Usuario:
 Contraseña:
 CREAR CUENTA  Recordar Clave  Ayuda
 3.539 Lectores conectados [ Comunidad de Cams +18 ]  23.920 Autores | 139.811 Relatos eróticos 
NOVEDADES CATEGORÍAS TOP100 AUTORES BUSCADOR
TODORELATOS » DOMINACIÓN » BITÁCORA EN ZOLST - 11 - EPÍLOGO
[ + 
Fecha: 14-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Dominación

Bitácora en Zolst - 11 - Epílogo

Majestros
Accesos: 1.432
Valoración media:
Tiempo estimado de lectura: [ 10 min. ]
 -   + 
Una pequeña postdata sobre el destino final del buen doctor Klaus Weber y sus múltiples experiencias con esclavas sexuales por media galaxia. Version para imprimir

Una nueva entrega de la serie Bitacora, ambientada en el imaginario Imperio Zolstiano donde la esclavitud femenina está totalmente estandarizada y normalizada. A estas alturas resulta obvio comentar que es una historia continuada y se disfruta más si se lee en orden en vez de capítulos sueltos. Como siempre, agradeceros vuestro tiempo de lectura y vuestros comentarios y correos; no estaba muy seguro de volver a publicar nada pero el feedback hace que merezca la pena. 

-------------------------------------------------------------------------------------------

Me llamo Klaus Weber, soy médico imperial y retomo esta bitácora con una última entrada, ya que pienso que los acontecimientos recientes son de tal trascendencia que no reflejarlos dejaría la crónica bastante incompleta. Tiene gracia que haga apenas cuatro horas que había finalizado y cerrado mi pequeño resumen sobre mis dos últimos años y ahora mismo esté recuperando el archivo para añadir otra entrada más. Supongo que mis experiencias pasadas ya deberían haberme acostumbrado a lo insólito, pero siempre tropiezo dos veces en la misma piedra.

Recapitulemos ligeramente: después de los dolorosos sucesos durante el encuentro con los restos de la Resistencia Aureliana, la tripulación del carguero esclavista Leash se disolvió y cada miembro decidió perseguir sus propios deseos de futuro. Yo decidí exiliarme en un planeta rural del borde exterior donde ejerzo la medicina doméstica en una pequeña población de manera discreta. En mi sótano tengo confinadas a eternidad a mis dos esclavas, féminas que uso a diario y que traen mucho placer a mi vida. En cierto modo les hago un favor, pues ambas son atroces criminales de guerra responsables de incontables crímenes y que prefieren con mucho abrirse de piernas para mí a enfrentarse a un pelotón de ejecución.

El caso es que después de seis meses de estar acá y disfrutar de una tranquilidad y estabilidad envidiables empezaba a sentirme bastante cómodo e incluso mi maltrecha pierna derecha empezaba a dolerme menos. Sin embargo, acabo de recibir una visita que me ha hecho replantearme unas cuantas cosas así que lo dejaré por escrito. Esta tarde un par de vehículos aparcaron cerca de mi clínica, cosa bastante rara ya que no suelo recibir consultas a estas horas. Las cámaras de seguridad me mostraron que de dichos vehículos se bajaron cinco personas, quedándose dos fuera y llamando tres a la puerta. Instantes más tarde y ya ataviado con mi acostumbrada bata médica recibía en mi consulta a las visitantes. Tres mujeres, algo que ya es raro de primeras pues acá aún rigen leyes viejas y si una mujer sale sin acompañante lo más probable es que acabe violada por su vecino o cualquier transeúnte. Dos de ellas iban vestidas con impecables trajes negros de chaqueta y pantalón, así como gafas oscuras. Sus rostros eran imperturbables y se mantenían alerta y en silencio ante cualquier movimiento. Uno podría pensar en que eran guardaespaldas, aunque viviendo en Zolst el concepto de guardaespaldas femenina tenía mucho de comedia ya que cualquier varón podría sacarse el pene y ordenar que se la chupase y tendrían que obedecerlo. Para mi sorpresa, quien centraba toda mi atención era la tercera visitante. Un ejemplar de magnífica belleza, que estaría en la primera mitad de la veintena y que presentaba un cuerpo la mar de apetecible: sensuales piernas muy bien torneadas coronadas por un culito en forma de corazón fruto sin duda de abundante ejercicio. Sus pechos no eran muy grandes, pero al ser la chica de talla pequeña encajaban armoniosamente en su figura. Su larguísima melena rubia platino casi gris estaba controlada en dos largas trenzas que le llegaba casi al trasero así como con una gorra que le tapaba media cabeza. Vestía una camiseta sin mangas que acentuaba su delgadez y unos pantalones minúsculos que exhibían tanto sus hermosos muslos como el que evidentemente no vestía debajo ni bragas ni tanga. Por supuesto, también llevaba collar de esclava, aunque era un trabajado diseño de orfebrería dorado y plateado muy alejado de los habituales aros de metal o cuero. Su rostro era muy expresivo y no paraba de sonreírme mientras hablaba, con una proactividad muy poco sumisa para ser esclava. Carraspeé y comencé con el habitual cuestionario médico:

— Me temo que es la primera vez que acude a mi consulta, señorita…

— Shia, doctor Weber. O esclava Shia, si prefiere ser más formal. Con este collar, lo de señorita está de más.

La chica era divertida, me estaba cayendo bien. Aunque seguía sin saber qué hacía allí.

— Muy bien, Shia. Me vas a tener que ayudar un poco porque soy médico pero no adivino; y no te veo ningún síntoma externo de enfermedad. ¿Qué te duele? ¿Es algo del exterior o va por dentro? ¿Sospechas de alguna enfermedad venérea, quizás?

La chica emitió una educada carcajada antes de continuar. Tenía una sonrisa encantadora.

— No se preocupe, estoy todo lo sana que puede estar una chica de mi edad. En realidad estoy aquí por usted, doctor Weber. Me gustaría hacerle una propuesta profesional.

— La verdad es que me sorprenden sus palabras. Primero porque no sé quién podría interesarse por un matasanos de pueblo como soy yo. Y segundo porque no sabía que en este planeta las esclavas pudiesen ofrecer contratos laborales, o cualquier otra tarea de responsabilidad más allá del habitual servicio hacia los Amos.

— Soy una chica de recursos, no se preocupe. Y debería tenerse en más aprecio, doctor. No todo el mundo en su profesión tiene sus notas en la Escuela de Medicina Imperial de Nasrond IV. Como tampoco tienen su experiencia a la hora de tratar esclavas, tanto las normales como las especiales. Prácticamente es el único galeno en este lado de la galaxia que ha tratado con éxito tanto a una licenciada de la Scholam Sumissaria como a una esclava ningiota de miembros cibernéticos. Por cierto, esa chica está construyéndose una carrera brillante, tanto que me masturbé seis veces con su última película. Las cosas que es capaz de hacer con su culo; unas penetraciones dobles brillantes. Sentí mucha envidia cuando me enteré que había sido usted quien se lo desvirgó.

Mientras escuchaba aquello tuve que poner la mejor cara de póker que supe encontrar, lo que no era mucho. No tenía ni idea de cómo aquella muchacha sabía todo aquello pues ni siquiera mis excompañeros de tripulación sabían mis andanzas con tanto detalle. Había que cambiar el tono de aquella conversación de inmediato.

— No tengo ni idea de lo que me está hablando, Shia. Y sigo sin saber detalles sobre esa oferta de trabajo. Puede que Emilia 4 no sea un planeta capital de sector, pero tampoco creo que haya tanta necesidad de médicos como para tener que buscarme a mí.

— Doctor Weber, no vengo buscando un médico. Le vengo buscando a usted. No ha sido nada fácil encontrar a alguien de sus características, se lo aseguro. Incluso tuvimos que hackear su tablet personal para que decidiese establecerse en este planeta donde vivo. Y mejor no le cuento la cantidad de sus antiguos acreedores a los que hemos tenido que asustar o directamente derribar en órbita para que no le molesten. Pero vayamos al grano: quiero contratarle como médico a tiempo completo. Tendría que enfrentarse a casos de medicina general, ginecología y obstetricia. Existe la posibilidad de que tenga que enfrentarse a casos de cirugía y que tenga que improvisar aunque tenemos plena confianza en sus capacidades. Una paga exorbitantemente alta; podría convertirse en uno de los hombres más ricos del sector sin esfuerzo. Todo completamente legal, por supuesto. De hecho, estaría trabajando directamente para el Imperio como pocos ciudadanos lo hacen en toda la galaxia. Y tendría otras ventajas añadidas. Por ejemplo, le puedo garantizar el curarle su pierna y dejarla como nueva. No me pregunte cómo; los mejores investigadores del Imperio han tratado de resolverlo desde hace más de trescientos años y no han sido capaces. Pero si acepta mi propuesta el próximo fin de semana podrá estar corriendo la maratón vecinal, se lo garantizo.

— Escuche, no sé de donde ha salido pero todo lo que está diciendo son una sarta de tonterías. De hecho, creo que podría estar sufriendo delirios psicóticos así que o abandona mi propiedad o tendré que sacarla a la fuerza. Puede que esté cojo, pero eso también significa que tengo un bastón de aleación de aluminio para sacudir esclavas desobedientes.

— Doctor Weber, le ruego que no se altere. No me gustaría tener que ordenarle a Maria que le haga calmarse. Ella posee una habilidad maravillosa para comer coños, pero me temo que cuando usa las manos puede ser bastante… brusca.

Me volví hacia la mencionada mujer que aguardaba inmóvil al lado de la puerta y la tal María simplemente se quitó las gafas de sol. Conocía muy bien los ojos que había detrás: fríos y con un iris rojo intenso. Había visto esa clase de ojos mil veces en Mio, la esclava y amante de mi amigo Masahiro. Mio era una unidad Beta: soldados de infiltración con gran cantidad de potenciaciones cibernéticas y una lealtad feroz hacia sus amos. Encontramos a Mio con la memoria borrada y entre Masahiro y los compañeros de la Leash logramos que recuperase una personalidad y fuese una presencia de lo más agradable; pero también la había visto tronchar articulaciones como si fuesen ramas secas. Se decía que una de ellas era capaz de pacificar o desestabilizar un planeta entero. Si aquella chica, Shia, tenía a cuatro de ellas simplemente como guardaespaldas… eso la ponía prácticamente a nivel de la familia Imperial más estricta. Aquello estaba adquiriendo un cariz francamente peligroso.

— Está bien, ya me calmo. Pero por favor, empiece a decir cosas con algo de sentido o si no puede que prefiera arriesgarme con María. Tengo cierta experiencia con las de su clase.

— Créame que lo sabemos, de hecho es otra de las razones por las que le hemos elegido. Es un buen Amo y sabe como tratar con autoridad y disciplina a las esclavas, pero también se interesa por su bienestar y felicidad. Tiene una gran capacidad para entender el corazón de una sumisa, incluso cuando trata de hacerse el duro. Se lo tengo que decir, lo siento: me encanta como trata a ese par de putitas que tiene en su sótano. Podría haberlas tirado por la esclusa de aire en venganza por sus lesiones y en vez de eso cada noche les concede cuatro o cinco orgasmos a cada una. El otro día me masturbé muy fuerte mirando la cara de frustración de Beatrice mientras suplicaba entre lágrimas porque le follase el coño mientras taladraba sin compasión su culo para después llenárselo de semen y hacer que su hija lo sorbiese metiendo la lengua en el trasero de su madre. Casi me arranco el piercing del clítoris de lo fuerte que me froté. No se preocupe, si viene a trabajar con nosotros podrá traérselas y le construiremos otra mazmorra a medida para que sigan retorciéndose en sus máquinas de electroshock de diez a una. Aunque como esclava veterana yo le recomendaría que las sacase a pasear de vez en cuando, a cuatro patas y en público. La combinación de vergüenza, humillación y desamparo que se logra hace maravillas en antiguos caracteres engreídos como el de esas dos. Si lo desea puedo mandar una corbeta a recoger a aquella imbécil que dejó encadenada a un WC y sin voz en una estación de servicio para que se la follasen todos los mineros del sector. Seguro que el resultado le asombraría. 

Después de escuchar aquello, me quedó claro que aquella mujer tenía acceso a cualquier tipo de información que desease y que me tenía completamente a su merced. No parecía hostil y quizás lograse sacar algo en claro de todo aquello, pero seguía sin saber el meollo de todo aquello.

— Muy bien Shia, puedes contar con mi colaboración. Pero, por el amor del Emperador ¿me puedes explicar dos cosas? ¿Quién demonios eres y qué leches quieres de mí?

Shia se quitó la gorra y apartó las grandes trenzas que cubrían los lados de su cabeza. Sus pabellones auditivos tenían una deformación extrañamente simétrica: eran muy alargadas de manera horizontal e increíblemente regulares, prácticamente eran triángulos de medio palmo de largo y estaban adornados con tres piercings de estilo antiguo. Había visto orejas como aquellas de pequeño, en los libros infantiles de historia. Cuando hablaban de la raza élfica, aquella especie que luchó contra el imperio durante los primeros siglos de fundación y que llevaba extinguida más de dos mil años. ¿Extinguida? Aquella chica que tenía delante estaba sana como una manzana y no dejaba de sonreir mientras me miraba.

— Mi nombre es Shiashentum Kronor Phillias Aintree Blanche Von Richtoffen Simmons, tengo más de tres mil quinientos años y quiero que me ayude a restaurar a mi pueblo.

------------------------------------------------------------------------------------------

Pues ahora sí que hemos llegado al final de esta saga. Este es un capítulo que tenía ya en mente al acabar el anterior episodio 10 y que me sirve tanto de conclusión ampliada como para enlazar con los hechos narrados en Memorias de Zolst y Diarios de Zolst. Se suponía que lo podría acabar en unas dos semanas, pero al final he tardado más de cinco meses. Mi nueva actividad laboral me hace muy difícil ponerme a escribir, lamentablemente. Tengo algunas ideas que me gustaría explorar sobre personajes secundarios y conceptos que han aparecido anteriormente muy de pasada, pero no sé si sería realista comenzar con ello sin saber si lo acabaré. Pienso que lo más juicioso sería escribirlo entero y luego publicarlo uno a la semana, así que imagino que en caso de realizarse la cosa tardará un poco. En todo caso, agradeceros a todos vuestro tiempo e interés por estos relatos. Recordad tratar bien a vuestras esclavas y no dejéis que se quiten el collar. ¡Hasta pronto!

Descubre la Comunidad de Webcams +18
Conecta, comparte y vibra en vivo con las cámaras.

comunidad.todorelatos.com
© Majestros

Valore y Comente los relatos que lee, los autores lo agradecerán y supondrá una mejora en la calidad general de la web.
 Comentarios sobre este Relato (4)
\"Ver  Perfil y más Relatos de Majestros
 Añadir a Lista de Favoritos
 Reportar Relato
« VOLVER A LA PÁGINA ANTERIOR IR ARRIBA  ▲
 

📹 WEBCAMS +18: 1.000 Monedas Gratis!