Las siguientes semanas fueron más o menos iguales, juntándose a veces Isabel y Lourdes, repitiendo ambas, y viniendo Rocio ya de forma continua los martes por la mañana después de los juzgados, quedándose a comer y haciendo deporte juntos por la tarde, y también casi todos los viernes por la tarde, quedándose hasta bastante tarde. Una de esas noches, después de cenar, sentados en el sofá, leyendo un libro y escuchando música, mientras Rocio apoyaba la cabeza sobre las piernas de Felipe, él le preguntó.
- ¿No te dice nada tu marido de que llegues tan tarde?
- No. Le he dicho que tengo un juicio a doscientos kilómetros de aquí y que luego tendríamos reunión de trabajo hasta más de media tarde. Tampoco tengo que dar muchas explicaciones. Él se va con su cuñado Jorge, el marido de mi hermana Marta y algunos compañeros de trabajo a tomar unas copas a un pub de la zona, aunque yo ya no sé si será pub o un club, porque hay uno de tías en tetas cerca de la empresa y a mi cuñado le van esas cosas.
- ¿Y tu hijo?
- Hoy está en casa de un compañero y se queda a dormir allí, porque mañana por la mañana tiene partido de futbol y el padre de su amigo los lleva. Una semana los lleva él y otra Luis o yo. Por eso me quedo aquí los viernes alternos.
- O sea, ¿qué no te echan de menos en casa?
- Para nada. Mi marido llegará algo borracho y se irá a dormir al cuarto de invitados, porque un día tuvimos un problema y desde entonces no le dejo pasar a nuestro cuarto si ha bebido.
- ¿Problema?
- Pues sí, fue hace poco menos de dos años. Ya te dije que, desde entonces, las cosas estaban peor y que un día te contaría. Digamos que me la metió sin que yo quisiese. No quise convertirlo en algo más grave por nuestro hijo, pero, como abogada, no me faltaron ganas. Luego me pidió perdón mil veces y estuvimos más de dos meses sin hablarnos. Desde entonces sabe que, si bebe, duerme solo. Y los viernes siempre bebe con los amigotes.
- Lo siento. Debió ser difícil superar algo así.
- Pues sí. Vino borracho perdido y yo ya estaba dormida. Se metió en la cama y no aceptó un no. Me empezó a sobar entera y yo le repetí varias veces que no, pero se puso muy pesado, se colocó encima y me abrió las piernas y yo le terminé dejando que me echase un polvo, y lo hizo casi sin lubricar, con dolor y yo mientras mirando al techo y esperando a que acabase lo antes posible. Luego se dio media vuelta y se quedó dormido. No sé si fue una violación, pero se le pareció mucho. Las relaciones han ido también a peor desde ese incidente. Ahora tampoco sé por qué le deje volver a mi cuarto y, sobre todo, volver a tocarme, aunque no me volvió a follar hasta más de seis meses después. Tampoco le he dejado acercarse a mi desde que me enrollé contigo. Pero dejemos de hablar de eso. Me pone de muy mala leche.
- Vale. Y ese tal Jorge, tu cuñado, ¿qué tal es?
- Pues es un jefe de ventas a la antigua usanza, es decir, parlanchín, graciosillo, golfo y putero.
- Qué joya.
- Si. Mi hermana Marta le aguanta, aunque yo no sé muy bien por qué. Tienen dos hijos aún pequeños. Es un golfo, típico gracioso, siempre contando chistes guarros y queriendo ser el centro de atención. Es de los que se llevan a los clientes de putas. En una cena de navidad de la empresa, estado ya algo chispado y estando mi hermana en el salón contiguo, intentó meterme mano en el pasillo de los baños, invitándome a meterme con él en uno a que se la comiera. Le metí un corte espectacular, de esos bordes que yo tengo.
- ¿Y el otro? El de Patricia.
- Un NINI ya bastante crecidito. Ni trabaja, ni hace nada de provecho. Pensó que daba un braguetazo. Encadena paros y ayudas. Mi hermana trabaja en el Ayuntamiento y de eso viven, así como de los dividendos de la empresa familiar y del dinero que mi madre les pasa.
- Del marido de Isa no te pregunto…
- Federico es un cornudo. Su mujer tiene un amante secreto que le saca unos orgasmos espectaculares, con chorros de líquido y luego, y en secreto se la folla y la manda a casa con el coño bien lleno de esperma.
- Nunca te he contado que folláramos.
- Pero lo sé, porque se lo saqué un día a Isa. Bueno, vamos a dejar de hablar de la familia. Ya casi me tengo que ir, ¿lo hacemos otra vez?
Unas semanas después anuló todas las visitas de sus chicas y voló a Londres para encontrarse con Rocio, que ya llevaba algún día en aquella ciudad asesorando legalmente a un cliente en un negocio. Antes de tomar el metro con dirección al hotel donde estaba alojada Rocio, Felipe le mandó un mensaje diciendo que ya había aterrizado.
Rocio le respondió por mensaje que se fuese al hotel, dejase las cosas en la habitación y se diese una vuelta, porque a ella se le había complicado el día y llegaría muy tarde, después de cenar con su cliente, aunque probablemente hubiera algo más con él después, que ya se imaginase qué. Felipe se quedó totalmente desilusionado, incluso cabreado, pero luego pensó que tendría que conformarse con pasar la noche con ella, y que era una mujer espectacular, pero no le hacía ninguna gracia estar con ella, después de venir de follar con otro.
Durante todo el trayecto en el metro siguió rumiando la situación, dudando si debería pasar de ella y volverse a España. Al final decidió ver como se desarrollaban las cosas, porque iban a pasar tres días juntos. Llegó al hotel muy mosqueado. Se registró y le dieron la llave de la habitación de Rocio.
Cuando entró, vio que era una suite. Dejó la maleta a la entrada y al ir baño, paso por el dormitorio, y se encontró con Rocio sobre la cama, vestida otra vez de colegiala, sin bragas y con las piernas abiertas y sonriéndole.
- ¡Sorpresa! Mucho has tardado en llegar, mira cómo me tienes.
- Qué cabrona. Me lo había creído, pero me encanta cuanto te pones en plan zorrita. Yo me he dejado a Batman en casa.
- Solo me pongo así para ti. Para nadie más.
- Eso espero. Te ha costado unos años desmadrarte, pero estas recuperando el tiempo. ¿Qué te apetece primero y qué plan tenemos?
- De momento cómete todo lo que tengo entre las piernas. Luego iremos a cenar a un japones y esta noche me haces el masaje oriental con polvo incluido. Mañana por la mañana me despiertas comiéndomelo.
- Marchando…
Felipe le hizo una comida excepcional, totalmente excitado y atraído por el escultural cuerpo de Rocío, deleitándose con todas las babas que ella soltaba. Rocio tuvo dos o tres orgasmos fuertes y luego, cinta incluida, estuvieron haciendo el amor de la forma más ortodoxa, despacio y disfrutando, cara a cara, besándose y diciéndole cosas bonitas.
Luego se ducharon juntos y bajaron al japones que había cerca del hotel. Tomaron unos niguiris variados, unos pinchos de pollo con salsa Terijaki y un plato principal llamado Sukiyaki, que Felipe no supo bien que era, mojando la carne cocida en huevo crudo batido.
- Has estado a punto de quedarte sola y que me volviese en el siguiente avión.
- ¿Tanto te ha cabreado la broma?
- Es que me has dicho que volverías al hotel esta noche follada por otro y que te esperase como un gilipollas… es muy fuerte.
- Ha sido una broma inocente, pero ya sabes que soy algo borde y las suelto así. No entiendo cómo te lo has podido creer. Cómo te voy a decir que vueles a Londres para acostarme con otro.
- Pues me lo he creído y he llegado al hotel con un cabreo de mil demonios.
- Ya se te notaba en la cara.
Luego dieron un leve paseo por un parque cercano, para bajar la cena. Se sentaron en un banco a ver el lago, donde una serie de cisnes, propiedad de la reina, según las leyes británicas, se movían por la superficie. El lugar esa idilico.
- Felipe, estoy muy bien contigo.
- Yo también contigo.
- Ya, pero no es eso a lo que iba. Esta mañana en la reunión he estado normal y amable, y hasta yo me he sorprendido. No he sido la abogada borde y agresiva de otras veces.
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Profesionalmente no lo sé, pero personalmente es muy bueno, porque indica que he dejado de ser una amargada y una resentida. Aunque parezca una frase tópica, creo que estoy bien follada. En el descanso para el café que hemos hecho durante la negociación, he pensado en tu visita y me he mojado, lo que nunca me había pasado trabajando.
- Me alegro de que te sientas así. ¿Ahora toca tántrico?
- No, ahora toca que me hagas lo que te apetezca, porque sé que vas a poner todo de tu parte para que pase un rato fantástico.
- Lo que usted mande, señora abogada.
Siguieron paseando y llegaron al hotel. Pidieron una botella de vino blanco frio y se subieron, y decidieron meterse juntos en enorme bañera llena de espuma. Mientras la llenaban llegó el vino y, con sendas copas de vino se sumergieron en la bañera a tomárselo. Felipe no perdió la ocasión de darle un masaje en los pies y luego, estando ella apoyando se espalda contra su pecho, acariciarle las tetas y el coño para calentarla. Luego salieron, se secaron y Felipe la tumbó en la cama y se la comió entera, sacándole unos cuantos orgasmos muy fuertes. Luego se durmieron abrazados.
A la mañana siguiente y tal como le había pedido Roció, nada más despertarse, él se deslizó debajo de las sábanas y la despertó pasándole la lengua por toda la vulva, metiéndosela en la vagina y jugando con la lengua en todo su contorno, mientras acariciaba el clítoris por los lados para darle placer, pero retrasar al máximo el orgasmo. Ella se despertó ronroneando y estirándose y dejándose hacer, disfrutando. Cuando se corrió un par de veces, Felipe subió y se fundieron en un largo beso, metiéndose la lengua todo lo que pudieron.
Luego solicitaron el desayuno en la habitación y lo tomaron desnudos, sobando Felipe a Rocio para mantenerla excitada. Después de desayunar se volvió a poner el compresor de goma del pene e hicieron el amor, lentamente, solo sintiendo como rozaba su pene dentro de su vagina. Luego ella se puso encima y estuvo moviéndose de mil maneras, con cuidado de que no se saliera, dado que la erección no era total. Por fin llegaron ambos a la vez.
Ese día lo gastaron en ir de tiendas por el centro. Felipe se compró un par de jerséis de lana, una bufanda de cuadritos y una gorra típica a juego. Ella un conjunto de lencería extremadamente atrevido para poderlo estrenar esa noche, y un vestido.
Por la noche Rocio se preparó para ir a cenar. Salió del baño ya arreglada, con un conjunto negro de chaqueta con falda corta, llevando debajo solo la lencería que se había comprado, transparente y muy sugerente. Se abrió la chaqueta para enseñarlo.
Fueron a un restaurante indio en el propio hotel y Felipe intentó meterle mano durante la cena.
- Felipe, pareces un niño, metiéndome mano a las primeras de cambio.
- Es que estás preciosa y muy atractiva… bueno, y muy provocativa, digamos la verdad.
- Tú que me miras con buenos ojos – dijo Rocio poniéndole cara de zorrita.
Cuando estaban acabando de cenar, Rocio se fue al servicio. Un minuto después volvió y se sentó de nuevo junto a él. Luego ella le depositó sus braguitas enrolladas sobre la bragueta del pantalón.
- No sabes lo fresquita que me he quedado. Lo malo es que voy a mojar la falda. ¿No quieres comprobarlo?
Felipe le metió la mano debajo de la falta y sacó los dedos mojados de babas, que disimuladamente se llevó a la boca.
- Cada día zorreas más. Como me gustan tus babas… bueno, y toda tú.
- Pues ya estoy calentado motores... no, calentando el coñete para que me lo comas todo. Ese es el postre. ¿Nos vamos ya a la habitación? – propuso Rocio mordiéndose el labio inferior y poniendo cara de guarra.
Inmediatamente se subieron y repitieron la sesión habitual.
Luego Rocio se durmió satisfecha y Felipe se quedó mirándola, aunque más bien se podría decir, admirándola. Estaba preciosa, con esa melena rubia revuelta por la sesión de sexo, cayéndola por la cara. Luego siguió admirando un pecho precioso que no estaba tapado por la sabana. No terminaba de comprender como había tenido la suerte de topar con una mujer tan bella y que ella le dejase hacer todo lo que él le hacía. ¿Se estaría quedando con ella?, se preguntó.
Al siguiente día fueron a visitar el Museo Británico, y en especial todo lo relacionado con Egipto. Por la tarde fueron de tiendas y luego se sentaron a tomar el té en una terraza.
- Me quedaría aquí siempre – dijo Rocio.
- Ya, yo también, pero tenemos que volver mañana.
- Es cierto, tienes que satisfacer a tus amigas.
- Bueno, no es una obligación, y ha sido una afición.
- ¿Ha sido? ¿Cuántas señoras tienes en tu colección? Bueno, más bien, ¿con cuantas señoras te estas acostando ahora a la vez?
- La verdad es que no lo había pensado así. Me estoy enrollando con cinco mujeres cada semana. No es una mala jubilación.
- Pues no, ya quisieran muchos abueletes metérsela a cinco señoras cada semana y, a algunas, varias veces. Menos mal que no vives en una residencia, porque serian doscientas.
- Pero empiezo a cansarme de tener eso. Empieza a resultarme como una obligación y además...
- ¿Te refieres a hacerlo conmigo también?
- Precisamente a lo contrario. Te voy a ser sincero. Empiezo a estar a gusto contigo y me da mucho miedo. Eres una mujer joven, preciosa y activa, que tiene un rollo con un anciano jubilado. Estoy esperando el día que me digas que te has cansado de correrte conmigo y que deseas buscar nuevos horizontes, por no decir un tío con un instrumento que no esté desafinado, como está el mío.
- No sé por qué tiene que ocurrir.
- Por ley de vida. Porque eres una mujer preciosa que ha abierto la lata, es decir, se ha abierto a un nuevo horizonte en su vida y ahora verá a los amigos, colegas y otros hombres de una forma diferente, y, antes o después, le gustará uno de su edad y se enrollará con él. Incluso hasta se divorciará de ese marido muermo y se irá a vivir con el nuevo. Y mí no me quedará más remedio que aceptarlo, pero como me gustas, me voy a quedar muy jodido.
- ¡Uy! Que me parece que hay algo más. ¿Tienes miedo de estar quedándote conmigo y sufrir? – preguntó Rocío.
- Pues sí. Es la realidad. Lo has captado rápido. Y aunque me joda, tengo que aceptarlo como ley de vida.
- Entiendo. Pero resulta que yo también vengo pensando últimamente algo parecido.
- ¿Ya has pensado que lo dejemos? Reconozco que desafino…
- También precisamente lo contrario. Me empiezan a entrar celos de tus amigas. Me jode que te folles a mi madre o a mi hermana y a todas esas amigas que tienes. Estoy pensando que podríamos dar un paso adelante más. Y lo de tu instrumento desafinado no me preocupa, me he corrido más y mejor en este par de meses, que en todos los años de casada.
- Rocio, tienes toda la vida por delante. Tú y yo llevamos caminos divergentes. Te saco más de veinte años.
- ¿No crees que podamos tener algo juntos? No veo la razón. Contigo he recuperado las ganas de vivir, de zorrear, de follar, de todo lo que no he hecho en quince años de un matrimonio absurdo que nació de un error que no se resolvió por motivos ideológicos y religiosos de mis padres, aunque también tengo que decir que estoy muy contenta de tener a mi hijo y que le adoro. ¿No quieres intentarlo?
- Es lo que más desearía. Pero luego…
- Luego puede ser dentro de veinte años, y habremos estado veinte años viviendo felices. Me voy a divorciar. Ya lo había decidido antes de este viaje, pero me faltaba ver qué tal me encontraba contigo para irme sola o intentar algo juntos.
- ¿Y qué hago con mi colección? ¿Lo dejo? A tu madre y a tu hermana no les va a hacer gracia. Digamos que hago una labor… no sé cómo definirlo, digamos social o benéfica, alegrándole le vida a unas mujeres mayores y casadas cuya vida sexual ha renacido, como es tu caso.
- Pues yo te propondría separar tus funciones en dos. Primero me gustaría que redujeses algo el espectro y no ampliases la colección. Luego, por un lado, podrías seguir dándole placer a mi madre, hermana y demás chicas a través de tus masajes tántricos, es decir, ejercer de masturbador aficionado. Podrías poner el límite en hacerlo sin comerles el coño, y luego reservar todo lo salido que vas a estar para comérmelo a mí y follar solos tú y yo.
- Puede ser una solución. Ya, pero va a ser una situación rara, porque luego, en las comidas o en las cenas de navidad, estaremos todos juntos, con tu madre, tu padre, Isa, su marido...
- Eso les pasa a muchos ginecólogos, por ejemplo, que todas las amigas y mujeres de la familia van a él a que les hagan las revisiones y les hurgan ahí dentro y luego se sientan a comer todos juntos y el médico las conoce mejor por el coño que por la cara, y no pasa nada.
- En eso tienes razón. Aunque no es lo mismo estar con el marido de Isa al que le he puesto unos cuernos de campeonato, habiéndome follado a su mujer durante meses, o a tu padre, con un recorrido semejante.
- A Fede le pueden dar mucho por donde amargan los pepinos. Es otro gilipollas. No sé qué capacidad especial hemos tenido en mi familia para elegir gente rara para estar con ellos.
- Yo soy otro buen ejemplo.
- Bueno, pues también. Qué se le va a hacer.
- ¿Y ese Fede, a qué se dedica? – preguntó Felipe por curiosidad.
- Ya veo que quieres colocar en la colección a la mujer y a un lado al cornudo con su descripción. Fede es funcionario de Hacienda, o sea que es mejor que no se entere que te has estado follando a su mujer varios meses. Fue otro ataque de decencia de mi hermana, que quiso sentar la cabeza y dejar de zorrear. Esta vez se casó con él y abandonó el mercado, por decirlo finamente, pero yo no la veía feliz. Que yo sepa, no había vuelto a zorrear hasta que te conoció a ti, aunque de Isa me espero cualquier cosa.
- Por eso se animó rápidamente a qué le hiciese el masaje y le comiese el coño.
- Ahora se la ve radiante de nuevo y me cuenta como se corre en tus manos y pone todo perdido. Y en cuanto a mi padre, te digo lo mismo, a mi madre se la ve radiante y alegre.
Volvieron al hotel y pasaron la noche juntos. Por la mañana, Felipe la volvió a despertar comiéndole el coño y sacándole un buen orgasmo. Volvieron a desayunar en la cama y luego se ducharon, se vistieron y salieron para el aeropuerto. Ese domingo tomaron el vuelo a casa y al llegar a España, se despidieron con un beso cariñoso y quedaron en volver a verse al siguiente martes.
Ese día Roció llegó algo más tarde de lo habitual, casi a la hora de comer.
- Perdona que llegue más tarde. Ayer hablé con mi marido y luego, juntos, lo hicimos con mi hijo. Luego se lo he dicho a mis padres también. He presentado la demanda de separación.
- Qué casualidad, yo también tengo novedades. He hablado ayer con Pilar y nos vamos a casar, ya que somos de la misma edad y jugamos juntos al golf.
La cara de Rocio fue poniéndose seria.
- Venga Rocio, qué te lo has creído. Te devuelvo la de Londres. Me parece perfecto.
- Que cabrón, me lo has dicho tan serio…
- ¿Y a partir de ahora?
- Pues depende de ti.
- ¿Qué vas a hacer con tu hijo?
- Vivirá conmigo. Luis se va de casa y seguirá con el trabajo. Mi hijo pasará un fin de semana con cada uno, de jueves a domingo. Por eso no te puedes venir a vivir conmigo, ni yo contigo, al menos de momento. Cuando me concedan la separación lo vemos. Pero los fines de semana que pase con su padre, los pasamos tú y yo juntos.
- Me parece perfecto.
- Además, ya les he dicho a mis padres que estoy contigo. Mi madre ha sonreído. Mi padre no lo ha entendido.
- Es normal.
- Dentro de un rato vienen Isa y mi madre a comer. Traerán comida preparada. Por lo tanto, no tienes que preparar nada y puedes dedicarte a comerme el coño un rato.
Así lo hicieron, se subieron al dormitorio y le hizo una sesión espectacular. Luego, tumbados en la cama, Felipe le estuvo preguntando.
- Rocio, ahora que te has separado y quieres que iniciemos algo, cuéntame cosas morbosas de tu vida. Por ejemplo, antes de tu marido, ¿qué rollos tuviste?
- Bueno, pues un par de ellos medio serios y algunos esporádicos. Salía de juerga con Isa, y ella se llevaba a los mejores y a mí me dejaba los que ella no quería.
- Pero tú eres más guapa y estas mejor.
- Bueno, en aquella época yo estaba más rellenita y tenía la nariz muy fea. Luego, con el deporte, las operaciones y la mala leche, he adelgazado y moldeado el cuerpo. Pero antes me sobraban varios kilos y no tenía tanto éxito como Isa. Pero lo compensaba zorreando más que ella.
- Hasta que la cagaste.
- Pues sí, por zorrear también con mi cuñado y ponerle los cuernos a mi hermana. Además de soso, Luis no llevaba condones y yo estaba muy caliente, porque debía estar ovulando, y una cosa llevó a la otra.
- ¿Y no te plantease abortar?
- No, por ideología y por principios religiosos, más de mis padres que míos.
- O sea que encerraste a la zorrita en casa.
- Pues sí. La di de baja. Quise convertirme en una mujer que respondía de forma responsable a la situación que se había generado, seria, casada y fiel a su marido, y lo que ocurrió es que me convertí en una amargada.
- Por curiosidad y saber lo zorrita que eras, ¿cuántos tíos llevabas para entonces?
- Que morboso y cotilla te estas volviendo. Pues mira, yo diría que me tiré a unos veinte en dos años.
- Cuéntame cosas. ¿Cómo te empezaste a enrollar con chicos?
- Como estaba gorda y fea, compensaba la falta de éxito con los chicos siendo la más ligera de cascos, que se llama, es decir haciéndoles alguna mamada o dejándome sobar.
- ¿Cómo fue el primero?
- No hubo un primero, sino dos primeros. Fue en una fiesta de fin de año a la que fui con Isa. Era en casa de un compañero suyo. Cuando casi todos se fueron, ella se fue con ese amigo a un dormitorio y yo me quedé con dos chavales, y me enrollé con los dos, y me la terminaron metiendo ambos, alternándose. Fue un buen estreno.
- No está mal.
- Luego estuve saliendo con uno de ellos, pero le ponía los cuernos con el otro.
- Algo putita sí que eras…
- Bastante. Gorda y bastante puta. Estuve unos tres meses con ellos. Luego lo dejamos y empecé a salir con amigas a ligar.
- ¿Y ligabas?
- Algo. Al principio no tenía un gran éxito, pero, en cuanto se supo que yo me dejaba follar, hacían cola para salir conmigo. Yo siempre llevaba condones en el bolso. Fue una época loca. Me invitaban a todo y yo encantada. Luego la oferta se compensó, porque mis amigas también se abrieron al mercado.
- Esa es la época de los vente que me has dicho antes.
- Bueno, he dicho veinte, por decir algo. Es posible que fueran algunos más, tal como voy recordando.
- Ya decía yo, tal como venias contando, estaba seguro de que veinte iban a ser pocos.
- Si contamos los rollos de un día, pueden ser más, claro. Tuve muchos polvos rápidos, al terminar la noche o al salir de las discotecas y antes de volver a casa, en coches, baños o incluso algún parking entre los coches, donde me ladeban la braga o me la dejaban en los tobillos. Esos no los cuento, son polvos de aqui te pillo y aqui te la meto. De esos hubo muchos.
- Buena zorrita. ¿Y cuándo te enrollaste con tu cuñado?
- Pues ya tenía yo bastante experiencia. Ahora recuerdo que por aquella época salía con un chico y luego también tenía un rollo con un compañero de estudios, por lo que muchos días caían los dos. Luego, si conocía a alguno que me gustara, pues me lo llevaba a la cama, o donde pudiese, como te he dicho antes. Creo que debe haber pocos sitios donde no lo haya hecho. Incluso me he liado con uno vestido de verdugo o de Batman. – dijo Rocio, riéndose ambos - No tenía ningún reparo, quería vivir la vida y me gustaba que me la metieran, para que te voy a engañar. Coincidí con Luis en un pub, nos tomamos un par de copas y luego en el coche nos enrollamos y terminamos follando. Luego lo hicimos algunas veces más, antes del desastre.
- ¿Y cómo te quedaste embarazada?
- Pues un día de locura. Además, estaba yo en mi apogeo de zorreo. Recuerdo que el día de la cagada estaba yo muy caliente, porque, como te he dicho, estaría ovulando y por eso me quedé embarazada. Salí con tres condones y con Luis ya lo hice sin nada, porque los había gastado todos. Ese día estuve estudiando en casa de Juan Luis, mi compañero de estudios y nos lo montamos al principio por la mañana y al final de la tarde, dos polvetes para aguantar un día entero estudiando el procesal civil. Luego había quedado con Fernando, mi novio de entonces y lo hicimos en el coche, tercer condón.
- ¿Y no te quedaste satisfecha con tres?
- Satisfecha sí, pero surgió la cosa y me deje llevar. Mi novio me dejó muy cerca de casa y en el semáforo me encontré con Luis, que se iba a su casa en coche porque Isa le había dado plantón. Nos fuimos a tomar una copa y luego follamos en el coche también, ya sin condón. Parece mentir como una simple mala decision que dura unos minutos, un polvo echado sin control, pueda modificarte la vida totalmente. Y así llegó mi hijo y se acabó mi vida de pendoneo. Bueno, en realidad se acabó dos meses después, cuando supe que estaba embarazada, pero sé que es suyo porque fue el único polvo sin preservativo. Durante esos dos meses seguí al ritmo anterior.
- ¿Y cómo reaccionó tu hermana y tu familia?
- Cuando se lo contamos a Isa, se hizo la ofendida, nos montó un pollo ficticio, soltó cuatro lágrimas falsas y nos deseó lo mejor. Luego, a solas, me dijo que llevaba tiempo queriendo dejarle. Y también que había sido una gilipollas por dejarme preñar. En casa fueron algo más duros, porque quedarme embarazada del novio de mi hermana era algo muy fuerte.
- Me lo puedo imaginar.
- El resto ya lo sabes. Me casé un mes después, antes de que se notase demasiado el bombo, terminé la carrera y no he vuelto a zorrear hasta el día que me presenté con mi madre en tu casa, ataviada como una golfa, y te pedí que me sacaras un squirt y me echaras un polvo.
- ¿Y el primer día que viniste?
- Primero estuve a punto de irme, porque lo de un masaje oriental hecho por un anciano que ni siquiera era chino, me pareció una inmensa chorrada. Cuando me dijiste que no era sólo un masaje y que el final feliz no era fortuito, sino buscado y casi asegurado, pensé en mi hermana espatarrada y algo dentro de mi volvió a cobrar vida. Después de muchos años, me empecé a mojar sólo con esa conversación y la imagen de Isa corriéndose como una golfa.
- No me diste esa impresión, estabas muy fría.
- Porque soy abogada y una tía borde y no quise demostrar lo que sentía mi cuerpo y decidí mantener la imagen de estrecha para ver que tal te lo montabas. Luego, empecé a disfrutar como hacía años que no gozaba y ya, cuando me metiste la lengua en la vagina, estaba deseando que me follaras. También recuerdo ahora que de joven me costaba llegar bastante, aunque disfrutara mucho mientras me la metían. Por eso valoré tanto que me sacaras un buen orgasmo y aún más que no intentases follarme, sino que noté que disfrutaste solo dándome placer.
- Es que me encanta veros disfrutar y hago todo lo posible para que tengáis varios orgasmos seguidos, culminados por uno fuerte.
- Pero desde ese día soy otra. Ahora vuelvo a ser una chica traviesa.
- Espero que no pretendas recuperar el tiempo perdido…
- No, ya no quiero zorrear, quiero disfrutar de la vida contigo, pero quiero correrme todos los días. En eso sí que quiero recuperar el tiempo perdido. Si es necesario vestirse de colegiala, enfermera o de mujer pantera, estaré encantada de hacerlo. También aceptaré ir sin bragas, porque lo de Londres me gustó y me puso muy perra. Quiero que me desees.
- Tú sabes que siempre te deseo y que mi única misión en la vida va a ser darte placer y que te corras todo lo que quieras. Seguiré coleccionando orgasmos, aunque casi todos vayan a ser tuyos. Y en cuanto a los disfraces, te tomo la palabra.
Una hora después llegaban Isabel e Isa. Pusieron la mesa y se sentaron a comer. En los postres Rocio expuso las nuevas condiciones.
- Bueno, pues Felipe y yo hemos decidido que vamos a ser pareja. Lo siento, pero he acordado con él que se han acabado los polvos intrafamiliares, Felipe solo follará conmigo. También va a dejar de comerse coños por el mundo. Podrá seguir haciendo masajes tántricos y sacándole orgasmos y squirt a quien desee, pero sin bajar al pozo o follando al final.
- ¿Entonces ya no me lo hará a mí? – preguntó su madre.
- Los masajes, sí. Bueno, como excepción, y hasta que estemos viviendo juntos, le dejo que os los coma a vosotras dos, pero sin follar, que os conozco. Pero nada de amigas o conocidas.
Felipe se levantó a llevarse los platos del postre a la cocina. Rocio fue detrás de él con los vasos. Cuando los dejó en el fregadero, se sentó en la encimera y abrió las piernas, enseñando todo, ya que estaba sin bragas. Felipe le metió la mano y la sacó llena de babas que se llevó a la boca. Luego se dieron un beso y volvieron al comedor.
- Bueno, Felipe, pues ya que he venido, me pica aquí entre las piernas – dijo Isa.
- No seas mala, hermana. Hoy no.
- Me dejas caliente.
- No, Isa, ya has venido caliente y hoy te vas a ir así. Que te lo arregle tu marido. Hoy Felipe es mio y aun me tiene que hacer el masaje, que estoy muy tensa. - dijo Rocío.
- Tensa no estas, hija, estarás mojada, porque llevas una mancha en la falda. Seguro que vas sin bragas – le dijo su madre.
- Pues sí, mamá, voy sin bragas y soltando babas, como los caracoles. Porque quiero que Felipe ande cachondo, ¿vale?
- Así iba yo a veces antes de salir con vuestro padre. - dijo para si Isabel.
- Cuéntanos, mamá – dijeron ambas a la vez.
- Yo también he sido joven. No pensareis que solo he tenido dos hombres en mi vida, a vuestro padre y ahora a Felipe.
- Nunca nos has contado nada. Ya que esta casa es donde las tres le hemos puesto los cuernos a nuestros maridos, creo que es buen sitio para que nos contemos las guarradas que hemos hecho. Yo se las he contado hace un rato a Felipe. Así tendré a mi chico aún más cachondo – dijo Rocio.
- Pues cuéntanoslas a nosotras también – pidió Isa.
Mientras que Rocio les contaba a su madre y a su hermana los detalles de sus dos años de zorrita, que anteriormente le había confesado a Felipe, este se fue a por una botella de cava para festejar la situación y para animar. Al volver estaba ya terminando de contarlo y le pasó el testigo a su madre.
- Venga, ahora tú, mamá, ¿qué es so de ir sin bragas por la vida? – preguntó Rocío.
- Que conste que no le había puesto los cuernos nunca tu padre, hasta hacerlo con Felipe, pero antes de casarme con vuestro padre yo era igual de golfa o más, de lo que lo habéis sido vosotras. O creéis que no me he dado cuenta de cómo habéis zorreado. - dijo Isabel.
- Anda con mamá. Venga, cuéntanos – dijo Isa.
- Yo estudiaba en un colegio de monjas, con Lourdes, a la que Felipe conoce bien, con y sin ropa, ya me entendéis. Mis padres querían que conociese otro país y aprendiera inglés. Pues allá por los últimos años de los sesenta, cuando tenía un par de años menos de los dieciocho, mis padres me mandaron dos veranos a Inglaterra a aprender inglés. No penséis que vivíamos en la edad de piedra, era la época de los hippies, los Beatles, Hair, la ópera donde iban en pelotas, y el desmadre del 68. Aparte de aprender inglés, aprendí a follar como una loca. Terminé en una comuna de hippies, fumando hierba, yendo sin bragas y con media teta al aire, cuando no en pelotas y tocando la guitarra, cantando el amor libre, lo que significaba que cualquiera te la metía o nosotras nos sentábamos encima del que nos apetecía y nos la metíamos. Tomaba pastillas anticonceptivas y acababa todos los días con el coño lleno de leche. No había parejas, todos éramos hermanos y podíamos acostarnos con quien quisiéramos. Luego empezaron con las drogas duras, tipo lsd y yo me negué, pero seguía follando con ellos.
- Joder mamá, que callado te lo tenías.
- La gente piensa que han descubierto el sexo en este siglo, pero en los sesenta y setenta se follaba igual o más que ahora. No en España, claro, donde solo rezaban el rosario, pero si en Inglaterra, Francia o Alemania. Las españolas éramos las más guarras y zorras, porque llegábamos reprimidas y muy salidas. Yo me junté con otras dos y realmente nos lo pasamos de cine. En los dos veranos que estuve, diría que follé con más de doscientos tíos diferentes, repitiendo a menudo con todos los que me gustaban. También me enrollaba con alguna, pero no era lo que más me iba. Por eso valoro como me lo come Felipe, lo hace mejor que algunas lesbianas con las que me enrollé.
- Joder, mamá. ¿Y solo estuviste haciéndolo esos dos veranos?
- Dos veranos completos. Luego, al acabar el segundo verano, me volví y me puse a estudiar la carrera en una universidad privada religiosa. Allí conocí a tu padre y nos enamoramos. Él es bastante religioso y recto y yo me adapté a él.
- Nunca imagine que mi madre hubiese sido hippy – dijo Isa
- Es que no lo fui. Yo simplemente fui una golfa, que para follar como loca se metió en ese ambiente. Siempre con la flor en la cabeza y el coño a rebosar de esperma. Pero no secundaba sus ideas.
- Y entre esos dos veranos, el curso intermedio, ¿cómo te reprimiste?
- No lo hice.
- O sea, ¿que seguiste haciéndolo al volver a España?
- Mas o menos, solo que de forma secreta. Mis padres me hubiesen matado si se hubiesen enterado. Ese año tuve hasta diez novios… a la vez. Bueno, como de cuatro en cuatro. Seguí tomando anticonceptivos que escondía en casa y llegaba a casa bien follada todos los días a las diez de la noche, que era la hora tope para niñas bien. Siempre me acuerdo cuando oigo la canción de Serrat esa de “poco antes de que den las diez”. Pues yo igual.
- ¿Y dónde lo hacías?
- Pues hija, donde podía. En los cines de sesión continua, en las últimas filas era lo más habitual, te sentabas encima del chico y a moverse. Por eso ya salía muchas veces sin bragas, para facilitar la tarea, aunque volvía con ellas, para que no resbalase la leche por las piernas. También en baños de cafeterías bien o de hoteles, en coches, o en el banco de algún parque. Él se sentaba con la bragueta abierta y el pito fuera, yo encima, de frente abrazado e él, sin bragas y a moverla dentro un rato, tapando con la falda.
- Qué zorra, mamá – dijo Rocio.
- Bastante, hija. No menos que vosotras. El sexo tiene un olor especial, mezcla de flujo, sudor, feromonas y esperma, y cuando me dabais un beso al llegar a casa yo sabía cuándo una de vosotras venia bien follada. Lo percibes cuando también lo has hecho.
- ¿Y cómo fue el primero? – preguntó Felipe.
- Pues no lo sé, fue en Londres, y estaba terminando con la regla, e iba con mi compresa y todo, y, por eso, no pensaba que fuese a pasar algo, aunque sí que iba bastante salida. Llegamos a la primera fiesta hippie a la que me llevaron, y cuando vi a todo el mundo follando, me despeloté y me follaron de lo lindo entre varios, recibiendo y comiendo. No le hacían ascos a nada. No sé quién fue el primero, no le conocía de nada, pero me echó un polvo glorioso. Por eso empecé con las pastillas a los dos días y ya no las dejé en dos años. Ese día llegue bien llena de leche a la casa donde me hospedaba.
- Pues casi como tu hija, que fueron dos. – dijo Felipe.
- Se lo acabo de contar. Y entonces, cuando conociste a papá, ¿dejaste de zorrear? – preguntó Rocio.
- Bueno, cuando me casé con él, sí. Antes, mientras confirmábamos nuestra relación, pues tuve algunos polvetes con varios. Incluso llegué a ir a comer a casa de mis suegros con el coño lleno de la leche de otro. Cuando me casé, abandoné el zorrerío.
- ¿Y no lo has echado de menos?
- Bueno, no, porque vuestro padre ha sido un follador nato. La religión no impide follar mucho dentro del matrimonio y a tu padre le ha gustado siempre hacerlo. No pensareis que hemos tenido cuatro hijas echando solo cuatro polvos. Siempre ha tenido un instrumento muy bien afinado, aunque últimamente le ha pasado lo mismo que a Felipe, que desafina. Lo hacíamos prácticamente a diario, lo que es sorprendente en un matrimonio. Y así fue hasta hace unos años.
- Bueno, te toca a ti, Isa – dijo Rocío.
- Al final ya veréis cómo soy la menos puta. – anticipó Isa.
- De eso nada, hermana, porque tú no has dejado de zorrear nunca, soltera o casada. De momento te has estado follando a Felipe– dijo Rocío.
- Bueno sí, claro. Cuando era joven sí que era bastante zorra, no lo voy a ocultar. A tu marido, que era entonces mi novio, le he puesto unos cuernos de cien puntas.
- Empieza por el principio, Isa, ¿quién fue el primero?
- En eso soy la única normal. Fue un chico solo, en un guateque de los que se hacían entonces. Bailamos, morreamos, me metió mano y me puso a cien, por lo que decidí dar el paso. Cuando ya solo quedábamos dos parejas, se la saqué y la tenía enorme. Me puse encima, me ladeé la braga y me fui dejando caer y me la metió hasta la garganta, o eso me pareció a mi sentir. Me corrí bien y cuando iba a llegar él, me salí y llegó en mi boca. Muy soso comparado con lo vuestro.
- Pero después…
- Me gustó la experiencia. Estuve saliendo con ese chico un par de meses. Fuimos juntos a comprar preservativos XL y los gastamos todos. Pero era soso, solo polla y nada más. Lo dejamos y me abrí al mundo. Teníamos una pandilla que hacíamos guateques y no dejé ninguno vivo, los probé a todos.
- Bastante golfa – dijo Rocío – porque yo te acompañe a algún guateque y siempre me dejabas sola. En la fiesta de fin de año es cuando me dejaste con dos amigos tuyos y me follaron los dos. Era mi primera vez. Antes ya se lo había contado a Felipe.
- Si ya recuerdo, pero no eran muy buenos follando, yo ya los había probado antes.
- ¿Y una vez que acabaste con la pandilla? – preguntó Felipe.
- Pues ese verano recuerdo que me fui a Gandía con una amiga, porque sus padres me invitaron a su apartamento. Salíamos las dos muy arregladitas y recatadas, nos íbamos al baño del hotel Bayren a cambiarnos, nos vestíamos de zorritas y nos íbamos al pueblo en la Marina, que así se llama el autobús, a una discoteca que había en la carretera de Denia. Siempre ligábamos y nos traían de vuelta a casa en sus coches, previa parada por algún paraje entre naranjos, donde echábamos un buen polvo, a veces cada una en un coche y otras en el mismo, una delante y otra detrás. En esos casos, muchas veces intercambiábamos posiciones y nos follaban los dos a las dos, porque era solo sexo, eran tíos que acabábamos de conocer y me daba lo mismo que me la metiera uno, dos o varios. En una ocasion se vinieron seis en dos coches y nos follaron todos, creo, aunque yo solo conté cinco. Luego, con el paso de los días, empezamos a repetir con los que mejor lo hacían. Ya de paso, en el mismo coche, como ya estábamos en pelotas, nos volvíamos a cambiar de ropa y llegábamos tan decentes a casa. Volví con un cierto complejo de golfa.
- No sé por qué dices lo de complejo, hermana, eras una completa golfa. ¿Y a la vuelta del verano?
- Pues conocí a Luis y quise volverme decente. Me duró tres meses. En ese tiempo traje a Luis a casa. Por cierto, Rocio, ¿tú cuando te lo follaste por primera vez?
- Pues a los tres meses de traerlo, cuando empezaste a zorrear de nuevo. Un día me lo encontré en un pub, me enrollé con él y me lo tiré en su coche, porque él no se decidía a lanzarse.
- Si, era muy soso. – confirmó Isa - Lo dicho, volví a golfear y me empecé a enrollar con Carlos, su mejor amigo, sin que mi novio lo supiera. Un día en un concierto, Carlos estaba detrás y Luis estaba delante mio y estábamos como sardinas en lata y empecé a mover el culo contra la bragueta de Carlos. El me metió la mano por dentro de las mallas y me empezó a sobar el culo y luego pasó a sobarme el coño y a hacerme un dedo, mientras yo me agarraba a la espalda de Luis. Me corrí un par de veces durante ese concierto. Luego me acompañaron a casa, me dejaron en el portal y yo me quedé esperando, Carlos llevó a Luis a la suya y volvió a recogerme. Nos fuimos a un descampado y estuvimos follando como locos hasta las tantas de la noche.
- Joder, chica, buen golferío.
- Pues sí, porque continuamos haciéndolo así durante unos meses, quedando con Carlos después de que Luis me dejara en casa. Y lo hicimos hasta que tú te quedaste embarazada de Luis.
- Eso no me lo creo, seguro que seguisteis – dijo Rocio
- Venga, es verdad. Luego seguí con Carlos follando de vez en cuando, incluso saliendo con el siguiente novio que me eché. Y hemos seguido haciéndolo durante años, incluso casada con Fede, hasta hace unos cuatro años, que le destinaron fuera de España.
- ¿Y alguna historia aún más morbosa con este tal Carlos? – preguntó Felipe
- Pues no sé. Bueno, sí sé, pero me da vergüenza. Carlos estuvo invitado a mi boda.
- ¿Y?
- Pues que lo hicimos.
- ¿En la boda?
- Bueno, no, durante el convite no. Luego, en la discoteca del hotel donde fuimos. Digamos que mi marido fue el segundo en metérmela el día de mi boda. Como Fede iba un poco bebido, me despisté, me subí con Carlos a la habitación y me echo un polvo guarro vestida de novia. Me subió la falda, me bajó las bragas hasta los tobillos, se bajó el pantalón y así, medio vestidos me llenó el coño de leche. Solo del morbo de hacerlo ya casada y antes de la noche de bodas, nos corrimos ambos enseguida. Luego bajamos por separado y a Fede le dije que había subido al baño, porque con el vestido de novia era muy complicado hacer pis en el baño de la disco. Cuando subimos luego Fede y yo, le pedí que me dejara lavarme porque había sudado, pero en el fondo quería limpiarme el semen que aún me salía.
- Que pedazo de puta, hermana. – dijo Rocio – eso supera cualquier zorrerío nuestro. No sé cómo has podido decir que eras la menos puta.
- La verdad es que sí. – aceptó Isa.
- Bueno, pues ha quedado claro que sois bastante zorras, tanto la madre como las hijas. – dijo Felipe.
- Bueno, faltas tú, Felipe, necesitamos saber cómo aprendiste a comer coños con esa habilidad. – dijo Isabel.
Continuará...