SOLUCIÓN DE PROBLEMAS - NUEVOS TRABAJOS. - (5).
No tendría que ir al colegio por la mañana, esa semana no me tocaba, rotaba los turnos con la Vice Directora. Ésta era una amiga joven de mi madre, había sido mi maestra en cuarto grado a poco de iniciarse en la docencia. Al convertirse en Vice, andaba en los cuarenta y seis años, tenía el cabello oscuro, sus ojos eran claros, aunque cambiantes, su piel era blanca y los lentes con armazón de carey le daban un aspecto de seriedad que yo sabía que no era tal, en familia y en confianza tenía un carácter alegre y muy buena onda. Me conocía desde los nueve o diez años y sabía de su forma de ser porque venía seguido por casa, prácticamente me vio crecer y luego de ser mi maestra, se convirtió en mi Profesora de Inglés, dominaba muy bien ese idioma, además, a la par de darme clases en mi casa, casi gratis porque opinaba que saber inglés me ayudaría cuando fuera mayor, me llevaba a rendir en una Academia que era de una pariente. Me enseñó los “dos” el “Clásico” y el “Yanqui”, algo que verdaderamente me ayudó después en varios aspectos.
Si bien es cierto que mi debut fue con la “tía ficticia” que me “apuró” y fue mi maestra en esas lides de cama, a Estela, la Vice Directora, desde que me salieron los primeros “pendejos” le dediqué muchas tardes y noches de habitación y de baño a los “manotazos” limpios, “pajas” que le dicen y nunca se las escatimé. En esa época ella tendría unos tres o cuatro años de casada, destilaba sexualidad y sensualidad, su físico, sus modos, su voz, sus risas, las pantorrillas, las tetas que me parecían enormes, el culo que se adivinaban bajo sus ropas, mi edad y mis ganas desbocadas, me tenían un tanto desquiciado.
Fue la primera en la que pensé al decidir lo del Colegio Bilingüe. Cuando la fui a buscar era Secretaria en una Escuela Pública y para mí, seguía igual de atractiva. Hacía unos siete años que había quedado viuda y aceptó enseguida la posibilidad de convertirse en la Vice del Establecimiento. Lo único que necesitaba para un cargo directivo de esa naturaleza era ser docente y como era una Institución Privada no eran necesarios los concursos o las designaciones del Ministerio. Estaba convencido de que no me miraba con los mismos ojos con que miraba a su alumno de antaño, pero, mis propios códigos e ideas para no involucrarme con el personal docente del colegio, hacía que contuviera mis ganas de “echarle los galgos”, asimismo, la rotación de horarios me ayudaba bastante para evitar “películas erotizantes”, la veía poco por esto, pero cuando lo hacía surgían “chispazos” pues yo era un tipo mirable y ella, aún con su “veteranía”, estaba mejor que nunca.
Como fuere, esa mañana podría ir con Karina a la empresa y presentarla con el personal, Estela se tendría que hacer cargo de la noticia por la desgracia que había sufrido un alumno del colegio, ya me avisaría o me enteraría en la tarde. Le dejé una nota a Gloria pidiéndole que se quedara en la casa hasta que regresáramos, la asusté un poco aclarándole que si iba a la casa corría el riesgo de encontrarse con los tipos que podrían estar vigilándola. Lo de la nota fue porque, según el médico, dormiría un rato largo.
No escatimé mimos y halagos a la presencia de Karina cuando bajó a la cocina vestida con un traje sastre de saco y pollera unos quince centímetros por sobre las rodillas, toda una ejecutiva, camisa blanca, tacos medianos y medias negras que imaginé adheridas a sus muslos, destacaba sobremanera con el cabello pelirrojo, los ojos como faroles verdes encendidos y labios que no pasaban desapercibidos. Tuve que controlarme porque estaba más sensual y apetecible que cuando venía de minifaldas, desayunamos liviano y nos fuimos.
- Debo reconocer que este “uniforme” te queda mejor que el otro que usás en las noches de boliches bailables, -le dije, sonriendo y tratando de que sonara con buena onda-.
- No seas malo, de hecho, hay ropa que no me la vas a ver más porque la aparté para regalarla. Lo que dije es verdad, ya no tengo que demostrarle nada a nadie, ni sonreír por conveniencia, ni vestirme para que a nadie se le caigan las babas, salvo para vos, por supuesto...
- Es que a mí me encanta verte con pantalones ajustados o con las minifaldas casi invisibles que usabas a veces.
- Tonto, con vos no hay problemas, aunque a tu lado, me dan ganas de no usar ropa, jajaja.
Pasamos primero por los locales de ventas de insumos, hablamos con el Encargada/o de cada uno de ellos y dejé claro que sería Karina quien tomaría las decisiones como si fuera yo, no hubo inconvenientes o resquemores y si los hubo, si cuidaron muy bien de hacerlo notar. Como a las diez de la mañana ingresamos a la empresa y nos reunimos con el personal, la “colo” quedó impresionada por los servicios que se brindaban y varios de los Técnicos quedaron impresionados con ella. No lo puedo negar, sabía que a más de uno de los empleados le hubiese encantado mostrarles los colmillos a la nueva Administradora, pero no me hice problemas por ello, estaba acostumbrada a lidiar con hombres, le tenía confianza en eso y, para mejor, hubo buena onda con la que cumplía las funciones de secretaria y con las dos empleadas administrativas. Estuve con ella en el que sería su despacho hasta casi la una de la tarde.
Se puso al tanto de la marcha de la empresa y noté con agrado que pedía datos a la secretaria y a las empleadas, con amabilidad, pero dejando establecida un aura de autoridad que, sinceramente, no esperaba. Esto me puso bien, nadie jodería con ella. Luego de almorzar juntos en la oficina me trasladé al colegio y tal como esperaba, la noticia había alborotado un poco, bastante diría, a los docentes y a distintas madres. Estela me esperó para el relevo, precisamente para avisarme más detalladamente sobre ese tema, algo ya sabía porque ella misma me había llamado por teléfono para pasarme la novedad respecto a que el alumno en cuestión seguiría en el colegio a instancias de la tía, pues se había hecho cargo del sobrino huérfano.
Se habían “elaborado” distintas versiones entre las madres y hasta llegué a escuchar que el amante había corrido escaleras abajo, que el marido había tropezado en su persecución y se había desnucado al caer por la escalera. Como es lógico de suponer, de mi boca y por mis gestos, nadie sabría absolutamente nada, sólo asentí cuando Estela me dijo que se había enterado que esa madre me estaba persiguiendo y que se le notaban las ganas de “pasarme por la piedra” …
- Menos mal que no le llevaste el apunte, mirá si justo te tocaba estar allí, -me dijo con picardía-.
- Ya sabés lo que opino respecto a las madres y a las docentes, jajaja, la única que tendría posibilidades conmigo es mi antigua maestra de cuarto grado, pero, que no se entere nadie, jajaja.
- Seguís siendo tan terrible como cuando eras adolescente, no le voy a decir nada a tu ex maestra, pero a ella le encanta que pienses así.
Nos reímos los dos por su salida, le brillaban los ojos y estuve a punto de dejar de lado mis códigos autoimpuestos. Tampoco voy a ser tan necio como para no asumirlo, me quedé pensando que en eso de los códigos no tendría que ser tan estricto, por lo menos, no con todas, era cuestión de evaluar bien los pros y los contras antes de dar cualquier paso con la gente del colegio.
Cuando quedé solo en la oficina de la dirección, saqué mi teléfono y habilité las cámaras de mi casa, quería ver qué es lo que podría estar haciendo Gloria. El zoom de la cámara me brindó un hermoso espectáculo, la vecina todavía dormía y estaba boca abajo totalmente destapada. El color más oscuro de las sábanas azules hacía resaltar lo rubio de su cabello, su piel clara, la venda que tenía en la pierna lastimada y los montes de sus nalgas desnudas en las que apenas se adivinaba la fina tira de la tanga que se perdía en medio de la deliciosa zanja. Haciéndome a la idea de que, en alguna oportunidad, podría “atenderla” como se merecía, volví a repasar los datos de los dos “fulanos” que el programa de las huellas dactilares había denunciado. Acorde a mi modo de pensar y actuar, me pareció una “paparruchada” digna de idiotas el hecho de dejar huellas en cada lugar que tocaron, no les hubiese costado nada usar guantes, aunque más no fueran los de cirugía, pero después lo pensé encarándolo desde otro punto de vista.
Nadie se hacía problemas con el tema de las huellas dactilares, ni siquiera las autoridades policiales, máxime si el hecho se caratulaba como “violación en ocasión de robo”. Eso sólo únicamente podía darse cuando existía algún asesinato violento en que interviniera la división de Homicidios, mucho más cuando ese delito implicaba a personalidades de diversos campos o a personas con alto poder adquisitivo, en los que pudiera intervenir la Prensa. Era muy poco probable que los Peritos de Criminalística se trasladaran a una casa particular del “montón” para recoger huellas dactilares de los presuntos autores, sabiendo además que el delito era de menor grado y pudiera haber sido ejercido por “rateros” o delincuentes de menor cuantía. La falta de personal, el escaso presupuesto y/u otras excusas, incluyendo las pocas ganas de hacerlo jugaba en favor de los delincuentes, para mejor o peor, ellos lo sabían y actuaban con determinada impunidad, impunidad que, estando yo de por medio, no les serviría de nada.
Salí del colegio a las cinco y media de la tarde y pasé por la empresa, Karina estaba eufórica con su nuevo puesto, tenía sobre su escritorio dos pilas formadas por los expedientes con las fichas personales de los empleados de la empresa, “creo que tengo que conocerlos a todos “en los papeles”, luego veré como ejercen sus funciones, ¿hay algunos que merezca tus preferencias?”, me dijo y preguntó cuándo inferí por qué tenía todo eso allí. Me pareció correcto el interrogante y le contesté que no me “casaba” con ninguno de ellos.
- En absoluto vida, ya te dije que tenés todas las potestades para decidir al respecto, cada uno de ellos sabe que, cuando el agua rebalsa el vaso, yo no brindo segundas oportunidades, así y todo, no ejerzo ni practico el destrato, una cosa es que les permita determinadas “elasticidades” y otra cosa es dejarlos que hagan lo que quieran, tampoco presto oídos a los que “vienen a contar” tratando de crecer a costillas del otro o creyendo que pueden manipularme con cuentos.
- Entiendo, es una política de “cero chupaculismo”, cada cual sabe lo que tiene que hacer sin que lo asistan inquinas, celos o “trepadas”.
- Hay cosas que no se pueden evitar porque forman parte del ser humano mismo, pero yo no entiendo mucho de eso del “divide y reinarás”. Al presentarse los inconvenientes, yo tomo las decisiones, lógicamente, hablo de inconvenientes “mayores”, no puedo estar metido en sanciones de llegadas tardes o “puteríos baratos” o sanciones menores que apliquen los Encargados, de todos modos, se pagan muy buenos sueldos como para que nadie, jefes o empleados, se “jueguen” a perder sus puestos por idioteces.
- Lo tuyo es una lógica irrebatible, igual yo cuento con la ventaja de consultarte cuando surjan, si es que surgen, los problemas.
- Sin dudas, pero no olvides que estás en este puesto para que yo no intervenga tanto.
- Lo sé mi vida, lo sé, te lo voy a hacer fácil, pero me tendrás que pagar con besos y mimos.
Verdaderamente, era lo que más me interesaba, de por sí, el hecho de haber entrado en su oficina y que Karina me hubiese recibido con una mirada de alegría y me estirara los brazos para darme un beso en que se notaban las ganas de sentir y hacerse sentir, me había alegrado lo que restaba del día. Después de la charla, en que me dijo también que se sentía muy cómoda allí sentada y que, en tres o cuatro días ya estaría “afilada” con todo el andamiaje, le pedí de irnos a casa. Ayudarla a ponerse el ambo del traje me llevó casi automáticamente a prenderme como garrapata a sus dos tetas y a besarla en el cuello mientras apretaba con cierta suavidad sus pezones erguidos. El gemido no se hizo esperar y el retroceso de sus caderas para apoyar su culo en mi pelvis tampoco, además agregó:
- Tengo muchas ganas mi cielo, ¿vamos un rato a mi departamento?, allí no va a estar Gloria y te necesito adentro de mí.
- Como gustes, pero prefiero ir a casa y decirle que se vaya a la suya, de última, la hacemos participar, jajaja.
- Vos decidís mi cielo, vos decidís, yo me siento TU mujer, a todas las demás y doy por descontado que no voy a ser la única, las puedo tomar como un “suplemento”.
- No tengas dudas de eso, pero teniendo siempre presente, como dijo alguna vez un político más que medio bruto, “conmigo todo, “sinmigo” nada”.
- Eso es algo que también tengo clarísimo y no vale que te lo diga, te lo pienso demostrar y ganarme toda tu confianza, eso sí, que nadie venga a tratar de disputar mi lugar, la “colo” es capaz de matar para defender lo suyo.
- ¡Epa!, vas a lograr que te tenga miedo, supongo que yo también tendré que demostrarte que una cosa es la cama con determinadas implicancias y otra la convivencia y el sentimiento con mi pareja. No soy un tipo fácil, pero, no tengas dudas sobre eso, MÍ mujer, es sagrada.
- Jajaja, que bueno que sos, si de algo estoy segura es de que no sos un tipo de tener miedos o que, si aparecen, los combatís enseguida. Mejor vamos a tu casa, sigo recaliente.
La seriedad que tenía la Administradora de la empresa cambió no bien emprendimos el regreso, me dijo que no me tocaría para no perjudicarme en la conducción del auto, pero, mientras me miraba con sensualidad y mordiéndose el labio inferior, no se privó de levantarse las faldas hasta un poco más allá del encaje de las medias que aprisionaban sus muslos y de desabotonarse los botones de la camisa para que apareciera una de sus tetas erguidas, “esta me la vas a pagar, te va a quedar el culo como una flor”, -le dije riendo-. Ni se inmutó y me contestó: “Eso espero mi cielo, eso espero y, mientras tenga una almohada para morder, te prometo no gritar cada vez estoy más acelerada”. No podía opinar al respecto, yo tampoco me tocaba, de hacerlo explotaría como un adolescente, era increíble cómo me ponía Karina. Cuando entrábamos en casa hizo referencia a que tendría que cambiarle las vendas a Gloria y apostó un poco más…
- ¿Querés que la incentive un poco a Gloria para ver cómo responde?
- ¿Qué es lo que tenés pensado hacer?
- Yo quiero estar con vos, pero si tenés ganas de “embocarla” puedo probar de “hacerle la cabeza”, le sumo masajes a la curación, una mano aquí, otra más allá y vemos, si se entusiasma le hago saber que tenés que estar presente y participar.
Le dije que sí pensando que sería como una manera de “cobrarme” la ayuda y pretendía averiguar qué había pasado con el marido, para eso tendría que hacerme cargo de los dos idiotas que habían estado en su casa, no precisamente por lo que habían hecho, que la pensaran robar o violar no era algo que me moviera ningún pelo, la sentencia se la auto-dictaron ellos cuando dispararon para mi casa e hicieron peligrar a Karina, eso sin contar con la raspadura del techo del auto.
Además, había algo que Karina ignoraba, Gloria se había levantado como a las tres de la tarde, me enteré por el pitido del censor de movimiento escuchado en mi celular y mientras se daba un baño, no sólo pude admirar su cuerpo desnudo, sino también lo caliente que se demostraba cuando comenzó a masturbarse a dos manos gozando del agua caliente que caía sobre su cuerpo y de la invasión de dedos en sus huecos íntimos. Había notado que era una mujer caliente y seguramente necesitada, no le caería nada mal el “favorcito”. Era evidente que Karina ya la había “medido” a la vecina y se la jugaba a que le respondería, después de todo, la mejor experiencia en ese “campo” la tenía ella. No bien entramos a la casa nos encontramos a Gloria junto a la puerta de entrada, se la notaba feliz de vernos y vestía sencillo con una pollera tableada, zapatillas y remera, aun así, incluso con la pierna vendada se le notaba un porte de “muy señora bien”.
GLORIA Y “TRABAJOS GRATIS” - (6).
Después de saludarnos y de contarnos que el médico le debía haber dado algo para dormir porque no había escuchado ni cantar los pájaros, de agradecerme a mí por las molestias, a la “colo” por las atenciones y de expresar que la pierna ya no le dolía, adoptó una actitud acongojada, nos miró a los dos con los ojos inundados y Karina la abrazó, actitud que fue el detonante para que se largara a llorar sin poderse contener…
- José María, Karina, discúlpenme por los problemas que les traigo, si no fuera por ustedes creo que hoy estaría muerta o violada y desfigurada, no sé cómo pagar todo lo que provoqué.
- Olvidate de eso, lo importante es lo que vas a hacer de ahora en más.
- Estuve pensando y creo que no voy a hacer ninguna denuncia. Si las deudas de mi marido son con un capitalista de juego, no sería nada extraño que la misma policía estuviera metida en el tema, me parece que sería como ponerme un cartel en la frente y comprometerlos a ustedes.
- En eso tenés razón, ¿tenés idea de quién es el capitalista que quiere cobrar esa deuda?
- Hablaron de uno al que le dicen “el rengo”, pero yo no sé nada, mi marido nunca contó nada de eso.
- Bueno, por ahora olvidate de eso, ¿a qué se dedica tu marido?
- Los dos somos Contadores Públicos, tenemos una oficina en el centro y atendemos a distintas empresas, nos va muy bien, aunque debo reconocer que yo tengo parte de culpa porque siempre lo dejé ir a jugar al póker con los amigos, nunca esperé que contrajera deudas grandes.
- ¿Estás segura que viajó?
- Ahora no estoy segura de nada, en realidad, mi matrimonio es una fachada, hace rato que estamos separados, aunque vivimos en la misma casa. Me avisó que tenía que viajar a México, que no tenía que ver con el Estudio y no pregunté para dónde ni para qué. Las ganancias del Estudio las repartimos, pero cada cual se mueve independiente, de hecho, todo está a mi nombre porque él hace unos años tuvo un problema fiscal y no figura en nada.
- Es decir que eso de ser un tanto insolvente no es tan así, pero te lo admito porque no nos conocías.
- Fue lo primero que se me ocurrió, lo mismo les dije a los dos tipos, insistían en que le abriera la caja fuerte y allí fue cuando me golpeó y dijo que me violaría, después pasó todo lo que pasó y me escapé.
- ¿Tu marido sabe abrir la caja fuerte?
- No, la caja la manejo sólo yo, pero no hay mucho dinero en ella, la mayoría son documentos.
- ¿No te habrá mandado tu marido a esos tipos, digo, para quedarse con los documentos que tenés a tu nombre?, -opinó Karina-.
- Se me cruzó por la cabeza, te juro que se me cruzó, pero, como yo tengo que firmar no me podrían obligar a eso, -contestó Gloria-.
Karina me miró y pareció que se cruzaron nuestros pensamientos, yo tenía claro que nadie se resistiría a firmar si se ejercía una determinada “presión”. Negarse a firmar cuando te cortan un dedo de la mano con un alicate y amenazan con cortarte los demás, afloja las reticencias de cualquiera, mucho más cuando quien, en medio de golpes, abusos y de sus miedos, sufre la tortura y no está capacitado para negarse a ese tipo de “pedidos”.
Se me hacía que allí había mucho más de lo que me decía Gloria, no porque ella lo supiera y me lo negara, sino, precisamente, porque ignoraba o porque estaba confiada. Me hice enseguida una “película” sobre lo que contaba: Un marido con deudas de juego, un capitalista que exige el pago y no quiere perder “la de él”, menos que menos cuando existe un capital al cual se puede recurrir, gente para hacer el trabajo, conversaciones de por medio y la única que perdería sería Gloria. Para mí, era un dos más dos. Pensaba en eso cuando Karina, guiñándome un ojo, me avisó que se irían a la habitación para hacerle las curaciones, me di cuenta que no estaba para esos “chiches” y la llamé para decirle que hiciera a su voluntad, esgrimí que yo tendría que atender un par de temas que no quería que se me escaparan. No la vi muy convencida, pero no opinó en contrario y se acercó a Gloria para llevarla a la habitación.
No bien salieron del living, me metí en mi cuarto privado, corroborar lo que me había dicho la vecina me llevó menos de quince minutos, efectivamente, la casa y los dos vehículos estaban a su nombre, tanto el que tenía en ese momento en la casa como el que, seguramente, se había llevado el marido, el cual, en hipótesis, estaría estacionado en las playas del Aeropuerto, el de ella ya lo había visto estacionado en su casa.
Se me había cruzado por la cabeza el hecho de que el marido de Gloria, de alguna o de muchas maneras, estaba metido en este embrollo. Trataba de averiguar si existía algún Testamento, Convenio de Bienes o Seguros de Vida y el sonido de un gemido me hizo prestar atención al monitor de la cámara que tenía en el dormitorio que ocupaba la vecina. Sabiendo que Karina intentaría algo sexual, la había encendido, pero no estaba prestando atención.
Las dos estaban desnudas y vi allí que la “colo” ya le había cambiado las vendas y se estaba dedicando a realizarle un masaje a Gloria que estaba tirada boca abajo, con la cara apoyada en la almohada, una de sus manos aferraba el muslo de la pierna vendada, casi en contacto con la parte baja de la nalga y la otra se perdía en la entrepierna. Seguramente debería estar haciendo unos buenos “masajes” porque los gemidos de la rubia se incrementaban y trataba de disimular sus exclamaciones poniendo la boca sobre la almohada.
Karina se había puesto de forma perpendicular al cuerpo de Gloria y la mano del muslo ya estaba sobre la espalda de la rubia, la otra seguía incrustada entre las piernas totalmente abiertas, el zoom me permitió apreciar que dos de los dedos los tenía incrustados en la vagina que parecía brillar impregnada de jugos y el pulgar incursionaba en el agujero más pequeño. Ya no sólo eran gemidos, también eran movimientos un tanto desencajados, era evidente que Gloria estaba gozando a más no poder y yo me estaba agarrando una calentura de órdago.
Estuve a punto de levantarme de la silla para irrumpir en la habitación, pero un comentario de Karina me frenó en seco, “hasta allí puedo llegar, si no está José María no pienso hacer nada más” … La respuesta de Gloria,un tanto pasada de vueltas y totalmente excitada, no se hizo esperar, “llamalo, por Dios, llamalo”, para la desgracia de las dos y, de alguna manera, la mía propia, un latiguillo me surgió en la cabeza como si fuera un latigazo en los sesos, “primero el trabajo y la resolución del problema, después la diversión”. Atender a los dos tipos que tenía que ir a buscar, en la práctica, no me insumiría problemas, no obstante, no pensaba darles ningún tipo de ventajas y un desgaste en lo físico motivado por la cama con las dos mujeres rebajaría un tanto mi concentración, parecía como que Raúl, desde el más allá, me ponía los puntos refrescándome conceptos arraigados y no pensaba en defraudarlo.
Tomé una de las pistolas con silenciador, un cargador extra, un par de cuchillos de lanzar, los guantes, cinta de embalar, el estuche con la ganzúa y una campera oscura y holgada que, completamente cerrada con el cierre, me cubría hasta el cuello, luego miré en los monitores y corroborando que las chicas seguían de amena charla en la habitación, salí del cuarto “especial”. Desde el living la llamé a Karina, un instante después vinieron las dos, estaban vestidas y la “colo” me miró como interrogándome. Les avisé que tendría que salir, que me urgía concurrir a una reunión y que me tardaría unas tres horas, le pedí a mi novia que solicitara un catering con la cena para las 22,30 horas pues estimaba que a esa hora estaría de regreso. “¿Querés que te acompañe?”, -preguntó Karina-. No le contesté, mi mirada se lo dijo todo y no volvió a insistir.
Cuando iba en el auto me puse a pensar que con la “colo” en casa me iba a resultar difícil disimular algunas cosas, era inteligente y, como toda pareja, tenía arraigado el hecho de compartir salidas o información y aunque daba por descontado que, con ella, por la experiencia que tenía, sería más fácil que entendiera, era preferible cortar de plano cualquier tipo de preguntas, máxime que odiaba que me preguntaran. También pensé que, la ex escort, de tonta no tenía un pelo y generarle interrogantes con la actitud de negarle cualquier tipo de respuesta, tampoco era conveniente, tendría que armar algún tipo de cobertura para que, por sí sola, obviara las preguntas incómodas. Eso no me iba a resultar complicado, inventaría algún tipo de trabajo “secreto” para las altas esferas internacionales, le metería un poco de miedo con esto y me aliviaba ante cualquier interrogante por si tenía que viajar por algún pedido de tipo “laboral”.
Quería cambiar, trataría de cambiar mi vida, pero siempre podían surgir nuevos “encargos”, de hecho, ya me habían mandado todos los datos del “trabajo” del millón de dólares, tenía en “stand bay” la apertura del mail y esperaba terminar rápido lo que tenía entre manos para decidir si tomarlo o descartarlo. Por lo pronto, se me presentaba un problema, había salido con el Audi y el barrio adónde me dirigía no era de lo mejor para dejar el vehículo estacionado y pararlo delante de la casa de los de los dos tipos que iba a buscar no era conveniente, llamaría demasiado la atención.
Sobre la marcha decidí hacer un par de malabares, lo dejé estacionado en una playa privada y me tomé un taxi que me dejó a unas cinco cuadras del domicilio buscado. Bajé del taxi sobre una avenida, ésta era, además, mi ruta de escape porque por allí pasaban taxis y, si bien el barrio no era una Villa de Emergencia, por sus calles laterales no circulaban esos medios de transporte y, para mejor, a cincuenta metros de donde bajé, funcionaba una remisería, movilidad para regresar a mi automóvil no me faltaría.
No vi cámaras en las calles, pero, por las dudas, el programa que “congelaba” las cámaras de vigilancia, públicas o privadas, desde mi celular satelital, imposible de ubicar, había comenzado a funcionar desde que subí al taxi y seguía así. Caminé esas cuadras pensando en lo difícil que sería, para los vecinos honestos, andar por allí en horario nocturno. Existía una cierta iluminación pública, apenas cuatro columnas por cuadra, muros, rejas altas, árboles frondosos y aceras angostas convertían el lugar en propicio para “cazar” a desprevenidos caminantes.
Yo caminaba seguro, ni siquiera me lamentaba por lo que les pudiera pasar a quien o quienes se les ocurriera tratar de asaltarme, un cuello roto o un disparo en la frente no alteraría el índice delicuencial. Llegué sin inconvenientes, la casa, tipo americana de una sola planta, tenía adelante una pared de metro y medio de altura y una entrada de autos al costado, ni la entrada para personas ni la entrada de vehículos tenían portones, luego seguía un jardín descuidado de unos tres metros, dos ventanas al frente y una puerta de entrada que había conocido mejores tiempos.
Escuché la voz de una mujer que decía, “viejo, yo me voy hasta la avenida, espero hacer algún cliente”, no escuché bien la respuesta y esperé a que saliera ocultándome detrás de una vieja heladera apoyada sobre la pared lateral de la casa, toda la zona estaba a oscuras y pude observar a discreción. Vi salir a una jovencita menuda que no aparentaba tener más de veinte años, rubia teñida de cabello corto, vestía calzas negras ajustadas y zapatos de plataforma, además de una campera de nylon corta, tipo piloto de aviación, efectivamente, se lanzó a caminar para el lado de la avenida, me vino bien, esa se salvaba.
Luego de que se fuera me dirigí a la zona trasera de la propiedad, allí, aparte de los trastos viejos herrumbrados que estaban desparramados en todo el patio trasero, encontré un automóvil Ford Falcón de los años 80’, bastante bien conservado y estacionado frente a una puerta de chapa y dos ventanas chicas, las ventanas las descarté y me dediqué a la puerta, adentro no había luz y por la ventana, ayudado por una linterna diminuta, pude ver que había una especie de lavadero o trastero, luego venía la cocina. Probé primero con el picaporte, aunque tenía la ganzúa preparada en la otra mano.
Estaba sin llaves ni trabas, me lo imaginé, si había que salir corriendo por allí, las llaves o trabas suponían un problema. La abrí sólo lo necesario para deslizarme en el interior y la luz que provenía de lo que sería el living o del comedor me dejaba ver bien por donde me movilizaba. Era una especie de living-comedor y allí me encontré a los dos fulanos a los que venía a buscar. Tío y sobrino se encontraban sentados en un sofá de tres cuerpos y miraban la televisión dando la espalda al lugar en que me encontraba.
El golpe desde atrás aplicado con la pistola en el costado del cuello dejó inconsciente al más joven de los dos y el tío no pudo llegar a reaccionar para hacerse de su arma (una semi automática 9 mm) que se encontraba sobre la mesa ratona en que apoyaban los pies, el agujero del silenciador apuntándolo en medio de los ojos, lo hizo desistir de intentar cualquier tontería… No abrí la boca, me coloqué a unos tres metros de ellos dos y le hice señas para que se sentara junto al sobrino desmayado, luego lo dejé hablar…
- Hey, pare amigo, pare, se equivocó feo con la casa elegida, nosotros no tenemos un puto Peso, acá no hay nada de valor.
- ¿De verdad pensás que estoy buscando dinero o algo para robar?... El jefe ya me pagó muy bien para castigarlos por no haber logrado nada con la mujer de “fulano”, me dijo que es mucho dinero el que está perdiendo.
- ¡No, no, no, por favor!, yo ya le expliqué al jefe, la mujer me empujó y se escapó por la ventana, no la pude alcanzar y él me dijo que me daría otra oportunidad.
Pareció que se le venía la noche, el tipo lloraba y temblaba, su mayor temor era mi seguridad, se dio perfecta cuenta de que no bromeaba y que no podría intentar ninguna a la desesperada. Para que no tuviera dudas sobre su posible destino, en cuanto el sobrino comenzó a reaccionar, le dije que podía llegar a hacer un trato con él, pero que alguno tenía que “perder” …
- Esto es así, si no dejo una “boleta” aquí el problema lo voy a tener yo. Me voy a decidir por uno de los dos, pero antes me quiero sacar una duda.
- Por favor amigo, preguntá lo que quieras, yo no te voy a fallar, el pibe es mi sobrino, pero, bueno, te entiendo.
- ¿Cuánto dinero piensa sacarle al esposo de la mina?, esto porque se me hace que a mí me está tirando migajas.
- No sé cuánto te paga, a nosotros todavía no nos dio un Peso, pero, cuando la mujer firme, el tipo le tiene que dejar la casa, ya lo arreglaron así, por ahora lo tiene escondido en la casa quinta hasta que se concrete lo de la mujer y ésta transfiera todo.
Después de que me dijera dónde quedaba la casa quinta del jefe, quedaron los dos sentados en el sofá con sendos agujeros del calibre cuarenta en sus caras, el sobrino ni siquiera llegó a despertar del todo y de la misma manera en que había llegado me fui, caminando hasta llegar a la avenida, me movilicé por ésta un par de cuadras más y luego le hice señas a un taxi que pasaba, ex profeso había desistido de utilizar algún remis de la agencia cercana, en poco tiempo el barrio se alborotaría y no quería que nadie me recordara. Descendí del taxi a unos cien metros del estacionamiento y luego fui a retirar el auto, desde allí me dirigí a la zona de las casas quintas que me había referido el recién eliminado. No había tomado en cuenta este “trabajo” surgido de improviso y, como el tiempo pasaba, la llamé a Karina para avisarle que llegaría más tarde y agregué que cenaran tranquilas, que yo comería algo cuando me desocupara, demás está decir que no puso inconvenientes, “yo te espero, atendé tranquilo”, -me contestó-.
El lugar no quedaba tan alejado, estaba incluso dentro de la misma Localidad y cuando llegué, lo primero que hice fue ubicar la casa y dar un par de vueltas por el barrio, ubicado en una llamada “zona residencial”. Era un típico barrio de casas caras, con cinco o seis de ellas en terrenos amplios por cuadra y me resultó muy evidente que todo el entorno estaba un tanto descuidado. La iluminación pública no era de lo mejor, las calles estaban conformadas por un mejorado asfáltico en que se apreciaban distintas manchas negras de baches tapados hacía poco tiempo.
Acorde a lo que me marcaba el celular, no había en la zona cámaras de ningún tipo y tampoco observé vigilancia privada. En algunas casas pude notar luces interiores, pero la zona de casas que me interesaban estaban en los fondos del barrio y en la única que pude ver luces era precisamente en la que tendría que entrar. Los árboles que bordeaban los costados del camino eran frondosos y decidí estacionar el auto frente a la entrada de la casa vecina, pues no quería perder demasiado tiempo. Justo en el momento en que iba a descender del auto, vi que se acercaban las luces de un vehículo desde el sentido contrario, pude ver que iban tres personas en su interior y pronto las luces encararon hacía la entrada del portón de la casa en que se encontraría el marido de Gloria. Descendió el conductor para abrir el portón y observé a una figura masculina de aproximadamente un metro con setenta centímetros, bastante gordito, por cierto.
Al abrir la puerta del auto, la luz interior del vehículo me permitió ver las cabezas de dos personas de sexo femenino o que aparentaban serlo. Estaba cantado que habría “fiesta” en la casa y se me complicaba un poco la cosa, de todos modos, “daños colaterales” o no, ya estaba allí y tenía que terminar ese “trabajo” a como diera lugar. El vehículo ingresó y el conductor no volvió a bajar para cerrar el portón, entonces me acerqué protegido por los gruesos troncos de los árboles y la escasa iluminación. La entrada de la casa propiamente dicha quedaba a unos treinta metros del portón y no bien el auto se detuvo bajaron los tres entre risas y las mujeres, altas y de minifaldas, calzadas con botas y con camperas de cueros, no tardaron en abrazar al “gordito” al que vi renguear de una de sus piernas, ni siquiera tendría que preguntar por “el rengo”.
No tuvieron necesidad de golpear, desde el interior de la casa un individuo les abrió la puerta y una de las mujeres, soltándose del “gordito” se lanzó a abrazar y besar al que había abierto. No vi otros autos en el lugar y estimé que estaban los cuatro solos, debido a eso y utilizando diversas plantas, un par de árboles, el auto de ellos estacionado y algunos tramos oscuros, me movilicé a la parte trasera de la vivienda y desde una ventana vi que estaban los cuatro a los besos, risas, caricias y a ellos tratando de desnudar a las dos chicas.
Iba a buscar la manera de entrar por la puerta trasera de lo que era la casa, estimando que la pequeña edificación que había a un costado pertenecía a un garaje y lo que más me preocupaba eran las dos mujeres, mi “lógica” me indicaba que, si me “cargaba” a los dos tipos ellas estarían con ambos y no podría ni debería dejar testigos, estaban en el lugar y en el momento en que no debían estar y pasarían a ser, gustara o no, prototipos del “daño colateral”. No quise pensar más y me dispuse a actuar, la puerta trasera conectaba con la cocina de la casa y no me supuso ningún tipo de problemas, la ganzúa y mis conocimientos fueron efectivo e ingresé sin hacer ruidos. Escuché que seguían los cuatro con sus jueguitos y cuando iba a desembocar en el living para cumplir con mi cometido, oí clarito a una de ellas:
- Dónde está el baño papi, ustedes están apurados y nosotras necesitamos pasar a lavarnos, quédense en el sofá y enseguida volvemos…
- Usen el baño de la parte baja, está al final del pasillo y apuren porque nos tienen a mil, yo voy preparando las “líneas””, -le contestó una voz masculina-.
Esa parte de la cocina comunicaba con el pasillo a que se refería y luego con el living-comedor, no tenía aberturas y tuve en tiempo justo para ocultarme detrás de una heladera de dos puertas, era difícil que me vieran porque esa parte no estaba iluminada y me vino bien. Las vi cuando pasaban riendo, una iba con las tetas al aire y sólo tenía puesta una tanga, la otra, un poco más baja tenía puesto el corpiño y una especie de bóxer o culote que dejaba la parte baja de sus nalgas al descubierto. “No sean impacientes, enseguida regresamos”, -dijo la que vestía la tanga y riendo se metieron las dos al cuarto de baño. No podía esperar más y me moví rápido.
El “gordito” estaba de espaldas sirviéndose una copa, ambos en bóxer y apunté primero al que estaba sentado de frente en el sofá. Allí quedó, el disparo en la frente arrojó su cabeza hacía atrás y el recorrido de la bala desparramó sangre, sesos y parte del respaldo del sofá, lo único que vi fueron sus ojos grandes, abiertos por la sorpresa y, posiblemente, no haya podido cerrarlos. El otro, atinó a tratar de girarse sorprendido y la bala entró por el parietal llevándose consigo media cabeza cuando salió por el otro lado, el pequeño bar y las botellas quedaron salpicadas de sangre y partes del cerebro, la alfombra amortiguó el ruido del cuerpo y el de la botella que se escapó de su mano.
No esperé, salí por la puerta delantera de la casa y, con el arma en la mano, corrí hasta el portón, allí la oscuridad me ayudaba y no tardé en subirme al auto. Lo encendí y no prendí las luces hasta que me hube alejado unos cincuenta metros, difícil que me hubiesen podido ver pues ni siquiera al ingresar al auto se prendieron las luces interiores que estaban, desde siempre, debidamente anuladas. Las chicas se iban a llevar una enorme sorpresa al regresar del baño, pero, lo que nunca sabrían es que habían salvado sus vidas por un momento de coquetería.
Al esposo de Gloria lo había reconocido por las fotos que había visto en la casa cuando fui a revisar, fue el que quedó sentado en el sofá y al capitalista no lo conocía, pero estaba seguro que era él, por el modo en que se movió al entrar en la que era la casa y por la renguera que lo identificaba como “el rengo”. Manejé tranquilo hasta mí casa y guardé los guantes en el bolsillo interior de la campera, lo mismo hice con el silenciador y la pistola la puse debajo de mi muslo derecho.
Se habían hecho casi las once de la noche cuando ingresé a la casa y estaban las dos mujeres esperándome con la mesa servida. “Pensé que ibas a tardar un poco más”, -expresó Karina al saludarme con un beso-, le contesté que me había desocupado antes de lo previsto. Gloria me comentó que ya se sentía mejor de la herida en la pierna, pero se notaba que quería entablar algún tipo de conversación más íntima. Karina expresó que los masajes le habían venido de perlas y comenté al pasar que me hubiera gustado ayudar.
También dije como al pasar que había tenido una reunión y estaba la posibilidad de hacer un viaje a Los Ángeles la semana entrante y que se podría aprovechar allí a hacer algunas compras para la empresa de la cual Karina era responsable. Fue casi instantáneo, la “colo” dijo que le gustaría acompañarme y Gloria acotó que me envidiaba la posibilidad, “veremos que sucede, por lo pronto terminemos de cenar y después charlamos más tranquilos”, -expresé sonriendo-.
Cuando estábamos en el café y nos servíamos una copa en el living, se acercó Karina y, echándome los brazos al cuello me habló para que Gloria pudiera escuchar: “Amor, te tengo que contar una infidelidad”, -no esperó a que le contestara y siguió… “Mientras le hacía los masajes a Gloria, terminamos calentándonos y tuve que usar los dedos para que se sintiera mejor, pero te juro que llegué hasta ahí, le dije que no seguiría si vos no estabas y ahora ella quiere que estemos los tres juntos en la cama”. “Vamos a tener que solucionar eso porque no me gusta ser un cornudo, ¿qué me contás Gloria?, ¿es verdad todo eso?”, -pregunté estirando un brazo para que la rubia se acercara. No lo dudó, se levantó del sillón en que estaba y, sacándose la remera que tenía puesta, expuso ante mis ojos un hermoso par de tetas, un poco flojas comparándolas con las de Karina, de todos modos, no pude tocárselas, sólo las sentí cuando las aplastó contra mi pecho y me comió la boca con ganas.
La “colo” la abrazó haciendo que quedara como la feta de un emparedado y escuchándola gemir a la rubia, me puse a pensar en hacerla disfrutar, mañana sería otro día y bastante tendría que bregar cuando recibiera las noticias de su flamante viudez.
GUILLEOSC - Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.