía la cabeza fija y apoyada en la madera, cada pierna estaba fijada a las patas respectivas y la boca la tenían ocupada por un pedazo de cinta que cubría sus labios, sólo le quedaban libres las manos y los antebrazos, pero sus movimientos eran muy limitados.

No pensaba golpearlos, pero su desesperación fue total cuando comencé a quebrarles los dedos de las manos y les preguntaba, sin que pudieran contestar, el sonido del televisor apagaba cualquier tipo de sonido por los gritos mudos de ambos primos.  Uno de ellos, el que había abierto la puerta estuvo dispuesto a decirme todo cuando vio que la mano del primo quedaba abierta en dos pues había aferrado dos dedos con cada una de mis manos y luego de forzarla hacia cada costado ésta se separó en partes casi hasta la muñeca.

El grandote se desmayó y el otro “cantó” como un pajarito, efectivamente, independientemente del robo en sí, les habían pagado por matar a mi padre, como forma de “mensaje” para el amigo, me dio el nombre del tipo que los había contratado de parte de otro que era el que ponía el dinero y ordenaba la muerte.  Después de eso y reconozco que me cegué, hasta que terminó el partido, les quebré varios huesos, antebrazos incluidos y por último les hundí la tráquea para quedarme a mirar como morían desesperados por la asfixia.

Luego traté de borrar todo rastro, me guardé los pañuelos que tenían dentro de sus bocas, recogí todo vestigio de las cintas de embalar y me retiré mientras los jugadores hacían declaraciones ante los periodistas, ni siquiera me enteré en ese momento del resultado del encuentro.  Salí de allí empujando el scooter en que me había movilizado, había quedado a un costado de la casa y recién lo puse en marcha luego de caminar con él por unos cincuenta metros, en la calle no había nadie y en alguna que otra casa se escuchaban a todo volumen las repeticiones de los goles del partido.

Esa noche dormí como un bendito y ni recuerdos tenía de los momentos pasados.  Dos días después me buscó nuevamente el amigo de mi padre, me hizo tomar el dinero que él le habría tenido que pagar a los sicarios que iba a contratar y se lo acepté, en casa nos hacía buena falta y podría comprar un par de equipos nuevos de computación.  Le di los datos solicitados y después de despotricar en contra de los fulanos que yo no conocía, me preguntó poniéndose serio, que había sentido al estar ante los tipos, “nada, no sentí nada, era algo que tenía que hacerse, reconozco que me extralimité, pero me saqué varias broncas de encima”, -le contesté en un tono frio-.

De resultas de esto, me habló de la confianza y dijo que tenía la misma “pasta” que mi “viejo”, luego se ofreció a enseñarme a operar del mismo modo, pero en otro nivel, según él, si aprendía bien, podría hacer muy buen dinero con la eliminación de personas.  Él recibiría los trabajos por interpósita persona, pondría los valores y luego consultaría conmigo, nunca personalmente, no lo pensé demasiado y se me ocurrió decirle que me interesaba siempre que no hubiera chicos de por medio.

A partir de ese momento comencé con él el entrenamiento necesario para cubrir varios campos, para eso por el término de tres años, tres veces por semana lo dedicaba a la práctica exhaustiva de este menester.  Las prácticas las hacía en una casa que él tenía en las afueras, era pleno campo, apartado a unos cincuenta minutos de la ciudad y allí estábamos los dos solos.  A instancias de él, no dejé de arreglar las computadoras y seguí estudiando la carrera de Informática que me había fijado.  Ya tenía revalidado el título de Maestro por haber aprobado el Bachillerato y todo servía como cobertura.  En ese lugar aprendí todo lo necesario sobre armas, camuflaje, venenos y técnicas variadas para la eliminación de personas, pero lo más importante, forjamos una amistad repleta de códigos con Raúl, que ese era su nombre.

Se reía conmigo porque yo me esmeraba y siempre quería dar un poco más de mí, ¿querés convertirte en una “sombra” tipo oriental?, -me preguntaba cuando me veía esforzándome-.  La parte física no me costaba nada, lo que tenía que ver con la electrónica tampoco, llegué a desarmar y armar armas aun en plena oscuridad, los cuchillos de lanzar no tenían secretos, los puntos para infringir dolor o para eliminar a alguien los conocía con los ojos cerrados, lo que me costaba un poco era con los venenos pues yo decía que era para las mujeres, no hubo caso, me obligó a aprender a conciencia sobre los efectos y los resultados.

Él no quería que nadie nos pudiera ver juntos, aunque, así como me exigía, buscaba que viviera una vida de veinteañero común y que me relacionara con otras personas, seguía viviendo en casa de mi madre, pero no salía mucho, de vez en cuando iba a bailar y me “ganaba” a alguna “minita” para pasar el rato, otras veces me las mandaba, para eso tenía un departamento que él alquilaba a mi nombre y por allí pasaron “gatos” de muy buen nivel y hasta “figuritas” y “figuronas” de la farándula que no le hacían asco a nada.  El tema era sólo sexo y buscando de no repetir.  Me causaba gracia cuando mi madre las veía por la tele y comentaba sobre tal o cual “señora”, sin saber que tan puta era la “señora” y cuanto gozaba y le gustaba que la empalara por el culo mientras apoyaba sus tetas contra la pared.  Yo era un “pichoncito” que estaba “bueno” y a ellas les encantaba, pero todo eso me enseñó que la hipocresía era “reina” y no sólo en ese ambiente.

El primer “trabajo” rentado fue con una cincuentona de muy buen ver, esposa de un empresario metalúrgico, lo tenía agarrado de las bolas al marido por, no sé qué “chanchullo” y éste no veía como poder sacársela de encima.  La mujer hacía su vida sin que le importara el “qué dirán” y el marido ni contaba en sus excesos.  Raúl cerró el trato, pero había una salvedad, no podía ser nada violento, ni siquiera figurar como un accidente.  Me la tiró así y me dijo que pensara el “cómo”, de mi dependía y no podía fallar.

Lo que más me costó fue conseguir la ampolla con la droga, pero eso me lo solucionó un contacto de Raúl, el Bioquímico era extranjero, cobraba bien, era una “tumba”, algo más que lógico en ese ambiente, lo mismo pasaba con el tipo de las armas o el de los documentos, una vez que entrabas en “esa”, cualquier infidencia les costaba la vida.  El tema es que el “doctor” te “fabricaba” la droga que quisieras y en éste caso fue una que provocaba un infarto masivo, insípida, incolora y no dejaba huellas.

Tenía en mi poder dos ampollas de esas y me pasé tres noches siguiendo a la “víctima” en distintos lugares nocturnos.  Salía noche por medio, se tomaba los “chupitos” como agua y era muy previsible en sus gustos y proceder.  Entraba, se ubicaba en la barra, saludaba a algunos conocidos y le echaba el ojo a alguna “pendeja” de las que abundaban y luego se la llevaba a un privado.  Lo suyo era “dar lengua” y una vez satisfecha elegía a alguno de los chicos para que la penetrara.

La primera noche logré que hubiese miradas alusivas, un “yogurín” bien armado, alto y entrador, no le pasaba desapercibido, la segunda noche entró al privado con una morocha alta y un flaco “cachas” que la venía persiguiendo desde hacía un tiempo, no obstante, dejó pasar a la chica junto con el muchacho y me mandó un beso desde la puerta del privado, no se podía hacer nada y le contesté alzando los hombros como diciendo “otra vez será”, la pobre no sabía que tenía sus días contados.

Mi plazo de una semana estaba por cumplirse y la tercera noche sucedió, habló con una rubiecita pizpireta y cuando se iba para el privado pasó a mi lado y me tomó de la mano, al entrar al lugar se sentaron las dos en el sofá que había en el lugar y me dijo: “Primero me entretengo con ella, mirá y no hagas nada, luego te toca a vos y si me gusta, te venís a mi departamento, por ahora servime algo”, -me lo dijo como ordenándolo y señalando a la mesita en que había una botella y tres vasos chicos-.

La chica se tiró en el sofá, dejó una pierna en el suelo y la otra la colocó sobre el respaldo, no tenía ropa interior debajo de la minifalda y la cincuentona se prendió como desesperada poniendo la boca en la entrepierna de la pendeja que empezó a gemir y a moverse.  La veterana aferraba los muslos de la chica y parecía querer meterse adentro, lo debía estar haciendo bien porque los gemidos de la rubiecita llenaban el lugar.  “Dame una copa y preparate”, -me dijo ladeando la cabeza-.

Se tomó el preparado de un sorbo, levantó sus polleras y metiendo la cabeza nuevamente en la intimidad de la rubia me dejó el culo a disposición.  No era nada para llamar la atención y las flojedades se hacían notar, pero eso a mí no me importaba, tenía tres minutos y para que no se diera vuelta comencé a acariciar las carnes flojas.  La rubia gemía con los ojos cerrados, la “veterana” asía con fuerza sus muslos y cuando noté que sus glúteos se contraían, limpié la botella con la servilleta y guardándome el vasito en el bolsillo, salí del reservado.

Estaba cerca de la puerta cuando escuché el grito de la rubiecita pidiendo que la ayudaran, le debe haber costado sacar a la “veterana” de entre sus piernas y yo caminé hasta la esquina, allí dejé caer el vaso y lo rompí pisándolo, luego llamé a un taxi y me fui a dormir a mi casa.  Raúl quedó conforme y el pago implicaba algo así como dos años de sueldos, no obstante, me hizo saber que una parte quedaría depositada en una cuenta a mi nombre, pero en un Banco extranjero, aunque por el momento no me diría en cual.

No tenía nada por decir, confiaba plenamente en él y no pregunté, con lo que tenía en las manos me bastaba.  Siempre recordando entré el auto en el garaje y lo estacioné al lado del Toyota que usaba de forma cotidiana.  Me quedé sentado frente al volante y pensé en que habían pasado más de ocho años de esto, andaba orillando los treinta y uno y los “trabajos” nunca fueron más de dos o tres por año en lo nacional, aunque en el extranjero había hecho unos cinco o seis, pero no eran tan comunes.

Mi madre había fallecido hacía tres años por un cáncer de páncreas que la llevó rápido y Raúl había “perdido” junto a dos de sus mejores hombres cuando fue traicionado por uno de sus “socios”.  De esto hacía como un año y medio y ni siquiera fui al velatorio, ya me lo había pedido expresamente por si sucedía algo similar, lo que sí tuve que hacer fue presentarme ante sus Abogados.

Éstos me entregaron una carpeta que había dejado expresamente para mí.  Allí figuraba el “modus operandi”, el modo en que los clientes se contactaban, el número de cuenta de un Banco en unas islas africanas y una propiedad a mi nombre, una hermosa casa quinta con cinco mil metros de terreno, árboles, parque, seis habitaciones en la planta alta, dependencias, pileta y que estaba totalmente cerrada con un muro perimetral de tres metros de altura, propiedad en la que ahora vivo. 

El escrito me emocionó porque, entre otras cosas me decía que, yo había sido el hijo que siempre quiso tener y, la verdad, me lo demostró siempre.  Lo único que me pedía en la carta que me dejó era que me “ocupara” de los causantes de su muerte, “si estás leyendo esto es porque alguien se ocupó de mí, pero este “trabajo” que te pido deberá ser gratis, disfrutá de tu vida como mejor puedas y elegí con cuidado los posibles “encargos” que debas hacer”.  Fue así, conciso y concreto y como nunca me relacionó con su “otra gente”, nadie o pocos sabían de mi existencia ni podía relacionarme con él.

Me llevó tres meses “encargarme” de los “socios” de Raúl, pero no quedó ninguno para contarlo y encima sirvió para que se produjera una “purga” importante en esa red delictiva, de eso se ocuparon ellos mismos y yo ahí no cortaba ni pinchaba.  Por otro lado, en la cuenta del Banco de las Islas Seychelles, me encontré con un saldo de casi diez millones de dólares, no era todo mío, había de Raúl y tuve que poner a “pasear” ese saldo por varios “paraísos fiscales”, algo que manejaba yo desde mis equipos de computación.

Me encontré con que tenía que ampliar mis horizontes de ingresos para justificar de alguna manera la vida que llevaba.  La empresa y los dos negocios de venta de insumos de computación no llegaban a cubrir el estilo de vida que yo quería y aproveché el contacto que tenía con el Presidente de un Banco muy importante.  Se puso pálido cuando le recordé el “trabajo” que había hecho realizar, sin embargo, se recuperó enseguida y me preguntó en que me podía ayudar.

Por su intermedio blanqueé un poco más de dos millones de dólares, para eso me hizo comprar un billete de lotería premiado en EE.UU. y, aun sin garantías ni avales propietarios, me otorgó un crédito por casi ochocientos mil dólares para la compra de un colegio privado.  Yo pretendía un Jardín de Infantes y nivel Primario bilingüe de altísimo nivel.  Era una propiedad enorme en un terreno de diez mil metros cuadrados con parque, árboles, campos de deportes, vestuarios, salas de maestros y aulas repartidas en dos edificaciones determinadas.

Gasté bastante en reacondicionar todo eso, pero era dinero “legal”, las cuotas eran elevadas, aunque los padres de los chicos podían con ellas, tuve que transigir con algunas becas y logré recibir una subvención de sueldos del orden del 95%.  ¿Cómo lo logré?, del mismo modo que con el Presidente del Banco, “culos sucios” hay en todos lados y el Ministro de Educación de ese momento no era la excepción, los archivos de Raúl me habían venido al pelo en varias oportunidades, ésta fue una de ellas.

Los Docentes de parabienes porque además del sueldo que pagaba el Ministerio recibían un 15% más de parte del colegio y eso implicaba una dedicación a full.  Las aulas admitían un total de veinticinco alumnos y, en MÍ colegio no se admitía el “bullyng”, los padres firmaban un compromiso por esto y aquel alumno que incurría en esto tan desagradable corría el riesgo de una expulsión sin atenuantes.  Lo único que faltaba era que yo, precisamente yo, lo permitiera y no me importaba la época del año que fuere pues estaba convencido de que los alumnos lo ejercen porque se los permiten.

En tres años de funcionamiento sólo había tenido tres casos y debidamente comprobados, la expulsión se concretó sin que importaran pedidos de padres damnificados, autoridades o Jueces, con el agravante de que un alumno expulsado de MÍ colegio, le era difícil encontrar lugar en cualquier otro establecimiento privado, salvo que lo hiciera en el sector público y en ese caso el “bullyng” les jugaba en contra a los que se creían más que los otros.

Como fuere, un tanto nostálgioso con todo lo que recordaba descendí del auto, pulsé el código especial para ingresar al living de la casa y me dispuse a cocinar algo, el estómago se quejaba y el hambre se hacía sentir.  No había podido cenar en lo de la “esposa infiel” y a pesar de tener comida preparada para darle un golpe de microondas, opté por preparar dos hamburguesas con queso y un huevo frito encima de cada una, con eso estaba satisfecho.  Satisfacer y calmar el dolorcillo de los huevos ameritaba otra cosa y estaba grande para “pajas”, entonces me decidí por sacar el teléfono y llamar a una de las chicas que cubría mis necesidades.  Hacía un tiempo que había optado por estas posibilidades, mis ingresos me lo permitían y elegía sin “versos”, sin pruritos, sin vueltas, sin remilgos y sin preguntas, a un nivel que no se podía encontrar en cualquier lugar así porque sí.

Viernes a la noche, a poco de dar las once de la noche me iba a resultar un tanto difícil, pero, con intentar…  Mercedes, la hija de un hacendado de la provincia de Buenos Aires, la cual se costeaba sus estudios de Ingeniera Agrónoma, el alquiler de su dúplex, la comida, ropa y salidas con el alquiler de su tiempo y de su cuerpo no estaba disponible, contestó enseguida y me dijo: “¡Ufff!, yo lo siento más que vos José María, este fin de semana lo paso con mis padres y no puedo ayudarte, igual no me olvides” …  Le contesté que no había problemas y le pedí que tratara de pasarla bien.  No era mayor drama, sabía que eso podía pasar.

A la siguiente que llamé fue a Karina, ésta tenía veinticuatro años, pelirroja de ojos verdes, una fiera en la cama, pero con una enorme dosis de dulzura, aunque se “prendía” en todas, describir físicamente a la “colo” te hacía correr el riesgo de quedar demasiado corto, verdadera “tapa de revista” y, de hecho, en algunas había aparecido, en ese momento era modelo de ropa interior y cuando atendió el teléfono escuché bullicio por detrás de su voz.

“Hola mi cielo, estoy terminando de cenar con amigas, ¿estás en tu casa?, dame 40 o 50 minutos, me tomo un Uber y paso la noche contigo” …  Le dije que la esperaba, terminé de cenar, puse la vajilla usada en la máquina y me fui a dar un baño, la esperaría sólo vestido con el bóxer, afuera estaba fresco, pero en la casa la calefacción por losa radiante funcionaba a full.  Camino al baño ya me empecé a calentar imaginando como se comportaría la “colo” en la cama…

GUILLEOSC - Continuará…  Se agradecen comentarios y valoraciones.

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