Bella señora
Resumen
Una señora, mal cogida, va por la calle con su frustración cuando un chico, muy joven, se aparece enfrente de ella, le invita un café y terminan teniendo sexo, ¡de muchísima intensidad!.
+++
Un viernes por la noche regresaba de mi trabajo. Me bajé del taxi en un parque, para distraerme, pero aún tenía que caminar un poco para llegar a la casa. El día no había sido bueno; mi jefe – amante, había estado de “genio”, malhumorado toda la mañana y luego se fue a comer con unos clientes. Regresó una media hora antes de la salida, algo ebrio, o al menos pasado de copas y de inmediato me llevó a su “privado” en donde, al instante comenzó por decirme:
= ¡Querida..., me vuelves loco..., tócame cómo la traigo parada...!, ¡me “trais” muy caliente...!; ¡con esa faldita…!, al igual que a los clientes…,
¡haces que se me “pare”…, el corazón…!
El día anterior, mi jefe – amante, se había encelado porque unos clientes me habían coqueteado delante de él y ahora, a punto de borrachera, venía “queriendo conmigo”.
De inmediato me abrazó y comenzó a levantarme la falda, que era un tanto ajustada a mi cuerpo. Me jaloneaba sin control, embotado por el alcohol. Siempre que lo sentía en éste estado, trataba yo misma de quitarme mi ropa, pues siempre, en sus prisas y ansias, me la rompía.
+ ¡Cuidado..., siempre me rompes la ropa..., te falta delicadeza..., eres un bruto...!.
= ¡Es que..., de verdad, te traigo muchas ganas...!
Pedro, mi jefe, al igual que mi ex esposo, me dejaban insatisfecha; ¡desde hacía tiempo que no lograban satisfacerme...!. Tanto él como mi ex, se contentaban siempre con encuentros muy breves, sin que yo pudiera satisfacerme con ello.
Esa ocasión tampoco fue la excepción. Yo me levanté la falda, para que no la rompiera, me bajé las pantaletas, para que no las deshilachara y él, de rapidito, nomás me empinó sobre de su escritorio y…, así, empinadita, se me colocó por detrás, me dio dos o tres embestidas pero no logró penetrarme pues, tengo un sexo en el cual sus labios siempre están “cerraditos”, pareciera que fuera yo "virgen"; ¡les cuesta mucho trabajo meterlo!. Pedro me empujó con mucha fuerza hasta que por fin:
= ¡ya estuvo..., ya entró..., la tengo hasta adentro...!,
me dijo, feliz de su “hazaña”, pero…, me dio dos bombeadas apenas y enseguida “se vino” dentro de mí. ¡No me dio tiempo ni de suspirar, ni gemir ni…, de nada!, ¡mucho menos de tener un orgasmo!, pero él estaba feliz, que era lo que a él le importaba, dejándome más caliente que lo que estaba desde antes de que él llegara..., y luego de eso…, ¡creía haber estado genial!:
= ¡Qué bruto..., lo hicimos re-rico!, ¿no es cierto querida…?
+ ¡Sí Pedro, claro que sí...!, buenas noches.
Me dio un beso en el cuello y de inmediato se dio la vuelta para arreglarse, darse la vuelta y salirse de ahí:
= ¡Nos vemos el lunes…, ciao…!.
¡Una vez más terminaba empapada de esperma, con mi sexo caliente como horno!. En muchas ocasiones yo misma me "terminaba" con una buena masturbación, acariciándome mis tetas y clítoris pero…, en esa ocasión tenía ganas de “largarme” de ahí, así que, luego de “limpiarme mis rinconcitos”, tomé un taxi a la casa, pero en el camino pasamos por un café, enfrente de un parque y me dieron ganas de sentarme un rato en ese café…, para dejar vagar mi imaginación.
Me bajé del taxi y me fui caminando al lado del parque, en dirección del café, cuando de frente a mí apareció un jovencito, quien me saludó en una forma muy informal y a la vez, como si nos conociéramos de toda la vida, piropeándome de entrada, pese a nuestra diferencia de edades:
+ ¡Hola preciosa!. ¿Porqué tan solita?. ¿No quieres que te acompañe?. ¿Me vas invitar un café…?.
Y…, como estaba pensando en ese café, de inmediato se me hizo fácil decirle que sí.
Entramos en ese café. Seleccioné una mesa y nos sentamos; él enfrente de mí.
De inmediato me tomó mis manos entre sus manos y:
= ¡Te ves rete guapa con esa faldita…!. ¡Se te entalla muy bien a tu cuerpo…!.
¡Y esa cabellera que traes…, a la “desgreñée”…, se te mira provocativa…!,
me decía extasiado y quitado de la pena, cuando llegó la mesera y le ordenamos dos cafés.
En ese momento me levanté, retirando mis manos de las del chico aquel; me quité el blazer azul que llevaba y me quedé con mi blusa, una blanca, de manga larga, con el cuello redondo, abotonable hacia el frente, abotonada hasta el cuello, y de inmediato el chico añadió:
= Pero…, desabotónate más…, ¿no te ahogas con tantos botones…?.
Me dio mucha risa y me desabotoné los dos botones de arriba y luego ya me senté nuevamente y…, de inmediato el chico ese volvió a tomarme las manos.
= Tienes unas manos muy suavecitas…, debe ser muy bonito que te acaricien con ellas…,
y de inmediato se las llevó hasta su boca y les dio un par de besos, cuando llegaron con nuestros cafés, y de inmediato nos soltamos las manos, pero en cuanto se retiró la mesera, al instante me tomó de las manos, una vez más otra vez.
= Eres una mujer muy bonita…, con esos ojazos que tienes…, esos ojos negros…, como la canción…,
esa mirada profunda, que revela una decepción o una frustración…, ¿es así…?.
+ ¡Ah qué muchacho tan preguntón y metiche…!,
le dije, mitad en serio, mitad en broma, pero sorprendido por cómo me había leído “eso” en mis ojos.
= ¡Cuéntame de ti!. Bella señora.
+ ¡Ya estarás, Emmanuel…!,
le dije bromeando. ¡Me había gustado mucho su desparpajo y elocuencia!.
= ¡Brillas tanto como la noche!..., sí, entre tierna y dura, háblame de ti bella señora.
Comenzó a decirme, recitándome la canción, con una gran sonrisa en su boca y una mirada insinuosa en sus ojos, sin soltarme las manos, frotándomelas con sus dedos mientras recitaba aquella canción:
= ¡háblame de ti y de lo que sientes!, háblame de ti de tus amantes ♫.,
me dijo, casi cantando.
Me lo quedé viendo con fijeza a sus ojos, y él continuó:
= ¡sí, de tus amantes!. ¿Porqué tienes miedo?, ¿porque tu piel con el sol ya no es de porcelana?, ¿como en el pasado?.
Y en ese momento zafé mis manos de las suyas y me llevé a mis mejillas, en donde sentía una lagrima recorrérmelas hacia abajo.
El chico me miró, también con fijeza y poniendo su mano derecha sobre de mi izquierda, la acompañó en su recorrido por mi mejilla, mientras continuaba con su poema – canción:
= ¡Háblame de ti bella señora…! ♫.
Nos miramos a los ojos y, con mis manos entre sus manos, él continuó con:
= de tu más secreto, de tu noche oscura ♫, yo te encuentro bella como una escultura, señora solitaria ♫.
+ ¡Ay…, cómo serás…!,
le dije, soltándome de sus manos, limpiándome las lágrimas con el reverso de mis manos, pero él me las tomó nuevamente y continuó su cantar:
= ¡Poco a poco me acerco y me estalla el cuerpo!, señora solitaria ♫,
¡háblame de ti bella señora, háblame de ti sinceramente! ♫,
¡llévame contigo a tu misterio, llévame contigo a tu departamento! ♫.
+ ¡Tonto…, bobo…!, no sigas…,
pero él siguió y
= ¿Me llevas contigo?. No tienes nombre ni apellido, si dejas resbalar tu vestido ♫.
y…, ¡me dejé seducir!.
Pagamos sin haber siquiera probado el café y salimos de la mano de aquel café. Tomamos un taxi y nos dirigimos hasta un hotel, en medio de besos apasionados dentro del taxi.
Nos bajamos y entramos caminando. Pagué y subimos a un primer piso. Él había tomado la llave y abrió. Entramos y de inmediato nos abrazamos.
= ¡Señora solitaaaria! ♫,
me dijo, casi cantándome ese poema de canción.
Le sonreí y nos volvimos a besar en la boca, con mucha pasión, hasta que nos separamos, mientras él me desabrochaba los botones de mi blusa, descubriendo así mi brasier, uno blanco y…, él volvió a cantarme estrofas de aquella canción:
= Háblame de ti bella señora, no tienes nombre ni apellido ♫,
si dejas resbalar tu vestido…♫,
y dejé resbalar mi falda, hasta el piso, apareciendo ante sus ojos tan sólo con mi brasier, pantaletas y zapatillas
= ¡yo te encuentro bella como una escultura! ♫,
me dijo, mirándome fijamente a mi cuerpo, recorriéndolo con mucho detalle, con una mirada quirúrgica, mientras ponía, de su teléfono celular, la música de “Bella señora”, que me acababa de declamar.
¡Nos abrazamos, así como yo estaba, tan sólo con ropa interior y zapatillas!, y nos pusimos a bailar aquel poema – canción, sin dejar de besarnos en nuestras bocas, intercambiando lenguas y salivas y, mientras él me recorría mi cuerpo desnudo, yo le retiraba sus prendas.
Nos separamos algunos centímetros para que él se quitara su pantalón y luego de ello seguimos bailando, tan solo con ropa interior.
Los espejos develaban nuestros cuerpos unidos, esperando formar la “bestia de las dos espaldas”, de Shakespeare.
Sus manos estaban sobre mis nalgas, sintiéndolas, acariciándolas, recorriéndolas. Las mías recorrían sus espaldas y me le colgaba del cuello y le besaba su boca:
“yo te encuentro bella como una escultura, señora solitaaaria” ♫
Cantaba Emmanuel, en esa canción, y yo disfrutaba de los brazos de aquel chico, con el que me había yo topado en esa noche de su inspiración:
“no tienes nombre ni apellido” ♫,
cantaba también Emmanuel, y yo me aferraba a ese chico, sin nombre ni apellido, ya que hasta mucho después supe que se llamaba Daniel.
Me quitó mi brasier. Mis senos estaban oprimidos contra su pecho y sus manos habían penetrado por debajo de mis pantaletas, recorriendo directamente mis glúteos:
= ¡Señora solitaria…!, quiero besarte tu sexo…, recorrerte tu rajadita…!, ¡recogerte con mi lengua todas tus secreciones…!.
+ ¡Amooor…!,
le dije, por toda respuesta, buscando de nuevo su boca, para besarla apasionadamente con toda mi boca y la totalidad de mi ser:
+ ¡Amooor…!,
le dije de nuevo, después de ese beso, muy largo y lascivo, sin embargo, en ese momento se me vino a la mente mi jefe: ¡acababa de “estar” con él!, y…, en un rasgo de sinceridad le tuve que comentar a ese chico:
+ ¡Amor…, es que…, acabo de estar con otro hombre…!,
y él, sonriéndome nuevamente me volvió a cantar el poema:
= ¡Háblame de ti, de tus amantes…♫♫!
Sentí una mezcla de vergüenza y felicidad, no sabía si reír o bajar la cabeza avergonzada y:
+ ¡me dejó insatisfecha…!. ¡No pude llegar a mi orgasmo!.
= ¡Tengo toda la noche y todo este fin de semana para complacer a esta reina!.
Se hizo una pausa y…
= ¡Y todo el tiempo que pueda y quiera Ud. darme, mi bella señora…!.
Lo volví a besar con pasión y concupiscencia y al terminar ese beso, con la mirada hacia el piso le dije, algo avergonzada:
+ ¿me besas mi sexo…?.
El chico me recostó sobre de aquella cama, con las piernas colgando hacia el piso, en donde se arrodilló. Me puso sus manos en mis caderas, tomó mis pantaletas de las orillas y comenzó a deslizarlas sobre mis muslos. Yo levanté mis caderas y él procedió a recorrerlas hacia mis rodillas y luego me las sacó por debajo de mis tobillos y zapatillas, que aún llevaba yo puestas.
En todo ese camino hacia abajo, nunca dejó de besarme mis muslos, mis rodillas y piernas, hasta que dejó caer sobre el piso aquella prenda blanca que llevaba yo aquella noche.
Él me miraba; yo lo miraba y:
+ ¡bésame “ahí”…, por favor…!,
le dije, sin dejar de mirarlo, con ojos de súplica.
Tenía yo muchísimas ganas de aquella caricia, que “purificara” él haber estado con mi jefe de aquella manera, tan maquinal y bestial, sirviendo de “objeto” a su “necesidad”, sin que tomara en cuenta la mía.
Ese chico acercó su carita despacio, hasta mi rajadita peluda y, le separó los vellos de un lado hacia el otro, a la derecha, a la izquierda. Me miraba mi sexo con mucho detenimiento y:
= ¿Te lo metieron en tu rajadita…?
+ ¡Si amor…!.
= ¿Por aquí…?,
me preguntaba, introduciéndome un dedo, removiéndolo y comenzando a menearlo con lentitud, hacia un lado y el otro, hacia adentro y afuera, con parsimonia:
= ¿te gusta que te lo metan…?
+ sí amor…, me gusta mucho que me lo metan…
= ¿y haz cogido con muchos…?
+ con varios amor…
= ¿y con todos te ha gustado…?
+ sí amor…, con unos más que con otros…, pero con todos he disfrutado…, ¡todos me han dado placer…!.
Y en ese momento me acercó su boca y comenzó a chuparme mi rajadita:
= ¡Estás muy “venida” preciosa!. ¿Te dejaron caliente…?.
+ ¡Sí amor…!, pero…, esas “venidas” fueron por ti…, no por otro…!.
¡Tú me las sacaste…, mientras me seducías, allá en el café…!.
= ¿Quieres que te lo meta…?
+ ¡Sí amor…, pero…, primero quiero que me lo chupes…!,
¡que me saques muchos orgasmos así…, con tu lengua…!.
Y en ese momento comencé a sentir la lengua del chico recorrerme mi rajadita, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba.
Me separaba los labios de mi vagina, me chupaba uno y después el otro; me le daba ligeros chupetones al clítoris y, sentía que me rigidizaba cada vez que lo hacía:
+ ¡Aaaamooorrr…, papacitooo…, mi vidaaa…, aaaggghhh…, síiiiiiiiiiiiiiii…!.
Me hizo alcanzar un orgasmo, ¡muy rico!. ¡Me hacía mucha falta!, pero no se detuvo, siguió recorriendo mi sexo, con toda su lengua, recogiendo todas mis secreciones:
+ ¡Papitooo…!,
le gritaba, apretando fuertemente su cabeza contra mi sexo, contra mi rajadita, como si quisiera que se me introdujera toda aquella cabeza, con todo y su lengua, su boca, ¡quería sentirlo completamente en mi ser…!, por ahí, ¡muy dentro de mí…!, y sin embargo, el chico siguió brindándome lengua…, ¡muy rica!, ¡muy dedicada!, ¡muy eficaz!.
+ ¡Síiiiiiiiiiiiiiiiii…, síguele papi…, sí…, así…, síiiiiiiiiiiiiiiii!.
Y me sacó un nuevo orgasmo; este en repetición:
+ ¡Papacitooo…, te amo…, papitooo…!
Y…, antes de que se acabara mi orgasmo, se separó de mi sexo, se sacó su calzón y con su pene muy recto, muy duro, de un solo impulso de sus caderas, pero lo hizo llegar ¡hasta adentro de mis entrañas!, hasta golpearme con fuerza mi necesitada matriz…
+ ¡Papacitooo…, qué ricooo…, te amo…, papitooo…!.
Y también, en ese momento, me acarició mi carita con la palma de su mano y mirándome fijamente a mis ojos me dijo:
= ¡Te amo preciosa…, siempre te he amado, mi vida…!,
y nos dimos un formidable beso en la boca…, ardiente, apasionado, vehemente, emocionado, excitado, sentido…, que, con ese beso, me hizo conseguir otro orgasmo, que le dediqué a ese pene tan lindo, que me penetraba hasta mis entrañas, y entonces, me desaté…, comencé a darle salida a mis necesidades más íntimas, a mis ansias sexuales…, a mis instintos más primitivos…, a mi líbido reprimido.
Él estaba encima de mí, así que, le trencé mis piernas alrededor de su cuerpo y comencé a moverme con fuerza siguiendo sus movimientos, empujando cuando me empujaba, recibiendo sus embestidas y respondiendo con embestidas. ¡Nos sincronizamos como si fuera ballet y lo hubiéramos practicado toda la vida!. ¡Nos salía desde el alma!. ¡Lo apretaba contra mi cuerpo, con brazos y piernas!. ¡No dejaba yo de besarlo, de apretarle mis tetas contra su pecho, de empujarle mi pubis contra su pubis!, ¡hasta que choque el hueso!, hasta desfallecer.
No se cuánto tiempo lo hicimos, así, sin cambiar nuestra posición, nuestro ritmo, nuestras embestidas, nuestro ímpetu, nuestras ansias, nuestra lubricidad, entregándonos con muchas liviandad y hasta con perversión y depravación. ¡Sudábamos!, pero no dejábamos de interactuar. Mi boca no se cansaba de disfrutar de su boca, de su lengua, de su saliva. El chico no cesaba de decirme:
= ¡preciosa, mi linda…, señora, señora, mi bella señora…!,
hasta que…, después de casi un siglo de estar copulando, finalmente el chico comenzó a eyacular:
= ¡preciosa…, me voy a “venir”…, me “vengo”…, me viene…, mi linda, mi linda…!,
¡mi bella señora…, me “vengooo”…!.
Y…, ¡lo acompañé en su “venida”, alcanzando al unísono un orgasmo…, descomunal!.
+ ¡Papacitooo…, mi amooor…, corazóoon…!.
¡Qué rica venida que tuve!.
¡Qué rico se vino ese chico!. ¡Era un “batidero” tremendo de nuestras emisiones!. ¡Pareciera que nos hubiéramos orinado sobre de la cama!. ¡Mis fluidos y los suyos no cabían dentro de mi vagina, se habían derramado y esparcido por todos mis muslos y estaban desparramados sobre de aquel colchón!.
El chico se quedó todo rendido, extenuado, extasiado, fatigado, por encima de mí, todo laxo, pero sin dejar de acariciarme mi cara, mirándome con ojos de enamorado, diciéndome frases lindas:
+ ¡mi bella señora!,
= ¡te amo, chiquito…!.
Y nos volvimos a besar en la boca, en un beso largo, largo, muy largo.
Estuvimos un rato así, juntos; él encima de mí. Su cuerpo no me pesaba, lo tenía yo incrustado en mi cuerpo, hasta que…, comenzó a perder su erección y después…, se salió de mi cuerpo pero…, toda golosa y lasciva, me enderecé para buscarle su pene, completamente “batido” y lleno de nuestras secreciones, y me puse a chuparlo, a mamarlo, a introducirlo en mi boca:
+ ¡quiero llenarme de ti…, de tu virilidad…, de tu juventud…!.
¡Me gusta mucho tu semen!. ¡Quisiera bañarme con semen!.
¡Tragarme tus litros!.
Y continué con su pene, succionándolo con avidez, deleitándome con nuestros fluidos sexuales, saboreándolos con glotonería y procacidad, mientras el chico, creo que maravillado, me acariciaba el cabello, repitiéndome sin parar:
= ¡señora…, señora, mi bella señora!.
Estaba chupando ese pene con tal devoción e intensidad en mi felación que…, la naturaleza me recompensó con una nueva y portentosa erección del pene del chico aquel. ¡Creo que le creció al doble de lo anterior y su diámetro…, se fue al infinito!, ¡lo sentía enorme y desmesurado!, ¡imponente!, retador, prometedor.
= ¿Lo hacemos…?, ¿de nuevo…?.
+ ¡Sí amor…, muchas gracias chiquito…!. ¡Recuéstate boca arriba…!.
Y el chico me obedeció. Su pene parecía un poste de luz o telefonía, muy erecto, ¡gigantesco!, a la vertical y, golosa, lo palpé, lo recorrí con mi mano, le di un beso muy tierno en su glande y luego de ello, separando mis piernas, una a cada lado del cuerpo del chico, me comencé a sentar en su “poste”, en su pene. ¡Me lo introduje despacio!, saboreándolo poco a poco, centímetro a centímetro, hasta que me penetró por completo:
+ ¡Amooor…, te tengo hasta adentro, mi vida…!. ¡Aguántame mucho!.
¡Aguanta las ganas!, ¡déjame disfrutarte…!.
Si sientes que te “viene”, me avisas, le bajo mi ritmo.
¡Quiero que me aguantes tres días…!. ¡Me gustas mucho chiquito!.
Le dije, dándole un nuevo beso en su boca, como pago a cuenta de lo que deseaba yo hacer con él.
Acto seguido, comencé a impulsarme con mis piernas y mis caderas, de atrás adelante y atrás. Primero de manera algo lenta y pausada, pero luego comencé a acelerar ese movimiento y luego lo volví a reducir y comencé un movimiento más vertical, de arriba hacia abajo y arriba y abajo hasta que, empecé a darme sentones, primero pequeños y luego más fuertes, casi brincando sobre de esa “estaca” que se me encajaba en mi vientre y a cada empujón me sacaba gemidos y pujidos de verdadero placer.
Aceleré mis movimientos, mis caídas, mis sentones y ¡me estaba matando yo sola!, ¡pero de un verdadero placer!. ¡Me estaba llegando un orgasmo…!, y luego de eso…, otro y luego otro ¡y después otro más…!. ¡Eran orgasmos en repetición!. ¡Qué cosa más linda era eso!, y el chico, sin saber cómo es que me aguantaba, pero permanecía estoico, jugueteándome mis tetas, acariciándome mis pezones, dándole chupetones, apretándome mis nalgas, siguiéndome el ritmo con sus manos, de mis caderas, ayudándome en mis sentones, hasta que…, ¡ya no pude más…!, ¡me desplomé sobre de su cuerpo!, exánime, desfallecida, laxo, agotada. Mi sexo quería todavía más, pero mi cuerpo, mis piernas, mis muslos, mi espalda, ya no me aguantaban y cayeron rendidos sobre del chico, que me recorría mis cabellos con sus dedos y me repetía:
= ¡mi señora…, mi bella señora…!, ¡tan rica y caliente!.
+ ¡papito…, qué rico…, te amo…!.
Y nos quedamos fatigados en esa postura, intercambiando caricias y besos, pero luego de un rato:
= Háblame de ti, de tus amantes…♫
Me lo quedé viendo a la cara, pues esta vez me lo dijo muy serio, aunque era parte de la canción, y él me lo confirmó:
= Sí, de tus amantes…,
No supe qué contestarle y él me soltó otras preguntas, relacionadas:
= ¿tienes muchos…?, ¿andas con varios?,
+ eeehhh…, sí…, bueno…, a veces con mi ex marido…, pues siempre me ha cogido muy rico…, también con mi jefe…,
que a veces me lo hace…, muy bien…
= ¿al mismo tiempo?
+ no exactamente, pero a veces se juntan…,
= ¿como fue el caso conmigo…, uno después del otro…?.
+ algo así…, más o menos…
= ¿y has cogido con chavos…?
+ sí…
= ¿te gustan…?
+ sí…, lo hacen rico…, aunque en ocasiones se vienen muy rápido… Y generalmente son muy posesivos…, celosos, dominantes…
= ¿te gusta que te dominen…?
+ sí…, me gusta ser dócil…, complacer a mi pareja…, obediente…, que me conduzcan durante el coito…, pero también me gusta montar,
como te lo hice hace rato…, pero me gusta también de “a perrita”, “en cuatro patas”, y el chico detrás, empujándome fuerte.
Así lo siento muy fuerte, me llega…, hasta el fondo…, ¡me estimula mi punto G!, consigo muy buenos orgasmos…
= Pues hace un rato no te fue nada mal…
+ Jajaja…, cómo serás… ¡es que te portaste muy bien!, ¡y me gustas muchísimo!.
Se hizo un breve silencio y
= ¡ponte de “a perrita”!,
me ordenaba ese chico
= ¡quiero darte con fuerza…!, ¡tienes unas nalgas muy ricas!,
“yo te encuentro bella como una escultura, señora solitaaaria”♫!,
volvió a cantarme ese chico, y yo me reí…, ¡jajaja…!, pero lo obedecí, sin chistar.
Me coloqué sobre de la cama, “en cuatro patas”, aun con las zapatillas puestas y el chico se me colocó por detrás:
= ¡tienes unas nalgas muy ricas, preciosa…!,
Volvió a repetirme, pasando su mano por encima de mi trasero, recorriéndome los dos glúteos, pasándose del uno al otro…, y a mi raya del medio, deslizando sus dedos por “ahí”, llegándome al ano, acariciándolo lentamente, insinuándomelo por encima:
= ¿ya te han dado por este lado…?
+ sí
Le contesté de manera lacónica.
= ¿y también te gusta por ahí?
+ sí,
Le volví a contestar, brevemente.
= Y…, ya te han dado el beso “polaco”
+ ¿polaco?
= sí…, po-la-co...la…, jajaja,
+ ¡como serás…!, no hay que ser…
Y en ese momento me colocó su lengua sobre de mi ano y me lo comenzó a estimular: ¡era deliciosa la sensación!. ¡Nunca lo habría imaginado!. ¡Se sentía deliciosa!, pero, luego de un rato, dejó de hacerme esa caricia y…, comencé a sentir que su pene rondaba sobre mi rajadita vaginal:
= ¿quieres que te lo meta, preciosa…?
+ ¡sí mi amor…, por favor…!.
En ese momento sentí que su pene comenzaba a separarme los labios de mi vagina, que se habían vuelto a cerrar nuevamente y al chico, como a casi todos, le costaba trabajo “meterlo”. Me causaba un cierto dolor, ¡delicioso!, y entonces solté un gemido:
+ ¡aaaggghhh…!, ¡amooorrr…!.
= ¿te gusta…?
+ sí…,
y en ese momento me dio una nalgadita y de inmediato me volvió a preguntar:
= ¿te gusta…?,
y yo le contesté que:
+ sí amor…,
y entonces me dio más duro, y de inmediato me preguntó:
= ¿te gusta…?,
y yo le contesté que:
+ sí amor…,
Y entonces comenzó el mete y saca, con fuerza, desde un principio, y al mismo tiempo, mientras más fuerte me penetraba, más fuerte me golpeaba las nalgas, y siempre me preguntaba,
= ¿te gusta…?,
y yo le contestaba que:
+ sí corazón…
Hasta que, en una de esas, me pescó de los cabellos y comenzó a jalarme con fuerza, mientras me penetraba con fuerza y velocidad:
= ¡muévete caballito…, muévete fuerte…!,
y lo complací…, comencé a moverme con fuerza, con fuerza y velocidad, empujando yo mis caderas de un lado hacia el otro, hacia adelante con fuerza y luego también hacia atrás.
Él había ya sincronizado sus movimientos con los de mis caderas y la conjunción era perfecta, los movimientos estaban sincronizados y ¡la sentía deliciosa!, ¡me llegaba muy dentro!, ¡me estimulaba mi punto G!.
+ ¡Papito, papito, mi papi…, más fuerte mi vida, más duro…!.
Y en ese preciso instante, sentí una nueva nalgada, muy fuerte, durísima, que me hizo derramar unas lágrimas…
+ ¡papacito…, de dolió…, me lo diste muy fuerte…!,
pero…, en lugar de ya no golpearme, ese chico comenzó a desatar su fogosidad en mis nalgas, y las comenzó a golpear fuertemente, haciéndome flaquear y caer sobre de aquel colchón , todo mojado de nuestras “venidas”,
+ ¡ya no, papacito, ya no…, por favor…, ya me duele, papito…, ya no…!.
En ese momento, ese chico se zafa de mi vagina y de inmediato, de golpe, de manera brutal, se introduce en mi ano, con fuerza, de manera salvaje:
+ ¡Aaaaggghhh…, aaayyyiii…, papitooo…, papito…, mi amooorrr…!.
Me siguió tirando de los cabellos y:
= ¿te gusta preciosa…, te gusta…?
+ sí papi…, me gusta…, te quiero…, papito…, aaaggghhh…
en ese momento, me vino otro orgasmo:
+ ¡papito…, papito…, me vengo…, papito…!.
= ¡me vengo preciosa…, me vengo…!.
Y en ese preciso momento, nos “venimos” los dos.
Terminé con el recto inundado de semen, y luego de eso, ese chico me pidió que le “limpiara” su verga, y, de manera sumisa y muy dócil, se la limpié por completo.
Nos volvimos a quedar recostados y en ese momento me hizo una confesión:
= me llamo Daniel…, y soy el hijo de la señora que te hace la limpieza desde hace ya casi 10 años…
Una vez me encontraste espiándote cuando te bañabas, y me reprendieron. Otra vez me encontraste masturbándome con tus calzones y
me diste una bofetada, pero con esto…, ya tuve mi recompensa.