Parte 2
Queridos amigos lectores: Mi nombre es Andrea, es nombre ficticio de verdad, lo demás es real, tengo 31 años de edad actualmente, soy casada, mido 163 centímetros de estatura, 65 kilogramos de peso, contextura mediana, buena pierna con unas buenas nalgas como una buena hormiga culona, unas tetas talla 34 b, mi piel es clara, mi cabello es lacio color miel, lo tengo corto en este momento, mis ojos son café claros, en fin tengo gracias a Dios, un buen cuerpo, unos atributos que muchas envidian y los hombres desean, mi cuerpo me encanta, sé que no pasa desapercibido, ya que cuando voy por la calle recibo muchos piropos unos muy bonitos, otros un tanto pasados y hasta morbosos, recibo también miradas, gestos y otras cosas de parte de los hombres, tampoco tengo hijos debido a que cuando niña me practicaron un aborto en una clínica clandestina, allí me sacaron la matriz, por ese motivo no puedo concebir.
Mi esposo es un buen hombre, 2 años mayor que yo, de 180 estatura, de 72 kilos de peso, trigueño, pelo crespo y negro, delgado, bien aspectado en todos los sentidos, las chicas lo ven y no son indiferentes a sus gustos, llama la atención de ellas en todos lados, profesional, trabajador, juicioso, bueno en la cama, sé que me la ha jugado varias veces, lo he perdonado porque aprendí a pagar con la misma moneda. Aquí sólo quiero desahogarme de estos recuerdos, revivirlos y compartirlos con aquellos que buscan algo de diversión por este medio, dejo constancia de que mis relatos son verídicos y no sacados de la fantasía de alguien.
Hoy les continuaré relatando unas vivencias un tanto fuertes que pasé en una de las tantas visitas a la finca del tío Julio.
Esa mañana el tío Julio fue citado por un grupo armado de la región para asistir a una reunión obligatoria, no me quiso llevar por razones que desconozco, se fue con el negro Riqui en su moto, yo me quedé cuidando la casa y haciendo el almuerzo, era lo menos que podía hacer.
Yo feliz cantaba a grito entero cada canción que salía en la radio de una emisora local, estaba feliz, recordaba lo ocurrido el día anterior y lo bien que había sido atendida por el tío y por su mayordomo el negro Riqui.
Ese día no me había bañado en la mañana pues el tío Julio se iba a su reunión con Riqui, decidí hacerlo más tarde cuando estuviera el sol más candente.
A eso de las diez y media decidí darme un baño, con mi traje de baño de siempre (pantaloneta y camiseta) estaba disfrutando de agua fría caer por mí cuerpo, en eso sentí que los perros ladraron amistosamente como si llegara alguna persona conocida de la casa, aparecieron dos tipos de unos 25 y 30 años cada uno, de piel trigueña, portaban machetes, sombrero, botas de caucho y un bolso de hilo colgaba de sus hombros en cada uno, un poncho a rayas enredado en sus nucas, de verdad pensé que eran cuatreros o salteadores de camino.
Buenas, dijeron. ¿Está la señora Cecilia? Ahí recordé que así es el nombre de la mujer de Riqui.
No señor, está de viaje, llega el fin de semana, les dije.
Creímos que estaba aquí, pues escuchamos música, vimos a saludarla y pedirle el favor de siempre.
No sé nada de eso, ¿Cuál favor les hace ella siempre?, ¿Será que los puedo ayudar? Les dije de manera ingenua o respetuosa como es mi costumbre tratar a todas las personas.
Es probable que sí nos ayude también, ya veremos. ¿Usted es la sobrina de don Julio?, sí señor les respondí.
¿Usted está viniendo dese hace un tiempo verdad, desde cuando estaba el otro mayordomo? Si señor respondí a secas. No entendía nada de su interrogatorio.
Nosotros te vimos cogiendo en el corral una nochecita, pero no alcanzamos a llegar a la fiesta. Dijeron con tono burlón.
Quedé fría con esas palabras, si ellos me vieron, más gente pudo haberme visto también. Creo que me puse pálida del susto.
Nosotros conocemos al señor Jorge su esposo (nombre ficticio), es más estudiamos con él. Podemos contarle eso e inventar otras cosas como que usted se lo come con el viejo Julio y seguramente nos va a creer todo, remataron con esa amenaza. Por poco me desmayo.
Eso es una extorsión, los puedo denunciar. Les dije.
Tranquila, no hay necesidad de amenazas, no ganamos nada con esas cosas, que tal si lo hace con nosotros aquí y ahora, nos quedamos callados y todos ganamos, es más mire como se te notan esas hermosas tetas por debajo de esa camiseta mojada, seguramente abajo tampoco hay nada, puede también decidir si lo hace a las buenas o lo hace a las malas, somos dos, usted está sola, si grita nadie la escucha aquí, usted no nos conoce, no nos ha visto antes, seguramente se va en estos días, así que nadie nos va a encontrar y el escándalo será para usted y su familia, nosotros no tenemos nada que perder aquí.
Quedé muda, pasmada, inerme y petrificada, algo en el fondo de mi cabeza me gritaba que esos bandidos tenían razón, también que me podían hacer daño o matarme sin que nadie me pudiera socorrer, escuchaba que también me decían que no los provocara que eso a ellos les emputaba.
Ellos continuaron su amenaza, nosotros lo sabemos todo, el viejo Julio está por la reunión, el negro también está con el patrón, la mujer del negro no está según usted, aquí solo están los perros, pero esos nos conocen, pero tampoco hablan, entonces, ¿Qué decides?,
Los volteé a mirar, horrorizada, sin pronunciar palabra alguna, no sé de dónde me salió decirles, ¿ustedes por qué me hacen esto?, ¿por qué se aprovechan de una mujer indefensa?, respeten, no sean abusivos.
La verdad, la negra Cecilia nos atiende bien cada que venimos, ella es buena persona con nosotros, como dice que el negro se la juega con putas y otras viejas, ella se la hace con nosotros y quién sabe con cuántos más, pero como ella no está y queremos culiar, pues le tocó el turno a usted, quiera o no quiera. Ese culo nos lo comemos porque nos lo comemos, eso se ve que es un bocado muy rico, así que no se diga más.
No pude responder nada, ellos se me fueron acercando con decisión, no pude ni pensé en salir corriendo, las piernas no me respondían, sabía que tampoco llegaría muy lejos, ellos tenían sus machetes y eso infundía temor en mí.
Pronto tuve cuatro manos encima de mi cuerpo, sentía cómo tan hábilmente comenzaban a sacar mi blusa, uy, qué hermosas tetas tiene, mira eso, paraditas, redonditas y deliciosas, mi pantaloneta ya estaba en el piso, mi cuerpo temblaba por la adrenalina y el miedo de lo que me esperaba, unos dedos hurgaban entre mis piernas, mi mente no alcanzaba a coordinar mucho.
Mira que esta vieja tiene la chocha bien hinchada, será de tanto culiar porque yo no había visto una así, tampoco tiene pelos en esa raja, se los afeita y queda como una niña recién nacida, decían cosas así mientras reían y me manoseaban por donde se les daba la gana.
Pronto tenía una boca pegada a una teta y otra boca pegada a mi sexo, no hubo un beso en la boca, ellos iban por el premio mayor,
Solo atiné a decirles por favor no me vayan a golpear, tampoco me vayan a dejar chupones o lesiones porque esta noche llega mi esposo y no quiero tener problemas con él, yo les colaboro, pero por favor no me hagan daño, solo escuché un Okey,
Mi vagina era explorada con dos dedos que entraban y salían un tanto brusco que hacían que mis piernas temblaran y se entrecruzaran, el que lamía mi raja se chupaba sus dedos cada tanto, seguramente para degustar esos jugos de mi vagina, lo que ellos no sabían era que ese hueco en el amanecer estaba lleno de la verga y leche del tío Julio, que hasta ese momento estaba siendo lavada, tampoco les iba a decir eso.
Vamos al colchón o a la cama, grito el más joven, ¿a la cama del viejo Julio o cuál? Preguntó el más viejo y siguió, pero mejor bajamos el colchón de Cecilia y nos la culiamos en el mismo sitio de siempre,
Ahí entendí el por qué de un colchón de mota de algodón viejo que estaba colgado en una columna, amarrado con un lazo era el lecho nupcial de Cecilia y esos perpetradores, lo soltaron ahí mismo en el corredor lo extendieron, me hicieron colocar de rodillas para empezar a mamar esas vergas de esos dos desconocidos.
La verdad, no eran la gran cosa, eso sí estaban bien duras, unos 14 centímetros cada una, ellos eran trigueños, igual que sus vergas, olían a sudor por haber caminado o por el calor extremo que allí hace.
Cuando se cansaron de la mamada, me empujaron hacia atrás y uno de ellos se acomodó entre mis piernas, se abrió paso primero con sus dedos dentro de mi raja para taladrarla con fuerza, gracias a que ya había estado siendo explorada así, tenía algo de lubricación, la otra verga se hundía en mi boca hasta el fondo, ese tipo apenas abría la boca en señal de gozo,
Pronto mi agujero vaginal fue llenado con la otra verga, me taladraba con fuerza y velocidad, escuché en ese momento cuando uno de ellos dijo, no se vaya a venir para que me deje meterlo ahí también, que ella se trague esa leche o donde quiera menos en esa chocha, no vaya a ser mugre conmigo,
Sabía que por más que colaborara me iban a tratar como lo peor, pero si no lo hacía también me podían pegar algún golpe, entonces decidí que a la verga que tenía entre mis piernas la apretaba contrayendo mis músculos de esa zona, para estimularlo también al apretar un poco su verga y que así terminara pronto, al que le estaba mamando le apretaba sus huevas con fuerza, tratando de que se vinieran pronto y se largaran de esa casa, Nada de eso sirvió.
El que estaba entre mis piernas pasó a que se lo mamara y el otro a trabajar en mi vagina, al rato el que trabajaba mi vagina se acomodó en el colchón boca arriba, me hicieron echarme encima con la espalda sobre su pecho, acomodó su verga en mi canal anal, comenzó a levantar su cintura para meter y sacar ese trozo de carne,
El que estaba mamando se acomodó entre nuestras piernas, pronto tendría la otra verga en mi vagina, la cual estaba ya lubricada para que permitiera la entrada de ese señor falo, no valieron mis ruegos ni mis súplicas, que no lo hicieran, que así no, que por favor, eso fue palabra muerta para ellos.
No tardaron en sincronizar sus ataques rítmicos, en ese momento comencé a sentirme relajada, comencé a disfrutar y relajarme para no sentirme más abusada, acomodé mi cara y besé a ese tipo que lo metía en mi vagina, eso lo hizo estremecer, el que estaba debajo de mí me abrazaba con fuerza apretando mis tetas con fuerza,
Un chorro de leche me fue depositada en mis entrañas, yo seguí besándolo, pero este tipo se quedó ya inmóvil, mientras que seguía siendo castigada por mi culito, al rato el tipo este sacó su verga de mi culo, me hizo acostar boca abajo y volvió a meterlo en mi azotado culito, al rato sentí en mi espalda caer chorros de leche hirviendo, mientras gemidos salían de su boca, ah, ah.
Vaya si culeas rico, eres como una puta profesional, un día de estos volvemos para repetir este bello momento, esperamos que nos complazca nuevamente sin problemas, sin necesidad de amenazar, así como lo hace la puta de Cecilia.
Se vistieron y se fueron, yo me quedé desnuda, llena de leche, apenas si entendía que era un día muy ajetreado para mí, primero el tío Julio, ahora estos dos sujetos me habían cogido casi que a las malas y apenas comenzaba la tarde.
Volví a la pila a echarme agua y lavar ese semen que escurría por mis piernas, espalda y nalgas, además que me sentía sucia, abusada y utilizada.
Luego preparé en mi pera (ducha vaginal) una mezcla de agua y vinagre para desinfectarme, igualmente me desinfecté con bicarbonato de sodio enjuagando bien adentro mis partes íntimas, enseñanzas de mi querida madre.
Me vestí, me senté en una silla mecedora de correas plásticas a beber cerveza y escuchar música para analizar lo sucedido y sentir una sensación de felicidad sin saber por qué, así planeaba pasar el resto de la tarde hasta que llegaran el tío Julio y el negro Riqui, pensaba en todo lo ocurrido y el por qué era como un imán para encontrar sexo en los sitios y con los tipos menos esperados.
Por la música a alto volumen no escuché el ruido de una moto llegar, hasta que estuvo en el patio, era el negro Riqui, lo habían devuelto de la reunión porque en la tarde era solo para los hacendados.
Riqui después de un saludo de beso, se fue directo a la pila a bañarse a tazadas, tal como yo lo estuviera haciendo hace un momento atrás, se le notaba afanado, yo lo miraba echarse jabón de lavar ropa por todo el cuerpo, con sus manos se restregaba, también metía sus manos dentro de su pantaloneta para dar aseo a su miembro,
Yo lo miraba desde mi silla mecedora, por sus miradas sabía que una vez estuviera aseado tendría que atenderlo como el día anterior, ya me imaginaba esa vergota dentro de mi cuerpecito y una sonrisa se afloraba en mi cara sin provocarla.
Efectivamente se secó y se vistió con la toalla, se dirigió a mí, me dio un tremendo beso en la boca, tan fuerte que nuestros dientes se estrellaron, nuestras lenguas se encontraban en una lucha de poder, impidiendo el ingreso de la otra.
Se quitó la toalla y su verga ya estaba bien templada, me la acercó a mi cara e instintivamente me la llevé a mi boca, chupándola y tragándomela hasta el fondo, el negro me agarraba de mi cabeza para que le llegara más profundo, recordé que estaba sentada en el patio y me saqué esa tranca de mi boca.
Nos fuimos a mi habitación, el colchón viejo estaba en el piso aún, me preguntó por qué estaba eso así y le dije que era porque se había soltado solo y que no tenía fuerza para alzarlo, ayudó a arreglar el colchón en su puesto, jamás se imaginaría que ese colchón servía a su mujer para sus infidelidades con esos dos tipos, tampoco se lo iba a decir.
En mi cama se acostó boca arriba, continué dándole una buena mamada, su verga quedó bien dura, me le senté encima, mis manos se agarraron a las suyas y comencé un movimiento circular que lo hacía apretar ya que su cara se retorcía de la emoción.
Luego me le acomodé encima en un 69, a que lamiera mi raja mientras yo continuaba dándole una mamada profunda, esperaba que sintiera algún sabor extraño por algún resto de semen, pero no fue así, nunca dijo nada.
Me hizo acomodar en cuatro y al estilo perrito me comenzó a taladrar con fuerza, yo pujaba de cada estocada que recibía y un quejido de cada empujón que daba Riqui, mis ojos parecían salirse con cada estocada de ese vergón, luego sentí que mis intestinos eran llenados de leche humana, semen caliente que salían de la verga de Riqui, de su garganta salía un sonido ronco como una fiera rugiendo grr, grr.
Se dejó caer de medio lado en la cama, nos abrazamos y besamos con nuevamente, al rato se juagó nuevamente y se vistió con ropa limpia. se fue en su moto. Mañana nos vemos, voy a traer a mi mujer, saludos al patrón Julio. Gracias mi princesa hermosa, ojalá fueras la reina de mi vida.
Una hora o más tarde, llegó el tío Julio, fue acercado por otro vecino, nos saludamos de beso en la boca, le serví una cerveza, luego se fue al baño a lavarse después, cenamos, se sentó en una silla plástica a contar algunos pormenores de esa reunión mientras bebíamos cerveza en lata bien fría.
A eso de las ocho de la noche, nos fuimos a dormir, entramos a mi habitación, nos sentamos en la cama, comenzamos a besarnos tiernamente, nuestras manos y brazos parecían pulpos, explorando todas las partes del otro cuerpo, pronto nos dejamos recostar, con habilidad y cierto afán empezamos a desvestirnos hasta quedar totalmente desnudos.
Me tendí boca arriba, le indiqué que quería hacer un 69, él se acomodó, su verga estaba bien fuerte, dura y una gota de líquido transparente se asomaba por su orificio seguramente por los besos que nos habíamos dado, eso no fue óbice para que sin dudarlo me lo tragara hasta el fondo, mis manos se colgaban de sus nalgas y cintura para impulsarme y meterme ese trozo de carne hasta el fondo, apretando suavemente con mis dientes para estimular esa mamada,
El tío se había pegado a mi vagina como si tuviera pegante para poderse desprender, de verdad sentía algo de molestia, como si estuviera quemada o lesionada, pero no podía decir nada, tenía que aguantarme, no era conveniente decir que me había comido al negro Riqui, a dos desconocidos y ahora a él por segunda vez en el día.
Cuando el tío Julio ya quiso cambiar de posición o de que le hiciera garganta profunda, se dispuso a enterrar su verga dentro de mi vagina al tiempo que me abrazaba y besaba con pasión, mis labios vaginales se dilataban para dar paso a esa verga que ya me estaba empezando a enamorar de ella y hasta hacerme falta, tanto por el cariño con que el tío Julio me trataba, su incondicionalidad, su generosidad en regalarme dinero, joyas y otras cosas, también por su disposición para hacerme feliz. El dolor fue olvidado para dedicarme a cooperar de la mejor forma.
Yo meneaba mi cintura para que se sintiera bien, levantaba mis nalgas para que quedara bien acomodada y bien clavada en mi vagina, por momentos me abrazaba a su cintura con mis piernas apretando como queriendo decir “no lo saques nunca”, el tío Julio no aguantó tanto voltaje y se derramó a chorros dentro de mi vagina, se desinfló tan rápido como pudo y fue expulsada sin reconocer por parte de mi raja todo el trabajo realizado para hacernos felices, desinflada esa verga no era aceptada en mis entrañas.
Nos besamos un largo rato, cuando sentí que esos fluidos iban saliendo, escurriendo por mi entrepierna, me levanté para coger una tazada de agua y juagar lo mejor que pude, igualmente, me eché crema número 4 medicada, de esa que usan en los bebés para que no se quemen con el pañal (pañalitis) y que siempre llevo en mi bolso;
Cuando regresé a la cama, ya el tío Julio estaba roncando, me abracé a su espalda y dormimos toda la noche, a la mañana siguiente el tío Julio no tuvo alientos de echar el mañanero.
Muy temprano ese día llegó el negro Riqui con su esposa Cecilia, una mujer bien formada, unos 35 años, aunque no los demostraba a pesar de tener ya dos hijas, tendría 165 estatura, su color era trigueño oscuro, aunque mucho más claro que el negro Riqui, nos saludamos y desde ese momento se dedicó a atender a la sobrina del patrón, es decir a mí, la sobrina del tío Julio.
En la tarde de ese día el calor era insoportable, tomé un libro, una silla plástica y me fui a leer el papillón, metida entre unas matas de plátano, escondida a la sombra de una mata de mamoncillo o mamones, serían unos 15 metros de distancia, yo tenía plena vista de la casa, aunque Cecilia no sabía mi ubicación exacta.
A eso de las tres y media de la tarde Cecilia estaba lavando ropa, como la mayoría de las personas de esa zona, tenía su pantaloneta, camisilla y estaba sin calzado, yo de vez en cuando levantaba la cabeza para saber qué pasaba o que escuchara algún ruido de algún animal silvestre.
De pronto los perros ladraron, pero con amistad, no como cuando ven a un extraño, mi atención se hizo evidente, llegaron los mismos dos tipos que el día anterior habían llegado a buscarme seguramente esos hijos de p… porque ellos sabían que Cecilia llegaba hasta el fin de semana.
Pude observar que esos tipos tocaban a Cecilia sin ningún pudor o respeto, ellos parecían viejos amigos ya que los perros les hacían señas de amistad batiendo la cola, ellos le agarraban las nalgas y metían sus manos en su entrepierna por encima de la pantaloneta o le apretaban sus tetas, ella trataba de evitarlos, les hablaba algo imperceptible a esa distancia y mostraba para todos los lados, claro, ella no sabía dónde estaba yo, los dos se despidieron de beso rápido en los labios y se fueron.
Como yo ya sabía que eran sus amantes, le busqué el tema cuando regresé a casa, le dije: escuché a unas personas que llegaron hace rato, ¿Quiénes eran?, ah sí, unos negociantes de ganado preguntando si había algo para vender, me dijo ella, le respondí: pero, el tío siempre va a la subasta, nunca vende al detal, además yo los estaba mirando desde la mata de mamoncillo,
Cecilia se puso roja, agachó la cabeza. Ay, qué pena señora, por poco suelta el llanto. Tranquila, yo lo sé todo, esos tipos llegaron ayer a preguntarte y me contaron todo. No le dije que me habían accedido carnalmente, no sé si ella lo supo en algún momento, me imagino que sí.
Está bien, es verdad, yo los conozco a ellos desde hace tiempo, los complazco a los dos, ellos pistean cuando no está el patrón, ni mi marido y llegan a joder conmigo, es como una venganza pa’ mi marido, por perro, que a veces se va para donde las putas o se acuesta con cuanta vieja le da papaya, pero, qué hago si lo quiero, no lo puedo dejar y me aguanto todo eso. Esa fue su confesión bajo unas lágrimas que le escurrían por las mejillas.
Como es lógico me puse de parte de Cecilia, le di un abrazo, la calmé diciéndole que ese secreto estaba seguro conmigo, que me quedaría callada, eso la tranquilizó para poder seguir haciendo sus quehaceres ajena a que yo, el día anterior me había acostado con su marido Riqui y que esos tipos habían abusado de mí.
Desde la llegada de Cecilia, mi romance con el tío se salió de lo rutinario un poco, ya que dejamos de dormir en mi cama juntos toda la noche, ahora nos íbamos de tarde deportiva hasta un municipio cercano, una vez a Sabana de Torres, otra vez fuimos hasta San Alberto, llegábamos a beber unas cervezas y tomar el fresco de la tarde en el patio de la casa, eso sí con el debido respeto, aunque mi instinto de puta se destapaba de vez en cuando.
Riqui nos acompañaba a veces a la conversación, sentados en sillas plásticas, en círculo pasábamos horas hablando de todo.
Cuando alguno de ellos se levantaba a orinar al monte, yo estaba pendiente de Cecilia y si había oportunidad me hacía ojitos o me corría la manga del pijama o de la pantaloneta que tuviera puesta y le enseñaba algo de mis labios vaginales para ofrecerles a Riqui o al tío Julio mi sexo y para mantenerlos calientes o pendientes de la conversación.
Con Riqui no tuvimos otra oportunidad para coger nuevamente en ese viaje, aunque sí hablábamos o cruzábamos algún tipo de palabras, porque Cecilia estaba muy pendiente de nosotros.
Cuando llegó la hora de regresar a mi casa en esa oportunidad, el tío Julio me regaló otra búfala preñada, que él, la cuidaría en mi nombre para que tuviera un incentivo de volver, cosa que volvería a hacer sin duda alguna. Era mi tercera búfala que me regalaba y que tenía a mi nombre, dos a punto de parir.
En mi maleta al empacar nuevamente, encontré un papel escrito con una nota de Riqui escrita en una hoja de cuaderno, viajo la otra semana a Bucaramanga, me gustaría verte, me siento enamorado, te dejo un detalle poquito, pero con todo mi amor. Eran unos billetes que seguramente correspondían a su quincena o ahorros.
No le pude contestar personalmente esa petición, pero con una mirada le dije todo, obviamente lo quería volver a ver las veces que fueran.
El tío me llevó en su camioneta al pueblo y de ahí me embarqué en bus, me entregó una buena suma de dinero, el viejo tiene mucha plata, eso me incentiva más mi putería, gano más dinero con él que cobrando una tarifa fija todos los días, será suerte o no sé, doy gracias a Dios por eso.
Para mi regreso me puse un jean desteñido, sandalias y una blusa de manga corta, un collar de acero dorado grande que me hacía ver más hermosa por lo llamativo.
Cuando me senté en la silla del bus pensaba, una misma atrae con los pensamientos lo que quiere vivir, salí de mi casa en minifalda, pensando en calentar al tío Julio y resulté teniendo sexo con el negro Riqui, con dos desconocidos y con el tío Julio, mi mente reproducía esa sensación de esas estocadas penetrándome hasta lo más profundo en mis agujeritos.
Me levanté pensando en sexo y atraje sexo esa semana completa, mucho más de lo que podía imaginarme. Así es todo en la vida.
A mi lado se sentó un muchacho joven de unos 24 años, atlético, musculoso, muy activo o nervioso. En la conversación que me entabló me contó que era soldado, que iba a presentarse por término de un permiso, se me declaró en amor, me suplicaba que fuera su amiga o su novia, que me llevaba al cuartel a conocer a sus comandantes, a sus amigos y sus compañeros, que eso allá era muy bonito que se sentiría orgulloso de llegar con una mujer tan bonita, que al menos lo acompañara un día para exhibirme como el mejor trofeo ganado en su vida.
No acepté ninguna de sus pretensiones, no pude tener una explicación para ello, ni siquiera el vio problema cuando le dije que yo soy una mujer casada, aspecto que al chico parecía no importarle.
Mi esposo llegaría una semana después, tiempo suficiente para arreglarme, depilarme, asistir al salón de belleza y reponerme de esos encuentros sexuales en el paseo a la finca del tío Julio, encuentros que hubieran podido traumar a otra mujer, sin embargo, he aprendido a sobreponerme a las circunstancias y en vez de ponerme a llorar, disfruto como si hubiera sido voluntariamente ese momento.
Aquí termino otra historia de mi vida, una anécdota que recuerdo con cierta satisfacción, aquí solo pretendo sacar eso de mi mente, confesar, sanar y seguir con mi vida, no sé a dónde vaya a terminar todo esto, no busco amigos para intimar ni crear otros encuentros para salir con otros hombres. Tu amiga. Andrea del pilar. Andreas. Si hay algún comentario lo trataré de responder decentemente.