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TODORELATOS » LÉSBICOS » ROMA DE ROJO | CAPÍTULO 4
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Fecha: 21-Nov-23 « Anterior | Siguiente » en Lésbicos

Roma De Rojo | Capítulo 4

KarahG
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Capítulo 4 |

Dos meses antes:

Se inclina para besarme, pero se detiene ante de que sus labios rocen los míos. Busca mis ojos con la mirada, como pidiéndome permiso. Alzo los labios hacia ella y me besa, y como no sé si volveré a besarla más, me dejo ir. Mis manos se mueven por sí solas, se deslizan por su pelo, la atraen hacia mí. Mi boca se abre y mi lengua acaricia la suya. Me agarra por la nuca para besarme más profundamente, respondiendo a mi deseo. Me desliza la otra mano por la espalda, y al llegar al final de la columna, la detiene y me aprieta contra su cuerpo.

—¿No puedo convencerte de que te quedes conmigo? —me pregunta sin dejar de besarme.

—No.

—Vamos Sabrina, pasa la noche conmigo.

—¿Hasta que vengan a buscarte esos matones? No.

—Eres imposible—se queja—. No son matones, son mis hombres Sabrina. Y vamos a hacer negocios—se echa hacia atrás y me mira fijamente—. ¿Por qué tengo la impresión de que estás despidiéndote de mí?

—Porque voy a marcharme ahora.

—Sabes que no es eso lo que quiero decir.

—Kaiara, tengo que pensar en todo esto. No sé si pueda soportar tener que vivir con el sobresalto de que en cualquier momento pueden decirme que asesinaron a la mujer que amo.

—Ya hemos hablado de eso—suspira.

—Tú has hablado de eso y yo, solo he tenido que tragarme las palabras.

—Me aceptaste así. Nunca te lo oculté.

—Me enamoré de ti, que es diferente Kaiara.

—También hemos hablado de eso.

—¿Ves? —le digo empujándola un poco—. No sé si puedo mantener el tipo de relación que quieres.

Cierra los ojos y presiona su frente contra la mía, lo cual, nos da a ambas la oportunidad de relajar la respiración. Un momento después me besa la frente, respira hondo, con la nariz hundida en mi pelo, me suelta y da un paso atrás.

—Como quiera señorita Moretti—me dice con rostro impasible—. La acompaño hasta el vestíbulo.

Me tiende la mano, me inclino y cojo el bolso. Maldita sea. Esto podría ser todo. La sigo dócilmente por el enorme apartamento hasta el vestíbulo. Siento picores en todo el cuero cabelludo, la sangre me bombea muy deprisa. Podría ser el adiós si decido no aceptar esta vida. El corazón se me contrae dolorosamente en el pecho. Que giro tan radical. Que gran diferencia puede suponer para una chica un momento de lucidez y raciocinio humano ante la inminente realidad de que puedes morir a manos de una bala perdida en cualquier momento, por cometer la locura de amar a una criminal.

—¿Tienes encima la credencial?

Saco del bolso la fastidiosa identidad que me permite acceder al parking privado de la señora Di Marco y se lo doy de mala gana. Kaiara se lo entrega a uno de sus hombres. La miro mientras esperamos que busquen el auto de Camila.

—Gracias por la tarde—murmuro.

—Ha sido un placer tenerla cerca señorita Moretti—me contesta con su cínica educación que me hierve la sangre. Aunque ella, parece sumida en sus pensamientos, abstraída por completo.

La observo detenidamente y memorizo su hermoso perfil. Me obsesiona la desagradable idea de que podría no volver a verla. Eso es demasiado doloroso como para planteármelo. De pronto se gira y me mira con expresión intensa.

—Tienes mucho trabajo en el restaurante en la mañana, ¿crees que podré verte en la noche? —me pregunta en tono inseguro.

—Ya veremos. Quizás—contesto.

Por un momento parece aliviada, pero enseguida frunce el ceño.

—Hay algo de frío, ¿has traído tu chaqueta?

—No.

Mueve la cabeza enfadada y se quita su americana negra.

—Toma. No quiero que vayas a resfriarte.

Parpadeo mientras la sostiene para que me la ponga. Y al pasar los brazos por las mangas me recuerdo de la primera vez que la vi, luciendo ese estupendo traje negro. Aún me late el corazón deprisa cuando mi mente me lleva directa y espontáneamente hacia la impresión que me causó. Nada ha cambiado. En realidad, ahora es más intenso. Su americana está caliente, me queda muy grande y huele a ella… deliciosa.

Llega uno de sus hombres con el coche de Camila. Kaiara se queda boquiabierta.

—¿Ese es tu auto?

Está horrorizada. Me coge de la mano y sale conmigo a la calle. El hombre sale, me hace una reverencia y me tiende las llaves, y Kaiara le hace un gesto con la cabeza para que se marche.

—¿Esa cosa aún puede andar? —me pregunta fulminándome con la mirada.

—Sí. No te burles. Ni siquiera tengo auto.

—¿No? —abre sus ojos.

—No, no tengo. Es de mi amiga—le contesto irritada—. Gracias a su bondad he podido venir a verte.

—Sabrina, creo que eso podemos arreglarlo.

—¿Qué quieres decir? —creo que la entiendo—. ¡Ni se te ocurra comprarme un auto!

Me mira con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.

—No discutiré contigo eso en plena calle—me dice haciéndome una mueca de disgusto.

Abre la puerta del conductor para que yo entre. Me quito los tacones y bajo la ventanilla. Me mira con expresión seria y ojos turbios.

—Conduce con cuidado y si ves algo raro, no te detengas. Me llamas y mis hombres estarán contigo en minutos.

Pongo los ojos en blanco. Tus matones estarán conmigo en minutos, eso sí.

—Cuídate también. Adiós Kaiara—le digo con voz ronca, como si estuviera a punto de llorar.

Mientras me alejo, siento una presión en el pecho, empiezan a aflorar esas lágrimas y trato de ahogarlas como alcanzo. No puedo por mucho contenerlas, aunque la verdad no entiendo porque lloro. Me he mantenido firme. Ella me lo ha explicado todo, y ha sido clara, tal y como se lo pedí. Me desea, quiere estar conmigo, pero yo quiero más. Necesito que me ame como yo la amo a ella, que se aleje de esta maldita vida de muertes y sangre que lleva y que se deje amar. ¡Maldita sea! Qué no le pido que me baje la luna, solo quiero tener una relación normal, con alguien que no tenga que estar rodeada de hombres armados la mayoría del tiempo y que, al salir de casa, no sienta que es la última vez que la voy a ver viva. Estoy abrumada.

Ni siquiera sé cómo catalogarlo. Si acepto… ¿será solo mi novia o yo seré la novia de una criminal? ¿Podré presentarla a mi reducido círculo familiar? ¿Iremos de copas, al cine o a cenar tranquilas sin que nadie nos quiera asesinar? Creo que no, la verdad. No me dejará hacer nada de eso con ella, seguirá siendo obsesiva con su seguridad y con la mía. ¿Qué pasa si digo que sí y dentro de unos meses ella se cansa de mí y ya yo no podré estar a salvo en mi mundo corriente y ordinario? ¿Cómo voy a sentirme? Me habré implicado emocionalmente demasiado, y habré presenciado cosas que segura estoy que no serán de mi agrado.

Quizás lo mejor y más prudente sea, retirarme ahora, que mantengo mi corazón más o menos intacto. Pero la idea de no volverla a ver me resulta insoportable. ¿Cómo se ha metido en mi alma así de esta forma en tan poco tiempo? No puede ser solo el sexo, ¿verdad? Me paso las manos por los ojos para secarme las lágrimas. No quiero caer en un análisis de lo que siento por ella. Me asusta demasiado lo que pueda descubrir. ¿Qué voy a hacer?

Aparco frente a mi apartamento. No veo las luces encendidas, así que Camila no debe haber venido a buscar el auto. Es un alivio la verdad. No quiero que vuelva a pillarme descolocada y llorando. Mientras me desnudo, me siento desprotegida, descubierta y no precisamente por la falta de ropa—todo es a nivel emocional—, siento que una gran parte de mi se quedó entre las sábanas de Kaiara Di Marco.

• • •

Actualidad:

Gianzo apaga el motor del auto y eventualmente lo único que oigo es el sonido entrecortado de mi respiración. Me está siguiendo la policía. Palidezco. Simplemente, no quiero siquiera pensar en ello.

—¿Todo está bien señorita Moretti? —pregunta, su voz como la miel, sus ojos verdes centellando irónicamente.

—Sí, gracias señora Di Marco—le respondo educadamente.

—Bien, vamos a tomarnos unas copas en el bar de Luca—extiende su mano hacia mí y sosteniéndola con fuerza, salgo de la lujosa camioneta.

Un hombre de cabello gris con barba tupida, camina a nuestro encuentro, sonriendo ampliamente, y lo reconozco, como el señor de las finanzas personales de la familia Di Marco y guardián de todos los eventos protocolares.

—Paulo—Kaiara sonríe, y suelta mi mano para sacudir la de Paulo gentilmente—. Mantente sobrio para que no haga un desastre.

—Lo haré señora Di Marco, señorita—dice, asintiendo hacia mí—. Los hombres están ubicados en las posiciones que indicó señora—hace una pausa y traga en seco—. Oh, y el elevador está fuera de servicio. Tiene que usar las escaleras.

—Un poco de ejercicio no viene mal. Gracias Paulo.

Kaiara toma mi mano y nos encaminamos a las escaleras de emergencia.

—Es bueno para ti que solo sean dos pisos, en esos tacones—murmura ella hacia mí en desaprobación.

Aunque no es broma, no sé cómo podré subir más de diez escalones.

—¿No te gustan?

—Me gustan mucho Sabrina—su mirada se oscurece y creo que podría decir algo más, pero se detiene—. Vamos. Lo tomaremos con calma, no quiero que te caigas y te rompas una pierna.

• • •

—Luca es tan diferente a ti—le digo sosteniendo su mano extendida que me ayuda a impulsarme y llegar a nuestra meta.

—Gracias que no soy él—me contesta acomodando su camisa.

—Deberías parecerte un poco más a tu primo.

—Lo hago. Mírame aquí.

¿Qué? ¿A qué se refiere?

—¿Lo haces? —no puedo mantener el desdén fuera de mi voz. Aún sigues siendo una asesina. Honestamente, la audacia de esta mujer; esta mujer que me ha puesto a caminar a ciegas por el infierno, no, no ha cambiado nada en lo absoluto. Sigue siendo la misma arrogante y petulante criminal de la que me enamoré.  

—No quiero pelear contigo Sabrina. Te quiero de regreso, y te quiero a salvo—dice suavemente.

—Pero nada ha cambiado.

—Hablaremos de eso después. Ahora estamos aquí.

—¿Por qué haces eso? —mi voz es más aguda de lo normal.

—¿Hacer qué? —Kaiara es tomada por sorpresa.

—Fingir que todo está bien entre nosotras.

—Sabrina, estamos aquí donde quieres estar. Hagamos esto después. Particularmente, no quiero a la prensa haciendo eco en los periódicos sobre tu escena en público.

Me sonrojo y echo un vistazo alrededor. Está en lo correcto. Es demasiado público. Presiono mis labios juntos mientras ella me mira hacia abajo.

—Está bien—murmuro de mala gana. Tomando mi mano, me conduce al interior del bar.

Estamos en una especie de almacén reconvertido, paredes de ladrillo, oscuros pisos de madera, techos blancos, y tuberías blancas. Es de aire moderno y reservado. Hay muchas personas deambulando por el alrededor. Probando sus tragos y admirando el trabajo arquitectónico de Luca en su nuevo emprendimiento. Por un momento, mis problemas se derriten lejos mientras me doy cuenta de que Luca ha llevado a cabo su sueño, lejos de todo el drama familiar de los Di Marco. ¡Así se hace Luca! Ojalá y Kaiara entendiera ese concepto de libertad.

—Bienvenidas a la apertura del bar del señor Luca Di Marco—una mujer joven, vestida de negro, con un muy corto cabello marrón, usando un chillón labial rojo y grandes pendientes de aro, nos recibe.

Echa un breve vistazo hacia mí; entonces uno mucho más largo de lo que es estrictamente necesario a Kaiara, gira de regreso hacia mí, parpadeando mientras se sonroja.

Mi frente se arruga. Ella es mía, o al menos lo era. Trato fuertemente de no fruncirle el ceño. Mientras sus ojos recuperan algo de decencia y enfoque, vuelve a parpadear.

—Oh, es usted la señorita Moretti, queremos tú opinión acerca de esto—sonriendo hipócritamente, me entrega un folleto y me aleja hasta una mesa con bebidas y bocadillos. ¿Cómo se sabe mi nombre?

—Vaya. No pierden el tiempo—Kaiara frunce el ceño llegando hasta mí.

Sacudo mi cabeza, igualmente desconcertada.

—¿Qué te gustaría beber?

—Algo ligero. Vino blanco.

Su entrecejo se frunce, pero la miro seria y se contiene la lengua, dirigiéndose de mala gana a la barra.

—¡Sabri!

Luca viene disparado atravesando una multitud de personas.

¡Santo cielo! Está vistiendo un traje. Se ve bien y está sonriéndome radiante. Me envuelve en sus brazos, abrazándome fuertemente. Y respirar hondo es todo lo que puedo hacer para no estallar en lágrimas. Mi amigo, mi único amigo después de que Camila se fuera al extranjero a estudiar su dichoso posgrado. Lágrimas llenan mis ojos.  

—Estoy tan contento de verte aquí—suspira en mi oído, entonces se detiene, y abruptamente me extiende a un abrazo de distancia, mirándome fijamente.

—¿Qué?

—Te veo bien, aunque algo delgada, has perdido peso.

Pestañeo alejando las lágrimas.

—Luca estoy bien. Solo estoy tan feliz por ti—mierda, no él, también se ha dado cuenta de que estoy muerta en vida—. Felicitaciones, el lugar está maravilloso—mi voz tiembla mientras veo la preocupación grabada en su familiar rostro.

—¿Cómo llegaste hasta aquí?

—Kaiara me trajo—contesto buscándola con la mirada.

—¿Ella está aquí? —sus facciones se tensan y me suelta. Se oscurece su expresión.

—Consiguiendo algo de beber—señalo con la cabeza en dirección a la barra. Veo que está intercambiando palabras con uno de sus escoltas, esperando a ser atendida. Kaiara mira hacia arriba cuando miro en su dirección, y nuestros ojos se traban. Y por un breve momento nos quedamos mirándonos la una a la otra.

Santo cielo… Esta hermosa mujer me quiere de vuelta, no solo en su cama sino también su complicada y violenta vida. Profundamente dentro de mí, una amarga alegría se despliega como un glorioso amanecer luego de una noche tormentosa.

—¡Sabri! —Luca me distrae y soy nuevamente arrastrada al aquí y al ahora bullicioso del bar—. Sabes que adoro a Kaiara, pero debo advertirte que…

De repente la señorita “folleto y labial rojo chillón” lo corta, dejándolo con la palabra en la boca.  

—Luca, la prensa está aquí y quieren unas entrevistas—me da una sonrisa educada.

—¿Qué genial es esto? La fama de lo sano—sonríe y no puedo resistirme así que sonrío de vuelta; está tan feliz—. Tú y yo hablaremos luego—besa mi mejilla, y lo miro pasear hasta el montón de personas con cámaras y micrófonos que se pelean por él.

Kaiara se une a mí, y tomo una respiración profunda y trago, tratando de recobrar algo de mi equilibro interior. Me alcanza una copa de vino blanco.

—¿Está a la altura? —mi voz suena más normal.

Me mira con curiosidad.

—El vino—puntualizo.

—Sí. En esta clase de eventos usualmente no lo está, pero yo me he encargado personalmente de las provisiones iniciales—guiña un ojo mientras da un sorbo a su copa—. Así que todo lo que se mueve aquí y ahora, es de suma calidad.

Me quedo estupefacta ante su insensibilidad y sentido maniático del control. Trato de ignorar su comentario, pero es que su arrogancia es tan molesta.

—Todo esto lo consiguió él, por su cuenta. Logró salirse de lo que tú no puedes—le digo sin más, conteniendo apenas la rabia. Me busca la policía por tu culpa. 

—¿Se salió? —carcajea—. No lo veo ni muerto ni tras las rejas. Así que hasta que eso no pase. El sigue tan dentro como yo.

—¿Por qué crees que está ileso entonces? —no puedo ocultar el orgullo en mi voz. Sus ojos se deslizan impasibles hacia mí. Sonríe de lado, como cuando va a decir algo que sabe me molestará, pero aun así lo dice.

—Porque soy la jefa y le permito a mi primo cumplir su sueño—chanta, terminando de un sorbo largo su copa.

Lo hizo. Acaba de acabar con todas mis ganas de mirarle la cara. Solo quiero darle una bofetada por insolente.

—¿Kaiara Di Marco? —uno de los fotógrafos enfoca a Kaiara—. ¿Puedo tomarle una foto señora?

—Si, como no—Kaiara esconde su ceño fruncido. Doy un paso hacia atrás, pero ella sujeta mi mano y me jala a su lado. El fotógrafo nos ve juntas y no puede ocultar su sorpresa.

—Señora Di Marco, gracias—toma un par de fotos—. ¿Señorita…? —pregunta.

—Moretti—replico.

—Gracias, señorita Moretti—se escabulle.

—Busqué como loca fotos tuyas en la internet, no encontré ninguna dónde se viera bien tu cara. Por eso Camila no me creía que salía contigo.

La boca de Kaiara se curva en una sonrisa.

—Eso explica el inapropiado comportamiento de tu amiga al verme. No salgo con mujeres en busca de aventuras sexuales y mucho menos amorosas, solo contigo. Pero eso ya lo sabes—sus ojos queman con sinceridad.

—Entonces, ¿ninguna otra mujer sabe que eres…—miro nerviosa alrededor para verificar que nadie puede oírnos—…una criminal?

—No Sabrina. Nadie lo sabe. O bueno, puede que tengan una sospecha por mi apellido, pero… ¿Ves a la policía detrás de mí?

—No—frunzo el ceño y la ira se apodera de mí nuevamente—. No detrás de ti, sino de mí.

—Busca a Luca y despídete de él. Nos vamos—me dice seria y autoritaria.

—No quiero irme. Por favor, quedémonos más tiempo.

—No. Ahora. Búscalo y dile adiós.

La miro ferozmente, mi sangre hirviendo. La señora maldita fanática del control es una idiota que amo. Pongo los ojos en blanco, asqueada por su jodido comportamiento de tratarme como si fuera un objeto sin decisión propia. Enojada es mejor que llorosa Sabrina. Me digo y salgo en busca de Luca. Él le está hablando a un grupo de chicas hormonales, que se derriten con cada una de sus sonrisas.

—Luca.

—Sabri. Discúlpenme un momento chicas—Luca les sonríe y pone su brazo a mi alrededor y en algún nivel me divierte. Luca todo suave, impresionando como el galán que es a las damas.

—Luces enojada—dice.

—Tengo que irme—murmuro tercamente.

—¡Pero si acabas de llegar! —exclama atónito; frunce el ceño—. Es por Kaiara, ¿verdad?

—Lo sé, pero Kaiara necesita regresar. Todo está hermoso, verás como será un éxito—él sonríe con alegría.

—Fue genial verte.

Luca me arrastra en un gran abrazo de oso, girándome, así puedo ver a Kaiara en el bar. Está frunciendo el ceño, y noto que es porque estoy en los brazos de su primo—el chiquillo insurrecto que decidió rebelarse en su contra—. Entonces, en un movimiento bien calculado, envuelvo mis brazos alrededor del cuello de Luca. Pienso que Kaiara se va a morir. Su mirada feroz se oscurece a algo muy siniestro y lentamente, se abre camino hacia nosotros.

—Gracias por todo—balbuceo.

—A ti por aparecer en nuestras vidas, ¿te veré pronto?

—Um… no lo sé—respondo sinceramente, perdiendo el balance por su pregunta.

—Bueno, espero que sí, aunque tengas que arrastrarla a ella.

—Es tu prima—le digo amedrentando la tensión—. Tendrán que hacer las paces.

—Ya lo veremos.

—Señor Di Marco, excelente apertura—Kaiara suena sagazmente cortés—. Espero que no se beba sus suministros antes de que los clientes puedan degustarlos.

—Y si lo hago es mi maldito problema señora Di Marco—le responde Luca con el tono subido. Kaiara me coloca detrás de ella y se pega mucho más al rostro fruncido de Luca. Oh no, dos fieras juntas. Algunas personas se giran al ver el intento de pelea. Agarro con fuerzas uno de los brazos de Kaiara y la jalo, separándolos, y me coloco justo en medio de los dos. Sabrina, no tienes oportunidad alguna si deciden golpearse, pero tú mantén la fe en ti intacta, es una de las pocas cosas que te quedan.

—Solucionen sus problemas lejos de las cámaras—miro a Kaiara, tensa la mandíbula, miro a Luca, quema su mirada obscura. Él suspira y da un paso hacia atrás. Paulo aparece de la nada al igual que Gianzo. Kaiara también retrocede.

—Adiós Luca. Felicitaciones otra vez—le doy un rápido beso en la mejilla y antes de que lo sepa Kaiara me está arrastrando fuera del lugar. Se que está hirviendo de la rabia, pero también yo.

Mira rápidamente arriba y debajo de la calle, entonces se dirige a la izquierda y repentinamente me arrastra a un callejón lateral, abruptamente presionándome arriba en contra de una pared. Sujeta mi rostro entre sus manos, forzándome a mirar hacia arriba en sus determinantes ojos verdes ardientes.

Jadeo, y su boca se abalanza hacia abajo. Está besándome, violentamente. Brevemente nuestros dientes chocan, entonces, su lengua está en mi boca. El deseo explota por todo mi cuerpo, y estoy besándola de vuelta, igualando su fervor, mis manos enredadas en sus cabellos, jalándolos, fuertemente. Gimo, un bajo sonido que reverbera a través de ella. Sus manos se mueven debajo de mi vestido, sobre mis muslos, rosándome la entrepierna enterrándose en mi carne.

Rompe el beso. Jadeando. Sus ojos están iluminados con deseo. Disparando nuevamente la sangre caliente en mi cuerpo. Mi boca cae abierta mientras trato de arrastrar el apreciado aire a mis pulmones.

Me apoyo sobre la pared, jadeando, tratando de controlar la desenfrenada reacción de darle una bofetada. No lo logro.  

Ella solo ríe cínicamente y me aprieta con fuerzas por las muñecas contra la pared, colocando mis brazos encima de mi cabeza.

—Eres… mía—gruñe. Enfatizando cada palabra. Se aleja de mí y se inclina con las manos sobre sus rodillas como si hubiera corrido un maratón—. No vuelvas a hacer eso Sabrina.

—Lo siento—susurro una vez que mi respiración regresa.

—Deberías. Se lo que estabas haciendo. Ambos. Se burlan de mí, ¿es eso? Puedo poner una bala en su cabeza y veremos cuan divertido será.

Trago en seco.

¿Ella habla en serio? No, no puede. Eso es solo la rabia nublando su razón. No mataría a Luca. 

—Nadie se burla de ti Kaiara. Tanto Luca como yo, solo queremos verte bien y viva, y para eso… No puedes ser la jefa de una mafia criminal y asesina.

Se gira hacia mí. Sus ojos destellantes y llenos de lágrimas.

—He pasado toda mi vida huyendo de mi propia familia. Sobreviviendo e improvisando cada amanecer, y entonces tu apareces de la nada—frunce el ceño estrechando cada palabra que sale de su boca—, y pretendes venderme una historia de amor con final feliz. Que ambas sabemos, no es verdad—se detiene, su mirada intensa, una lágrima se escapa de su control. Oh Dios mío, está llorando—. Acéptame como lo que soy o déjame. Pero no me lleves a los extremos dónde solo soy un animal herido luchando por su vida.

Ondea su mano vagamente, entonces la pasa a través de su cabello, y toma una respiración profunda. Yo no sé que decir, la verdad es que no puedo hablar. Ella se acerca a mí y sujeta con una delicadeza indescriptible mi mano. Acaricio la suya sutilmente con la yema de mis dedos. Mi amor, ¿qué te han hecho?

—Vamos, necesitamos hablar y tú necesitas comer.

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