VUELO 69... SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARIS
CAPÍTULO 11 – El guía inesperado
-Marta-
Mi cabeza no dejaba de dar vueltas a todo lo que había pasado la noche anterior, en mi mente sólo estaba mi marido, no se merecía lo que le había hecho. Me parecía estar en un sueño, como si no fuera yo misma la protagonista de todo lo que sucedió. Desperté en la habitación de Silvia que permanecía profundamente dormida, ambas completamente desnudas. Yo no era así... me había comportado como una zorra, sin pensar lo más mínimo en las consecuencias, no sólo por haber engañado a Fran, sino habiendo dejado que ese chico se corriera dentro de mí. ¿Estaba loca?
Aun con la cabeza hecha un lío, sonó mi móvil y era Fran que se encontraba en la cafetería tomando un café y esperándome para desayunar
- ¿Qué tal has dormido amor?, ¿Te encuentras totalmente recuperada? - sonaba al otro lado del teléfono la voz de mi marido al que seguramente no sería capaz de mirar a la cara.
- Si cielo no te preocupes, he pasado buena noche, voy a la habitación, me ducho, me visto y en media hora estoy allí.
Tras la ducha, en la que intenté borrar los restos de mi infamia, bajé aturdida, pero intenté poner la mejor cara que podía, con un copioso desayuno que me hizo recuperar energías. Fran desayunaba a mi lado y me hablaba, pero no fui capaz de fijar su mirada con la mía, me sentía sucia, pero mucho más aún, cuando se acercó a nuestra mesa Nabil, ese hombre que me había llevado al éxtasis, reclamando a Fran, mientras mi esposo me trataba como si nada, con todo el cariño, lo que hacía sentirme más sucia todavía.
Estuve a punto de confesarlo todo en ese mismo instante, casi de carrerilla, como si de esa manera desapareciera ese peso que tenía encima, pero no, no lo hice... medité unos instantes, pensando en la importancia de ese viaje y que no era el mejor momento de confesar nada a mi marido.
Al rato se acercó Sonia a mi mesa con una cara radiante de felicidad y guiñándome el ojo me preguntó que tal me encontraba, la miré con cara de pocos amigos, pues no podía evitar esa sensación de traición hacia mi esposo usándola a ella, su compañera, como cómplice. Lógicamente ella no tenía ninguna culpa, la única responsable de mis actos era yo y tendría que plantar cara y confesarle a Fran lo que había hecho, él no se merecía eso.
Poco después bajó María, que también estaba sonriente, sin duda disfrutando de este viaje soñado y se sentó a mi lado eufórica sin parar de hablar y con todas las ganas de visitar Paris y justo en ese instante se presentó Fran acompañado de Nabil nuevamente. En esos momentos quería que la tierra me hubiera tragado y no sabía ni dónde mirar. Los ojos claros de ese chico negro me desarmaban.
- Cariño tengo que acompañar a Raquel a buscar una documentación que parece se ha extraviado en el avión, he llamado a Marcos, pero no sé dónde diablos está, en cuanto acabe me reúno con vosotras – nos explicó mi marido.
- Pero Fran.......¿y qué hacemos María y yo solas por Paris si no lo conocemos? - le dije con cara algo angustiada, pero por otras razones principalmente.
- Mujer no te agobies... No te preocupes, alquilamos una furgoneta con conductor y que nos haga un tour por la ciudad - apuntilló Sonia que se acercaba a la mesa con su desayuno.
- ¿Ves cielo?, todo arreglado. Te prometo que en cuanto acabe me reúno con vosotras.
En ese momento, Nabil fue el que habló con su profunda voz y ese acento medio árabe.
- Si me permite, puedo acompañarlas, no hace falta que cojan ningún conductor, conozco perfectamente la ciudad y además mi compañero Omar va a acompañar a Dª Raquel a la reunión, les puedo servir de chófer, no tengo otra cosa que hacer hoy - apuntilló con su sonrisa de dentadura perfecta.
Fran se alegró por esa solución dando a entender que todo salía redondo, pero lógicamente él no sabía lo que significaba estar junto a ese hombre y todo lo que había sucedido esa noche. Por un momento, apurada, desvié la mirada a Sonia, como queriendo pedir su ayuda, que se le ocurriera alguna alternativa creíble, pero su única respuesta fue una sonrisa y su lengua pasando por la comisura de sus labios.
- “No sé si esto es un sueño o una pesadilla y en cualquier momento voy a aparecer en mi casa despertándome” - pensé para mí.
Acobardada y tensa, besé a mi marido y aun me tensé aún más cuando me dijo junto al oído que por la noche íbamos a darnos un revolcón... Luego añadió que iba a comprar “globitos” para no correr riesgos y a mi mente llegó la imagen de esa noche, cuando un desconocido había derramado todo su semen dentro de mí. Sonreí forzadamente a Fran, pero incapaz de sostener su mirada.
Unos minutos más tarde estábamos en el coche de Nabil y no sé de qué manera yo me había sentado delante junto a él, mientras Sonia y mi hija charlaban detrás e iban viendo los distintos monumentos de las calles de Paris, comentando cada uno de ellos.
Mi cuerpo seguía tenso, pero al mismo tiempo no podía evitar un cosquilleo por mi entrepierna, cada vez que veía ese perfil de ese chico, esa boca que me había devorado, esos dedos que me habían palpado... o esa polla que había estado en lo más profundo de mí, corriéndose dentro, algo que ni siquiera le había permitido a mi marido, por miedo a un susto y con este chico había perdido la razón, el sentido y la decencia, pero no sé qué tenía Nabil que me sentía poderosamente atraída, como si no hubiese otro hombre más sobre la tierra... y mirándole embelesada me pilló en plena observación regalándome otra de sus sonrisas y poniendo su mano sobre mi rodilla e incluso metiéndose más adentro entre mis muslos que cerré de inmediato sin dejar que avanzase, pues mi hija y Sonia estaban detrás.
Nabil conocía muy bien la ciudad, de hecho, nos dijo que se había criado allí, en donde pasó toda su infancia y adolescencia y nos hizo un tour mejor que muchos profesionales, en lo más conocido y desconocido de la ciudad, pero no faltó la torre Eiffel, Los inválidos, Notre Dame, el cementerio de Mont Martre... ni tampoco faltaron las visitas a galerías comerciales más famosas y a esas terracitas parisinas, donde tomar un café y ver deambular a tanta gente. María sacó un montón de fotos y cuando estuvimos en una de esas terrazas ella y yo solas, mientras Sonia y Nabil pedían algo en la barra, mi hija me comentó.
- ¿Has visto cómo te mira?
- ¿Qué? - dije confundida.
- Mamá, hija.... ¿no me digas que no te has dado cuenta de cómo te mira Nabil? Te come con los ojos...
- ¡Ay, hija, qué imaginación tienes! - le dije – ni me he fijado...
Mentí como una bellaca, porque en el fondo el coño me ardía desde hacía rato y es que las miradas de ese chico, sus roces aparentemente accidentales o su mano en mi cintura, sus palabras a mi oído cuando las chicas estaban distraídas o tomando fotos, él aprovechaba la situación entre caballeroso y travieso a la vez, llegando a tocarme el culo y en una ocasión en un museo, metió su mano por debajo del vestido pellizcando mis labios vaginales sobre mis braguitas, casi me desmayo.
- Yo creo que ese chico está loco por ti. - añadió mi hija.
- ¡Pero qué boba eres! - contesté y me sentí pletórica por despertar todo eso en aquel joven... de algún modo sentirme deseada por un hombre así, me hacía ponerme todavía más cachonda.
- Si le dieras la oportunidad, te follaría.
- ¡Oye, que soy tu madre!
Creo que intenté disimular, porque mi hija no notase mi turbación, ni que intentara sacar en mi mirada esa traición y esa locura que había cometido con Nabil esa misma noche.
- No digo eso, ya sé que para ti que no hay otro hombre más que papá, pero imagina que no estuviera.
- Pero lo está. - dije contundente y seria cortando esas insinuaciones.
Pensé en mi marido, pobrecillo, que en ese momento estaba trabajando, ajeno a lo que la zorra de su esposa estaba haciendo con ese chico... y me llevé un susto de muerte, cuando justo en ese momento recibí una llamada de Fran. Confié en que no me notara nada raro, pero yo a él en cambio le noté algo apurado, seguramente por no habernos podido acompañar en ese tour y tener que hacer un trabajo para la Raquel esa... muy mona, por cierto, pero creo que algo estirada y que no hacía más que mandar. Yo le solté a mi marido que estábamos muy bien, pero sin ser capaz de decirle que llevaba toda la mañana cachonda por culpa de otro hombre... ese mismo hombre que me había follado y se había corrido dentro de mí. Por suerte, Fran no debió darse cuenta de nada y es que yo no era así...
En un momento dado, Nabil nos propuso viajar en metro para visitar unas catacumbas y al bajar al suburbano, aquello estaba abarrotado de gente... lo que nos obligó a viajar muy pegados, algo que Nabil también aprovechó a base de bien, para ponerse detrás de mí y pegar su “dureza” entre mis nalgas... casi me faltaba la respiración, hablando con Sonia o con mi hija, teniendo a ese hombre que unas veces me rozaba con su polla y otras directamente amasaba mi culo con disimulo, hasta que llegó nuestra parada y Sonia y María salieron delante, pero al hacerlo nosotros, me detuvo, sujetándome por mi tripita sin que pudiéramos salir...
- ¡Nabil! - le advertí, al ver que ellas pisaban el andén y nosotros nos íbamos a quedar en el vagón... pero era totalmente intencionado, pues un minuto más tarde se cerraron las puertas ante nosotros y ellas nos hacían señas para vernos más adelante, como si hubiera sido fruto de un despiste.
Una vez que el convoy se puso en marcha, ese hombre me giró y poniéndome frente a él, me cogió por la cintura y me besó... con toda su energía y con una lengua que me hizo volar de nuevo, además de notar esa dureza que me tenía tan enganchada, sin importar la gente que teníamos alrededor en el vagón. Pude decirle que parase, que era una fiel esposa, pero, no, no lo hice.
- Necesitaba sentirte, Marta. - me dijo, acariciando el comienzo de mi culo y aquello lograba deshacerme del todo.
Una parada después salimos del vagón e intenté contestar a mi hija para decirle que nos habíamos distraído y nos veríamos en el siguiente destino... pero Nabil quería estar a solas conmigo para otra cosa y ¿para qué mentir?, yo también y eso que seguía negando por dentro: “no puedo volver a follar con él, no puedo volver a follar...”
- Vale mamá, voy a entrar en las Galerías Lafayette, con Sonia, me mandas la ubicación dónde estás y vamos para allá en cuanto acabemos- me dijo mi hija a la que apenas pude escuchar del bullicio que había en la estación.
- De acuerdo, estamos en el barrio de los pintores en Montmartre, cuando salgáis me avisas y te mando la ubicación- notaba el susurro de Nabil en mi cuello y ya no pensaba ni lo que decía ni hacía.
- Ok, mamá, se corta, creo que tienes poca cobertura... luego hablamos- me respondió María y era cierto, aunque yo solo veía a Nabil tirando de mi mano hasta llegar a las escaleras mecánicas que daban a la calle.
Aún estaba colgando la llamada con mi hija y noté el calor de los labios de Nabil en mi cuello, cogiéndome de la cintura me dio la vuelta y me besó apasionadamente. Estaba loca... ni siquiera me preocupaba hacerlo con ese chico en esa estación llena de gente.
- ¡¡¡¡Nabil!!!!- se oyó de repente una voz eufórica y lejana hizo que nos detuviéramos del intenso beso.
Nos dimos la vuelta, en principio asustados de que alguien conocido nos hubiera pillado de lleno.
- ¡¡¡Pierre!!!! - Nabil no pudo evitar una cara de sorpresa al ver a un hombre un poco más bajo que él también de color.
El chico, sin ser tan espectacular como Nabil, no desmerecía nada, pues estaba realmente bueno, vestido con un jersey de cuello alto y unos vaqueros gastados, parecía incluso más joven que su amigo.
Después de un abrazo de los dos hombres, me lo presentó como su amigo de infancia al que hacía mucho tiempo que no veía y me presentó también como a una amiga, algo que no debió colar por la cara y la sonrisa que puso el otro cuando me dio dos besos, mientras yo, colorada totalmente viendo como ese hombre me examinaba detenidamente.
- Nabil siempre ha tenido un gusto exquisito. - dijo con un torpe español y su vista clavada en mi canalillo.
Instintivamente me giré pegándome a Nabil entre cortada y al mismo tiempo excitada viendo que esos dos hombres me veían de una forma que pocas veces había sentido... al menos en mucho tiempo.
- Vivo dos calles, más arriba os invito en mi casa a tomar algo y hablamos - con una sonrisa estirando el brazo nos invitó a su casa.
- No sé sí... - empezó a decir Nabil.
- Colega, hace tiempo que no nos vemos... y para una vez que vuelves a París...
La mirada de los dos hombres se giró, posándose en mis ojos esperando la respuesta por mi parte.
- Es que hemos quedado y estamos esperando a mi hija y una amiga - dije y es que no sabía cómo intentar salir del atolladero.
- Sólo un café, lo hago buenísimo- intentó convencernos Pierre.
Nabil me intentó convencer con la mirada a la vez que miraba su reloj, como dando a entender que un café no nos retrasaría mucho.
- De acuerdo está bien, pero sólo un momento – les imploraba con la mirada cambiando de una cara a la otra.
Los dos hombres hablaron entre ellos en francés y yo no me enteré de lo que decían, pero estaba casi segura de que hablaban de mí. ¿Qué dirían?
De la mano de Nabil y Pierre caminando a nuestro lado, llegamos a la calle donde vivía ese amigo que resultó ser un estudio muy coqueto y con mucho gusto decorado... me sorprendió que había varias pinturas de mujeres desnudas, por lo que entendí que debían ser obras suyas y lo cierto es que además de muy bien hechas, resultaban bastante excitantes. Me senté en el sofá, con mis piernas bien juntas y sentía la mirada de los dos hombres y eso me turbaba, una mezcla de incomodidad, pero a la vez de excitación me invadía y ellos comentaron algo, que no llegué a escuchar del todo bien y esa vez creo que no hablaban francés, sino un dialecto, seguramente nativo de su país de origen.
Nabil se sentó a mi lado y acarició mis rodillas, queriendo transmitir tranquilidad... y al rato, Pierre regresó con los cafés. Ese chico se sentó enfrente del sofá en una silla y desde su posición podía ver buena parte de mis muslos que yo intentaba ocultar con un cruce de piernas, pero lo que conseguía era subir más mi vestido. A mi lado notaba el contacto cercano de Nabil, que no hacía más que ponerme aún más nerviosa, pero cada vez más caliente... y eso que quería huir, salir corriendo, pero no precisamente de ese estudio sino de mis pensamientos lascivos. no podía dar crédito de encontrarme en esa situación ni de sentirme atrapada conmigo misma, quería y debía salir corriendo de allí, era una mujer casada, fiel a su esposo...hasta embarcar en este viaje a Paris, sin embargo, algo me tenía sujeta en aquel sillón, con la falda de mi vestido subida sobre los muslos y mis piernas cerradas, una sobre la otra, notando como mi sexo empezaba a mojarse.
La mirada de Pierre me atravesaba y por un momento ambos hombres cruzaron su mirada cómplice y una sonrisa.
- Una mujer muy guapa, Nabil – la voz grave de Pierre sonaba en el estudio mirándome con descaro.
- Bueno creo que debemos irnos- dije yo intentando disimular mirando el reloj.
Los ojos claros de Nabil se clavaron en mí y lo hacía con admiración.
- Nos tomamos el café y nos vamos, no hay prisa – me sugirió poniendo su mano gruesa sobre mi muslo derecho traspasando mi piel el calor de su mano a la vez que sus labios rozaban mi mejilla.
Me sentía nerviosa, mi respiración se agitaba, aquello no estaba en el plan previsto. Yo no sabía lo que quería... o sí, bueno, estar con Nabil, pero la presencia de Pierre sobrepasaba cualquier plan establecido o ¿es que realmente me gustaba esa situación de ser deseada por ambos? En ese momento no pude evitar pensar en Fran y en mi hija, pero también en Sonia... que de alguna manera me incitó a cambiar mi forma de vestir, completamente alejada de mi indumentaria habitual, en la que los hombres no solían fijarse y ahora dos portentosos negros estaban mirándome con auténtico deseo.
La mano de Nabil aprisionó más mi muslo, puse mi mano sobre la suya intentando separarla, pero me sentía sin fuerza, abandonada a un calor intenso que invadía mi cuerpo, sus labios recorrían mi cara, cerré mis ojos y al abrirlos comprobé como Pierre se había sacado su polla de la bragueta masajeándola con suavidad a la vez que su mirada no perdía detalle de las caricias de Nabil sobre mi cuerpo, su lengua relamía su labio superior, el falo que veía era inmenso sin tenerla en plena erección yo calculé que los 20 cm no se los quitaba nadie, aquello superaba cualquier forma de razonar... ser medianamente cabal, sensata o juiciosa... eso era increíble, los besos de Nabil y esa enorme y venosa polla eran demasiado y creo que perdí los papeles totalmente.
Intentaba controlarme, quería decir a Nabil que debíamos marcharnos, pero no podía, me empecé a sentir húmeda, mis pezones marcaban el vestido a pesar del sujetador que llevaba, mis piernas empezaron a abrirse y la mano de Nabil empezó a deslizarse por el interior de mis muslos, sus dedos palparon el borde de mi tanga empapado ya, mientras sus enormes labios succionaban mi cuello, mi oreja, la comisura de mis labios y mi mirada seguía fija en la polla de Pierre que aumentaba el ritmo y estaba en plena erección apuntando a mí, sin darme cuenta volví la cara a Nabil y me vi aprisionada en un beso tórrido en el que nuestras lenguas se exploraban en un movimiento intenso y rítmico.
A esas alturas los dedos de Nabil ya habían corrido mi tanga a un lado y abrían mis labios vaginales en busca del clítoris que de forma magistral empezó a palpar con la yema de su dedo pulgar, mi mano izquierda buscó su bulto, que formaba una tienda de campaña en su pantalón, perdí el raciocinio y saqué su polla de la bragueta empezando a masturbarla con movimientos intensos que hizo que Nabil separara su lengua de la mía y con una exclamación observara mi movimiento sobre su falo erguido.
- Ufffff!!! Despacio preciosa, o vas a hacer que me corra demasiado rápido. - me suplicaba con la respiración entrecortada.
- Esta mujer es increíble. - comentó Pierre que no dejaba de masturbarse lentamente.
No sé porque lo hice, pero como si un demonio saliera de dentro, tras mirar a Pierre, me deslicé hacia abajo y mi lengua empezó a recorrer aquel vástago venoso y duro de Nabil, curvo hacia su estómago mientras mis dedos palpaban sus huevos duros sin vello ninguno, pero estaba tan borracha de polla que ni me di cuenta de haberme puesto de rodillas en el sofá intentando tragarme una buena porción de ese tótem enorme.
De pronto, sentí como por detrás mi falda se subía y una lengua empezó a deslizarse de arriba abajo, algo que me pilló por sorpresa, miré hacia atrás y vi la cara de Pierre entre mis muslos lamiéndome como un perro a su perrita en celo, se había desprendido de la ropa por completo, su cuerpo no era tan musculoso como el de Nabil, pero no desmerecía en absoluto, estaba buenísimo y no dije nada, no hice nada, tan solo regresé a comerme la verga de Nabil como una desesperada, de forma inaudita. ¿Qué me estaba pasando?
Aquello se convirtió en un sinfín de gemidos, chapoteos, la mujer puritana de hace unos días había desaparecido por completo, un orgasmo intenso me recorrió y noté como la lengua de Pierre lo bebía como el mejor de los manjares. Sin duda, ese chico sabía cómo comerse un coño...
Me cogió de la cadera y me remangó aún más mi vestido sobre mi cuerpo, acariciando mi culo y mi pandero totalmente expuesto, mientras Nabil se había puesto de pie despojándose de toda la ropa. Entonces Pierre me sentó sobre el sillón y tirando de mi vestido hacia arriba lo sacó por completo por mi cabeza y luego soltó mi sostén que cayó al suelo, para luego tirar de mi tanga y dejarme desnuda como ellos. Mi cuerpo blanco destacaba bajo el de esos dos fornidos hombres, allí sentada frente a esos dos dioses de ébano tan bien proporcionados.
Ambos chicos se pusieron frente a mí y acercaron sus pollas a mi boca y no lo dudé, totalmente ida, empecé a saborear sus puntas alternativamente mientras masajeaba sus troncos duros, y oscuros, los atraía hacia mi boca casi juntando sus cuerpos, era una sensación tan novedosa como loca... nunca antes en mi vida había estado con dos hombres, sí que había fantaseado, pero ahora tenía a dos portentos desnudos y grandes pollas que devoraba sin parar, las pasaba por mi cara, sentía su olor a hombre... parecía desesperada, una vulgar zorra entregada al placer, sin importarme nada más.
- ¿Quién quieres que te folle primero? - preguntó Nabil de repente.
Detuve los movimientos de mi lengua y solté esas cimbreantes pollas, tan erguidas que daban miedo. Me decía a mí misma “que no”, una y mil veces, no podía volver a cometer esa locura y menos por partida doble.... ¿Dos pollas para mí sola? ¿sin protección?
- No, no, no puedo follar, no puedo follar – dije en alto lo que llevaba dándole vueltas todo el camino con mi coño chorreando de gusto.
Ellos se miraron un instante y cuando dejé de mirar esos miembros tiesos, desvié la vista hacia arriba y mi sorpresa llegó a límites insospechados al ver a esos dos chicos desnudos besándose apasionadamente y al mismo tiempo se agarraban esas vergas duras uno al otro meciéndolas al compás de sus lenguas y sus labios. Me quedé en shock... nunca había estado con dos hombres, pero tampoco había tenido la oportunidad de verlos hacer semejante cosa.
- Pero... ¿Qué hacéis? - pregunté sorprendida, casi defraudada cuando esos hombres me dejaron de lado y seguían besándose.
- Si tú no quieres jugar, nosotros sí. - dijo Pierre soltando por un instante la boca de su amigo para a continuación seguir besándole y masajear su polla y sus huevos.
No sé lo que pasó por mi cabeza, pero lo mismo que había estado, minutos antes, asustada, llena de mis miedos con la idea de volver a caer en la tentación, sucumbiendo al placer que yo misma no podía controlar, ahora no podía soportar que esos dos hombres que me deseaban ahora estuvieran pasando de mí, rechazándome, hasta el punto de consolarse mutuamente, sin importarles quien fuera el que les diera placer. Mi orgullo de mujer, mis ansias de dejarme llevar, mi máxima excitación viendo aquella escena, no me permitían quedarme de brazos cruzados observando aquello sin que yo interviniera.
- De eso nada - dije poniéndome de pie... queriendo detener lo que tenía delante.
Ellos se detuvieron en su beso por un instante, pero no sus caricias a sus respectivos penes que seguían erguidos con esos masajes mutuos, para mirarme fijamente durante un largo minuto... de arriba abajo, luego se miraron entre ellos para que fuera Pierre quien dijera:
- Se te pasó el turno, querida Marta.
- ¿Pero qué? - dije como ofendida.
- Si realmente quieres volver al juego, vas a tener que follar con los dos.
- ¿Qué?
- Si, cariño... y a la vez. - dijo Nabil sonriendo y estirando su mano, alargando la punta de su dedo hasta mi agujerito posterior rozándolo ligeramente.
- ¿Qué? - dije separándome de él, porque si lo que querían era hacerme el culo tenía que negarme, eso sí que no lo podía permitir, bajo ningún concepto, no lo había hecho nunca, ni cuando Fran me lo había pedido tantas veces, como para probar... siempre me había parecido algo asqueroso, inapropiado...
- Creo que no quiere jugar. - añadió Pierre, riendo.
En ese momento, agarrando la cara de su amigo para enfrentarla a la suya, continuó con ese beso, lleno de pasión y en clara demostración que eran ellos los que decidían... y que se iban a divertir conmigo o sin mí... y yo seguía allí, de pie, desnuda, cachonda, notando las pulsaciones en mi sexo y mis pezones duros como piedras... sin duda podría perder para siempre la oportunidad de estar con dos hombres robustos y bien dotados, eso o salía de allí y me guardaba la dignidad, los miedos y los prejuicios para otra ocasión.
Un impulso me llevó a acercarme a ellos, cogiéndolos a ambos por la cintura, nos fundimos en un beso de tres lenguas formando un triángulo armonioso, sus pollas rozaban mi pelvis, después de un rato de intenso morreo bajaron sus cabezas y cada uno aprisionó mis pechos lamiendo los pezones que parecían garbanzos deseosos de ser comidos, acariciaba sus cabezas y unos gemidos llenos de placer salieron de mi garganta.
- ¿Ves cómo así es más divertido? - me comentó Nabil.
- ¡Ahh, sí, joder! - dije cuando el otro me estaba mordiendo ligeramente el pezón y acariciando mi coño con sus dedos.
- Vamos a la habitación - sonó en un susurró la voz de Pierre.
Me cogieron de la mano y me sentí como una reina llevada de la mano de esos dos portentosos hombres, que con delicadeza me tumbaron en la cama, me sentía poseída por la excitación ante aquellos dos machos vigorosos, sus pollas tiesas y duras bamboleaban según me acomodaban en la cama, mientras Pierre sujetaba con sus dos manos mi cara y me besaba apasionadamente, Nabil se arrodilló ante la cama y abriéndome las piernas empezó a rozar con su lengua el interior de mis muslos con calma, pero sin pausa hasta que abriendo la hendidura de mi coño la introdujo como si fuese una pequeña polla saboreando mis jugos que no dejaban de emanar de mi interior mientras su dedo pulgar friccionaba mi clítoris con una suavidad extrema que me hizo arquear las caderas y al tiempo su dedo índice iba colándose en mi agujero posterior.
Pierre separó su boca de la mía y abriendo sus piernas se montó sobre mi cara poniendo a escasos centímetros su enorme polla y unos huevos brillantes, duros llenos de leche que masajee con mi mano derecha mientras chupaba la punta de su glande caliente. Me sentí cerda y más puta que nunca en mi vida mientras esos dos hombres me llevaban a la ambrosía del placer. Si apenas días atrás me asqueaba la idea de chupar la polla de mi esposo, ahora lo hacía lascivamente con la de dos desconocidos.
Nabil cogió la almohada y la colocó debajo de mis caderas y metió completamente su dedo por el agujero de mi culo y me sobresalté al sentir por primera vez en mi vida algo atravesando mi esfínter, pero al mismo tiempo me relajé cuando con la punta de su lengua jugaba con mi clítoris, de forma suave, envolvente...
Ambos hombres, sabían muy bien lo que se hacían y parecían perfectamente coordinados, cada uno haciéndome sentir cómo flotando en una nube. Me tenían bien sujeta por las caderas y mi cara apenas se podía mover con la polla y los huevos de Pierre, que yo no dejaba de lamer con todas mis ganas. Por un momento quise pensar en Fran, mi amado esposo... al que no podía estar haciéndole esto, pero era tanto el placer que esos dos cabrones me estaban dando que no podía claudicar.
Mientras Nabil exploraba mi agujero totalmente virgen con lengua e intentaba meter un segundo dedo, Pierre desde su posición, bajó la cabeza para abalanzarse sobre mi coño a esas alturas totalmente encharcado, aumentaron el ritmo de sus lenguas, una en cada agujero y mis piernas temblaban mientras mi boca intentaba engullir todo lo que podía la dura herramienta de Pierre.
Dejé de sentir las lenguas de ambos hombres por un instante y noté un chapoteo entre mis piernas. Intenté incorporarme sin soltar el falo de Pierre y comprobé estupefacta como éste chupaba la polla de Nabil que le sujetaba la cabeza y movía sus caderas follando la boca de su amigo, sujetando con una mano su tronco duro y con la otra empezó a masturbarme con frenesí, me sentía transportada a otra dimensión, estaba sobrepasando todos los límites vividos en mis 45 años. Aquello era un trío loco en toda regla y me parecía mentira estar metida en él.
La sala se inundó de gemidos, chapoteos y lamidas incesantes de los tres cuando Nabil sacó la polla de la boca de su amigo para ponerse de rodillas en la cama a mi lado pasándome por los labios su larga polla la cual degusté todo lo largo que era además de sus huevos mientras sus manos masajeaban mis pechos con pasión, pellizcando mis pezones con esos largos dedos,
En ese momento fue Pierre el que se puso entre mis piernas y levantándolas para poner mis tobillos en cada uno de sus hombros, con mis propios jugos embadurnó su gorda polla y se dispuso a penetrarme lentamente.
- ¡El condón! - dije al ver que Pierre me iba a penetrar a pelo, mientras la polla de Nabil se estiraba por mis labios.
Ambos se sonrieron e hicieron oídos sordos a lo que acababa de decir... y Pierre apoyando su glande a la entrada de mi coño friccionó con su glande mi hendidura de arriba abajo y parando en el centro empezó a empujar su cadera hacia dentro de mí.
- ¡Uf, Dios mío! - dije notando como ese grosor me abría los labios de mi sexo al máximo.
Podía sentir cómo su grueso falo rozaba mis paredes, entrando a cámara lenta, hasta sentirla por completo y me volví loca de excitación apretando eso que me invadía como una taladradora.
- Tenías razón, Nabil, es estrechita. - dijo el muy cabrón acariciando con sus dedos mi pubis y follándome lentamente, recreándose en ver como se hundía su daga en lo más profundo de mí.
Yo estaba con los ojos en blanco y aumentando el ritmo de mi boca, masajeando con lengua y labios la polla de Nabil engulléndola y llenándola de babas continuamente.
- Y la chupa bien – dijo Nabil a su amigo.
- Si, a mí me la puso a tope, no dejó nada sin lamer. - respondía el otro sin dejar de follarme y llenarme completamente.
Ni siquiera una semana antes había probado el sabor de un pene en mi boca y ahora estaba entregada, con uno metido hasta mi garganta, una enorme polla negra que llegaba a producirme arcadas, cuando Nabil apretaba su pelvis y me follaba la boca, pero me daba igual, estaba disfrutando tanto que no quería que esos dos dejaran de darme tanto placer.
Me sentí abandonada en el vertiginoso frenesí que me invadía con esas enormes pollas, una follándome la boca y otra mi coño, como si fueran dos taladradoras y no dejaba de sentir convulsiones orgásmicas continuas, mi cuerpo temblaba por completo era como una marioneta en manos de estos dos hombres.
Sin darme cuenta borracha de tanta excitación me vi a horcajadas sobre la polla de Pierre que se tumbó en la cama, y que incorporándose mordisqueaba mis pezones y los pinzaba con sus dedos, cuando sentí que por detrás Nabil besaba y acariciaba mi espalda y la llenaba de lengüetazos, suavemente con la palma de su mano me inclinó hacía el pecho de Pierre que con sus manos cogió mis mejillas y me besó con lujuria
- Joder, esta blanquita es una pasada, amigo - decía Pierre, disfrutando al sentir atrapada su polla en mi coño.
- Pues ahora vamos a probar su culito. - dijo Nabil.
- No te olvides del ungüento.
Yo quería protestar, pero no podía evitar agarrarme al culo de Pierre que hacía chocar sus huevos cada vez con mayor ritmo, cuando empecé a sentir un obstáculo que intentaba abrirse en el agujero de mi culo.
- Nabil, no por favor por ahí no, nunca lo he hecho – rogaba intentando volver mi cabeza, pero sin dejar de apretar ese culo que me penetraba intensamente.
- Tranquila y relájate, te gustará, seré muy cuidadoso – me susurró inclinándose por detrás a mí y mordiendo ligeramente mi cuello.
En ese momento noté que me estaba untando con algo en toda la parte posterior...
- ¿Qué es eso? ¡ah, ah, ahaaa! - dije al notar como un calor intenso invadía mi culo y me hacía sentir más intensas las penetraciones de Pierre.
- Es un ungüento mágico de nuestro pueblo. Verás que bien. - añadió Nabil.
En ese momento noté que algo se intentaba abrir en mi culo y de pronto entró toda esa enorme cabeza, pero esa pomada, sin duda había logrado relajar más esa parte, como si de una anestesia se tratase... lo suficiente para relajar el músculo, pero para sentir todo ese calor extraño y placentero.
- Aaaaghhhh!!!! -Un grito salió de mi garganta al sentir la presión de la polla de Nabil adentrarse cada vez más dentro de mí.
Quedé paralizada totalmente sintiendo el trozo de carne negra adentrarse en mí en un lugar totalmente prohibido hasta ahora, lo hacía con temple y mimo parando para acoplarse bien mientras me lamia la espalda y el ungüento, desde luego había hecho que aquello resultara menos doloroso de lo que había imaginado.
Tras ese primer momento de dolor todo cambió y un calor intenso me invadió, ambas pollas y no precisamente pequeñas me estaban penetrando al mismo tiempo, aumentando el ritmo muy bien acompasado por ambos... que jadeaban follándome mientras yo gozaba al máximo, notando cómo mis ojos se desorbitaron, no dejaba de babear, gemir y gritar ante tal éxtasis, me sentía aprisionada entre dos cuerpos sudorosos con la respiración agitada desbocados como sementales.
- ¡Ah, joder... no paréis, no paréis, no paréis nunca! - gritaba yo en un nuevo orgasmo que habían conseguido proporcionarme esos dos enormes trabucos, llenando mis dos agujeros.
Sentí a Nabil sacar su polla de mi culo y un chorro de líquido caliente cayó sobre mi culo y mi espalda, notando el calor de cada uno de esos latigazos de semen, mientras Pierre aumentaba el ritmo y me follaba con tanta intensidad que sentía casi que me aplastaba con cada golpe de pelvis.
- ¡Dentro no! - dije en un atisbo de lucidez, pues no estaba tomando ningún anticonceptivo...
- ¡Qué pena...!, ¡Sería un desperdicio! - dijo Nabil detrás de mí.
Al poco noté su mano separando la polla de Pierre de mi coño y un gemido ahogado salió de su garganta. Cuando volví mi cara hacia atrás observé como Nabil se tragaba toda la leche blanca y espesa que la polla de Pierre había expulsado cayendo por la comisura de sus labios en un contraste digno de ver con el color de su piel.
- Esto no se puede desperdiciar... está delicioso – dijo Nabil.
Pero el otro, copiando a su amigo, empezó a lamer mi espalda y mi culo recogiendo el semen que había depositado segundos antes. Por un momento me sentí mal por no haberle dejado correrse dentro o que lo hubiera hecho en mi boca... estaba tan fuera de mí que hubiera hecho cualquier cosa en ese momento.
Quedamos agitados los tres sobre esa cama, entrelazados y yo con mi mirada perdida en no se saber qué pensando en que debía contar la verdad a mi familia, me levanté y cogí el móvil para descubrir que tenía dos llamadas perdidas de María, una de Fran y un montón de mensajes sin leer. Ni siquiera era consciente del tiempo que había pasado.
- ¡Dios mío que estoy haciendo! - exclamé mientras marcaba los teléfonos.
Continuará...
Fran & Sylke