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TODORELATOS » AMOR FILIAL » EMILY: LA ESCORT DE MI FAMILIA (7)
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Fecha: 20-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Amor filial

Emily: la escort de mi familia (7)

Jane Cassey Mourin
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Tiempo estimado de lectura: [ 19 min. ]
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Emily y Rocío ponen en marcha el plan de la chica para que su tío vuelva a sentir deseo por su esposa, algo que llevará a su tía a niveles de humillación que jamás antes había conocido. Version para imprimir

- Bueno.

- Hola, hermana, solo quería despedirme, voy de camino al aeropuerto.

- ¿Te vas tan pronto?

- Sí, solo vine a despedirme de ellos y a hablar contigo, ya no tengo nada más que hacer aquí. Cuídate mucho, espero que logres superar pronto su muerte, y… bueno, ojalá que lo que te conté no te resulte tan difícil de sobrellevar.

- Ha sido una montaña rusa saber lo que ahora sé de mamá y papá, pero seguramente estaré bien, hermano, cuídate mucho, ten un buen viaje de regreso.

- Gracias, por cierto, espero que no te moleste, pero ayer pasé un rato a saludar a los viejos amigos y les conté de tu negocio - un repentino vacío se formó en mi estómago - me dijeron que te hablarían en estos días, aunque no estoy seguro de cuando - suspiré un poco conmocionada por las palabras de mi hermano.

- Bueno, supongo que ahora así es mi vida, gracias por decirles, creo.

- Vales, pues adiós, hermana.

- Adiós - dije, terminando de aquella forma nuestra pequeña conversación, sintiéndome extraña, pues por un lado me sentía nerviosa ante la expectativa de recibir llamadas de desconocidos para dar mis servicios, mientras por otro lado, esa misma idea me inspiraba mucho morbo e incluso me provocaba un poco de excitación.

A pesar de mi impulso por mantenerme un rato más en la cama, pensando en todas las posibilidades que se abrirían al divulgarse mi nuevo oficio, no tuve mucho tiempo para recrearme en mis propias fantasías pues poco después de la llamada de mi hermano, recibí un mensaje de texto de Rocío, uno en el que me decía que irían a mi casa dentro de un par de horas, por lo que de inmediato me tuve que levantar para empezar a prepararme ante la inminente la llegada de mis tíos.

Aún me costaba algo de trabajo entender cómo había llegado mi tía a la decisión de proponerme tal clase de acuerdo, no me podía imaginar cómo sería aquello, me refiero a estar cogiendo con mi tío enfrente de ella, en un aparente intento por enseñarle a satisfacer a su marido.

Sí, la idea de estar en medio de aquella situación me daba mucho morbo e incluso me provoca una sensación de satisfacción muy intensa, sin embargo, a pesar de ser la porquería de ser humano que mi tía había sido conmigo durante toda mi vida, no podía evitar sentir algo de compasión por esa mujer, pues evidentemente amaba demasiado a su esposo, tanto como para someterse a esa clase de humillación, tan solo por la simple posibilidad de que pudiera aprender a complacerlo como ella creía que solo mi madre y yo podíamos hacerlo.

Tomé un baño como cada mañana, pero mientras lo hacía comencé a pensar en alguna forma para lograr que mi tía despertara el interés que Alberto había tenido en mamá o en mí, como consecuencia de lo mucho que le recordaba a su hermana, algo que resultaba difícil dada la reticencia de mi tía con respecto de fingir que era mi madre; no obstante, en la medida en que lo pensaba, poco a poco me fui acercando a una idea algo peculiar, pero que en mi opinión tenía una buena probabilidad de funcionar, solamente faltaría hacer que mi tía siguiera mi plan para llevarlo a cabo.

Cuando salí de la ducha la idea había madurado lo suficiente como para incluso pensar en algunos arreglos previos a la llegada de mis tíos, por lo que nuevamente fui al guardarropa de mi madre y seleccioné un vestido junto con un lindo conjunto de su lencería, me maquillé tratando de emular la forma como lo hacía mamá, algo que también hice con mi peinado y finalmente rocié un poco de su perfume por mi cuerpo, mirado el resultado final con un ligero escalofrío al ver de nuevo lo mucho que me parecía a la versión joven de mi madre.

Cuando la puerta de mi hogar fue golpeada, estaba dando los últimos toques a la recámara de mis papas, arreglando la cama y esparciendo un poco del perfume de mamá sobre las cobijas, con la única intención de que en aquella habitación donde tendría lugar nuestra, llamémosle cita, todo obligara a mi tío a recordar a mi madre; no obstante, en cuanto escuché que habían llegado, fui de inmediato a abrir la puerta, encontrándome con una pareja poco equilibrada emocionalmente, pues mi tío se encontraba radiante de felicidad, mientras Rocío tenía la cabeza agachada, con un semblante tan triste que incluso me daba la impresión de que quería llorar.

- Hola, hija, qué gusto me da verte - saludó mi tío, sin disimular la lasciva mirada que lanzó a mi cuerpo mientras lo recorría con sus ojos, algo que provocó que mi excitación se fuera de cero a cien en segundos.

- Buenos días, Emily - saludó mi tía, con un gesto en el rostro que expresaba perfectamente lo humillada que se sentía tan solo por estar a punto de entrar en mi cuarto.

- Buenos días, cuñada, pasen - dije, con la intención de iniciar mi plan cuanto antes, haciendo que la cabeza de mi tía se levantara de golpe, que me mirara a los ojos con un gesto de indignación y miedo, mientras Alberto sonreía ampliamente al entender de qué se trataría el juego que estábamos a punto de jugar.

Era evidente la ansiedad que mi tío estaba experimentando, tanto como la aprehensión de la que Rocío estaba siendo víctima, así como la incertidumbre que mis palabras provocaron en ambos.

- Cariño - dije, acercándome a mi tío, tratando de emular los ademanes y gestos de mi madre, incluso haciendo un intento por imitar su tono de voz como yo lo recordaba - vas a tener que esperar un rato aquí en la sala, tengo que preparar a mi cuñada - dije y Alberto trató de rebatir algo molesto, pero entonces le di un pico en los labios y él se quedó callado mientras me miraba, estupefacto por la actitud que había adoptado, a la vez que sentía uno de mis dedos acariciando sus labios - te prometo que la espera valdrá la pena - él asintió un segundo antes de que me llevara a Rocío de la mano y la condujera en dirección a la habitación de mis padres.

A pesar de que mi tía se dejó llevar, en su forma de caminar y apretar mi mano, podía sentir la reticencia que experimentaba con respecto de todo aquello, algo que expresó cuando llegamos a la habitación y se quedó un momento sentada, haciendo evidente que se esforzaba por no explotar de rabia ante lo que estaba pasando.

- Emily, ¿De qué demonios se trata todo esto? - me preguntó mientras yo analizaba los vestidos de mi madre para tratar de decidir cual usaría esa mujer mientras estuviéramos jugando; curiosamente su voz no sonaba altanera, ni siquiera enojada, más bien se escuchaba como si me estuviera pidiendo que no alargara más un momento que de por sí ya era bastante humillante para ella.

- Vamos a hacer que al estar contigo, mi tío se acuerde de mamá.

- ¡No! ¡Te dije que no haría eso! ¡Yo nunca…!

- No te estoy diciendo que finjas ser ella, pero seamos honestas, Alberto no siente ninguna clase de deseo por ti, bastó con ver la forma como me miraba cuando llegaron para saberlo, así que si quieres que comience a desearte, tiene que relacionarte con algo que ya lo vuelva loco, por lo que te vas a poner un vestido de mamá y te vas a rociar su perfume, de esa forma aunque esté contigo, él se va a excitar por lo que le evoque el aroma y el vestido que usaba mamá, y te sugeriría que al menos encontraras ese perfume y te lo pusieras, tal vez así te cueste menos trabajo hacer que se fije en ti - sabía que mis palabras eran crueles, que le estaba pegando a mi tía justo en su punto débil, pero también estaba convencida de que eso podría funcionar para que mi tío se fijara de nuevo en su mujer, quien en aquel momento solo se quedó callada, mirándome a los ojos como si tratara de escudriñar cuáles eran mis verdaderas intenciones.

- ¿De verdad crees que esto funcione o solo lo haces para vengarte de mí? - preguntó al fin, con un tono de voz que a pesar de no verla, me sugería que estaba llorando o cuando menos estaba a punto de hacerlo.

- Admito que humillarte tiene su parte satisfactoria después de todo lo mal que la pasé contigo, pero de verdad creo que funcionara, además de que cuando me vaya a la universidad, él solo te tendrá a ti y si tú le ofreces algo que no puede obtener de ninguna otra manera, incluso, tal vez, podrías tomar un poco de control sobre tu esposo, algo que nunca has tenido sobre él, porque seamos honestas, Alberto siempre ha hecho lo que se le ha dado la gana sin tomarte en cuenta para nada. Creo que este es el indicado, póntelo - le dije a mi tía extendiendo el vestido hacia ella, mientras me miraba con los ojos llorosos y estiraba el brazo para coger la prenda.

Nunca pensé ver a Rocío desnudándose frente a mí, pero cuando lo hizo pude notar que debajo de aquella ropa presuntuosa, había un cuerpo muy bonito, evidentemente trabajado bajo estrictas rutinas de gimnasio, con un par de senos medianos pero bastante lindos, piernas carnosas y un trasero envidiable, una imagen que no tenía nada que ver con la belleza natural de mamá o la mía, pero que aún así hacía de Rocío una mujer muy atractiva, con quien seguramente una multitud de hombres morirían por pasar una noche, un aspecto que me hizo pensar en lo peligrosa que resultaba la obsesión de mi tío con respecto de mi madre, pues me parecía difícil de creer que hubiera preferido por tantos años a mamá por sobre la hermosa y escultural mujer que dormía todos los días a su lado.

- Te queda muy bien, un poco suelto, pero nos servirá - dije mientras mi tía permanecía de pie frente a mí, tomándose las manos en un gesto que delataba sus nervios y nuevamente un poco de indignación, algo que decidí ignorar mientras me levantaba, tomaba el perfume de mamá y lo rociaba por algunas partes importantes de su cuerpo - bien ahora estás lista, voy por mi tío y…

- Espera - me interrumpió mi tía, tomando mi mano con algo más de fuerza de la necesaria - sé que he sido una mierda contigo, pero, por favor, te lo ruego, no me hagas sufrir más de lo necesario, te lo suplico.

En verdad debía estar muy desesperada para llegar al punto de suplicar y rogarme, sin embargo, aquella actitud completamente derrotada me hizo sentir pena y compasión por esa mujer, así que solamente asentí con la cabeza mientras ella me soltaba la mano para luego darme las gracias en lo que se escuchó tan débil como el más tenue de los susurros.

Tras algunos segundos en los que recorrí la casa, al fin llegué a la sala donde mi tío se encontraba sentado, mirando su celular sin ponerle demasiada atención.

- ¿Estás listo, cariño? - le pregunté mientras él recorría mi cuerpo nuevamente con su lasciva mirada, a la vez que asentía con la cabeza.

- Aunque dudo mucho que logres hacer lo que mi esposa se propone - me dijo, a la vez que se levantaba sin apartar su mirada de mis senos.

- Ya veremos, cariño - lo tomé de la mano - ven conmigo.

La cara que puso mi tío en el momento en que vio a su esposa con el atuendo de mi madre, fue lo que necesitaba para saber que mi idea tenía una oportunidad, pues Alberto no fue capaz de mirar hacia otro lado, de apartar los ojos de su esposa mientras la contemplaba como estoy segura que hacía muchos años que no lo hacía. Incluso Rocío tuvo que suprimir una sonrisa cuando se dio cuenta de que su esposo la miraba sin perder detalle de una sola parte de su cuerpo.

- ¿Te gusta? - pregunté y el asintió sin decir nada ni quitar la vista de su mujer - ya veo, ven a la cama para que podamos empezar, cariño - le dije a mi tío a quien le tomó algo de esfuerzo lograr recuperarse de aquella primera impresión.

Una vez que se sentó, me uní a él en la cama al igual que lo hizo Rocío; ambas nos situamos a los costados de mi tío, mientras él alternaba su mirada de una a otra, seguramente sin saber qué esperar, tal vez creyendo que saltaríamos sobre él de inmediato; no obstante, yo tenía otros planes, quería abarcar cada aspecto relacionado con el sexo, ver por completo qué era lo que Rocío hacía cuando estaba con Alberto en la intimidad.

Tomando la barbilla de mi tío mientras me miraba, dirigí su rostro al de su esposa, quien para ese momento ya respiraba un poco agitada, luciendo nerviosa y muy ansiosa por lo que estaba a punto de pasar.

- Bésense - les ordené y ambos me hicieron caso de inmediato, dándome cuenta del primer error de Rocío, pues lejos de entregarse por completo a su hombre, apenas abría la boca y seguramente impedía que sus lenguas jugaran entre ellas - no, así no se hace - intervine y ambos se detuvieron para mirarme, Alberto sonreía, seguramente pensando que lo tomaría a él como modelo para mostrarle a su esposa lo que debía de hacer, pero se llevó una gran sorpresa cuando me puse de pie y me fui a sentar a un lado de Rocío, antes de tomarla de las mejillas y pegar mis labios a los suyos.

Mi tía abrió mucho los ojos e incluso se resistió a que la besara, pero bastó con una no muy fuerte bofetada para hacer que aflojara la boca y la abriera, obligándola de esa forma a soltarse, a permitir que mi lengua entrara en su boca, que jugara con la suya, enseñándole cómo le gustaría ser besado a su esposo, de una forma completamente distinta de como ella solía hacerlo.

Debo decir que no le llevó mucho tiempo aprender a hacerlo de la manera correcta, pues antes de que nos diéramos cuenta ya nos estábamos dando un tremendo morreo, entregándonos a la tarea de tal forma que creo que se le llegó a olvidar quién era la chica de quien tenía la lengua adentro.

Cuando me separé de ella, sus ojos estaban abiertos como platos mientras me miraba, su pecho subía y bajaba con una velocidad peligrosa y sus manos apretaban la tela del vestido que llevaba puesto, casi podría apostar que sus emociones y pensamientos se debatían entre lo que sintió mientras me besaba y la indignación que seguramente le provocó la bofetada que le di segundos atrás.

- Ahora hazle lo mismo a mi hermano - dije, sin perder mi papel mientras la miraba.

Ella giró su cuerpo y por primera vez tal vez en lo que tenía de vida, pude contemplar de primera mano la mirada lasciva y llena de deseo que Alberto le dedicó a su esposa, antes de que ambos se entregaran a un beso apasionado, en el que sus lenguas eran las protagonistas mientras mi tío la tomaba de la nuca con una de sus grandes manos y ella gemía un poco a sentir que su esposo nuevamente la deseaba, algo que estoy segura que pasó tal vez por primera ocasión desde hacía mucho tiempo atrás.

Aquello fue tan intenso que me permitió ver un segundo error de mi tía, algo que noté al ver cómo sus manos, en más de una ocasión, trataron de hacer algo, pero se detenían a medio camino, por alguna razón Rocío no se dejaba llevar por lo que sentía o por lo que quería hacer, pues era evidente que ella quiso desnudar a su marido pero no lo hizo tal vez por temor al rechazo, así que para ayudarle, me acerqué a mi tío y comencé a desabotonar su camisa, poniendo una mano en su barbilla cuando vi que tenía la intención de voltear a verme, un gesto simple pero que sirvió para que la atención de ese hombre siguiera concentrándose por un momento más en Rocío.

- Recuéstate, hermano - dije un momento después de despojarlo de su camisa y de inmediato ambos se separaron. Rocío no fue capaz de ocultar la alegría que la dominaba, no pudo de reprimir la emoción que sentía al ver que tal vez la vida sexual en su matrimonio aún tenía esperanza.

Alberto se recostó en la cama y con un cabeceo le indiqué a Rocío que me ayudara a desnudarlo, algo que hicimos en pocos segundos, retirándole de encima el pantalón y los bóxers, dejando su miembro a la vista de ambas, una imagen que nos hizo intercambiar una significativa mirada, antes de ordenarle a Rocío que se desnudara, lo cual hizo con gusto y premura.

- Mételo en tu boca, cuñada - le ordené a Rocío, pero la expresión de su rostro me hizo saber que aquella idea no le hacía gracia en lo más mínimo.

- Ella nunca me lo ha hecho con la boca - dijo Alberto, impregnando cada una de sus palabras con algo de rencor, mientras mi mirada se centraba en el enrojecido rostro de Rocío.

- Bueno, pues si tú no quieres hacerlo, lo haré yo, veremos cuánto tiempo resistes al ver a tu esposo disfrutando los labios de su hermana - le dije desafiante, provocando que su mirada se inyectara de odio hacia mí, logrando justamente lo que yo quería.

Mi tío sonrió al ver la forma como lo miraba y aún más al sentir mi mano acariciando su pene mientras mi cabeza descendía sobre su miembro si dejar de verlo.

- ¿Me extrañaste, hermanito? - le pregunté, con la intención de despertar a la mujer que tenía a un lado de mí, notando cómo el cuerpo de mi tía se tensaba por completo mientras engullía el pene de mi tío y él asentía con la cabeza, sin perder de vista lo que le hacía, comenzando a gemir a los pocos segundos de que comenzara mi tarea.

Lo hice despacio porque no quería que se viniera tan rápido, jugué con su glande a succionarlo mientras lo abrazaban mis labios, acariciándolo con mi lengua a la vez que mi mano hacía lo propio con sus huevos, haciendo que lo disfrutara al punto de que sus manos se cerraran apresando las cobijas en sus puños, que gimiera en varias ocasiones a consecuencia de lo que mis labios y mi lengua le hacían a su pene.

Rocío no tardó mucho en sentirse completamente desesperada por ver lo que le estaba haciendo a su hombre, algo de lo que me di cuenta cuando sentí su cara pegada a la mía y escuché la forma como besaba el abdomen de su esposo, una sensación que me hizo abrir los ojos y dejar de disfrutar del sabor de mi tío, pasa sacar su pene de mi boca y tomar la mano de mi tía, un movimiento que ella vio con extrañamiento hasta que llevé sus dedos a mi boca e hice los mismos movimientos que segundos antes le estuve haciendo a la verga de mi tío mientras nos mirábamos a los ojos, algo que no dejé de hacer hasta que ella asintió e inmediatamente después su cabeza descendió para engullir el pene de su esposo y comenzar a mover sus labios y su lengua de la misma forma como yo acababa de mostrarle.

No sé muy bien a qué se debía pero era claro que mi tío disfrutó en mucha mayor medida de lo que mi tía le hacía en comparación de lo que yo le hice segundos atrás, pues sus gemidos fueron más intensos, al igual que lo fue la manera como sus manos se aferraban de las cobijas.

- Imagino que nunca has probado el semen de tu esposo ¿Cierto? - le pregunté a mi tía y ella abrió mucho los ojos, ladeando un poco la cabeza y mirándome con temor, haciendo el intento de sacar el pene de su boca, sin que yo la dejara, pues la tomé de la nuca antes de acercarme a su oído y hablarle en un volumen de voz tan bajo que impidiera que mi tío escuchara mis palabras - puedes probarlo directamente de su pene o limpiarlo de mi vagina cuando tu esposo se venga dentro de mí, tú decides.

Sabía que aquel desafío sería suficiente para que Rocío desistiera en su intento por no dejar que su esposo se viniera en su boca, algo que confirme cuando instintivamente su cabeza comenzó a subir y bajar rápidamente, un gesto que dibujó una sonrisa en mi rostro, mientras me desplazaba al trasero de mi tía con la intención de prepararla para lo que vendría después.

No sería la primera vez que le haría eso a una chica, pues en más de una ocasión había abrazado las mieles de las relaciones lésbicas mientras estudiaba en la universidad, pero seguramente ella nunca se esperó que lo hiciera, pues en cuanto sintió mi boca al entrar en contacto con sus labios, dio un ligero respingo que casi provoca que dejara escapar el miembro de mi tío, algo que Alberto impidió al tomarla de la cabeza y comenzar a embestir la boca de su esposa desde abajo.

Debo decir que siempre creí que me tía era puritana y medio reprimida, algo que cada vez se confirmaba con más fuerza, y por ello me sorprendió no encontrar una madeja de pelos ahí abajo, por el contrario, mi tía apenas conservaba una bien estilizada línea de pelo que hacía que su concha luciera bastante apetecible.

No me sorprendió en absoluto encontrarme con un par de labios gordos y bien humedecidos después de lo que le estaba haciendo a mi tío, pero ello no me detuvo para clavarle los dedos hasta el fondo de su concha y hacer que mi lengua la enloqueciera al castigar su clítoris con severidad, haciendo que gimiera sin control, que los músculos de su vulva y sus piernas se tensaran mientras sentían por primera vez los mimos que una mujer podía brindarle.

- ¡Montante ya! ¡Quiero estar dentro de ti! ¡Quiero cogerte como me cogía a mi hermana! ¡Hazlo! ¡Hazlo ya! - ordenó mi tío, con una severidad que hizo temblar de excitación a Rocío, que la hizo moverse rápidamente para tratar de sentarse en el pene de su esposo, pero yo se lo impedí, llamando la atención de ambos mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

- No, si él te quiere coger, primero tiene que ganárselo, cuñada - establecí, haciendo que mi tío frunciera el ceño, mientras mi tía se mostraba completamente desconcertada, una reacción que solo se vio incentivada en el momento en que llevé mis labios a los suyos y pudo probar por primera vez el sabor de sus propios fluidos, antes de separarnos y que yo le susurrara unas palabras al oído - siéntate en su cara, cuñada, disfrútalo.

Con una sonrisa nerviosa y lamiéndose los labios, Rocío me miró antes de asentir y desplazarse a la cara de mi tío, quien sorprendido miraba a su esposa cómo se liberaba de las ataduras que antes le habían impedido disfrutar del sexo con su marido. Él la tomó del culo en cuanto su mujer dejó que su vulva descendiera justo sobre los labios de Alberto, mientras yo miraba la escena a tan solo unos centímetros de distancia, escuchando de inmediato cómo los gemidos de mi tía comenzaban a escapar de su boca junto con el sonido del chapoteo de los labios y la lengua de mi tío, a la vez que miraba cómo ella aferraba sus manos a la cabeza de su esposo, moviendo las caderas por instinto, dejándose llevar por un placer que nunca había conocido en los labios de su hombre.

Dejé que pasaran algunos minutos antes de hacer algo, antes de cobrarle a mi tía los años de maltrato y humillación que había sufrido a costa de ella, pues en el momento en que decidí dejar de ser solo una espectadora, me dirigí al pene de Alberto y después de mamarlo un par de veces para lubricarlo un poco con mi saliva, me senté sobre su miembro y lo introduje en mi vagina, gimiendo intensamente mientas abrazaba a mi tía desde atrás, tomándola de los senos y apretándolos con fuerza, sintiendo cómo Rocío llevaba sus manos a las mías, sorprendida mientras giraba la cabeza para mirarme a los ojos.

- No creíste que se irían sin que probara nuevamente la verga de mi hermano ¿Cierto? - pude ver en los ojos de mi tía el dulce amargor que le provocó lo que le estaba haciendo a su esposo, pude atestiguar la forma agridulce con que me miraba mientras sus gemidos escapaban de su boca y los gemidos de su marido se ahogaban en su vagina, a a la vez que sentía cómo mi tío se hundía una y otra vez en mi cuerpo, al ritmo que yo le marcaba, sin dejar de apretar los senos de Rocío ni dejar que se relajara por un solo segundo.

Los gemidos de esa mujer se hicieron muy intensos al igual que la forma como yo me movía sobre el pene de Alberto, sintiendo cómo estaban los dos a punto de venirse, levantándome del cuerpo del esposo de Rocío antes de que eyaculara, pues no quería que la fiesta terminara en ese momento.

Fue una morbosa delicia escuchar los gemidos de esa mujer, liberados sin tapujo, resonando en las paredes de la habitación que un día fue de mis padres, la misma que durante años dio cobijo a la amante de su marido. Fue un orgasmo tan intenso que mi tía se dejó llevar moviendo las caderas sobre la boca de su hombre mientras él hacía lo posible por devorar hasta la última gota de los fluidos de su mujer que se deshacía en gemidos.

Me puse de pie y nuevamente besé los labios de Rocío, solo que en esta ocasión ella no mostró la más mínima reticencia a dejarse llevar, tocando incluso mis senos con suavidad mientras nos besábamos lentamente.

- Es tu turno de gozar a tu marido, cuñada, disfrútalo, pero no olvides tragarte su leche o tendré que hacer que la pruebes de otra manera - dije, viendo luego cómo Rocío se retiraba de la cara de mi tío para desplazarse a su miembro, sin embargo, Alberto ya no quería ser más un agente pasivo en esa cama, por lo que tomó a mi tía de la cintura y la obligó a recostarse de espaldas al colchón, adueñándose de esa forma de la situación, penetrando a su mujer con tanta fuerza y determinación que pude ver en los ojos de mi tía un felicidad incontenible que se expresó con un río de lágrimas mientras sentía a su marido cogérsela como tal vez jamás se la había cogido, a la vez que ella lo tomaba de la nuca y lo hacía besarla, con la pasión que había aprendido esa tarde a imprimir en sus besos, con la misma sensualidad con que la había besado un momento atrás.

Era claro que no tenía nada más que hacer en ese lugar, que sobraba en una escena donde una mujer y su hombre se volvían a reencontrar, así que decidí salir del cuarto y darles privacidad, sabiendo que había logrado hacer aquello para lo cual me había pagado esa perra.

Cerré la puerta detrás de mí mientras me arreglaba el vestido y me acomodaba las bragas, caminando despacio hacia la sala donde había dejado mi celular, para encontrarme con que mientras estaba con mis tíos, había recibido algunos mensajes, todos de mi primo Beto, siendo el último de ellos el más importante, el que nuevamente logró sacudir mi mundo de una forma inesperada.

- Quería decirte que le dije a mis amigos lo que hacías y también les platiqué cuanto cobrabas, mi papá me lo dijo, espero que no te enojes conmigo Emi, pero todos quieren contratarte, ya vendieron sus consolas de videojuegos y otras cosas para poder pagarte, así que, si lo aceptas, me gustaría que nos dijeras dónde podemos hacerlo, somos cinco, así que creo que te llevarías una buena suma si lo haces, por favor, no te enojes conmigo, espero que me respondas pronto y espero que aceptes, tengo muchas ganas de estar nuevamente contigo.

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