Tanto Patricia como Diana, salieron por la puerta tras cerrarse para subirse al ascensor, dejando a la esclava de rodillas guardando silencio hasta que se cerró la puerta.
Sandra se metió al baño para meterse dentro de la bañera con el agua sucia caliente, ya que se había metido rápidamente, para comenzar a lavarse, pero al tocarse los pezones al tener las anillas, perforando las tetas, le producía placer, comenzando a gemir como una perra en celo. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de placer la esclava. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer la esclava.
Una cosa llevó a la otra, y comenzó a besarse sus manos a lamérselas para lamer sus pezones, excitándose y gimiendo de placer, mientras se mordía los labios, teniendo los pezones super erectos y sensibles al tacto. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer la esclava. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer la esclava.
El placer era indescriptible, gimiendo de placer y de gusto. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer la esclava. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer la esclava.
Ella, no lo sabía, pero tanto Patricia como Diana, se habían meado en el agua, por lo que tenía un color amarillo, junto con los fluidos vaginales, y el agua sucia, hizo que se sintieran muy cerda y muy guarra.
Una a la otra, fueron lamiéndose los coños para correrse de placer, teniendo un orgasmo sucesivo. Sandra incluso, se acercaba sus pies a la boca para lamerlos lo mejor que podía, chupándolos, aunque estuvieran mojados, la excitación era sublime para ella, sintiéndose muy zorra y cerda.
Sandra comenzó a correrse nuevamente al sentir ese placer que, hasta ese día, no lo había sentido, corriéndose de gusto, sintiendo esas pollas de gran tamaño que en todo momento la estaban sodomizándola. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer la esclava. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer la esclava.
Sandra estaba en la gloria de haber experimentado el sexo lésbico, habiendo tenido sexo de dominación y sumisión con su Ama Patricia y ahora con su Ama Diana. Las dos, por cierto, eran chicas negras, y eso le excitaba a Sandra, que se excitaba con sólo pensarlo.
Sandra salió de la bañera, para secarse con la toalla, ponerse la mascarilla, darse las cremas de los pies, como de las manos y de su cara.
Después, se cortó las uñas, para limarlas y dejárselas perfectas. Sandra tenía unos pies preciosos y la forma de los dedos de sus uñas eran cuadradas, y prácticamente plantas, de manera que, si se pintaba las uñas de algún color, a muchos hombres se enamorarían de ellos.
De todas formas, llevando las uñas al natural era como debía llevarlas una esclava y perra blanca como era ella. Pensaba que seduce más aún, porque al no usar un esmalte y sus uñas son más naturales y se conservarían mejor.
Al entrar a su habitación, vio que sus cosas ya no estaban allí. Se dio cuenta que había unas mantas en las patas debajo de la cama de Diana, con un cartel que ponía.
–“Cama de esclava y perra blanca Sandra.”
Por una parte, le pareció algo gracioso y humorístico, pero se daba cuenta que allí debía de dormir por órdenes de sus Amas. Luego se fijó en otro cartel que ponía.
–“Lame los zapatos, las botas y todo mi calzado, esclava.”
–“Lo quiero todo limpio, esclava.”
Por lo que comenzó a lamerlos y a limpiarlos con su lengua hasta que dejó todo el calzado de su Ama Diana, limpio de suciedad y brillantes.
Detrás, se fue a la habitación de Patricia, y repitió lo mismo, limpiándolas con la lengua como una perra en celo, excitada y salida.
Nada más terminar de cumplir con las órdenes de sus Amas, se fue a la habitación de Diana para dormirse en las mantas que estaban a las patas de la cama de Diana, ante había sido la suya.
Nunca pensó hace unos días que dormiría en el suelo a las patas de la cama de su Ama Diana, como si fuera su perra o su mascota, habiendo sido su cama antes.
La noche comenzaba a ser fría, así que se envolvió en las mantas para no pasar frío, quedándose dormida totalmente y relajada después de haber tenido esa gran cantidad de sexo, no sólo con su Ama Patricia o su Ama Diana, sino con su Ama Nairi, Ama Naibi, Ama Zoe, Ama Martha, Ama Susan y hasta con su Ama Violeta.
En otro lugar y mientras Sandra se estaba preparándose para acostarse, tanto Patricia como Diana, llegaban al aparcamiento, aparcando el coche para salir de él, y entrar al hospital por la puerta de personal.
Todo parecía estar como siempre, por lo que iban saludando y saludándose a la gente que conocían. La verdad que iban impresionantes las dos, vestidas increíblemente conjuntadas. Además, eran dos mujeres negras muy bellas, por lo que gustaban mucho.
Al entrar a los vestuarios, se toparon con Estefanía y cono Nagore, que acaban de entrar para verla, se pusieron de rodillas, haciendo una reverencia, para besar sus botas.
–Buenos días, mi Ama Patricia. –dijeron las dos esclavas.
–Así me gusta que me saludéis, esclavas. –respondió a las esclavas.
–Pero, debéis de saludar a mi amiga Diana, que es Ama dominante. Y es una falta de respeto no saludarla. –dijo Patricia.
Éstas al darse cuenta, hicieron la reverencia y besaron las botas de Diana.
–Buenos días, mi Ama Diana. –dijeron ambas.
–Discúlpenos y le pedimos perdón, mi Ama Diana. –dijeron las esclavas, excitadas y cachondas perdidas.
–Muy bien, esclavas. –respondió Diana.
–¡Miradme y abrid la boca, esclavas! –ordenó Diana, que escupió en bocas y en sus caras durante unos minutos hasta que se cansó.
–Ya podéis lamerlos y tragarlos, esclavas. –ordenó Diana, yéndose con Patricia para ir cambiándose la ropa, mientras se reían las dos.
–¡Ja, ja, ja, ja! –reían las dos, mientras que las esclavas se tragaban los escupitinajos y se lamían los dedos de sus manos para limpiarse la cara, para después, levantarse para ponerse la ropa de trabajo.
Nada más pasar por delante Patricia y Diana, éstas hicieron una reverencia con la cabeza.
–Hasta luego, mis Amas Patricia, Diana. –dijeron las esclavas.
–Hasta luego, esclavas. –respondieron Patricia como Diana, salieron primero para después salir ellas, a un paso o dos de distancia con la mirada al suelo o a sus calzados hasta que cada una se fue a otro sitio que le correspondía.
–Creo que lo hemos hecho bien. –dijo Nagore.
–Si, porque estoy tan excitada con estos vibradores de gran tamaño, follándome desde que me los puse, que parece que me voy a correr de placer. –dijo Estefanía.
–Creo que nos han visto algunas compañeras en el vestuario. –dijo Nagore.
–¡Menuda vergüenza, tía! –dijo Estefanía.
–Ya, pero me he excitado muchísimo al ver que nos miraban, mientras nos humillábamos ante ellas. –dijo Nagore.
–Bueno, ¿Y qué hacemos si nos cruzamos con ellas? –preguntó Estefanía.
–Respondemos con la verdad, que somos esclavas y perras blancas. –dijo Nagore, con naturalidad, aunque ella, estaba más nerviosa y con más miedo que Estefanía, pero quiso transmitirle tranquilidad.
No hubo muchos movimientos con esa noche, salvo algunas urgencias, que estuvieron tratando de manera graves, las demás no requerían tanta dedicación como era subidas de azúcar por consumir muchos dulces o coca cola, y subidas de tensión como accidentes de coche con alguna pierna rota o un brazo roto.
Lo que, si era verdad que cuando se cruzaban con Patricia y Diana, hacían una reverencia y saludaban en señal de respeto, obediencia y sumisión. A lo largo de la noche, se cruzaron con alguna Ama, que las saludaron de la misma manera, poniéndose totalmente nerviosas.
–¡Anda, mira Pilar! –dijo Sonia.
–¿Qué? –preguntó Pilar.
–Unas putas esclavas, siendo enfermeras. –dijo Sonia.
–Si es verdad. –dijo Pilar.
–Oye vosotras, esclavas. –dijo Pilar.
–¡Seguidnos por las escaleras, esclavas! –ordenó Pilar.
Fueron pasando al rellano de las escaleras, para ellas pasar detrás de ellas, mirando a sus botas sin atreverse a levantar la mirada.
–Mi nombre es Pilar, y esta es Sonia, esclavas. –dijo ella.
–Buenas noches mi Ama Pilar, mi Ama Sonia. –dijeron las esclavas, haciendo la reverencia y poniéndose de rodillas para besar sus botas.
–Muy bien, esclavas. –dijeron ellas.
–Ya que estáis ahí, comenzad a limpiarnos las botas, esclavas. –ordenó Pilar.
–Si, Ama Pilar. –dijeron las esclavas, que se pusieron a lamerles las botas, hasta dejárselas limpias, mientras pasaban algunas compañeras y otros visitantes que se quedaban mirando, pero pasaban del tema, ya que no les interesaba en absoluto.
–Muy bien, esclavas. –dijeron ellas.
–¡Abrid la boca, zorras! –ordenó Sonia.
–¡Qué voy a daros de beber, esclavas! –dijo Sonia, acercando su coño en su boca para que comenzara a lamérselo.
Pilar hizo lo mismo, así que la otra esclava comenzó a lamérselo y chupárselo hasta que ambas estuvieron corriéndose en sus bocas, mientras ellas tragaban y se lo bebían todo.
Hasta que comenzaron a mearse en sus bocas, poco a poco iban tragándose otra su orina hasta que les dejaron limpios sus coños para volverse a ponerse sus bragas y sus faldas.
–¡Qué buena noche hemos pasado con estas esclavas de mierda! –dijo Pilar, yéndose con Sonia.
–Si, la verdad que sí, que me voy super relajada a casa. –dijo Sonia.
–No hay nada mejor que una puta esclava para que te de placer con su lengua y con su boca. –dijo Pilar.
Las dos se quedaron un momento, excitadas y cachondas perdidas, corriéndose de placer por esa humillación y denigración, pero también porque unos vibradores las estaban sodomizando en todo momento, por lo que comenzaron a gemir de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de placer las esclavas. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer las esclavas.
Hasta que terminaron de correrse de placer, dirigiéndose a coger unos pantalones, porque parecían que se habían meado, porque los habían manchado.
Algunos compañeros se quedaban mirando, pensando estas compañeras se han meado, que risa les daba al verlas. Pero ellas, se metieron en el vestuario de una de las plantas para limpiarse y ponerse otros pantalones, dejando sus pantalones en sus taquillas para lavarlos en otro momento.
Por un momento, pensaron que les gustaría haberlos llevado todo el día, sintiéndose así de sucias y de cerdas, excitándose nuevamente, pero eso no era posible, porque al ser pantalones blancos, se veía perfectamente y no tenían posibilidad de ponerse una bata como una doctora o de taparse, por lo que desistieron.
La verdad que salían super relajadas para continuar con su trabajo. Pensaban que esas Amas desconocidas, las habían humillado y denigrado, excitándose perdidamente, pero, por otro lado, ahora estaban más relajadas después de correrse como unas perras en celo.
La verdad que el sentido de sus vidas desde hacía dos días había cambiado, completamente. Eran se excitaban por todo tipo de denigraciones y humillaciones, fantaseando con muchas cochinadas, dándole vueltas en su mente.
Las dos nada más volver a sus casas, se habían pasado investigando más el BDSM, memorizando las normas de protocolo de BDSM, y viendo toda clase de juegos eróticos que practicaban las Amas con sus esclavas, volviéndolas locas de placer al querer experimentar todo un mundo de sexo con libertad total sin tabús ni censuras.
En cambio, Leticia llegaba a su apartamento, super excitada y cachonda perdida. Había hecho algo super asqueroso con su antigua compañera de piso. Sólo de ir pensándolo y rememorándolo nuevamente en su mente, una y otra vez, había que sus fluidos vaginales resbalaran por sus muslos para caer dentro del coche, manchando el asiento.
Leticia, seguía poniendo esa expresión es estúpida, sonriendo con una cara de tonta, mientras se reía. Ahora entendía a Sandra y a Yolanda, que les gustara todo esto. Pero, quizás al quedarse mirando tanto tiempo los pies de su amiga Ainoa, sin darse cuenta, la había descubierto que algo de curiosidad tenía por esto del BDSM.
No podía entender, que todo eso le ponía cachonda perdida, y la excitaba. Se miraba por el retrovisor y se veía con restos de orina y de fluidos vaginales de Ainoa. Se sentía sucia y asquerosa, pero no se había limpiado, seguía igual como la había dejado su amiga.
Por otro, lado le daba órdenes, humillándola y denigrándola, y ella la había obedecido sumisamente hasta que insultaba y la faltaba al respeto, llamándola cerda, zorra de mierda, puta, perra y esclava.
No sabía si era por la excitación del momento o por la humillación, pero le había gustado y se había excitado, teniendo unos de los mejores orgasmos que había tenido, y sin duda, había sido con una mujer.
Ella era heterosexual, pero había tenido sexo con su ex compañera de piso de la facultad, y le había comido su coño, de rodillas. Además, había limpiado su vagina con su lengua hasta dejársela, totalmente limpia.
Era la primera vez que le comía el coño a una chica, y ella lo había hecho a lo grande, no sólo lamerla y chuparla, sino que se había tragado todos sus fluidos hasta el extremo de beberse su orina.
Estaba pensando que al principio le parecía más asqueroso y cerdo de lo que había sido. Recordaba el sabor salado, con su olor e intensidad, el caso que, en ese momento, se excitó de alguna manera nublo su mente, y terminó corriéndose de placer y de gusto.
–¿Cómo ella teniendo un algo cociente intelectual se excitó de esa forma? –se preguntaba ella misma, saliendo del coche, mientras se acercaba a la puerta de su portal para abrir con su llave.
Leticia, iba pensando en todas esas cosas, cuando se percató que se había cruzado con varias amigas de su portal, que se quedaban mirándola, como sonriéndose, mientras murmuraban.
Todo eso puso nerviosa a Leticia, que se puso colorada, teniendo la impresión que sus amigas, había descubierto de alguna manera lo que había hecho, muriéndose de la vergüenza.
Las tres entraron al ascensor, cuando una de ellas comenzó a hablarla.
–¿Qué una noche desfasada Leticia? –pregunto Axia.
–Bueno, si algo de desfase. –respondió Leticia.
–Me parece que tu hueles a sexo y no con un hombre, precisamente, sino con una mujer, ya que hueles a sus fluidos vaginales, orina. –dijo Aitana.
Axia se acercó para olerla de cerca para decir finalmente.
–Sí, Leticia. –dijo Axia.
–Hueles a zorra recién follada, y además que no te has echado ni colonia ni te has lavado. –dijo Axia.
–Bueno,…la verdad es..–iba a decir Leticia.
–Parece como si lo acabaras de hacer, algo prohibido. –dijo Aitana.
–Me alegra, porque siempre te veíamos en un estado de reprimida sexual que no era normal. –dijo Axia.
–¿Cuéntanos lo que ha sucedido Leticia? –preguntaron ellas.
–Somos amigas y siempre nos hemos contado todo. –dijo Aitana.
–¡Lo sé, chicas! –dijo Leticia.
–Pero, tengo que pensarlo todo lo que ha pasado. –dijo Leticia, ajustándose sus gafas.
–¡No soy una pervertida! –dijo Leticia, saliendo del ascensor, porque había llegado a su planta.
Iba sola hablando, relatando, y diciendo todo el rato.
–No soy una pervertida y no soy una zorra. –decía Leticia.
Las compañeras se decían, menuda lleva esta, la veo más salida que el palo de una escoba.
–Algo ha hecho, que está en contra de su manera de pensar, y está en esa fase de negación. –dijo Aitana.
–¡Nos vemos, el sábado en la conferencia! –dijo Aitana.
–Hemos quedado, no se te olvide. –dijo Axia.
–¿Tú crees que nos ha oído? –preguntó Aitana.
–La verdad, no lo creo. –respondió Axia.
–Va pensando en todo lo que haya hecho esta noche. –dijo Aitana.
–¿Hoy trabajaba? –preguntó Axia.
–Creo que sí. –dijo Aitana.
–Bueno, ya se lo preguntaremos el sábado o mañana si tiene un momento. –dijo Aitana.
Leticia, entró a su apartamento para dejar sus cosas en la entrada para irse al baño, para mirarse al espejo, mientras se miraba, se olía su ropa profundamente, inhalando su olor, dándose cuenta que se excitaba y se ponía cachonda perdida.
Había tenido, sexo con su amiga, haciendo cosas prohibidas y que eran tabú para la gente normal, aún, pensando que en todo eso, volvía a rememorarlo, excitándose de placer y de gusto.
Se quitó su ropa dejándola caer al suelo, mientras ponía el agua caliente para que se llenara la bañera, en la cual se metió con suavidad. Leticia, se comenzó a enjabonar, con la esponja para ir restregársela por todo su cuerpo.
Hasta que llegó a sus pechos, excitándose y soltando unos gemidos de placer, ya que tenía los pezones erectos, mientras que, con la otra mano, se comenzaba a masturbarse lentamente. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía Leticia de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía Leticia de placer.
Leticia, rememoraba las escenas sexuales que había vivido con Ainoa, cachonda perdida cada vez más, no podía controlar su necesidad de sexual hasta que comenzó a correrse de placer como una puta zorra que comenzaba a sentirse sin ella ser consciente totalmente de lo que había desatado su amiga Ainoa, pero culpa suya ya que se lo había pedido a gritos, salida perdida como una verdadera puta zorra de mierda. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía Leticia de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía Leticia de placer.
Detrás de correrse, estuvo jadeando de agotamiento por todo el exceso de sexo que había realizado esa noche hasta que recuperó el aliento para comenzar a recapacitar en lo que había sucedido.
Contemplaba el agua con jabón, en la que había echado sales aromáticas para quitarse todo el olor de zorra asquerosa y guarra que había sido esa noche, sintiéndose muy sucia y cerda.
Ella no lo entendía del todo, cuánto más pensaba en ello, más se excitaba y más se ponía cachonda perdida. Vamos que se sentía como una puta zorra de esas que están follando todo el día por dinero y por necesidad.
Poco a poco comenzaba a cambiar su forma de pensar, por lo que, sin ella, saberlo iba aceptándolo sin ser consciente de ello. No le dio más vueltas así que salió de la bañera para ir a secarse cogiendo una toalla para envolverse en ella.
Cuando estaba totalmente seca, se puso en el pelo con una toalla más pequeña, mientras se envolvía la toalla grande por su cintura, cubriendo sus pechos, decidió mirándose los pies que, viéndoselos de esa forma sin arreglárselos, que era hora de arreglarse las uñas de las manos como de los pies.
Leticia, siempre había sido un cerebrito, con sus gafas puestas, con su pelo recogido con una especie de moño, y con una vestimenta un poco de friki, de ratón de biblioteca. Por su juventud, tenía los mismos años que las demás de sus compañeras, que vestía de manera normal, clásica.
Pensó en pintarse las uñas, pero decidió no haberlo, porque primero no se las pintaba apenas nunca, y segundo, al natural le gustaba mucho más, y además a muchos hombres les encantaban.
Leticia era una chica muy bella y guapa, pero había estado oculta bajo su mala vestimenta, debajo de sus gafas de friki, y llevando una vida de una chica cuatro ojos. Siempre había tenido amigas como ella, pero en la empresa había causado sensación por trabaja muy eficientemente y rindiendo mucho.
Ella se sentía más tradicional sin tener que pintarse en exceso, sin llevar ropas llamativas. En definitiva, no le gustaba presumir ni llamar la atención, por lo que salió de su baño totalmente limpia como si no hubiera sucedido nada.
Leticia, sabía que tenía que pensar y analizar lo que había hecho esa noche, porque había lamido las botas, los pies, había lamido y chupado un coño y hasta había tragado sus fluidos vaginales junto con su orina.
Se preguntaba, ¿Cómo iba a mirar a la cara a Ainoa? ¿Después de haber hecho todo eso? Hasta la había llamado “mi Ama Ainoa y ella le había llamado esclava, puta zorra, entre otras cosas como cerda y guarra.”
De hecho, sólo de pensarlo, se volvió a humedecerse el coño, comenzando a excitarse. No entendía por qué, pero parecía como si no controlara ya su vagina, como si la dominara su excitación, sintiendo una gran necesidad sexual por que la humillara y denigrara de nuevo.
–No, debo de dejar de pensar en eso. –dijo Leticia.
–No soy una puta zorra, no soy una puta esclava. –decía Leticia.
–No me gusta que me denigren ni que me humillen como una perra en celo. –decía Leticia, dándose cuenta que se excitaba y se ponía cachonda sólo decirlo en voz alta, sin desearlo, comenzaba a soltar sus fluidos vaginales.
–¡Dios, esto no puede ser verdad! –dijo Leticia, comenzando a restregarse su coño con aquello que más cerca tenía como era un cojín, como si se lo estuviese follando, comenzando a gemir como una zorra. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer.
–¡Oh, Dios mío! ¡Qué placer! –decía Leticia, gimiendo de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer.
–¡Si, mi Ama Ainoa fólleme más! –decía Leticia, salida perdida.
–Soy toda suya, su esclava Leticia, mi Ama Ainoa. –repetía Leticia, excitada, corriéndose de placer como una perra en celo.
–¡Deme más fuerte, mi Ama Ainoa! –decía Leticia, gimiendo como una zorra. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer.
En eso, qué en ese momento, se abrió la puerta para entrar sus compañeras de piso, las cuales se quedaron flipando, viendo y escuchándolo todo. Veían como su compañera se estaba corriendo de placer, siendo follada por un cojín del sofá, mientras se decía a si misma frases e insultos humillantes y denigrantes. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer.
Leticia estaba tirada en el suelo de lado al principio para ponerse boca arriba espatarrada con el cojín, restregándoselo una y otra vez como limpiándose su coño de zorra, pero tuvo una serie de orgasmos seguidos, soltando todos sus fluidos vaginales por el suelo, y empapando el cojín. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemía de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemía de placer.
–¡Esto no me lo esperaba! –dijo Beatriz.
–Pues sí. –dijo Seres, mientras Leticia seguía corriéndose de placer y de gusto, con una expresión de su cara de estúpida o de tonta.
Una vez que Leticia había soltado su último gemido de placer, y jadeando de cansancio, escuchó las voces de sus compañeras, que no esperaba que llegasen tan pronto, ya que solían retrasarse por el gimnasio.
–¡Qué vergüenza! –respondió Leticia, colorada completamente.
–¡No te preocupes, Leticia! –dijo Seres.
–Lo hemos visto todo, y escuchado todo lo que has dicho. –dijo Seres.
–Menuda, zorra estás hecha. –dijo Beatriz.
–Estábamos extrañadas que no te tocaras nunca, que no te liaras con tíos. –dijo Beatriz.
–La verdad que lo que hecho tú, nosotras ya lo hemos hecho muchas veces. –dijo Beatriz.
–Lo que nos extraña es que hubieses aguantado tanto, Leticia. –dijo Seres.
–Pensábamos que eras un robot o algo así. –dijo Seres.
–Pero, no teníamos ni idea que te gustara el sexo duro, el BDSM o cosas por el estilo, Leticia. –dijo Beatriz.
–¡Qué calladito te lo tenías, Leticia! –dijo Seres.
Esto no la tranquilizó mucho que estaba algo cortada, y bastante avergonzada, poniéndose colorada de vergüenza. Las compañeras se sentaron en el sofá, dejando las cosas en la entrada.
–¿Quién es esa Ama tuya que se llama Ainoa? –preguntó Seres.
–¿Es esa tú ex compañera de piso que tenías hace unos meses? –preguntó Seres.
–Si, es ella. –dijo Leticia, un poco triste al ser pillada con las manos en la masa.
–¿Qué tal fue tú día? –preguntó Seres.
–Por lo que parece ha sido movidito. –dijo Beatriz.
–Algo duro, y muy movidito, pero estuve con mis compañeras de clase. –dijo Leticia.
–Igual nosotras la verdad. –dijo Beatriz.
–Pero esas expresiones de “Oh, fólleme mi Ama Ainoa, más fuerte, soy toda tuya, su esclava, mi Ama Ainoa.” –dijo Seres.
–No sabíamos que te iban los temas de dominación y sumisión, y mucho menos que tus gustos sexuales sean ser una esclava o sumisa sexual, como os gusta que os llamen. –dijo Seres.
–Creo que las personas normales, nos llamáis vainilla, mientras que ellos son Amas y esclavas. –dijo Beatriz.
–¡Qué interesante, es todo eso! –dijo Seres.
–Bueno, cuéntanos tu experiencia con tu Ama Ainoa. –dijo Seres.
Leticia no quería decir nada sobre lo que le había ocurrido esa noche, pero al ser descubierta, no le quedó más remedio que contarlo todo, mientras cenaban viendo una película por la televisión.
–Pues en mi empresa hay Amas dominantes, y supongo que hay Amos, también. –dijo Leticia.
–El caso que una de mis amigas, se sintió atraída por los juegos eróticos y fantasías sexuales de BDSM, así que vino a la empresa, con un collar en el cuello y con todas las cosas que llevan las esclavas sexuales. –dijo Leticia.
–¿Cuándo dices esclavas sexuales re refieres que lo son de verdad? –preguntó Seres.
–Si, lo son de verdad. –dijo Leticia.
–Sigue, contándolo Leticia. –dijo Beatriz.
–Resulta que había unas compañeras de la facultad que eran Amas dominantes, y ninguna de nosotras lo sabíamos. –dijo Leticia.
–¿Las conocemos? –preguntó Beatriz.
–Quizás, si o no, ya que como en la fiesta de fin de curso, vinisteis, también. –dijo Leticia.
–Son Ama Nairi, Ama Naibi, Ama Zoe, Ama Martha y Ama Susan, y bueno Violeta es la esclava su Ama Nairi. –respondió Leticia.
–¿Violeta? –preguntó Seres.
–Pues, estuvimos hablando con ella, y nos resultó muy agradable la chica. –dijo Seres.
–¡Jamás pensamos que ocultaba ese secreto de ser una esclava sexual! –dijo Beatriz.
–Parece que ya lo era durante la facultad, cuando rompió la amistad con nosotras. –dijo Leticia.
–Si recuerdo que algo nos contaste sobre una compañera que actuaba raro y que os dio de lado a todas. –dijo Beatriz.
–Pues, mi compañera Sandra, comparte piso con una amiga de la infancia que se llama Patricia, qué durante la fiesta de fin de curso suya, le confesó su amiga Teresa que le gustaría ser su esclava, su perra, y que la sometiera, humillándola y denigrándola. –dijo Leticia.
–¡Ostra, eso debe de impactar mucho! –dijo Seres.
–Pues, esa noche Patricia, sometió a su amiga Teresa, y cuando volvía a casa, no se percató que mi amiga Sandra y compañera de facultad, estaba en la habitación. –dijo Leticia.
–¡Madre mía, que se pone más interesante! –dijo Beatriz.
Las dos estaban muy interesadas, poque la historia era con una telenovela de esas de la televisión, las cuales les encantaban a las dos.
–¿Y qué es lo que sucedió? –preguntó Seres.
–Pues, que su puerta de la habitación, estaba semiabierta, por lo que vio como la sometía, la humillaba y la denigraba. –dijo Leticia.
–Bueno, no puedes obviarlo en esa escena, ¿Qué es lo que te contó que sucedió? –preguntó Seres.
–Ella nos contó en la cafetería que comenzó a besarla con la boca, mientras le metía la mano en su vagina, masturbándola, y con la otra mano, jugaba con meterle los dedos en su boca. –dijo Leticia, excitada por contarlo, pero sus compañeras, también.
–Así que estuvo, corriéndose, mientras le follaba con su mano, metiéndosela hasta el fondo y sacándosela, y haciendo tuvo un orgasmo, y soltó sus fluidos vaginales, se la puso delante de su cara para que se la limpiara con su lengua. –dijo Leticia.
–Madre mía, vaya escena de d/s, tan salvaje. –dijo Beatriz, estoy excitada y cachonda por la manera que lo estás contando. –dijo Beatriz.
–Esta noche, nos vamos a tener que masturbarnos, porque ya estamos soltando nuestros fluidos vaginales. –dijo Seres.
–Bueno, no te pares, sigue. –dijo Beatriz.
–Pues, le preguntó, lo que era, a lo que ella respondió que era una esclava, así que le dijo qué, si lo era, su lugar era arrodillarse a cuatro patas ante ella. –dijo Leticia.
–Y comenzó a ordenarle lamerle sus botas, luego se descalzo para que ella se sentara en el sillón y le lamiese y chupase sus pies sucios. –dijo Leticia.
–¡Dios, menudas escenas! –dijo Beatriz.
–Comenzó a comer y beber algo, por lo que le escupía la comida al suelo para que la esclava se lo comiese, o se la escupía directamente en su boca. –dijo Leticia.
–Todo eso, mientras la insultaba llamándola esclava, puta zorra, cerda asquerosa y tratándola cruelmente y denigrantemente. –dijo Leticia.
–Sólo os diré que terminó meándose en su boca, por su cara y cabeza y por todo su cuerpo, y creo que Sandra, nos dijo que se cagó en su boca, mientras la esclava comía y masticaba la mierda, cogiéndole el gustillo. –dijo Leticia.
–Tú empresa hay gente muy extraña, de todo tipo de gustos sexuales. –dijo Beatriz.
–¡Vamos que no te aburrirás, Leticia! –dijo Seres.
–¿Qué tiene que ver todo eso con lo que te hemos pillado a ti haciendo? –preguntó Seres.
–Ahora, os lo explico, es que, si no sabéis el principio, no entenderéis todo. –dijo Leticia.
–Si, que lo entendemos. –dijo Beatriz.
–Te gusta todas esas cosas, Leticia. –dijo Seres.
–Pero sigue contándolo, porque está muy emocionante. –dijo Seres.
–Pues que en la cafetería Sandra recibió un mensaje por móvil, diciéndole que la había reconocido como esclava al llevar el collar y todas esas cosas puestas. –dijo Leticia.
–¿Y qué es lo que sucedió? –preguntó Beatriz.
–Pues que le dijo que mirara hacia una mesa, y vio que era su amiga Nairi, así que le dijo que se levantara cuando se lo ordenó y que presentara sus respetos ante ella y sus amigas, como esclava sexual. –dijo Leticia.
–¿Qué hizo? –preguntó Seres.
–Se levantó cuando Nairi, le dijo que lo hiciese, y se fue para su mesa, para ponerse de rodillas y besar sus pies, la cual estaba descalza, porque tenía a Violeta de rodillas, lamiéndole sus pies como su perra. –dijo Leticia.
–Puff.,, desde luego lo que no pase en tu empresa no pasa en otro lado. –dijo Beatriz.
–El caso que le ordenó que se desnudara, y la sometieron humillándola y denigrándola. –dijo Leticia.
–Y resulta que otras personas la vieron, apareciendo más Amas, y humillándola en otros lugares de la empresa. –dijo Leticia.
–¿Y vosotras os distéis cuenta? –preguntó Beatriz.
–No, salvo Yolanda, y cuando vino a la mesa, que la trajo su Ama Nairi sujeta con la cadena que tenía atada a su collar, desnuda y a cuatro patas como su perra hasta dejarla en nuestra mesa. –dijo Leticia.
–No puedo soportarlo más. –dijo Beatriz, metiéndose la mano en su vagina, mientras se masturbaba.
Seres, no puso aguantarlo y comenzaba a masturbarse, mientras que Leticia, les seguía contando todo.
–Por lo que, a la salida del trabajo, Ama Zoe, sometió a Yolanda, convirtiéndola en una esclava sexual. –dijo Leticia.
–Y resulta que Ainoa, lo vio todo, pero es una Ama dominante, también.
–Y hoy a la salida del trabajo cuando íbamos por el pasillo, ella iba descalza con los pies sucios, seduciendo las miradas de otras personas que se los miraban. –dijo Leticia.
–¿Y una de esas personas que le miraban sus pies, fuiste tú? –preguntó Seres.
–Si. –dijo Leticia.
–Y cuando todos se fueron, me dijo que me había pillado mirando sus pies de manera lasciva e insistentemente, por lo que me daba la oportunidad de probarlo y experimentarlo sin que nadie lo supera. –dijo Leticia.
–Me dijo que fuese detrás de ella, a un paso de distancia detrás de ella, sin levantar la mirada, sólo me permitía mirarla sus pies sucios. –dijo Leticia.
–No sé qué es lo que me sucedió, pero estaba excitada y cachonda perdida, obedeciéndola hasta que llegó a un banco para sentarse al lado de su coche, la cual se sentó. –dijo Leticia.
–¿Y tú que hiciste? –preguntó Seres.
–Fue todo muy rápido, porque se sentó, y enseguida chasco los dedos, señalándome con su dedo índice a sus pies. –dijo Leticia.
–¡Arrodíllate, Leticia! –dijo Ainoa.
–Y me arrodillé, poniéndome de rodillas, para repetir lo que había visto hacer a Sandra. –dijo Leticia.
–Le hice la reverencia en señal de respeto, obediencia y sumisión y comencé a besar sus pies, hasta que me ordenó que se los lamiera y se los chupara. –dijo Leticia.
–¿Y te gusto? –preguntó Seres.
–Al principio no te sabría decir, pero estaba excitada y cachonda perdida, y comencé a disfrutarlo según se los lamía y se los chupaba hasta dejárselos limpios completamente. –dijo Leticia.
–¿Cómo te sentiste? –preguntó Beatriz.
–Me sentí humillada y denigrada, totalmente, chicas. –dijo Leticia.
–Pero, me gustó, porque estaba muy excitada y cachonda perdida. –dijo Leticia.
–Luego, me ordenó desnudarme, poniéndome mi correa de mi falda en mi cuello, tirándome hacia su vagina, ordenándome que lamiese y chupase su coño. –dijo Leticia.
–¿A ti, eso no te ha gustaba? –preguntó Beatriz.
–No lo sé, pero me gustó mucho, y todo lo que me ordenaba mi Ama Ainoa, la obedecía. –dijo Leticia.
–¿Y qué más te ordenó hacer? –preguntó Seres.
–Se corrió en mi boca, y sin ordenarme nada, lamía y tragaba sus fluidos vaginales, hasta que comenzó a mearse dentro de mi boca, por la cara, por la cabeza y por todo mi cuerpo. –dijo Leticia.
–Todo lo que cuentas son cosas muy cerdas, cochinas y asquerosas, pero dentro de ese juego sexual erótico y sexual, es humillante y denigrante para cualquier persona, pero para ciertas personas, es excitante y morboso. –dijo Seres.
–La verdad que todo lo que nos has dicho nos has dejado de piedra. –dijo Beatriz.
Ellas comenzaban a tener un orgasmo, corriéndose de placer y de gusto al haberle contado todas esas experiencias y juegos sexuales, junto con verla masturbarse con el cojín. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de placer. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
–Puff,…era lo que necesitaba. –dijo Seres, jadeando con Beatriz.
–La verdad que todo es muy excitante y morboso, contado de esa manera, pero vivirlo tiene que ser muy intenso. –dijo Beatriz.
–¿Qué piensas hacer al final? –preguntó Seres.
–¿A qué te refieres? –preguntó Leticia.
–¿Eres una esclava sexual o no? –preguntó Seres.
–¿Y qué vas hacer mañana cuando te cruces con tu Ama Ainoa? –preguntó Beatriz.
–No lo sé, aún estoy pensando si hacer como si no hubiera sucedido nada o si enfrentarme a la situación, hablando con ella. –dijo Leticia.
–No te lo ha hecho por casualidad, ni por accidente, ha sido preparada y pensada la situación para seducirte con sus pies hasta hacerte limpiárselos con la lengua. –dijo Seres.
–¿Te has convertido en una fetichista de pies femeninos, Leticia? –preguntó Seres.
–No lo era, pero desde hace unas horas, se los he estado mirando y se los he lamido como si me gustaran mucho, así que creo que ahora soy adoradora de pies femeninos. –dijo Leticia.
–¿Y qué vas hacer cuando sientas la necesidad de lamer y chupar los pies femeninos? –preguntó Beatriz.
–No lo sé, pero se me van os ojos al verlos. –dijo Leticia.
–Tenía un amigo de la infancia que era fetichista de pies, y estaba a todas horas, suplicando que le dejaran lamer los pies, a muchas amigas mías y a mí. –dijo Seres.
–Bueno, ahora tienes a tu amiga o Ama Ainoa, que por lo que has contado no está claro la relación vuestra si la hay, claro. –dijo Beatriz.
–Ha sido un juego puntual con su amiga. –dijo Seres.
–O sea, que te ha querido mostrar ese mundo como esclava al haberle mirado de manera intensa sus pies, con curiosidad y morbo. –dijo Seres.
–Creo que te vio que te corriste viéndolos y seguramente por haber visto todo lo que has comentado antes. –dijo Beatriz.
–¿Y vosotras que opináis si aparezco con collar en el cuello, con anillas perforando mis pezones con vibradores vaginal y anal, y pulseras en mi tobillo izquierdo y en mi muñeca? –preguntó Leticia.
–Pues, ahora que nos lo has explicado, no lo vemos mal ni bien. –dijo Seres.
–Es tu vida, y lo que hagas con ella, es cosa tuya. –dijo Beatriz.
–Seamos sinceras, nos acostumbraremos a verte de esa manera, pero seguiremos siendo amigas. –dijo Seres.
–A menos que alguna de nosotras nos volvamos sumisas como tú, que lo pasaremos genial haciendo cochinadas o nos volvamos Amas, que entonces, lo pasarías genial, humillándote y denigrándote en casa. –dijo Beatriz.
–Entiendo. –dijo Leticia.
Sobre cómo les había ido el día. Quizás algo duro para ellas ya que una trabajaba como abogada en un despacho de abogados, y la otra trabajaba de esteticien en un salón de belleza.
De hecho, estuvo mirándole las uñas de las manos y de los pies a Leticia, que se los había arreglado. Era algo que no solía hacer, sino que iba vestida como de friki con sus gafas, y pensó que quizás había cambiado de actitud.
–Veo que te has hecho las uñas, Leticia. –dijo Beatriz.
–Si, y además la de los pies. –dijo Seres.
–No será porque te sientes una esclava, y eso haya afectado a cambiar tu decisión. –dijo Seres.
–Si, es verdad. –dijo Leticia.
–Quería por una vez arreglarme un poco, ya que como siempre pasó de todo y voy a mi aire, por lo menos mostrar mis pies y mis manos correctamente. –dijo Leticia.
–Me parece muy bien. –dijo Seres, yéndose a la cama.
–Sí, yo me voy a la cama, también. –dijo Beatriz.
–Sí es verdad, es tarde y hay que madrugar. –dijo Leticia, yéndose junto con ellas para separarse cada una en su habitación.
En cambio, en el hospital, Patricia estaba atendiendo a un paciente que tenía algún problema leve, y que había venido a urgencias, por lo que le había tocado a ella.
Después de ir atendiendo a los sucesivos pacientes, terminó su turno, para rotar e irse a quirófano para acompañar al cirujano, el cual era todo un gran profesional.
Iba diciéndole paso a paso lo que iba haciendo junto con los demás novatos. Sin embargo, con ella tenía un trato más cercano pero muy profesional, como si la conociese de toda la vida o como si fuera su hija.
Mientras que Diana, estaba en otro quirófano con otro doctor que algo seco por decirlo así, porque era distante y frío con ella, éste le iba diciendo todo paso a paso todo lo que iba haciendo.
Para él, estaban para aprender y el trato debía de ser lo más neutral posible, mientras que para el otro era como más cercano y más sensible. Ambos doctores se conocían y habían sido hasta amigos y compañeros de la facultad, por lo que había una buena relación entre ellos.
Detrás de haber estado en el quirófano, se marcharon para atender las consultas. Cada una a la zona que le correspondía ya que la noche era movidita como todas.
Vino una paciente que le dolía la vagina, por lo que le dieron asistencia a una doctora ginecóloga de urgencias, la cual estuvo examinando a la mujer. Después de hacerle una analítica, examinarla, fueron a preguntarla lo que había ocurrido.
La chica no dijo nada cuando vino, sólo que me picaba la zona interna de la vagina, los labios vaginales y hasta se notaba una hinchazón. Después de todas las pruebas, se acercó la doctora a la chica.
–¿Qué es lo que te ha sucedido? –preguntó la doctora, mientras que estaba Patricia al lado, para intervenir, por si había que llevarla a operarla a quirófano.
–¡Verá, doctora! –dijo Mónica.
–Hemos estado jugando con juegos eróticos. –dijo Mónica.
–Y me echaron polvos pica-pica dentro para que detrás los lamieran. –dijo Mónica, avergonzada.
Al principio, la situación era seria, porque podía ser otra cosa de la que desconocían, pero al decírselo al final, comenzó a reírse.
–¡Mira, Mónica! –dijo la doctora, que se llamaba Belén.
–Hay cosas que se pueden hacer en el sexo y otras que no. –dijo Belén.
–Es una locura lo que has hecho, porque no sabíamos lo que te estaba pasando, y pensábamos que era otra cosa más grave. –dijo Belén.
–De hecho, estaba aquí la doctora para llevarte a quirófano para hacerte otras pruebas por si te tenían que operar al ser otra cosa. –dijo Belén.
–Lo lamento mucho. –dijo Mónica.
–Susana, llévala a la doctora Estefanía, que está en la zona de alergias. –dijo la doctora, yéndose.
–¡Muchas gracias! –dijo Mónica.
Patricia, se fijó que tenía una pulsera en la pierna izquierda, y fijándose en los pechos cubiertos por una chaqueta al levantarse para que se la llevaran en una silla de rueda, se fijó en las marcas de las anillas en sus pezones.
Sin duda alguna, era una esclava sexual, que se habían pasado con ella, o que la habían puteado. Antes de que se la llevarán, Patricia se acercó a ella para preguntarla algo.
–¿Has venido con alguien? –preguntó Patricia, interesada.
–Si, con una amiga. –dijo Mónica, mientras se la llevaba un auxiliar.
Patricia, se asomó por la puerta para ver a una chica esperando por la paciente.
–¿Familiares de Mónica Pasillo? –preguntó Patricia.
–Si. –dijo una chica que se levantó para acercarse.
Parecía una chica normal, llevaba unas botas, por lo que no podía ver si llevaba una pulsera en el tobillo. Pero si se dio cuenta de las marcas de sus pezones, los cuales, llevaba unas anillas como Mónica.
–Hola, soy la Doctora Patricia. –dijo ella.
–Hola, doctora. –dijo Elisa.
–¿Se encuentra bien mi amiga? –preguntó Elisa.
–Bueno, pensábamos que era algo más grave, tanto que casi no la llevábamos a quirófano para hacerle unas pruebas para operarla, ya que nos pensábamos que era otra cosa. –dijo Patricia.
La chica se comenzó a preocuparse, tanto que estuvo a punto de ponerse a llorar. Pero, rápidamente Patricia, la tranquilizó, diciéndole que no se preocupara por nada, que había sufrido una reacción alérgica que podría haberse complicado si hubiese ido a más.
Patricia, llevaba su ropa de doctora cirujana, por lo que no se le notaba que fuese Ama dominante, así que no hubo ningún problema.
–¿Eres su novia o algo así? –preguntó Patricia, haciéndose la inocente.
–No, somos amigas y compañeras de piso. –dijo Elisa.
–¿Entonces de quién fue la idea de echarla polvos pica-pica dentro de su vagina? –preguntó Patricia.
–Comenzó a hacer reacción con los fluidos vaginales hasta provocarle dolores e inflamación. –dijo Patricia.
–Es algo bastante serio. –dijo Patricia.
–No he sido yo, sino su novio. –dijo Elisa, un poco nerviosa.
Patricia, notó que se había puesto nerviosa, por lo que supo que no era la verdad, sino que había sido seguramente en una sesión de BDSM, en la que sus Ama/o, las había humillado tanto a Mónica como a Elisa.
–¿Y dónde está su novio si ha sido él? –preguntó Patricia.
–Bueno,…estará al venir, supongo. –dijo Elisa, muy nerviosa.
–La verdad que, si hubiese sido su novio, me parece una vergüenza que no esté aquí, porque la reacción alérgica si no la hubiésemos cogido a tiempo, podía haberle aparecido complicaciones en la que hubiera estado en peligro su vida. –dijo Patricia.
–Por eso, te preguntó por las buenas, porque podemos dar parte a la policía de lo que ha sucedido para que investiguen. –dijo Patricia.
La chica se puso colorada, nerviosa y comenzó a contárselo todo con mucha vergüenza.
–Mire, le pido perdón por mentirla, pero la verdad es esta. –dijo Elisa.
–Me da un poco de vergüenza, y apuro contarlo. –dijo Elisa.
–Bueno, cuéntamelo y tranquila que no sucede nada. –dijo Patricia.
–Hace unos días, estuvimos en una fiesta de una discoteca, en la cual había gente bailando como gogos. –dijo Elisa.
–Pero, había una zona de juegos eróticos que nos pareció extraño a nosotras, que estábamos en una despedida de solteros. –dijo Elisa.
–El caso que vino unas escenas de humillación y denigración que una mujer estaba haciendo a uno chico y a una chica. –dijo Elisa.
–El caso es que nos excitamos y nos pusimos cachondas todo el grupo, pero desconocíamos todo eso de ese mundo. –dijo Elisa.
–El caso es que, al finalizar la fiesta, nos íbamos a casa y en el aparcamiento apareció una mujer que había estado en la fiesta. –dijo Elisa.
–Con ella iba otra chica y un hombre, que estaba detrás de ellas, de rodillas a cuatro patas. –dijo Elisa.
–Estaba totalmente desnudo con un cinturón de castidad pequeño y con una especie de vibrador anal –dijo Elisa.
–¿Y qué es lo que sucedió? –preguntó Patricia, ya que Elisa guardó un momento de silencio como pensando cómo decirlo.
–Se acercó a nosotras cuando las demás ya se había ido e íbamos a subirnos al coche cuando comenzó a hablarnos. –dijo Elisa.
–Lo cierto fue que después de ver todo el espectáculo, estábamos cachondas perdidas, así que lo primero que nos dijo fue que éramos unas perras guarras y cerdas. –dijo Elsa.
–Además, nos dijo que éramos unas putas zorras, que habíamos disfrutado de su espectáculo, excitándonos y corriéndonos de placer y de gusto como unas putas zorras de mierda, y que no le habíamos dado las gracias. –dijo Elisa.
–Nos comenzaron a darnos unas bofetadas en la cara sin parar hasta que se nos caían las lágrimas hasta que nos ordenó arrodillarnos como unas perras ante ellas. –dijo Elisa.
–Nos puso unas correas y nos tiró de la correa para que camináramos detrás de ellas junto a su esclavo. –dijo Elisa.
–Y bueno, dentro del local, nos humilló, nos denigró hasta convertirnos en sus esclavas. –dijo Elisa, mostrando sus pechos brevemente para enseñarle las anillas en sus pezones.
–Lo que le ha sucedido a Mónica es culpa de nuestras Amas, una broma suya de humillación y denigración. –dijo Elisa, con una cara de resignación.
–Lo entiendo, no te preocupes Elisa. –dijo Patricia.
–Pero te digo que, aunque una Ama os haya sometido, dominado y humillado, vosotras debéis de elegirlas a ellas. –dijo Patricia.
–Sí, eso es fácil decirlo, pero sólo con escuchar su voz, tiemblo de miedo y una orden suya mi voluntad le pertenece. –dijo Elisa.
–¿Qué es lo que os han hecho para terminar de esta manera? –preguntó Patricia, impresionada por ver esa entrega obediente y sumisa.
–Nos pegaron latigazos, nos follaron más de 20 tíos del local, reventándonos tanto el coño como el ano. –dijo Elisa.
–Luego nos follaron nuestras bocas durante toda la noche y todo el día siguiente hasta la noche. –dijo Elisa.
–Se corrían en nuestras bocas, en nuestros culos y en nuestro coño. –dijo Elisa.
–Nos dijo que era nuestro precio por no haberle dado las gracias y por corrernos durante el espectáculo sin darle las gracias. –dijo Elisa.
–Además, estuvimos en unas celdas para perros a cuatro patas, mientras nos follaban los clientes del club durante todo ese tiempo, se meaban en nuestras bocas por todo el cuerpo. –dijo Elisa.
–Ya veo, una experiencia muy mala. –dijo Patricia.
–¿Y dónde estás vuestras Amas? –preguntó Patricia.
–Seguramente, en el club llamado la Pantera Negra. –dijo Elisa.
–Ese Club, no es que sea una discoteca, es un prostíbulo, en dónde chicas que son putas alternan con clientes. –dijo Patricia.
–Si, es verdad. –dijo Elisa.
–Así que vais a una fiesta de despedida y acabáis de prostitutas de una proxeneta, que supuestamente es una Ama dominante. –dijo Patricia.
–Pues sí, es verdad. –dijo Elisa, con tristeza.
En ese momento, enviaron un mensaje al móvil de Mónica, que lo tenía Elisa, que fue a mirarlo para saber el contenido del mensaje. Patricia, miró el contenido mientras Elisa, lo leía, también.
–¿Dóndes estás esclava? –preguntó su Ama.
–Los clientes están impacientándose por qué no te presentes, esclava. –dijo su Ama.
Patricia cogió el móvil, y escribió.
–Lo siento, pero dimito de ese puesto de trabajo de mierda, y rompo el acuerdo de esclava de esa noche. –escribió Patricia.
–Vamos a ir a la policía si sigues molestándonos. –escribió Patricia.
No hubo respuesta alguna a esos mensajes.
–Cuando entren por esa puerta las señalas. –dijo Patricia.
–Que queremos saber quiénes son. –dijo Patricia, cogiendo el móvil para llamar a la policía, denunciando los hechos.
En pocos minutos vinieron unos seis agentes, que entraron preguntando por la doctora Patricia de urgencias.
–Hola, agentes. –dijo Patricia.
–Hola, buenas noches. –dijo el agente, que comenzó a escuchar la denuncia de Elisa, contándole todo lo que les había pasado desde esa noche.
Los agentes, se metieron detrás de las puertas, esperando la llegada de esas personas, porque seguramente iban a venir a por ellas a urgencias, esperándolas a la salida.
–¿Cuándo le dan el alta a Mónica? –preguntó uno de los agentes.
–Unos minutos y ya podrá salir de urgencias. –dijo Patricia.
–Muy bien. –dijo el agente, cogiendo el comunicador y dando el aviso a sus compañeros, que llegaron al club de forma de incógnita, haciendo una redada en la que los pillaron con las manos en la masa.
Sin embargo, las dos Amas dominantes de Elisa y de Mónica estaban fuera en ese momento.
Ambas estaban llegando a urgencias, para llevarse a sus perras y esclavas, por qué se pensaban que trataban de escaparse. Nada más, terminar de atender a Mónica, los agentes la escoltaron a comisaría para que prestara declaración, acompañada de su amiga Elisa, ya que ambas eran testigos de la trata de prostitución.
Patricia, volvió a entrar nada más cuando se marcharon, por lo que siguió atendiendo en urgencias, ya que hasta que no hubiese algún paciente sobre su especialidad, no podía operar junto con el doctor jefe.
En ese momento unos minutos más tarde, llegaron las dos Amas, preguntando por Elisa y Mónica, las cuales, al no verlas, se quedaron bastante preocupadas y molestas por no encontrarlas.
Pero Patricia junto con Diana estaban a fuera en el aparcamiento de atrás, ya que había salido del hospital, sin el atuendo de doctoras. Las dos chicas salieron de urgencias para acercándose a su coche, cuando de repente, tanto Patricia como Diana, las cogieron de los pelos por detrás, tirándolas al suelo, mientras pegaban unos gritos de dolor al ser arrastradas por el suelo.
–¡No, por favor! –decían las dos, preguntándose quiénes eras esas chicas.
–Os vamos a enseñar, lo que es duro, putas zorras de mierda. –dijo Patricia.
–Esta noche vais aprender a pensar muchas cosas que no debíais de haber hecho, zorras. –dijo Diana.
–¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían las dos de dolor, gritando.
–¡No, por favor! –decían las dos.
–Pero, ¿Por qué nos hacéis esto? –preguntaron ellas.
Las arrastraron hasta su coche, donde tenían el maletero abierto, levantaron de su pelo su cabeza, para hacerlas ponerse de rodillas, cuando comenzaron a bofetearlas en su cara con una mano.
–¡Zas! –¡Zas! –¡Uno, dos! –contaban Patricia como Diana. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían las dos chicas de dolor.
–¡Zas! –¡Zas! –¡Tres, cuatro! –contaban Patricia como Diana. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían las dos chicas de dolor.
–¡Zas! –¡Zas! –¡Cinco, seis! –contaban Patricia como Diana. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían las dos chicas de dolor.
Estuvieron dándolas de bofetadas más de 50 guantazos, hasta hacer que comenzaran a llorar de dolor, con las mejillas rojas y coloradas.
La venganza no fue tan blanda, según les habían contado Mónica y Elisa, así que sacaron dos collares poniéndoselo en el cuello, para arrancarlas las ropas, dejándolas desnudas.
Comenzaron a tirarlas del collar para que hacerlas ponerse erguidas, cogiendo una fusta comenzaron a darles fustazos en los pechos como en las vaginas, mientras estas gemían de dolor. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor.
Hasta que después de darles muchos fustazos, comenzaron a gemir de placer como unas putas zorras. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de dolor. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de dolor.
Las dos estaban con las zonas erógenas enrojecidas con un color de piel colorada, mientras sus flujos vaginales resbalaban por sus muslos y caían al suelo del aparcamiento. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de dolor.
Todo ello, hizo que comenzaran a correrse de placer, soltando sus fluidos vaginales por el suelo, gimiendo de placer y de dolor, que cada vez se confundía ambos sentimientos. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
Patricia como Diana aprovecharon esos momentos para ponerles las anillas en los pezones, la pulsera en la pierna izquierda, quitándosela de la derecha, junto con la pulsera de la muñeca de la mano.
Las dos chicas, estaban experimentando lo que ellas, en otras ocasiones habían hecho con otras. Quizás, fuese una justicia poética o no, nadie lo sabe, pero lo que habían hecho a Elisa y Mónica, junto con otras chicas que desconocían, merecían que lo pagaran con la misma moneda. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
–¡Vamos, putas zorras! –dijo Patricia.
–¡Abriros de piernas como las putas guarras y cerdas que sois! –dijo Diana.
Éstas no tardaron de obedecer la orden, porque en ese estado de excitación de placer, corriéndose y después de haber recibido todo ese castigo que era leve comparado a las de Elisa o Mónica, se abrieron de piernas las dos.
Les fueron poniendo las anillas vaginales con las cadenitas de las anillas de los pezones para terminar por meterles dos vibradores de grandes dimensiones, que las hicieron gemir de dolor por su tamaño, pero de placer al ponerse en movimiento. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
Detrás de eso, comenzaron a caminar por el aparcamiento de un lado al otro, yendo las esclavas de rodillas a cuatro patas detrás de ellas. Después de estar un rato paseándolas como unas perras en celo, mientras sus fluidos bajaban por sus muslos desnudos, se sentaron en el banco más cercano a una zona oscura.
–¡Poneros de rodillas con las piernas abiertas con las manos detrás de la cabeza, esclavas! –ordenó Patricia, dándole un fustazo en su culo, repitiéndolo Diana con la otra esclava.
Las dos obedecieron sin hablar, mirando al suelo o a las botas de ellas, por la cercanía a la que estaban de ellas.
–¡Quítame la bota y comienza a limpiarme los pies, esclava! –ordenó Patricia.
Cosa que Diana, dijo lo mismo, pero de otra manera humillante.
Las dos chicas que había sido Amas, convertidas ahora en esclavas sumisas sexuales por Patricia y Diana, comenzaron a quitarles las botas, para después comenzar a besar, lamer y chupar sus pies.
Saboreando el sudor, la suciedad de ellos, lamian sus plantas, mientras Patricia y Diana, les restregaban sus plantas de sus pies por su cara. Tanto Gloria como Silvia, estaban excitadas y cachondas perdidas, se dejaban hacer todo, obedeciéndolas sumisamente.
Nadie hubiera sabido que esas chicas antes fueran Amas, viéndose de esa manera en esos momentos. Ellas, mientras limpiaban sus pies con su lengua, les daban fustados en la vagina o en los pechos, produciéndolas placer y dolor.
Los gemidos eran intensos cada vez más hasta que comenzaron a correrse nuevamente de placer y de gusto. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
–¡Muy bien hecho, esclavas! –dijo Diana.
–¡Ahora, ponednos las botas, y ya sabéis lo que debéis de hacer, esclavas! –dijo Diana.
Tanto Silvia como Gloria, les pusieron sus botas, para hacer una reverencia de respeto, obediencia y sumisión para comenzar a besarlas, a lamerlas y chuparlas, hasta que limpiaron hasta la suciedad de la suela de las botas.
Detrás de todo eso, Patricia sacó el grabador de collares para grabarles sus nombres en ellos, “esclava Silvia propiedad de ,…..” “esclava gloria propiedad de ,….”
–¡Vámonos, que tenemos que irnos, Diana! –dijo Patricia.
–Sí, aún nos queda un par de horas. –dijo Diana, yéndose las dos, tirando de sus collares para que las esclavas las siguieran como perras en celo.
–¿Cuál es vuestro coche, esclavas? –preguntó Diana.
–Es aquel coche azul, mi Ama. –respondió la esclava.
Se dirigieron a ese coche, para abrir ambas puertas, tirando sus ropas en su interior.
–¡Entrad al coche e iros a vuestras casas, esclavas! –ordenaron ellas, dándoles, varios fustazos en sus culos, pegando las esclavas un gemido de dolor y de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
Silvia como Gloria, entraron a su coche a cuatro patas como perras en celo, mientras que les dejaban las llaves en el asiento, junto con sus ropas, para cerrarles las puertas.
Tanto Patricia como Diana, se marcharon para entrar por la puerta de persona del hospital, dando la vuelta para que no las vieran hacía donde iban. Mientras que Silvia como Gloria, estaban, guardando silencio, pensando en todo lo que les había pasado.
–¡Vámonos a casa! –dijo Silvia.
–¿Quiénes eran esas Amas Negras? –preguntó Gloria.
–No lo sé, pero estoy excitada y cachonda perdida, por lo que nos ha ocurrido. –dijo Silvia, gimiendo de placer. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
–Tengo los pezones duros como balones, que al tocarlos o el movimiento de las cadenitas por el rozamiento de las anillas, me excita de placer. –dijo Gloria. –¡Aaah, Aaah, Aaah! –gemían de dolor. –¡Mmm, Mmm, Mmm! –gemían de placer.
–¡Tenemos que ir a club! –dijo Gloria.
–Pues si nos vamos a pasar, mejor que nos pongamos la ropa. –dijo Silvia.
–Sí, en eso llevas razón. –dijo Gloria.
Las dos se vistieron para arrancar el coche e irse al club, para de despedirse del trabajo o no sé para qué debían ir. Después de unos 20 minutos, llegaron al club al cual estaba acordonado por la policía y con cintas de acceso prohibido.
Ambas, salieron del coche, cuando un agente se les acercó, para decirles que ese lugar no se podía entrar.
–Disculpen, pero ha habido una redada y se ha detenido a todo el personal del establecimiento. –dijo el agente.
–¿Qué querían ustedes? –preguntó el agente.
–Íbamos a tomar algo para comer. –dijo Silvia, rápidamente.
–Pueden ir a uno 50 m más adelante en donde hay un bar con un hostal. –dijo el agente.
–¡Muchas gracias, señor agente por ser tan amable! –dijo Silvia.
Ambas volvieron a entrar al coche para irse a sus casas. Sin duda alguna, si llegan a estar en él, hubieran sido detenidas e imputadas por delitos cometidos como el resto de los demás del club.