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Fecha: 16-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Grandes Relatos

Vida y... muerte. (11/12)

GUILLEOSC
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El “trabajo” se realizó tal como lo pidieron y me dedico a pasear y conocer con mi novia. / Revelo “secretos caseros”. Surge más de un problema que afectan a la gente nueva de mi entorno y me allano a solucionarlos sin cobrar por ello. Version para imprimir

TRABAJO A PEDIDO - DISFRUTAR LOS ÁNGELES - (11).

Dejé el auto estacionado junto a otros tres que se encontraban junto a la acera de una de las casas de ese barrio, frente a un edificio lujoso y muy coqueto de unos tres pisos de alto, era el único en la zona en propiedad horizontal, desde allí hasta la casa del susodicho tenía unos trescientos metros y me fui caminando, imaginé que la policía o la seguridad del lugar no se meterían a averiguar quién era el tipo elegante y bien vestido que se desplazaba a pie por ese barrio, nadie se buscaría problemas sin saber que tanto podría pesar o que influencias tendría ese presunto propietario con sus jefes.

En mi bolsillo el celular activado con el programa de anulación electrónica me aseguraba una cierta invisibilidad ante las abundantes cámaras del lugar y así como llegué a la entrada de la casa me mandé al interior de la propiedad.  El interior de la casa estaba a oscuras, no así el parque y las adyacencias con la zona de la pileta incluida, pero eso no me importaba.  Los guantes me lo puse cuando estuve cubierto por la edificación y busqué una puerta trasera, fue cosa de un momento, luego de desconectar la alarma electrónica ingresé a la casa en sí utilizando la ganzúa que me había procurado en la tarde.

Las luces exteriores alumbraban el interior de la vivienda y no tuve problemas para desplazarme, me vino bien porque no tuve necesidad de utilizar la pequeña linterna que llevaba.  Recorrí todas las instalaciones del piso superior, eran cuatro con sus respectivos baños, dos de ellas con vestidores y sabiendo que no podría sorprenderme nadie desde lo que sería la planta alta, me dediqué a recorrer la planta baja, utilizando la cobertura de los pocos muebles para que no se advirtiera nada desde afuera.  El living, el comedor, la cocina, un par de habitaciones más chicas, los dos baños, un cuarto que era un despacho o privado, con un escritorio donde, en uno de sus cajones, encontré pastillas sueltas y en varios paquetes de seis, varias jeringas sin usar, frasquitos con otro polvo y una bolsita conteniendo, por lo menos doscientos gramos de cocaína.

Recorrí minuciosamente toda la planta baja y teniendo tiempo a mi favor, me dediqué a buscar un lugar en una de las habitaciones chicas para esperar tranquilo.  Si aparecía solo, cosa que dudaba, me resultaría más fácil, si venía acompañado, ya vería en el momento la decisión que tomaría para actuar.  Dormité sentado en un taburete con respaldo al que ubiqué en un rincón de la habitación que estaba totalmente a oscuras, me encontraba muy tranquilo, sabía que cualquier ruido no me pasaría desapercibido, bueno, no fue cualquier ruido, el sonido de la aceleración del auto deportivo y el que frenara luego de derribar uno de los sillones cercanos a la piscina, me hizo saber que el “fulano” no venía muy “católico” que digamos y “puesto” o alcoholizado o ambas cosas, convenía a mis planes.

El reloj me decía que pasaban unos minutos de las cuatro de la mañana y el tipo demostraba estar enojado, le gritaba a su acompañante y lo arrastraba de una correa que sujetaba a un collar que el pobre infeliz tenía en el cuello, resultó ser el rubio lleno de plumas al que había visto en la piscina.  “No se la mamaste bien, no te esforzaste, porque ni siquiera me conseguiste un pequeño bolo, te voy a arrancar la piel a tiras”, -decía a los gritos, recriminándole y haciéndolo trastabillar por los tirones que le daba a la correa-.  Aquel que cumplía el papel de esclavo sumiso bajaba la cabeza y aceptaba los deseos enfermos de su puto amo, yo los observaba desde la rendija que dejaba la puerta entreabierta de la habitación y se me removían las tripas pues no aceptaba la condición del pobre idiota y tampoco lo hacía con quien consideraba, como a todos ellos, un cobarde disfrazado de “dominante”.

El caso es que, luego de dejarlo tirado en el piso al lado del sofá, le gritó que se desnudara y lo esperara sin ni siquiera pestañear.  De seguido entró en el privado y segundos después volvió a salir con una fusta en la mano y la bolsita que contenía la cocaína.  Tardó muy poco en volcar bastante polvo sobre una mesa ratona y hacer unas cuatro o cinco líneas, luego de tomar él, le exigió al joven que inhalara, éste, que tenía la espalda y los muslos marcados por finas líneas rosadas, seguramente provocadas por anteriores palizas, no dudó e inhaló una línea con cada fosa nasal.

Cuando comenzaba la inhalación de la segunda línea recibió un fustazo que le cruzó toda la espalda, el pobre no pudo contener una exclamación de dolor por lo sorpresivo del golpe y le costó meterse en la nariz lo que restaba del polvo esparcido sobre la mesa, esto motivo que el futuro “finado” se pusiera como loco y comenzara a darle golpe como si castigara a un perro callejero.  “No te quiero escuchar, no te quiero escuchar”, -gritaba y descargaba fustazos que el otro trataba de asimilar sin emitir sonidos.

Habrán sido unos diez golpes y lo dejó para bajarse los pantalones y exhibir un “chizito” de medidas poco respetables, fino y que, seguramente, no llegaba a los quince centímetros, el rubio se lo tragó de un solo bocado mientras aguantaba los golpes de pelvis del enajenado en toda su cara.  El triste espectáculo no duró demasiado, mi “objetivo” terminó bastante rápido y mientras el rubio tragaba se tocaba su propio miembro tratando de llegar al clímax.  Lo decidí en el momento, uno sería por “negocios”, acorde a un contrato establecido, el otro también dejaría de penar.  Poco me importaba el rol que asumía para su presunto placer, para mí era alguien que no sumaba, una escoria que, muerto el dueño, pasaría a buscarse un sustituto para seguir su triste derrotero.  Uno estaba despatarrado en el sofá, agotado, cansado y totalmente drogado, el otro estaba más o menos igual, pero arrodillado en el piso y con el rostro apoyado sobre el muslo del “amo”.

Ninguno de los dos se percató de mi presencia y el spray rociado en sus caras los durmió en el acto.  Yo había observado que los golpes con la fusta los daba con la mano derecha y fue una duda que me saqué, pues debido a su mano hábil, tendría que darle la inclinación al pinchazo.  Teniendo la jeringa con el preparado en la mano busqué huellas de piquetes en sus brazos, estaba limpio de las dos extremidades superiores y las huellas las encontré sobre su tobillo izquierdo, no tardé en encontrar una vena e inyectarlo, luego hice que sus huellas quedaran en el émbolo y en el cuerpo de la jeringa que quedó clavada en su pie, nadie dudaría de que él mismo se había inyectado.

Con el sumiso dormido fue más fácil, coloqué las dos manos del inyectado sobre su cuello, los respectivos pulgares sobre la glotis y con mis manos sobre esas dos, apreté con fuerza, tardé muy poco en lograr la presión necesaria para producir la fractura de la laringe y el desacomodo de la misma, lo que le provocaría la muerte por asfixia producto del estrangulamiento.

Ese ya estaba y tardaría menos de un minuto en dejar de respirar.  Restaba esperar la reacción de la víctima principal y éste, dormido y todo, experimentó varios movimientos compulsivos de su cuerpo mientras la droga actuaba en su organismo, finalmente, largando una baba blanca y espesa por la comisura de sus labios, quedó tieso como si todos sus músculos se hubieran contracturado.  Controlé que ninguno de los dos respirara y luego de esto acomodé los cuerpos, les quedaría a los detectives elucubrar si la muerte del rubio se había producido antes o después de que el supuesto asesino se drogara, pero eso era algo que no me quitaba el sueño, seguramente los Forenses y la policía lo acomodarían a conveniencia de la Causa.

El regreso hasta el auto no me supuso ningún contratiempo, no me sentía ni bien ni mal, se podría decir que me encontraba en un punto neutro y en mi mente ya empezaba a borrarse el suceso.  Llegué al hotel cuando ya el sol se hacía notar, eran apenas pasadas las seis de la mañana, Karina dormía como una bendita enarbolando su hermoso culo por afuera de las sábanas y me metí pronto bajo la ducha a sacarme los olores a adrenalina y el sudor.  No habían pasado más de tres minutos y pronto tuve a la colorada a mi lado, estaba completamente desnuda diciendo con voz sensual que ella se ocuparía de bañarme, no tardé en ponerme a mil, la excitación que me provocaba el cuerpo desnudo de mi novia, sumado a la libido un tanto alterada que traía después de haber hecho el “trabajo” se tradujo en una erección que parecía más grande de lo normal…  “me encanta que te pongas durísimo cuando me ves desnuda”, -dijo Karina arrodillándose en la bañera-.

Que estuviera dispuesta me vino de maravilla, ella no podía saber que eso me sucedía desde mi primer “contrato”, una vez que finiquitaba algún “trabajo” me ponía como si me hubieran dado un puré de Viagra y necesitaba descargar toda esa libido disparada.  Al principio le busqué un montón de explicaciones y barajé distintos motivos que podrían ser valederos, después dejó de interesarme y sólo buscaba de “calmarme” con una descarga en alguna oquedad dispuesta, es más, algunas veces tuve que recurrir a mis cinco amigos de la mano derecha, nada más que para dormirme un tanto relajado.

Creo que Raúl lo sabía porque me hacía acompañarlo para que termináramos encontrando siempre a alguna chica dispuesta.  Cuando crecí y ya no estuvo Raúl, apunté mis cañones a chicas “de calidad”.  En mi cerebro funcionaba una agenda detallada y recordé las veces que había llamado a Karina o a Mercedes (la escort hija de un estanciero) para calmar la adrenalina y la calentura que esos momentos me generaban.  Las había convertido en mis favoritas habitués y tenía la ventaja de tener a una, si se quiere, a disposición continua.

Karina, ajena a todo esto, se dedicó a realizarme una mamada lenta y profunda, me miraba con sus profundos ojos verdes y tragaba hasta que sobrepasaba su garganta, sus ojos se le llenaban de lágrimas y aguantaba las arcadas para cumplir el cometido de apretar su nariz en mi pelvis.  No estuvo mucho tiempo así, apenas unas siete u ocho veces de entrar y salir en su garganta profunda, ella controlaba todo y cuando sintió que el miembro latía, pegó la nariz a mi pelvis depilada y esperó la descarga que tragó sin que nada se perdiera.

Mi gemido de satisfacción provocó un estremecimiento en todo su cuerpo y hundió las uñas en mis glúteos, no me lastimó, pero sus uñas se hicieron sentir, aunque no acusé tanto los pinchazos porque mis nalgas estaban contraídas y endurecidas.  Al abandonar su boca se incorporó y me besó, ni gusto a mí tenía en su lengua y al dejar de besarme me habló:

  • Te escuché cuando llegaste y yo tampoco me puedo controlar cuando te veo desnudo.
  • Confesá celosita, lo hiciste para ver si te respondía y no me había distraído en ningún otro lado.
  • No seas tonto, eso ni siquiera lo pienso, aunque, si lo hicieras, recordá que siempre me tenés que dejar un resto y a mí no podés engañarme, esto de recién, nada que ver con ningún resto.

Luego de secarnos intercambiando caricias, volvimos a la cama y no tardé en quedarme dormido, ella me acompañó, como siempre, con medio cuerpo sobre el mío y eso me encantaba.  Me desperté cuando ya teníamos el mediodía encima, estaba solo en la cama y cuando la llamé vino enseguida para preguntarme por el almuerzo, le contesté que ya estaba liberado y a su entera disposición, “genial, pedimos el almuerzo en la habitación y luego vemos de hacer un poco de turismo a la tarde, ¿te va?”.  No pude negarme, habría que hacer de turista en Los Ángeles.

Tal como dicen, la ciudad de Los Ángeles goza de un verano eterno y si además hay playas, mejor que mejor.  Lógicamente Karina no se iba a privar de acaparar el sol, aunque ello conllevara montones de ojos y babas que generaba su escueta tanga y no sólo el traje de baño, caminar con un shorcito mínimo y una remera que dejaba su ombligo al descubierto, también acaparaba miradas de deseo y envidias hacia mí, porque no se despegaba de mi presencia.  La primera tarde juntos nos metimos en un tour para recorrer Beverly Hill, cholulismo puro entre todos los integrantes del tour y de aquí debo reconocer que las mansiones de artistas y personalidades provocaban admiración.  Nos dio tiempo a recorrer Sunset Strip, plagado de sitios de diversión nocturna, además de diversas tiendas en que abundan ropas y suvenires.  Todo te incentiva la imaginación por la enorme cantidad de películas y series que se rodaban en esas zonas y lograban que las identificaras rápido.

Regresamos al hotel para la hora de la cena, comimos bien en el restaurant y hablamos sobre la zona de la confitería.  Karina, en un principio, me dijo que luego podríamos ir a tomar algo en las butacas de la barra o salir a buscar algún lugar apropiado para esa copa, pero después de cenar opíparamente, desistió de la idea, se le había metido en la cabeza salir en la mañana a recorrer playas y prefería irse a dormir temprano.  ¡Minga con lo de dormir temprano!, ella tomaba ese viaje como una especie de luna de miel y en cualquier luna de miel que se precie, nos matamos en la cama hasta después de la una de la mañana.

En la mañana estaba hiperactiva y me sugirió la idea de recorrer todas las playas que pudiésemos, así que, después de desayunar, tomamos el auto y nos largamos a recorrer.  Nos pasamos tres días en ese metiers, Venice Beach, Santa Mónica, Manhattan Beach, Long Beach, Paradise Cove en Malibú, las grutas del State Park “Leo Carrillo”.  En ninguna de ellas nos privamos de nada en compras, tragos y tranquilidad, las ventajas de muchas de las playas privadas estaban dada porque con dinero en el bolsillo, en el país de los “verdes”, las atenciones son distintas y casi que personalizadas.

Respecto de mi “trabajo”, ni pensaba en eso, no era algo que me quitara el sueño, pero, ya me había llegado el mail, avisándome en códigos, que el total de los honorarios por mi “trabajo” ya estaba acreditado, además, por medio de otro código me hacían saber que había otro mensaje privado para mi conocimiento.  Por medio de éste me hacían saber que el cliente estaba satisfecho, aunque no había salido todo como él esperaba.  La idea primordial era la de sacar al rubio de la dominación y sumisión que el “objetivo” ejercía sobre quien resultó ser el hijastro del cliente y esto no había podido ser.

Nadie me había avisado nada al respecto, esto era un error que les competía a los “organizadores” o, en su defecto al cliente por, como se dice vulgarmente “esconder la leche” y no aclarar debidamente las cosas de entrada.  Como fuere, nadie me hizo responsable de ese “desliz”, no hubo ninguna pregunta al respecto, ni yo me sentía responsable de ese “daño colateral”.  Así y todo, no pude abstenerme de comprar un periódico para enterarme de la noticia según los ojos de la Prensa y/o de las autoridades policiales.  “Drama Pasional, Dominación, Sumisión, Homosexualidad, Drogas, Excesos, Sobredosis, Celos y Muerte entre personajes de segundo orden de la farándula”, titulaba un pasquín un tanto amarillista.

El Periodista hacía hincapié en que, según fuentes, el problema había surgido en las instalaciones de una confitería bailable por las “atenciones” que la víctima más joven habría brindado a un tercero (a quien no nombraban) y que luego el problema se trasladó a la casa de los amantes donde se suscitó el drama, el jovencito, luego de ser salvajemente golpeado, fue ahorcado hasta la asfixia por el dueño de la casa, quien, presuntamente apesadumbrado por su acto o abrumado por las drogas, se habría inyectado una dosis mortal de un combinado de las denominadas “duras”.

El artículo hacía mención a la cantidad de drogas halladas en el lugar, al collar, a la fusta y a las heridas provocadas por los golpes en una de las víctimas y que existían otros golpes que no eran tan recientes, eso ya no me interesaba, aunque estaba claro que el Periodista estaba bien informado desde la oficina del Forense y alguna que otra fuente policial.  Me desentendí de la lectura mirando a Karina que en ese momento se levantaba de las cómodas poltronas y se dirigía, absolutamente infartante, hacía la orilla del mar a darse un chapuzón.  Me extasié observando su escultural cuerpo tostado en que resaltaba su cabellera pelirroja, luego dejé todo y la seguí.

Nos quedamos dos días más en Los Ángeles y aprovechamos a recorrer todos los sitios que fueran posibles.  Una noche habíamos ido a bailar y adosamos a Rosita con nosotros, en realidad, ella fue quien nos llevó a la discoteca, pero estuvimos poco allí, me había hecho la película para hacer un trío con la mexicana y Karina no diría que no, no se pudo dar, ella se encontró con un par de amigos, que rondaban los cincuenta, bastante babosos por cierto y fue la “colo” la que pidió de irnos porque no aguantaba el ruido de la música, y sí, escribí bien, no era sonido, era ruido y demasiado estridente.

Al otro día Rosita pasó al olvido, “no tiene nivel, agarra lo que venga”, -dijo Karina un tanto disgustada-, lógicamente, ni planteé mi película de trío, ni contesté su comentario, estábamos por ir a visitar las famosas letras de Hollywood emplazadas en una colina y los estudios de la Warner, nos dedicamos a eso y no la volvimos a encontrar por el hotel.  Al final de cuentas, nos quedaron muchos lugares para recorrer y visitar, pero esa especie de vacaciones disfrazada de luna de miel, nos cansó más de lo debido.

Entre nosotros estábamos bien, nos divertíamos, disfrutábamos, hablábamos mucho, aunque no había preguntas incómodas para mí, nos desquiciábamos un poco en la cama y en alguno que otro lugar público, llámese baños en la playa o dentro del mar, apenas haciendo pie y con el agua al cuello.  Ver el culo de Karina con la tirita de la tanga metida en esos montes gloriosos, me ponía como un burro y ella me hacía “la segunda” pues mi excitación la ponía a mil.

Paseábamos por Downtown en el Centro Cívico, rodeados por una jungla de cemento y edificios altísimos y la “colo”, luego de darme un beso me preguntó, “¿cuándo volvemos cielo?” …  Fue suficiente, al otro día por la mañana estábamos tomando el vuelo de regreso.  Las compras que habíamos hecho relacionadas con la empresa de computación y varias mercaderías de electrónica que se comercializarían en los locales, irían por cargas aéreas, con lo comprado por Karina hubo que adquirir un par de valijas extras, aunque era más bulto que gasto.

JULIA INTERNADA. (12).

El viaje de regreso se cumplió a horario, pero nos pareció que tardaba menos, posiblemente por las ganas de volver o quizás porque nos dormimos todo, el caso es que, poco antes de la hora de cenar, salíamos del aeropuerto, nos subimos al auto que había quedado en el inmenso estacionamiento de la terminal aérea y nos fuimos para mi casa.  Sabiendo que en casa era difícil que encontráramos algo para cenar, nos detuvimos en una parrilla y nos atiborramos de carne a la parrilla, sin que faltara el delicioso asado de tira y las mollejas.

Tendríamos todo el domingo para habituarnos al ritmo de vida de siempre, pero, por lo pronto, aun a pesar de haber dormido en el avión, estábamos cansados por el viaje y “pipones” por el asado de la cena, ni siquiera nos fuimos a bañar, controlé que en la casa todo estuviese en orden y como la cama se nos antojaba como un oasis en medio de un desierto, no tardamos nada en quedarnos dormidos.  Me desperté por el trinar de pájaros y por la humedad en mis bajos, Karina se había despertado mimosa y su boca se ocupaba de mi entrepierna.

Después le tocó el turno al baño en conjunto y lo pasamos tan bien como con la cama, desayunar fue apenas un trámite y Karina tomó las riendas de la casa, apartó la ropa limpia que había en el equipaje, separó los regalos para sus dos secretarias, para Estela y las docentes, los cuales yo me tenía que encargar de llevar y metió en bolsas la ropa de vestir que habíamos usado, eso había que llevarlo al lavadero y me preguntó si había algún lavadero cercano.  Conjuntamente con el dato del teléfono que le acerqué para que llamara y que vinieran a retirar la ropa, le dije que había cosas que tenía que explicarle de la casa.

Si lo del lavadero fue una especie de sorpresa, no fue menos el tema de la empresa de limpieza que me mandaban tres operarias cada cuatro días para dejar la casa hecha un chiche.  “Ya me imaginaba que vos no te ocupabas de mantener la casa”, -expresó sonriendo-.  Le expliqué que había otras cosas más que debía saber, había decidido que supiera todo lo importante, aunque sin saber todos los pormenores, eso estaba claro.  Le mostré todo el sistema de seguridad y que teclas tenía que tocar para habilitar las cámaras cuyas imágenes salían en el monitor del living, el cual mostraba las imágenes en cuatro segmentos separados.  Me abstuve de hablar o mostrarle las cámaras dispuestas en la casa y las habitaciones.  Por último, le dije que la casa tenía otro secreto que ella sola debía saber porque muchas veces pasaría que yo estaría en la casa, pero ella no me podría ver.

  • ¿Cómo es eso?, ¿te hacés invisible?, a esta altura ya creo lo que fuere, -preguntó mirándome divertida-.
  • No es tan así, es sólo que me meto en la estufa de leños...
  • Jajaja, ¿qué me querés decir?, ¿prendés los leños y desaparecés en el fuego como si fueras una especie de Demonio en llamas o te convertís en Papá Noel?, -yo la miré con seriedad y se arrepintió enseguida de su risa-.  Disculpá cielo, no abro más la boca, ya me di cuenta que lo tuyo es top secret, me rio un poco por los nervios de lo que voy descubriendo.  ¿Qué sucede con la estufa de leños?...

Los ojos y la boca se abrieron grandes cuando el modulo principal de la estufa se movió y quedó al descubierto la puerta de acero con las cerraduras de seguridad.  “Vení, te voy a mostrar mi lugar secreto, desde allí manejo las comunicaciones y el acceso informático con todo el Mundo, es sólo para que lo veas, pero no estás autorizada a estar sola allí adentro porque tengo archivos que, de conocerlos, te pondrían en un peligro del cual ni yo te podría salvar”.  La confianza y la intriga que puso de manifiesto al estar dentro de esa habitación, a la que ingresó después de ver que yo la abría la puerta con la lectura de mis retinas, se convirtió en un miedo incipiente cuando escuchó lo que le decía, noté toda la tensión en su cuerpo y también noté que trataba de mantenerse para no preguntar, todo su cuerpo y su mente eran una especie de signo de interrogación, hasta que comenzó a soltarse.

  • Estoy completamente anonadada.  Siempre te imaginé como un tipo misterioso y ahora parece que fueras una especie de agente secreto de un alto nivel, ¿por qué me mostrás todo esto?...
  • Efectivamente, soy algo así y los motivos para mostrarte esto son varios, en principio, porque sos mi pareja y te merecés la confianza que te doy, después porque sabiendo todo esto tendrás que entender mis silencios y mi falta de respuestas a algunos de tus posibles interrogantes o las ausencias repentinas cuando tenga que hacer trabajos fuera de las coberturas que tengo con el colegio y la empresa.
  • Olvidate de que te pueda preguntar algo, ya sabés de mi discreción, aunque con esto tengo que elevarla al máximo, pues, si es como en las películas, lo menos que me puede costar es la lengua.  Todos esos equipos, monitores y armas me dan escalofríos.
  • Las películas son películas, pero, tienen visos de realidad, en algo se inspiran para hacerlas, sólo con la imaginación no alcanza.
  • ¿Tenés algún horario para atender todo esto?
  • Mis horarios para esto son totalmente full-time, pero sólo me dedico a atenderlo cuando avisan a mi celular que me requieren, aunque nunca entenderás los mensajes.
  • ¡Noooo!, ni falta que me hace, imagino que tus jefes ya sabrán todo de mí, ¿te pusieron algún inconveniente por mi pasado?
  • Saben, claro que saben, pero mi vida personal la manejo yo, a menos que…
  • Ya está, te entendí, a menos que tu pareja sea una bocona o no se comporte acorde a lo que se pretende, ¿no?  De todos modos, yo voy a ser digna de la confianza que me das, jamás te daré motivos para que dudes.
  • De eso estoy seguro, de lo contrario nunca hubieras podido acceder a esta parte de mi vida y, desde ahora en más tenés que vivir la vida lo mejor que puedas, de los secretos me ocupo yo.
  • De mí también te vas a tener que ocupar, conocer todo esto y hacerme la película con un montón de cosas, hace que me sienta más apegada a vos, te amo más y me calienta mal, ¡ufff!, no sabés como estoy…
  • Jajaja, ¿más todavía?, te subís a la moto enseguida, me vas a terminar secando.

Se le notaba la calentura en las miradas y en los movimientos del cuerpo, tardó décimas de segundos en sacarse la remera y el short que tenía puesto, se arrimó a mí abrazándome con fuerza y me devoró la boca con sus labios tentadores.  Me fue llevando despacio hasta el sofá cama que allí había y me dejé caer en él arrastrando a Karina aferrada a mí como una lapa.  Después de exponer todo un repertorio de mimos, caricias, besos, penetraciones, gritos y gemidos nos “desmayamos” hasta las tres de la tarde.

Nos despertamos con un hambre que nos comíamos las paredes, vuelta a bañarnos y nos arreglamos con una especie de merienda improvisada.  Luego de esto me dijo de ir hasta su departamento pues tenía que retirar ropa y ordenar un poco porque antes de salir había dejado todo desordenado.  El tema es que se fue sola con el Toyota, coche que, desde ahora en más, usaría como suyo.  Estando solo bajé de mi celular las fotos de las visitas hechas al “Queen Mary”, al Faro de Los Ángeles, al Mundo Marino,al Muelle Histórico y los recorridos por los distintos barrios de lujo visitados (Bel Air, Beverly Hills, Pacific Palisade y otros), que ella eligiera las mejores para su álbum adosándolas a las que ya tenía.

Yo estaba satisfecho, desde ese momento podría moverme con más tranquilidad con lo mío, Karina no se metería para nada ni haría preguntas de las que son difíciles de contestar.  La “película” de “agentes secretos” u organismos gubernamentales que actuaban en “las sombras” y que ella imaginaba de modo superlativo, me aseguraban su discreción sin meterse en nada, sabiendo además que, de caminar “torcida” en algo, le podía costar muy caro, ni siquiera había tenido la necesidad de amenazarla con nada.  Me jodía un poco toda esa mentira, pero haber vivido siempre en ella, me daba facilidades que me convenían.

Regresó como a las nueve de la noche, salimos a cenar afuera y nos dormimos temprano, pues en la mañana había que comenzar de nuevo con el trajinar diario.  Resultó que, como tenía todo muy “aceitadito”, tanto en el colegio como en los locales y la empresa, no hubo mayores novedades.  Bajé del auto llevando una mochila pequeña que contenía los distintos paquetes con los regalos para las docentes y el personal administrativo del colegio, eran gustos que me podía dar y la presencia de Karina me ayudó en la elección de los distintos presentes.

Bastó con elegir un comercio que vendía bijouterie de calidad y allí sólo hubo que elegir, lógicamente la que recibió la mejor pieza fue Estela y en este caso fue una hermosa pulsera de oro con un dije en forma de llave, ella entendería la broma implícita.  Las docentes se sintieron bien con los presentes y me los agradecieron, algunas incluso con algunas miradas que dejaban entrever otros agradecimientos.  Lo mejor es que ninguna de ellas sabía de mis códigos, menos que menos que ya estaban todos rotos.  Jajaja, a esa altura las tenía a todos “apuntadas”.  La que estuvo más que suelta fue Estela, ni siquiera le había dado el presente cuando fue a mi oficina a tomar el turno.  Estaba maquillada, se había cambiado el peinado y su ropa se había acortado y ajustado como por encanto.  “Hola “maestra”, -le dije-, “veo que está más linda que nunca, la felicito por los cambios”.  Acusó el impacto por el halago y giró sobre sí misma para mostrarse mientras me decía:

  • La culpa es tuya, hiciste que me volvieran las ganas, es como si hubiera rejuvenecido un montón de años.
  • No jodás, ¿vieja de dónde?, da gusto admirarte y mejor no hablo de otras cosas.
  • Ni lo digas, te extrañé un montón, ayer estuve excitada todo el día pensando en que hoy te vería, que no te joda no quiere decir que la cabeza no me camine, jajaja.
  • ¡Qué lástima que no te haya durado hasta hoy!, yo también te extrañé y te traje un regalito.

“¿Quién te dijo que no me dura?  El regalo no era necesario, me basta con que tomes posesión de algo que te faltó ese día en casa, sería mi mejor regalo”, -me dijo esto mientras cerraba la puerta con traba y se acercaba como una pantera-.  Me encantó besar a Estela y apretar sus nalgas con mis dos manos, escucharla gemir mientras mis labios la devoraban y mi lengua entrechocaba con la suya me pusieron a mil.  Nos separamos porque el aire nos empezaba a faltar y sus manos no daban abasto para aflojarme el cinturón, “por la cola no porque voy a gritar como desaforada, pero, se bueno, cogeme, aunque sea con un rapidito, no te imaginás que puta me siento cuando estoy a tu lado, después me contás como te fue en el viaje y con la compañía”.  No podía defraudarla, tampoco quería y después de bajarme el pantalón y el bóxer, me llevó hasta el sillón de mi escritorio, donde dejó que me sentara mientras ella se subía la pollera, dejándome admirar sus muslos firmes.

No tenía ropa interior y no bien se arrodilló a los costados de mis muslos, descendió hasta que el glande hizo contacto con su vagina húmeda.  Todo lo hizo ella y se amorró a mis labios, no tanto para besarme, sino para no dejar que sus gemidos de dolor-placer se escucharan cuando se penetraba hasta hacer tope.  Su estrechez me enloquecía, noté todos y cada uno de sus pliegues, pero lo mejor vino cuando comenzó a mover las caderas y sus orgasmos no tardaron en llegar.  No quise ni pude aguantar, me vacié en su interior y ella no pudo reprimir un orgasmo que parecía estar esperando.  La dejé que se recuperara y me miró sonriendo satisfecha a la par que me decía:

  • ¡Ufff!, esto está genial, las ganas renacieron y parecen mantenerse, pero… tengo que aceptar que el físico no acompaña, estoy destruida, feliz, aunque siento pinchazos en todo el cuerpo y no te imaginás en otras partes de mi humanidad.
  • Esa actitud de quejosa te hace más “viejita”.  Jajaja, a mí me encanta provocarte todo esos “pinchazos”.
  • Sos de lo que no hay José María, tendría que haber aprovechado cuando eras adolescente, pero… ya está, por más que me haga la cabeza, lo que pasó, pasó.  Esperá un poco que voy al baño y después me contás como te fue.

La vi moverse con desparpajo y más segura de sí misma cuando se dirigió desnuda y moviendo las nalgas hasta el baño que tenía adosado a mi oficina.  Al regresar ya venía vestida y con una enorme sonrisa conjuntamente con la mano extendida, “ahora quiero ver el regalito que me compraste”, -dijo con picardía-  Abrió los ojos grandes cuando vio la pulsera y luego de agradecerme lanzó una carcajada diciendo: “Cada vez que la vea con esa llavecita colgando voy a recordar el día en que me hiciste una mujer feliz”.

Luego de esto, me pasó las novedades, repartimos los presentes a las chicas del turno tarde y me fui para la empresa de computación pues recordé que le había prometido a Marta, la hermana de Julia, la policía, que cuando regresara del viaje las invitaría a cenar.  No es que me quisiera apurar con eso, pero, que me viera y deslizarle un par de comentarios elogiosos haría que se incentivaran sus ganas, después se vería en lo que resultaba.  Con Karina estaba genial, aunque me daba cuenta que la libido se me había disparado.

Recordé en el camino que sólo trabajaba por la mañana, entonces me tomé un tiempo más largo y me fui a recorrer los locales, al primero que fui fue al que estaban terminando, faltaba muy poco para que se inaugurara.  Hablé con el muchacho que sería el encargado del mismo y lo saludé recordando que lo conocía de otro local, le pregunté qué hacía allí y me explicó que era algo consensuado con la Gerente.  Él vivía a pocas cuadras del nuevo local y Karina había ascendido a otro como encargado del local que ya funcionaba regularmente y había mandado a éste muchacho a hacerse cargo del nuevo.

Me explicó que hacía un ahorro considerable en viajes y en tiempo que dedicaría a su esposa e hijos.  No me pareció mala idea y, como me quedé pensando, preguntó con un poco de temor si el cambio estaba bien.  “Me parece perfecto”, -le contesté, haciéndole saber que era potestad de la Gerente General-.  De inmediato me di cuenta que había ido a los locales sin avisarle a Karina y la llamé por teléfono para avisarle lo que había hecho.  En realidad, podía hacerlo sin tenerle que dar explicaciones a nadie, pero, nobleza obliga, poder podía, pero, no debía pasarla por alto porque a mí se me antojara.

“Disfracé” un poco la cosa, diciéndole que había tenido que atender un tema en la zona y había aprovechado a pasar por el local, viendo con agrado que faltaba muy poco para inaugurarlo.  “Está bien cielo, me ahorraste el viaje porque tenía agendado el pasar por los locales mañana a la mañana, luego nos ponemos de acuerdo con la fecha de inauguración, ¿Venís para acá o me vas a buscar al departamento?, te lo pregunto porque tenía ganas de pasar por el gimnasio, con los días de “luna de miel” me desfasé un poquito y quiero ponerme al día”.

  • Ojo, con eso de andar mostrando el culito a otros.
  • Sos un tonto, no sé cómo hacer para que me tengas confianza, si querés salgo de acá y me voy para tu casa.
  • Ahora la tonta sos vos que te perseguís, andá tranquila, yo te veo luego o mañana, ¿les gustaron a las chicas los regalos?, -dije para cambiar la conversación-.
  • Quedaron encantadas, Marta estaba enloquecida con el perfume, me contó que el nene está genial en el colegio, pero, estaba de capa caída porque la hermana tuvo un problema grave en el trabajo.
  • ¿Qué le pasó?
  • No me supo explicar bien, parece que a ella y a un compañero los mandaron a investigar un homicidio y los estaban esperando unos tipos, al compañero lo desmayaron de un golpe, pero a ella le quebraron dos costillas, un brazo, creo que le rompieron la cabeza y le robaron el arma, no quise preguntarle más.
  • ¿Está en la casa o está internada?
  • Creo que está internada en el hospital de la Obra Social de ellos, si querés le pregunto bien.
  • No, dejalo así, “no levantes la perdiz”, yo tengo manera de enterarme, quiero averiguar bien que pasó allí, siempre nos conviene tener un aliado en la Policía.
  • Listo vida, entonces, después del gimnasio me voy a mi departamento, si me necesitás para algo llamame, te amo, cuidate.

Me fui directamente para mi casa, lo primero que me vino a la cabeza es lo que me había dicho Julia, “tengo problemas en el trabajo porque no me prendo en ninguna” y se me hacía que, en el medio podría haber un caso de corrupción.  Tenía claro que lo mío no pasaba por andar haciéndome el “Quijote”, pero me tintineaba en la cabeza lo que me había dicho Raúl en una ocasión cuando temí que pudiera pasarle algo, “no vas a poder evitar que le suceda algo a alguno de tus afectos, pero, los culpables tienen que saber que deben pagar con sangre por haberse metido con quien no debían”.

Me costó poco entrar en la red del hospital de la Obra Social Policial, allí averigüé que Julia se encontraba internada en el segundo piso, tampoco me costó fraguar una credencial de Médico Policial y una autorización para visitar a la paciente con orden emanada directamente del Jefe Policial.  Vestido con un sobrio traje azul oscuro estacioné el Audi en la playa de estacionamiento reservada para el personal médico ejecutivo.  La orden escrita que provenía de la Jefatura policial de más alto rango me abrió las puertas y los accesos hasta el paciente sin preguntas.

Podría haber ido como cualquier hijo de vecino, pero estimé que no se permitirían visitas a deshoras y que la habitación tendría custodia permanente.  Fue tal como lo pensé y hubo sólo un oficial que me detuvo para decirme que tenía que corroborar mis datos ante la Jefatura, le contesté sin inmutarme: “No hay inconveniente, pero le aconsejo que hable directamente con el Jefe, no creo que ningún otro en la Jefatura esté enterado del pedido que me hizo, le doy el teléfono personal, hable directamente usted con él y hágase cargo del malestar que pudiera ocasionar”.

Le extendí el número de teléfono después de buscarlo en mi agenda y el titubeo del oficial fue evidente.  Sabía que el más alto Jefe Policial no tenía buen carácter con sus subalternos y se arriesgaba a recibir una reprimenda por haber dudado de la orden escrita.  Hizo lo que yo esperaba, desistió de llamar agregando: “Es mejor que me atenga a la orden escrita, necesita algo más” …  “No, por ahora no, acompáñeme a ver a la paciente para que se quede tranquilo respecto a que me conoce, luego le voy a pedir que me deje solo con ella”.  Había un agente en la puerta de la habitación y se cuadró cuando nos vio llegar se retiró cuando nos dejó ingresar al cuarto y la cara de Julia cuando me vio no tuvo desperdicio.  La pobre tenía el rostro amoratado, la nariz hinchada, un brazo enyesado y puesto en cabestrillo sobre una especie de trapecio y la cabeza vendada.  No podía incorporar su cuerpo por el dolor en las costillas, pero lo intentó a la par que decía:

  • José María, ¿qué estás haciendo acá?...
  • Hola Julia, no te pregunto cómo estás, me basta con verte, vengo de parte del Comisario Mayor Céspedes necesita tener noticias de primera mano, ya sabés que no abandona a sus mejores efectivos.
  • ¿Céspedes te mandó?, ¿qué es lo que quiere saber?...
  • Eso tengo que hablarlo con vos a solas, ¿oficial, me permite?...
  • Sí, señor, faltaba más, cualquier cosa estaré afuera, -expresó antes de retirarse-.
  • ¿Qué es lo que está pasando José María?, ¿desde cuándo Céspedes se interesa por mí?, ¿qué tenés que ver vos en esto?...
  • No le des bola a lo de Céspedes, él ni está enterado de lo tuyo, pero, de alguna forma tenía que entrar a verte.  Ahora las preguntas las hago yo, contame que fue lo que pasó y tratá de no guardarte nada.
  • No, pero, me tenés que decir que pasa.
  • Pasa que no me gusta que maltraten a mis amigas y me quiero encargar de esto, estoy seguro que aquí hay mucha corrupción y estuvo todo dirigido hacia vos.  Tu compañero apenas si recibió un golpe en la cabeza que no sé si alcanzó para desmayarlo, en cambio con vos se ensañaron, te dieron para que tuvieras y guardaras, en apariencia, sin ningún motivo.  Creo que le estás molestando a alguien.
  • Ya lo pensé, creo que no me quisieron matar, sólo darme un mensaje claro, seguro todo viene de parte de ese hijo de mil putas de… pero, ¿qué podés hacer vos?...
  • Tengo contactos a un nivel que ni te imaginás y el tema ahora es así, sin preguntas y sin querer ponerte en policía, contestá sólo lo que yo te pregunte y para los de afuera, compañeros y jefes incluidos, no te acordás de casi nada, vas a tener que mantenerte en esa declaración.
  • Que tenés contactos no me caben dudas, ya me lo demostraste, mejor no pregunto nada, tampoco pensaba decir nada, algo declaré esta mañana y dije que tenían la cara tapada…  ¿Qué querés que te cuente?...
  • Todo lo que se te ocurra, yo te iré preguntando cuando me surjan dudas.

Julia me fue contando, otorgándome una confianza que no me esperaba, yo me había centrado en escuchar sólo lo que competía al Caso en sí y la frenaba y encaminaba nuevamente hacia lo que había preguntado cuando se entusiasmaba y se explayaba con cosas personales.  Con algunas cosas la dejaba contar porque eran esenciales y hacían al tema, pero trataba de demostrarme muy “profesional” en mi papel de investigación sin ser incisivo.  No era tonta y se dio perfecta cuenta de que yo no era un aficionado.

GUILLEOSC - Continuará…  Se agradecen comentarios y valoraciones.

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