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TODORELATOS » SEXO CON MADURAS » EL COLECCIONISTA DE ORGASMOS 2
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Fecha: 15-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Sexo con maduras

El coleccionista de orgasmos 2

Galleyslave
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Sigue aumentando la colección de Felipe. Version para imprimir

A la siguiente semana, Felipe esperó a que Rocio le llamara el martes, como había prometido. No llamó y Felipe se sintió defraudado, porque le agradaba esa mujer tan joven y guapa. El miércoles por la mañana, había quedado con Isabel, pero llegó acompañada de su hija Rocio, que venía nuevamente espectacular y guapísima, con un vestido corto que marcaba todas sus curvas.

-        Mi hija ha querido acompañarme en estos duros momentos de visita al fisio – dijo Isabel de broma.

-        Sin problema, tengo tiempo para ambas, ¿en qué orden?

-        Primero mi madre, quiero ver cómo se corre como una golfa y te inunda el salón.

-        Hija, no digas esas cosas de tu madre. A ver si me va a dar vergüenza.

-        Venga mama, que ya me ha contado Isa lo bien que te lo pasas y que Felipe necesita tener a mano la fregona. ¿Puedo pasar al baño? – preguntó Rocio.

Cuando Rocio se fue y mientras se desnudaba Isabel le susurró a Felipe que hoy desgraciadamente no habría polvo, porque no quería hacerlo delante de su hija. Isabel se tumbó en la mesa y Felipe empezó el masaje. Al poco salió Rocio del aseo y se sentó a mirarlos.

Felipe desarrolló toda su maestría y logró que Isabel tuviese un fabuloso orgasmo múltiple durante los cuales soltó varios chorros de líquido que mojaron el suelo. Luego, sin importarle que su hija estuviese allí, decidió que le apetecía que Felipe se corriera dentro de ella y sacó la cinta del cajón, donde ella sabía que estaba guardada, y le bajó el pantalón a Felipe, iniciando una mamada junto con el correspondiente apriete de la cinta. Luego le pidió que se corriese dentro de ella y así lo hizo. Al acabar vieron a Rocio sentada sonriendo, pero metiéndose la mano dentro de la braga y sobándose.

-        Joder mamá, que callado te lo tenías. O sea que te follas al caballero.

-        Si hija. Y ahora sabes también su secreto. Tiene problemas de erección por la diabetes y yo le hago el mismo tratamiento que a tu padre, que tiene el mismo problema, salvo que tu padre ya no me hace lo que Felipe, claro.

-        Ya veo, mamá. Tratamiento mutuo de tercera edad. Me parece perfecto. Pero sabes que le estas poniendo los cuernos a papa y con un testigo, ¿no?

-        Hija, a estas alturas de la vida, esto es un regalo del cielo, que no pensaba revivir. – dijo Isabel mientras se terminaba de vestir, sacando una compresa del bolso y poniéndosela para retener el esperma que le salía - No sabes lo bien que me lo paso. Venga te toca. Yo me voy y os dejo.

-        Vale mamá, ya veo que venías preparada, con la compresa y todo.  Nos vemos. Yo voy al aseo a cambiarme.

Rocio se fue al servicio a desvestirse y Felipe acompañó a Isabel a la salida. Quedaron para la siguiente semana. Felipe volvió, cambió las toallas, limpió el suelo y se llevó todo a la lavadora. Al volver se encontró con Rocio, con unas bragas negras minúsculas, un sujetador negro transparente, con liguero, medias y tacones, con una pinta de zorra increíble, pero realmente espectacular.

-        Hoy vengo a zorrear y a que me saques ese squirt como se lo has sacado a mi madre. Haz lo que te apetezca conmigo y luego, si te sabes poner la cinta, espero que también me llenes el coño de leche. Hoy quiero lo mismo que has hecho con mi madre. Y cierra la boca que te has quedado pasmado.

En efecto Felipe se había quedado pasmado. Le pidió que se lo hiciese estando él también desnudo y Felipe se desnudó. Ella se tumbó en la camilla y Felipe fue sobándola y quitándole las diferentes prendas negras, luego pasó mucho rato acariciándola dándole placer y calentándola y en esta ocasión añadió una comida adicional del culo, acariciándole la zona anal con la punta de la lengua. Luego le dio la vuelta y se la comió entera, desde el cuello a las tetas, los pezones, mordiéndoselos y tirando de ellos, sin ninguna prisa, acumulando placer y sensaciones. La sobó por todas partes, a la vez que le pasó la lengua por la tripa, el pubis y el interior de los muslos, en un acercamiento progresivo a la vulva, que chorreaba un flujo espeso, dejando una gran mancha sobre la toalla.

Por fin, después de mucho sobeteo, él se tiró a comerle el coño, pasándole la lengua por todas partes, y metiéndosela en la vagina recorriendo todo su perímetro y absorbiendo todo ese flujo que le encantaba. Lentamente le empezó a meter los dedos en la vagina, y a sobarle el punto, mientras le chupaba el clítoris y le sobaba los pezones con la mano libre. El notó como le llegaba el orgasmo, haciendo lo posible por retrasarlo, pero cuando supo que era ya irremediable e inminente, atacó a tope y ella se corrió de forma fuerte y empezó, como siempre les hacía, a encadenar pequeños orgasmos crecientes, hasta lograr que se corriese de forma brutal, consiguiendo que esta vez sí que soltara chorros de líquido y flujo en grandes cantidades. Mientras Rocio se corría notó que ella le apretaba el pene, que, en circunstancias normales, hubiese estado como una estaca.

Cuando acabó y ella se recuperó, tiró de él y se puso a chuparle el pene, que no lograba la mínima erección a pesar de estar Felipe totalmente excitado. Él tomo la cinta y cerró el lazo apretando todo lo que pudo, hasta casi hacerse daño, aunque el mayor dolor era la frustración. Poco a poco fue tomando presión y fue endureciéndose y Felipe colocó a Rocio en posición y se la clavó como pudo, empezando a bombearla y a sobarla obscenamente mientras lo hacía. Un rato después Rocio empezó a gemir y Felipe se dedicó a sobarle el clítoris y tras unos minutos, ella tuvo un leve orgasmo y el descargó dentro de ella, llegando ambos a la vez. Así se quedaron un rato mirándose, admirando Felipe el pedazo de hembra con la que acababa de follar.

Luego se lavaron, se vistieron y se sentaron a tomarse un vino blanco como la última vez.

-        Bueno, pues por fin he conseguido dos cosas, un squirt grandioso y ponerle los cuernos a mi marido.

-        Me alegro de lo primero y siento lo segundo – dijo Felipe

-        Yo no. Como me dice a menudo Isa, mi marido es un muermo. Y jamás tendrá la paciencia de sobarme para hacerme llegar como lo has hecho tu. Además, cada día estamos más distanciados.

-        Como es que te casaste con el anterior novio de tu hermana.

-        Es una larga historia. Isa fue siempre algo golfa, pero quiso sentar la cabeza y trajo a Luis a casa, se hicieron novios formales y nos lo metió hasta en la sopa. Luego se cansó de él y empezó de nuevo a zorrear, poniéndole unos cuernos inmensos. Yo empecé a salir con ella y lo veía; se agarraba a cualquiera que le gustase, aunque yo tampoco me quedaba corta, que también me enrollaba con muchos. Yo tuve un par de novios antes de cagarla. Luis es sosito, la verdad, pero tenía el morbo de ser cuñado, por lo que al final, una tarde me lo encontré en un pub, nos pusimos a tomar algo y eso, que fui yo la que me lo tiré. Empezamos a vernos de vez en cuando, a espaldas de mi hermana y de mi novio de entonces y antes de saber si me gustaba o no, me dejó embarazada y mira, casados y con un hijo que en tres años irá a la universidad.

-        No es una historia bonita.

-        Pues no. La verdad es que enamorada no estaba, y ahora lo estoy aún menos. Mi padre colocó a Luis en la empresa y los dos acabamos la carrera a duras penas, el económicas y yo derecho, con bombo y todo. Ahora él es el gerente de la empresa y no nos falta de nada, económicamente hablando, aunque a nivel afectivo es todo lo contrario. Nos hemos concentrado en nuestra labor profesional y hemos dejado totalmente de lado la sexual y un poco la familiar. Yo me vuelco con mi hijo, pero realmente nada me ata a Luis. Aun así, nunca le había puesto los cuernos, y nunca imaginé hacerlo con un señor que me saca veinte años y al que no se le levanta, pero estoy encantada contigo.

-        ¿Entonces sexualmente no tienes relaciones con él?

-        Pues estándar, que diríamos. Follamos muy poco y mal. Y desde hace dos años, aún menos. Algún dia te contaré por qué. Me toca, y en cuanto me nota algo mojada, me la mete y se pone a bombear y cuando ve que llego, descarga para hacerlo a la vez. Esa es su mejor versión. La mayor parte de las veces finjo el orgasmo, porque sé que no voy a llegar, para que se acabe pronto. De comerme el coño, ya ni hablamos, jamás me lo ha hecho y yo a él tampoco se la he mamado.

-        Tampoco es una historia bonita. Lo siento.

-        Por eso descargo adrenalina siendo una cabrona como abogada y haciendo deporte. Me cuido, me he operado de varias cosas – dijo Rocio señalándose las tetas y la nariz - y me compro ropa bonita, pero nunca he sabido para qué, salvo para que se vuelvan los colegas al pasar por los pasillos del juzgado. Ahora ya sé para qué lo he estado haciendo, para que tú me eches piropos, me saques orgasmos bestiales y te comas todas mis babas, que noto que lo haces encantado. Felipe, me gusta lo que me haces y he pasado un rato muy agradable.

-        Bueno, yo también lo he pasado muy bien, al fin y al cabo, te he echado un polvo y me he corrido dentro de ti. Qué más puedo pedir, todo eso, además, con la mujer más atractiva que he conocido.

-        Bueno, ya podemos decir que te has follado a tres de las cinco mujeres de mi familia y nos has sacado un squirt a todas.

-        Pues sí, ya tengo tres orgasmos más en la colección, pero este tuyo de hoy lo tengo que poner en marco de oro, porque siempre lo recordaré como el mejor, no solo por cómo te has corrido, sino por la mujer tan preciosa que eres. Me ha encantado todo lo que me he tragado, que ha sido bastante.

-        Gracias Felipe, pero no pienses que es el último. Ya puedes reservarme un día a la semana para vernos y repetirlo, pero completo, como el de hoy. Y el mes que viene tengo una reunión en Londres y me encantaría que me acompañases. Serán tres días… y tres noches. Me apetece dormir contigo y que me pilles recién despierta o, mejor, me despiertes comiéndomelo.

-        Tienes que negociarlo con tu madre, que no me perdona una semana.

-        Vale, ya la convenceré, y recuerda que dentro de poco tienes cena de chicas y, aunque todas quieran que se lo hagas, yo no participare. Mi imagen pública de tía estrecha y borde debe quedar intacta. Diré que no te conozco y que vienes recomendado por Isa.

La semana siguiente le llamó Isabel para decir que le enviaba una amiga suya, Lourdes, una antigua compañera del colegio. Cuando llegó y le contó su problema, Felipe consideró que ese era su mayor reto y una pieza realmente extraña en su colección. Era una mujer de la edad de Isabel, pasados los setenta, pelirroja, con pecas en la cara, delgada, que debía de haber sido muy guapa y atractiva, ya que aún conservaba su encanto y mostraba una sonrisa cautivadora.

-        Mira Felipe, perdona que te tutee, Isabel y yo estudiamos juntos en un colegio de monjas. Al acabar, ambas nos casamos, por así decirlo, ella con su marido y yo con una congregación que asiste hospitales, es decir, me hice monja a los dieciocho años pasando por novicia y luego tomando los votos.

-        ¿Eres monja?

-        Ya no. Lo he dejado hace casi dos años. Ya te contaré por qué, pero pedí la dispensa y después de cincuenta años, dejé el convento. Vivo en la antigua casa de mis padres y tengo algunas rentas que me permiten vivir bien. Sigo yendo a la parroquia a ayudar y suelo quedar con Isabel una o dos veces a la semana a tomar un café y charlar.

-        Vale, pero no sé muy bien en qué te puedo ayudar, yo soy ingeniero nuclear. ¿No creo que quieras fabricar una bomba atómica? – dijo Felipe de broma.

-        No claro. – contestó Lourdes riéndose – Es más complicado y no sé cómo explicarlo.

-        Pues soltándolo de golpe es lo mejor.

-        En cuatro palabras: no quiero morir virgen. – soltó de golpe, bajando la cabeza, y Felipe se la quedó mirando durante largo tiempo en silencio total, sin saber qué decir. Un par de minutos después volvió a mirarle y siguió diciendo – y se lo dije a Isabel y me dijo que no me debía morir virgen, ni tampoco sin haberme corrido bien.

-        Ya veo por donde vas…

-        Isabel dice que tú tienes ciertas habilidades para conseguir que yo realice ese deseo sin que me produzca un trauma, es decir, sin pasar vergüenza y con total garantía de éxito y de confidencialidad.

-        Entiendo que nunca hayas estado con un hombre, ¿pero no te has tocado, eso que se dice tocamientos impuros?

-        Bueno, muy poco, y siempre me confesaba al día siguiente y trataba de no volver a hacerlo.

-        ¿Y por qué ahora?

-        Porque he colgado el habito y me he abierto al mundo y creo que he desperdiciado… no, esa no es la palabra, ya que he ayudado a mucha gente y me siento realizada y muy satisfecha de mi labor profesional y apostólica. No es correcto decir que he desperdiciado, digamos que creo que podría haber hecho esa labor social sin tener que renunciar a una vida de pareja, pero esta religión es de las que no lo permitía, aunque haya otras que si lo admiten.

-        Ya entiendo. No sé si me puedes contar por qué lo has dejado.

-        Bueno, es complicado. Digamos que ha sido una mezcla de cosas. Por un lado, llevaba algunos años con una crisis de fe, a pesar de estar encantada con la labor social que hacíamos como enfermeras en el hospital. A eso se unió el que cumplí setenta años y me jubilaba profesionalmente y no me apetecía encerrarme en un convento después de cincuenta años moviéndome libremente por el hospital y tratando con médicos y enfermos. Finalmente, se juntó también con la necesidad de asistir a mi padre de más de noventa años, que estaba impedido y al que he cuidado hasta su fallecimiento. Solicité la dispensa y me la concedieron. He heredado unos bienes que me permiten vivir el resto de mi vida sin estrecheces. Sigo teniendo ideas religiosas, pero quiero tener esa experiencia, digamos… especial.

-        Lo entiendo, pero veo difícil el tema.

-        ¿Por qué? ¿Por qué soy vieja? Si es por dinero…

-        Lourdes yo jamás cobro, no me ofendas. No me malinterpretes. Y la edad también me da igual. El problema reside en que no tengo experiencia en esto, no soy psicólogo y no sé qué consecuencias tendrá para ti el que un completo desconocido te meta mano en el coño y te sobe todo el cuerpo hasta correrte, y para colmo luego te la meta y te… perdón por el termino, te folle y te llene el coño de esperma. Lo mismo luego te arrepientes y te deprimes o te consideras sucia o en pecado o piensas que te han violado y las consecuencias sean peores, incluso que me denuncies.

-        Vale, pero no sería responsabilidad tuya, sino mía, porque a eso he venido.

-        Ya, pero yo también me sentiría culpable si no te sientes bien.

-        Me ha dicho Isabel que me tumbe en la mesa, me deje hacer y que no le de mas vueltas. ¿Me vas a ayudar? Ya he dado el primer paso, porque Isabel me pidió que me depilase eso, y lo he hecho, aunque me veo muy rara y me pica a rabiar. También me ha pedido que te diga una cosa, que tú ya entenderías. Dice que una buena colección debe tener de todos los colores. No sé a qué se referirá.

-        Yo sí. Bueno, vamos a intentarlo. Espero que no la caguemos. – concluyó Felipe, aceptando que un orgasmo de una pelirroja aún no lo tenía en su colección y que sería interesante incorporarlo.

Felipe acompañó a Lourdes al servicio y le pidió que se desnudase, se pusiese la bata y saliese y se tumbase en la mesa de masajes. Felipe preparó la parafernalia oriental y la esperó. Ella salió tímidamente, se tumbó y Felipe le puso una toalla en el culo para taparla y luego le ayudó a quitarse el albornoz.

Observó que Lourdes tenía la piel muy blanca, con pecas por todo el cuerpo, como buena pelirroja. No estaba nada fofa o gorda, se había mantenido en forma por las largas jornadas de trabajo. Le puso algo de aceite perfumado y empezó a pasarle las manos por la espalda y los brazos.

-        Perdona Lourdes, una pregunta técnica. ¿Tienes aún el himen?

-        No, creo que se rompió poniéndome tampones, para poder trabajar en el hospital sin tener que llevar compresas. Pero es lo único que ha entrado ahí… espero que hasta hoy.

Felipe pasó a darle un masaje por las piernas y ella empezó a ponerse tensa.

-        No te pongas nerviosa, cuando lo digas, paramos o lo dejamos.

-        No es eso, pero no sé a qué esperas para tocármelo. Pensé que iba durar menos.

-        Pues a que te vayas excitando poco a poco. Mira, esto no es como darle al interruptor de la luz. El proceso es que te excites, te mojes y lubriques lo suficiente para que dilates y no te duela. Si no te gusta lo que te hago…

-        Es que ya estoy mojada y estoy ansiosa por correrme tal como me ha dicho Isabel. Que Dios me perdone por las cosas que estoy diciendo.

-        No lo suficiente. ¿Tienes prisa?

-        No, ninguna. ¿Pero cuanto vas a tardar?

-        En total, mas de una hora, o sea que relájate y siente el sobeteo que te hago. Disfruta del masaje. Se trata de que tu piel se vaya excitando toda a la vez, no solo el coñete.

-        Bueno, tú eres el experto.

-        Solo amateur, es decir, aficionado. Pero creo que ya voy a pasar a sobarte el culo. Si te sientes molesta, lo dices.

-        ¿Por qué el culo, si lo que tienes que tocar es lo otro?

-        Mira Lourdes. Es todo el cuerpo. Se trata de excitarte en conjunto. Para que disfrutes más cuando lleguemos a esa parte final. Relájate, déjame hacer y deja de tener ansiedad. Correrte te vas a correr bien, ya lo verás.

Felipe le retiró la toalla y vio un sexo depilado y aún algo irritado por esa acción, de color pálido y cuyos labios interiores de color rojo intenso sobresalían claramente entre los exteriores. Aún le quedaba algún pelillo rojo sin depilar. Empezó a masajearle ambos cachetes, pasándole los pulgares por el culo y rozando los labios mayores. Poco a poco fue sobándola entera y ella se fue relajando y Felipe notó que le empezaba a gustar que la sobaran así. Luego le empezó a tocar los labios de la vulva, notando que al apretarlos expulsaban pequeñas cantidades de un flujo espeso que formada hilos contra sus dedos. Decidió darle la vuelta.

Lourdes tenía unas buenas tetas llenas de pecas, muy caídas y con unas areolas pequeñas, pero muy sensuales. Empezó ya directamente a sobarle las tetas, cuyos pezones empezaron a crecer de forma significativa, animándole a empezar a chupárselos y a tirar de ellos con los labios. Ella empezó a gemir. Cuando Felipe le empezó a comer el coño, después de ir sobándola, acariciándola y chupándola desde las tetas hasta la vulva, ella ya gemía de forma fuerte. Felipe tuvo que seguir algo mas lento, para evitar que se corriera demasiado pronto. Después de pasarle la lengua por todo su sexo y deleitarse con el sabor de su flujo, empezó a jugar con los dedos a la entrada de su vagina con el fin de ir dilatándosela por primera vez en su vida. Notó que el orgasmo ya empezaba a ser imparable, por lo que se apresuró a meterle los dos dedos, empezar a follársela con ellos y empezar a sobarle el clítoris. Ella empezó a correrse de forma bestial, con grandes jades, contracciones, y soltando mucho flujo. No paró hasta que ella cerró las piernas y le pidió que parase. La dejó descansar unos segundos.

-        O sea, que esto es un polvo.

-        Técnicamente no. Esto es un orgasmo, digamos de nivel seis sobre diez. Puede ser mucho mejor y además culminarlo con un polvo, es decir, penetración con eyaculación, notando tú cómo se te mete el esperma hasta el fondo.

-        ¿Y eso cuando me lo haces?

-        Bueno, veo que te ha gustado lo que llevamos hecho, ¿no?

-        Me ha encantado, pero me ha sabido a poco.

-        Eso es lo que tiene esto, que cada vez te apetecerá más.

-        ¿Entonces hoy se ha acabado?

-        Lourdes, chica, descansa un par de minutos y seguimos. Mientas me gustaría saber si tienes experiencia en ver penes.

-        Bastantes, y en tocarlos. Los he visto de todo tipo y tamaños, pero como una parte de la anatomía masculina, no como elemento sexual. Me pase unos años sondando y entubando todo tipo de ellos, incluso ayudando a hacer cistoscopias, metiendo una cámara. Ya me ha dicho Isabel cuál es tu problema y se perfectamente dónde está la vena de retorno, o sea que, si te apetece, te la comprimo ya con la cinta y así me la metes luego sin esperar a más, ¿vale?

-        Bueno perfecto, parece que te vas adaptando a la situación. – dijo Felipe mientras se desnudaba y le daba la cinta.

-        Pues sí, esto del sexo me está gustando. – dijo Lourdes mientras le sobaba el pene y le buscaba la mejor posición para interrumpir el retorno venoso. Mientras lo hacía le dijo - También me dijo algo Isabel de correrme y soltar liquido…

-        Bueno, eso es a lo que vamos ahora. No todas las mujeres pueden, ni significa que lo pases mejor o peor. Es importante que si tienes la sensación de que te haces pis, lo dejes salir, no pasa nada. Seguramente es el líquido, pero si fuese orina, tampoco importa, estamos en confianza.

-        Pues venga, a ello – le dijo Lourdes mientras le terminaba de atar la cinta al pene para que le creciese.

En la siguiente media hora, Felipe volvió a desarrollar su técnica y Lourdes, ya sabiendo de qué iba aquello, se dedicó a disfrutar y al final Felipe aplicó todo su saber para sacarle una cadena de fabulosos orgasmos, culminados por uno final enorme, con un leve squirt, pero con mucho fujo, muchas contracciones, temblores y gritos, que fue algo que Lourdes no pudo reprimir. Cuando ya estaba acabando de correrse con los dedos dentro de su vagina, Felipe se acercó, los sacó y le metió lentamente el pene, poco a poco, para que ella lo disfrutase y notase como se le introducía algo caliente y ajeno a ella dentro de su cuerpo. A continuación, estuvo un rato bombeando y sobándola el clítoris con una mano y las tetas con la otra y cuando ella llegó suavemente de nuevo, el descargó dentro de ella, empujando todo lo posible para que le entrase hasta el fondo. Se mantuvo moviendose con ella dentro, dado que la cinta evitaba que se le bajase a pesar de haber llegado. Ella le miró y le sonrió.

-        Bueno, he notado como se me metía hasta el fondo, primero tu pene, como si me abrieran en canal, pero con placer y luego el esperma que me has metido. Me ha encantado.

-        Me alegro de que te haya gustado. Yo también he llegado muy bien, porque además lo tienes muy cerradito y roza mucho dentro.

-        No va a estar cerradito si acabo de perder la virginidad. Me ha costado setenta y dos años, pero creo que los que me quedan voy a recuperar lo que pueda.

-        Habla con Isabel y no te lances a follarte gente por el mundo, no es recomendable.

-        No era esa mi idea, pensaba que me lo hicieras tu. ¿Te puedo hacer alguna pregunta?

-        Adelante. – le dijo Felipe, mientras se empezaba de nuevo a mover dentro de ella.

-        Tengo la sensación de que te gusta comerte el sexo de una mujer, que lo haces por placer tuyo, no solo por darle placer a la mujer.

-        Pues sí, me gusta el sabor de esas babas, como me imagino que a las mujeres les gustará comerse el pene de un hombre.

-        Nunca lo he hecho. No lo sé.

-        Pues es una buena ocasión de que pruebes el completo, pene con flujo y restos de esperma - dijo Felipe, saliéndose y acercándoselo a la cara. Ella lo tomó en sus manos y se lo llevó a la boca, empezando a chupárselo y metérselo en la boca de forma poco habilidosa.

-        No sé, tendría que hacerlo mas a menudo. ¿Me la metes otra vez? ¿Llegarías de nuevo?

-        No lo sé, ya estoy mayor para dos seguidos, pero por probar no pasa nada. Me he quedado sorprendido de que no se me baje al no poder retornar la sangre.

-        Sabiendo donde apretar es así. A veces apretábamos así para que se hinchase y poderle poner la sonda mejor. Pollas excitadas he visto muchas en el hospital y siempre me he preguntado que se sentiría al tener eso dentro. Ahora lo sé.

Felipe se puso otra vez a sobarla e intentar que estuviese casi a punto. Le introdujo dos dedos y se puso a bombearla y mientras le empezó a succionar el clítoris. Cuando ella empezó a llegar, Felipe volvió a metérsela y empezó a bombearla mientras le seguía sobando el clítoris. Volvieron a llegar juntos volviendo ella a sentir el esperma chocando contra sus paredes, aunque ya con mucha menos intensidad. Antes de sacarla estuvo moviéndose algo dentro de ella.

Luego se vistieron y se sentaron a hablar en el sofá del salón.

-        Me resulta extraño que hayas disfrutado sobando a una señora tan mayor…

-        Mira, como le dije a Isabel, casi todas las mujeres tenéis vuestra gracia. Las supermaduritas, como yo os llamo, disfrutáis más porque valoráis más lo que os hago, no tenéis prisa ni sois egoístas. Como mi afición es haceros pasar un buen rato, no tengo reparo en hacérselo a una supermadurita. Si me preguntas si me gusta más una señora de cuarenta que esté cañón, pues si claro, pero lo otro como digo, tiene su cosa.

-        Ya veo. ¿Entonces no tendías inconveniente en hacérmelo algún otro día?

-        Sin problema.

-        No sé cómo pagártelo.

-        Ya lo has hecho, agradeciéndomelo y pidiéndome que te lo repita. Ese es el pago, así como saber que te ha gustado tanto como para repetir.

-        ¿Qué era lo del color que me dijo Isabel?

-        Un día le dije de broma que yo coleccionaba orgasmos y ella me ha querido decir que me faltaba sacárselo a una pelirroja.

Quedaron como amigos con la ida de repetir o, incluso, de que se lo hiciera a ella un día junto a Isabel, para que ella vise cómo se comportaba su amiga.

Durante las siguientes semanas Felipe ya estableció una rutina, teniendo a Pilar e Isa los dos días de la partida de golf con ellas, que eran los domingos y los miércoles, con algún torneo social de golf los sábados en los que coincidía con Pilar, que repetía, los lunes a Isabel, los martes a Rocio y los jueves a Lourdes, que se estaba aficionando a esto de pecar. Los viernes era su único día libre, pero, cada vez con mas asiduidad, Rocio se pasaba a verle y se enrollaban. De vez en cuando Rocio se quedaba hasta tarde, y se iban al cine o a correr y pasear por los montes con el perro del vecino, haciendo algo de deporte juntos. Luego se duchaban, enjabonándose el uno al otro, y cenaban charlando de múltiples cosas, descubriendo que tenían gustos parecidos para la lectura y otras cosas. Rocio se iba ya pasadas las doce de la noche a su casa.

Llegó la famosa cena de las amigas de Rocio. Esa semana Felipe se fue con Pilar a comprar su disfraz de Spiderman, pero no encontraron de su talla. Vieron uno de chino, pero no era plan meterle el bigote en el coño, al margen de que le molestaba, al igual que la coleta. El de payaso estaba bien, pero tendría que maquillarse con una pintura que no se corriese con el flujo cuando metiese la cara dentro del coño. 

Al final tuvo que ser de verdugo medieval, que venía con hacha de goma y todo, para cortar cabezas y con una capucha de tela en pico. Pilar dijo que era apropiado porque iba a matar mujeres a base de pajas. Al volver a casa se lo probó y con él puesto le hizo el masaje, a ver si era posible. Todo salió bien y Pilar tuvo una corrida enorme, por la habilidad de Felipe y el morbo del disfraz, aunque tuvo que echar a lavar la capucha.

Ese viernes, al llegar al sitio de la cena, Felipe le envió un mensaje al teléfono a Rocio. Subió al piso con la camilla portátil y vestido de verdugo medieval. Le recibieron todas pensando que les haría un estriptis, pero Rocio le dijo que era un masajista tántrico oriental, y le presentó como Victor. Sonia, que era la recién divorciada y homenajeada se resistió a desnudarse, pero finalmente, animada por las copas y los gritos y ánimos de las chicas, aceptó dejarse sobar por el verdugo.

Felipe puso la camilla, y Rocio le fue ayudando con el resto de la ambientación, las velas, el incienso y la música. Luego desarrolló toda su técnica, admirando el cuerpo de la chica, y comiéndose una vulva que le encantó, por el excepcional tamaño del clítoris, que fue creciendo mientras lo sobaba, y por el especial olor de su flujo, que el achacó a lo salida que estaba esa mujer. Luego logró que Sonia tuviese un orgasmo continuo, muy largo, con unos squirts muy fuertes. Pensó que debería colocar ese orgasmo también en una posición alta de su colección.

Cuando acabó vio que el resto de las mujeres estaban haciéndose un dedo medio en pelotas, y la siguiente, Maria, se levantó rápidamente y pidió sustituir a Sonia en la camilla, rogando que se lo hiciera también a ella. Las otras también lo pidieron.  Al final tuvo que hacérselo a las otras tres, comiéndose cuatro coños en una noche y tragando mucho flujo, pero dejándolas muy satisfechas.

Rocio dijo que ella era fiel a su marido y que era el único que la sobaba y que no contaran con ella, quedando como la única decente y estrecha. Felipe la miró con cara de guasa, pero no se le notó por la máscara. Luego le preguntó:

-        Victor, ¿has venido con tu coche?

-        No, en taxi, no sabía dónde podría aparcar. Buscaré otro taxi.

-        Aquí no es fácil y con la mesa a cuestas te vas a cansar, después de lo que ya has trabajado. Ya se ha hecho tarde y quiero volver a casa con mi marido que me estará esperando despierto. ¿Si quieres, te acerco a una parada de taxi?

-        Bueno, gracias. – aceptó Felipe.

-        Voy al servicio un momento y nos vamos. – dijo Rocio.

Rocio y Felipe se despidieron de las otras chicas y fueron hasta el coche de Rocío. Metieron la mesa en el maletero y se quitó el disfraz, cuya capucha estaba empapada y guarra y se podría ir directamente a la basura. Rocio le dijo a Felipe que condujera él. Ella se sentó en el asiento contiguo. Felipe ajustó el asiento de conductor y antes de arrancar se giró hacia Rocio.

-        ¿Dónde vamos? ¿Me dejas en casa?

-        Tu dirás – dijo Rocio subiéndose la falda y enseñando que iba sin bragas, mostrándole todo el sexo. Luego se abrió la chaqueta y le enseño las tetas, ya que también se había quitado el sujetador al ir al baño. – No pensaras que no estoy como una moto de ver cómo le has sacado orgasmos a esas putas y no a mí. Vamos a tu casa y me lo haces a mí también y no admito que estés cansado.

Felipe condujo hacia su casa, metiéndole la mano en el coño en cada semáforo. Cuando llegaron subieron a casa y en el mismo salón se desnudaron y se pusieron a besarse. Luego fueron al dormitorio y Felipe le hizo una sesión especial con polvo incluido. Luego, ya relajados y abrazados, comentaron sobre la noche.

-        Todas me han pedido tu teléfono. ¿Se lo doy?

-        De momento no. Estoy empezando a cansarme de añadir nuevos conejos. Además, empieza a ser peligroso, no sé dónde han zorreado antes de que yo meta la lengua. Hoy me he pasado y va a ser la primera y la última vez. Cuéntame cosas de ellas, para documentar la colección.

-        Sonia, como te dije, acaba de separarse por razones de incompatibilidad. Maria está casada con un arquitecto famosillo y algo bohemio, de esos que construyen edificios raros, donde solo vivirían ellos, sin paredes y toco en curva. Susana vive con un psiquiatra, y le pone los cuernos días sí y día también.

-        Pues esas son las peligrosas, te contagian algo en cuanto te descuidas. Me arrepiento de haberles hecho el oral, porque puedo pillar algo. Me he dejado llevar por el papel, y también, porque unos coñitos de cuarenta no se pillan ya todos los días.

-        Tienes el mio siempre a tu disposición.

-        Gracias. Por eso no voy a volver a hacerlo. ¿Y la otra?

-        Elisa es de mi estilo, una amargada, casada con un capullo, como yo. Me alegro de que le haya puesto unos pequeños cuernos. Lo mismo se han ido luego de fiesta y terminan follando por ahí.

-        Como has hecho tu

-        Esto no es por ahí. Lo nuestro es muy diferente.

Siguieron charlando y ya muy tarde, casi amaneciendo, Rocio se fue a su casa.

Una semana después Rocio le comentó que le había llamado su amiga Elisa, pidiéndole su teléfono. Ella le había dicho que no tenía autorización para dárselo.

-        Me ha dicho que fue la cuarta y que se te veía cansado.

-        Eso es una disculpa tonta. Quiere repetir.

-        Ya lo sé, pero es la única que yo creo que nunca le había puesto los cuernos a su marido y no se esperaba que se pudiese una correr de la forma en la que tú se lo hiciste. Posiblemente nunca hubiese aceptado hacerlo si no hubiese sido en aquel ambiente. Algo parecido a lo que me pasaba a mí, que nunca pensé en ponerle los cuernos a Luis y había asumido vivir el resto de mi vida amargada.

-        Bueno, ¿y qué quieres?

-        ¿No está claro?

-        Ya lo veo. Te dije que era peligroso aumentar el número de gente.

-        Ya, pero Elisa es de fiar. Su marido es otro muermo, incapaz de pillar algo por ahí y de transmitírselo a ella.

-        ¿Y qué propones?

-        Bueno, yo no puedo participar para mantener mi imagen con ellas, y tu tampoco debes traerla aquí porque sabría donde vives y, en consecuencia, quién eres. ¿Has tirado el disfraz?

-        Pues sí, estaba lleno de babas y esas cosas no aguantan dos lavados.

-        Pues tendremos que comprar otro y hacerlo en una habitación de hotel ¿Vale?

-        Qué remedio, pero ¿qué me vas a dar a cambio?

-        Pues cuando se vaya Elisa, aprovecharemos la habitación y podríamos quedarnos hasta tarde…

-        ¿Y cómo vas a justificar que te quedas?

-        No, yo la llevo, te la dejo, te la trabajas bien, luego te despides y cuando se vaya, aparezco yo.

-        ¿No vas a estar presente?

-        Prefiero no estar, algún día sabrás por qué.

Así lo hicieron, se fueron a buscar otro disfraz y esta vez fue de Batman, que tenia la boca libre, aunque el cuerpo era algo más rígido, por la coraza de goma. Rocio estuvo riéndose de la máscara con las puntas hacia arriba, como si fuesen cuernos. Felipe se lo probó en la tienda y Rocio no pudo contenerse y se metió con el en el probador, teniéndole él que hacer un dedo.

-        No esta mal, pero la capa no me la pongo.

-        Para Elisa basta con que te pongas solo la máscara, pero luego, por la noche, para mí, lo quiero completo, con capa y todo…. Bueno te dejo que lleves la bragueta abierta y el pajarito fuera. Yo llegaré sin bragas, como el otro día.

-        ¿Y por que no te compras tu otro disfraz, por ejemplo, de caperucita, de enfermera, de colegiala o algo parecido?

-        Pues es buena idea. No necesito comprarlo, me has dado una idea.

El siguiente viernes Felipe alquiló una habitación en un buen hotel, pero situado en las afueras, en un polígono tecnológico, donde además no resultase extraño que fuesen parejas, es decir, un picadero. Mando un mensaje a Rocio con la ubicación. A las ocho de la tarde estaba en la habitación preparado, con su traje de Batman, la parafernalia oriental y la mesa de masajes preparada. Un poco después llamaron a la puerta y apareció Elisa.

-        Perdona Victor, creo que así te llaman, estoy un poco cortada. Nunca he hecho esto…

-        Ya me lo dijo Rocio. Entiendo que el otro día, con el calentón, te animaras, y que ahora, en frio, te sea más difícil. Si quieres nos sentamos y hablamos unos minutos, por aquello de no llegar y al lio.

-        Vale – aceptó Elisa y se sentaron en los dos silloncitos que había en la habitación.

-        Me dijo Rocio que estás casada.

-        Si, me casé hace años. Tenemos una hija.

-        Entiendo que no te va de maravilla cuando estas quedando conmigo. No se si me quieres contar algo, aunque sea algo privado, pero me permitiría conocerte mejor…

-        Bueno, no se. Conocí a Satur cuando estaba estudiando las oposiciones de registrador.

-        ¿Saturnino o Saturno?

-        No, peor. Se llama Saturio y es de Soria, porque allí San Saturio es el patrono de la ciudad y a él le pusieron así. Es un nombre raro fuera de esa ciudad y le llamamos Satur. Bueno pues estudiaba para registrador y se pasaba el día cantando los temas. Casi no salíamos, porque estudiaba día y noche. A veces nos poníamos a ver una película y él mientras, por lo bajini, seguía cantando temas de memoria. Luego aprobó y, al mes, nos casamos porque le destinaron de registrador a un pueblo perdido de la mano de Dios. Allí nos fuimos y, al poco de llegar, me di cuenta de que Satur era un pelmazo que me acababa de dejar embarazada.

-        Ya veo…

-        Algo parecido a lo de Rocío, aunque no se si te habrá contado algo ella. Es muy reservada y … bueno, muy borde y antipática, pero es mi amiga y yo la entiendo y la quiero mucho.

-        Ya lo he notado. – dijo Felipe, riéndose en su interior.

-        Es que las dos estamos pensando que estamos desperdiciando la vida. A mí, económicamente me va de maravilla, porque un registrador gana mucho, pero he conocido otros compañeros suyos y no son tal sosos, tan estrechos y tan poco cariñosos con sus mujeres.

-        Ya veo. Y el otro día descubriste algo nuevo…

-        Pues sí. No sabía que se podía sentir así. Mira, Victor, me casé virgen y no te digo que sigo siéndolo, porque tengo una hija, pero sexualmente solo conozco el aquí te la meto, me corro y buenas noches. Como mucho tengo un par de orgasmos al año, y es porque me toco. Nunca le he puesto los cuernos y, de momento, quiero seguir pudiéndole mirar a la cara sin mentirle demasiado, sin que otro me la haya metido, pero correrme no es tan malo. Lo podría hacer sola, pero lo del otro día fue la bomba.

-        Mira Elisa. Yo no me dedico a esto. Soy un conocido de Isa, la hermana de Rocío. Y por eso no quiero que me conozcáis, por si luego nos encontramos, poder evitar situaciones embarazosas. Me encanta ver cómo disfrutan las mujeres, ver cómo se corren y sueltan de todo por la vulva. Esa es mi satisfacción, porque luego, por otro lado, tengo mi vida sexual solucionada.

-        Entonces, ¿no follas con tus clientas?

-        Pues no, salvo que se tercie. Alguna vez lo he hecho.

-        Bueno, pues entonces, ¿me vas a hacer lo mismo que la otra noche?

-        En principio el otro día me deje llevar y os comí el coño a las cuatro, y no hubiera debido hacerlo. Pero hoy puedo hacer la última excepción, porque Rocio me lo ha pedido así.

-        ¿Te lo ha pedido Rocio?

-        Si, más o menos. Dice que eres de fiar, que no eres grupo de riesgo.

-        Bueno, pues vamos a por ello. ¿Me desnudo y me tumbo? ¿Aquí?

-        Por favor. Donde te encuentres más cómoda, te puedes desnudar aquí o en el baño.

-        Pues ya puestos, aquí, que nunca me he desnudado delate de un tío.

Elisa se fue quitando la ropa lentamente, zorreando un poco, y pasándose las manos por su cuerpo. Luego se bajó las bragas lentamente y se tumbó en la camilla. Felipe entendió las necesidades de esa chica e hizo todo lo que pudo hasta sacarle un squirt, lo que logró después de una hora comiéndole el coño y sobándola entera para finalizar aplicándole su técnica.

Una vez que se recuperó y se fue dándose dos besos y agradeciéndole lo que le había hecho, Felipe se dio una ducha y le mandó un mensaje a Rocio. Bajó a tomarse un bocadillo al bar del hotel y se subió y se volvió a vestir de Batman, con mascará, coraza de goma y capa. Luego se puso a ver la tele y esperó.

Media hora despues, llamaron a la puerta y al abrir se encontró a Rocio vestida de colegiala, Con una camisa blanca anudada a la cintura, pero sin nada debajo, transparentándosele y marcándosele los pezones, una falda escocesa que más bien era un cinturón largo, dejando ver parte de su pubis desnudo. Lo completaba con unas medias blanca sobre unos tacones y con una corbata medio apretada que le bajaba por el canalillo.

-        Estas preciosa y muy sexy, por no decir que pareces un zorrón de cuidado. ¿No habrás venido así por la calle?

-        No claro, me he cambiado abajo en el servicio, pero al de la recepción se le salían los ojos al verme pasar camino del ascensor.

-        No me extraña. Espero que no te reconozca nunca.

-        Llevaba gafas oscuras que me he quitado en el ascensor. También me he quitado las bragas y subido la falda antes de llamar a la puerta, no voy a ir enseñando el coñete a la gente.

-        Estas muy guapa, me encantas. ¿Me dejas que te vaya desnudando y, de paso, te coma entera?

-        No sé a qué estas esperando.

Felipe se la comió entera, le saco varios orgasmos y luego consiguió echarle un polvo algo más que razonable, por las ganas que tenía y lo que le gustaba Rocio. Sobre las tres de la mañana se vistieron con otra ropa que traían en una bolsa, guardaron los disfraces para repetir en otra ocasión y se fueron cada uno a su casa.

Continuará...

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