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TODORELATOS » HETERO: GENERAL » EL VETERANO Y SU NOVATA LANZADA (1)
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Fecha: 17-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Hetero: General

El veterano y su novata lanzada (1)

Hugo
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Conocí a una compañera de profesión que, sencillamente, me enamoró... en todos los sentidos Version para imprimir

¡Hola a todos/as! 

Encantado. Soy Hugo, un chico de 28 años de una ciudad interior de España. Es la primera vez que me lanzo a escribir un relato en esta web, aunque evidentemente la conozco desde hace tiempo y la sigo también desde hace varios años, con distintos períodos de actividad, vamos a decir. 

Llevo unos días dándole vueltas a escribir una historia... y al final me he animado. Esto es real, y ocurrió hace ya unos 8 años en mi ciudad. Eva, la coprotagonista de esta historia, también es totalmente real aunque ella no sepa que estoy escribiendo esto. Sucedió en plena carrera universitaria, tiempo después de haberlo dejado con mi novia y con las hormonas totalmente revolucionadas. Pero aún me sigo acordando de ella, de esos momentos, y de los siguientes que hemos tenido. 

Soy moreno, mido 1.76 y de complexión delgada. No es que tenga un cuerpo de gimnasio pero las chicas con las que he estado y he tenido sexo me han valorado bien en general, así que en general estoy satisfecho por ese lado.  

Conocí a Eva trabajando. Los dos ejercíamos como periodistas en dos empresas diferentes, pero lógicamente coincidíamos en diferentes actividades desempeñando nuestra profesión. La primera vez que la vi –y eso que iba a mi misma facultad, pero tres cursos debajo- coincidimos en una manifestación medio ambiental. Yo la confundí con una de las organizadoras –eso nos dio para muchas risas después-, y le pregunté que cómo estaba organizado todo. Me dijo que no, que estaba trabajando haciendo fotos para un medio y me presenté. Cordialmente nos saludamos, la dejé terminar, yo me puse a hacer mi trabajo también y ahí se quedó la cosa. Nos despedimos y, aunque traté de buscarla a través de las redes sociales, no di con ella. Estaría torpe, supongo. 

Pasaron dos semanas sin volver a verla y sin coincidir con ella en los diferentes actos de la ciudad, trabajando, hasta que nos volvimos a ver. Nos miramos con cara de interés, o al menos eso percibí yo, pero también con mucha timidez. 

-¡Pensé que ya no te volvería a ver!, le dije sonriendo.  

-Ya, vaya sorpresa me has dado. ¿Todo bien? 

-Muy bien, trabajando un poco, con ganas de terminar para tomar algo con mis amigos. ¿Sales luego? 

-Nooo, me voy a mi pueblo, hoy me toca –dijo entre risas. 

Como me parecía demasiado forzado pedirle allí, directamente, el Instagram o alguna red social, preferí intentar enterarme gracias a otro compañero, con quien sí se llevaba bien y que, quizá, sabía algo del asunto. Y efectivamente, así fue. Me dijo cómo se llamaba en Instagram, y por la noche la seguí.  

El día siguiente también ella me siguió a mí de vuelta y ahí comenzamos a hablar. Quizá debí ser más atrevido y directo y pedírselo a ella, pero insisto en que no vi el momento de hacerlo sin forzar. Empezamos a hablar poco a poco de manera tranquila, contándonos qué tal en el trabajo, lo que hacíamos, qué tal las clases, que cómo era posible que no nos hubiéramos visto antes compartiendo facultad, y comentarios similares. Avanzó la conversación durante varios días, y le propuse tomar algo.  

-Uy, qué lanzado tú, ¿no? 

-A ver, llevamos muchos días hablando... y no sé, me apetece vernos y hablar tranquilamente en persona. 

-Hoy lo tengo complicado, me toca hacer un trabajo en grupo... pero bueno, te aviso con lo que sea. 

Pasó toda la tarde y, después de las ocho, me escribió.  

-Venga, una cerveza, ¿te apetece? Me explota la cabeza, y necesito relajarme y desconectar.  

Me puse una camisa blanca y un vaquero ajustado azul oscuro con deportivas y salí hacia el punto de encuentro, en pleno centro. Y ella, minutos después, llegó. Para mí era una chica tremendamente guapa, siempre con los labios carnosos bien pintados de rojo, algo más bajita que yo, con el pelo castaño claro, ojos verdes penetrantes, y un culazo. De las tetas, es verdad, todavía no podía decir nada. 

Nos fuimos al bar y nos pedimos un par de cervezas. Nos pusimos al día, y empezamos a hablar de temas más personales. La conversación fluía y el feeling era total. Las cervezas, mientras, seguían cayendo. Al día siguiente había clase y también tocaba currar (ambos estábamos de prácticas, aunque en cursos distintos), pero nos daba igual. Estábamos a gusto.  

Según pasó la noche, yo no podía dejar de fijarme en su blusa negra. El culo ya me había gustado en la manifestación donde nos conocimos: respingón, no excesivamente grande, pero bien puesto y bien ceñido con la ropa. Y, ahora, con la blusa con escote intuía un poco el sujetador que llevaba, negro con encaje, y algo sus tetas. Eran perfectamente acordes a su cuerpo, bien puestas, pero no excesivamente exhuberantes. Unas buenas tetas. 

La tensión fue en aumento, y nos empezamos a besar. Fue poco a poco, chocando nuestros labios por fuera lentamente, casi acariciándolos levemente. Pero la pasión, el calentón y el alcohol hicieron que nos empezáramos a besar con mucha más intensidad. Eva me metió un poquito su lengua y empezó a jugar con la mía, mientras nos besábamos parando a veces, sin permitir que nuestros labios dejaran de tocarse. Ella sacó su lengua y la pasó por los míos suavemente, y me metió otra vez la lengua mientras cerraba los ojos. Al estar inclinada, y con la blusa entreabierta, acerté a ver un poco sus tetas, guardadas, aunque no mucho en el sujetador. Un lujo.  

Pero lo que me puso cachondo definitivamente fue cómo se empezó a lanzar. De timidez pasó a poner una mano en mi pierna, en mi vaquero, y fue subiendo poco a poco, muy despacio, acariciándome. No parábamos de besarnos, y yo la imité. Empecé a mover mi mano, despacio, pantalón arriba. Por la pierna, por la rodilla, por el muslo... sin pasar de ahí. Ella sonreía, me miraba picarona, y seguía jugando con la boca. De repente, también lentamente, su mano siguió subiendo. Yo estaba muy cachondo, y la polla se me había puesto muy dura, aunque estaba bien resguardada debajo de mi boxer y de mi pantalón vaquero. Pero me dio tiempo a mirar rápidamente hacia abajo y ver que se me marcaba en el pantalón sentado. Estaba demasiado caliente. 

Y Eva, muy juguetona, posó su mano en mi rabo. Con tres dedos puso ahí su mano, jugando y acariciándola levemente. Yo, de la sorpresa de que actuara tan directamente, la miré a los ojos al dejarnos de besar. Ella se mordió los labios mientras, con tres dedos, me acariciaba la polla marcada en el vaquero. Me estaba poniendo a mil, y no pude evitar comerle el cuello. Estábamos en el bar, sentados, después de haber bebido alguna Judas de más, y quizá dando un poco de espectáculo, pero me daba igual. Esa chica me había puesto mucho.  

Sin embargo, ella misma, rato después de notar mi rabo duro en sus tres dedos, dijo: 

-Uffff, vamos a parar, Hugo. Tengo mucho calor... y como siga, no voy a poder parar luego. 

-Bueno, pues no pares, ¿no? 

-Jajaja, no soy tan fácil, guuuuapo.  

El momento de calentón con ella ahí me hizo pensar que quizá lo pasaríamos bien en el futuro. Seguimos besándonos unos minutos más, y dedidimos irnos. Entre unas cosas y otras, serían las 3-4 de la madrugada, y a las 8 tocaba levantarse. 

De camino a casa, la cogí de la cintura un poco para agarrarla y, lentamente y con cuidado, como muuuuuuuuchos de nosotros hemos hecho alguna vez, bajé mi mano unos dedos por su culo. Pero ella, lista, lo tuvo claro: 

-No, no. No seas ansioso 

Qué risa tan pícara. Cómo me estaba poniendo. Bueno, en realidad iba con la polla algo dura aún por la calle. Y así, hasta que llegamos a su casa. 

-Me subo, que es tardísimo, venga. 

-Vale. Uf, qué calentón, en serio, Eva... 

-Lo sé... 

Me dio un beso, otra vez suave, otra vez metiéndome la lengua lo justo para chocarla con la mía y calentarnos, sin ser agresiva. Y entonces se despidió así, al oído: 

-Me lo he pasado genial... y estoy muy mojada. Me ha encantado la noche, nos vemos, Hugo. 

Me dio un beso en la mejilla, abrió el portal y se subió a su casa, no sin dedicarme otra sonrisa. Yo, de camino a casa, solo podía pensar en llegar y en tumbarme en la cama, quedarme en bolas, y tocarme pensando en ella y en el momento del bar. 

Así fue cómo nos conocimos. El primer día, de muchos.  

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© Hugo

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